Kitabı oku: «Meter la mano en las entrañas»
Meter la mano en las entrañas,
sobre teoría y prácticas del género testimonial
Aida Toledo
Colección Monografías 6
Centro de Pensamiento Crítico
Antonio Gallo, S. J.
Guatemala, 2021
Índice de contenidos
Portadilla
Legales
Palabras preliminares
Prólogo: Encadenar acontecimientos, testimonios y recepciones
Introducción: Un modo invisibilizado de existencia
Primera parte: Los huesos más amargos de la voz
Segunda parte: Los ensayos
Hacia la puerta del fondo: A manera de conclusión
Referencias
860.7281T649Toledo, AidaMeter la mano en las entrañas. Sobre teoría y práctica del género testimonial / Aida Toledo, Coordinadores de la publicación : Mario López y Carlos Gerardo González. -- Guatemala : Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens, 2021.XXIV, 109 páginas (Centro de Pensamiento Crítico Antonio Gallo, S. J., Colección Monografías 6)ISBN de la edición física: 978-9929-54-368-3ISBN de la edición digital, PDF: 978-9929-605-96-1ISBN de la edición digital, EPUB: 978-9929-54-369-01. Literatura guatemalteca2. Ensayos guatemaltecosi. López Barrientos, Mario Estuardo, coordinadorii. González Carlos, González, coordinadoriii. Universidad Rafael Landívar. Facultad de Humanidades, editoriv. tSCDD 21 |
METER LA MANO EN LAS ENTRAÑAS,
SOBRE TEORÍA Y PRÁCTICAS DEL GÉNERO TESTIMONIAL
Edición 2021
Coordinadores: Dr. Mario López y Mgtr. Carlos Gerardo González
Universidad Rafael Landívar, Facultad de Humanidades
Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens.
Se permite la reproducción total o parcial de esta obra, siempre que se cite la fuente.
D. R. ©
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Fotografía de portada: Mujer comunidad, mujer memoria, mujer incienso, Mario López
Diseño original de portada: Miguel Flores
Palabras de contraportada: Jorge Rogachevsky
Revisión, edición, diseño y diagramación por la Editorial Cara Parens.
Las opiniones expresadas y el lenguaje utilizado en los testimonios de los entrevistados(as) que aparecen en esta publicación, son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente compartidas por la Universidad Rafael Landívar.
Primera edición en formato digital: diciembre de 2021
Versión 1.0
Digitalización: Proyecto451
Como tatuaje, venía con fuego o con sangre,
pero como tatuaje en el corazón producía amor.
R. Falla. Historia de un gran amor, 38. (1)
1. Ricardo Falla. Historia de un gran amor. Guatemala: Editorial Universitaria, 2015.
PALABRAS PRELIMINARES
José Guillermo Monroy Peralta (2)
A Aida Toledo la conocí hacia fines de los años ochenta cuando el conflicto armado arreciaba más intensamente en nuestra Guatemala. Eran los tiempos en los que la fuerza de los acontecimientos sociales nos arrastraban en medio de un vendaval de violencias.
Tuve el privilegio de ir conociendo sus primeros poemas, así como sus primeros cuentos y de verla florecer en un contexto de crisis económica, política, social y militar.
Los años de distancia fueron llevándola por diversos caminos, pasando por varios premios en los Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango y otros premios internacionales. Hoy me encuentro ante lo que considero una de sus obras más emblemáticas, un trabajo magistral sobre la teoría y práctica del género testimonial.
Aída presenta su libro Meter la mano en las entrañas, como el trabajo producto de su experiencia no solo en la enseñanza literaria, sino también como parte de la historia reciente en la que ha tenido que vivir y formarse como escritora y crítica literaria.
En el texto se reconoce que el género testimonial ha sido un género marginal en el mundo literario, que provoca desconfianza. Para desarmar esa desconfianza, Aida hará una reconstrucción histórica del género en América Latina, pesando y valorando las diversas obras que se han producido en la región. Por su pluma discurren los nombres de Esteban Montejo, Miguel Barnet, Rodolfo Walsh, Truman Capote, Rigoberta Menchú, Elizabeth Burgos, David Stoll, Ricardo Falla, Mario Payeras, Sojourner Thruth, Domitila Chungara, etcétera.
En medio de historiografìar el recorrido del género, Aida destaca el valor del testimonio en nuestros pueblos como algo inmemorial, va desde la fundación del mundo, aunque ella lo recuperará en su reconstrucción desde el momento del encuentro entre las culturas indígenas, españolas y portuguesa.
Afirma que el solo hecho de «elaborar» el testimonio requiere de la otredad. De la voluntad de al menos dos para construir el proceso. Es la recuperación de la voz para luego potenciarla o ampliarla a otros espacios. En gran medida el género testimonial es recuperar el valor del sufrimiento individual o colectivo, o de la acción heroica, que para ser sanada o reconocida, requiere ser contada, ser transmitida, para que también ocupe su lugar y se posicione dentro de la historia colectiva de los pueblos.
Luego ahonda en las discusiones teóricas sobre la corriente testimonial y si debe llamarse testimonio o relatos de la memoria; retoma los debates sobre si la literatura testimonial entra o no en los cánones literarios, si logra conformar un corpus de obras, etc. Hace un paseo sobre las diversas discusiones sin perderse ni enmarañarse en lo teórico conceptual.
La autora no elude los diversos debates y confrontaciones a los que es sometido el género. Ahonda también en el valor de la verdad circunstancial, la verdad de lo vivido desde la óptica de los grupos o poblaciones excluidas, o desde el valor de la tragedia o sufrimiento que clama al cielo por salir. (3)
Nos pone cara a cara con el tema de las verdades y/o mentiras narrativas, y reconoce que son verdades parciales que pertenecen a un espacio histórico más amplio, y que en estas verdades parciales también se puede estar jugando en el terreno de lo político, lo ideológico, lo militar, pero también en el campo de lo estratégico. Sin pretender la suplantación histórica, estas verdades se convierten en espacios o caminos por lo que se llega a la otra historia, a la historia que se contrapone a la historia oficial; a la historia que no ha sido contada, a la historia de los oprimidos, suplantados, atropellados, negados. Sin caer en eufemismos, y con sutiliza, descubre las múltiples máscaras y las diversas artimañas con la que se ha arropado la «doctrina de seguridad nacional», así como sus múltiples niveles y facetas; para a la par de ello, mostrarnos las diversas estrategias y luchas de los otros por recuperar la voz. De esa forma recupera el debate Stoll-Menchú, que después quedará opacado por lo testimonial comunitario que aparecerá en los informes del «Nunca Más». Desde aquella famosa introducción hecha por Sábato en el «Nunca Más» argentino cuando nos invitaba a ir con Dante al recorrido por el Infierno; o lo que sería en nuestro caso de guatemaltecos, el recorrido realizado por los procesos de la Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi), o el proceso liderado desde Naciones Unidas, Guatemala Memoria del Silencio.
El valor del trabajo de Aida es no solo que reconstruye, sistematiza y sintetiza el valor de la literatura testimonial en la región en las últimas seis décadas, sino que además aborda conceptos aparentemente tan dispares como la otredad, la construcción de la ciudadanía, el Estado-nación, con el fin de valorar al género testimonial como un género que en esencia rescata la dignidad de las personas desde los espacios de la exclusión y marginación a la que habían sido relegados para posicionarlo como parte de la reivindicación de los derechos humanos de los excluidos.
El trabajo es valioso, oportuno e importante. Es parte de los procesos generados desde las letras para romper lo que Julio Cortázar habría llamado «años de alambradas culturales». Es también parte de los procesos de «resiliencia comunitaria» por sacar a flote las estrategias y herramientas puestas en marcha por las comunidades por salir adelante, aunque parezca que nuestro tejido social se encuentre tan fragmentado y hecho pedazos. Es decir, nuestra capacidad de seguir adelante, a pesar de tantos golpes y de tantas dificultades. La gran noticia, en medio de todo esto, es que todavía estamos vivos y seguimos apostando por una Guatemala distinta, como la soñaba Monseñor Gerardi.
2. Médico salubrista. Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). A inicios de los años 90 fundó con la hermana Barbara Ford un programa para la atención de la salud mental de los niños en la Diócesis de El Quiché. Trabajó en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado y fue director de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Guatemala. Fue parte del equipo de monseñor Gerardi como responsable del área de Cultura de Paz y Mediación de Conflictos. Actualmente vive en Paraguay.
3. En el Antiguo Testamento, Génesis 4:9-10, Dios se dirige a Caín preguntándole: ¿«Dónde está tu hermano Abel»? Contesto: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? Replicó Yahveh ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo». Es Dios cumpliendo el papel de rescatar el relato, o la historia de Abel.
Es Caín falsificando la historia.
PRÓLOGO
ENCADENAR ACONTECIMIENTOS, TESTIMONIOS Y RECEPCIONES
En lo que quiero insistir es en que los límites mayores
no dependen ni de la sabiduría ni de la voluntad de los testigos,
sino de un horizonte de recepción, […]
Hugo Vezzetti (4)
Desde el principio en Meter la mano en las entrañas, la autora nos reta a ver el testimonio como género literario. Y lo hace al mismo tiempo que lo contrapone al testimonio histórico, siempre deseoso de rigurosidad y veracidad. Para ser justos, la historia tampoco se aleja de esa oscilación. Quizás cabe recordar que el testimonio, o sea, el relato del testigo que vio o al quien le fue contado y luego lo transmite, agarró fuerza alrededor del recuento histórico en sí y del papel jurídico que pretende apuntalar o desestimar una acusación. De ahí que, historia y justicia vayan de la mano con el testimonio y le den importancia. No obstante, también cada una por su lado le recelan por presentar un fuerte sentido de evidencias no siempre tan evidentes, de partir de perspectivas diferentes según desde donde se mire. La justicia es más condescendiente con el testimonio, duramente observado, pero enfocado en la parte de veracidad demostrable del delito, mientras la historia es más recelosa, sobre todo porque el testimonio es representativo de las formas de memoria, ese uso intencionado del pasado en el presente, que le hace competencia al abordar lo que fue.
Por su lado, el axioma de todo pasa por el lenguaje dejó abierta la puerta a la ambigüedad, a la incertidumbre, a la intermediación, a las múltiples significaciones, al dominio del sentido, al diverso abordaje oral, escritural y hoy visual que le acompaña. Prácticamente mandó al traste el objetivismo en que se apoyaban historia y justicia. Al menos a la primera la hizo pensar más a fondo su necedad por ver el pasado, desde el presente sí, pero en búsqueda del apego a lo vivido por aquellos que ya no están. Aunque el testimonio es muy viejo como modo narrativo, el giro lingüístico, le dio su toque para entender esa oscilación arriba mencionada y ese carácter híbrido que presentan cada vez más los géneros literarios en la actualidad. Por eso, acostumbrados como estamos a ver memoria desde las ciencias sociales en complicidad con la psicología/psiquiatría, el ejercicio que hace Aida Toledo desde la literatura resulta gratificante –para nosotros los legos– al enfrentarse a uno de los géneros más fructíferos en Latinoamérica, el testimonio ligado a complicados procesos de contra-subordinaciones, de actos violentos y herencias traumáticas del hoy, a partir de la propia voz o de la intermediada, una literatura de la resistencia. Si bien el marco de referencia es la región subcontinental, el aterrizaje es en el plano el guatemalteco, donde existe una prolífera producción con sus bajones y subidas.
La autora, divide el libro en dos partes: la primera como reflexión teórica y la segunda como análisis ejemplar de diez obras testimoniales emblemáticas. Ambas partes no solo son complementarias, sino tienen su propia lógica expresiva. Se deduce de ello cómo este libro tiene, por un lado, una trayectoria de conocimiento e investigación y, por otro, una práctica de enseñanza alrededor del tema, su carta de presentación. Ella nos recuerda que los testimonios son fragmentos seleccionados que se apegan a una realidad y que se muestran como «formas de verdad» que deben ser relatadas. De esta manera, introduce en la primera parte del libro sus reflexiones teóricas y conceptuales, cuyo centro está en mostrar al testimonio como narrativa híbrida, por sí mismo rompe con toda pureza y delimitación de los géneros, para explicar o su mestizaje o su capacidad de continuum entre uno y otro.
Ahora bien, la autora no se queda ahí e insiste en desmenuzar ese carácter narrativo ligado a lo injusto, al olvido, al silencio y a lo obviado de las voces invisibilizadas por las historias dominantes, como una de forma de enfrentarlas. De este modo, el testimonio parte de la voluntad de contar algo en función de un colectivo, generalmente no hegemónico, que debe ser escuchado para decir o reafirmarse. Aun cuando sea un relato individual se basa en sus propias categorías culturales. El testimonio relata la experiencia vivida y sus consecuencias y la autora lo hace o hace partiendo de la experiencia latinoamericana, entendida como el eje de renovación del testimonio de finales del siglo XX, en especial, para el caso guatemalteco. Y lo hace a través de una cadena de testimonios que giran alrededor de la experiencia traumática de las luchas sociales, de los sufrimientos, de la guerra, de las militancias, de lo étnico, de la pobreza y del embate de la colonialidad o la modernidad. Esta se expresa como contrahistorias ejemplarizantes, conflictivas e incómodas que se esfuerzan por visibilizar a los suyos y ser comprendidas.
El recorrido teórico es largo y complejo, especialmente, por recuperar esa dimensión estética de la obra, que es lo que le interesa, sin obviar los vínculos históricos o de memoria, la autora se enfoca en la perspectiva literaria de la no ficción, pero literaria al fin. En ello resalta esa relación entre el testimonio directo, mediado por alguien o novelado. Por supuesto de acá emanan varios problemas, como lo es el de la autoría –que no se reduce a un dilema de quién es primero–, la fidelidad sobre lo narrado, el supuesto papel dominante de la escritura sobre lo oral y a las no coincidencias del idioma materno frente a la traducción al idioma de exposición, que se contempla en términos de jerarquía literaria. Por supuesto, entran en juego otras consideraciones, como lo que representa el estar sujeto a las reglas del mercado editorial, a determinados públicos dirigidos, o a las intenciones publicitarias. A todo ello se le añade la dimensión concreta de la enunciación que aporta sus propios enredos, en especial los surgidos del carácter político de buena parte de los testimonios y de las direcciones a dónde apuntan. La autora va desmenuzando a partir de encarar varios ejemplos entre sí de obras clásicas desde la que se ha partido el debate agudo sobre el carácter del testimonio, sus ausencias o mentiras y las verdades de uno y otro lado.
En fin, todos esos bemoles que al final de cuentas han servido para darle madurez al testimonio como género literario y como narración antropológica, historiadora y de memoria. Por supuesto hay más, pero con lo dicho es posible considerar la trama del libro y de su «problemática» de fondo. La segunda parte del libro da un giro al análisis personalizado de diversos ensayos testimoniales, diez en total, clásicos y no clásicos por el que recorre la prolífera producción de testimonios en el país. Aunque no exclusivamente la gran actora es la guerra y la postguerra: historia de amores sociales y espirituales, pensamientos ambientales, síntesis de aprendizajes, de vida y de tiempos selváticos, experiencias guerrilleras y de militancias, vidas de mujeres desde el margen, desde la militancia y del empoderamiento, desde la denuncia y de la comunicación de las luchas, desde los sufrimientos y la violencia de género, desde los desarraigos y arraigos territoriales.
El testimonio no es un género siempre considerado genuino dada su hibridez, aunque esconda profundidades reflexivas donde se interseccionan temas que le interesan a la autora, quien escarba las entrañas de esas otras y otros que se atreven a salir del silencio. Como podemos deducir de lo comentado hasta el momento o de lo que deliberadamente obviamos en hablar, a estas alturas conviene trasladarle al lector el afán de descubrirlas y de producir su inmersión en esta admirable lectura para que luego llegue a otras y otros receptores.
Luis Pedro Taracena Arriola
La Antigua Guatemala, julio/agosto de 2021
4. Hugo Vezzetti. «El testimonio en la formación de la memoria social». En Cecilia Vallina (editora). Crítica del testimonio. Ensayos sobre las relaciones entre memoria y relato (Rosario: Beatriz Viterbo editora, 2008): 32.
INTRODUCCIÓN
UN MODO INVISIBILIZADO DE EXISTENCIA
Es de noche y escribo esta introducción desde la zona roja de la ciudad de Guatemala. Se trata de un intento de existencia, desde la escritura, tal y como lo planteaba hace años, Diamela Eltit en Los vigilantes, novela que marcó buena parte de mi escritura narrativa y académica, luego de su lectura y análisis. Escribo entonces este libro en una actitud de resistencia. Porque mi oficio principal es la escritura. Si no escribo no existo.
Como las mujeres, académicas, escritoras, artistas, siempre estamos expuestas a la exclusión, sobre todo para producir objetos reales, como los libros, no me había mentalizado a escribir este libro, producto de mi experiencia en el campo literario y cultural, de la escritura testimonial, a partir de sentir pasión por la lectura, el análisis y la escritura de testimonios, pero sobre todo basada en varios años de enseñar el curso de testimonio en la maestría de literatura, y muy recientemente en el profesorado en filosofía de la Universidad Rafael Landívar.
Es evidente que un libro de y sobre testimonios, entendidos estos como género literario, provoca mucha desconfianza en la gente que se acerca a leerlo. Porque principalmente se acercan con prejuicio. Quisieran estar ante una lente historiadora, rigurosa, altamente meticulosa y exacta, que no van a encontrar en un género tan marginal como el testimonio (y tampoco en un libro que plantea muchas dudas, que busca encontrar más respuestas), a no ser que esté fingiendo serlo o se encuentre entre esa otra frontera, en la que se han colocado novelistas famosos, para desorientar a los lectores. Esos artefactos narrativos son maravillosos, porque poseen la capacidad de parecer testimonios, pero son narrativas híbridas, que se mueven como escrituras lúdicas, en procesos de representación muy sofisticados, que el testimonio literario no posee.
Tampoco se entiende el testimonio como una literatura que se encuentra en medio de una suerte de prestidigitación que, sobre la verdad, se maneja en este tiempo pandémico. Los testimonios si con algo colaboran es con poner en entredicho la categoría de verdad. No hablan desde una verdad absoluta. Se trata de varias verdades partidas, fragmentadas, de las cuales recogen pedacitos y las relatan. Regularmente las hablan. El testimonio más reconocido teóricamente, es hoy aquel que hace uso de un intermediario-a que se lo transcribe, que le cree, que le representa confianza. El testimoniante le va a contar algo que no es solo de él, que le pertenece como experiencia a un grupo. Por eso, este intelectual tiene que ser alguien que no posee tanta ambición de apropiarse de la historia, en un tiempo en que las historias van y vienen por el aire digital.
El testimonio genéricamente tiene un tiempo de vigencia. Se funda latinoamericanamente en Cuba, y se extiende por toda la región, porque para producir testimonios precisamos de lugares, donde sujetos que vienen de las capas más precarias de la sociedad poseen, lo sepan o no, una voluntad oral de relatar historias. Pero también ha servido para que todos aquellos hombres y mujeres que tuvieron experiencias terminales de vida, sumidos en los compromisos y militancias políticas, puedan contarnos sus historias, siempre y cuando le conciernan a un colectivo que está por detrás de ellos-as, allí invisible, solapado, escondido, sin lengua, y precisa de esa palabra de los otros para darles existencia, para decir lo que aquellos, que posiblemente fallecieron, desaparecieron o se fueron yendo poco a poco, cuenten en una suerte de ventriloquía, las pequeñas y grandes historias de determinada experiencia histórica, vital y traumatizante.
El camino de este género ha tenido fuertes sobresaltos. Emerge entre las literaturas de no-ficción, en un momento en que el Boom con toda su imaginería está en su «hora de la estrella». Los sujetos que lo otorgan o lo escriben no vienen de las situadas ciudades letradas, con fuerte poder colonial, neocolonial, aparente o real. Proceden de los más desconocidos espacios epistemológicos que una se podría imaginar. Cuesta entender que Esteban Montejo haya podido recordar a los cien años, tanto detalle y que se haya dejado grabar en la década del sesenta. O creer que alguien como Rigoberta Menchú existía y se iba a convertir con los años, en una escritora en la década del ochenta, solo porque le otorga una historia a un grupo de intelectuales para que se la transcriban, en medio de una fuerte guerra civil en Guatemala.
Un libro como este que establece reflexiones, basado principalmente en su propia experiencia, enseñando sobre el género por diez años, releyendo obras testimoniales, investigando a fondo las circunstancias que autorizan a los autores y autoras a ser ellos quienes asuman la voz del colectivo, puede no tener un excesivo interés literario. Sí se trata de una pasión literaria. Un crecimiento personal, más humano, mediante el cual quién escribe da fe.
Agradezco a Mario López su apoyo a este proyecto. No tengo la menor duda que, sin su presencia como director del Departamento de Letras y Filosofía, este libro no pasaría a formar un volumen más de la colección de producciones del Centro de Pensamiento Crítico, de la Facultad de Humanidades de esta Universidad, que me ha dado estos últimos años esta extraña y sofisticada forma de existencia.
Aida Toledo
Guata, (5) 2020.
5. Aida Toledo retoma el término «Guata», utilizado en las cartas de muchos escritores y escritoras del siglo XIX y aún de principios del siglo XX para referirse a Guatemala (nota del editor).