Kitabı oku: «Escenarios intangibles: la cultura literaria, sonora y artística de Tonalá»

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Rectoría del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas

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Coordinación del Corporativo de Empresas Universitarias

Sayri Karp Mitastein

Dirección de la Editorial Universitaria

Primera edición electrónica, 2018

Coordinadores

Jessica Marcelli Sánchez

Iván José Pelayo Sánchez

Alfredo Hermosillo López

Textos

© Jessica Marcelli Sánchez

Iván José Pelayo Sánchez

Graciela Mayagoitia Viramontes

Isaías Hernández Estrada

Alfredo Hermosillo López

Brenda Paola Garza Castillón

Víctor Manuel Pazarín Palafox

Imagen de portada

Jarrón de Luis Cortez en el Museo Nacional

de la Cerámica en Tonalá, Jalisco.

Alejandro Linares García


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D.R. © 2018, Universidad de Guadalajara


Editorial Universitaria

José Bonifacio Andrada 2679

Colonia Lomas de Guevara

44657 Guadalajara, Jalisco

01 800 834 54276

www.editorial.udg.mx

ISBN 978-607-547-238-6

Octubre de 2018

Hecho en México

Made in Mexico

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, existente o por existir, sin el permiso por escrito del titular de los derechos correspondientes.

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Escenarios intangibles: la cultura literaria, sonora y artística de Tonalá / Jessica Marcelli, Iván José Pelayo, Alfredo Hermosillo, (coords.); Graciela Mayagoitia Viramontes … [et al.] -- 1a ed. – Guadalajara, Jalisco: Editorial Universitaria: Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de Tonalá, 2018.

(Colección Monografías del Centro Universitario de Tonalá)

Incluye referencias bibliográficas

ISBN 978-607-547-238-6

1. Artes mexicanas-Tonalá, Jalisco 2. Patrimonio cultural-Tonalá, Jalisco 3. Tonalá, Jalisco-Descripción y viajes I. Marcelli Sánchez, Jessica, coordinador II. Pelayo Sánchez, Iván José, coordinador III. Hermosillo López, Alfredo, coordinador IV. Mayagoitia Viramontes, Graciela, textos V. Serie.

363.690 972 35 .E74 CDD

F1296 .E74 LC

Esta obra participó en la convocatoria del “Fondo de Apoyo a la Producción Académica Publicaciones 2017”, fue dictaminada por especialistas mediante el sistema de doble ciego y aprobada para su publicación por el Comité Editorial del Centro Universitario de Tonalá.

Colección Monografías

del Centro Universitario de Tonalá

Índice

Prólogo

Sincretismo religioso y festividades populares: el caso de Las Cruces en Tonalá

JESSICA MARCELLI

Fundamentos para el estudio del patrimonio intangible: el mundo acústico y bibliografía fundamental

IVÁN JOSÉ PELAYO

La desaparición de los bancos de arcilla y su impacto en la identidad alfarera: el caso de Tonalá, Jalisco

GRACIELA MAYAGOITIA VIRAMONTES

La tradición del barro canelo, un legado de la familia Pajarito

ISAÍAS HERNÁNDEZ ESTRADA

Las leyendas de Tonalá: sustrato de memoria colectiva

ALFREDO HERMOSILLO

PAOLA GARZA

Epílogo (crónicas de Tonalá)

VÍCTOR MANUEL PAZARÍN

Notas al pie

Autores

Prólogo

La presente publicación surge a partir de la necesidad de identificar y analizar, desde distintas perspectivas metodológicas, el patrimonio artístico y cultural intangible de Tonalá, un municipio que cuenta con una gran riqueza patrimonial pero que, al mismo tiempo, figura como una de las zonas más pobres y marginadas de Jalisco, pues el gran crecimiento del área metropolitana de Guadalajara lo ha convertido en una especie de periferia urbana. Esta situación marginal se refleja en la escasa atención que se le ha prestado en el ámbito académico, por ello nos interesa rescatar el gran potencial que posee el territorio en el ámbito del patrimonio inmaterial, y dar pie a futuras investigaciones que fomenten interés por el estudio de aspectos antropológicos, sociales y culturales, entre otros temas por profundizar.

Las investigaciones compiladas parten de una concepción de patrimonio cultural inmaterial en su sentido más amplio, el sustentado por la UNESCO: aquellos bienes intangibles que la historia ha legado a una nación y que en el presente tienen una especial importancia histórica, científica, simbólica o estética. Es la herencia recibida por los antepasados que testifica su existencia, visión del mundo, formas de vida y manera de ser; está relacionada estrechamente con la memoria, la evocación al pasado y las formas tradicionales de vida.

El capítulo inicial aborda la festividad de Las Cruces en Tonalá, Jalisco, como una viva muestra de la fusión de los cultos cristianos primitivos con la burocracia hispana y la tradición ritual prehispánica. Ese sincretismo revela la capacidad creativa de los pueblos indígenas para adaptar sus creencias, ritos y formas de organización a su nueva realidad.

Una de las peculiaridades de esa reelaboración mestiza de las ceremonias religiosas es, por ejemplo, que la mayor parte de las actividades no se realiza dentro de una iglesia sino siempre en relación con la naturaleza y los ciclos naturales agrícolas. En esa valiosa colaboración, pionera en su ámbito, ese fenómeno único, fruto de un proceso sincrético que le ha otorgado un sello distintivo, merece la categoría de Patrimonio Cultural Intangible y, de este modo, recibir apoyo para su preservación.

El texto “Fundamentos para el estudio del patrimonio intangible: el mundo acústico y bibliografía fundamental” tiene el objetivo de sentar las bases para el reconocimiento del sonido como elemento del patrimonio artístico y cultural. El autor propone una bibliografía fundamental que ayuda a definir la conceptualización del sonido y la música como patrimonio, y expone una nueva línea de investigación, relacionada específicamente con el entorno acústico, la memoria, y los sonidos de aves, ya que eso conecta de manera directa con el humano que percibe, con el espacio en el que habita y en que se mueve, ambos fusionados con el sonido como parte del entorno y de procesos creativos en algunos tipos de arte que reflejan una idealización cultural del sonido.

Por otra parte, es muy importante destacar que este trabajo de carácter multidisciplinario posiblemente sea el primero en su tipo, ya que conjuga aspectos de etnomusicología, antropología cultural, historia del arte, acústica, psicología de la percepción y ornitología, enfocándose en influencias del biosistema natural en el proceso creativo de ciertos tipos de artes populares desarrollados en Tonalá.

En “La desaparición de bancos de arcilla y su impacto en la identidad alfarera. El caso de Tonalá, Jalisco” se aborda el problema de la pérdida de los bancos de arcilla, lo que implica una modificación de su arraigo a los lugares que eran tradicionalmente familiares, pues los obliga a adaptarse a espacios ajenos. A través de testimonios orales, el investigador explica que el acelerado crecimiento de la mancha urbana en El Rosario, una de las poblaciones de Tonalá que contaba con los mejores bancos de barro, ha propiciado la desaparición de materiales básicos para la alfarería, lo cual puede llevar a la “pérdida de un factor cultural”, como el barro canelo, lo que afectaría la economía del municipio. La investigación demuestra que se ha transformado el territorio donde los alfareros se surtían de materiales básicos, lo cual necesariamente incide en la modificación de su identidad.

“La tradición del barro canelo, un legado de la familia Pajarito” plantea como objetivo dar a conocer los procesos de fabricación de la loza elaborada con la técnica conocida como canelo, así como la importancia que tiene esa cerámica por ser generadora de un capital cultural, simbólico y económico para Tonalá. Este trabajo de recuperación de la memoria resguardada por los artesanos de Tonalá es fundamental para preservar una tradición y un oficio que, en palabras de su autor, no debe perderse por motivos o causas ajenas a ellos, como el mercado y la política gubernamental e institucional.

El trabajo hace hincapié en que la política cultural por lo general enfatiza la materialidad (por ejemplo, en el caso de la loza canelo, que forma parte del patrimonio cultural tangible), y deja sin resguardo las manifestaciones no tangibles, como la transmisión del conocimiento de los alfareros. El autor considera imprescindible, pues, que el patrimonio inmaterial sea contemplado de la misma manera que el patrimonio tangible. Esto permitirá, asegura, que los herederos continúen con una tradición que ha dado a Jalisco fama mundial. De lo contrario, veremos un descenso poblacional artesanal, tal como ha sucedido en las últimas dos décadas.

El capítulo dedicado a las leyendas como sustrato de memoria colectiva presenta la compilación de un corpus de historias que reflejan el conjunto de creencias y convenciones culturales compartidas por la comunidad tonalteca. Esas historias están vinculadas con la integridad cultural y la conservación de las estructuras sociales de Tonalá, y pertenecen a la cultura popular, por lo que son transmitidas oralmente; sin embargo, algunas de ellas ya habían sido escritas y presentadas en forma de libro. Tal es el caso de “Las leyendas de Tonalá: sustrato de memoria colectiva”, de Aurelio Nuño.

Como primer paso, el autor llevó a cabo el análisis filológico de los textos escritos, para seleccionar y establecer los que formarán parte del corpus mencionado. En un segundo momento, dio forma a las historias recogidas en las entrevistas orales; con ellas completó este corpus, que considera como sustrato de memoria literaria compartida.

Ese corpus sienta las bases para posteriores análisis críticos de las formas literarias como representaciones de la actividad antropológico-imaginaria, pues reflejan las visiones del mundo y los referentes sociales de una época dada. El autor considera que en las leyendas se revelan las figuras recurrentes por las cuales una cultura entera se reconoce. Por lo tanto, el estudio de esta transmisión de las tradiciones permite acercanos a los espacios simbólicos en cuyo seno los individuos y las comunidades leen y construyen los ejes de su realidad.

Como colofón, se presenta una selección de crónicas literarias, escritas con un estilo brillante, de uno de los escritores más reconocidos de Tonalá. Son textos a manera de epílogo pues, aunque no son el resultado de un trabajo de investigación, como los demás capítulos, se hace referencia a asuntos relacionados con el tema central de este libro.

Sincretismo religioso y festividades populares: el caso de Las Cruces en Tonalá
JESSICA MARCELLI

El sincretismo entre las festividades prehispánicas relacionadas con los ciclos agrícolas y la herencia cristiana se hace evidente en algunas de las celebraciones religiosas populares en el Nuevo Mundo. La conquista española introduce la religión católica junto a todo un bagaje de comportamientos y formas públicas de celebrar el culto que, junto con las tradiciones indígenas, producen un sincretismo complejo que se desarrolla de manera intensa y variada en las diferentes regiones de México.

Como lo menciona la estudiosa Johanna Broda, es importante resaltar “la capacidad creativa” que han mostrado los pueblos indígenas a partir de la colonización para reelaborar sus creencias, ritos y relaciones sociales y adaptarlas a su entorno (Broda, 2002).

Un claro ejemplo de reelaboración creativa y sincretismo de cultos lo constituyen las fiestas patronales y las procesiones que se realizan en el territorio americano. La festividad en honor a la Santa Cruz, por ejemplo, ha ido transformándose y adquiriendo nuevos matices en el transcurso de su historia en el contexto de la Europa occidental y enfrentando una mayor adaptación a su llegada a los confines del Nuevo Mundo. Las principales actividades relacionadas con dicha festividad es que no se desarrollan dentro de la iglesia sino en las calles, los cerros, los pozos de agua, los ríos y manantiales, es decir, siempre en relación con la naturaleza y los ciclos naturales agrícolas.

La festividad de Las Cruces, en Tonalá, es una clara muestra de la fusión de los cultos cristianos primitivos, la burocracia hispana heredada y una fuerte tradición ritual que mantiene raíces prehispánicas. A pesar de que dicha fiesta forma parte del culto católico y es introducida por los españoles en su conquista, su desarrollo dista mucho de los cánones de la liturgia oficial. Un rasgo distintivo es que se trata de ceremonias públicas en las que participa todo el pueblo, una religiosidad popular cuya organización estriba en representantes elegidos por el colectivo. Dicha organización se basa en una normativa interna que designa y establece el modus operandi de un grupo de personas y vuelve a la celebración menos espontánea y más arbitraria.

En Tonalá, la fiesta principal es la dedicada a su santo patrono, Santiago. Sin embargo, la devoción a la Santa Cruz se ha mantenido como una forma de religiosidad popular alterna a su veneración principal. Las celebraciones en torno a la Santa Cruz son una viva muestra del sincretismo cultural y religioso de los pueblos prehispánicos y del culto católico.

El origen y las tradiciones de la Santa Cruz

El culto a la Santa Cruz, así como la fecha de su celebración, son introducidas por los españoles al momento de la conquista. Se sigue la larga tradición del calendario cristiano y la leyenda que gira en torno a dicho símbolo. El proceso de formación que acompaña a la reliquia de la Santa Cruz tiene lugar entre los siglos IV y XII, cuando se forma una leyenda compleja, construida al recolectar narraciones apócrifas, textos patrísticos, historiográficos y litúrgicos. Su estudio abarca cultos de reliquias, caminos de peregrinaje, historias de viajeros, de peregrinos y de cruzados; relaciona sacerdotes, caballeros y órdenes mendicantes, así como el mito del árbol de la vida. Su historia literaria es larga y compleja.

La reliquia del lignum crucis1 dona el soporte material de la construcción de la memoria y en el medioevo comienza a surgir una gran producción de imágenes y textos que durante 15 siglos construirán el soporte para la festividad y leyenda de la Santa Cruz. Anterior a este suceso, la cruz era un símbolo secundario frente a toda la iconografía paleocristiana y sólo a partir de este hallazgo se impone la cruz a manera de una propaganda religiosa e imperial (véase Loconsole, 2005).

La festividad de la Santa Cruz abarca tres diferentes tradiciones que con los siglos se fueron fusionando y categorizando: el Hallazgo de la Cruz, la Exaltación de la Cruz y el origen de la madera de la Cruz. Cada una se desarrolla en diferentes periodos y provienen del periodo medieval. En esta etapa, las historias resultaban muy fragmentadas y la iconografía del momento dio una identidad alegórica a la leyenda (Baert, 2004).

A Elena, madre de Constantino y venerada por el culto católico como la Santa Madre Emperatriz (véase Réau, 1997) se le atribuye la primera tradición con el llamado Hallazgo de la Cruz, en Jerusalén. El relato del hallazgo de la emperatriz sucede a finales del siglo IV y fue tomado de diversas fuentes de la patrística e historiografía que datan de alrededor del siglo IV e inicios del siglo V.2 Las primeras representaciones iconográficas al respecto aparecen en los cánones del Concilio de Vercelli, alrededor del año 800, e introducen diseños que refieren la leyenda, en donde aparece Elena recibiendo la Cruz en sus brazos.3 Esas escenas señalan el inicio de la instauración de un Estado cristiano controlado por los emperadores.

La segunda tradición surge en el siglo VII como la Exaltación de la Cruz y se remonta a las hazañas del emperador Heraclio para regresar al Santo Sepulcro la parte de la Cruz que Elena había encontrado y que luego fue robada por los persas al mando de Cosroes II.4 Heraclio representa el salvador en esa tradición, la cual se difunde en la liturgia occidental y es celebrada al igual por protestantes y ortodoxos en celebración del 14 de septiembre. La celebración del Hallazgo de la Cruz por parte de Elena se mantiene a la par de la Exaltación por muchos siglos posteriores.

Más adelante se suma una tercera tradición, la cual se enfoca en la madera de la cual se fabrica la Cruz de Cristo, así aparece la leyenda del árbol creador, el árbol de la vida. Dicha tradición se vuelve compleja al introducir ese elemento, cuya mística, religiosa y simbólica se extiende en una diversidad de culturas en el transcurso de la historia. En el culto cristiano, la madera de la Cruz se identifica con el árbol de la vida del libro del Génesis.5 Esta tradición aparece escrita a partir del siglo XII, al introducirse en el discurso del Antiguo Testamento por los exégetas cristianos de los primeros siglos. Durante los siglos XI y XIII la Santa Cruz sirvió de base para la exaltación de los valores cristianos de las cruzadas y aparece en las luchas entre el papado y el imperio.

En el siglo XIII surge el apreciado trabajo de Santiago de la Vorágine, conocido como la Leyenda dorada (Vorágine, 2014). En dicha obra se relacionan las tres tradicionales narrativas con las variantes dictadas por la tradición literaria; en ella, Vorágine maneja las tradiciones del Hallazgo de la Cruz de Elena y la del árbol de la vida con una misma festividad señalada y clasificada para el 3 de mayo. La tradición de la Exaltación relacionada con Heraclio continuará señalándose para el 14 de septiembre.

Esperaremos a las representaciones del arte figurativo para lograr unificar las tres tradiciones en un solo pasaje, como muestra la obra de Piero de la Francesca en la capilla Bacci, en las instalaciones de la Basílica dedicada a San Francisco, en Arezzo, Italia.6 Los frescos presentan un conjunto lleno de tradiciones literarias e iconográficas consolidadas, los cuales se integran y se relacionan con la mística franciscana.

Más adelante, con la historiografía moderna realizada entre los siglos XV y XVII, se gestaron textos historiográficos, mitos y tradiciones litúrgicas, destinadas a perpetuar en el tiempo y retomarse con espíritu crítico. La obra de Vorágine se analiza y comenta con un acercamiento filológico y arqueológico de las fuentes escritas e iconográficas. En la actualidad, continúan los estudios y publicaciones sobre el argumento en cuestión, recorriendo la tradición de la Cruz desde el siglo IV hasta nuestros días, sobre todo aquellos con un enfoque religioso y dogmático.

Como ya se mencionó, las dos celebraciones en honor a la Santa Cruz se trasmiten de Jerusalén a Constantinopla y, después, a la Iglesia romana. En Occidente, la festividad del 3 de mayo entra en el misal romano en el año 1570 y se mantiene hasta la reforma litúrgica de 1970, cuando fue eliminada del calendario ordinario del rito romano. La festividad del 14 de septiembre dedicada a la Exaltación se mantuvo y continúa celebrándose en Europa y en América.

En México, la aceptación y el sincretismo hacia la festividad del 3 de mayo entra con mayor fuerza y la festividad se mantiene viva con diferentes expresiones que varían de región a región. La fiesta de la Exaltación de la Cruz, al pertenecer al misal romano, se sigue celebrando ordinariamente; sin embargo, las celebraciones son menos fervientes.

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