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¿La legislación colombiana promueve la equidad de género en la ciencia?

La Dirección de Mentalidad y Cultura de Colciencias, ahora Minciencias, en el 2016 implementó en el territorio nacional programas y estrategias que incentivaran la construcción de una cultura que valora y gestiona el conocimiento en la ciencia, la tecnología y la innovación (CTeI). Un ejemplo de ello es la estrategia Todo es Ciencia, que busca acercar a la comunidad a la CTeI, mediante series web, artículos periodísticos y de opinión y, documentales que sirvan de inspiración para apropiarse de la ciencia. Una de las iniciativas que forma parte de esta estrategia es la denominada MujerES Ciencia, con la cual se busca visibilizar los logros de las científicas colombianas a través de su propio relato. Esta iniciativa reconoce la escasa participación y los obstáculos históricos que la mujer ha enfrentado cuando de participar en la actividad científica se trata; por ello, aspira empoderar a niñas y jóvenes para que a través de los testimonios se incentiven a formar parte la ciencia.

Para el año 2020, Minciencias inició la construcción del Fondo Mujeres más Ciencia más Equidad, que contaría con recursos para fomentar pasantías de investigación en la academia y en el Estado. Asimismo, financiará pasantías a nivel internacional y capacitaciones en el uso de las TIC de niñas y jóvenes de escasos recursos y de zonas alejadas del país que estudien carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas). Con la creación de este fondo, se establece la ruta guía para la construcción de una política de género para el sistema de ciencia, tecnología e innovación. Más recientemente, en 2021, el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones lanzó una convocatoria para capacitar a más de 35.000 mujeres colombianas en temas de creación de contenido y transformación digital de forma gratuita. Con este programa se busca que las mujeres se conviertan en replicadoras del conocimiento y, a su vez, empoderen a otras mujeres mediante el uso de las herramientas digitales.

Más recientemente, en junio de 2021 el Gobierno Nacional, en alianza con la Universidad EAN y el International Business Machines Corporation, IBM, lanzó la iniciativa «la Red de Mentoras Estudiantes STEM», que tiene por objetivo promover los escenarios de ciencia y tecnología en 14 departamentos del país, mediante la formación de al menos 500 mujeres jóvenes. Con esta iniciativa se espera que el país avance en el cierre de brechas de género que existe en el campo de la investigación bajo dos líneas: una orientada a niñas y adolescentes que aún no ingresan a un programa profesional, y la segunda con mujeres que ya estén vinculadas a programas de ciencia y tecnología.

Por último, es importante precisar que la representación femenina no ha estado ajena a los cargos decisorios que promueven las leyes de ciencia y tecnología en el país. Desde su creación en 1968 hasta su transformación a Ministerio en 2018, Colciencias estuvo bajo la dirección de cuatro mujeres: entre 2000 y 2003, 2003 y 2006, 2013 y 2014 y, 2014 y 2016. Sin embargo, las acciones de política para promover la igualdad de género en la ciencia y la tecnología fueron escasas en esos periodos. En este sentido, en el siguiente apartado se expone cómo otras investigaciones han abordado la temática en el país y cómo, pese a ello, la igualdad de género en la ciencia y la tecnología aún es una tarea pendiente en la agenda pública del país.

¿Se ha abordado la temática en Colombia?

En Colombia los estudios sobre la participación de la mujer en la ciencia son jóvenes. Los primeros aportes se registran a comienzos del siglo xx con los trabajos realizados por Tovar (2002; 2005) y Olaya (2003), dedicados el análisis de indicadores que evidenciaban la participación desigual de hombres y mujeres en las actividades y productos asociados a la ciencia y la investigación. Estos trabajos también inspiraron el realizado por Daza y Pérez (2008), quienes hicieron una revisión sobre el rol que tienen los indicadores de género, ciencia y tecnología en la promoción femenina en estas áreas. A partir de una exploración en el ámbito latinoamericano, las autoras estudiaron los indicadores que en Colombia se han trabajado, proponiendo posibles líneas que fortalezcan la producción de indicadores y que sirvan de insumo para la creación de políticas de ciencia y tecnología con una perspectiva de género.

En este mismo año, Tovar (2008) presentó los resultados de una investigación en la que cuestionó si en Colombia la brecha de género en ciencia y tecnología se estaba cerrando. En el documento se presenta evidencia cuantitativa y cualitativa sobre las desigualdades de género en el acceso a las instituciones de educación superior y sobre todo al Sistema de Ciencia y Tecnología. A partir de indicadores sobre recursos, salarios, becas, ascensos y en general incentivos al desarrollo de investigaciones, la autora encuentra que, pese a que cada vez el sesgo de género en el país es más pequeño, aún persisten prácticas discriminatorias en el sistema que se acentúan a medida que aumenta el cargo de poder y el salario. Además, Tovar (2008) resalta que una las principales dificultades que encontró para realizar su investigación fue la falta de información desagregada por sexo.

Por su parte, Lis (2012) realizó un análisis de género en el liderazgo de los grupos de investigación de las áreas de Economía y Administración que para la época estaban vinculados a Colciencias. Mediante el uso de indicadores como el de distribución horizontal, distribución vertical, índice de feminidad, índice de masculinidad, índice de Duncan, índice de segregación e índice de contribución al sexismo, la autora encontró que en estas áreas el liderazgo femenino en los grupos es sustancialmente menor que el masculino; además, gran parte de los grupos liderados por mujeres pertenecían a una de las categorías más bajas del escalafón que clasificaba a los grupos, la categoría D.

Uribe Valencia (2014) llevó a cabo una revisión de literatura sobre las políticas de género que en cierta medida han contribuido a la vinculación femenina en el Sistema de Ciencia y Tecnología. En su análisis, Uribe Valencia sintetiza las normas, leyes y decretos nacionales que se han adelantado en el país como parte de los compromisos adquiridos con organizaciones internacionales como la OEA, la OCDE y la Unesco. Su principal hallazgo es que, si bien el Gobierno ha centrado en sus esfuerzos en promover la equidad de género en el acceso a la educación primaria, básica y secundaria, en Colombia no se ha diseñado una política de género exclusivamente para el ámbito científico. Finalmente, la autora plantea que en la medida que se desagreguen las estadísticas por género y se generen indicadores será posible formular y ejecutar políticas acertadas.

Más recientemente, Daza et al. (2016) presentan un panorama sobre la situación de las mujeres en el SNCTeI en Colombia, donde, tal como señalan los autores, se evidencia que, lamentablemente después de trece años, cuando Olaya (2013) hizo el primer estudio sobre la situación de las mujeres en el SNCTI, no ha sido posible mejorar sustancialmente la calidad y, sobre todo, normalidad de las cifras. Si bien los autores realizan un análisis estadístico que permite ver cómo persiste la participación desigual de las mujeres en actividades de investigación, llaman la atención sobre la interpretación que se realiza y las posibles soluciones que se proponen. En este sentido, invitan a considerar que la ciencia y la tecnología no son neutrales: nacen de un contexto social e histórico con valores e intereses sociales intrínsecos, por lo que invitan a pensar y hacer ciencia de una forma que «se fije más en los individuos que en el individualismo, más en lo subjetivo que en lo objetivo, en la colaboración y solidaridad antes que en la competencia» (p. 332).

En este orden de ideas, los aportes realizados por los autores antes mencionados contribuyen a la identificación de una problemática en términos de género y ciencia en el país. Y si bien ahora es posible encontrar un mayor número de información desagregada por sexo, los indicadores aún parecen no ser suficientes ni producirse con la periodicidad y detalle necesarios.

Conclusión

Desde la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer en 1981, el Gobierno colombiano ha desarrollado acciones en favor del reconocimiento y reivindicación de los derechos de las mujeres, siempre en concordancia con lo estipulado desde las organizaciones de derechos internacionales. Lo propuesto a la fecha establece una sociedad justa y equitativa que desde los diferentes ámbitos trabaja por la eliminación de las inequidades y desigualdades de género existentes en el país. Sin embargo, el proceso de implementación ha sido descontinuo, y se ha avanzado más en términos normativos que en la aplicación efectiva de políticas.

En el ámbito de la educación, los programas y las políticas han sido constantes en cada Plan de Desarrollo y Plan de Educación se ha considerado la igualdad de género como un objetivo esencial a alcanzar. En cuanto a la relación entre género y ciencia, hasta 2020 en Colombia no se han diseñado políticas públicas especificas en el tema. Pese a los estudios que demuestran la inequidad en el campo científico, en el país el avance ha sido lento: los programas propuestos son de iniciativa privada, y aún no se ha instituido ninguna política pública de género y ciencia.

Así mismo, las leyes con las cuales se rige en la actualidad el SNCTeI en Colombia no contemplan lineamientos o estrategias claras para establecer la igualdad de género en ciencia y tecnología. Pese a ser el recurso humano un factor determinante en la generación de conocimiento y desarrollo de nuevos procesos tecnológicos, y teniendo en cuenta que las desigualdades en este campo son ampliamente conocidas a nivel nacional e internacional, no se contempla una diferenciación entre hombres y mujeres. En los siguientes capítulos presentaremos un análisis de la actual situación de las científicas colombianas en el SNCTeI, con el objetivo de vislumbrar un diagnóstico que en conjunto con la documentación referenciada sea de utilidad para proponer lineamientos de una política pública de género y ciencia.

1 La economía del cuidado fue definida en la Ley 1413 como todas aquellas actividades no remuneradas que se efectúan en el hogar, y que son de vital importancia en el desarrollo económico de la sociedad.

Techos de cristal, segregación vertical y segregación horizontal en la investigación científica en Colombia

¿Cúantas son?

La baja participación de las mujeres en la ciencia y la tecnología es una problemática que persiste desde hace décadas a nivel global, y así lo evidencian los indicadores y las estadísticas que periódicamente publican entidades como la Unesco y las Naciones Unidas. Para López et al. (2018), pese a que en los últimos años en el mundo la presencia de las mujeres ha ido en aumento, tanto en el campo laboral como en el educativo, en la actividad científica persiste una notoria brecha de género que se niega a desaparecer. En Colombia, por ejemplo, tras analizar la información reportada por Colciencias (2019), se encontró que tan solo el 38 % de los investigadores son mujeres, y pese a que su participación ha aumentado en comparación con otros años, la brecha a favor de los hombres sigue superando los 24 puntos porcentuales, tal como se muestra en la Figura 1. Según la Convocatoria Nacional para el reconocimiento y medición de grupos de investigación, desarrollo tecnológico o de innovación y para el reconocimiento de investigadores del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, SNCTeI 833 de 2018, el total de investigadores en el país asciende a 10.209, mientras que las investigadoras son 6317.

De acuerdo con Marín (2007), en general este comportamiento puede atribuirse a una serie de barreras de carácter formal e informal que distancian a las mujeres del campo científico; las barreras formales son dadas desde el acceso al sistema escolar en la infancia de las niñas que ciertamente las ubica en una posición de desventaja frente a los niños. En cuanto a las barreras informales, el autor expone que desde el hogar los padres reproducen estereotipos que designan una imagen tradicional de la mujer y que dificulta que estas despierten su interés en la ciencia.

Figura 1. Investigadoras e investigadores, según convocatorias de 2013, 2014, 2015, 2017 y 2019 en Colombia


Nota. Elaboración propia con base en datos de Colciencias, convocatoria 781 de 2017. Elaboración: EMAR UIS.

Pero esta no es la única brecha de género que persiste en este campo; existen también barreras verticales que dificultan su ascenso a puestos de liderazgo. En Colombia, mientras que el 65 % de los grupos de investigación en el país son dirigidos por hombres, tan solo el 35 % tienen como directora una mujer. Al ser un potencial subutilizado, la baja participación de la mujer en estos puestos tiene un costo importante a nivel económico para los países. Como lo afirman López et al. (2018), si se eliminara la desigualdad de género en los altos cargos académicos, los países incrementarían su productividad entre el 17 % y el 20 %. Adicional a ello, «y considerando que en América Latina existe la cuarta parte de científicos(as) que, en Europa occidental, la incorporación de las mujeres al sector no solo es un deseo de las mujeres, sino una necesidad para la supervivencia» (Kochen et al., 2001, p. 23).

Otra de las barreras de segregación vertical es la evidenciada en las categorías de clasificación de los investigadores. El modelo de medición y categorización de grupos e investigadores de Colciencias, ahora Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, asigna a los integrantes vinculados al SNCTeI una categoría de acuerdo con el nivel de formación, la producción intelectual y los productos de formación que ha desarrollado en su recorrido como investigador. En forma ascendente estas son júnior, asociado, sénior y emérito. Mientras que el 78,53 % de los investigadores eméritos en el país son hombres, únicamente el 21,47 % son mujeres; además, a medida que aumenta la relevancia de cada categoría, aumenta también la brecha de género (ver Figura 2).

Figura 2. Investigadores(as) por tipo de categoría, convocatoria 781 de 2017


Nota. Elaboración propia con base en Colciencias, convocatoria 781 de 2017.

Para ser acreditado en alguna de las categorías mencionadas anteriormente, uno de los requisitos es el nivel de formación académica de cada investigador. Una metáfora ampliamente utilizada para simbolizar el desgranamiento del número de mujeres durante los trayectos educativos es la «tubería con fugas». Para Bonder (2020), este proceso da inicio en la elección de la carrera, y se incrementa cuando aumenta el nivel de formación (pregrado, especialización, maestría y doctorado), es decir, el número de mujeres se reduce en mayor proporción que el de los hombres a medida que incrementa el grado académico. El caso colombiano reafirma la teoría. Según cifras del Ministerio Nacional de Educación (MEN) (2016), si bien en promedio el 58 % de los graduandos con nivel de formación universitario/pregrado y especialización en el país son mujeres, cuando se incrementa el nivel a maestría/magíster, la proporción de mujeres se reduce al 48 %, y cuando se trata de doctorado, disminuye aún más, al 39 %. En los investigadores activos del país, la brecha en aquellos que tiene únicamente título de maestría está a favor de las mujeres, con 4,12 puntos porcentuales; sin embargo, en el caso de doctorado, la brecha es positiva para los hombres, con 1,07 puntos. Además, es importante precisar que, sin ser un título académico, en las estancias posdoctorales la brecha es también positiva para los hombres, con 3,17 puntos.

Diversas investigaciones sobre la situación de la mujer latinoamericana en la ciencia y la tecnología afirman que las labores domésticas tradicionalmente asignadas a las mujeres y la conciliación entre la vida profesional y familiar suponen una barrera en términos de movilidad y dedicación. Teniendo en cuenta que los estudios doctorales y las estancias de investigación posdoctorales coinciden con la etapa reproductiva de la mujer, el inconsciente social tiende a normalizar que las mujeres incluyan en determinado momento de su vida el matrimonio y la maternidad, «provocando el abandono del trabajo o la disminución de tiempo en su labor de investigación» (Andreu, 2002). En el caso de los hombres, pese a que en ellos también persiste el anhelo de conformar una familia, esto no suele condicionar su vida profesional; por el contrario, puede ser un estímulo para esforzarse y ascender con más empeño.

¿En dónde se ubican?

La participación femenina en la investigación científica no es desigual únicamente en términos del número de investigadoras; también lo es en las ramas o áreas del conocimiento2. Estas diferencias son conocidas como segregaciones horizontales, e indican el «grado de polarización o concentración en campos científicos y sectores institucionales. Usualmente se mide bajo el supuesto que una más alta concentración de mujeres empleadas en un cierto sector va en su desventaja» (Daza y Pérez, 2008, p. 35). Además, guardan relación con estereotipos sexuales basados en preferencias o habilidades que tradicionalmente se asignan a hombres y mujeres y, por ello, es más probable que sean los hombres los que elijan las ingenierías dada su habilidad espacial y matemática (Torres, 2018).

En Colombia, el índice de disimilitud3 en la investigación es de 0,15, lo cual indica que el 15 % de científicos y científicas deberían cambiar de área del conocimiento para que exista paridad en cada campo. En el país no existe una ley de discriminación positiva que estipule una composición equilibrada de hombres y mujeres en todos los ámbitos laborales, a excepción de la Ley 581 de 2000 o Ley de cuotas, que dispone que el 30 % de los altos cargos públicos deben ser ejercidos por mujeres; no obstante, esta regla aplica exclusivamente a las ramas de poder público.

En el liderazgo de los grupos de investigación se evidencia una fuerte segregación, especialmente en aquellos que pertenecen al área de ingeniería y tecnología. Mientras que el 74,34 % de estos grupos tienen como líder un hombre, tan solo 25,69 % tienen una mujer. De acuerdo con White y White (2006, citado en Farias, 2017), la ingeniería es uno de los campos más estereotipados por género, la existencia de prejuicios en torno a características emocionales atribuidas a las mujeres incide negativamente en la elección del líder del grupo.

Entre tanto, en términos de composición de cada área, la brecha en ingeniería y tecnología es la más alta en el país, con 48,62 puntos porcentuales a favor de los hombres, seguido de ciencias agrícolas, con 34,71 puntos. Pese a que las investigadoras se concentran en mayor medida en áreas como ciencias sociales y ciencias médicas y de la salud, estas no son mayoría en ninguna de ellas. Además, los indicadores evidencian que también están segregadas internamente en cada área por disciplinas. Por ejemplo, en las áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que son cruciales en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, 17 de las 18 disciplinas que la componen tienen una infrarrepresentación de mujeres. El índice de disimilitud arroja que el 27 % de los investigadores tendrían que cambiar de área para alcanzar una distribución equitativa. La disciplina con mayor concentración de hombres y en situación de masculinización es la que tiene mayor representatividad en el agregado; ingeniería eléctrica, electrónica e informática representa el 30,96 % de los investigadores de la rama de ingeniería y tecnología. De forma similar sucede con ciencias físicas, la disciplina más masculinizada del área, y la que contribuye en mayor medida a reproducir el sexismo.

En ciencias agrícolas el comportamiento no difiere mucho al de las STEM: gran parte de sus disciplinas están masculinizadas. El área presenta dos subáreas en situación de feminización, es decir, con mayor participación femenina (biotecnología y otras ciencias agrícolas); pero las brechas de género a favor de las investigadoras en estas no son significativas en comparación con las que tienen brecha de género a favor de los investigadores. Asimismo, las subáreas donde sobresalen las mujeres son las que poseen menor participación en el agregado: biotecnología agrícola (4,9 %) y otras ciencias agrícolas (5,7 %). En Colombia, el ingreso de la mujer a los estudios universitarios agrícolas se dio de forma lenta al ser un campo masculinizado; la veterinaria y agricultura no se asemejaba con el estereotipo tradicional de mujer maternal con poca capacidad para asumir labores exigentes de esfuerzo (Pacheco, 2014). Sin embargo, en la actualidad las mujeres desempeñan un rol fundamental en el sector agrícola; por ello, es indispensable que estas se posicionen como líderes en proyectos innovadores y exitosos que aporten a una producción limpia y sostenible.

Figura 3. Investigadores(as) según gran área del conocimiento en Colombia, convocatoria 781 de 2017


Nota. Elaboración propia con base en Colciencias, convocatoria 781 de 2017.

En ciencias sociales y humanidades la participación femenina suele ser mayor que en otras áreas, especialmente en disciplinas como educación, artes, salud, bienestar, ciencias sociales, periodismo, negocios y leyes (Unesco, 2019). El siglo xx trajo consigo la irrupción de la mujer en la vida pública, específicamente en campos relacionados con las ciencias sociales y las humanidades. Como lo menciona Rueda (2008), en el país «las mujeres estuvieron por más de tres siglos marginadas de la vida pública, lentamente fueron saliendo de esa situación especialmente como escritoras, luego como artistas y finalmente como políticas y científicas sociales» (p. 103). Estos campos obedecen a los estereotipos tradicionales en donde las mujeres han «sido formadas bajo una identidad tradicional centrada en el matrimonio, la maternidad y el cuidado infantil, mientras que los hombres han sido formados para el trabajo, el éxito y la competencia» (Rivera, 2003, p. 40). Por ello, resulta coherente encontrar una mayor participación de la mujer en estas áreas en comparación con las demás. Para el caso de Colombia, en las ciencias sociales el nivel de participación de las mujeres es significativo, y pese a la concentración de hombres en determinadas subáreas, los diferentes indicadores arrojan niveles de feminización altos.

En cuanto a las humanidades, la mayoría de las subáreas que la componen están masculinizadas. Si bien destacadas filosofas y representantes de las humanidades han contribuido a la historia del pensamiento, aún siguen sin estar presentes en el canon filosófico. La figura racional propia de la filosofía continúa atribuyéndose al hombre y se permea de una cultura androcéntrica patriarcal. Un ejemplo de ello es lo expuesto por Kant en el curso 1790-1791 (citado por Aguilar, 2018, p. 117): «Las mujeres son siempre niños grandes, es decir, no se fijan nunca un objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora allá, pero no contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del hombre».

Por último, si bien en las ciencias médicas y de la salud las investigadoras lideran determinadas subáreas, las brechas en estas son menores que aquellas subáreas en las cuales están infrarrepresentadas. Al comparar la concentración en las disciplinas y el nivel de participación que estas tienen en el agregado, se encuentra que ciencias de la salud lleva la delantera, y agrupa el 57,7 % de las investigadoras. De acuerdo con Flores (2012), la incursión de la mujer en las ciencias de la salud fue un proceso lleno de obstáculos y sacrificios, que se vio reflejado solo hasta finales del siglo xix gracias a Elizabeth Blackwell, primera médica en titularse en el mundo. En la antigüedad las mujeres no tenían acceso a la formación en medicina; por tanto, esta era única y exclusivamente para hombres. Desde ese entonces ha pasado poco más de un siglo, y el rol que desempeñan hombres y mujeres en esta ciencia ha cambiado, como lo expone Spence (2004, citado en Flores, 2012, p. 192): «La incorporación de la mujer en la profesión médica ha ayudado a humanizarla».

Tabla 1. Disciplinas feminizadas y masculinizadas en Colombia


DisciplinasÍndice de feminizaciónBrecha degénero
Disciplinas feminizadas
Idiomas y literatura1,00,0
Sociología1,06-2,88
Biotecnología ambiental1,2511,1
Psicología1,43-17,54
Ciencias de la salud1,6324,04
Disciplinas masculinizadas
Ciencias físicas0,1171,6
Ingeniería mecánica0,1780,1
Ingeniería eléctrica, electrónica e informática0,1968,5
Ingeniería civil0,2263,9
Agricultura, silvicultura y pesca0,3846,0

Nota. Elaboración propia con base en Colciencias, convocatoria 781 de 2017.

En este orden de ideas, la segregación horizontal nos permite vislumbrar diferencias importantes entre distintas áreas que pertenecen a un mismo campo del conocimiento, y que no se identifican en los agregados de cada área del conocimiento. En el país existen disciplinas feminizadas4 y masculinizadas que perpetúan los roles de género al ubicar a las mujeres en disciplinas que, si bien desempeñan un rol fundamental en la sociedad, están muy alejadas de aquellos campos que actualmente demanda el mercado laboral y que prometen ser la solución en el largo plazo a los problemas del desarrollo y el crecimiento económico (ver Tabla 1). En las Tablas 3 y 4 de los anexos de este capítulo se encuentra información estadística más detallada de cada una de las áreas del conocimiento y de sus respectivas disciplinas.

Es importante precisar que el concepto de feminización, que empleamos con frecuencia en este libro, en términos generales hace referencia al proceso mediante el cual una práctica adquiere la forma femenina, pero también está relacionado con la presencia mayoritaria de mujeres en determinados espacios o esferas de la sociedad. En este sentido, reconocemos la feminización como una mayor participación femenina dadas ciertas prácticas que están asociadas a lo femenino (Pérez, 2011).

¿Cuánta es su productividad?

El análisis descriptivo nos permitió reconocer que las investigadoras en el país son menos exitosas que sus colegas hombres. Entendiendo que el éxito en la carrera es difícil de medir, en el ámbito científico la norma tiende a reconocer y asignar mayor valor a los productos de nuevo conocimiento que desde la investigación se generan, por encima de actividades, por ejemplo, como la docencia o la transferencia de conocimiento. Por ello, para efectos de esta investigación, y dada la información disponible, el éxito en la carrera científica lo identificamos en función de las diferencias por género en términos de productividad científica. De forma similar lo presentan Anghel et al. (2011) en Situación de las mujeres en la ciencia española. Como lo exponen estos autores, las mujeres vinculadas a la academia y al campo científico suelen orientar más sus actividades a la docencia, en comparación con los hombres, lo que se traduce en menos tiempo para labores investigativas. Por ello, es habitual que ellas cuenten con menos productos científicos como artículos, libros, productos tecnológicos y patentes, entre otros.

En Colombia, las mujeres a lo largo de su vida publican en promedio menos artículos que los hombres (una media de 5,0 artículos frente a 6,72 para los hombres). Además, el 61,3 % de las investigadoras no ha publicado artículos científicos, en comparación con el 57,1 % de sus colegas, que tampoco lo ha hecho. En cuanto a la calidad de los artículos, encontramos que a medida que aumenta la calidad del producto científico publicado, se incrementa también la diferencia entre hombres y mujeres. La brecha en puntos porcentuales pasa de 2,6 en los productos tipo B, a 6,5 puntos en los productos top (productos con la más alta rigurosidad científica). Al comparar por áreas del conocimiento, observamos que las diferencias por género son especialmente intensas en las humanidades seguida de ciencias sociales, ciencias agrícolas e ingeniería y tecnología. No obstante, humanidades, ciencias sociales y ciencias agrícolas son las áreas del conocimiento en el país con menor número de publicaciones científicas (Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, 2018).

En otras áreas, como ciencias médicas y de la salud y ciencias naturales, las diferencias son menores. Esto podría ser el resultado de la alta actividad científica que desde estos campos del saber se adelanta; por ejemplo, de acuerdo con el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, para el año 2018, aproximadamente, el 19,02 % y el 28,03 % de la producción bibliográfica publicada por investigadores del país fue en estas áreas del conocimiento. Además, en todos los campos es mayor la proporción de investigadores con 10 o más artículos publicados. Un aspecto importante que encontramos en la investigación es el hecho de que tanto hombres como mujeres publican en menor medida en áreas como humanidades y ciencias agrícolas. Mientras que son más activos los investigadores de las áreas de ciencias naturales, ciencias médicas y de la salud, e ingeniería y tecnología.

Para complementar las cifras anteriormente mencionadas, relacionamos la productividad con el nivel de formación de los(as) investigadores(as), y encontramos que aquellos(as) que tienen estancias de posdoctorado cuentan con la media más alta de artículos publicados: 11,54 y 9,19, respectivamente. La media más baja en el caso de los investigadores es para aquellos que tienen como máximo nivel de formación el pregrado (3,69 artículos). En las investigadoras la media más baja se encuentra en aquellas con maestría (4,06 artículos). Para quienes reportan haber realizado estancias posdoctorales, la diferencia es de 2,35 artículos a favor de los hombres. En doctorado disminuye a 1,94 artículos, y en maestría, a 0,80 artículos. En los niveles de especialización y pregrado asciende nuevamente.

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