Kitabı oku: «Maestro Fútbol», sayfa 2

Yazı tipi:

¡EL SUEÑO HABÍA COMENZADO!

La sensación de estar en un gran estadio, de ser una figura, me permitía vivir un momento alucinante, en donde las carencias no existían, sentía el grito de la tribuna coreando mi nombre, la mente me llevaba a la opulencia de la alta competencia, a creer que todo era posible, me metía en la película irreal, hoy en día, por ejemplo, sería como tener unos guayos iguales a los Adidas que en el presente usa Messi o los Nike de Cristiano Ronaldo, estrellas mundiales, porque en esas esferas de poder son respetados, hasta idolatrados y todo abunda sin límites.

Finalizados esos 20 minutos de gloria, la esquina del barrio, era el centro de reunión, algo así como la Dimayor, el máximo ente regidor del fútbol profesional en nuestro país, el lugar donde se organizaban los partidos o en el mejor de los casos los torneos ínter-barrios. De allí también salen los futuros ídolos o los relegados sociales.

Bien decía alguien que: “el que inventó el fútbol amaba las esquinas, de ahí el nombre de tiro de esquina”.

La esquina, la gallada, la pelota, fueron instrumentos útiles para que los jóvenes de la época lanzáramos nuestro primer grito de independencia ante la férrea disciplina familiar, que generalmente no asociaban las palabras: esquina y fútbol, con estudio. Era patética la falta de conciencia de la importancia del deporte en nuestra formación como complemento a nuestra personalidad. Además, que consideraban inadmisible el ver acabar los zapatos y la ropa en los picaos de barrio.

Después del juego o el desafío venia el proceso de llegar a casa con el desgaste de los únicos zapatos, los mismos que usabas para ir a misa, con los que hiciste la primera comunión, los de la mejor ropa para visitar la novia si el balón dejaba tiempo, para ir a la escuela y por eso encontrarse con la mirada y el fuete del padre era una circunstancia que acrecentaba tu tenacidad.

Creo que los primeros ladrones de sueños han sido los padres que, de manera involuntaria, hacen muchos males bien intencionados.

Desde esos instantes sabíamos que nuestro primer gran reto era superar problemas que habitaban dentro, para endurecernos en el arte de sortear tambien las limitaciones de los demás, para no permitir que afectaran el correcto mapa de los sueños, hoy en día, este es un tema de estudio de la neurociencia.

Albert Camus, un extraordinario escritor argelino, cuenta que jugó al fútbol y escogió el puesto de arquero porque era desde donde menos se le gastaban los zapatos, pues no podía darse el lujo de correr tras el balón por toda la cancha, porque en la noche su abuela le revisaba las suelas y le daba una paliza si las encontraba gastadas.

Dice, además, “Soy un fanático iluminado del fútbol, para mí es un juego que genera una pasión que nunca envejece, lo que aprendí acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo a esta práctica”.

Antes era un lujo tener un balón y el que lo poseía tenía un puesto fijo en la titular del equipo sin riesgo de ser reemplazado, no fuera que con su salida se llevara el implemento de juego y finalizara el partido.

La calle se volvía un estadio, los carros eran rivales a eludir, pienso que de allí nace la gran técnica del jugador colombiano pues se condicionaba a tocar la pelota con mucho cuidado para no quebrar un vidrio, ni tener que ir por ella calle abajo o preparase para subir a un techo a buscarla. En esas circunstancias se crea nuestro gran complejo y temor a patear al arco de media y larga distancia, que después es alimentado por los chiflidos del público cuando el primer remate no sale bien, todo esto nace con la gran virtud de la ductilidad, la muy buena relación con la pelota y el gran manejo del espacio reducido.

El fútbol en esa época era tratado con gran desprecio y el futbolista vivía como un paria social sin ingreso a la selecta sociedad. Inclusive siendo un jugador profesional era menospreciado, desafortunadamente los mismos futbolistas acrecentaban ese concepto con sus actuaciones fuera del terreno de juego, donde no sabían interpretar debidamente su desempeño, fueron siempre tratados como ciudadanos de segunda y es claro que “el que no es un buen ejemplo es una buena advertencia”.

Los jugadores profesionales salían generalmente de la pobreza, pero regresaban rápidamente a ella, porque su resentimiento lo desahogaban adquiriendo desaforadamente lo que nunca habían tenido, las gruesas cadenas de oro, pulseras, anillos, acompañadas de actuaciones excéntricas, eran una mera degeneración de la vanidad común, algo un poco demoníaco que los hacía apelar a recursos extremos de rebeldía, donde lo que menos importaba era el éxito...

Era una triste elección que muchos de ellos tomaban de manera inconsciente para dar una bofetada a la sociedad que los marginaba, a los vecinos que les decomisaban la pelota o se la rompían y les echaban a la policía, esos mismos que posteriormente, cuando se convertían en jugadores famosos, hablaban del muchacho casi como un hijo al que se le ayudó y hoy es el orgullo del barrio, lo que les generaba más resentimiento.

Los jóvenes de la época tenían un gran objetivo, pero muchos factores en contra para lograrlo. Sin embargo, el descubrimiento de que lo que más amas crece y se convierte en tu realidad era un sentimiento que, como un motor, los incentivaba a seguir sin parar por sus sueños.

Las altas montañas no son para turistas sino para escaladores, los mejores siempre han sido los que hacen las cosas en las circunstancias más difíciles, los que son movidos por el coraje.

Regularmente, la gente se permitía referirse a los jugadores (desde los insultos) con comentarios como:

• -“Estos jóvenes son unos méndigos de afecto, por eso juegan a la pelota todo el día e inventan el amor y la diversión que les hace falta”-.

• -“Se enfrentan al poder que de manera Sui Géneris, el balón los invita a una lucha por la subsistencia”-.

• “Rebeldes que con una pelota en sus pies no solo expresan sus sentimientos, sino que irritan, exacerban hacen perder la paz a los poderosos. Usan sus ocurrencias, de naturaleza atrevida, desordenada, exuberante y aplastante para subvertir el orden”-.

Sin importar a qué edad se escuchaban esos comentarios ni cuántas veces se repetían, se encargaban de retar permanentemente a los jóvenes jugadores en épocas de rebeldía.

En su última obra Camus narra: “Jacques tardaba en crecer lo que le valía los graciosos apodos de ‘enano’, ‘culobajo’ situaciones que lo ponían en desventaja ante los demás. Pero no le importaba y corriendo con la pelota entre sus pies, para esquivar árboles y adversarios se sentía el rey del patio y de la vida, los partidos al descanso de clases eran momentos mágicos, sublimes. Hasta cuando un redoble de tambor marcaba el final del recreo y el comienzo del estudio, en una frenada brusca caía literalmente del cielo al cemento, jadeando, sudando, furioso por la brevedad de las horas y recobrando poco a poco la conciencia de la situación. Se precipitaba a la fila con sus compañeros, mientras se secaba con las mangas el sudor de la cara”.

En esa misma obra, Camus hace una referencia patética y emocionante de los complejos que sufren los futbolistas: la pobreza, la incomprensión y el escozor de los poderosos que no entienden que la desdicha puede ser alegre y brinda oportunidades así el juego sea teñido, a veces, de miseria.

Es hermoso saber que, en esa lucha fratricida, el fútbol le gana hombres al vicio, a la droga y los convierte en ejemplos para la sociedad y puntos de referencia para los niños, por lo menos así ocurre en muchos territorios de nuestro país, con algunos atrevidos que logran llegar a sus metas.

Aquí, cada hombre regresa a la esquina, ese punto de definición en donde el niño y el joven toman sus primeras decisiones para redescubrir el sitio donde nacieron sus sueños.

Los futbolistas profesionales de ese momento, nunca asumieron el papel que les correspondía de privilegiados, ni se valoraron en su justa medida, jamás creyeron ser los héroes que representaban para la mayoría de seguidores, por eso los niños y jóvenes aspirantes no tenían puntos de referencia claros, ni buenos modelos en su comportamiento, de allí que los padres los arrinconaban con frases como: -“póngase a hacer algo útil, no pierda el tiempo con esa pelota”- que eran sanciones pertinentes y fulminantes para los sueños de los futuros jugadores. Pero, afortunadamente en algunos casos fue un acicate que acrecentó el amor por la actividad.

Hoy en día, estos deportistas de élite han alcanzado un espacio en lo alto de la sociedad, un lugar en el Olimpo de los dioses del deporte, los padres ya invitan a sus hijos a que emprendan el fútbol como una carrera, que no solo les brinde prosperidad, sino también formación.

Todas las cosas grandiosas de la vida se inician siempre como un sueño, es durante esos instantes cuando toman forma y se visualizan grandes objetivos, que en apariencia son difíciles de materializar. Alcanzar las metas depende únicamente de la capacidad de creer en lo soñado e ir a la acción por un periodo suficiente para que se materialice, esa tenacidad hace que sean pocos los elegidos, los que presentan la capacidad de perseverar.

La llegada al primer equipo organizado produce, generalmente, una rara mezcla entre la ilusión de llegar a ser y el temor al desencanto por ser rechazado.

Se sienten mariposas en el estómago, es como la declaración ante el primer amor, es un sentimiento tan parecido que con el tiempo muchas mujeres han terminado compitiendo con el fútbol por absorbente, a través del televisor, en los estadios, en las calles, se les cuela por todas partes y hace que los maridos cambien de centro de atención, lo que es letal en algunas ocasiones para el fútbol y en el peor de los casos para el amor.

Generalmente la noche anterior a la presentación que define tu destino, donde ocurre el gran reto de ganarte un espacio, percibes un aire espeso y hasta un olor nauseabundo en el ambiente, te brotan sonrisas de miedo, es el reto que está cerca, sudan las manos, se mueve el estómago, se corta la voz, son avisos claros de que acecha el peligro, el sueño está acompañado por unos intrusos molestos, el nerviosismo, el insomnio, la ansiedad como compañera y los consejos de los hermanos mayores o el papá que no hacen más que acrecentar el compromiso con ellos, más que con uno mismo y por consiguiente el estrés que nunca es un buen compañero y menos para jugar a ganar.

Uno de estos personajes, es generalmente el motor que impulsa el gran paso hacia el riesgo, pues la realización a través de ese pequeño será un sueño frustrado que se arrastraba de tiempo atrás y que el cumplimiento de este sería un alivio para sus propias vidas.

Proyectan viejos sueños vencidos por el tiempo y pretenden renovarlos convirtiendo a sus hijos en sostenes de sus ideales.

En mi primera vez, me encontré una gran cantidad de aspirantes como yo, con los mismos sueños, en condiciones casi similares, buscando más que una oportunidad para el fútbol, una para la vida que es más costosa.

Todos llegábamos estrenando el mejor caminado y los mejores guayos así fueran prestados, la camiseta y la pantaloneta con el mejor quiebre del planchado, la sociedad de la imagen te obliga a generar una primera gran impresión.

Posteriormente, llegaría el susto de enfrentar al técnico, era el momento de echarse la bendición que te asegurará el respaldo del todopoderoso que todo lo puede, el equipaje de consejos porque nada se puede olvidar y la taquicardia ante el pitazo inicial.

Para los pobres desesperanzados, para los que su único juguete fue una pelota hecha en casa, comprada o lograda con ingenio, esta se convierte en una varita mágica en la que se puede creer, quizás ella se convierta en una fuente de alimento o te convierta en héroe, no solo de tu familia.

La miseria siempre nos preparó para la gloria o la muerte; para el fútbol o para el delito, no había escapatoria posible, el joven estaba obligado a utilizar en arma su desventaja y debía contra todo aprender a gambetear las normas, a los enemigos, al orden existente, con su talento y con esa hacha libertaria que es la pelota.

Aprender a abrirse paso, a sacarse de encima los problemas, con un quiebre de cintura, a ser diferente, a construir tus propios sueños, en sociedades donde las oportunidades son hechos extraordinarios, poco comunes, que hay que labrar a punta de valentía y osadía.

El bullicio desesperante de la orfandad urbana, la agonía angustiosa de la necesidad, ha formado una masa abobada, lela en torno a sus ídolos, ha hecho de este un país fraccionado, en el que el exitismo imperante nos ha conducido a la fuerza a apelar a recursos extremos para surgir: los reinados de belleza, la música, el fútbol, el ciclismo y algunos deportes de donde salen ídolos más por generación espontánea que por planificación y método, son las pocas oportunidades de ascenso social al poder, que unidos al narcotráfico y a las armas, Dios nos libre, han sido las vías de acceso al mundo de los privilegios.

Cuando empieza el partido que definirá tu destino, se desarrollan cantidades de situaciones en el afán por querer convencer, nadie que no lo haya vivido se imagina todo lo que pasa por el pensamiento de un chico que lucha por su vida, por su sustento y el de su familia; dice una vieja historia árabe que los mejores tiradores con el arco eran un cien por ciento precisos cuando tiraban por recrearse, un 80% cuando lo hacían entrenando para una competencia importante y hasta un 50% cuando la tensión de la competencia los obligaba a conseguir el triunfo.

Pienso que en el fútbol triunfan más fácilmente los que juegan a recrearse, que los que lo sufren...

...el juego a empezado, la lucha por la subsistencia depende de un partido, de una buena tarde, como dice Huizinga, la lúdica da ventajas.

Al finalizar los 90 minutos desafiante, después de darlo todo, lo primero que hacía era mirar hacia mis mentores en búsqueda de una mirada o un gesto de aprobación o de reproche de acuerdo al criterio que este tuviera de mi actuación, este acto me recuerda la historia de un cuadro de Goya. El desarrapado más destacado es uno de los que van a fusilar en el cuadro “los fusilamientos de la Moncloa” la camisa está hecha jirones, no le cabe el pecho por su ímpetu vital en ella, es esa camisa, ese trapo blanco muy poca cosa para un pecho orgulloso.

No se necesita ser un experto en pintura y mucho menos en Goya, basta mirar una vez la pintura aún en un libro, para guardarla en la memoria.

Es la condensación de la espontaneidad e inmediatez que llevamos dentro los desarraigados ávidos de una oportunidad para dejar el alma, haz puesto tu destino en tus piernas y el juego de la definición acabó.

La hora ha llegado después de una larga espera para escuchar el concepto que más vale en el momento, el del entrenador:

- ¿SERÁ QUE EL NIÑO TUVO TIEMPO DE DISFRUTAR DEL JUEGO? -

Cuando no era elegido comenzaba un periodo en el que callaría largamente mi amargura y desencanto, el viaje de retorno a casa era el más largo y tortuoso, el lenguaje de las palabras era reemplazado por el silencio que me repetirá constantemente: ¿Qué pasó?

Una lucha interna comenzaba, mi propio juego, en mi mente, donde solo yo era el culpable.

Respuesta que hallarás generalmente en el orgullo de padre, “el técnico es un rosquero, injusto” o la bifurcación del camino, una en el ánimo por la búsqueda de otra oportunidad o el otro la frustración que lo alejará del fútbol activo y lo llevará posteriormente a los estadios a desahogarla desde una tribuna con los que si llegaron a sus sueños.

Se presentaba otra historia cuando era elegido, comenzaría un periodo de ensoñación, el don de volar será el principal argumento de todos sus pensamientos, el estadio lleno y la multitud coreando mi nombre en forma ruidosa ante goles magistrales que por ahora solo existían en mi memoria.

Con la inscripción en algún torneo organizado y la entrega del primer uniforme se completará la aceitada que va a mover constantemente las ansias de llegar a ser un jugador profesional y sacar a ‘la cucha’ a otro barrio, como llaman a la madre, motor de superación de tantas necesidades.

El destacarse en un equipo organizado te da la posibilidad de continuar ascendiendo cuando tu juego te plantea una vez más dos caminos, uno es el llamado a las inferiores de un equipo profesional, dos integrar la selección de tu departamento, como ven la vida está hecha de decisiones permanentes, que determinarán tu futuro.

Las inferiores de un equipo profesional casi siempre le hacen más difícil y largo su ascenso al profesional, pues el muchacho se ve casi obligado a recorrer paso a paso todas las categorías, no por principios para seguir un proceso, sino como fichas para llenar de trofeos la vitrina del club y el buen nombre del técnico de divisiones menores, en el sostenimiento de su trabajo, error grave para el progreso del jugador y para el objetivo final que debe ser el de formar talentos para el equipo élite.

El éxito de un entrenador de divisiones menores debe ser el de preparar al joven aspirante en el aspecto sicológico para hacer de él una persona estructurada, que cuando la vida le plantee la gran frustración si no llega al profesional, tenga la capacidad de ser un hombre de éxito para la sociedad en otro campo y si el camino es el del fútbol, que nos permita tener un ídolo educado.

La preparación psicológica, como guía de formación, requiere de entrenadores preparados, maestros que ayuden al pequeño no solo a llegar al profesional sino a abordar la vida como un campeón, con la claridad de cuáles son los valores del éxito del deporte que son aplicables a cualquier ámbito de la vida. Para lograr grandeza hay que invertir y sacrificar en grande. También debe prepararlo en la parte física un aspecto muy delicado en el cual el entrenador debe ser un profesional idóneo para manejar los procesos de deportistas en formación.

El gran problema que tiene la organización de nuestro fútbol es la falta de una verdadera estructura en divisiones menores con una visión clara, realista, posible, con unos objetivos a corto, mediano y largo plazo, por encima de cualquier circunstancia y un compromiso con el mejoramiento personal que debe ser el motor que mueva corazones y sentimientos, que creen hombres nuevos, impermeables a los factores externos que atenten contra su formación y su esencia, con una educación que les saque su mejor versión.

El fútbol del futuro necesitará de deportistas capacitados en el reto más grande del nivel de desarrollo, su formación, porque sus desafíos pasarán por el desarrollo mental, su capacidad para tomar decisiones correctas, su gestión del estrés, del miedo al compromiso y al reto, la buena gestión de la presión que sobre él ejerce el alto rendimiento y todos los que se mueven a través de este exigente juego, más que por su capacidad motriz o su talento.

Inculcarles la parte académica será otra opción que le permitirá no apostarle a una sola posibilidad y tener una mayor capacidad de discernimiento ante los obstáculos e interrogantes que le planteará la vida y el fútbol.

Estas circunstancias serán fundamentales para no lamentarnos con el comportamiento de nuestros ídolos en el futuro y nos garantizará que el surgimiento de nuestras figuras no será por generación espontánea, sino con un proceso serio y planificado.

Sin estos aspectos, la maduración no es ideal para llegar al profesionalismo a manejar los impostores que te plantearan duros retos: la tensión, la fama, el dinero, los amigos de ocasión y los compromisos que trae el fútbol, cuando ingresen en su rol de ídolos, uno de los papeles más difíciles de interpretar en la vida.

También está el jugador que es llamado a integrar la selección de su departamento, este vive un proceso diferente, su ritmo para llegar puede ser un poco más rápido, ya que tiene la fortuna de mostrarse ante el público, salir de viaje a enfrentar otros departamentos, de estar en un hotel, de salir en la prensa, ser mencionado en la radio, visto en la televisión y ser mirado como un ídolo en su barrio. Además, de la posibilidad de ser contratado por cualquiera de los equipos profesionales, un menú más amplio, es el ingreso a un curso de profesional a menor escala.

O sea, la antesala al gran escenario, sus juegos serán casi un simulacro de los que vivirán posteriormente.

Seguirán necesitando formación en la parte personal, requerirán de una preparación integral, que les haya permitido madurar lo suficiente para enfrentar el fútbol con todos sus retos y adquirir los argumentos suficientes para triunfar y sostenerse tallados de un carácter sólido.

Qué importante es enseñar desde edades tempranas a superar el paradigma de la mentira que dice que el éxito está en ganar y no perder, por eso empiezan a ver la vida y los retos como una competencia con los demás, no como un crecimiento interior, nos enseñan a mirar lo urgente antes que lo importante.

Los entrenadores que dirigen a los aspirantes a jugadores profesionales, más que técnicos, entrenadores, manejadores de tácticas y estrategias deben ser unos preparadores, formadores, educadores de hombres y deportistas.

Aceptarse es darse valor, la conciencia de que nadie es mejor de lo que es como persona es una verdad que hay que tatuar en sus valores morales.

No deben descuidar el aspecto personal para la vida ni el de fundamentación técnica para el fútbol, sus principales roles pasarán por potenciar la inteligencia individual, pero al servicio de una inteligencia colectiva.

La capacitación de los entrenadores y los pobres salarios que reciben, generan un dilema, que en ocasiones no permite pensar en la dirección de jóvenes como una carrera apasionante, porque requiere mucha preparación, pero con muy poca remuneración.

En cuanto al jugador, ya no desea hacer procesos, quieren salir del potrero al Santiago Bernabeu, estadio del Real Madrid; la televisión y los empresarios les han ampliado de forma brutal sus sueños y el coctel que les ofrece la vida lo hace de difícil digestión para los que no llegan preparados.

A los niños les encanta el dulce sueño de atrapar estrellas con las manos, aunque la llegada al primer nivel se haya vuelto un viaje del placer al deber.

Ya el chico no juega por el placer del disfrute propio, como en la época en que el eje del juego era la lúdica, el deseo de libertad, ahora se preparan para agradar al empresario, para ser contratados y ganar dinero, ya a los jóvenes no les interesa jugar en la selección de su departamento, ni seguir un proceso en divisiones menores, a los jugadores juveniles los ponen a debutar en primera por obligación y lo que es peor a veces por moda.

Estos prospectos son, en su gran mayoría, extraídos de hogares humildes, que carecieron de muchas cosas materiales y de educación en su infancia, por eso llegan a abofetear a esa sociedad que los marginó, se vuelven excéntricos, compran las cadenas más gruesas de oro, un reloj que haga juego con ella, unos tenis bien costosos, el equipo de sonido que mejor y más duro suene y todos los discos de salsa que haya en el mercado, habrán superado la miseria y equivocan el camino pensando en enrostrarle a la sociedad el marginamiento y la discriminación que les hicieron sentir por su pobreza y lo pagarán soportando su altivez y su ascenso social.

En la última época de bonanza el jugador de fútbol ha ido mejorando su mentalidad, en cuanto a la inversión de su dinero y ya piensa primero en comprarse un apartamento antes que un carro y como se han convertido en una marca publicitaria, tienen un staff de personas que le ayudan a resolver el juego fuera de la cancha.

Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.

₺199,38
Yaş sınırı:
0+
Hacim:
172 s. 37 illüstrasyon
ISBN:
9789587579406
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre