Kitabı oku: «La Primera Guerra Mundial», sayfa 2
Capítulo II
La chispa que encendió la llama: El atentado de Sarajevo
2.1 – La guerra en los Balcanes
El auge del nacionalismo eslavo en los Balcanes fue una gran carga para Austria-Hungría, que generó muchos problemas a tratar. El disgusto era más evidente en las considerables poblaciones de serbios en regiones ocupadas fuera de la propia Serbia, que sufrieron siglos de ocupación. Los siervos llevaban siglos viviendo en estas zonas: Montenegro, Dalmacia, la Frontera Militar Croata, las montañas Žumberak y Bosnia. Suyas eran las voces más altas de descontento, impulsadas por otras etnias eslavas sureñas más pequeñas. La región de los Balcanes sufrió aún más desestabilización después de 1908, con el inicio de la Primera Guerra Balcánica de 1912-1913, que hizo que las naciones balcánicas aliadas en la Liga Balcánica lucharan contra el debilitado y fragmentado Imperio Otomano.
Las guerras balcánicas fueron un desastre colosal para los otomanos, que ya se habían debilitado en las décadas anteriores y a los que se les llamaba popularmente «el enfermo de Europa» y no podían soñar con mantener su poder y la estabilidad en la región. La llamada Liga Balcánica incluía a Serbia, Bulgaria, Grecia y Montenegro, que estaban apoyados por Rusia y algunos voluntarios italianos. Por otro lado, el Imperio Otomano estaba apoyado por Austria-Hungría.
La frágil Liga Balcánica estaba interconectada solo por la promesa de expansión territorial de todos los estados implicados en ella y poco más. Las grandes potencias europeas trataron sin éxito de evitar este conflicto y estabilizar la región y en septiembre los ejércitos de ambos bandos se habían movilizado. Durando de octubre de 1912 a mayo de 1913, esta primera guerra se caracterizó por unos éxitos rápidos y arrasadores de la Liga Balcánica. Aunque numéricamente inferior al principio, la liga tenía importantes ventajas sobre los otomanos. Aunque costosa en bajas para todas las partes implicadas, la Guerra fue de todos modos una victoria complete de la Liga Balcánica y un fracaso completo para los otomanos en Europa. Estos últimos perdieron un increíble 83% de sus territorios en Europa y más de la mitad de su población europea.
Inmediatamente después se produjo al Segunda Guerra Balcánica, en 1913 y duró solo 33 días. Estalló después de que Bulgaria (insatisfecha con sus ganancias territoriales) se enfrentara a sus antiguos aliados, Serbia y Grecia, y declarara la guerra. La región de Macedonia fue la mayor fuente de insatisfacción, estando la mitad bajo influencia búlgara y la otra mitad siendo la región de la Antigua Serbia. Además, la creación de una Albania independiente tras la primera guerra era una gran amenaza y un problema para los serbios. Los búlgaros empezaron la segunda guerra el 29 de junio de 1913 lanzando una ofensiva a gran escala contra Grecia y Serbia. Luego Rumanía entró en el conflicto contra Bulgaria, después de varias disputas territoriales. Después de un breve conflicto y una serie de derrotas, Bulgaria perdió la guerra y varios de los territorios previamente ganados. La segunda guerra desestabilizó todavía más la región y creó el escenario para una guerra aun mayor que pudo consumir a toda Europa.
2.2 – Un grito de libertad
Al año siguiente, se produjo un acontecimiento crucial que fue la gota que colmó el vaso: el asesinato del archiduque Francisco Fernando. El heredero del Imperio Austrohúngaro, junto con su esposa Sofía, la duquesa de Hohenberg, visitaban la capital de Bosnia: Sarajevo. Esto se produjo el 28 de junio de 1914, una fecha de gran importancia nacional y religiosa para el pueblo serbio.
Un grupo de seis revolucionarios conspiraba para asesinar al archiduque en esta fecha tan señalada. Eran: Gavrilo Princip (Гаврило Принцип), Cvjetko Popović (Цветко Поповић), Trifko Grabež (Трифко Грабеж ), Muhamed Mehmedbašić (Мухамед Мехмедбашић), Nedeljko Čabrinović (Недељко Чабриновић) y Vaso Čubrilović (Васо Чубриловић), todos miembros del grupo yugoeslavista conocido como Mlada Bosna (Joven Bosnia). La ideología dominante de este movimiento revolucionario era la unificación de todos los pueblos eslavos del sur (yugoslavos) y su liberación de siglos de opresión extranjera. La anexión de Bosnia, que se había producido unos años antes, era una de las causas principales de descontento entre los activistas. Creían que el asesinato ayudaría a los territorios oprimidos del sur eslavo a acabar con la ocupación y a unirse en la nación paneslava del sur, Yugoslavia. La sociedad secreta militar serbia conocida como Црна Рука (la Mano Negra), cuyos objetivos eran asimismo la unificación de los pueblos eslavos del sur bajo una sola bandera, formó en secreto a los seis revolucionarios y les proporcionó pistolas y granadas.
El archiduque y su esposa, junto con su séquito, se movían por Sarajevo usando un automóvil descapotable abierto Gräf & Stift 28/32 PS Double Phaeton, que era el tercer vehículo de la columna. En el día del desfile, se había acordado que la protección militar en torno a ciudad disminuiría, ya que se consideraba que una fuerte presencia militar perjudicaría a los ciudadanos leales en la ciudad. Así que se dejó la protección a cargo de la policía de la ciudad y no al ejército. Fue solo unos de los varios fallos sutiles que se produjeron ese día y que actuaron a favor de los conspiradores.
El primer atentado contra la vida del archiduque se produjo a las 10:10 de la mañana: mientras el cortejo de vehículos pasaba, los primeros dos asesinos, Čubrilović y Mehmedbašić, no fueron capaces de actuar. Luego el cortejo llegó a Čabrinović, que decidió actuar y lanzó una granada al coche del archiduque. La bomba rebotó y explotó bajo el siguiente vehículo, hiriendo a numerosos espectadores, pero sin dañar al objetivo. Čabrinović trató de suicidarse ingiriendo cianuro y saltando al río. Ambos intentos fracasaron: el veneno no estaba en buen estado y solo le indujo al vómito, mientras que el río llevaba menos agua que nunca. Mojado y con náuseas, fue rápidamente detenido por la policía después de recibir una seria paliza de la multitud.
Entonces el coche del archiduque trató de dirigirse al ayuntamiento, siguiendo el plan de dar allí un discurso. Aunque visiblemente nervioso y afectado, Francisco Fernando acabó dando el discurso a la multitud allí reunida, aprovechando la oportunidad para mencionar el intento de asesinato mientras se dirigía al pueblo de Sarajevo: «Veo en vosotros una expresión de alegría por el fracaso del intento de asesinato…» A esto le siguió una discusión entre él y los miembros del cortejo sobre qué hacer a continuación. Mientras algunos miembros del séquito del archiduque temían más intentos de asesinato, el gobernador general de Bosnia, Oskar Potiorek, insistía en no era posible que hubiera más asesinos en la ciudad y que el intento había terminado. Así que el cortejo se dirigió hacia el hospital de la ciudad, para visitar a los heridos menos de una hora antes.
Aunque la intención era evitar el centro de la ciudad y seguir por un espacio más abierto, hubo una incomunicación entre los conductores que hizo que el cortejo se desviara por error y se dirigiera hacia el centro. Después de dar ese indeseable giro, el cortejo se encontró de frente con la posición de Gavrilo Princip, uno de los conspiradores, que se había trasladado allí después del primer intento fallido. Por casualidad, se encontraba en una posición perfecta de espera y vio el tercer coche del archiduque y su esposa aproximándose directamente a él, así que disparó dos balas a quemarropa. La primera dio en la vena yugular del archiduque Francisco Fernando, mientras la otra daba en el abdomen de su esposa. Ambos murieron a las 11:30 de esa misma mañana.
Las implicaciones políticas y la consiguiente agitación tras el asesinato fueron importantes. Austria-Hungría quedó enormemente consternada y al mes siguiente se produjo el inicio de la llamada Crisis de Julio, un periodo de intensas tensiones diplomáticas entre las grandes potencias de Europa, que fueron conduciendo rápidamente a la guerra. La crisis culminó con la presentación de Austria del Ultimátum de Julio a Serbia: una serie de reclamaciones que resultaban absurdas a propósito. El papel de ultimátum era servir como provocación para una guerra con Serbia, a quien Austria suponía implicada en el asesinato y entrometida en los asuntos de Bosnia. Después de recibir el ultimátum y rechazar todas las reclamaciones de la lista, Serbia ordenó una movilización completa de su ejército. Al no ser aceptado el ultimátum en su totalidad, Austria ordenó una movilización parcial, rompió todas las relaciones diplomáticas y acabó declarando la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, embarcando al mundo en una guerra global.
Capítulo III
Empieza la Gran Guerra
3.1 – El ultimátum
Los sentimientos en Austria-Hungría tras el asesinato fueron muy diversos. No hubo muchos que lamentaran la muerte de Francisco Fernando; de hecho, los ciudadanos de Viena siguieron con su vida cotidiana sin inmutarse. Incluso el emperador Francisco José, aunque algo perturbado por la muerte de sus herederos, no se vio afectado, pues se supo que no se llevaban muy bien. Llegó hasta el punto de no interferir en la decisión que había que tomar: dejó eso a su ministro de exteriores, Leopold Berchtold, y a su Jefe de Estado Mayor, Franz Conrad von Hötzendorf. Ellos y los demás ministros vieron el asesinato como la ocasión apropiada para eliminar de una vez por todas toda pretensión e interferencia que Serbia pudiera ejercer sobre Bosnia, apropiándose así de la región. Para toda la élite y los oficiales austriacos la guerra era una magnífica oportunidad, algo a lo que no había que renunciar.
Así que la opinión que prevalecía en la cumbre del gobierno de Austria era la de una guerra inmediata contra Serbia. El mariscal de campo Conrad von Hötzendorf era el más importante defensor de la guerra, con un deseo de acabar de una vez con Serbia como posible oponente. Es conocido que dijo; «Si tienes una víbora venenosa en el tobillo, le aplastas la cabeza, no esperas a que te pique». Así que la decisión se tomó poco después y se redactó un ultimátum. Un ultimátum cuyas reclamaciones eran bastante absurdas. Se presentó al gobierno serbio el 23 de julio por el embajador austriaco en Belgrado, el barón Giesl Von Gieslingen.
El gobierno serbio se encontró en una situación sin salida, enfrentándose a un ultimátum imposible de aceptar a propósito. Al no disponer del apoyo necesario de las grandes potencias aliadas, los oficiales serbios, junto a rey, hicieron todo lo posible para llegar a un compromiso, con la esperanza de no enfrentarse de nuevo a Austria-Hungría. Los miembros del gobierno se reunieron al día siguiente y después de una larga reunión, redactaron una respuesta. La mayoría de las fuentes dicen que en su respuesta aceptaban todas las condiciones, salvo una, el que era el punto 6, que reclamaba que la policía austriaca pudiera actuar libremente en Serbia. Otros investigadores argumentan que, aunque los serbios sí aceptaron algunas condiciones, su compromiso era de tal tipo que básicamente eran rechazos educados y formales. De todos modos, la naturaleza del ultimátum estuvo clara desde el principio. Lo ofensivo y degradante que era para Serbia el ultimátum se muestra muy bien en esta carta, con fecha 24 de julio y enviada al zar de Rusia Nicolás II por el regente serbio Alejandro:
«… Las reclamaciones en el ultimátum austrohúngaro humillan muy innecesariamente a Serbia y no se ajustan a su dignidad como estado independiente… Estamos dispuestos a aceptar las reclamaciones austrohúngaras que estén de acuerdo con nuestro estatus de estado independiente y las que Su Majestad nos aconseje adoptar. Todas las personas que se ha demostrado que participaron en el asesinato serán castigadas estrictamente por nosotros. Ciertas reclamaciones no pueden ser atendidas sin cambiar nuestra constitución y eso requiere tiempo. El plazo es demasiado corto para nosotros… la sublime compasión que Su Alteza Imperial ha mostrado a menudo hacia nosotros nos inspira una gran esperanza de que su generoso corazón eslavo oirá una vez más nuestras oraciones».
Después de recibir la respuesta de Serbia y ver que no era satisfactoria, Austria rompió inmediatamente todas sus relaciones diplomáticas con Serbia. A esto le siguió una declaración inmediata de guerra, aunque de una manera extraña: El gobierno austrohúngaro la declaraba mediante un simple telegrama enviado al gobierno serbio y firmado por su ministro de exteriores, Berchtold. Enviado el 28 de julio de 1914, el telegrama era breve y directo, diciendo lo siguiente:
«El gobierno real de Serbia no ha contestado satisfactoriamente el aviso que le envió el embajador de Austria-Hungría en Belgrado el 23 de julio de 1914, lo que hace que el gobierno imperial y real se vea obligado a actuar por sí mismo en defensa de sus derechos y la protección de sus intereses y a recurrir a la fuerza de las armas. Por tanto, Austria-Hungría se considera a partir de ahora en un estado de guerra contra Serbia. El ministro de asuntos exteriores de Austria-Hungría, conde Berchtold».
3.2 – La entrada en guerra
La caída en un conflicto total en Europa fue rápida y decidida. El gobierno serbio ya esperaba la inevitable ira de Austria, sabiendo que su respuesta al ultimátum no iba a ser satisfactoria. Para prepararse, ordenaron la movilización completa al día siguiente. Austria-Hungría hizo lo mismo, con el emperador Francisco José ordenando la movilización de ocho cuerpos completos del ejército, que iban a empezar sus operaciones de combate contra Serbia. La opinión pública de Viena reaccionó positivamente a la declaración de guerra. Entretanto, para crear una posición política más firme y ofrecer algún aspecto de apoyo hacia Serbia, Rusia ordenaba una movilización parcial contra Austria-Hungría, siendo tal vez su intención principal impedir que acabara atacando. A esta le siguieron otras órdenes del zar Nicolás II, con las que decidía definitivamente intervenir en el conflicto entre Serbia y Austria poniendo a sus ejércitos en alerta general. Ante esos pasos de Rusia, el káiser alemán, Guillermo II, pidió al zar Nicolás II (quien, por cierto, era su primo) que cancelara la llamada a la movilización y se retirara. Cuando este último lo rechazó, Alemania declaró la guerra a Rusia. También enviaron un ultimátum a Francia, reclamando su neutralidad, en el que los alemanes pedían que no ayudaran a Rusia si esta intervenía en defensa de Serbia.
Los franceses ignoraron completamente las reclamaciones, como esperaba Alemania. Aun así, deseaban evitar el conflicto y pedían contención, con el premier francés Rene Viviani enviando un mensaje dirigido a San Petersburgo, pidiendo que Rusia se abstuviera de cualquier acción que pudiera provocar la ira de Alemania. Además, como señal de sus intenciones pacíficas, el ejército francés ordenó a sus tropas retirarse 10 kilómetros hacia el interior y alejarse de la frontera alemana. Aun así, con tanto británicos como franceses en contra de un conflicto total, Alemania y Austria-Hungría continuaban buscando la guerra. Rusia continuaba su movilización, con falsas garantías de que no era un preludio de una guerra. Y cuando la movilización parcial de Rusia se convirtió en general, Alemania reaccionó. El káiser Guillermo firmó la orden de movilización general del ejército alemán, empezando este inmediatamente sus operaciones para invadir Bélgica y Luxemburgo, una parte de su plan para la invasión de Francia.
Los alemanes declararon oficialmente la guerra a Francia el 3 de agosto y a Rusia dos días antes, el 1 de agosto. La guerra contra Bélgica se declaró el 4 de agosto, después de que su rey, Alberto, rechazara aceptar el ultimátum enviado por Alemania en el reclamaba que se le dejara el paso libre. Esto arrastró a Gran Bretaña, cuyo embajador en Alemania, Sir Edward Goschen, envió un ultimátum al ministro alemán de asuntos exteriores reclamando el fin inmediato de la violación de la neutralidad belga. Al no aceptarse este ultimátum, Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania el 4 de agosto de 1914.
Finalmente, Austria-Hungría declaró la guerra a Rusia el 6 de agosto. En solo unos pocos días, todas las grandes potencias de Europa estaban en guerra entre sí, insinuando una guerra a enorme escala. Las grandes llamadas a la movilización y los voluntarios en toda Europa significaban que millones de hombres serían reclutados.
3.3 – La Campaña Serbia
Al empezar la guerra, Serbia tenía notablemente menos hombres de los que podía alistar Austria-Hungría. Además, los austriacos estaban evidentemente mejor equipados en todos los aspectos. En 1914, el frente sur de Austria (el frente serbio) estaba comandado por el general Oskar Potiorek y sus fuerzas incluían 329 batallones y unos 500.000 hombres. En comparación, el ejército serbio a la defensiva, junto con su aliado Montenegro, tenía 209 batallones y aproximadamente 344.000 hombres en total. Aun así, las primeras etapas de la campaña contra Serbia fueron una sorpresa para todos.
La llamada Campaña Serbia empezó casi inmediatamente. Después de declarar la guerra el 28 de julio de 1914, Austria-Hungría procedió a bombardear Belgrado al día siguiente. Esto se produjo bajo la cobertura de la oscuridad, cuando el barco patrulla de río SMS Bodrog navegó subiendo el río Danubio y se detuvo junto a la capital, empezando un fuerte bombardeo de artillería en torno a la una de la madrugada. Fueron los primeros disparos de la Gran Guerra.
Casi tres semanas después, el impaciente general Potiorek empezó su ataque contra Serbia, movido por un deseo de eliminarla de la guerra lo antes posible y antes del cumpleaños del emperador. Seguro de su éxito, mandó todo su Quinto Ejército y una pequeña parte del Segundo Ejército, entrando en Serbia desde el norte de Bosnia. Los experimentados mandos serbios se vieron sorprendidos por el inesperado origen del ataque, pero consiguieron dirigir rápidamente sus fuerzas y enfrentarse a los invasores. Liderado por el experto mariscal Radomir Putnik, el ejército serbio se enfrentó a los austrohúngaros en las colinas del oeste de Serbia, los montes Cer. Los austriacos se vieron sorprendidos por cuatro días de dura batalla, que duraron del 15 al 24 de agosto.
El primer enfrentamiento de esta batalla decisiva se vio amparado por la oscuridad de la noche, y casi por accidente, cuando los elementos de la vanguardia de la 1.ª División Combinada del ejército serbio se encontraron con avanzadas austriacas. Los que empezó como un ligero enfrentamiento pronto se convirtió en una fiera batalla en una larga línea de frente.
La veteranía se convirtió rápidamente en un factor decisivo en el discurrir de la batalla. Los en su mayoría inexpertos soldados austriacos huyeron rápidamente ante los ataques decididos y feroces de los soldados alemanes curtidos en el campo de batalla. Los principales enfrentamientos se produjeron durante la recuperación de los pueblos de los alrededores: Kosanin Grad y Šabac. El primero estuvo sometido a repetidos ataques de los serbios, que eran continuamente repelidos por los atrincherados austriacos. Sin embargo, manteniendo la presión por la noche, el pueblo fue finalmente recuperado por los serbios el 19 de agosto. Después de varios ataques decididos de los serbios a lo largo del frente, la moral de los austrohúngaros se desmoronó de repente, al entrar en pánico el ejército y retirarse desordenadamente en todo el frente. El alto mando serbio ordenó perseguir al enemigo, aumentando así el pánico entre las filas austriacas. Durante su huida cruzando el río Drina y de vuelta a Bosnia, muchos soldados austriacos murieron ahogados.
Šabac era el único objetivo que les quedaba a los serbios: seguía estando defendida y se produjeron duros enfrentamientos en sus alrededores. Durante el 21 y el 22 de agosto, las duras luchas se cobraron su precio en ambos bandos, pero los serbios se impusieron. Incluso antes de poder utilizar su artillería pesada de asalto, los austrohúngaros cedieron y huyeron de la ciudad. Esto concluyó la Batalla de Cer. Fue la primera batalla de la Gran Guerra y también la primera victoria aliada. La derrota resultó ser una dura y vergonzosa sorpresa para Potiorek, que estaba completamente seguro de su ventaja. Pero los soldados serbios eran veteranos curtidos de varias guerras recientes de los Balcanes y estaban liderados por una camarilla experta de generales al mando. La noticia se extendió inmediatamente por el mundo, con los aliados confiando en que dicha noticia aumentara la moral de la opinión pública y el ejército: ¡Una pequeña y peleona nación rural de los Balcanes había arrasado completamente a la orgullosa Austria-Hungría!
Sin embargo, las celebraciones duraron poco. En el fondo, todos sabían que no era posible que Serbia esperara rechazar indefinidamente las ofensivas enemigas. Los austrohúngaros, aunque vergonzosamente derrotados, eran superiores en efectivos y armamento. Esto se hizo evidente en el siguiente enfrentamiento, la Batalla de Drina. Librada entre el 6 de septiembre y el 4 de octubre de 1914, fue una ofensiva dura y renovada de los austriacos y que puso a prueba al ejército serbio. La Batalla de Drina incluyó una serie de duros enfrentamientos, todos los cuales dejaron una profunda huella tanto en invasores como en defensores. Al final, los serbios se vieron obligados a realizar una serie de retiradas, más profundas después de la captura de Valjevo, una ciudad serbia importante. Aun así, los serbios decidieron reagruparse y reaccionar, lo que llevó inmediatamente después a la Batalla de Kolubara, que se libró entre el 16 de noviembre y el 15 de diciembre de 1914.
Los serbios se vieron obligados a abandonar su capital, Belgrado, el 29 de noviembre, que fue inmediatamente ocupada por los austrohúngaros. Sin embargo, el ejército serbio optó por un audaz y sorprendente contraataque a lo largo de toda la línea de frente. Una vez más, los austriacos quedaron desconcertados, siendo incapaces de reaccionar adecuadamente y resistir los ataques serbios. Se liberaron grandes ciudades y finalmente también la capital. La Batalla de Kolubara fue una concluyente victoria serbia y otra vergüenza para los austriacos. El fracaso de su ejército fue tal que el comandante austriaco Oskar Potiorek fue inmediatamente relevado del mando. La razón fue «una derrota absolutamente ignominiosa, exasperante e irrisoria».
Por el contrario, Serbia atrajo la atención de los corresponsales de todo el mundo y muchos visitantes entraron en el país, alabando su espíritu de lucha.
De todos modos, los serbios no podían sentir la alegría de los demás: esta primera etapa de la guerra no solo resultó costosa en recursos y efectivos, sino que el invierno había traído una debilitadora epidemia de tifus que costó la vida a cientos de miles de personas en Serbia. La situación empeoró aún más en 1915. Las potencias centrales, sobre todo Alemania y Austria-Hungría, destacaron la importancia de conquistar Serbia: era una ruta vital hacia el Imperio Otomano y podía ser crucial para el resultado de la guerra. Por eso octubre de 1915 fue testigo de una serie renovada de ofensivas contra el debilitado ejército serbio. Alemanes y austriacos presionaban Belgrado y estaba claro que esta vez la victoria de los serbios era casi imposible. Entones, cuando los búlgaros atacaron rápidamente y por sorpresa a los serbios desde su retaguardia, la situación se convirtió en desesperada. Los ejércitos serbios se vieron amenazados con ser rodeados totalmente y destruidos y esta era una razón suficiente para que el alto mando ordenara la Gran Retirada.
Cientos de miles de soldados serbios y civiles que los acompañaban huyeron hacia el sur tratando de alcanzar las costas del Adriático y los navíos aliados que allí los esperaban. La retirada fue un calvario de grandes proporciones, que permanece grabada en la memoria de la nación serbia como una de sus mayores penalidades. Amenazados por el constante mal tiempo y las carreteras casi impracticables, las largas columnas de gente sufrieron muchas bajas por el camino. La parte más infame de esta retirada fue el cruce de las inhóspitas montañas albanesas, donde las columnas en retirada se vieron diezmadas por las condiciones heladas del invierno y los ataques esporádicos de remotas tribus albanesas. La Gran Retirada se cobró muchas vidas: murieron más de 160.000 civiles y los soldados sufrieron 77.455 muertos y 77.278 desaparecidos.
Tras llegar a las costas del Adriático, los serbios fueron evacuados por barcos aliados a la isla griega de Corfú y el gobierno serbio en el exilio se estableció allí. Incluso después de que hubiera desaparecido el peligro directo, las enfermedades y la mala nutrición se cobraron 11.000 vidas serbias adicionales en Corfú. Muchos fueron enterrados en el mar.
En 1916, los restos del ejército serbio se unirían a las potencias aliadas y lucharían en el crucial avance sobre el frente de Salónica.
No cabe duda de que el destino de Serbia era un destino de infortunios y constantes desafíos. Con sus recursos agotados por décadas de guerra incluso antes de que empezara la Gran Guerra, se limitó a confiar en un indomable espíritu de lucha para resistirse a un enemigo superior que amenazaba su sagrado hogar. La Gran Retirada se recuerda como uno de los mayores sacrificios de la historia de Serbia y ha sido citada a menudo por ilustres historiadores como una de las peores tragedias de la Primera Guerra Mundial.
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