Kitabı oku: «El Conde De Earlmore»

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EL CONDE DE EARLMORE
AMANDA MARIEL
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación de la autora o se usan de manera ficticia
Copyright © 2020 Amanda Mariel
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Publicado por Tektime
TRADUCIDO POR
JORGE ALBERTO IGLESIAS JIMENEZ
TÍTULOS DE AMANDA MARIEL
Planes escandalosos
Redención escandalosa
El Escándalo de la Solitaria
Aventura Escandalosa
Encantada por el Conde
Cautiva Del Capitán
Atraído por Lady Elianna
Georgina, segundo libro de la serie El credo de la dama arquera
Josephine, segundo libro de la serie El credo de la dama arquera
Su Perfecto Bribón
Una cita bajo la luna
Un beso encantador
Una Navidad Retorcida
Conde de Grayson
Cómo besar a un canalla

Para mi marido- tu eres mi pícaro reformado favorito. ¡Te quiero!


AVANT-PROPOS

Las navidades nunca habían sido más pícaras…

El conde de Edgemore, Blake Fox, hace lo que le viene en gana y no piensa disculparse por ello. Su único punto débil es su hermana, Lady Minerva. Poco sabe el lo que la descarada ha ideado en su cabeza y la navidad ofrece la oportunidad perfecta.

¿Tiene Blake alguna posibilidad contra su entrometida hermana, el muérdago y la magia de la navidad?

CAPÍTULO 1

Inglaterra 1816

“Bullocks”, Carstine Greer maldijo por los bajini por haberse torcido el tobillo. Ella se dejo caer al suelo congelado a un lado de la carretera e inhalo profundamente por el dolor que sentía. Alcanzado a coger el bajo de su vestido ella empezó a arremangarlo para inspeccionar la herida.

“Au” ella bufaba mientras trataba de liberar el pie de los confines de su bota. Cada movimiento le mandaba sacudidas de tremendo dolor desde el tobillo hasta la pierna. Ella miró al camino escarchado culpable de su miseria. Colocando su bota a un lado, Carstine pasó los dedos por la piel hinchada de su tobillo. A pesar del dolor ella sabía que continuaría. Carstine se forzó a si misma a mover los dedos del pie y a flexionarlo.

Menos mal que no se lo había roto pero le dolía muchísimo. Se había hecho un esguince muy serio, eso seguro.

Ella estaba segura de que esto no le hubiera pasado si sus padres le hubieran permitido quedarse en Escocia.

¿Por qué madre había tenido que insistir tanto en que Carstine viniera a Inglaterra? A ella le daba igual la sociedad inglesa, ni tenía ninguna prisa por casarse. No estaba en contra de buscar marido, pero no veía ninguna razón por la que ella no pudiera hacer eso en las tierras altas. Un bravo escoces sería lo mejor, pensó ella, mientras se ponía la bota de nuevo con cuidado.

El ruido de pisadas de caballos la sacó de su miseria y ella miró a la carretera cubierta de nieve. Un jinete esta galopando hacia ella a toda velocidad. Ella puedo echar un vistazo al hombre mientras pasaba por su lado, la cola de chaqueta ondeaba al viento, antes de detener su montura y girarse hacia ella.

Carstine se quedó observando al jinete descaradamente mientras el jinete se acercaba hacia ella. El era alto y se le notaba que era musculoso y de hombros anchos bajo su chaqueta, tenía una fuerte mandíbula y unos bonitos ojos azules bajo unas espesas pestañas. El hombre estaba sentado expertamente a lomos de un caballo enorme de color marrón. Un bonito espécimen, ambos el caballo y su jinete.

Carstine esbozó una ligera sonrisa y asintió al extraño con la mirada.

El hombre también asintió como respuesta llamando la atención sobre su tobillo. Sus cejas se arrugaron mientras la inspeccionaba. “Estas herida”.

“Si”, asintió ella y gimió mientras terminaba de ponerse la bota. “Resbalé en el hielo. Debe de ser un esguince, nada serio”

El hombre desmontó. Caminó hacia ella con decididas zancadas. “¿Me deja llevarla a su casa?”

Carstine sacudió la cabeza. Ella no era ninguna tonta como para montar a caballo con un extraño. Menos aún en un país que no conocía. “No voy lejos. Fox Grove esta al doblar la esquina. Puedo llegar”, dijo Carstine.

“Tonterías”, insistió el, entonces la miró a los ojos con una sonrisa de seguridad en si mismo. “Blake Fox, Conde de Edgemore a su servicio”. El hizo una reverencia. “Usted debe de ser la nueva criada de la señora Minerva.

Carstine le miró entrecerrando los ojos. El hombre se parecía increíblemente a la señora Minerva. Su tez era más clara, pero la forma de almendra de sus ojos y las altas mejillas eran exactamente iguales. Ella se aclaro la garganta. “Es un placer conocerle, señor, aunque me temo que usted se confunde”

“Tonterías”, el agitó la mano. “Mi hermana me arrancaría la piel si dejara a su criada en la nieve, encima herida. Venga”, el le ofreció la mano extendiéndola.

¿Criada? La palabra se repetía en su mente como el eco, Carstine volvió a entrecerrar los ojos. ¿Qué era lo que a el le hacia pensar que ella era una criada? Ella miró su falda mojada y sus zapatos embarrados. Ella podría ir un poco desastrada, pero no era un criada.

“No sea cabezota”, el señor Edgemore agitó los dedos de su mano impacientemente. “Venga, le ayudare a subir al caballo.”

“No” dijo ella con marcado acento escocés. Carstine sacudió la cabeza. “No cabalgaré con usted”.

“Por supuesto que lo hará”. Usted trabaja para mi hermana y por lo tanto es responsabilidad mía”.

El miró más de cerca, la brisa mecía los mechones dorados que le caían casi hasta los hombros.

“Se que los escoceses estáis acostumbrados al frío, peros se congelara si sigue aquí por más tiempo.” El la cogió por el brazo y la puso en pie sujetándola. “No sea cabezota”.

Las mejillas de Carstine se pusieron rojas de rabia. Se apartó e hizo un esfuerzo para ponerse en pie. “Ya le he dicho que no es nada. Su ayuda no es requerida.”

El la había insultado y ella no pudo evitar enfadarse. ¿Y que tenía que ver el ser escocesa? ¿Acaso pensaba el que era mejor que ella por su herencia? ¿Era por eso por el que el inmediatamente pensó que era una sirviente?

Carstine tenía en la punta de la lengua el decirle lo equivocado que estaba. Sin embargo, el pensar en ver como su suficiencia se desmoronaría cuando ellos fueran debidamente presentados resultó demasiado tentador y se tragó sus palabras.

El se merecía una lección y pasar vergüenza, que era lo que le iba a pasar. Más aún, ella disfrutaría a cada momento con su sufrimiento. Una sonrisa se le dibujó en los labios al imaginarse que eso sin duda superaría al guapito de cara este.

Ella era una chica muy mala.

Carstine chilló cuando el conde la ayudó a ponerse en pie y la puso sobre la montura. Le miro, levantando la barbilla desafiante. “No voy a montar con usted”. Ella empezó a bajarse de los lomos del caballo, deslizándose hasta el filo de la montura. “No puede obligarme”.

Lord Edgemore alcanzó a cogerla por la muñeca, agarrándola por la cintura y colocándola en su lugar. “Me atrevería a decir que no entiendo cual es su objeción. Ni mi importa. Pero no la dejaré congelarse aquí, ni permitiré que se lesione más ese tobillo por continuar andando.” El miro su bota. “Ira a caballo”.

“No- “

“Es una orden. El la aupó más firmemente en la montura. “Y se lo advierto; No permitiré ninguna discusión más sobre el asunto”.

Carstine dejó escapar u suspiro de irritación. “Entonces yo guiarle al caballo”, ella señaló a las riendas. “Mientras usted camina”

Ella estaba henchida de satisfacción cuando Lord Edgemore cogió las riendas y empezó a guiar al caballo hacia Fox Grove Hall. Este caballero arrogante y presumido podría haberla insultado, pero al menos ella se había aprovechado de el. El saber lo que aún quedaba por venir le hacia mejorar enormemente su estado de animo.

Carstine volvió si atención hacia el campo mientras se relajaba en la montura. Ella pronto se tomaría cumplida venganza.

CAPÍTULO 2

Blake Fox, cuarto conde de Edgemore, guio a su caballo de nombre Cruzado y a su enfadada carga por la carretera hasta Fox Grove Hall. El tenía la intención de llevar a la batalladora, si no guapa mujer hasta la puerta de la sirviente, y después retirarse a su salón de billar para tomarse un bien merecido brandy.

Estaba calado hasta los huesos. Sin duda la mujer también estaba sufriendo. Blake no pudo evitar preguntarse si a ella también le gustaría el brandi. Si dejaba de estar tan enfadada con el, la invitaría a tomar una copa.

El se atrevió a lanzar una mirada a la jinete de Cruzado. Ella se sentaba en lo más alto de la montura, con los brazos cruzados sobre sus amplios pechos y la cabeza recta. Según su apariencia, ella soportaba el aire helado mejor que lo hacía el. ¿Quizás era su enfado lo que la mantenía caliente?

El había oído que la escocesas estaban hechas de otra pasta, aunque nunca se había creído los chismes. No cuando los escoceses que el había conocido no se diferenciaban tanto de sus compatriotas ingleses, pero esta mujer…

Ella era todo fuego y azufre bajo una bonita figura y ojos cautivadores.

La corona de pelo castaño oscuro creaba el efecto de una aureola en lo alto de su cabeza del diablo, mientras su cara con forma de corazón era igualmente engañosa.

El quería que fuese suya.

El descubrió le dejó boquiabierto y volvió de nuevo su atención hacia la carretera. Pero entonces ¿Por qué no tendría el querer a la muchacha? Era sorprendente y una autentica fiera. Sin duda, la mocosa debía de ser muy buena en la cama.

Siempre, por supuesto que la pudiera hacer cambiar su opinión sobre el.

Quitarle el deseo de colgarle y también sus faldas.

Blake se giró para mirarla. “¿Cómo se llama?”

Ella sonrió maliciosamente como si guardara un secreto, y entonces dijo. “Señorita Carstine Greer”.

“Oh, que bonito nombre para mujer igualmente bonita”.

Ella levantó la barbilla un poco más, sus brillantes ojos verdes estaban llenos de indignación.

A pesar de su aparente disgusto por sus halagos, una pequeña sonrisa dio curvó sus labios.

Blake no puedo evitar tomarle el pelo. “Parece que no esta usted acostumbrada a los halagos. Ciertamente es una lastima.”

“Todo lo contrario, milord. He tenido que sufrir de más floridas alabanzas de las que cualquier dama debería soportar.” Carstine le aguantó la mirada, fijamente, pero no totalmente de manera hostil.

En ese momento, el se decidió. La insolente Carstine estaría en su cama para navidad. Ella le suplicaría por sus halagos y se moriría de deseo por sus besos. Ella sería suya, y ciertamente, esta sería una feliz navidad.

Por lo menos una ampliamente placentera.

“¡Dios mío!” ¿Qué ha pasado Carstine?”

Blake se quedó parado al oír el agudo sonido de su la voz de su hermana Minerva. El se giró ligeramente para verla correr hacia ellos.

“¿Por qué vas montada en el caballo de Blake? ¿estas herida?” Gritaba Minerva mientras corría hacia ellos, con sus rizos castaños agitándose con cada zancada.

“Resbalé sobre el hielo y me he torcido el tobillo. Un esguince. “No es nada Dinna tranquila.” Contestó Carstine.

Blake se giró hacia un criado que había seguido a Minerva desde la casa y dijo, “Ayude a la mujer a bajar. Llévela al piso de abajo y cuide de que este bien atendida.”

“¡Al piso de abajo! Gritó Minerva de indignación. ¿Por qué la has mandado ahí? Minerva miró al criado. “El señor se ha equivocado. Por favor, lleva a Minerva a la habitación de invitados y asegúrese de que Madre este informada.”

“¿Habitación de invitados?, Blake levantó una ceja pidiendo explicaciones.”

“Si, su habitación de invitados. Carstine es la invitada de Madre. Su pupila, de hecho.” Minerva entrecerró los ojos al mirarle. ¿Quién creías que era ella?

“Piensa que soy su sirvienta, milady”

“¿Mi sirvienta? Minerva le pegó un manotazo en el brazo. “Serás idiota. ¿No se pensaste en preguntarle quien era?”

La mirada de Blake cambiaba entre Minerva y Carstine. ¿La pupila de Madre? ¿Por qué diantres ella no me lo ha dicho? ¿Y por que iba vestida como la mujer de un pescadero?

El calor le empezó a subirle por la barbilla. Una mezcla de rabia al ser engañado y vergüenza por su error recorrieron su cuerpo. El dio un suspiro mientras volvía su atención hacia Minerva. “Estaba más preocupado por su herida que por su identidad”, confesó Blake.

“Todo lo contrario”, dijo Carstine mientras el sirviente la llevaba hacia las escaleras. “Fue demasiado prepotente para preocuparse. Intenté contárselo, pero no me hacía caso.”

“¡Blake!” Minerva le miró con el ceño fruncido.

Ella miró con expresión dubitativa. Ella le había ganado eso estaba claro. Le había hecho quedar como un idiota y parecía bastante satisfecha por ello. El estaba seguro de que esa mirada petulante desaparecería cuando la tuviera en su cama.

“¡Esto era la guerra!”

Minerva le pegó un codazo devolviéndole a la realidad.

“Discúlpate”, le pidió Minerva.

“Muy bien” Blake se giró hacia Carstine y en tres grandes zancadas, llegó hasta donde ella se encontraba. Más que hablar, el cogió de brazos del criado. Ella inmediatamente puso rígida en sus brazos, pero no quiso hacer un escandalo. “Le pido disculpas por mi error. Déjeme compensarla llevándole a sus aposentos.”. Dijo el en un tono frío y plano.

“Eso no es correcto en absoluto”, gritó Minerva desde detrás suya, pero Blake la ignoró mientras llevaba su carga hacia dentro de la casa solariega.

El sabía que estaba siendo incivilizado, pero en ese momento no le importaba. El arreglaría las cosas después con Minerva. Ahora mismo el tenía una teoría que probar.

Carstine tenía que reconocer que el no era un hombre que ella debiera menospreciar. El era el señor de la casa.

Blake subía las escaleras de dos en dos, manteniendo firme su agarre en Carstine. El exuberante tacto de su cuerpo entre sus brazos creaba el caos en sus sentidos. Su pulso se incrementaba mientras el deseo le poseía amenazando con vencer su buen sentido.

Por su parte de ella su descaro seguía inalterado. Su mirada fría y cuerpo inerte excepto por el zarandeo causado por el movimiento. Esto solo servía para ponerle más de los nervios. El caminaba por el rellano, su mirada volaba entra las puertas que se alineaban a ambos lados del pasillo. ¿Qué habitación? El preguntó entre dientes.

“La tercera por la derecha”, contestó Carstine como si no hubiese nada extraño en la situación. Blake se dirigió precipitadamente hacia la habitación que ella le había indicado, entonces la empujó con la cintura antes de entrar. El se dirigió a la gran cama de doseles. Una vez allí. Una vez allí, el se tomó un momento para acercar la boca a su oreja y susurrar, “Esto no se ha acabado aún, preciosa”.

Antes de que ella pudiera reaccionar la depositó en la cama si fuera un bulto y se dio la vuelta para marcharse.

Como una pequeña y enfadada sombra, Minerva esta detrás suya le cogió por el brazo con la mano y tiró de el. “Tenemos que hablar”.

Blake permitió a su hermana sacarle de la habitación, pero una vez que ellos salieron al rellano el retomó el control, llevándola hacia la habitación de jugar al billar.

El la dejaría hablar todo lo que ella quisiera. El nunca le negaba nada a Minerva- nunca había podido. Pero mientras ella le llenaba la cabeza con su cháchara, le se llenaría el gaznate de buen brandi.

Cuando llegaron a la habitación de billar, Blake sujetó la puerta para que Minerva pudiera entrar. “Se buena y sírveme una copa de Brandi, antes de que me marees la cabeza.” Dijo el mientras se dejaba caer al sofá mas cercano al hogar.

Minerva agitó la mano. “No tengo ninguna intención de marearte la cabeza hoy”. Minerva caminaba hacia el aparador de madera macizo. “No a mi hermano favorito”.

“Soy tu único hermano”. Contestó Blake arrastrando las palabras.

“Por eso no es extraño que seas mi favorito”. Ella cogió un decantador de cristal y echó una cantidad del licor ámbar en un vaso de cristal.

Blake no puedo evitar sonreír. Minerva sabía como hacerle reír, aunque fuera la ultima cosa en el mundo que a el le apeteciera hacer.

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