Kitabı oku: «Mucho más que dos», sayfa 2

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Alex (Cádiz)

Hace unos años trabajé de modelo para una revista de moda llamada Tendencias. Ahí tuve la oportunidad de conocer a otro modelo que por entonces ya era algo conocido, pero que en la actualidad es muy famoso y de referencia internacional. Nos gustamos, conectamos y tuvimos sexo sin más. Me sorprendió mucho su ego, era como si lo único que le importara fuera su propio disfrute. Curiosamente, no paraba de decirme lo que tenía y no tenía que hacer en la cama, me sentía su juguete. Eso me agobió un poco, aunque reconozco que me gustó, porque el tío estaba muy bueno y de todas formas soy alguien a quien le gusta dar placer a otros, eso sí, hasta un punto, porque para mí también es importante la reciprocidad. Una de las cosas que me sorprendió de él fue su nivel de auto-exigencia. De hecho, creo que ha llegado tan alto por una necesidad de demostrar que podría ser el mejor en su trabajo y hasta por una necesidad de justificar su homosexualidad y su profesión ante su padre especialmente. Lo deduzco por alguna conversación que tuvimos. La cosa quedó ahí... El encuentro ocurrió hace siete años ya. El año pasado me lo volví a encontrar, me saludó, me pidió tabaco y hasta se quedó con mi paquete (el de tabaco). No pasó más, pero pensé: “¿Con toda la pasta que debe tener, y se queda con mi tabaco?”. Me ha hecho pensar mucho en la sexualidad, los sentimientos y el ego... ¡Que me quiten lo bailao!

Nicolás (Barcelona)

Conocí a un chico con el que empecé a salir, aunque no le pusimos nombre de pareja estable. Era una relación donde nos estábamos conociendo. Cada uno hacía su vida y, si teníamos sexo aparte con alguien, nos lo contábamos para no enterarnos por terceras personas, aunque no había ese compromiso de ser una pareja “formal”. Pero en mi caso, la razón por la que recurría a tener sexo con otros chicos era porque, cuando estaba con éste chico que estaba conociendo, él siempre tenía un gatillazo, nunca llegaba al final... Una vez lo podía entender, dos y hasta tres, pero lo raro es que ocurría siempre y yo me obsesionaba con la idea de que igual era por mí, que no le gustara o algo y todo ello me ponía paranoico. Aparte de no tener relaciones satisfactorias con él, me di cuenta de que yo no estaba realmente en el mejor momento personal en el sentido de quererme a mí mismo, aceptarme y saber qué rumbo quería tomar en mi vida. Además de esto, empezó a tratarme mal a nivel emocional, se convirtió en una relación tóxica, porque no me aportaba nada positivo, ni emocionalmente ni sexualmente. Pero como yo no estaba bien, seguía con él. Me frustraba mucho tener que buscar el sexo fuera de la relación, cuando se supone que el sexo es una de las mejores cosas de estar en pareja, ¿no? Al final me contó que esto le pasaba con todos, que era un problema suyo, y que yo realmente le gustaba, pero al no tratar este asunto del gatillazo, la relación no funcionó. A mí me sorprendió que yo llegara a aguantar tanto... Además, todo derivó en muchos celos por su parte, sospechando de cada amigo que teníamos, pensando en si yo me había acostado o no con ellos, y hasta preguntándolo o sugiriéndolo delante de ellos, creando situaciones muy incómodas y hasta ridículas. Finalmente corté. Ahora me llevo bien con él, pero no hay nada más.

Andreu (Tarragona)

Hace años contacte por redes sociales con una pareja de chicos y quedé con ellos para mantener relaciones sexuales. Conforme pasaba el tiempo, seguíamos teniendo sexo, pero además empezamos a hablar de nuestras cosas personales, crear confianza, y el sexo fue pasando a un segundo plano, y en temporadas ni siquiera teníamos sexo. Ya llevamos más de cuatro años como amigos y a día de hoy es una de las relaciones más sanas, más buenas y que más me han aportado en la vida. De hecho, son de los chicos a los que les puedo contar todo porque tengo confianza plena en ellos. Además, yo antes no tenía amigos chicos, sólo amigas, y ahí encontré una baza de apoyo masculino que jamás había tenido, donde poder compartir cosas que ellos podían entender. He tenido la suerte de que me apoyan en cada uno de los pasos que he dado desde que les he conocido. Lo que más me ha sorprendido es que una relación que al principio era puramente sexual se haya convertido en una relación de amistad en la que el sexo ha pasado a un segundo plano. Y esto es algo que yo pensaba que no podría ocurrir.

Chris (Madrid)

MÁS SECRETOS

Ahora te presentamos algunas respuestas de las que hemos obtenido en una breve encuesta con la intención de conocer por un lado las preguntas pocas veces formuladas que los heteros tienen sobre los gays y, por el otro, lo que el hombre gay no acostumbra a compartir en sociedad.

1.¿Qué es lo que a los heteros les gustaría saber acerca del hombre gay, bi o trans y que no se atreven a preguntar?

–A veces me pregunto por qué algunas personas homosexuales son heterofóbicas.

–Me gustaría saber cómo viven su sexualidad, qué prácticas sexuales les resultan más gratificantes, qué les excita. Y en el terreno sentimental, pienso que no existen diferencias de sentimientos entre heteros y homosexuales, pero a veces siento gran curiosidad sobre cómo vivimos esa parte del amor unos y otros. En cuanto a las personas transexuales, mis dudas son aún mayores y me gustaría entender cómo viven su sexualidad y sus relaciones sentimentales.

–¿Los gays nacen o se hacen? Cuando un gay es muy muy afeminado, ¿por qué atrae a un hombre al cual le gustan los hombres? La misma pregunta pero al revés la tendría para las mujeres lesbianas.

–Para mí todo este mundo es un misterio, una subcultura.

–Me gustaría saber exactamente cómo son las relaciones sexuales de las personas transexuales operadas completamente.

–En cuanto a los trans, ¿qué se siente cuando estás dentro de un cuerpo que no corresponde a lo que sientes que eres? Tiene que haber tanto sufrimiento...

–¿Cuándo y cómo se decide quién asume el papel de hombre en las relaciones sexuales, o es indiferente?

–¿Cómo se sienten ellos ante los heteros?

–¿Por qué muchos han de ajustarse a modelos concretos? ¿Por qué se ajustan a tantos estereotipos?

–¿Existen los bisexuales de verdad, o en realidad son gays que no terminan de aceptarse a sí mismos? ¿Hay diferentes grados de bisexualidad? Es decir, un cuarenta por ciento me gustan los chicos, y un sesenta, las chicas, por poner un ejemplo...

–En el tema de los que tienen el VIH. ¿Realmente son responsables con ello? No solo en sus relaciones, a veces creo que no lo dicen y tienen cuidado solo de manera unilateral, pero creo que deberían decirlo por seguridad y respeto. Sé que es un tema delicado... Sería interesante que pudieran hablarlo de manera natural y no se sintieran culpables, “sentenciados” o como si tuvieran que confesar algo. Más información y naturalidad sobre este tema nos ayudaría a todos para saber cómo actuar.

–¿Alguno se ha vuelto bi por aburrimiento con su pareja o por el morbo de experimentar algo diferente? Si es así, ¿somos todos potencialmente bisexuales?

–¿Es posible que por tratarse de relaciones entre dos hombres sean más promiscuos e infieles en sus relaciones de pareja?

2.¿Cuáles son las cosas que el hombre gay, bi y trans no se atreve a compartir con la familia, amigos y compañeros de trabajo?

–Mis gustos, preferencias.

–Decir que me gustaría formar una familia homoparental con la pareja que escoja.

–Decir que somos pareja abierta.

–A mi familia no me atrevo a contarle nada, y a mis amigos heteros y compañeros de trabajo, bastante poco, y solo con algunos.

–Los detalles de las relaciones íntimas, mi intimidad sexual y emocional en general. Con los compañeros de trabajo no suelo compartir aspectos de mi vida privada en general.

–En mi caso, mi madre nunca va a querer escuchar de mi boca que soy gay aunque sé que lo sabe perfectamente.

–Con mis amigos tengo absoluta libertad y tranquilidad para hablar con ellos de cualquier tema, incluso de asuntos sexuales. Y con el resto de personas que no son amigos cercanos, la verdad es que tampoco vaya dando mucha información, ni de mi vida por ser gay, ni de otros asuntos que nada tienen que ver con mi orientación sexual.

–A mi familia no me atrevo a contarles las cosas íntimas, ni mostrar momentos de ternura entre nosotros delante de ellos.

–Mis gustos sexuales, mis fetiches, lo que hago en la cama. ¿A quién le importa?

–Temas más relacionados con mi relación de pareja. A veces aparento que todo va bien, cuando no es así.

–La verdad es que tengo mucha complicidad con la gente que me rodea y, al igual que ellos y ellas me hablan de sus cosas, yo hago lo mismo, con total normalidad y de forma espontánea.

No sé si te lo habíamos dicho antes, pero tenemos un regalo para ti. Dentro de este libro hay una mini novela escondida a modo de relatos cortos detrás de cada capítulo, un secreto más... Todos los relatos están basados en hechos reales pero usando nombres distintos. Puedes leerlos en orden, aunque también de manera independiente y hasta desordenada. Te presentamos la historia de Jorge y sus vivencias...


| Relato 1 |
Cuando conocí a Nahi...

Nahi sale de la academia donde es profesor de español. Es viernes, hace el frío que puede hacer a las 10 de la noche en una ciudad como Berlín, en pleno mes de enero. Ese viernes es diferente para Nahi, pinta de otro color, quizás no haga lo mismo de siempre.

Jorge está muy nervioso, o quizás más bien emocionado. Su intuición le dice que algo maravilloso le va a ocurrir, y está decidido a lanzarse al vacío en el caso de que le guste el paisaje. En su diario escribe o “profetiza” su encuentro con Nahi. Se ha pasado una semana pensando en él, tratando de imaginarle, soñando con él, y está preparado para descubrir lo que sea. Sabe muy bien que le toca pasar página. Casi nunca le falla la intuición, y en esta ocasión un cúmulo de sentimientos le hierve de manera incontrolable.

Haciendo alarde de su incorregible puntualidad, a las diez de la noche Jorge manda un mensaje al móvil de Nahi: “Ya estoy aquí, te espero en la puerta de la pizzería frente a la estación”. Inmediatamente Nahi, que acaba de salir de la academia, le responde: “¡Joder, que frío! Dame 10 minutos”. Son los diez minutos más emocionantes de la vida de Jorge, está a punto de encontrarse con alguien completamente desconocido, pero de quien está ya totalmente enamorado.

Confirmado, Nahi tiene unos ojos llenos de luz, de vida y de libertad. Son tan grandes y bonitos que parece que los lleva pintados, pero no es así, es natural. Van al apartamento de Nahi: –Hace demasiado frío para andar por ahí, -ya cenamos en casa, ¿te parece? –dice Nahi. Nunca ha sentido Jorge circular tan rápidamente la sangre por sus venas, nunca ha estado tan seguro de algo como ahora. Este momento, esta magia, esta realidad...: –¡Claro, estupendo! –contesta Jorge. Aparcan el coche cerca del apartamento y no volverán a hacer uso de él en todo el fin de semana, no les hace falta para quererse...

-¿Te gusta la pasta?- le pregunta Nahi a Jorge, y Jorge entusiasmado contesta: –¡Me encanta!-, y piensa que podría comer lo que fuera con tal de que no cambiara el escenario que en esos momentos tiene ante sus ojos. Es mucho más guapo de lo que podía haber imaginado. Abren una botella de vino mientras Nahi prepara la cena, y empiezan a hablar. En esos momentos, parece que ambos descubren un nuevo idioma, el suyo propio, el de los dos. Las historias de sus vidas gemelas parecen estar viviendo el momento tan esperado del mágico cruce, donde todo toma sentido y todo cambia para ambos.

Hay una impresionante y perfecta luna llena esa noche, todo es blanco y luz, no podría ser de otra manera, también nieva, y además las alas de los ángeles rozan la nieve, acarician la luna, es el ritual que acontece cuando dos personas se quieren de verdad.

Todo es nuevo para Jorge, todo se cae en su vida, lo deja caer, ¡ya era hora! Esa mañana de sábado es la mañana más blanca y tranquila que ha vivido en los últimos 20 años. El tiempo se ha parado. Cuando se mira al espejo, se ve diferente, brilla, hay un semblante de paz, de libertad y, sobre todo, de amor... y es que algo pasa en el cielo cuando dos personas se quieren de verdad.

Jorge se muere de ganas por contárselo a sus padres, a sus amigos, al mundo entero. ¡Es feliz! Los besos y las lágrimas empatan en su cara.

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A la salida del cole, en la puerta del colegio La Milagrosa le tiran varias bolas de nieve a Jorge, que con tan sólo cinco años no sabe ni quiere interpretar por qué le han hecho eso. No se defiende, se va a casa conteniendo las lágrimas, que finalmente salen, quemando su carita enrojecida por el frío y por los bolazos de nieve.

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2. Quién soy, qué
me atrae y qué
hago con ello

Bienvenido a este nuevo capítulo, en el que vamos a seguir descubriendo nuevas ideas para que puedas vivir tu vida de acuerdo con quién eres en lo más hondo de ti. Te animo a que sigas escuchando tus secretos internos para conocerte, y desde ahí materializar tus sueños.

Cuando hablamos de sexo, hablamos de muchas cosas y de ninguna a la vez. No sé si has caído en que la palabra sexo es como un cajón desastre, que utilizamos de manera indistinta para referirnos a muchas cosas a la vez. Es por ello que considero que existe mucha confusión ante este tema. Imagina que vas a hacer un papel de empadronamiento, tienes que rellenar un formulario. En una de las cuestiones aparece: “Sexo”. Ahí solemos marcar con una X hombre o mujer. Imagina también que vas al médico, y te pregunta ante una revisión si has encontrado alguna anomalía o alguna erupción en tu sexo. Inmediatamente piensas en tus genitales. Imagina de nuevo otra situación: sales de fiesta con unos amigos, y en un momento en el que la conversación se torna graciosilla y en confianza, uno de tus amigos te pregunta: “¿Cómo te va el sexo con este nuevo ligue? La mayoría de nosotros pensaríamos que nos está preguntando sobre cómo me van las relaciones sexuales con esa persona.

Entonces, si hacemos solo referencia a estos tres ejemplos, de los de cientos que podríamos usar, vemos que “sexo” hace referencia a lo que somos: hombre o mujer; “sexo” también puede hacer referencia a los genitales; y “sexo” es a su vez, la actividad sexual que hacemos con una persona, o con uno mismo, con lo que muchas de las cosas que nos puedan saltar a la cabeza tienen que ver con diferentes prácticas eróticas, besos, caricias, sexo oral, penetración, masturbación y un largo etcétera.

Esta realidad del “cajón desastre de la palabra sexo” nos lleva en muchas ocasiones a tener confusiones en torno a lo que este incluye. Confundimos, casi sin ser conscientes, lo que somos, lo que hacemos y lo que nos gusta o nos atrae.

Tras la lectura de este capítulo, es nuestra intención que tengas una sensación más clara y liberadora de lo que eres, de lo que te gusta y de lo que haces. A su vez, que le puedas dar una vuelta más de rosca y que pienses si estás o no en un estado de coherencia, donde todo eso está unido por una línea que fluye con naturalidad. Cuando no estamos en línea con lo que somos, con lo que pensamos, con lo que sentimos y con lo que hacemos, el precio a pagar es el sufrimiento y el malestar. Un malestar que no es más que un mensajero, y que nos informa que tenemos que dar coherencia a nuestra existencia, para poder vivir y crear nuestra vida de acuerdo con lo que somos en lo más hondo de cada uno.

Con este capítulo, y con el libro en general, irás tomando conciencia de todos los juicios que te sobran en tu vida, para transformarlos en sentimientos y en necesidades. Solo así podrás empezar el camino sin fin del autoconocimiento.

Para conseguir esta tarea, desde mi experiencia personal y profesional, es de gran utilidad analizar los conceptos. Empezar a entender las cosas con una mente de apertura te permite percibir los matices donde solo antes percibías etiquetas. Así que, si estás preparado, comenzamos.

Empieza la clase 1 del Master de Sexología. Mi cuaderno, en blanco; el estuche, lleno de bolígrafos de diferentes colores; tipex; algún rotulador fluorescente; y post-it de los pequeños. Tenía todo preparado con una única intención: escribir con mimo y dedicación todo lo que sabía que, de una manera u otra, iba a cambiar mi vida: y así fue.

En esas primeras hojas de ese cuaderno, estaba escrito lo que voy a trascribirte. Tuve la gran suerte de formarme en el Instituto de Sexología INCISEX, en el que en ese momento se encontraban, dentro del mismo equipo docente, los grandes de la Sexología en España. Grandes referentes de este país en el ámbito de la Sexología, cada uno de ellos dentro de su especialidad, y sus particularidades maravillosas: Efigenio Amezúa, Silberio Sáez, Joserra Landarroitajauregui y mí adorado Carlos de la Cruz.

Durante todo ese primer fin de semana, y durante uno al mes los 2 años siguientes, esto que vas a leer era el denominador común de cada minuto de clase, la base de todo lo demás. Lo que te voy a contar a continuación es la base, es el bizcocho de la tarta. Sobre ella puedes innovar todo lo que quieras, pero es la base estrella de una buena tarta.

Juguemos al juego de “Sexar”. Consiste en lo siguiente: nos tenemos que levantar y, como si de un concurso se tratara, meter, en uno de los dos cajones que estaban en el suelo, los objetos que fuéramos sacando de un cubo grande que estaba en nuestra espalda. Los cajones eran uno azul y el otro rosa, y tenían dos etiquetas donde aparecía escrito “hombre” o “mujer”. El cajón azul, como era de esperar, tenía escrita la palabra “hombre”, y el cajón rosa, la etiqueta “mujer”. Cada uno de los objetos estaría lleno de particularidades, pero la consigna era clara: meterlo en el cajón rosa o el azul según consideráramos, sin excepción.

(Nota de autor: la utilización de colores sexistas está hecha con la intención de que la diferenciación de categorías nos resulte tan clara como absurda.)

Esto que fue un juego, muy divertido por cierto, aunque no exento de dificultad, es lo que hacemos constantemente unas personas con otras en nuestro día a día. Definimos a la persona en un inicio casi automático por su sexo: hombre o mujer. Y a veces se nos olvida reconocer o recordar que todos estamos llenos de matices.

El sexo es a la persona lo que la sexualidad a la personalidad. Es decir, nuestra manera de vivir lo que somos, hombres o mujeres, está llena de formas variadas. Es más, existen tantos matices, que me atrevo a decir, ALTO Y CLARO, que existen tantas maneras de vivir la sexualidad como personas. Por eso, en el capítulo uno te dije que lo normal en esto del “sexo” es que no hay normas. Somos únicos, especiales e irrepetibles.

Para que no te olvides de que eres único, especial e irrepetible, te propongo una cosa. Busca un papel bonito y escribe con mayúsculas:

“SOY ÚNICO, ESPECIAL E IRREPETIBLE”.

Guárdalo en un lugar, donde casi de manera inevitable lo vayas a encontrar. Puede ser en tu cartera, pegado en el espejo del baño, o de salvapantallas del ordenador. Cualquier lugar que te recuerde lo que a veces olvidamos.

Tendemos a pensar de manera global, pero si nos acercamos a las categorías cerradas, como ese cajón rosa o azul, y empezamos a sacar los objetos poco a poco, uno a uno, veremos que cada uno está lleno de características diferentes.

Desde mi experiencia como mujer, vivir como “la mujer que eres” se confunde muchas veces con vivir como “la mujer que supuestamente has de ser”. Desde que nacemos, chicos o chicas, se nos trata de manera diferencial. Es decir, tenemos una percepción diferencial que, de alguna forma, pone a nuestro alcance unas posibilidades u otras y, en consecuencia, aprendizajes diferentes.

Observa la próxima vez que vayas a ver a un bebé recién nacido, la diferencia a la hora de hablar los padres y las visitas al bebé si es chico o chica. A los chicos se les habla de una manera que induce a un mayor movimiento, expresiones de afecto con más tendencia a la fuerza y la defensa, tipo (estas las he escuchado y no hace mucho): “¡Este es mi machote!”, “¡Con esas manos va a meter ostias como panes!”, “¡Mira qué huevos!”, “¡Va a ser el terror de las nenas!”, etc. Se potencia en los chicos, según van creciendo, una mayor autonomía e independencia, permitiéndoles menos la expresión de su creatividad artística, emociones y afectos. A las chicas, se les demanda un rol más expresivo y social, y una actitud más dependiente y de sobreprotección. Las acciones de las chicas por descubrir espacios más alejados se permiten en menor medida.

Imagina una escena bastante habitual en un parque: se cae el chico y el padre se acerca y le dice: “¡Venga, machote, levántate, que eres un valiente, venga a seguir jugando!”, y a la hija chica que se cae, ese mismo padre le dice: “Ven conmigo, pobrecita mía”. Es decir, se asigna un tipo de comportamiento diferente en chicos y chicas, se castiga y se premia de manera diferencial.

Desde que empiezan a desarrollarse las primeras formas de juego en el bebé, se va creando por su entorno y por las expectativas del mismo una pauta de un comportamiento asociado “a lo femenino” y “a lo masculino”. La realidad es que estudios que se centran en el juego como modo de ver el desarrollo en la infancia en diferentes edades, concluyen que existen más semejanzas que diferencias en el juego de niños y niñas, que emplean las mismas estrategias pero en diferentes proporciones. Los chicos reciben una presión más estricta en adquirir comportamientos asociados a su sexo, es decir, se penaliza antes a un chico que juega con muñecas que a una niña que coge un balón. Los chicos adquieren habitualmente una identificación sexual más temprana, y la desarrollan más fuertemente que las niñas.

A los dos años y medio, los niños ya son capaces de jugar al juego de “sexar”: son capaces de otorgar connotaciones sexuales en cosas como el aspecto físico, como la ropa, los juegos y las actividades u ocupaciones adultas. A un niño de dos años le preguntas: “María es chico o es chica”. Y dice: “Chica”. Si le preguntas “¿por qué?”, te podría responder “porque lleva vestido”. Si le dices: “¿Y si a Pedro le pones un vestido?”, muchos responderían: “Aahh, entonces Pedro también es una chica”.

Pasando por diferentes etapas y edades, se observa un patrón diferencial en torno al sexo, que nos predispone a lo que se espera ver en la edad adulta: más búsqueda de afecto y relaciones en las chicas, y más búsqueda de placer y de lograr la excitación en el chico.

Estas diferencias son más diferencias de género que de sexo. No debemos olvidar que tenemos las mismas estrategias pero que las usamos en diferentes proporciones. Tenemos pánico a la diferencia, necesitamos sentirnos parte de un grupo de iguales, y sin embargo no paramos de fijarnos en las diferencias para catalogarnos, generándonos posiciones de mayor seguridad o más miedo, según la etiqueta que nos toque tener en la frente.

No nos podemos olvidar del cuerpo como vehículo para expresar lo que somos y lo que sentimos. En todo este crecer sexuadamente, un cuerpo que está en constante cambio y en periodos, lo hace de una manera más brusca por ejemplo, en la pubertad. Adaptarnos a un cuerpo nuevo puede llenarnos de momentos de inseguridad e inquietud, y más si no encajamos con el modelo de belleza del momento.

En esta percepción diferencial, yo, como mujer, ¿qué pasa si me siento con energía de guerrera y he de comportarme como una princesa? ¿Qué pasa si vivo en la prehistoria y quiero ser cazadora y no recolectora? ¿Qué pasa si me gusta el cambio y el movimiento y se espera que busque la estabilidad? ¿Qué pasa si me crecen tarde las tetas, o no me llegan a crecer del todo nunca? ¿O si no me gustan las personas que supuestamente son para mí? Supongo que no solo yo habré sentido que no era lo que se podía esperar de mí, y supongo que a ti también te ha pasado.

Estas controversias dejarían de serlo con solo saber (y con independencia de que los demás cambien o no su manera de ver el mundo) que no estoy dejando de “ser mujer” (o de “ser hombre”), si me salgo de lo establecido. Habría que tener muy claro que solo son peculiaridades de mi manera de ser lo que soy, hombre o mujer. Cuando una/o empieza a verse perfecta/o tal y como es, es más fácil empezar a ver la diferencia como “algo que me puede dar valor” y no como “algo que me debilita, me hace sentir vergüenza, miedo o culpa”.

Percibir la diferencia como valor es la posibilidad que yo elijo. Pero tú puedes elegir otra: puedes vivir las diferencias como “anormalidad”. Pero esta elección es la que te lleva a comportarte como se supone que se espera que seas, a buscar cambiar con cada persona que estés y convertirte en lo que “es normal” para “cada persona”. Mi experiencia, conociendo a personas que han elegido esta segunda opción, es que cuando se pasan a la primera, empiezan a experimentar estados de mucha mayor tranquilidad, amor, alegría y felicidad.

Pensar de manera diferente requiere crear nuevas estanterías en la mente donde se coloquen conceptos nuevos. La vida donde me asumo como inevitablemente diferente es una vida que deja fuera el juicio y la comparación y la excusa de cualquier discriminación, dejamos de comparamos porque no nos aporta ninguna información. Si quieres ser libre, deja de juzgarte y compararte, y asume que eres diferente.

Te voy a poner un ejemplo que utilizaba como base de su teoría y su estudio Silberio Sáez (por si no lo recuerdas, uno de mis profesores del Master de Sexología que te decía antes), seguro que te ayudará a seguir entendiendo la posibilidad de ver el mundo de otra manera.


Imagina dos paredes construidas por ladrillos. Si las miras con cierta distancia, puedes observar que hay una predominantemente azul y otra predominantemente rosa.

Es decir, en formato panorámico, podemos asumir que solo hay dos tipos de paredes en el mundo. Pero si vas dando unos pasos y te vas acercando, y te vas acercando un poquito más, se puede observar que la pared de ladrillos azules, a su vez, está formada por ladrillos de colores diferentes: hay ladrillos azul cielo, azul intenso de mar, verde esmeralda, azul oscuro casi negro (por cierto, maravillosa película de Daniel Sánchez Arévalo), morado oscuro, malva, rosa con toque morado, rosa pálido, más azul oscuro, verde... con lo que es una pared llena de ladrillos diferentes. Ahora sal de esa pared y acércate a la pared rosa un poco más. Seguro que puedes ver ladrillos rojos, fucsias, rosa pálido casi blanco, naranjas, amarillos, verdes y azul añil, azul oscuro, negros, verdes de nuevo. De igual forma que la anterior, podrías estar mucho tiempo observando los matices.

Hablar de pared es hablar de sexo: hombre o mujer. Hablar de ladrillos es hablar de sexualidad: llena de matices.

Nos limita mucho hablar en formato “caja azul” o “muro azul” o “rosa”. Nos abre muchas opciones pensar en forma de un continuo intersexuado. Desde la perspectiva de continuo intersexuado, se nos abre la posibilidad maravillosa de ser el hombre o la mujer que somos, con sus matices y peculiaridades, pero perfectos y suficientes tal y como somos.

Me parece interesante compartir con vosotros una cosilla. Ahora seguimos con la clase, no os inquietéis.

Es bueno dejar espacios para ir asimilando la nueva información. Así que no dudes en dar la vuelta al libro y buscar un vasito de agua, un tentempié o estirar tus piernas. Respira hondo y profundo y permite que te inunde una sensación de bienestar y de tranquilidad. Vuelve de nuevo a estas líneas. Estoy contigo.

Según estaba escribiendo en el ordenador la palabra “intersexuado”, el diccionario del programa no reconoce la palabra. Espero que desde este momento tu mente, empiece a reconocer esta palabra como propia. Desde este nuevo programa se puede ver más allá de lo que veías, oír más allá de lo que oías, y sentir más allá de lo que sentías. Incorpora la expresión “continuo intersexuado”, esa pared con ladrillos con matices.

Siguiendo con nuestras queridas paredes de ladrillos, con todos sus matices y peculiaridades, hay un ladrillo que creo que merece un espacio especial en este libro. Es el ladrillo de la EGOSEXUACIÓN. Os lo presento: ladrillo de la egosexuación, lector; lector, ladrillo de la egosexuación. Hechas las presentaciones, os hablo un poco de él. Este ladrillo tiene que ver con “cómo me veo yo”, si me veo como hombre o como mujer. Es decir, en muchos casos, el ladrillo de egosexuación de la pared rosa coincide que es rosa, y el ladrillo de egosexuación de la pared azul coincide que es azul. Pero en el mundo de las diferencias y de las particularidades, que es en el que habitamos, a veces suceden otras cosas. A veces, yo me siento rosa (mi ladrillo de egosexuación es rosa) y los demás me ven azul. Otras veces, yo me siento azul (mi ladrillo egosexuante es azul) y los demás me ven rosa. ¿Qué sucede cuando nos sentimos de una forma y nos ven de otra? ¿Qué posibilidades tenemos ante esa situación?

Tener un ladrillo transexuado a nivel identidad (nuestra auténtica pared) acaba materializando una realidad tan compleja como la transexualidad.

Siguiendo con el proceso de conocer quién eres en lo más hondo de ti, te voy a hablar de un nuevo ladrillo. Entra en escena el ladrillo del deseo erótico. Te lo presento. Lo que solemos pensar dentro de este ladrillo, como en todos los demás, es que es o rosa o azul. Y ante esa presunción cambiamos el ladrillo del deseo erótico por la etiqueta homosexual o heterosexual. Como mucho, se ha conseguido añadir un nuevo nombre a los ladrillos que llevan rosa y azul, que es la etiqueta de bisexual.

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177 s. 29 illüstrasyon
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9788416164288
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