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Tipo de violencia escolar

Los resultados muestran que 90% de la población estudiantil encuestada ha sufrido alguna manifestación de violencia por lo menos una vez en su estancia educativa: 92.5% cuando estudiaba primaria, 94.7% secundaria, 92.6% preparatoria y 81.9% durante sus estudios universitarios; en algunos casos, las diferencias entre mujeres y hombres son significativas. Estos porcentajes superan en mucho lo reportado por estudios como los de Velázquez (2005), Aguilera, Muñoz y Orozco (2007), Román y Murillo (2011) y Carrillo (2015a y 2015b), entre otros, aunque se coincide en que los hombres dicen haber vivido más violencia que las mujeres (Buquet et al., 2013; Bermúdez, 2014; Carrillo, 2015a y 2015b).

De acuerdo con la frecuencia3 en que ocurrieron los hechos violentos, aproximadamente la mitad del alumnado responde a las variables “frecuente” y “muy frecuente”. Como se observa en la Gráfica 1, la mayor frecuencia de violencia es reportada por los hombres cuando estudiaban el nivel secundaria, seguidos de los niveles de primaria y preparatoria. Las mujeres registraron menores porcentajes de violencia frecuente y muy frecuente, aunque casi la mitad de ellas la señalan.

Gráfica 1. Violencia escolar por nivel educativo, sexo de la víctima y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.4

Según los tipos de violencia, la que más reportaron fue la verbal, seguida de la psicológica, física, económica, ciberacoso y violencia sexual. En comparación con las mujeres, los hombres registraron más casos de violencia física de forma frecuente, y ellas reportaron mayor frecuencia de la sexual respecto a los varones. Lo preocupante es que en todos los casos casi la mitad del estudiantado ha sufrido alguna manifestación de violencia. Por sexo, las diferencias más significativas se encuentran en relación con la violencia sexual, en la que las mujeres superan en 11.3 puntos lo reportado por los hombres; mientras que en la violencia física los hombres registran 10.1 puntos más que las mujeres (ver Gráfica 2).

Gráfica 2. Violencia general por tipo, sexo del alumnado y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

La presencia de mayor violencia sexual entre las mujeres y física entre los hombres se relaciona con las identidades y estereotipos de género que se promueven en sociedades de estructura patriarcal, como la mexicana. El control de la sexualidad y del cuerpo son expresiones del machismo, según el cual se considera a las mujeres como objeto sexual, mientras que otras expresiones como el uso de la fuerza, las riñas o las demostraciones de fuerza física son de la misma manera promovidas por las masculinidades hegemónicas.

A continuación, analizamos con detalle las manifestaciones de violencia experimentadas por el alumnado con información desagregada por tipo de violencia.

Violencia física

La violencia física la han experimentado más los hombres que las mujeres, con mayor frecuencia en la educación secundaria, seguida de la primaria, la preparatoria y la universidad. En cuanto a los casos reportados como frecuentes y muy frecuentes, fue en la primaria donde los hombres registraron porcentajes más elevados, y una proporción muy similar en secundaria; en las universidades se presentan menos casos, aunque 7.6% de los estudiantes varones dijeron sufrir este tipo de violencia. Entre las mujeres, solo 3.7% ha participado en ella.

Los resultados coinciden con estudios como el de Aguilera, Muñoz y Orozco (2007), quienes concluyeron que 17% del alumnado de sexto grado de primaria manifestó haber sido lastimado físicamente durante el ciclo escolar, mientras que en secundaria lo reportaron 14.1%. Por su parte, la SEP y UNICEF (2009: 105-106) señalan que 66.1% de niñas y 72.5% de niños de sexto de primaria dijeron haber sido agredidos o agredidas por alguna persona relacionada con la escuela, sea compañeros, compañeras, personal docente y directivo o conserjes. En el caso de estudiantes de secundaria, el mismo estudio encontró que 55.4% de mujeres y 65.4% de varones han sido agredidos físicamente (ver Gráfica 3).

Gráfica 3. Violencia física por nivel educativo, sexo de la víctima y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Cabe subrayar que tanto en estudios previos (Aguirre y Jacinto, 2015; Carrillo, 2015a y 2015b) como en los resultados de la presente investigación, se observa que es mayor el número de hombres (en comparación con el de mujeres) que mencionaron haber recibido agresiones físicas, lo cual puede deberse a los estereotipos de género que se promueven culturalmente. La violencia prevalece porque existe un alto grado de aceptación de prácticas violentas, que se justifican como medidas para educar (Leñero, 2010) sobre todo a los hombres; ellos la asocian con la masculinidad tradicional hegemónica, uno de cuyos atributos debe ser la fuerza y el uso de la violencia para demostrar virilidad.

Las manifestaciones de violencia física más recurrentes entre el alumnado fueron: empujones intencionales; sacudidas, zarandeadas o jaloneos; golpes con objetos de la escuela como lápices, reglas, libretas, etcétera; pellizcos y golpes con el puño y la mano (ver Cuadro 1). Como se observa, el orden y la frecuencia varían según el nivel educativo y el sexo; por ejemplo, en la violencia sufrida por los hombres se utiliza más la fuerza física que en la experimentada por las mujeres. Resultados similares fueron reportados por la SEP y UNICEF (2009) para los niveles básicos, instituciones que han señalado que son más frecuentes las patadas, puñetazos y empujones entre los hombres, y empujones y jalones de cabello entre las mujeres.

Cuadro 1. Violencia física por tipo de agresión, según nivel educativo y sexo


Fuente: Elaborado con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Es a través de este tipo de violencia como los hombres “hacen valer su superioridad” y demuestran su fuerza, no solo contra las mujeres sino contra otros hombres, incluso estimulados por los mismos compañeros y compañeras. En el caso de las mujeres, está permitido (aunque mal visto) que entre ellas puedan llegar a los golpes, aunque se debe reconocer que en estos casos las mujeres también son capaces de ejercer el poder de manera despótica y agresiva (Carrillo, 2015a).

Violencia psicológica

La violencia psicológica suele considerarse como más sutil e invisible porque no deja huellas físicas y en muchas ocasiones ni la propia víctima la identifica dado que es asumida como parte de la cotidianidad, como convivencia entre compañeros y compañeras; o se está tan acostumbrado o acostumbrada a vivir con ese tipo de violencia que es difícil reconocerla. Como se observa en la Gráfica 4, los hombres reportaron ligeramente mayor violencia psicológica que las mujeres, principalmente en el nivel de secundaria, mientras que en la universidad se registró el menor porcentaje.

Gráfica 4. Violencia psicológica por nivel educativo, sexo de la víctima y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

En cuanto al acoso psicológico frecuente y muy frecuente, encontramos que en primaria lo reportaron igual número de mujeres y hombres, aunque el mayor porcentaje en relación con los hombres se registró en secundaria. Este tipo de violencia se reportó más que la violencia física entre las mujeres, lo cual está relacionado con los estereotipos de género, de tal modo que acciones como burlas, discriminación o comparaciones son permitidas y motivadas por las propias mujeres.

Las manifestaciones de violencia psicológica más frecuentes fueron: menosprecios, ignorarlos, ignorarlas o la exclusión de grupos, ridiculizaciones, burlas, juicios negativos sobre sus figuras como considerarlas poco atractivas o atractivos o hacerlos objeto de mentiras, entre otras. Cabe aclarar que el orden de frecuencia cambia según el nivel educativo y el sexo, aunque se trata de las mismas opciones.

Nuevamente estos resultados coinciden con los presentados por la SEP y UNICEF (2009: 101-102) para educación básica, y revelan que las burlas representan la agresión psicológica más común.

También se observa que los hombres se sintieron más agredidos por ser juzgados como poco atractivos o feos, sobre todo en la preparatoria y en la universidad, lo cual puede estar relacionado con la etapa de adolescencia y juventud, en la que por lo común se procura la aprobación del aspecto físico y se busca pareja. Lo relevante es que lo expusieron en mayor medida los hombres, cuando según los estereotipos de género los cánones de belleza están asignados principalmente a las mujeres. Sin embargo, como señalan Bourdieu y Passeron: “la escuela reproduce no sólo los esquemas de socialización establecidos, sino que, además, impone y legitima la segregación social y la diferencia de clases” (1977: 18), que también estimula el racismo, desde donde se valora la belleza física. Ejercen actos que son invisibles, precisan Evangelista y Bermúdez (2017), pues se expresan a través de la subordinación a patrones culturales y económicos impuestos por grupos de poder y hegemónicos, cuyos efectos pueden producir tanto o más daño que la violencia física.

Cuadro 2. Violencia psicológica por tipo de agresión, según nivel educativo y sexo


Fuente: Elaborado con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Violencia verbal

Es una de las expresiones de violencia más comunes en la escuela. Nuevamente es en la secundaria cuando se presenta con mayor frecuencia, seguida de la preparatoria, la primaria y la universidad, con diferencias significativas entre mujeres y hombres de p<0.05 en todos los niveles educativos, siendo los hombres quienes más la reportaron.

Según el tipo de agresiones verbales, las más frecuentes, aunque en diferente orden de acuerdo con el nivel educativo y el sexo del alumnado, fueron: insultos, sobrenombres, burlas, groserías y palabras altisonantes, como se observa en el Cuadro 3. No sorprenden los resultados si se considera que una forma de “socializar” entre el estudiantado es “llevarse pesado”, es decir, hacerse bromas o hacerlas sobre otros compañeros o compañeras. Por ello, se reconocen como formas “normales” de relacionarse y no como insultos, salvo cuando la intención es causar daño. Asimismo, el lenguaje soez ha sido permitido e incitado principalmente entre los hombres, aunque es cada vez más utilizado por mujeres como parte del lenguaje cotidiano. En la violencia de este tipo se puede ver lo complicado que resulta diferenciar los actos violentos de aquellos que no lo son, pues una mala palabra puede ser interpretada como un saludo amigable o como un insulto. En el caso de los sobrenombres, hay quienes los aceptan y a quienes les gusta ser identificados o identificadas por ellos en lugar de su nombre de pila, por lo que no sienten el agravio, mientras otros u otras lo consideran un acto de discriminación o violencia.

Cuadro 3. Violencia verbal por tipo de agresión, según nivel educativo y sexo


Fuente: Elaborado con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Entre las mujeres sobresalen casos relacionados con inventar o contar chismes, rumores y reírse de ellas. En otros estudios, como los de Mingo (2010) y Ruiz, García y Pérez (2014), también se reporta este tipo de violencia mediante chismes, burlas e insultos, por ejemplo cuando las alumnas pasan al pizarrón y buscan detalles para burlarse por la ropa, por no estar bien peinadas, por estar gordas o flacas o por pertenecer a un grupo indígena. Al ser formas tan comunes y “naturalizadas” en la convivencia escolar, incluso pueden percibirse como normales, como bromas o “carrilla”.5

Gráfica 5. Violencia verbal por nivel educativo, sexo de la víctima y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Violencia económica

Respecto a la violencia económica,6 patrimonial o hacia sus pertenencias, se destaca que por lo menos tres cuartas partes del alumnado la ha reportado; los casos frecuentes y muy frecuentes se presentaron en secundaria, especialmente con hombres. El acto violento que más se enfrenta es el robo de algún objeto o dinero.

Estos resultados coinciden con los reportados por Aguilera, Muñoz y Orozco (2007), quienes preguntaron a estudiantes de primaria y secundaria: “¿[…] te han robado algún objeto o dinero dentro de la escuela?”. A esta pregunta, 46.4% del alumnado de primaria y 43.6% de secundaria contestaron haber sido víctimas de robo en la escuela, mientras que solo 2.1% de estudiantes de primaria y 1.3% de secundaria declararon haber robado algún objeto o dinero en la escuela. El mismo estudio señaló que 10.9% en primaria y 6.8% en secundaria participaron con un grupo de estudiantes que robaron o amenazaron a otros alumnos o alumnas; y 9.0% en primaria y 7.3% en secundaria tomaron parte en actividades que dañaron las instalaciones de la escuela.

Los principales tipos de agresión reportados fueron: destruir pertenencias personales, robar dinero, esconder objetos personales, robarlos y usar pertenencias de otros sin permiso (ver Cuadro 4).

Cuadro 4. Violencia económica por tipo de agresión, según nivel educativo y sexo


Fuente: Elaborado con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Ante estos actos de violencia cabría indagar qué tan graves han sido los casos de robo de objetos y dinero o de uso de las pertenencias sin permiso, ya que, como señalan Aguilera, Muñoz y Orozco (2007), es de suponerse que en la mayoría de los casos no hayan constituido atentados graves a las posesiones del alumnado, o que en cierto número de casos no se trate de robo como tal, sino de pérdida involuntaria por parte de los alumnos o alumnas afectadas, principalmente en primaria y secundaria.

Gráfica 6. Violencia económica por nivel educativo, sexo de la víctima y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Violencia sexual

La violencia sexual en la escuela incluye cualquier forma de “atención sexualmente orientada, ya sea expresada de modo verbal, físico o de otra forma no verbal, ya sea deliberada o de otra manera que no se siente como bienvenida por la persona sometida a ella” (Aguilera, Muñoz y Orozco, 2007: 6). Cuando este tipo de violencia ocurre en un centro educativo, el personal y las autoridades que se encuentran al cuidado o como responsables de los y las estudiantes, sean niñas, niños, adolescentes o jóvenes, fungen como garantes de sus derechos, por lo que tienen el deber de prevenir, cuidar, atender y, dentro de sus facultades, sancionar los actos de violencia y dar parte a las autoridades correspondientes, así como resguardar en todo momento la integridad de las víctimas.

La violencia sexual abarca comportamientos que pueden incluir o no contacto sexual. Los actos que no involucran contacto son: comentarios sexuales, piropos ofensivos, proposiciones sexuales, exhibicionismo, voyerismo y exposición a material pornográfico. Los actos que sí incluyen contacto son: contacto sexual, penetración vaginal, oral, anal o digital, penetración con objetos y caricias, entre otros.

En los resultados se encontró que más de la mitad de las mujeres dijeron que habían sido agredidas sexualmente al menos una vez en su vida durante su etapa de estudiantes. La preparatoria fue el nivel escolar en el que se reportó mayor violencia, seguida de la secundaria, la universidad y, finalmente, la primaria.

Llama la atención que la frecuencia de todos los demás tipos de violencia tiende a disminuir en el nivel universitario, no así en el caso de la violencia sexual; los niveles de acoso sexual hacia las mujeres siguen siendo altos, principalmente en preparatoria, donde las mujeres reportaron 6.8 puntos porcentuales más que los hombres, y en universidad 6.5 puntos más (ver Gráfica 7).

Gráfica 7. Violencia sexual por nivel educativo, sexo de la víctima y frecuencia


Fuente: Elaborada con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Las agresiones sexuales más reportadas entre las mujeres fueron: piropos ofensivos, tocamientos del cuerpo sin consentimiento y acoso sexual, mientras que entre los hombres destaca la opción de inducirlos a la pornografía (ver Cuadro 5).

Cuadro 5. Violencia sexual por tipo de agresión, según nivel educativo y sexo


Fuente: Elaborado con base en la Encuesta Universidades Públicas y Privadas, 2015.

Ante las normas patriarcales, el cuerpo de las mujeres es cosificado y considerado como una propiedad, como campo de juego para los hombres, de ahí que ellos podrían pensar que tienen el derecho de usarlo, tomarlo y decidir sobre él. Asimismo, los sistemas de mercado neoliberal que promueven la acumulación de capital y la desposesión asignan un escaso valor a los cuerpos de las mujeres y promueven diversas formas de violencia sexual, como la desnudez forzada y el entrenamiento sexual (Evangelista y Bermúdez, 2017). Con base en este pensamiento patriarcal capitalista, los hombres se sienten con el derecho de tocar, acosar e incluso forzar a las mujeres a realizar actos sexuales que no desean. En otros estudios como el de Buquet et al. (2013) también se reporta violencia de este tipo a través de comentarios sexistas, rumores sexuales, chistes, bromas sexuales, gestos o miradas morbosas, propuestas sexuales, tocamientos en manos, hombros, cabeza o espalda con intenciones eróticas, mostrar carteles y calendarios con imágenes sexuales que incomodan, uso de la fuerza física para obligar a tener relaciones sexuales o piropos; y señalan que una de las agresiones más graves, después del acoso sexual, es la violación sexual.

Este tipo de violencia casi siempre va acompañado de otros, como la física y emocional, por lo que suele tener múltiples y graves consecuencias tanto en las víctimas, como en las familias y la sociedad en general. No debe minimizarse ninguna manifestación, ni siquiera los piropos ofensivos. Los hombres siguen viendo como un derecho el decir, opinar y criticar el cuerpo de las mujeres, y cuando se les señala que eso es violencia, suelen creer que son violentados sus derechos y privilegios masculinos; y al percibir que no pueden decir nada a las mujeres, incluso responden con más violencia para mantener su estatus y su sentido de propiedad hacia ellas. Para prevenir la violencia de género, como sugiere Díaz (2009), es necesario ayudar también a los hombres a reconocer que es una ganancia la liberación de la presión machista, que mutila su desarrollo y el de las personas con quienes se relacionan. Bourdieu reconoce que:

La dominación masculina convierte a las mujeres en objetos simbólicos, cuyo ser (esse) es un ser percibido (percipi), tiene el efecto de colocarlas en un estado permanente de inseguridad corporal o, mejor dicho, de dependencia simbólica. Existen fundamentalmente por y para la mirada de los demás, es decir, en cuanto que objetos acogedores, atractivos, disponibles. Se espera de ellas que sean “femeninas”, es decir, sonrientes, simpáticas, atentas, sumisas, discretas, contenidas, por no decir difuminadas. Y la supuesta “feminidad” sólo es a menudo una forma de complacencia respecto a las expectativas masculinas, reales o supuestas, especialmente en materia de incremento del ego (Bourdieu, 2000: 50).

Es preocupante que se presente violencia de este tipo en las instituciones educativas, y es necesario resaltar que son muy pocos los casos que se denuncian ya que muchas mujeres no quieren hablar de ello. Además, la naturalización y minimización de la violencia sexual dentro de las instituciones educativas también se ve reflejada en las pocas o nulas instancias destinadas a atender y dar solución a estos casos. Coincidiendo con Buquet et al. (2013), las autoridades académicas y legales califican muchas de las actitudes de violencia sexual como “no tan graves”, incluso en los casos de violación, con el argumento de que el porcentaje de mujeres violadas no es significativo. Cuantificar y no cualificar la violación con la justificación de que “un caso no es ninguno” es un grave error, porque un caso es suficiente para investigar y castigar, y estas acciones no deberían ocurrir en ningún espacio, mucho menos en los planteles educativos.