Kitabı oku: «El pequeño doctor», sayfa 17
Bazo
Si bien el bazo constituye el órgano linfático de mayor tamaño, no conocemos bien todas sus funciones. Se encuentra a la izquierda, junto al estómago, es decir, en el lado contrario de donde se encuentra el hígado, y nada tiene que ver con la digestión de los alimentos. No parece guardar una relación directa con otros órganos del cuerpo ni trabaja conjuntamente con ellos. Por otra parte, no se encuentra conectado a la corriente linfática, sino a la sanguínea. El bazo podría encontrarse perfectamente en otro lugar del cuerpo y si se encuentra en el lado izquierdo es porque hay allí sitio para él. El bazo constituye, todavía hoy, un enigma para los investigadores. Puede extirparse del cuerpo sin que el individuo afectado pierda la vida. Sin embargo, sin su presencia, la formación de los agentes defensivos del sistema sanguíneo sería tan modesta que el ser humano no podría resistir una potente invasión bacteriana, como sucede, por ejemplo, en el caso de la malaria.
Células migratorias
Los linfocitos, así como los leucocitos, se consideran células migratorias, ya que abandonan tanto el flujo linfático como el sanguíneo y se desplazan, gracias a su diminuto tamaño, entre las paredes celulares, como avanzan las estrellas de mar por los arrecifes coralinos. Actúan a modo de policías, cuyo objetivo es el de atacar a los agentes perturbadores allí donde se encuentren en nuestro cuerpo; aunque parezca sorprendente, su número es tan elevado que supera ampliamente al de personas en la Tierra.
Ayuda y factores curativos
Si bien la linfa, tal como hemos visto, dispone de una excelente organización, a menudo precisa que le prestemos apoyo. Un estado deficitario de calcio y vitamina D en nuestro cuerpo va a poner muchas dificultades a la linfa. Muchas veces, los engrosamientos en la ingle y en el cuello (por debajo de las orejas), que presentan algunos niños pueden deberse a dicha causa. Otras manifestaciones atribuibles a estos estados deficitarios son: propensión a padecer catarros, anginas y otras enfermedades infecciosas, así como inapetencia, irritabilidad y rápido cansancio. En tales casos basta un cambio en las costumbres alimentarias como evitar los dulces artificiales, los productos de pastelería y bollería, las golosinas y los alimentos desnaturalizados, así como los elaborados con harina blanca, azúcar industrial y aceites refinados, a la vez que se debe aumentar el consumo de hortalizas y ensaladas para seguir el buen camino que beneficiará a nuestra salud. Se han conseguido buenos resultados con un mayor aporte de vitaminas, como las proporcionadas, por ejemplo, con un tónico reconstituyente y con la toma del compuesto de calcio y ortiga. Lo mejor es dar a los niños este compuesto de forma preventiva antes de que se manifiesten los síntomas antes mencionados.
También actúa de forma muy favorable sobre la linfa el rábano rusticano, por lo que hay que considerarlo como uno de los mejores remedios para ella. A menudo observamos que basta con tomar diariamente una cucharadita llena de rábano rusticano para que desaparezcan trastornos pertinaces que afectan a la linfa. Para mejorar su sabor y que no resulte tan picante, va bien mezclarlo con requesón o con zanahoria rallada.
Tuberculosis y cáncer
Si el sistema linfático funciona sin dificultad no es posible que puedan desarrollarse una tuberculosis o un cáncer. En el caso del cáncer, resulta también decisivo disponer de una buena función hepática, por lo que debemos prestar suma atención a la linfa y al hígado. Buenos observadores han constatado que antes de que se pudiera comprobar la existencia de una tuberculosis siempre aparecían ganglios linfáticos sensibles y dolorosos a la presión. A menudo es posible detectar estos síntomas tempranos con años de antelación, por lo que es importante prestarles atención para poder evitar padecimientos posteriores. Si queremos disponer de una linfa en buen estado, debemos proporcionar a nuestro cuerpo suficiente oxígeno y luz solar. Deberemos evitar siempre las viviendas sombrías u oscuras, ya que son un buen caldo de cultivo para la tuberculosis.
Linfogranulomatosis
Esta enfermedad maligna del sistema linfático, conocida también como enfermedad de Hodgkin36, afecta más a los hombres que a las mujeres. Fue descrita en el año 1832 por el investigador inglés Thomas Hodgkin37, aunque todavía hoy no se conocen las posibles causas de esta enfermedad. Debido a que se acompaña de fiebre, algunos investigadores piensan que se trata de una enfermedad infecciosa, aunque la búsqueda de un germen responsable ha resultado infructuosa. Otros investigadores la catalogan como un tipo de cáncer y la tratan con radioterapia y con la bomba de cobalto. A pesar de ello, los éxitos conseguidos suelen ser pasajeros y de corta duración. Si solo se ven afectados por dicha enfermedad algunos ganglios linfáticos aislados, resulta entonces indicada la extirpación quirúrgica de los ganglios hinchados hasta que no se conozca algo mejor. Resulta indicado, también en esta enfermedad, una alimentación natural con muchos alimentos crudos, requesón y rábano rusticano, además de arroz integral, ya que este tipo de alimentación se ha mostrado muy beneficiosa. La toma diaria de un decilitro de zumo de zanahoria y remolacha roja, además de una tisana hecha de ortiga, avena en flor y alfalfa, se ha mostrado eficaz contra la anemia que suele aparecer en estos casos. También los preparados de Petasites o sombrerera en combinación con Galeopsis suelen proporcionar buenos resultados.
Cuidados de nuestro sistema capilar
Pocas personas saben que la red de capilares sanguíneos presentes en el cuerpo humano asciende a unos 100 millones de metros, lo que representa dos veces y medio el perímetro ecuatorial de la Tierra si colocáramos todos estos vasos sanguíneos, finos como cabellos, en línea recta, uno detrás de otro. Este cálculo, realizado por científicos, nos muestra una de las muchas maravillas que el Creador ha realizado en nuestro cuerpo. Debemos conocer no solo la estructura de estos finos capilares, sino también qué funciones desempeñan en nuestro cuerpo. En el ámbito del sistema capilar se produce la eliminación de residuos metabólicos, incluido el dióxido de carbono, en el sistema sanguíneo venoso, así como otras muchas funciones, unas conocidas y otras todavía no.
Los fallos en el estilo de vida y en la alimentación pueden perjudicar gravemente nuestro cuerpo, incluido el sistema capilar sanguíneo. Una dieta errónea, productora de ácido úrico, con demasiada carne y huevos en lugar de hortalizas y frutas, ensancha y degenera los capilares sanguíneos de tal modo que estos se pueden observar perfectamente en una fotografía. Los capilares sanguíneos dilatados tienen un aspecto parecido al de pequeñas varices. También un consumo elevado de bebidas alcohólicas daña y dilata los capilares sanguíneos. Los productos químicos que tomamos, por ejemplo, a través de los medicamentos, así como la nicotina, alteran y dañan los vasos capilares, perjudican la nutrición de las células, trastornando con ello todo el metabolismo celular. ¿De qué nos sirve la maravillosa y sorprendente obra maestra que es nuestro cuerpo si la estropeamos con errores alimentarios o un estilo de vida demasiado sedentario y sin favorecer una buena respiración? Los trastornos del sistema capilar afectan tanto a las células musculares como a las nerviosas, las cuales no se nutren lo suficiente, lo que les produce un rápido aletargamiento, degeneración y envejecimiento. Estaría bien que esto se supiera ya en la juventud y se actuara en consecuencia. Si solo llegamos a percibir este hecho cuando ya hemos alcanzado una cierta edad nos va a servir de poco, como a la persona que ha dilapidado sus bienes en sus años jóvenes y al alcanzar la senectud vive una situación apurada y piensa en vano, con tristeza y dolor, en la abundancia de la que gozó en tiempos pasados. De forma muy gráfica podemos comparar la juventud con los siete años de vacas gordas que en tiempos pasados gozaron en el antiguo Egipto. Debemos comportarnos de forma prudente, como lo fue por aquel entonces José, para poder gozar de las reservas guardadas en los años de vacas flacas. La mejor manera de favorecer nuestro sistema vascular sanguíneo es seguir un modo de vida natural y sano.
Funciones de la circulación sanguínea
Para entender mejor y comprender en su totalidad y de forma gráfica la función del sistema circulatorio sanguíneo, podemos imaginarnos un tren correo que viaja de Basilea a Lugano, ida y vuelta. Siguiendo fielmente el horario de trenes, durante la ida deberá parar en cada estación y descargar en ella el correo correspondiente, mientras que, en la vuelta, tendrá que ir de estación en estación. Pensemos en el trastorno que se produciría si no se pudiera cumplir el horario de trenes. En cada estación veríamos al encargado del correo moverse de aquí para allá, muy intranquilo, esperando ansiosamente el tren que no llega, mientras que, tras su ventanilla, tiene que consolar a los clientes que llevan un tiempo esperando en vano la llegada del tren correo. Estos relativamente pequeños desajustes pueden llegar a producir retrasos indeseados y enfados, por lo que afectan al normal desarrollo de la vida económica del lugar.
Algo parecido sucede con las funciones del sistema circulatorio sanguíneo. Basta comparar el tren de ida con el sistema arterial que ha de aportar su mercancía a todas las células del cuerpo para que pueda desarrollarse de un modo normal la vida económica de miles de millones de células presentes en nuestro organismo. Todo el abastecimiento de materiales, minerales, vitaminas, fermentos, aminoácidos para la formación de proteínas, azúcares y bolitas de grasa, incluido el oxígeno, puede considerarse, en cierto modo, como mercancías que el sistema arterial debe transportar diariamente para que accedan a las células que las necesitan.
Cada célula actúa como un pequeño taller que necesita de materia prima para la construcción, así como abastecimiento de materiales. Solo entonces, cuando disponga de todo lo necesario para sus procesos vitales, podrá realizar un trabajo fiable y maravilloso. Todo déficit en las cantidades necesarias y en la calidad de la materia prima fuerza a las células a buscar soluciones de urgencia para salir del apuro. Solamente en condiciones extremas las células empezarán a fallar en sus trabajos. Nunca es la célula la responsable de estas inconveniencias, ya que se defiende tanto como puede para actuar bien, y solo en condiciones muy apuradas empieza a fallar.
Por todo ello, constituye un deber insustituible ocuparse de que el tren correo de nuestro sistema arterial pueda mantener su horario de la vida, activando nuestra circulación con ejercicio físico y con una buena respiración. Así mismo, debemos vigilar que toda la materia prima necesaria se halle presente en cantidad suficiente para que los laboratorios del estado celular puedan realizar su maravilloso trabajo según el plan y programa divino. De este modo, sacaremos el máximo provecho de todo lo que este pequeño estado celular puede hacer por nosotros.
Pero esto es solo una parte de su trabajo, ya que no solo se debe considerar el aporte, pues en toda fábrica, como sucede en nuestro cuerpo, se producen también residuos, sobre todo los resultantes de los procesos de combustión. Los residuos originados deben ser eliminados cuanto antes si no queremos que empiecen a producirse estancamientos y atascos y que con ello se vea afectado el buen funcionamiento. El tren correo de regreso equivale a nuestro sistema venoso. Este se encarga de transportar a las vías de eliminación todos los residuos producidos por los procesos de combustión y toxinas resultantes, como dióxido de carbono y ácido úrico, además de otros ácidos y productos de deshecho. En parte son transformados por el hígado y eliminados del cuerpo por la acción de los riñones. Si este transporte se estanca van a surgir problemas, ya que van llegando nuevos residuos que agravan la situación y se producen estancamientos y un aumento de la presión. De este modo se producen descarrilamientos, y las mercancías transportadas quedan retenidas en vías muertas, lo que en nuestro cuerpo equivale a la formación de las temidas varices.
Pequeñas ayudas
¿Qué podemos hacer para resolver con éxito este trastorno? Quien más, quien menos, quizá tenga la posibilidad de realizar cambios en su actividad laboral y reducir la permanencia de pie en locales fríos y húmedos. Además, procuraremos utilizar vestidos adecuados y no vestir ropa demasiado ligera ni someter a un frío innecesario las piernas y el bajo vientre, lo que puede dar lugar a trastornos, lo mismo que llevar zapatos de tacón alto, que también evitaremos.
También podemos ayudarnos de la acción de algunas plantas, entre las que destacan los extractos de castaño de Indias, así como la pulsatila (homeopático), el hipérico8 y la milenrama9, plantas que han servido de ayuda a muchas mujeres, jóvenes y adultas, y sobre todo a las futuras madres. Un apoyo del sistema circulatorio, basado en procedimientos naturales adecuados, nos va a proteger de muchas contrariedades y va a procurarnos días tranquilos, en lugar de días dolorosos y llenos de preocupaciones.
La importante función de las arterias
Cuando pienso en el inmenso tráfico que no cesa, mañana y tarde, por las vías de acceso a la ciudad de Nueva York, entiendo que la expresión «arterias de tráfico» resulta acertada. Si el tráfico se parase en ellas, la gran ciudad no podría sobrevivir mucho tiempo. Si nos ocupamos con detenimiento, veremos lo importantes que son las vías de tránsito de nuestro cuerpo, es decir, las arterias. Si estas pierden su elasticidad, se estrechan y se calcifican, el cuerpo más hermoso, con sus miembros bien formados y con una buena masa muscular, va a degenerar y a fallar, al igual que un bien dotado y entrenado cerebro. La propia estructura anatómica de las arterias ya nos informa sobre su importancia. Imaginémonos, para ello, un tubo formado por diversas capas y con una pared interna elástica y lisa; encima de ella se encuentran el resto de las capas, formadas por tejido conjuntivo, en parte elástico y en parte laxo, aunque resistente a los desgarros. Este tubo arterial puede llegar a soportar hasta unas veinte atmósferas de presión.
Conociendo estos datos, ya podemos hacernos una pequeña idea de nuestras principales arterias. Al igual que el corazón, las arterias también poseen sus propios vasos que las nutren; se trata de una red vascular presente en sus paredes que recibe el nombre de vasa vasorum. Las paredes arteriales también poseen una red linfática propia y todo un cableado de fibras nerviosas. A medida que las arterias de nuestro cuerpo se encuentran más alejadas del corazón, más se ramifican y mayor resulta el calibre global, por lo que la presión con que les llega la sangre, así como el grosor de las paredes arteriales será cada vez menor hasta llegar a la red de los capilares sanguíneos. El grosor de cada capilar sanguíneo es unas cincuenta veces menor que el del cabello humano más fino.
Papel de las arterias en el organismo
Un investigador neerlandés llamado Hoorne decía que el cuerpo está formado por venas. Descubrió el método para hacer visibles las venas mediante la inyección de un colorante de color rojo. Impresionado por aquel experimento, ya lejano en el tiempo, que vio en los Países bajos, el zar Pedro el Grande quiso llevarse dicho preparado a su Rusia natal. No obstante, el colorante llegó en mal estado, ya que unos marineros se habían bebido el alcohol que se había empleado para conservar dicho producto dentro de un recipiente de vidrio.
Podemos considerar realmente como un milagro el hecho de que cada una de los miles de millones de células de las que se compone nuestro cuerpo esté prácticamente en contacto con este ininterrumpido sistema de transporte que constituye el sistema arterial. La sangre precisa aproximadamente un segundo para pasar de la parte arterial de los capilares sanguíneos a la parte venosa. Durante este segundo pasa oxígeno de la sangre a las células más próximas, mientras que, en sentido inverso, pasa dióxido de carbono procedente del metabolismo celular al interior del capilar sanguíneo. Del mismo modo pasan los nutrientes de la sangre a las células del entorno, mientras que los residuos metabólicos celulares pasan al interior de dichos capilares. Una vez cumplidas estas funciones, la sangre fluye de regreso al corazón a través del sistema venoso.
La circulación sanguínea menor, que va del corazón a los pulmones y regresa al corazón, precisa unos seis o siete segundos de tiempo. La circulación sanguínea que nutre a la musculatura del corazón, gracias a las arterias coronarias, se completa en unos tres o cuatro segundos. Por su parte, la sangre tarda unos ocho segundos en llegar al cerebro, mientras que la sangre que va a las piernas, hasta la punta de los dedos de los pies, tarda unos dieciocho segundos. De ello resulta que una célula sanguínea realice al día unas tres mil vueltas por el sistema circulatorio sanguíneo sin que cese el movimiento, día y noche. Parece que no existe otra cosa tan aficionada a viajar en el mundo. Sale con mucho ímpetu del corazón y va circulando por el sistema arterial, cada vez más ramificado y con calibres cada vez más pequeños, hasta alcanzar la fina red de capilares sanguíneos. También sucede que cuanto más delgados son los vasos sanguíneos, más lentamente circula la sangre. Al final cede, como un mensajero, la mercancía que transporta para regresar a través del sistema venoso. En caso de agotamiento corporal o sobreesfuerzo físico, tiempo frío, estado de ánimo alegre y en caso de fiebre, las células sanguíneas aumentan su velocidad de desplazamiento. Sin embargo, las depresiones y los trastornos de tipo anímico lo ralentizan. En estos casos se produce una nutrición defectuosa en miles de millones de células, y si no se solventa la situación, el ser humano en su conjunto puede enfermar. De ahí que los padecimientos anímicos, si duran mucho tiempo, pueden abocar en enfermedades orgánicas.
Estrechamiento y calcificación de las arterias
Cuando las arterias se estrechan o se calcifican, con el paso del tiempo pueden dar lugar a serios problemas de salud, produciéndose literalmente un derrumbe de la persona, tanto corporal como anímico. Cada vez mueren más personas del llamado mundo civilizado, especialmente en Europa, América y Australia, como consecuencia de trastornos en las paredes de sus vasos sanguíneos. La calcificación de las arterias comienza con una pequeña alteración que tiene el aspecto de una úlcera plana. Se produce, entonces, una proliferación del tejido conjuntivo con un posterior depósito de calcio. Poco a poco, el diámetro interno de los vasos sanguíneos afectados se va estrechando cada vez más. Los vasos afectados van perdiendo elasticidad y se vuelven cada vez más duros y quebradizos. En consecuencia, se produce un aumento simultáneo de la presión arterial. El resultado final puede ser el padecimiento de una trombosis, una embolia o una hemorragia cerebral. También se puede producir una dilatación del corazón, así como roturas vasculares en las proximidades del corazón y, a menudo, los riñones comienzan a atrofiarse.