Kitabı oku: «Ocupada De Otra Manera»
AnarchiColf AnoniMa
Ocupada de otra manera
Título original: Diversamente occupata
Traducido por: Georgina Jimenez
“© 2020 AnarchiColf AnoniMa”
Dedicado a todas las personas alérgicas al polvo.
ÍNDICE DE CONTENIDO
PARTE PRIMERA
QUE HISTORIAS!
PRIMER DIA
LOS ALBORES
LAS NUEVISIMAS AVENTURAS DE LASSIE
OCUPADA DE OTRA MANERA
FAMILIA EXTENDIDA
MERI CRISMAS
EL SUICIDIO DEL SALTAMONTES
LA VARITA MÁGICA
LA FANTADOM
AL MENOS NO TIENES QUE PENSAR
EL SINDROME DEL BOMBERO
7:00 LA ESPIA QUE ME MOLESTABA
LAS CASAS DE LOS HOMBRES SOLOS
LA MALETÍN
PSICOLOGIA & CO.
LIBERTÉ, ÉGALITÉ, STUPIDITÉ
LOS COLEGAS DE TRABAJO DE LAS DOMÉSTICAS
PARTE SEGUNDA
LA GIMNASIA VISTA POR LA DOMÉSTICA
LA DIETA DE LA DOMÉSTICA
ANUNCIOS
CATEGORIA CACHONDOS
CATEGORIA NO CLASIFICABLES
CATEGORIA TACAÑOS
CATEGORIA MENTALMENTE DESALINEADOS
CATEGORIAS DE EMPLEADORES
LOS EMPLEADORES POBRES 1 Y 2
EL EMPLEADOR RECICLADOR
EL EMPLEADOR HAZLO TU MISMO
EL EMPLEADOR CACHONDO
LA EMPLEADORA GATUNA/ IGUANUNA/ SERPIENTUNA
EL EMPLEADOR MUSCULOSO
EL EMPLEADOR MANIACO (DE LA HIGIENE Y DEL ORDEN)
LA EMPLEADORA VAMP
LA EMPLEADORA PENDANT
LA PAREJA DE EMPLEADORES SEPARADA
LA EMPLEADORA-IKEA
LA EMPLEADORA “DECORAR HOY” (MAÑANA QUIEN SABE)
EL BESTIARIO DE LA DOMÉSTICA
CONSEJOS DE ETIQUETA CON LA DOMÉSTICA
KIT DE SUPERVIVENCIA DE LA DOMÉSTICA
AGRADECIMIENTOS
PARTE PRIMERA
QUE HISTORIAS!
Cada referencia a hechos y personas, es increíblemente no casual.
PRIMER DIA
Es martes.
Finalmente recibí una respuesta a mi anuncio de trabajo, publicado gratuitamente en el escaparate del Lidl. Mientras me dirijo a la casa de mi primera empleadora, con mi carruaje tirado por un par de caballos lipizzanos (Fiat de 1995), ululando en voz alta “We are the champions”, intento imaginarme cómo será mi primer día de trabajo.
Pienso cómo podría sorprender a mi empleadora positivamente. En cómo me saldrán ampollas en las manos haciendo brillar esa casa como un Swarovski. En cómo la voy a perfumar como el bouquet de flores de naranja de la novia de mayo de la revista Marie Claire. En cómo voy a esterilizar como un quirófano suizo. Seguramente la empleadora dará vueltas por la casa, contemplando el brillo reluciente de los muebles preguntándose cómo yo pueda costar tan poco. Sintiéndose avergonzada en medio de esa espléndida casa inmaculada, claramente decidirá emplearme toda la semana duplicando mi salario, por miedo a que algún otro me lleve.
Después de cuarenta kilómetros y quince euros de nafta Keropetrol, llego a mi destino. Subo los escalones de dos en dos y doy mi mejor sonrisa, blanqueada con bicarbonato, a mi primera empleadora, la señora De Pizzis.
Creía que intercambiaría dos palabras como cualquier ser humano dotado de capacidad lingüística al menos básicas. Nada de eso. La señora, dedicándome 3,2 segundos, me indica dónde encontrar los detergentes sin siquiera mirarme a la cara, me hace la lista de todas la limpieza que habría tenido que hacer en dos horas, remarcando hasta el cansancio, de limpiar bien bajo la alfombra porque ella es “ALERGICA AL POLVO”.
Se va, saludándome respetuosamente con un “Adiós”, murmurado desde el hueco de la escalera.
El buen día se ve desde la mañana.
Y luego continúa.
Me pongo a trabajar. Me dirijo rápidamente a limpiar debajo de su apreciada alfombra. Supermierda! Se levanta una cantidad de polvo grande como el moquillo en las tardes de julio. Ahora, con curiosidad, empiezo a ver también los otros ambientes: piso de parquet cubierto de polvo blanco tipo playa de Bora Bora, aparador blanqueado con pelusas de lana merino y lámparas que crean juegos de luces con efectos románticamente impregnados por los kilos de polvo acumulados, en los siglos de los siglos, amén. En la cara de la alergia! Si fuera cierto, ya estaría muerta!
Y, como se sabe, las sorpresas no terminan nunca. Siempre más aterrorizada, lentamente abro la puerta del primer baño. De inmediato noto una mega- ducha con cabezales de hidromasaje, de donde cuelgan hongos verdes. Estanterías con colecciones completas de perfumes, perfumitos y perfumones pegados a los estantes. Y, por último pero no menos importante, la tabla del inodoro pegada como la cacerola de mi abuela cuando se le quemaba la polenta.
Todo esto, teóricamente se podía limpiar en dos horas, según la empleadora. Según cualquier otro ser vivo, de la rana para arriba, por el contrario, se necesitarían al menos diez horas.
Mi sueño de sorprenderla con brillos se evaporó de inmediato.
Naturalmente después de esta primera empleadora, llegaron muchas otras y, en el 87% de los casos (estadística gubernamental, se presentaron como “alérgicas al polvo”, incluso si tenían un criadero de ácaros genéticamente modificados en la casa. Desde ese momento, con la experiencia, he aprendido que cuando una clienta me dice que es alérgica al polvo, me tengo que presentar con un inhalador para el asma en el bolsillo.
LOS ALBORES
Desde niñas éramos particularmente ordenadas, meticulosas y precisas. Mientras crecíamos hemos estudiado mucho y, luego hemos comenzado a trabajar y como somos personas que no se conforman, también hemos desarrollado una amplia y fructífera experiencia de trabajo en el exterior, que nos permitió, entre otras cosas, aprender perfectamente dos idiomas extranjeros: inglés y portugués.
Ahora somos dos “muchachas cuarentonas”, “juveniles”, amantes del jabón, educadas, sabemos usar correctamente los cubiertos y los verbos y, tampoco estamos tan mal con respecto a la arquitectura. Trabajadoras serias y voluntariosas, con reclamos normales (no osamos pretender la Luna, pero al menos la Tierra…). Parecemos dos personas de bien, eh? De hecho, lo somos, y hemos incluso engendrado dos espléndidas niñas (una cada una, por favor!).
Después de los varios peregrinajes a la agencias de empleo, oficinas de trabajo y agencias de prácticas o interinatos donde nos hacían el favor de ofrecernos sólo trabajos con visión de futuro de dos días al mes o 1,45 horas al día, entendimos que éramos demasiado viejas para ciertos trabajos, demasiado jóvenes para jubilarnos, con demasiada experiencia de trabajo o demasiado inexpertas, demasiado mamás, demasiado morochas, demasiado delgadas, demasiado gordas, demasiado altas, demasiado bajas, demasiado planas, demasiado curvilíneas, demasiado bellas, demasiado feas, demasiado simpáticas, demasiado antipáticas…
Y, cuando es mucho, es mucho!
Habiendo llegado a este punto, la única posibilidad que nos quedaba era ser domésticas. Y aquí estamos!
De todas formas, la idea de este libro, no nació como un acto de denuncia contra la sociedad, sino sólo como un muy miserable beneficio económico.
LAS NUEVISIMAS AVENTURAS DE LASSIE
Uno de los episodios más divertidos que me sucedieron en mi carrera como doméstica, fue emitido un martes por la tarde, día en que me dirijo de los señores Poretti.
Abro la puerta de su villa (los Poretti me han regalado un manojo de llaves, porque no creen que vaya a robarles los azulejos de porcelana azules) y de repente siento un olor profundo, muuuuuuuuuuy profundo, me cubre completamente. No es olor a gas, no es olor a quemado, ni a ajo… Y si, es justamente olor de esa cosa allí… caca.
Sobre la mesa de la cocina encuentro un post-it que dice: “Cricri hizo sus necesidades abajo, en el sótano. No te molestaría recogerlas, desinfectar bien el piso y luego lavar también al perro que se ha ensuciado?”
Bajo al sótano a inspeccionar el sitio, con el mismo ánimo despreocupado y alegre de una cobra, un segundo antes de clavarte los colmillos. El espectáculo es horripilante y pienso: “Noooooooooooo eso no me molestaría, me tocaron los dados, pero no esos normales de seis caras, esos mágicos de ocho.”
Qué hacer en ese punto?
1 Dejo yo también un post-it para explicarle a sus maestranzas de hace decenios y, que tienen una compensación adecuada, existen los lugares específicos donde los perros, mierdosos y no, se llevan a lavar?
2 O pido ayuda a Amnesty International?
3 O mejor, fundo yo misma una asociación en defensa de las domésticas, tipo… no lo sé… el teléfono marrón (cada referencia al color es impuramente casual) donde, con un par de abogados fracasados, pero mal fracasados, ayudo a las domésticas a defenderse de los empleadores que se extienden un poquito demasiado con los pedidos de limpieza?
Sobre las primeras, no consigo evitar que la bilis se me suba como la crema en la Saint-Honoré. Luego, lentamente, me siento y ese mierdoso perro comienza a mirarme, baja las orejas y me mira fijo con sus ojazos grandes grandes, negros negros, dulces dulces… y así me ha jodido me ha jodido. Me pongo dos pares de guantes y comienzo a limpiar el piso. Claro que la hizo bien! Pero muy bien! Enorme! Por el resto, el perrito es un hermoso pastor maremmano macho de sesenta y tres kilos, prácticamente la versión 4D de Lassie. Incluso sus necesidades están a la altura de las circunstancias.
E incluso a la largura.
De todas formas, inde-fensamente, termino de lavar el piso. Después comienzo a lavar a Cricri. Naturalmente lavar dicho canino es un poquitito más complejo que lavarle el pico a un canario. Para “la operación lava- perrote” de hecho, se necesitan grandes habilidades de concentración, pulso firme, capacidad de cálculo instantáneo y equilibrismo psicológico. Todas dotes que además cualquierisima doméstica afina durante un mes de carrera (los dirigentes de las multinacionales, por el contrario, tienen que estudiar en Harvard para adquirirlas, que desafortunados). Pongo a Cricri en la bañera con un leve juego de palancas, planos inclinados y poleas que ni siquiera Leonardo Da Vinci podría soñar y tiro el shampoo sobre todo, en los puntos en los que el vaporoso pelaje blanco del animal se mezcló con el color marrón glasé de su perfumado derrière.
Re-inde-fensamente termino de lavar y secar también al perro.
Estoy sudadísima, cansadísima y enojadísima.
Pero no con el perro. No, ni siquiera un poco. Incluso me hace fiesta ahora. Estoy enojada con sus amos, mis amos, nuestros amos!
Acaricio a Cricri y pienso: “Y sí, porque tú y yo, querido Cricri, tenemos en común la misma pareja de amos idiotas. Tan idiotas que a ti, espléndida nubesota blanca, te han llamado como el sonido del grillo. Y en invierno te tienen todo el día en este sótano decorado con una mesa Muddus, las sillas Henriksdal y la alacena Borgsjö de Ikea”.
Y no, es demasiado, demasiadísimo.
“Mira, haz hecho bien en cagar, sólo no lo hagas los martes. Hagamos un pacto. Tú cagas todos los demás seis días y yo a cambio los martes, cuando venga a hacer la limpieza, te hago salir a los pisos superiores, donde nuestros amos creen que tú no eres digno de estar. Y también hazme otro favor de inmediato. Ves estas sudaderas de cachemir de Laura Biagiotti y Cucinelli que nuestros amos no me dejan siquiera planchar, quizás porque creen que yo no sea capaz de hacerlo? Exacto, limpia un poquito tu hermosa nariz mojada. Sí, perfecto, justamente así. Perfecto. Ahora los vuelvo a poner en su lugar en los armarios. Muchas gracias.”
Y, una cosa es clara: de todos los mierdosos que he encontrado, Cricri es, por lejos, el más simpático.
OCUPADA DE OTRA MANERA
Si le preguntas a una doméstica “Qué trabajo haces?”, ella te responde: “Trabajo como doméstica, de la familia Schiapponi o de la señora Birletta”. Las domésticas trabajan. Son las únicas que trabajan. Nadie más lo hace. Todos se ocupan de, o son empleados en, o administran un. Trabajar no se usa más.
Admitámoslo, vamos. Decir que se trabaja suena un poquito fuera de moda. Es como decir que llevas una camiseta de lana. Lo dice incluso mi amiga Agustina (egresada con honores en holgazanería): “Pero vamos, actualízate, es desde el cretáceo que no se trabaja más.”
Como siempre, tiene razón. De hecho, los australopitecos ya se ocupaban de gestiones del sistema defensivo zoológico (escapaban de los mamuts), vivían en una unidad inmueble mono familiar eco sostenible (Chozas de paja) y comían macrobióticas y cultivaban localmente. Demonios, como estaban avanzados!
Ummm... y yo todavía aquí trabajando. Mis neuronas comienzan a pelear. Quizás debería aprender de Alfredo, mi vecino un poco quemado, que en su tarjeta de presentación ha impreso: “Responsable de administración de áreas verdes y especies botánicas” (corta el césped). O de su amigo Bryan: “Senior empleado en los servicios personalizados de la fauna doméstica” (corta el pelo de los perros) y de su esposa Ancilla: “Vice asistente en el departamento de productos terminados” (cierra las cajas con scotch).
Es verdad. Así te vuelves inmediatamente más importante. Que boba que fui....
Bien. Lo he decidido. Desde hoy no “trabajo” más como doméstica.
Ahora soy “Jefa- asistente personal de A.D.” (Plancho sus camisas), “Responsable del sector comunicación” (Saco el polvo de la TV), “Directora de la sección informática” (tiro a la basura los tóner usados), “Directora del plan de evacuación de emergencia” (limpio el inodoro).
Y como se me da la gana, ahora me imprimo también yo las “tarjetas de presentación”, con la leyenda: Antonella C., ocupada de otra manera.
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.