Kitabı oku: «Infierno - Divina comedia de Dante Alighieri», sayfa 8
«Te conviene seguir otro viaje», respondió al ver mi llanto, «si pretendes salir con vida de esta áspera selva».
«Otro viaje», es decir, el camino para alcanzar lo que deseas es otro. La intención es buena, la meta es justa, pero el camino es erróneo. Dante pensaba que podía apañárselas solo y solucionarlo rápido, pero resulta que no funciona así. La vida no conoce atajos. En la vida hay que tener la valentía de hacer todo el recorrido, todo el viaje necesario para conocer el mal y el bien del mundo, un viaje hasta la hondura de nosotros mismos. Virgilio lo anuncia a partir del verso 112: tendrás que mirar a la cara todo tu mal, es decir, atravesar el infierno; tendrás que ir escalón a escalón, venciendo a este mal, perdonándolo, perdonándote a ti mismo y perdonando a los hombres, haciendo el camino del purgatorio; y, entonces, tendrás acceso a la vida buena, al paraíso. Pero hay que hacer todo el recorrido.
Ante esto, Dante responde (vv. 130-136): si hace falta recorrer todo camino, si el verdadero viaje es el que tú dices, estoy listo para seguirte.
El verso que cierra el primer canto, «Echó a andar y yo seguí tras él» (v. 136), revela de forma lapidaria la ley de la Comedia y de la vida: solos no podemos crecer. Todo empieza al aceptar un maestro. En cierto sentido, cada uno podría definirse respondiendo a la pregunta: «¿Pero tú a quién sigues?». Porque en la vida no se crece de forma espontánea; en la vida se crece siguiendo. Todos seguimos a algo, ya sea a una persona, a la familia, a la sociedad o la moda. Es inevitable, seamos conscientes o no, nos guste o no. Crecer mirando, imitando y obedeciendo es propio del dinamismo humano. Darse cuenta de ello y elegir conscientemente a los maestros y a los amigos es la gran virtud de la vida. Acabamos siendo lo que seguimos, es decir, lo que amamos y lo que estimamos, por lo que elegir a quién seguir es la clave de la vida.
Y aquí empieza el viaje de Dante en el más allá y nuestro camino con él para descubrir la verdad del más allá.
1 Dante Alighieri, Comedia (prólogo, comentarios y traducción de José María Micó), Acantilado, Barcelona, 2018, p. 53.
2 Papa Francisco, Retiro espiritual con ocasión del jubileo de los sacerdotes. Segunda meditación, Basílica de Santa María la Mayor, 2 de junio de 2016.
3 Cesare Pavese, El oficio de vivir, Seix Barral, Barcelona, 1992, p. 310.
4 «Cuando a la Iglesia ni se la considera ya, ni se oponen siquiera a ella, y los hombres han olvidado a todos los dioses excepto la Usura, la Lujuria y el Poder», Thomas Stearns Eliot, «Coros de la “Roca” VII», en Thomas Stearns Eliot, Poesías Reunidas 1909/1962, Alianza, Madrid, 1978, p. 181.
5 Franz Kafka, Confessioni e diari, Mondadori, Milán, 1972, p. 716; traducción nuestra.
6 Reinhold Niebuhr, Il destino e la storia, BUR, Milán, 1999, p. 66; traducción nuestra.
Nel mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura, ché la diritta via era smarrita. | A la mitad del camino de nuestra vida1 me encontré en una selva oscura, porque había perdido la buena senda. |
Ahi quanto a dir qual era è cosa dura esta selva selvaggia e aspra e forte che nel pensier rinova la paura! | Y ¡qué penoso es decir cómo era aquella selva tupida, áspera y salvaje, cuyo recuerdo renueva el pavor! |
Tant’ è amara che poco è più morte; ma per trattar del ben ch’i’ vi trovai, dirò de l’altre cose ch’i’ v’ho scorte. | Pavor tan amargo, que dista poco de la muerte; mas, para tratar del bien que encontré en ella, contaré otras cosas de las que en ella vi. |
Io non so ben ridir com’ i’ v’intrai, tant’ era pien di sonno a quel punto che la verace via abbandonai. | No sabría explicar ahora cómo entré. De tal modo me dominaba el sueño cuando abandoné el buen camino. |
Ma poi ch’i’ fui al piè d’un colle giunto, là dove terminava quella valle che m’avea di paura il cor compunto,guardai in alto e vidi le sue spalle vestite già de’ raggi del pianeta che mena dritto altrui per ogne calle. | Pero a poco de llegar al pie de una colina donde terminaba aquel valle que así me había llenado de espanto el corazón, miré a lo alto y vi la cumbre, aureolada ya por los rayos del planeta2 que es guía fiel por todos los senderos. |
Allor fu la paura un poco queta, che nel lago del cor m’era durata la notte ch’i’ passai con tanta pieta. | Entonces se calmó un poco el miedo que había agitado el lago de mi corazón durante aquella noche tan penosa. |
E come quei che con lena affannata, uscito fuor del pelago a la riva, si volge a l’acqua perigliosa e guata,così l’animo mio, ch’ancor fuggiva, si volse a retro a rimirar lo passo che non lasciò già mai persona viva. | Y lo mismo que aquel que ha logrado salir, tras afanosa lucha, del piélago a la orilla, se vuelve a mirar el agua llena de peligros, así mi espíritu, fugitivo aún, se volvió hacia atrás y contempló el paraje del que nadie salió vivo nunca. |
Poi ch’èi posato un poco il corpo lasso, ripresi via per la piaggia diserta, sì che ’l piè fermo sempre era ’l più basso. | Cuando di algún reposo a mi cuerpo fatigado, continué mi camino por la desierta playa, donde el pie firme se hundía. |
Ed ecco, quasi al cominciar de l’erta, una lonza leggera e presta molto, che di pel macolato era coverta;e non mi si partia dinanzi al volto, anzi ’mpediva tanto il mio cammino, ch’i’ fui per ritornar più volte vòlto. | De pronto, casi al empezar la salida, una agilísima y veloz pantera,3 cubierta de pintada piel, se me puso delante, impidiéndome avanzar, de tal modo que muchas veces hui para volver otras tantas. |
Temp’ era dal principio del mattino, e ’l sol montava ’n sù con quelle stelle ch’eran con lui quando l’amor divinomosse di prima quelle cose belle; sì ch’a bene sperar m’era cagione di quella fiera a la gaetta pellel’ora del tempo e la dolce stagione; ma non sì che paura non mi desse la vista che m’apparve d’un leone. | Empezaba entonces a amanecer, y el sol se levantaba rodeado de las mismas estrellas que le acompañaron cuando el amor divino creó tan bellas cosas, como invitándome a esperar, ante aquella fiera de piel manchada, la llegada del día y la dulce sazón; mas no sin que me diese pavor también un león que se apareció a mi vista.4 |
Questi parea che contra me venisse con la test’ alta e con rabbiosa fame, sì che parea che l’aere ne tremesse. | Este parecía venir contra mí, alta la cabeza, rugiendo de hambre, tal que pensé que el aire se estremecía. |
Ed una lupa, che di tutte brame sembiava carca ne la sua magrezza, e molte genti fé già viver grame,questa mi porse tanto di gravezza con la paura ch’uscia di sua vista, ch’io perdei la speranza de l’altezza. | Y una loba5 que en su delgadez parecía llena de todos los apetitos y había causado ya la desgracia de mucha gente, me dio tanta pesadumbre con el espanto que su vista provocaba, que perdí la esperanza de alcanzar la cima. |
E qual è quei che volontieri acquista, e giugne ’l tempo che perder lo face, che ’n tutti suoi pensier piange e s’attrista;tal mi fece la bestia sanza pace, che, venendomi ’ncontro, a poco a poco mi ripigneva là dove ’l sol tace. | Y como aquel que se enriquece con alegría, al llegar la hora de perderlo todo, llora y se entristece con toda el alma, así me hizo sentirme aquella bestia implacable, que, viniendo contra mí, poco a poco me empujaba hacia donde el sol no luce.6 |
Mentre ch’i’ rovinava in basso loco, dinanzi a li occhi mi si fu offerto chi per lungo silenzio parea fioco. | Mientras me deslizaba hacia el fondo oscuro, se me ofreció a los ojos alguien7 que, por el largo silencio que guardaba, parecía sin voz. |
Quando vidi costui nel gran diserto, «Miserere di me», gridai a lui, «qual che tu sii, od ombra od omo certo!». | Cuando lo vi en el vasto desierto, le grité: «¡Ten piedad de mí, quienquiera que seas, hombre o sombra!». |
Rispuosemi: «Non omo, omo già fui, e li parenti miei furon lombardi, mantoani per patrïa ambedui. | Me respondió: «No soy hombre. Lo fui. Mis padres fueron lombardos, mantuanos los dos de nacimiento. |
Nacqui sub Iulio, ancor che fosse tardi, e vissi a Roma sotto ’l buono Augusto nel tempo de li dèi falsi e bugiardi. | Nací bajo Julio,8 aunque tarde, y viví en Roma bajo el buen Augusto, en el tiempo de los dioses falsos y engañosos. |
Poeta fui, e cantai di quel giusto figliuol d’Anchise che venne di Troia, poi che ’l superbo Ilïón fu combusto. | Fui poeta y canté a aquel justo, hijo de Anquises,9 que vino de Troya después de que ardió la soberbia Ilión. |
Ma tu perché ritorni a tanta noia? perché non sali il dilettoso monte ch’è principio e cagion di tutta gioia?». | Pero tú, ¿por qué vuelves a tanta pena? ¿Por qué no subes al deleitoso monte que es causa y principio de toda alegría?». |
«Or se’ tu quel Virgilio e quella fonte che spandi di parlar sì largo fiume?», rispuos’ io lui con vergognosa fronte. | «Entonces, ¿eres tú aquel Virgilio, aquella fuente de la que nace tan caudaloso río de elocuencia? —le respondí con rubor en la frente. |
«O de li altri poeti onore e lume, vagliami ’l lungo studio e ’l grande amore che m’ha fatto cercar lo tuo volume. | ¡Oh, tú, honra y luz de los poetas! ¡Válganme el largo estudio y el profundo amor que me hicieron disfrutar de tu obra! |
Tu se’ lo mio maestro e ’l mio autore, tu se’ solo colui da cu’ io tolsi lo bello stilo che m’ha fatto onore. | Tú eres mi maestro y mi autor; de ti solo aprendí el bello estilo que me ha dado gloria. |
Vedi la bestia per cu’ io mi volsi; aiutami da lei, famoso saggio, ch’ella mi fa tremar le vene e i polsi». | Mira la bestia que me ha obligado a huir. ¡Ayúdame contra ella, sabio glorioso, porque ella me hace palpitar las venas y el pulso!». |
«A te convien tenere altro vïaggio», rispuose, poi che lagrimar mi vide, «se vuo’ campar d’esto loco selvaggio;ché questa bestia, per la qual tu gride, non lascia altrui passar per la sua via, ma tanto lo ’mpedisce che l’uccide;e ha natura sì malvagia e ria, che mai non empie la bramosa voglia, e dopo ’l pasto ha più fame che pria. | «Te conviene seguir otro camino si quieres huir de este lugar salvaje —replicó al verme llorar—. La bestia de la cual te quejas no permite a nadie pasar por su camino, y para impedirlo lo mata. Tiene una naturaleza tan malvada y ruin, que nunca satisface su hambre voraz y siente más apetito después de comer que antes. |
Molti son li animali a cui s’ammoglia, e più saranno ancora, infin che ’l veltro verrà, che la farà morir con doglia. | Muchos son los animales con los que se une, y serán más todavía, hasta que venga el mastín que le dé dolorosa muerte. |
Questi non ciberà terra né peltro, ma sapïenza, amore e virtute, e sua nazion sarà tra feltro e feltro. | Él no se alimentará ni de bienes de la tierra ni de metales, sino de sabiduría, amor y virtud, y su patria estará en la pobreza.10 |
Di quella umile Italia fia salute per cui morì la vergine Cammilla, Eurialo e Turno e Niso di ferute. | Será salud de aquella Italia humilde por la que murió la virgen Camila,11 y heridos Eurialo, Turno y Niso.12 |
Questi la caccerà per ogne villa, fin che l’avrà rimessa ne lo ’nferno, là onde ’nvidia prima dipartilla. | Echará a la bestia de un lugar a otro hasta que la arroje al infierno, de donde la sacó la envidia. |
Ond’ io per lo tuo me’ penso e discerno che tu mi segui, e io sarò tua guida, e trarrotti di qui per loco etterno;ove udirai le disperate strida, vedrai li antichi spiriti dolenti, ch’a la seconda morte ciascun grida;e vederai color che son contenti nel foco, perché speran di venire quando che sia a le beate genti. | Por eso he pensado y decidido, por tu bien, que me sigas. Seré tu guía y te llevaré desde aquí al lugar eterno donde oirás gritos de desesperación, verás a los antiguos espíritus dolientes llorando su segunda muerte cada uno, y verás a los que están contentos entre las llamas porque esperan llegar, cuando sea, a reunirse con las almas venturosas. |
A le quai poi se tu vorrai salire, anima fia a ciò più di me degna: con lei ti lascerò nel mio partire;ché quello imperador che là sù regna, perch’ i’ fu’ ribellante a la sua legge, non vuol che ’n sua città per me si vegna. | Si tú quieres ir después hasta ellas, alma encontrarás que te guíe,13 más digna que yo, y con ella te dejaré al partirme, pues el emperador que reina en lo alto, por haber sido yo rebelde a su ley, no quiere que a su ciudad se llegue por mí. |
In tutte parti impera e quivi regge; quivi è la sua città e l’alto seggio: oh felice colui cu’ ivi elegge!». | En todas partes impera y desde allí rige. Allí están su ciudad y su excelso trono. ¡Feliz aquel a quien llama!». |
E io a lui: «Poeta, io ti richeggio per quello Dio che tu non conoscesti, acciò ch’io fugga questo male e peggio,che tu mi meni là dov’or dicesti, sì ch’io veggia la porta di san Pietro e color cui tu fai cotanto mesti». | Yo le dije: «Poeta, te suplico por aquel Dios que tú no conociste, que pueda huir de este mal y de otros peores; que me conduzcas donde has dicho y vea yo la puerta de San Pedro14 y a aquellos que están tan afligidos». |
Allor si mosse, e io li tenni dietro. | Echó a andar y yo seguí tras él. |
1 A los treinta y cinco años. Como Dante había nacido en 1265, nos hallamos en el 1300.
2 El Sol, considerado como un planeta en tiempos de Dante.
3 Simboliza la lujuria, como antes el sueño era la somnolencia del vicio; la colina sobre la que brilla el sol es la virtud, y el paraje del que nadie sale vivo, el pecado mortal.
4 Este león es la soberbia.
5 La avaricia.
6 Es decir, otra vez hacia la selva oscura.
7 Virgilio.
8 Julio César.
9 Eneas.
10 «Tra feltro e feltro» es pasaje oscurísimo. La interpretación más aceptada es «in fasce de feltro», esto es, pobre.
11 Guerrera, hija de Metabo, rey de los volscos.
12 Eurialo y Niso, troyanos, Turno, hijo de Datino, rey de los rútulos.
13 Beatriz.
14 La del purgatorio.
CANTO II
Antes que yo no hubo cosa creada, sino lo eterno, y yo permaneceré eternamente. Vosotros, los que entráis, dejad aquí toda esperanza. (III, vv. 7-9)
Dante se asusta ante la empresa que le propone Virgilio y se dice indigno de ella (vv. 1-42). Entonces, Virgilio le explica que la Virgen desea que haga este viaje, que le ha visto en dificultad y ha mandado a santa Lucía a avisar a Beatriz, que, a su vez, ha bajado al limbo para pedirle a Virgilio que vaya a ayudarle a la selva (vv. 43-126). En ese momento, Dante recupera la valentía y decide comenzar de nuevo (vv. 127-142).
El primer canto concluye con la partida de Dante y de Virgilio. Pero, sorprendentemente, el segundo termina de la misma manera (vv. 139-142).
«Vamos pues. Una misma voluntad nos une. Guía tú, señor y maestro». Así le dije; y cuando echó a andar, entré por el difícil y áspero camino.
¿Pero no habían salido ya? ¿Cómo es que ahora, en el segundo canto, siguen en el mismo punto? ¿Qué ha pasado entre el final del primer canto y el final del segundo? Algo fundamental. Veamos cómo lo cuenta Dante (vv. 1-6).
Declinaba el día, y el aire oscurecido libraba de sus fatigas a los vivientes de la tierra. Solo yo me disponía a sostener la lucha del cuerpo y del alma, que narrara con toda fidelidad la mente.
Empezamos con esas palabras que están en el corazón de este fragmento: «Solo yo». Es decir, «yo, solo yo, justamente yo». Siempre me han llamado mucho la atención estas palabras, porque el sentimiento que transmiten es de una responsabilidad enorme. Es como si Dante dijera: «Frente a la decisión de tomarme en serio la propuesta de Virgilio, experimenté de repente un instante de soledad total, es decir, fui consciente de que me toca responder a mí, justamente a mí, solo a mí».
Todos tenemos al menos un momento en la vida en el que nos damos cuenta de que ha llegado nuestra hora, de que hay algo en el mundo que depende de nosotros; aun siendo tan insignificantes, nuestro sí o nuestro no pueden contribuir a que el mundo entero dé un paso o no. Y en esta responsabilidad estamos solos, nadie nos puede sustituir, no podemos delegar en nadie.
Ante el sobresalto repentino que le sobreviene cuando se da cuenta de su responsabilidad, de que le toca a él, y solo a él, comprende que decir sí es aceptar una batalla; y le embarga el miedo, la cobardía, como a todos nosotros. Así que empieza a darle a Virgilio un montón de razones —como todos hacemos siempre para justificar nuestra cobardía— que son sensatas (vv. 10-30) para no continuar. Solo dos hombres —dice– han hecho un viaje similar, Eneas y san Pablo. El primero estaba destinado a originar Roma y el segundo era el apóstol de los gentiles, por lo que se comprende por qué dos personajes de tal calibre pudieron gozar de un privilegio así. Pero ¿quién soy yo para hacer el viaje que solo han hecho dos personalidades tan extraordinarias (vv. 31-33)?
Mas yo, ¿por qué iré? ¿Quién lo permite? Yo no soy ni Eneas ni Pablo. Ni yo ni nadie me cree digno de esto.
He ahí la falsa humildad: ¿quién soy yo para una empresa tan alta? No puedo, no soy digno de ella. Cuántas veces, igual de presuntuosos que Dante, cuando es realmente difícil tomar una decisión, cuando implica asumir un riesgo real, nos escondemos tras un «no, no soy capaz, no es para mí». Es cierto que puede surgir el miedo ante el atractivo que la vida ofrece, porque lo nuevo, lo desconocido, el «otro viaje» infunde cierto temor. Es más fácil pensar en otra cosa y divertirse. Porque divertirse —del latín di-vertere— quiere decir cambiar de dirección, desplazar la mirada, mirar a otro lado. Es lo contrario de convertirse, cum-vertere, que quiere decir concentrar, fijar la mirada en lo importante. Es más fácil divertirse que convertirse. Y la excusa que ponemos es: «No lo conseguiré jamás»; y acusamos a las circunstancias para no asumir esa responsabilidad. Sin embargo, es al revés; las circunstancias nos llaman a una responsabilidad, solicitan nuestra responsabilidad.
A menudo, hacemos pasar esa cobardía por humildad, pero son dos cosas muy distintas. La cobardía es, por así decirlo, la versión débil del orgullo luciferino, la que nos hace decir: «Conmigo no puede ni Dios. Soy débil, soy un pobre hombre, pero mi debilidad es más fuerte que la omnipotencia de Dios y, por lo tanto, en cierto sentido, es incluso más grande que Él». Esto no es ser humilde, es todo lo contrario.
El himno más bonito que conozco sobre la humildad dice más o menos esto: «En mí se han hecho cosas que nadie en el mundo sabría hacer, tan increíbles que la historia tendrá que hablar siempre de mí, no podrá olvidarse de mí». Probablemente no parece un razonamiento muy humilde. Y, en cambio, estoy parafraseando el Magnificat, el himno que la Virgen pronuncia ante su prima Isabel: «Proclama mi alma la grandeza del Señor […] desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1,47-49).
¡Esta es la virtud de la humildad! No es denigrarse o subestimarse; al contrario, es una estima sincera por lo que Dios hace en nosotros y a través de nosotros. Había un anciano párroco que citaba a menudo el pasaje en el que Sansón, desarmado ante los filisteos, mira a su alrededor, encuentra una mandíbula de asno y, armado con este hueso, le propina una paliza al ejército enemigo (cfr. Jue 15,14-16); y concluía: «Si Dios hizo milagros con una mandíbula de asno, ¿qué no hará con un asno entero como yo?». La verdadera humildad reside en preguntarse qué obras grandes puede hacer Dios a través de esta nada que somos. Lo de Dante, en cambio, es cobardía disfrazada de humildad.
Virgilio no se deja engañar y lo desenmascara inmediatamente: «Si he comprendido bien tus palabras […], tu alma ha sido atacada por la cobardía…» (vv. 43-45). Sin rodeos, eres un cobarde. Y para Dante, un hombre que distaba mucho de ser humilde, confesar públicamente su cobardía no debió ser fácil. Pero era un hombre leal y, si bien le escocía, no dudó en poner sobre el papel también su debilidad.
Para liberar definitivamente el corazón de Dante de la cobardía, Virgilio le cuenta cómo ha llegado hasta ahí: ha sido enviado por Beatriz, a la cual avisó santa Lucía, que, a su vez, había sido advertida nada menos que por la Virgen.
Me apremia destacar dos cuestiones de este largo relato. Por boca de Virgilio, Dante introduce por primera vez a Beatriz, con una expresión memorable: «Sus ojos brillaban más que los luceros» (vv. 55). Los ojos, la mirada, son el elemento que define a la persona. Como ya hemos observado, las palabras que más usa Dante en la Comedia son las que tienen que ver con el acto de mirar. Podríamos decir: «¿Quieres entender quién eres? ¡Mira! ¡Mira a tu alrededor, mira lo que tienes delante, mira hasta el fondo!». Nosotros somos los que miramos, el corazón se llena de la belleza de lo que nuestros ojos miran. Y, en efecto, la mirada de Beatriz es sorprendentemente luminosa. Decir que sus ojos brillan «más que los luceros» no es simplemente una metáfora habitual. Teniendo en cuenta el valor simbólico que para Dante tienen las estrellas, el objeto extremo del deseo humano, no es baladí el hecho de que las elija para hablar de Beatriz, como si nos dijera: «Fijaos, Beatriz viene del mundo de las estrellas, del mundo de la vida verdadera, y toda su persona es reflejo de su felicidad».
Un poco más adelante, Beatriz declara la razón por la que no dudó en dejar su lugar dichoso en el paraíso para bajar hasta el limbo a buscar a Virgilio: «Es el amor quien me mueve y me hace hablar» (vv. 72). Siempre me ha resultado llamativo que Beatriz no se quede dichosa en el paraíso gozando de Dios, pasando de todo lo demás. La realidad es justo lo contrario: precisamente porque está inmersa en la contemplación de Dios, Beatriz mira la vida en su verdad plena y se preocupa de que también los demás puedan llegar a gozar de ella. Y no «los demás» en abstracto, sino los que más le importan, aquellos a los que ha amado en vida.
Hay una reducción moralista del cristianismo que contrapone el amor por el Creador con el amor por las criaturas. En cambio, como sucede en toda historia de amor verdadero, cuanto más amo a una persona, más me vinculo al Misterio que la crea y me la regala; y cuanto más amo a esa persona, más cariño tengo a todos los demás, a todos los signos de Su presencia. De esta manera, Beatriz se declara sin medias tintas, «es el amor quien me mueve», es el amor por Dante el que me empuja a venir hasta aquí.
Un amor tan poderoso que le permite descender hasta el infierno, porque a quien goza de este amor el mal no le toca, como dice ella misma: «Ni una llama de este incendio me puede asaltar» (v. 93). Es extraordinaria la imagen de esta joven dejando su lugar en el paraíso para socorrer a Dante. ¿Qué clase de amor experimenta una mujer dispuesta a bajar hasta el infierno para salvar a su amado? ¿Qué clase de amor experimenta un profesor, un educador, que está dispuesto a compartir con sus alumnos sus dramas, su vida problemática, para acompañarlos hacia una existencia un poco más bonita, un poco más digna?
Al final del relato —que explica lo que hemos comentado en el canto I de que Virgilio es el modo con el que la gracia de Cristo alcanza a Dante—, el maestro mira al discípulo a los ojos y llega a una conclusión (vv. 121-126).
¿Qué ocurre, pues? ¿Por qué vacilas? ¿Por qué albergas tanta bajeza en tu corazón? ¿Por qué no te animan el valor y la lealtad, cuando tres benditas mujeres cuidan de ti en el cielo y mis palabras te prometen tanto bien?
«Vale. ¿Sigues atreviéndote a decirme que no eres digno? Ahora que sabes que todo el cielo se mueve por ti y te sostiene, ¿cómo puedes quedarte en tu debilidad, en tus límites?». Dante se arma de valor, y ambos se ponen en marcha. Ahora el viaje puede empezar de verdad.
Se trata, pues, de un canto entero dedicado solo a armarse de valor. Y todo para decirnos que no vale apelar al hecho de que no somos capaces, de que somos frágiles. No. Si el cielo se mueve por ti, quiere decir que eres digno de emprender obras grandes. Eres digno de la muerte de Cristo. Aunque fueras el único en el mundo, Jesús habría nacido, muerto y resucitado por ti. Dante lo aprende aquí. Y, si es así, ¿cómo podemos escudarnos en que no somos dignos, para no asumir nuestra responsabilidad? Desde que comprendí estas palabras, cada vez que salgo y miro las estrellas, pienso que el cielo se mueve por mí, está en continuo movimiento para venir a buscarme, para llamarme. ¡Y yo debo responderle!
Lo gioxrno se n’andava, e l’aere bruno toglieva li animai che sono in terra da le fatiche loro; e io sol uno | Declinaba el día, y el aire oscurecido libraba de sus fatigas a los vivientes de la tierra. Solo yo me disponía a sostener la lucha del cuerpo y del alma, que narrará con toda fidelidad la mente. |
m’apparecchiava a sostener la guerra sì del cammino e sì de la pietate, che ritrarrà la mente che non erra. | |
O muse, o alto ingegno, or m’aiutate; o mente che scrivesti ciò ch’io vidi, qui si parrà la tua nobilitate. | ¡Oh, musas! ¡Oh, alto ingenio! ¡Ayudadme! ¡Oh, mente que escribiste lo que vi! Aquí se advertirá tu nobleza. |
Io cominciai: «Poeta che mi guidi, guarda la mia virtù s’ell’ è possente, prima ch’a l’alto passo tu mi fidi. | Empecé diciendo: «Poeta que me guías: mira si mi aliento basta antes de que te aventures en tan ardua empresa. |
Tu dici che di Silvïo il parente, corruttibile ancora, ad immortale secolo andò, e fu sensibilmente. | Dices que el padre de Silvio,1 estando vivo aún, fue materialmente al reino inmortal. |
Però, se l’avversario d’ogne male cortese i fu, pensando l’alto effetto ch’uscir dovea di lui, e ’l chi e ’l qualenon pare indegno ad omo d’intelletto; ch’e’ fu de l’alma Roma e di suo impero ne l’empireo ciel per padre eletto:la quale e ’l quale, a voler dir lo vero, fu stabilita per lo loco santo u’ siede il successor del maggior Piero. | Pero, si el adversario de todos los males le hizo esa concesión, pensando en el alto efecto que debía producir, no parece cosa indigna de tan gran hombre que fue elegido en el cielo empíreo por padre de Roma y de su Imperio, en los cuales, a decir verdad, fue establecido el lugar santo, sede del sucesor de Pedro. |
Per quest’ andata onde li dai tu vanto, intese cose che furon cagione di sua vittoria e del papale ammanto. | En ese viaje que tú has cantado, oyó cosas que fueron principio de su victoria y del manto papal.2 |
Andovvi poi lo Vas d’elezïone, per recarne conforto a quella fede ch’è principio a la via di salvazione. | El vaso de elección3 estuvo después allí para reconfortar aquella fe por la que se entra en el camino de la salvación. |
Ma io, perché venirvi? o chi ’l concede? Io non Enëa, io non Paulo sono; me degno a ciò né io né altri ’l crede. | Mas yo, ¿por qué iré? ¿Quién lo permite? Yo no soy ni Eneas ni Pablo. Ni yo ni nadie me cree digno de esto. |
Per che, se del venire io m’abbandono, temo che la venuta non sia folle. Se’ savio; intendi me’ ch’i’ non ragiono». | Si me lanzo a tal viaje, temo que resulte una empresa loca. Tú eres un sabio: entiende lo que no acierto a decir». |
E qual è quei che disvuol ciò che volle e per novi pensier cangia proposta, sì che dal cominciar tutto si tolle,tal mi fec’ ïo ’n quella oscura costa, perché, pensando, consumai la ’mpresa che fu nel cominciar cotanto tosta. | Y como aquel que ya no quiere lo que antes quería y, movido por nuevos pensamientos, cambia de propósito, a tal punto que todo lo varía por completo, fui yo en aquella oscura playa, pues, pensándolo bien, abandoné la empresa que tan súbitamente había comenzado. |
«S’i’ ho ben la parola tua intesa», rispuose del magnanimo quell’ ombra, «l’anima tua è da viltade offesa;la qual molte fïate l’omo ingombra sì che d’onrata impresa lo rivolve, come falso veder bestia quand’ ombra. | «Si he comprendido bien tus palabras —respondió la sombra de aquel hombre magnánimo—, tu alma ha sido atacada por la cobardía, la cual pesa muy a menudo sobre el hombre, de tal modo que lo retrae de alguna empresa honrada, como las apariencias falsas asustan a las bestias. |
Da questa tema acciò che tu ti solve, dirotti perch’ io venni e quel ch’io ’ntesi nel primo punto che di te mi dolve. | Para librarte de ese temor, te diré por qué vine y lo que experimenté en el primer momento en que te compadecí. |
Io era tra color che son sospesi, e donna mi chiamò beata e bella, tal che di comandare io la richiesi. | Yo estaba entre los que viven sin pena ni gloria, cuando me llamó una mujer tan pura y tan bella,4 que la requerí a que me mandase. |
Lucevan li occhi suoi più che la stella; e cominciommi a dir soave e piana, con angelica voce, in sua favella: | Sus ojos brillaban más que los luceros y empezó a hablarme en su idioma con voz angelical, clara y suave:». |
“O anima cortese mantoana, di cui la fama ancor nel mondo dura, e durerà quanto ’l mondo lontana,l’amico mio, e non de la ventura, ne la diserta piaggia è impedito sì nel cammin, che vòlt’ è per paura;e temo che non sia già sì smarrito, ch’io mi sia tardi al soccorso levata, per quel ch’i’ ho di lui nel cielo udito. | —¡Oh, piadosísima alma mantuana, cuya fama dura todavía en el mundo y vivirá lo que el mundo viva! Mi amigo, y no de la ventura, está en la desierta playa con tantos obstáculos en su camino, que se ha vuelto atrás por miedo. Temo que esté ya tan extraviado, por lo que he oído decir de él en el cielo, que mi socorro llegue tarde. |
Or movi, e con la tua parola ornata e con ciò c’ha mestieri al suo campare, l’aiuta sì ch’i’ ne sia consolata. | Ve, y con tu elegante palabra y con lo que sea menester para su salvación, ayúdalo de manera que yo quede consolada. |
I’ son Beatrice che ti faccio andare, vegno del loco ove tornar disio; amor mi mosse, che mi fa parlare. | Soy Beatriz la que te manda que vayas; vengo del lugar adonde deseo volver y es el amor quien me mueve y me hace hablar.5 |
Quando sarò dinanzi al segnor mio, di te mi loderò sovente a lui”. Tacette allora, e poi comincia’ io: | Cuando esté delante de mi Señor, a menudo le hablaré bien de ti. Calló entonces, y después empecé yo: |
“O donna di virtù sola per cui l’umana spezie eccede ogne contento di quel ciel c’ha minor li cerchi sui,tanto m’aggrada il tuo comandamento, che l’ubidir, se già fosse, m’è tardi; più non t’è uo’ ch’aprirmi il tuo talento. | —¡Oh, mujer virtuosa, la única por la cual la especie humana supera a cuanto se contiene bajo la esfera menor del cielo! Tanto me place tu mandato, que me tardaría obedecerlo aunque ya lo hubiese cumplido. Basta con que me hayas dicho tu deseo. |
Ma dimmi la cagion che non ti guardi de lo scender qua giuso in questo centro de l’ampio loco ove tornar tu ardi”. | Pero dime la razón por la que no vacilaste en descender a este centro profundo desde aquel espacioso lugar donde anhelas volver. |
“Da che tu vuo’ saver cotanto a dentro, dirotti brievemente”, mi rispuose, “perch’ i’ non temo di venir qua entro. | —Ya que quieres calar tan hondo —me respondió—, te diré brevemente por qué no he temido bajar aquí. |
Temer si dee di sole quelle cose c’hanno potenza di fare altrui male; de l’altre no, ché non son paurose. | Se han de temer tan solo aquellas cosas que pueden dañar al prójimo; las demás no, pues no dan miedo. |
I’ son fatta da Dio, sua mercé, tale, che la vostra miseria non mi tange, né fiamma d’esto ’ncendio non m’assale. | Dios me ha hecho por su gracia tal, que no me alcanza vuestra miseria, ni una llama de este incendio me puede asaltar. |
Donna è gentil nel ciel che si compiange di questo ’mpedimento ov’ io ti mando, sì che duro giudicio là sù frange. | Una mujer excelsa hay en el cielo que se compadece de la situación en que está aquel a quien te envió, y ella mitiga allí todo juicio severo.6 |
Questa chiese Lucia in suo dimando e disse: – Or ha bisogno il tuo fedele di te, e io a te lo raccomando –. | Ella mandó llamar a Lucía7 y le dijo: «Tu fiel servidor te necesita, y yo te lo encomiendo». |
Lucia, nimica di ciascun crudele, si mosse, e venne al loco dov’ i’ era, che mi sedea con l’antica Rachele. | Lucía, enemiga de toda crueldad, fue donde yo estaba sentada, junto a la antigua Raquel.8 |
Disse: – Beatrice, loda di Dio vera, ché non soccorri quei che t’amò tanto, ch’uscì per te de la volgare schiera? | Exclamó: «Beatriz, alabanza de Dios verdadero, ¿por qué no socorres a quien tanto te amó, que se alejó por ti de la esfera vulgar? |
Non odi tu la pieta del suo pianto, non vedi tu la morte che ’l combatte su la fiumana ove ’l mar non ha vanto? –. | ¿No oyes la angustia de su llanto? ¿No ves la muerte contra la que está luchando sobre la laguna más impetuosa que el mar? |
Al mondo non fur mai persone ratte a far lor pro o a fuggir lor danno, com’ io, dopo cotai parole fatte,venni qua giù del mio beato scanno, fidandomi del tuo parlare onesto, ch’onora te e quei ch’udito l’hanno”. | No hubo jamás en el mundo persona que corriese a lograr su provecho o huir de su daño tanto como yo para venir aquí desde mi alto sitial, después de oír aquello, confiando en tu elocuencia, que te honra a ti y a quienes la escuchan. |
Poscia che m’ebbe ragionato questo, li occhi lucenti lagrimando volse, per che mi fece del venir più presto.E venni a te così com’ ella volse: d’inanzi a quella fiera ti levai che del bel monte il corto andar ti tolse. | «En cuanto me hubo dicho sus razones, apartó de mí sus brillantes ojos llenos de lágrimas, lo que me movió a venir más pronto junto a ti, como ella quería. Te libró de aquella fiera que cierra el atajo hacia el bello monte. |
Dunque: che è? perché, perché restai, perché tanta viltà nel core allette, perché ardire e franchezza non hai,poscia che tai tre donne benedette curan di te ne la corte del cielo, e ’l mio parlar tanto ben ti promette?». | ¿Qué ocurre, pues? ¿Por qué vacilas? ¿Por qué albergas tanta bajeza en tu corazón? ¿Por qué no te animan el valor y la lealtad, cuando tres benditas mujeres se cuidan de ti en el cielo y mis palabras te prometen tanto bien?». |
Quali fioretti dal notturno gelo chinati e chiusi, poi che ’l sol li ’mbianca, si drizzan tutti aperti in loro stelo,tal mi fec’ io di mia virtude stanca, e tanto buono ardire al cor mi corse, ch’i’ cominciai come persona franca:«Oh pietosa colei che mi soccorse! e te cortese ch’ubidisti tosto a le vere parole che ti porse! | Como se levantan y se abren, cuando las besa el sol, las florecillas cerradas y dobladas por el hielo nocturno, me aconteció a mí, que estaba sin fuerzas, y se me llenó de tal ardimiento el corazón, que empecé a decir, sintiéndome seguro: «¡Oh, piadosa mujer que me socorres, y tú, que tan bondadosamente obedeciste el ruego sincero que te dirigió! |
Tu m’hai con disiderio il cor disposto sì al venir con le parole tue, ch’i’ son tornato nel primo proposto. | Tú me has dado tantos ánimos con tus palabras, que he vuelto a mi primer propósito. |
Or va, ch’un sol volere è d’ambedue: tu duca, tu segnore e tu maestro». Così li dissi; e poi che mosso fue, | Vamos, pues. Una misma voluntad nos une. Guía tú, señor y maestro». |
intrai per lo cammino alto e silvestro. | Así le dije; y cuando echó a andar, entré por el difícil y áspero camino. |
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