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Detalle de Americae Pars Meridionalis, Joannes Janssonius, 1647-1650, Nouvelle Atlas Du Theatre Monde, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.


PASO SUR

tuvimos por cierto estar ya en el Mar del Sur, alegramonos (sic) grandemente por aver (sic) hallado camino a todos los hombres del mundo encubierto.*

* Relación Diaria del Viaje de Jacobo Lemayre y Guillermo Cornelio Schouten, en que descubrieron nuevo Estrecho y pasage del mar del Norte al mar del Sur, a la parte austral del Estrecho de Magallanes, Madrid: Bernardino de Guzman, 1619, 11v.

EL RÍO DE LA PLATA: UN ENIGMA EN EL SUR DE AMÉRICA

Rodrigo Moreno Jeria


Cuando Cristóbal Colón hizo sus dos últimos viajes de descubrimiento, su principal objetivo fue hallar el ansiado estrecho que permitiera el paso de sus naves rumbo a lo que la cartografía de entonces conocía como el Quersoneso Áureo y, de allí, probar su gran descubrimiento, navegando por el conocido océano Índico.1 Sin embargo, nada de eso ocurrió. Intentó infructuosamente hallar un canal a la altura de lo que hoy es Panamá, y aunque su sentido común no era tan lejano a la realidad en cuanto a lo que buscaba, por aquel entonces dicho paso no se podía realizar.

Tras Colón, o mejor dicho contemporáneo a él, Américo Vespucio constató que la única forma de definir geográficamente con mayor exactitud las nuevas tierras descubiertas por Colón, en particular la desembocadura del río Orinoco, era navegar por la costa hacia el Sur, puesto que de esta forma se podría constatar la real extensión del territorio y comparar con lo que hasta entonces era la tierra conocida de Asia.

Vespucio no navegó solo ni era parte de la única expedición que buscaba verificar la existencia de nuevas tierras. Álvares Cabral descubrió también nuevas tierras en 1500 y las bautizó como Brasil. Sin embargo fue el sabio florentino quien en 1503, tras realizar un viaje que lo llevó hasta el sur de lo que hoy conocemos como el Río de la Plata, escribió una carta llamada Mundus Novus, en la que constató intelectualmente que lo que había visitado no era Asia, sino un nuevo mundo.2

De allí en adelante, la historia es conocida. En 1507 el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó el mapa Universalis Cosmographia, y al territorio al sur del Orinoco se lo denominó América, en conmemoración de Vespucio, pero recordando la condición femenina de la tierra recién descubierta.3

El viaje de Vespucio fue, al menos hasta lo que podemos constatar4, el primero que buscaba resolver en el Sur un enigma, que consistía en definir si las tierras descubiertas por Colón eran parte del continente asiático o pertenecían a un mundo nuevo, un continente no conocido que, en caso de existir, rompía en pedazos la teoría de la división tripartita del mundo, a partir de la cual Europa, Asia y África eran las únicas tierras habitadas por seres humanos.

Pasaron los años, y a su paso quedó abierta la inquietud por explorar de manera más acabada las costas del nuevo mundo al sur del Brasil, más aún cuando por definición del Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, dichas tierras pertenecían a la Corona de Castilla.

Fue así que, transcurrida más de una década desde el viaje del florentino, en 1516 se comenzó a organizar la expedición de Juan Díaz de Solís, a quien la historia reconocería el mérito de ser el verdadero descubridor del Río de la Plata o Río de Solís, como sería denominado por un breve tiempo esta importante cuenca hidrográfica. Sin embargo, versiones portuguesas dan a la expedición de Nuño Manuel y Cristóbal Haro, realizada entre 1513 y 1514, el honor de haber sido la pionera.5

Díaz de Solís, oriundo de Lebrija, arribó a la gran desembocadura del río en febrero de 1516, y desde allí se adentró por su estuario norte. En primera instancia el lugar fue denominado Mar Dulce, posiblemente ante la duda que inicialmente generaba la inmensidad que observaban, y que podía dar cabida a la existencia del tan anhelado estrecho meridional que conectara el Mar Océano o Mar del Norte (Atlántico) con el llamado Mar del Sur (Pacífico).6 Para entonces, los indígenas identificaban toponímicamente el lugar como Paraná Guazú.7

Lamentablemente esta importante expedición hispana no dejó testimonio cartográfico, puesto que cuando Solís estaba explorando la costa de lo que hoy es Uruguay fue asesinado por nativos del lugar junto a casi todos los hombres que le acompañaban y por lo tanto se perdieron las anotaciones y levantamientos que para entonces estaba haciendo el Piloto Mayor de Castilla.8


Imagen 1: Mapamundi, Battista Agnese, 1544, cortesía Library of Congress (LOC).

En relación con el nombre del río, la denominación que la cartografía consagró definitivamente hacia 1530 como De la Plata se generó en tiempos de Solís, cuando Alejo García, uno de los sobrevivientes de su expedición, tiempo más tarde desde la costa sur actual del Brasil tuvo noticias de un rey blanco y de las fascinantes sierras de plata, imaginarios que los lugareños contaban que existían al interior del territorio. Esto lo animó a organizar una expedición en busca de tan apetecidos objetivos. La expedición se concretó en 1524 en compañía de cuatro españoles, un mulato y un número indeterminado de indios auxiliares. Al recorrer y explorar el río Paraguay se internaron en el Chaco, hasta llegar a las tierras altoperuanas, actual territorio boliviano. Sin embargo, no continuaron camino al Perú y decidieron regresar a la costa atlántica. Ahora bien, lo notable de dicha empresa es que se realizó casi una década antes de que arribaran al Perú los conquistadores procedentes de Panamá, por lo cual se puede afirmar que fue inicialmente la región del Plata la puerta de entrada al Tahuantinsuyu.9

En cuanto al resultado del viaje, si bien encontraron metales preciosos, Alejo García no pudo atesorarlos porque al regresar de su viaje murió a manos de indígenas guaraníes en las proximidades del río Paraguay.

Ahora bien, aunque la plata hallada por este insigne aventurero no tenía relación directa con el río descubierto por Solís, quedó en la memoria colectiva la existencia del mineral en un entorno “no lejano” del río, tema que más tarde fortaleció el topónimo, ya que se produjo la conquista del poderoso mundo inca y el hallazgo del Cerro Rico de Potosí.

Y a propósito de cartografía, un mapamundi anónimo, atribuido a Batista Agnese que se guarda en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, datado aproximadamente de 154410, es el primer testimonio concreto donde se puede corroborar la inclusión del topónimo platense; es decir pocos años después de la muerte de García y posiblemente influido por las noticias que Sebastián Caboto llevó a Europa a partir de esa misma expedición y de otros intentos inmediatos por explorar la región andina desde el Atlántico.11

No obstante, es recurrente reconocer en la historiografía tradicional el valor del mapamundi del cartógrafo genovés Battista Agnese, quien lo confeccionó en Venecia hacia 1544. En aquel hermoso mapa, impreso y bastante conocido, el topónimo Río de la Plata cobró tal importancia que muchos han creído por siglos que este había sido el primer testimonio con dicho nombre. Con toda seguridad Agnese tomó la noticia de otros mapas manuscritos de la época y por ello no es de extrañar que antes de su obra pudiera haber existido el topónimo, tal como queda demostrado en este Mapamundi (Imagen 1).12

Después de las expediciones de Solís y del intento de Alejo García, que fortuitamente dio nombre al río, fue el referido Sebastián Caboto quien realizó un nuevo intento por explorar el interior del río entre 1526 y 1529.

Si bien la empresa de este navegante estaba inicialmente definida para ir en busca de las bíblicas Tarsis y Ofir, así como de Cipango y Catay, según la capitulación de 1525, el carácter mercantil de la empresa hizo cambiar de opinión a Caboto, quien optó por buscar éxitos económicos en el menor tiempo posible, para lo cual decidió ir en demanda de las riquezas que se encontrarían en los contrafuertes andinos, de acuerdo con lo que se contaba de la expedición de García, de la cual tuvo noticias en Pernambuco.

Este marino y cartógrafo genovés, afincado desde muy joven en Venecia, era hijo del célebre explorador Juan Caboto, quien había navegado al servicio de la Corona británica, y había sido el primer explorador europeo en época moderna que oficialmente había recorrido las costas de Terranova en Norteamérica.13

Al conocer en detalle las noticias de Solís, gracias al hallazgo de náufragos en la costa sur del Brasil, así como también de las últimas noticias que se tuvieron de García, puso especial atención en navegar río arriba y realizar los primeros asentamientos en el Río de la Plata en nombre de la Corona española, cosa que hasta la fecha no había ocurrido.

Al explorar la zona del río Uruguay, en las cercanías de la actual Colonia del Sacramento, en un sitio que denominó San Lázaro, Caboto fundó un pequeño fortín en abril de 1527. Se trató del primer asentamiento español en el estuario del Plata, al que dos meses más tarde seguiría otro más importante, el fuerte Sancti Spiritu, que se convertiría en la primera fundación en actual territorio argentino, en las cercanías de la ciudad de Rosario, en la confluencia de los ríos Coronda y Carcarañá (Imagen 2).

Mientras realizaba esta importante exploración fluvial hacia el interior, con sorpresa apareció Diego García de Moguer, quien estaba al mando de otra empresa con fines comerciales. Este sobreviviente de la expedición de Solís, que había conseguido importante apoyo en La Coruña, quiso disputar con Caboto los derechos de exploración de dicho territorio, aunque desconocía que la capitulación del genovés era cinco meses más antigua que la de él y, por lo tanto, sus pretensiones en el Río de la Plata no eran legales.14 Sin embargo, la supuesta legitimidad de la empresa de García de Moguer se sustentaba en que tampoco Caboto había cumplido su plan original, que se enmarcaba inicialmente en Asia y no en el Nuevo Mundo.


Imagen 2: Detalle de De Voorgenome Scheeps-Togt Sebastiaan Gaboto om Door de Straat Magallan na de Moluccos to Stevenen aan Rio dela Plata Voleynigt. Liede, Pierre Vander, s/a, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.

Ante la imposibilidad de imponer sus fuerzas uno sobre otro y ante la necesaria mediación que habría que hacer en España decidieron ambas expediciones continuar la exploración río arriba, navegando por el río Paraguay. Fue de este modo como descubrieron en 1529 el río Pilcomayo. Lamentablemente para las dos empresas, no se pudo concretar el objetivo central, que consistía en arribar a las riquezas de las míticas Sierras de la Plata, y para agravar el fracaso, al retorno a Sancti Spiritu se constató que un ataque indígena había destruido esta primera fundación, con la consiguiente pérdida de las vidas de quienes habían quedado a cargo del emplazamiento.15

Por otra parte, antes de dicho episodio, Caboto, ante la imposibilidad de llegar por vía fluvial a las montañas andinas, había enviado otras expediciones terrestres de exploración hacia diversos puntos; una de estas fue liderada por el célebre Francisco César, quien salió con 15 hombres en busca de las Sierras del Plata. César y sus gente nunca arribaron al Perú, aunque cuando retornó poco menos de la mitad del grupo, los sobrevivientes mencionaron maravillas que habían visto en las regiones interiores, entre ellas “indios ricos” y “hombres blancos”, lo que por el tiempo y la distancia recorridos debieron haber correspondido a la región de Córdoba del Tucumán o a Cuyo. Si bien César sobrevivió, su apellido dio origen al famoso mito de la Ciudad de los Césares, imaginario que con el correr del tiempo se fue desplazando geográficamente hacia tierras magallánicas, puntualmente a la idea de la existencia de una ciudad con enormes riquezas, poblada por hombres blancos que se mezclaron con nativos del lugar.16

Mientras tanto Caboto, que para entonces ostentaba el cargo de Piloto Mayor de la Casa de Contratación17, regresó a España en 1530, no sin antes tener una serie de disputas con parte de sus colaboradores, lo que al retorno le significó fuertes cuestionamientos por dejar inconcluso el proceso de asentamiento y exploración, así como por abandonar a su suerte a una parte de sus hombres, que quedaron en la región del Río de la Plata.18

Tras una breve deportación en Orán, posteriormente permaneció en Sevilla hasta 1547, cuando regresó a Inglaterra donde continuó sirviendo con sus navegaciones durante los años siguientes. Sin embargo, fue durante su permanencia en España, sirviendo a dicha Corona, cuando realizó su famoso Mapamundi, que data de 1544. Los cartógrafos plasmaron en sus mapas los resultados de esta expedición, representaron el Río de la Plata con su gran complejidad fluvial, registrando desde entonces el aporte de Caboto al conocimiento cabal de dicho espacio geográfico (Imagen 3).


Imagen 3: De Voorgenome Scheeps-Togt Sebastiaan Gaboto om Door de Straat Magallan na de Moluccos to Stevenen aan Rio dela Plata Voleynigt. Liede, Pierre Vander, s/a, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.


Imagen 4: Paraguay o Provincia de Río de la Plata, Joannes Janssonius, 1647-1650, Nouvelle Atlas Du Theatre Monde, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.

Con esta empresa, Caboto y su expedición cerraron este primer gran enigma del sur de América, ya que descartaron definitivamente la existencia de un paso al norte del estrecho de Magallanes, que para entonces ya había sido descubierto, y al mismo tiempo dimensionaron de mejor forma el entorno de la región rioplatense, la que sin estar totalmente explorada se abrió como un mundo que había que continuar explorando y fortaleciendo, principalmente por su condición fronteriza con los dominios portugueses del norte y porque su riqueza fluvial podía ser la conexión con los territorios andinos recién conquistados.

Tras las trágicas circunstancias en las que terminaron la expedición de Solís, la de Alejo García y los conflictivos asentamientos de Caboto y de su competidor García de Moguer, quedaba ya resuelto el enigma del gran río, el mismo que algunos años antes, específicamente el 12 de enero de 1520, Hernando de Magallanes había recorrido en su camino al anhelado estrecho. A propósito de este episodio, el célebre cronista Antonio de Pigafetta recordaba la aventura de esta forma:

Este río forma siete islas pequeñas, en la mayor de las cuales, llamada cabo de Santa María, se encuentran piedras preciosas. Anteriormente se había creído que es agua no era de un río sino un canal por el cual se pasaba al Mar del Sur; pero se vio bien pronto que no era sino un río que tiene diecisiete leguas de ancho en su desembocadura. Aquí fue donde Juan de Solís, que andaba como nosotros descubriendo nuevas tierras, fue comido con sesenta hombres de su tripulación por los caníbales, en quienes se había confiado demasiado19.

Magallanes y sus hombres habían pasado por el lugar, aunque sin saber acerca de la trascendencia histórica que tendría; sin embargo, dejaron para la posteridad un topónimo relevante que se incorporó a la geografía rioplatense, y que dos siglos más tarde daría lugar al emplazamiento urbano más importante de la banda oriental del río Uruguay: Montevideo.

Finalmente, fue a partir de la fundación de Buenos Aires, en febrero de 1536, a cargo de la sufrida expedición de Pedro Mendoza, y a partir de la construcción de fuertes fundados en el Coronda, en el Carcarañá y luego en río Paraguay (entre ellos Nuestra Señora de la Asunción en 1537), cuando se inició una nueva y larga etapa de consolidación de la presencia hispana en el Río de la Plata. Se trató de un largo proceso, lleno de dificultades y vicisitudes, a partir del cual la importancia geográfica quedaría reflejada en la gran riqueza cartográfica que comenzó a florecer desde la segunda mitad del siglo XVI hasta llegar a las magníficas representaciones de los siglos XVII y XVIII (Imagen 4).

NOTAS

1 Verlinden, Charles y Florentino Pérez – Embid. Colón y el descubrimiento de América. Madrid: Rialp, 2006: p.112.

2 Vespucio, Américo. “El Nuevo Mundo, Carta de Américo Vespucio a Lorenzo Pier Francesco de Medici, 1503”. En El Nuevo Mundo, Viajes y documentos completos. Madrid: Akal, 1985: p. 55.

3 El mapamundi de Waldseemüller fue realizado en coautoría con el humanista y tipógrafo Mathias Ringmann en Saint-Dié-des-Vosges, Lorena, lugar donde también había llegado una copia de la referida carta del florentino Vespucio. Arciniegas, Germán. Amerigo y el Nuevo Mundo. Madrid: Alianza Editorial, 1990: pp. 315-332.

4 Hay testimonios que nunca han podido ser comprobados de otros viajes realizados por navegantes europeos, presumiblemente portugueses, antes de Vespucio y Alvares Cabral.

5 Lucena, Manuel. El descubrimiento y la fundación de los Reinos Ultramarinos. Madrid: Rialp, 1982: VII, p. 401.

6 Pérez – Mallaína, Pablo Emilio. “Tierras por descubrir y ganar”. En Manuel Lucena Salmoral, Historia de Iberoamérica. Madrid: Cátedra, 2008. II. p.95.

7 La traducción del nombre originario sería río caudaloso grande o simplemente río grande.

8 Solís había reemplazado a Américo Vespucio como Piloto Mayor, tras la muerte de este último en 1512.

9 Cuesta Domingo, Mariano. “La Conquista de América del Sur,”. En Navarro García, Luis. Historia de las Américas. Madrid: Alhambra Longman – Universidad de Sevilla, 1991: I, p. 562.

10 Autor anónimo, atribuido a Battista Agnese c.1544, Library of Congress (LOC).

11 Sobre noticias del mapa vaticano véase Mateo Martinic.1999: pp.7 y 21.

12 Biblioteca del Cogreso (LOC).

13 Asumimos como ciertas las navegaciones vikingas en el Medioevo.

14 Lucena. 1982: p.403.

15 Cuesta Domingo. 1991: p. 563.

16 Estellé, Patricio. “La ciudad de los Césares: origen y evolución de una leyenda (1526-1880)”. En Historia, nº 7, 1968: pp. 283-309.

17 Martín Merás, Luisa. Cartografía Marítima Hispana. Madrid: Lunwerg – CSIC, 1993: p. 69.

18 A propósito de los incidentes véase Cuesta Domingo, Mariano. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Madrid: CSIC, 1983: II, p.55.

19 Pigafetta, Antonio. Primer viaje en torno al Globo. Santiago de Chile: Editorial Francisco de Aguirre / Antártica, 1997: p. 19.

MAGALLANES, UN PASO INTEROCEÁNICO

Sabrina Guerra MoscosoMateo Ponce

La tierra en esta parte es muy fértil y agradable, abundan las colinas y montañas, ilimitados valles y fuertes ríos {...} No tienen metal que puedan describir, excepto oro, que estas regiones tienen en abundancia1.


Así describía Américo Vespucio la tierra que supuestamente había recorrido en el año de 1501, dos mil millas hacia el sur hasta casi llegar a Cabo de Hornos. En el año 1505 el navegante y cartógrafo florentino se reunió con el rey Fernando de España para tomar importantes decisiones que los llevaran a alcanzar la consolidación del proyecto de expansión ultramarino, este proyecto contemplaba la relevancia de descubrir un paso que, atravesando el Nuevo Mundo, permitiera unir Europa con Asia. Estas tempranas expediciones despertaron el sueño de encontrar un pasaje por el sur de América hacia el Pacífico asiático, que le permitiera a España controlar las rutas comerciales que hacia occidente conectaran Europa con el continente asiático.

En 1513 Vasco Núñez de Balboa fue el primer español que desde la costa de Centroamérica avistó el Pacífico, al que denominó Mar del Sur. Este descubrimiento planteó algunas interrogantes sobre la dimensión y las posibilidades de este nuevo océano para los europeos. No obstante, fue la impresionante hazaña de Fernando de Magallanes, en 1520, la que abrió las puertas a los extraordinarios misterios que ofrecía la cuenca del Pacífico a los exploradores europeos que se aventuraran a surcarlo en busca de fama, gloria y fortuna; las que suponían encontrarían en las islas de las especias del Pacífico, que escondían exóticas riquezas y aguardaban a quienes con valentía se atrevieran a cruzar el tan temido paso. Tras la expedición de Magallanes, la búsqueda de un pasaje por el Sur se convirtió en uno de los enigmas más importantes que la geografía del Nuevo Mundo planteaba a los europeos.

A partir del siglo XVI las expediciones europeas enfrentaron los desafíos impuestos por las dificultades y sorpresas de una geografía que entrañaban un paso extremadamente peligroso, que se presentaba como el primer reto antes de enfrentar los misterios de la cuenca del Pacífico. En el siglo XVI estos retos de la geografía especulativa fueron desafiados por tres expediciones que lograron llegar al Pacífico y además completaron los primeros viajes de circunnavegación; las expediciones fueron la de Fernando de Magallanes, en 1520; la del famoso Francis Drake, en 1579, y la del marinero Thomas Cavendish, en 1586.

Cabe resaltar que en las capitulaciones entre Magallanes y la Corona española en 1518, el propio capitán Magallanes dijo que iría “Para buscar el estrecho de acquellas mares”2. Incluso, Bartolomé de Las Casas, en su Historia de las Indias3, recoge en sus diálogos con Magallanes la existencia de este paso: “Díjele mas ¿y si no halláis el paso por donde habéis de pasar a la otra mar? Respondiéndome que cuando no lo hallase, irse por el camino que los portugueses llevaban”4. Estas palabras reflejan cómo la búsqueda de una ruta hacia las islas de las especias era ya una competencia entre las dos potencias marítimas del siglo XVI.

Magallanes fue el pionero, no solamente por desafiar aquel temido paso, convencido de su existencia e importancia, sino también porque fue parte de la primera expedición que alcanzó el primer viaje de circunnavegación. La ruta de Magallanes fue seguida durante los siguientes siglos por exploradores y aventureros, cuyas expediciones estuvieron matizadas de valor e intrepidez, pero también cargadas de episodios trágicos y de magníficos descubrimientos geográficos, los cuales quedarían plasmados en la temprana cartografía europea sobre América.

Copérnico, en su libro De Revolutionibus (1534), nos da un testimonio de la trascendencia de la hazaña de Magallanes:

América nombrada después del nombre del barco del capitán que la descubrió. En cuenta de su tamaño no revelado, es pensado como un segundo Orbis Terrarum. Hay también muchas islas hasta aquí desconocidas (...) Para consideración geométrica de la situación de América nos obliga a relevar que es opuesta a la región del Ganges de la India5.

Algunas de las incertidumbres respecto a la geografía especulativa sobre la existencia de un paso por el Sur y la posibilidad de encontrar un nuevo continente se mantuvieron a través de los siglos, Según Américo Vespucio:

siguiendo esta playa, tan largo tiempo navegamos, que pasado el trópico de Capricornio encontramos el polo antártico en su horizonte más alto, cincuenta grados [...] encontramos en esas partes una multitud de gente [...] una raza gentil y amigable. Todos de ambos sexos, andan desnudos, sin cubrir ninguna parte de su cuerpo6.

Es así como, desde inicios del siglo XVI, se especulaba sobre la existencia de tierras australes, un posible quinto continente. Tales especulaciones sobre el llamado continente blanco, la Antártida, se ven renovadas en preguntas y reflexiones de escritores como Peter Matthiessen, quien a propósito de un viaje al extremo sur del continente expresa: “este mundo aislado, parece prístino mas allá de lo imaginable”7.

Pero, además, la geografía especulativa reflejada en los mapas permitió la convergencia del mito y la realidad, producto del registro de la mirada de marineros, exploradores, etnógrafos y cronistas que dieron cuenta de sus conocimientos y también desconocimientos, desde una perspectiva occidental, muchas veces todavía medieval, sobre los enigmas de la geografía de aquel Novus Orbis, denominado América (Imagen 1).

Fue así como los mapas se convirtieron en los documentos históricos que registraron todos los nuevos conocimientos geográficos, culturales, pero también imaginarios de aquella época de impresionantes encuentros. No obstante, hay que tener en mente que lo fantástico ocupaba los vacíos generados por lo desconocido y cómo las fantasías alimentadas por la mitología occidental suplantaban los intentos de racionalizar un mundo que era totalmente nuevo y desconocido para los europeos.

Entonces, los mapas fueron documentos históricos y geográficos, pero también representan, mediante su iconografía, la cultura y, sobre todo, los imaginarios europeos sobre la geografía especulativa, planteada por el impresionante hallazgo de un paso hacia un nuevo océano y la posibilidad de encontrar un quinto continente; un proceso que debe ser comprendido como la incorporación del Nuevo Mundo en las mentes del Viejo Mundo8.

Junto al análisis de las aventuras de aquellos exploradores que se volcaron a resolver el enigma de un paso por el Sur en el siglo XVI, también es fundamental interpretar la convergencia de los conocimientos con los imaginarios propios de la cultura de la época. Es así como la cartografía histórica refleja el conocimiento, pero también la visión fantástica que buscaba comprender las nuevas fronteras físicas y culturales que la exploración de un paso por el Sur planteaba a los marineros que se aventuraron a seguir las huellas de Magallanes al enfrentar un océano vasto, desconocido, incomprensible y habitado por seres extraños, lo que daba lugar a la confusión de los nuevos conocimientos con las alucinaciones de los marineros y las fantasías de las mentes medievales (Imagen 2).

Fue así como los imaginarios de los exploradores se anticipaban a los conocimientos de la realidad, para camuflar así su ignorancia y temores ante las nuevas fronteras; entonces, estas confusas visiones de realidades y fantasías encontraron su lugar también en la producción cartográfica del siglo XVI. Un ejemplo claro de este registro se encuentra en el mapa de Gutiérrez, de 1562, quien al igual que otros cartógrafos de la época, dio rienda suelta a su imaginación para describir como un universo de ficción, aquello que no era posible asimilar acerca del Nuevo Orbis (Imagen 6, página 9).

Estos mapas fueron producidos y circularon en Europa como cartografía oficial. Es así como deben ser interpretados, como documentos gráficos sobre la geografía, la ciencia, los intereses políticos propios de la expansión marítima, pero también como evidencia de la imposición cultural y dominio ideológico que caracterizó al imperialismo marítimo colonial.

EL RELATO DE UNAS SORPRENDENTES EXPLORACIONES

Un mar inmenso se extendía, henchido de misterio, ante los pequeños veleros9.

Con estas palabras se inmortalizó el impresionante descubrimiento de Fernando de Magallanes, un ex oficial de la marina portuguesa, que comandando un escuadrón español a bordo del Victoria zarpó de Sevilla en 1519, con la misión de encontrar un paso Suroeste y una ruta hacia las islas de las especias. “Ningún otro viaje ha aportado tanto al conocimiento sobre la dimensión de la tierra como éste”, ya que probó que Ptolomeo había estado equivocado y efectivamente existía un paso por el Sur. Magallanes nombró a este océano “Mare Pacificum”10.


Imagen 1: Magellanica, Jodocus Hondius, 1611, cortesía de Library of Congress (LOC). En este mapa se puede ver el Estrecho descubierto por Magallanes y parte del paisaje, especialmente columnas de montañas. Además de barcos navegando hacia el oeste y algunas alegorías como monstruos marinos y al sur una tierra desconocida poblada por monstruos míticos. En la esquina superior izquierda resalta el texto con el nombre de Magallanes y el motivo decorativo de los pingüinos “emperador”, especie propia de la región austral.




Imagen 2: Detalles de Americae sive quartae orbis partis nova et exactissima descriptio, Gutiérrez, 1562, cortesía de Library of Congress (LOC).

Iconografía que incluye monstruos marinos de origen mítico, viajes en barcos por el Pacífico y el mar austral. Los escudos son de las naciones europeas de España-Francia (izquierda superior) y Portugal (izquierda inferior). Dos sirenas con espejos en sus manos, que se cepillan el cabello, ubicadas al oeste del Estrecho de Magallanes (derecha).

En el año 1519 empezaron los lentos preparativos para una expedición que a pesar de haber sufrido tantos tropiezos se convirtió en el viaje más significativo del siglo XVI. Pese a la insuficiencia de fondos, las intrigas portuguesas para evitarlo, la desconfianza castellana frente al capitán portugués Fernando de Magallanes, el viaje se convirtió en realidad. El cartógrafo portugués Diego Ribeiro, al servicio de la Casa de Contratación desde 1518, participó en el desarrollo de los mapas que fueron utilizados para este histórico viaje, los descubrimientos geográficos marcaron un hito en la cartografía de la modernidad.

La expedición salió desde Sevilla el 10 de agosto de 1519. Tras una prolongada escala de avituallamiento, el 20 de septiembre zarpó definitivamente de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con la misión de encontrar un paso marítimo que les permitiera llegar rumbo occidente, navegando por el Mar del Sur hasta las islas de las especias.

Antonio de Pigafetta, marinero italiano que iba a bordo de la expedición de Magallanes, al llegar a la entrada del Estrecho, en octubre de 1520, describe en su diario: “...era un lugar circular rodeado de montañas y, para la mayoría, nos parecía que allí no había una salida para entrar al Pacifico. Pero, el capitán [Magallanes] dijo que había otro estrecho que tenia una salida, diciendo que sabía bien...”11. El 28 de noviembre de 1520 la expedición cruzó el Estrecho “De todos los santos”, hoy conocido como Estrecho de Magallanes.