Kitabı oku: «Nos han dado la tierra»
Índice
Prólogo
Nos han dado la tierra
Wixárika
Xitákame, Julio Ramírez de la Cruz
Kwie Tekaneyetuiríyarieni
Nawatl
Xokoyotsin Kwauhtlahtowa
Techmakatokeh TlaalliNáayeri Variante: Kwáxa’taanaPedro Muñiz LópezMataatapuéijbe ɨ chuéjMiˀphaa (Tlaplaneco)Ana Line Martínez SixtoNišnaši mbaaˀPurépechaGloria de Jesús RosasIntsïnhantaskacha echeriTutunakuManuel Espinosa SainosKinkamakamaxkikán tiyatHñähñuRaymundo Isidro AlavezXa t’ungagihu ra haiJñatjo (mazahua)Francisco Antonio León CuervoO dyakjúji ne jomúLAKTY´AÑ (ch'ol, chol)Estela Mayo MendozaTsa ak'beñ tyiyoñlojoñ lumAyuujk (mixe)Të ë’naax xkëdëjkëyëm
Nos han dado la tierra
Juan Rulfo en 10 lenguas indígenas mexicanas
se terminó de editar en octubre de 2021, en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Col. Lomas de Guevara, 44657, Zapopan, Jalisco
Coordinación editorial
Iliana Ávalos González
Jefatura de diseño
Paola Vázquez Murillo
Corrección
Jorge Orendáin
Diagramación
Maritzel Aguayo Robles
Índice
Prólogo
José Luis Iturrioz Leza
Nos han dado la tierra
Juan Rulfo
Wixárika
Xitákame, Julio Ramírezde la Cruz
Kwie Tekaneyetuiríyarieni
Traducción de Xitákame, Julio Ramírez de la Cruz
Nawatl
Xokoyotsin Kwauhtlahtowa
Techmakatokeh Tlaalli
Traducción de Xokoyotsin Kwauhtlahtowa
Náayeri Variante: Kwáxa’taana
Pedro Muñiz López
Mataatapuéijbe ɨ chuéj
Traducción de Pedro Muñiz López
Miˀphaa (Tlaplaneco)
Ana Line Martínez Sixto
Nišnaši mbaaˀ
Traducción de Ana Line Martínez Sixto
Purépecha
Gloria de Jesús Rosas
Intsïnhantaskacha echeri
Traducción de Gloria de Jesús Rosas
Tutunaku
Manuel Espinosa Sainos
Kinkamakamaxkikán tiyat
Traducción al totonaco de Manuel Espinosa Sainos
Hñähñu
Raymundo Isidro Alavez
Xa t’ungagihu ra hai
Traducción de Raymundo Isidro Alavez
Jñatjo (mazahua)
Francisco Antonio León Cuervo
O dyakjúji ne jomú
Traducción de Francisco Antonio León Cuervo
LAKTY’AÑ (ch'ol, chol)
Estela Mayo Mendoza
Tsa ak’beñ tyiyoñlojoñ lum
Traducción de Estela Mayo Mendoza
Ayuujk (mixe)
Të na’ax xkëdëjkëyëm
Traducción de Esther Juárez Martínez
Prólogo
JOSÉ LUIS ITURRIOZ LEZA
La mitad de las traducciones reunidas en este volumen se deben a escritores que escriben en diversas lenguas indígenas y que gozan ya de prestigio en el mundo de las respectivas literaturas. La otra mitad se debe a jóvenes indígenas residentes en la ciudad de Guadalajara que toman parte en el Diplomado de Traducción impartido en Witsili. Lenguas Indígenas Mexicanas A.C.
El inglés no solamente es la lengua en la que más textos se producen, sino también la lengua a la que más se traduce. Las razones son varias. Los hablantes nativos de inglés son probablemente los que menos lenguas extranjeras aprenden, obviamente están menos motivados para aprender una lengua extranjera que los hablantes nativos de otras lenguas para aprender inglés. Los textos producidos en otras lenguas obtienen mayor difusión cuando se traducen al inglés y, en menor medida, a otras lenguas de uso internacional con gran población. Digo esto para aclarar que la traducción no es algo a lo que están condenadas las lenguas minoritarias, sino que la practican sobre todo las lenguas más internacionales. La traducción es imprescindible para que una lengua pueda participar en el flujo global de la información. Sin la traducción, cualquier lengua queda marginada porque sus hablantes no tendrán acceso a lo que se produce en otras lenguas y porque las obras publicadas en la misma no se darán a conocer en otras lenguas. Al interior de México, si queremos que las lenguas originarias salgan de sus espacios comunicativos restringidos y se conviertan en lenguas de la educación, administración, etc., dentro de sus comunidades, lo que conlleva la producción de numerosos tipos de textos, tienen que dotarse de los recursos humanos y materiales para asumir tareas administrativas, de impartición de justicia y de comunicación intercultural en las cuales la traducción tendrá que desempeñar un papel muy importante.
No es lo mismo traducir entre lenguas que se encuentran en etapas equiparables de desarrollo que traducir a una lengua que no ha tenido un desarrollo similar en un dominio cognitivo dado. Aquí la traducción no tiene nada de mecánico, tiene que ser más creativa, y por ello, más transparente y accesible a la reflexión. Mis ideas sobre la traducción las he venido forjando a partir de observaciones y reflexiones acumuladas a lo largo de los años sobre lo que implica traducir entre dos lenguas diametralmente opuestas desde diversos parámetros tipológicos: en un extremo está el wixárika como la lengua más polisintética que se conoce, al punto de que realiza mejor que ninguna otra el ideal formulado por Humboldt: la palabra tiende a coincidir con la oración, superando al náhuatl, que Humboldt consideró la lengua polisintética por excelencia. En mi trabajo sobre Características tipológicas fundamentales del huichol muestro que esta lengua es polisintética, centralizante y verbalizante, mientras que castellano es una lengua entre sintética y analítica, distributiva y nominalizante. En los tres trabajos publicados sobre este tema contrasto textos de las dos lenguas tanto del discurso coloquial como de discursos especializados: jurídico, administrativo, médico, publicitario, lingüístico. Las traducciones hechas en el diplomado son un material adecuado para extender la investigación a otras lenguas y desarrollar una visión más amplia de la traducción.
El cuento de Rulfo no corresponde por igual a las diversas realidades de los pueblos indígenas. Unos viven en una naturaleza exuberante, siempre verde y húmeda, otros en territorios áridos, otros en zonas donde coexisten o alternan varios climas. Algunos traductores tuvieron problemas con el término trespeleque, “poco tupido, que casi no tiene hojas”, dicho de plantas propias de tierras áridas. En el cuento original se mencionan plantas que no se dan por toda la geografía de México, como las casuarinas, para las que en algunas lenguas no existe un nombre específico. Por eso, en el taller surgía una y otra vez la pregunta si se debía describir la planta o más bien sustituir por otra de similares características para la que sí existe un término en la lengua meta. En un caso se llevan a cabo estrategias de acomodación del cuento a otras realidades, en el otro se eligen estrategias de asimilación al cuento original, dependiendo de si lo que se quiere es que los lectores puedan acceder al cuento original respetando todo su contenido o recrear el cuento desde otra realidad para que los lectores lo sientan como propio.
La traducción es una operación compleja que involucra mucho más que el conocimiento del léxico y la gramática de dos lenguas, a saber una competencia textual, competencia pragmática comunicativa y un conocimiento de ambas culturas. La traducción debe ser abordada al mismo tiempo desde la perspectiva de la palabra, la cláusula y el texto. En el proceso de traducción, el texto debe constituir la perspectiva más general desde la que se regula todo el proceso. La competencia gramatical, restringida a la capacidad de generar oraciones bien formadas, no puede dar cuenta de este proceso. Es necesaria una visión más dinámica de la traducción como una operación que integra e interrelaciona todos los dominios de la actividad lingüística. Los diferentes dominios, niveles y componentes trabajan en red, de una manera complementaria, cooperativa en toda actividad lingüística real.
Roman Jakobson estableció una conexión interesante entre la traducción interlingüística (de una lengua a otra) y la intralingüística, consistente en la sustitución de unos signos por otros semánticamente equivalentes: “El significado de un signo lingüístico equivale a su traducción a algún otro tipo de signo alternativo, especialmente un signo en el que aquel esté más plenamente desarrollado.” Las reformulaciones de una idea dentro de una misma lengua representan una especie de traducción intralingüística; en contrapartida, la traducción interlingüística es un valioso ejercicio de reformulaciones de una idea en la lengua meta.
El material que presentamos en este libro podrá ser utilizado en el ámbito educativo para obtener un acercamiento a las lenguas y establecer comparaciones con español o entre dos lenguas cualesquiera con la guía de alguien que conozca ambas.
Nos han dado la tierra1
Juan Rulfo
Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.
Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:
—Son como las cuatro de la tarde.
Ese alguien es Melitón. Junto con él, vamos Faustino, Esteban y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miro más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: “Somos cuatro.” Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros.
Faustino dice:
—Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por encima de nuestras cabezas. Y pensamos: “Puede que sí.”
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello.
Aquí así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover.
No llovió. Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado.
Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano, lo que se llama llover.
No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.
Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con “la 30” amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también nos quitaron los caballos junto con la carabina.
Vuelvo hacia todos lados y miro el Llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tepetate para que la sembráramos.
Nos dijeron:
—Del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:
—¿El Llano?
—Sí, el Llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.
Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en las manos y nos dijo:
—No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.
—Es que el Llano, señor delegado...
—Son miles y miles de yuntas.
—Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.
—¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En cuanto allí llueva, se levantará el maíz como si lo estiraran.
—Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es la tierra del Llano.
Habría que hacer agujeros con el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni maíz ni nada nacerá.
—Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al gobierno que les da la tierra.
—Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es contra el Llano... No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho... Espérenos usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos...
Pero él no nos quiso oír.
Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.
Melitón dice:
—Esta es la tierra que nos han dado.
Faustino dice:
—¿Qué?
Yo no digo nada. Yo pienso: “Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el calor el que lo hace hablar así. El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha calentado la cabeza. Y si no, ¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los remolinos.”
Melitón vuelve a decir:
—Servirá de algo. Servirá aunque sea para correr yeguas.
—¿Cuáles yeguas? —le pregunta Esteban.
Yo no me había fijado bien a bien en Esteban. Ahora que habla, me fijo en él. Lleva puesto un gabán que le llega al ombligo, y debajo del gabán saca la cabeza algo así como una gallina. Sí, es una gallina colorada la que lleva Esteban debajo del gabán. Se le ven los ojos dormidos y el pico abierto como si bostezara. Yo le pregunto:
—Oye, Esteban, ¿de dónde pepenaste esa gallina?
—Es la mía —dice él.
—No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh?
—No la merqué, es la gallina de mi corral.
—Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no?
—No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.
—Allí escondida se te va a ahogar. Mejor sácala al aire.
Él se la acomoda debajo del brazo y le sopla el aire caliente de su boca. Luego dice:
—Estamos llegando al derrumbadero.
Yo ya no oigo lo que sigue diciendo Esteban. Nos hemos puesto en fila para bajar la barranca y él va mero adelante. Se ve que ha agarrado a la gallina por las patas y la zangolotea a cada rato, para no golpearle la cabeza contra las piedras.
Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajará por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo. Nos gusta. Después de venir durante once horas pisando la dureza del Llano, nos sentimos muy a gusto envueltos en aquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe a tierra.
Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta.
Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites.
—¡Por aquí arriendo yo! —nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.
La tierra que nos han dado está allá arriba.
1 Tomado de El Llano en llamas. 2a edición. México, Fondo de Cultura Económica, 1980. Primera edición, 1953.
Wixárika
Pequeño tepetate que representa el cuerpo del ancestro
Maxa Kwaxí Kukutsuvmépa
La lengua wixárika
Pertenece a la familia que los lingüistas llamamos yutoazteca, junto con cora y náhuatl (las más cercanas desde el punto de vista genético y estructural), mexicanero, ute, tarahumara, tepehuano, varijío, yaqui-mayo y pima. La población huichola es aproximadamente de 50 000 personas, que habitan un territorio de unos 10 000 km2 en el norte de Jalisco y Nayarit, así como en zonas colindantes de Zacatecas y Durango. Los huicholes se llaman a sí mismos y a su lengua wixárika (en plural wixáritaari), palabra de la que procede el término castellano huichol.
Los huicholes son mundialmente conocidos como artistas a través de sus bordados, cuadros de estambre y objetos de chaquira. Obras monumentales decoran lugares importantes como una estación del metro en Guadalajara y otra en París, o el vochol, un volkswagen cubierto por dentro y por fuera con más de un millón de perlitas de chaquira, representando diferentes motivos de su cosmovisión. Para entenderlas se requiere entrar en un mundo simbólico altamente organizado.
Wixárika es una lengua polisintética, centralizante y verbalizante. En el polo opuesto de las lenguas analíticas, donde las palabras suelen carecer de complejidad morfológica de manera que idealmente el número de palabras coincide con el de morfemas, la lengua wixárika construye palabras de mucha complejidad que se pueden componer de varios o muchos morfemas segmentales. Pero no todas las clases de palabras tienen las mismas posibilidades, pues la complejidad no se distribuye equitativamente entre las diversas palabras, sino que se concentra en las palabras predicativas, que son típicamente verbales:
nos ha-n da-do l-a tierra
kwie te-ka-n-e-ye-tui-rí-ya-rie-ni
tierra 1pl.suj-rf-rf-nexp--llevar-bitr-pas-prom-rf
Mientras los 8 morfemas segmentales del castellano se reparten entre las 5 palabras del título (1-2-2-2-1), los 11 segmentos elementales de las dos palabras huicholas se distribuyen de manera muy asimétrica (1-10). Las frases nominales son más ligeras y hasta suelen elidirse cuando no aportan información que no esté contenida en las palabras verbales o que no se pueda recuperar del contexto. A medida que avanza un texto, aumentan las palabras verbales en contraste con las nominales.
Una consecuencia de todo esto es que a las 1 528 palabras del texto castellano corresponden solamente 1 041 palabras del wixárika. El título en wixárika tiene 2 palabras, mientras que el título castellano tiene 5.
José Luis Iturrioz Leza
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