Kitabı oku: «Antequera, su Semana Santa»

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Antequera,

su Semana Santa


ANTEQUERA, SU SEMANA SANTA

© Varios autores

© de la imagen de cubiertas: Santiago Mejías Díaz

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

COORDINADOR

José Escalante Jiménez

AUTORES DE LOS TEXTOS

Francisco Ruiz Jiménez

Antonio Garrido Moraga

José Escalante Jiménez

Juan Antonio Sánchez López

Eduardo Nieto Cruz

Antonio Fernández Paradas

Sergio Ramírez González

Manuel J. Barón Ríos

Carlos Ismael Álvarez García

Rafael Gallardo Montiel

María Rosales Martín

María Eugenia Acedo Tapia

Francisco Gutiérrez Fernández

Antonio Jesús Palomo

Javier Subires Jiménez

Gema Gonzalez Perdiguero

Francisco Rosales Martín

Juan Félix Luque Gálvez

Daniel Herrera Checa

Juan Campos Rodríguez

FOTOGRAFÍA

Gabinete de prensa del Excmo. Ayuntamiento de Antequera

Pablo Guerrero Clavijo

Archivo Fotográfico Francisco Duran

Archivo Fotográfico Francisco Velasco

Juan López Moreno (Foto Estudio Moreno)

Eduardo Nieto Cruz

José Escalante Jiménez

Justo Muñoz Blázquez

Javier Subires Jiménez

Francisco Rosales Martín

Archivo Fotográfico Cofradía de los Estudiantes

Archivo Fotográfico Imprenta el Siglo XX

Pablo de Rojas Román

IMÁGENES Y DOCUMENTOS

Archivo Histórico Municipal de Antequera

Fondo de Hermandades y Cofradías

Iª edición

© ExLibric, 2015.

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ISBN: 978-84-16110-38-4

Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.

Antequera,

su Semana Santa

Varios autores

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2015

Índice de contenido

Portada

Título

Copyright

Índice

[1] Presentación

[2] Prólogo

[3] Aproximación histórica a la Semana Santa de Antequera

[4] El universo artístico.

[4.1.] La escultura procesional en Antequera. Visiones y revisiones

[4.2.] El universo artístico. Consideraciones estéticas e iconográficas del ajuar procesional antequerano: platería y bordado

[4.3] Teoría y praxis del trono antequerano. Estética, diseño y definición de un discurso

[4.4] Un espacio para las hermandades antequeranas: el referente de las capillas

[5] El universo simbólico. Introducción

[5.1] Las Vegas

[5.2] Los personajes

[5.3] Los elementos diferenciadores

[5.4] Los cultos cuaresmales

[5.5] La heráldica cofrade

[6] Negro sobre blanco.

[6.1] El pregón oficial

[6.2] El cartel oficial

[6.3] Libros y publicaciones

[6.4] La Semana Santa de Antequera en la poesía

[7] El reflejo cofrade.

[7.1] La música de las cofradías

[7.2] “Verdadero retrato de…”. La estampa religiosa y la visión de las imágenes procesionales en la Antequera barroca

[7.3] Los fondos documentales de las cofradías

[8] La Semana Santa de Antequera hoy.

[8.1] Domingo de Ramos

[8.2] Lunes Santo

[8.3] Martes Santo

[8.4] Miercoles Santo

[8.5.a] Jueves Santo

[8.5.b] Jueves Santo

[8.6.a] Viernes Santo

[8.6.b] Viernes Santo

[8.6.c] Viernes Santo

[8.7] Domingo de Resurrección

[9] La Agrupación de Cofradías de Semana Santa

[1] Presentación

Francisco Ruiz Jiménez [Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa]

Hay momentos especialmente gratos para el presidente de la Agrupación de Cofradías. Este es uno de ellos, la redacción de estas líneas de presentación de esta obra que hoy ve la luz, y que ocupará un lugar muy destacado en la historia cofrade antequerana.

Muchos años han pasado, numerosos cofrades han dejado su esfuerzo, su dedicación y su trabajo en torno a la celebración de nuestra Semana Santa. Sin embargo, a pesar de la larga y extensa tradición que Antequera tiene en la conmemoración de su peculiar Semana Mayor, nunca ha contado con una obra de la categoría y dimensión que hoy tengo el honor de hacer pública.

La Agrupación de Cofradías de Antequera edita esta obra gráfica, con el deseo de recoger la tradición popular, orgullo, riqueza y reflejo del esfuerzo de una sociedad cuyas raíces religiosas se pierden en el tiempo, dando cuenta de una forma muy particular de sensibilidad donde se aúna el sentimiento, el arte y la belleza que trasciende los misterios del alma antequerana, más allá de las palabras, los conceptos, los ritos y las plegarias.

De esta manera reconocemos, modestamente, los valores únicos de nuestra tierra en una composición de textos inéditos que recorren lentamente, calle a calle y piedra a piedra, nuestra patria chica, Antequera, durante su Semana Santa, explicando, con ayuda de unas extraordinarias fotografías, la vasta obra en la que han contribuido y contribuyen cientos de miles de nuestros conciudadanos, que dedican parte de las ilusiones del año al esplendor de esta singular fiesta inigualable, muestra absoluta de su capacidad de amor, de su capacidad de relación.

La Agrupación, que se honra con formar parte de nuestra ciudad, contribuye con este libro a propiciar una excelente oportunidad para la divulgación de un profundo sentimiento de devoción popular hacia unas sagradas y sublimes imágenes, así como a toda una cultura cofrade.

Espero que la publicación de este trabajo sirva, no solo para que se difunda la importancia de esta historia, sino para que se mantenga la relación de amor entre generaciones de cofrades y Antequera. Sirva este libro como homenaje y reconocimiento a aquellos hermanos que también son los protagonistas.

Mi agradecimiento a todos los que han contribuido al nacimiento de este proyecto, en especial a los escritores por su confianza, a la editorial Exlibric por su gran apoyo, al autor de la portada y mi ánimo y entusiasmo a todos los que lean estas páginas, para que lo hagan con la misma ilusión con que yo las presento.

Antequera, Cuaresma 2015.


El pintor José Mª Fernández Rodríguez, dedica una parte importante de su obra a la Semana Santa y a sus personajes. Una obra atemporal fue este encargo oficial de cartel, realizado hacia 1908. El cual ha sido reproducido en múltiples ocasiones.

[2] Prólogo

Antonio Garrido Moraga [Real Academia de Nobles Artes de Antequera]

Las glorias nazarenas de Antequera

Escribir de Antequera es hacerlo de una de las ciudades con mayor patrimonio artístico de España y me quedo corto. Es la gran ciudad del barroco en lo que se refiere a la relación entre el espacio y el número de monumentos que adornan el casco histórico. Es para mí un placer y un honor escribir unas palabras para un libro muy importante para el conocimiento de la Semana Santa de la ciudad de la Peña de los Enamorados, tan vinculada a mi familia y que forma parte de mi educación sentimental y de mis mejores recuerdos de infancia.

Asistimos a una continuada producción bibliográfica de alto nivel sobre el patrimonio histórico de la ciudad y especialmente sobre lo que ya podemos llamar con propiedad el círculo artístico antequerano. Autores y obras son analizadas con rigor y muestran la importancia de Antequera en el conjunto de la Semana Santa andaluza.

Un aspecto que quiero destacar es el magnífico maridaje entre textos y fotografías. Se trata de un planteamiento editorial muy meditado que se ha convertido en un libro de gran belleza, tanto por continente como por contenido. En un libro de estas características, las magníficas fotos no son acompañamiento, son un discurso autónomo unido a los textos de investigación.

Se ha escrito sobre los modelos malagueños y sevillanos de la celebración pasionista. Con todos los elementos impresionistas que se quiera encontrar en la afirmación que sigue, es indudable que Antequera ha conservado unas características formales que la diferencian y le dan una personalidad definida y original. Baste citar el correr la Vega, la manera de llevar los tronos, las peculiaridades de estos, especialmente los de las vírgenes, y un conjunto de detalles en los que hay que incluir desde los lugares por donde discurren las procesiones hasta la gastronomía. No hay que olvidar que la Semana Santa es un discurso, una narración compleja, una celebración total, una suma de todos los sentidos que se ha ido decantando a través de los siglos.

La Semana Santa es un discurso didáctico por medio de imágenes, de esculturas policromadas que humanizan hasta el extremo las escenas de la tragedia, los momentos del sufrimiento de Jesús y los dolores de María. Poco hay de racional y casi todo de emocional en lo que se ha llamado teatro en la calle. Mover y conmover el ánimo, según el espíritu de Trento, es el objetivo. Se trata de provocar la adhesión absoluta en un ambiente propicio, especialmente el de la noche y las sombras. El libro ofrece una pluralidad de perspectivas que dan como resultado una comprensión total de la Semana Santa. No yerro si afirmo que se trata de una obra de referencia y de primer orden. Nueve capítulos forman la obra, todos a cargo de reconocidos especialistas. Después de la presentación de Francisco Ruiz Jiménez, actual presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Antequera, y de estas palabras, el primer trabajo es de mi querido José Escalante, que nos ofrece con su pericia habitual el marco histórico, el ámbito evolutivo en el que se desarrolla la celebración. Un bloque lo forma el universo artístico, empezando con el elemento clave, las imágenes, a cargo de mi colega Juan Antonio Sánchez López. Se destaca la extraordinaria calidad de las obras analizadas. Justa fama tiene la platería antequerana, que estudia mi estimado amigo Eduardo Nieto. Las artes suntuarias son elementos con valor en sí mismo y que también deben interpretarse en el conjunto, en su totalidad. Trata también Eduardo una aproximación al bordado como elemento esencial del aparato procesional.

El trono antequerano es una aportación de enorme belleza y originalidad. Todo en su estructura está al servicio de la imagen que lo preside, insisto que más en los de las vírgenes. La peana de carrete y el justo equilibrio de las proporciones le aportan un sello singular. Estudia su evolución Antonio Fernández Paradas. Un elemento muy característico son las capillas y capillas votivas, estudiadas por Sergio Ramírez. En paralelo con el universo artístico y derivado de él, se ofrece el universo simbólico, los otros códigos de comunicación, las otras formas de expresar el mensaje, que tienen una clara relación con manifestaciones muy arraigadas en el imaginario de la colectividad. Manuel J. Barón analiza las vegas, los personajes, los elementos diferenciadores y los cultos cuaresmales. De Carlos Ismael Álvarez y Rafael Gallardo es un capítulo sobre la heráldica, lenguaje que compendia historia y devoción.

De María Rosales y José Escalante son las perspectivas dedicadas al Pregón y a los carteles oficiales, las publicaciones. De María Eugenia Acedo es el apartado de la Semana Santa en la poesía. Estos apartados son más de recopilación documental. Los siguientes apartados tratan el grabado, la imagen gráfica, la música, todos elaborados por reconocidos especialistas. Mención especial merece el capítulo de los fondos documentales, reflejo de la evolución diacrónica de las corporaciones, de la mano de José Escalante.

Otro capítulo notable es el dedicado al aspecto sincrónico de la conmemoración secular. Otro notable conjunto de especialistas analizan, día a día, el momento presente de la semana sacra. La obra se cierra con el estudio de la Agrupación de Cofradías, por Juan Campos Rodríguez.

Estamos ante una obra necesaria, una obra que aborda con éxito la fiesta, en sentido total, más importante de Antequera. Como pregonero de la Semana Santa antequerana y de la Cofradía de los Estudiantes, me siento orgulloso y agradecido por tanto esfuerzo y por los magníficos resultados. No olvidemos que todo P.S.A.

[3] Aproximación histórica a la Semana Santa de Antequera

José Escalante Jiménez [Cronista Oficial de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa]

Introducción

El Concilio de Trento recomienda la estación de penitencia pública. Además expone los beneficios que se derivan del culto a las imágenes, ya que aquellos que por cualquier causa no entrasen en las iglesias, al encontrarse con las imágenes en la calle, tendrían presente la Pasión de Cristo. Es indiscutible que Trento despertó en el pueblo un gran fervor religioso, influyendo sus doctrinas en la creación de cofradías, imágenes y desfiles procesionales.

El peso específico de las cofradías crecerá de forma considerable sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI que es cuando las hermandades penitenciales comienzan a proliferar en todas las ciudades y pueblos de Andalucía, siendo herederas en muchos casos de los antiguos gremios, de cuyo entorno derivarán muchas.

Las hermandades de Pasión realizarán al principio sus estaciones de penitencia sin tronos ni imágenes.

Serán las cofradías bajo la advocación de la Vera-Cruz, auspiciadas por los franciscanos, junto a las de la Virgen de la Soledad, las primeras hermandades que darán origen a la Semana Santa. En Andalucía, además se dará un especial desarrollo y contará con una gran devoción el culto a Jesús Nazareno.

Antequera no será ajena a esta tendencia y seguirá en el patrón general de su entorno, como seguidamente veremos.

Durante los siglos XVI y XVII, la sociedad antequerana no dejará de sufrir calamidades públicas, epidemias, terremotos, sequías, etc., que provocarán una inseguridad colectiva. Como consecuencia, se crea una angustia continua ante el problema de la muerte y la imposibilidad de comprender, por las estructuras mentales propias del ser humano, el problema del tránsito de la muerte.

Las cofradías, y más concretamente sus sagradas imágenes titulares, se erigirán en elementos garantizadores que tranquilicen este temor existencial. Este factor será determinante para comprender la evolución que sufrirán las cofradías durante los siglos posteriores.

Una de las facetas más representativas de las cofradías de pasión antequeranas de este período la constituye su vertiente asistencial hacia los hermanos, bien socorriéndolos en sus enfermedades, bien afrontando entre todos los costos económicos de los actos funerarios: entierros y exequias.

En las hermandades estaban, por lo general, perfectamente delimitadas las funciones asistenciales a sus miembros. En caso de enfermedad, había unos hermanos encargados de auxiliar al cofrade enfermo cuidando de que fuera visitado por el médico, y de ayudarlo económicamente durante su convalecencia. Con ello, las hermandades van a cubrir esta importante faceta social.

Asimismo, la cofradía se ocupará de proporcionar al sujeto todos los efectos materiales relacionados con el sepelio, como la camilla para el transporte del cadáver, a modo de catafalco, la mortaja con la túnica penitencial, el féretro, etc. La garantía del sepelio en la bóveda o cripta de la capilla propia de la hermandad, todos la tenían, estableciéndose un paralelismo ideológico entre la permanencia temporal del cuerpo junto al titular de la cofradía y la idea de la permanencia del alma junto a ser divino, representado por la imagen plástica. Pero, sobre todo, la hermandad le proporcionaba la cera. La cera tiene una importancia vital dentro de la hermandad. No olvidemos que la liturgia católica la considera símbolo de la vida que se extingue en honor de Dios prefigurando la vida eterna. Las cofradías la adquieren, la labran y la guardan como si de un auténtico tesoro se tratara. La cera es quemada en los sepelios y, sobre todo, en los cultos internos de las hermandades en cantidades realmente increíbles, y por supuesto, en el acto más importante y vital que toda hermandad tiene, su desfile procesional.

El pleno desarrollo de las hermandades penitenciales lo tendremos en los siglos XVII y XVIII. Durante este período se establecerá el modelo que pervivirá hasta nuestros días.

El cambio de mentalidad en el hombre y en su gusto estilístico será fundamental para concretizar la esencia de las hermandades y cofradías. Durante estos dos siglos se fundarán prácticamente todas las hermandades que configuran nuestra Semana Santa.

No podemos dejar nuestro breve paso por el siglo XVII sin hacer un alto y fijarnos, aunque sea de pasada, en uno de los más interesantes personajes de la Málaga de esta época y, por ende de Antequera: se trata de fray Alonso de Santo Tomás. Este controvertido obispo dictó una serie de normas encauzadas a reestructurar las formas y modos de las cofradías, especialmente de las penitenciales. El principio básico que inspira las disposiciones cofrades de este obispo, del que se dice fue hijo natural de Felipe IV, es 1a obligatoriedad de que las autoridades eclesiásticas, obispos, vicarios, párrocos, vigilen y supervisen anualmente la vida de la hermandades, en lo que respecta a las procesiones de Semana Santa, que tenían y tienen como centro el Misterio de la Pasión de Cristo. Tras hacer un retrato desalentador y poco edificante, dicta un serie de normas que pretendían acabar con los abusos más escandalosos, tales como la prohibición de procesiones nocturnas, obligatoriedad de que los penitentes lleven túnicas sencillas, sin bordados ni alhajas, o el llamamiento a las autoridades municipales y reales para que mantuvieran el orden en las calles durante el tiempo de la estación penitencial.

Eran frecuentes los altercados entre hermanos de distintas cofradías. En Antequera tuvieron tradición, y trascendieron del ámbito local los que se protagonizaban los Viernes Santo, por la mañana entre las Cofradías de Arriba y Abajo, y por la tarde entre la Soledad y el Santo Crucifijo. También prohibían comer y beber dentro y fuera de las iglesias, antes o después de las procesiones, pues existía la costumbre de agasajar a los hermanos de los tronos y a los penitentes, antes, durante y después de la estación penitencial, con abundante comida y bebida.

Como pueden ver, las cosas no han evolucionado tanto en su cuestión formal como nos podría parecer.


Bula a la cofradía de la Sangre, concediendo los mismos privilegios y derechos que tiene la capilla de San Juan de Letrán. (Siglo XVI). Pergamino. Detalle

Del análisis pormenorizado de estas disposiciones, se deduce que el modelo de Semana Santa que Fray Alonso deseaba para su diócesis entraba en abierta contradicción con la especial y festiva manera de entender la religión en Andalucía. Por ello, toda esta estricta normativa sufrirá la misma suerte que sufrieron las anteriores disposiciones desde el obispo Blanco Salcedo en 1571, no teniendo el calado y aceptación que debieran por parte del mundo cofrade.

Las hermandades continuarán con su ancestral idiosincrasia protegidas y auspiciadas por un clero regular temeroso de perder sus privilegios y buenos ingresos de estas corporaciones y de una nobleza preocupadísima en conseguir el perdón de sus pecados y la salvación de su alma, a través de los legados y suntuosas donaciones a las hermandades, con el consiguiente prestigio social que suponían estas circunstancias.

Será con la llegada de la ilustración cuando las autoridades, tanto eclesiásticas como gubernamentales, tratarán de una forma tajante de reorganizar y encausar a las hermandades y cofradías. Así, tenemos cómo el obispo Bartolomé Espejo Cisneros promulga un decreto en 1703 con el que pretende encaminar a las cofradías a una correcta representación de la Pasión de Cristo. Este obispo intenta cambiar todo el aparato escenográfico de los pasos y, por supuesto, de las imágenes. Prohíbe que las imágenes de los cristos lleven pelo natural, los bordados de las túnicas, las coronas, potencias u otros adornos de plata, las ostentosas cruces de plata y carey de los nazarenos y las ricas y elaboradas sayas de las vírgenes. En definitiva, Bartolomé Espejo simplemente se entretuvo en refrescar la memoria a los cofrades y recopilar toda la legislación que hasta sus días había dictado la diócesis de Málaga al respecto. El resultado y la suerte que sufrió, en términos generales, fue la misma que la de sus antecesores: no pudo aplicar en toda su esencia la Ley. Las cofradías continuaban desafiantes y ajenas a la nueva realidad.

No sufrirán mejor suerte los ministros de Carlos III, el conde de Aranda y Campomanes, al intentar fiscalizar las numerosas cofradías y hermandades, reformar sus reglas y dedicar sus ingresos a obras de caridad. La lucha contra esta importantísima forma de religiosidad popular solo consiguió que el pueblo se alborotase ante la noticia y la total indiferencia por parte de las órdenes religiosas y, por supuesto, de las cofradías.

El principal ejecutor de estas normas en Andalucía fue su gobernador general Juan Pablo de Olavide, uno de los más acérrimos defensores de la ilustración en España, que como recompensa a su labor solo consiguió que la Inquisición de Sevilla le incoara un proceso sumario que le obligó a huir de España y refugiarse en Francia Es perdonado por Carlos IV y regresa a España, muriendo en 1803 en Baeza. La única consecuencia de este intento reformador fue que algunas cofradías dejaran momentáneamente de hacer estación penitencial y que otras crearan las denominadas bolsas de caridad.

En su intento de racionalizar la religión y sus manifestaciones, los mandatarios tanto civiles como religiosos se dejaron llevar por la imprudencia y no supieron captar la profundidad del arraigo que estas devociones tienen en el corazón del pueblo, sobre todo en nuestra tierra.

Definitivamente, las hermandades entraron ya en el siglo XIX agotadas y exhaustas por las constantes normativas que contra ellas se dictaron. Hecho decisivo fue también la guerra de la Independencia Española, en la que los franceses saquearon su patrimonio mueble y documental. Como consecuencia de la ocupación, los conventos de religiosos son clausurados y las cofradías, disueltas. Este hecho inició el total proceso de disgregación de las hermandades, provocando la ruina económica en la mayoría de ellas.

Derrumbe económico y anquilosamiento de la vida y actividades internas de las cofradías van estrechamente unidos. Las hermandades de Pasión cubrieron penosamente sus gastos normales de mantenimiento y paralizaron cualquier otra empresa que se saliese de lo común. Los desfiles procesionales en Antequera se verán reducidos a Jueves y Viernes Santo, con las Cofradías de la Sangre, Paz y Socorro y, esporádicamente, algún Sábado Santo lo solía hacer la Soledad. No obstante, el resto de las hermandades penitenciales continuaron organizando sus cultos internos. En cuanto a las de Gloria, prácticamente dejaran de existir, salvo las Cofradías del Rosario y de Nuestra Señora de los Remedios.

La tradicional vinculación entre las cofradías de pasión y las órdenes religiosas masculinas, que habían permitido el nacimiento de muchas hermandades y su asentamiento dentro de las iglesias de sus conventos o monasterios, va a ser bruscamente interrumpida por dos medidas de los primeros gobiernos liberales a partir de 1835. Se trata de la exclaustración y la desamortización, promovidas por el ministro de hacienda Juan Álvarez Mendizábal. En Antequera, estas medidas afectaron profundamente a las ya heridas hermandades. Muchas desaparecerán, como son el caso, refiriéndonos solo a las de Pasión, de la Cofradía de las Penas, la de la Humildad, Lágrimas de San Pedro, Clérigos de Menores, Santo Crucifijo, la Congregación del Santísimo Cristo del Mayor Dolor, la silla capitular de la Vera Cruz del Colegio de Santa María de Jesús, la del Consuelo, la de la Misericordia, etc. Sobrevivirán la de Jesús y María, que con el paso del tiempo y a finales del siglo XIX se transformará en la actual Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud y de las Aguas, la de los Dolores, aunque esta desaparecerá prácticamente a finales de siglo, resurgiendo posteriormente, la de la Sangre, que realizará esporádicas salidas procesionales durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX, protegida por el marqués de Cauche, y también se salvarán la de la Paz, Soledad y Socorro.

El siglo XIX supone para las cofradías el fin y el inicio de una nueva andadura, el fin de los conceptos del antiguo régimen, en los que estaban imbuidos, y el resurgimiento de una nueva forma de afrontar el camino, aunque manteniendo las formas barrocas del exorno externo.

Las hermandades abandonan su asistencia en la actividad funeraria al prohibirse los enterramientos dentro de las iglesias, y con ello pierden una de sus más importantes formas de recaudar fondos, y resurge el carácter original, procesional y penitencial.

Durante el siglo XX, muy lentamente, las hermandades volverán a tomar parte activa en nuestra sociedad. En el caso antequerano, las hermandades se verán profundamente beneficiadas por los intereses de una clase política preocupada por la explotación turística, como medio de desarrollo económico, lo que influirá de forma contundente en la reconstrucción de las distintas hermandades y todo el exorno barroco, a fin de reconstruir los desfiles, y vender el “espectáculo” como un producto típico de la ciudad, que atraiga al visitante. Se trata de un fenómeno complicado, pero realmente interesante por las repercusiones que tendrá a largo plazo en la sociedad antequerana.

Las cofradías en Antequera

Las cofradías son las instituciones más características del entorno urbano andaluz desde la Edad Moderna, como hemos ya resaltado, habiendo sabido sobrevivir a los avatares del tiempo, guerras, medidas políticas e implacables intentos de control por parte de la iglesia, que no han conseguido doblegar su espíritu, y están plantando cara al siglo XXI, con la misma fuerza y entusiasmo que en sus orígenes.

Las hermandades son unas instituciones fundamentales dentro de la sociedad en la Edad Moderna, al cubrir una importante labor de carácter social. No podemos olvidar su actividad y funciones asistenciales para con sus hermanos, así como en los aspectos funerarios, elementos determinantes que les confiere ese especial carisma.

Prueba irrefutable de la importancia que las hermandades y cofradías llegan a adquirir en nuestra sociedad es el importante número de ellas que llegan a constituirse, como vemos seguidamente:


Portadilla en libro de Hacienda de la cofradía de Nuestra Señora del Socorro. Dibujo a tinta y lápiz sobre papel, de estilo muy ingenuo representa la insignia de la Santa Cruz de Jerusalén inserta en un cielo pleno de ángeles y serafines, a ambos lados armadillas y en primer término 3 niños ataviados de ángeles portando una pértiga y faroles, precedidos de un campanillero de lujo. Siglo XVIII

Cofradías Sacramentales

Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de Santa María, 1517.

Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Sebastián, 1635.

Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Pedro, 1567.

Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Salvador, 1617.

Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Juan, 1550.

Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Isidoro, ¿?

Cofradía del Santísimo Sacramento de San Francisco. s. XVII.

Cofradías de Ánimas

Cofradía de las Ánimas Viejas de la parroquia de San Sebastián, 1530.

Cofradía de las Ánimas de la parroquia de San Sebastián, 1653.

Cofradía de las Ánimas de la parroquia de San Pedro, 1657.

Cofradía de las Ánimas de la parroquia de San Juan, 1675.

Cofradía de las Ánimas de la parroquia de San Isidoro, ¿?

Cofradía de las Ánimas de la parroquia de Santa María, 1705.

Cofradías del Rosario

Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, 1580? (Hospital Caridad-Santo Domingo)

Cofradía de Nuestra Señora del Rescate, 1655.

Cofradía de Nuestra Señora de la Salud, 1565?

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora de la Victoria, 1701.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora de la Estrella, 1701.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora de la Luz, 1701.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora del Buen Alumbramiento, 1701.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora del Consuelo, 1701.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora de los Dolores, 1702.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora de la Rosa, 1721.

Cofradía del Rosario de la Purísima Concepción, 1725.

Cofradía del Rosario de Nuestra Señora Santa María de Jesús, 1731.

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