Kitabı oku: «Los esqueletos en el armario», sayfa 2

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Me despedí de Martin y, antes de salir del café, observé por última vez la mesa en la que nos habíamos sentado. La mayoría de las malas decisiones de mi vida habían sido tomadas en aquel lugar. Me subí al auto y conduje de memoria hasta mi próxima parada.

Sabía que antes de poder estar tranquila en mi nuevo hogar debía aclarar un par de cosas y ajustar un par de cuentas. No quería que ninguno de los fantasmas de mi pasado acecharan o pusieran en peligro a mis hijos.

Me bajé del auto y subí los tres escalones que conducían a la entrada de aquella mansión que conocía tan bien. Golpeé con seguridad la puerta. En cuanto lo hice, el miedo me invadió, pues no estaba muy segura de lo que iba a decir. Solo sabía que tenía que hablar con él. Había pasado tanto tiempo que no estaba segura de recordar cómo sonaba su voz.

Cuando por fin se abrió la puerta, apareció del otro lado del umbral la persona responsable de la mayoría de los problemas de mi juventud, Caleb Delany.

Aaron

Me desperté hecho un nudo entre las sábanas. Tal vez debería haberme tomado dos minutos más para hacer la cama, pero probablemente despertara igual al día siguiente, así que no me detuve demasiado en ese pensamiento.

Bajé a la cocina aún algo dormido. Cuando llegué, vi que mi hermano ya estaba despierto, por supuesto, pero no había rastros de mi madre. Eran las diez de la mañana.

—¿Has visto a mamá? —le pregunté a Tom mientras abría la heladera para sacar algo para desayunar.

Él se encogió de hombros sin prestarme atención, estaba demasiado concentrado en las páginas del libro que había adquirido el día anterior en la biblioteca del pueblo. Vi pasar a Oscar por el pasillo y fui detrás de él. Aún había algo en ese hombre que no me inspiraba confianza.

—¡Oscar! —exclamé tratando de no perderlo de vista en los rincones de la mansión—. ¿Sabe dónde está mi madre? —le pregunté cuando llegué a su lado.

—Salió a dar una vuelta. Iba a ir al café Biartz si no me equivoco —respondió mirándome con una sonrisa que intentaba ser amable, pero que estaba más al borde de lo macabro.

Me vestí como pude y corrí hasta el café. No porque estuviese mi madre, sino porque había quedado en encontrarme con Hank a las once y estaba llegando bastante tarde, como siempre.

***

Me costó encontrar a Hank cuando llegué al café. Estaba en una mesa en el fondo, justo debajo de la escalera, y a su lado había un chico sentado. Tenía la piel tan oscura como el pelo, que además era demasiado corto. Parecía alto y tenía una espalda lo suficientemente ancha como para no querer meterse en una pelea con él.

Sentada frente a ellos, de espaldas a la puerta, había una chica a la cual no pude ver bien hasta que llegué a la mesa. ¿Cómo describirla? Imaginen a una surfista australiana, con la piel morena, los ojos verdes y el pelo rubio con ondas de playa. Bueno, algo parecido.

—¡Llegaste! —Hank se incorporó entusiasmado—. Aaron, ella es Naomi y él es Jules —dijo presentando a sus amigos.

—Hola, un gusto —dije sonriendo—. Perdón por la demora.

—No pasa nada, recién se acaba de desocupar la mesa —explicó Jules—. Es en la que siempre nos sentamos, como nuestro lugar.

Me senté al lado de Naomi y pedí unas medialunas con un jugo de naranja. Le sonreí a Scarlett, que estaba levantando los platos de una mesa. Estuvimos en la mesa por un buen rato. Era impresionante todo lo que hablaba Hank.

Jules parecía un tipo bastante serio y reservado, pero atento y maduro. Naomi, por el contrario, era explosiva y no tenía filtro. Eran las tres personalidades bastante contrastantes entre sí, aunque supongo que era en parte por eso que se llevaban tan bien.

Jules era francés, se había mudado con su tía a Wealdford cuando era pequeño. Naomi era una Allen, otra familia fundadora.

—Yo creo que me debería ir yendo —dijo Jules moviendo tranquilamente la silla hacia atrás para ponerse de pie.

—Yo también. Le prometí a mi hermana que la iba a ayudar a empacar para la universidad —anunció Naomi.

—¿Tan pronto se va? —le preguntó Hank.

—Violet será la favorita, pero no por eso aguanta más a mi madre. Supongo que quiere salir de la mansión lo más rápido que pueda —respondió agarrando la mochila—. En unas semanas seremos solo yo y mi madre.

—Qué divertido —intervino Jules sonriendo.

A juzgar por la conversación que acaba de presenciar, la madre de Naomi no debía ser una mujer muy agradable. Naomi y Jules se retiraron del café y unos minutos después Hank y yo emprendimos el regreso también. A mitad de camino me preguntó si quería pasar por su casa para ayudarle con unas cosas que le había pedido su padre. Otra persona que tampoco tenía muy buena fama en el pueblo.

Acepté la invitación. Después de todo, tampoco tenía mejores cosas para hacer. Llegamos a la mansión Delany y me sorprendí por lo majestuosa que era. Hasta ahora, las mansiones de las familias fundadoras no eran gigantescas pero sí muy elaboradas y hermosas, tanto por fuera como por dentro. Les llamaban mansiones pero no eran mansiones realmente, sino casas antiguas y elegantes que se notaba que eran costosas.

Subimos los escalones hasta la puerta principal y, mientras Hank abría la puerta, me detuve a mirar el auto que estaba en la entrada. No había manera de que fuera de los Delany, además lo reconocía bastante bien. Pero no podía ser.

Entramos y caminamos hasta la sala principal, que era mucho más luminosa y alegre que la de los Howell. Allí había un hombre sentado bebiendo de un vaso algo que dudo que fuera jugo de manzana. Sin duda era Caleb, porque además era idéntico a Hank.

Frente a él había una mujer sentada de espaldas. Reconocería el cabello de mi madre a kilómetros de distancia. Así que allí era donde estaba. La pregunta era qué hacía en la casa del hombre sobre el que me había advertido para que no me acercara.

—¿Aaron? —mi madre se puso de pie enseguida, estaba genuinamente sorprendida.

—Voy a adivinar que esa es tu madre —murmuró Hank algo confundido.

—Mamá, ¿qué hacés acá? —pregunté sin sacarle la vista de encima a Caleb, que por alguna razón me resultaba extrañamente familiar.

—Invité a tu madre a almorzar como gesto de bienvenida a Wealdford. Estás más que invitado a quedarte —respondió Caleb acercándose lo necesario como para oler su colonia—. María, ¿te animás a ir acomodando la mesa? —le pidió a una mujer con uniforme de empleada doméstica que enseguida asintió y desapareció en dirección a la cocina.

Traté de ignorar la presencia de mi madre y me dirigí a la habitación de Hank. Eso sí, no sin antes darle una mirada a mi madre que le dejara en claro que luego tendría que darme una buena explicación. El cuarto era tal cual lo imaginaba, estaba lleno de trofeos de lacrosse y tenía una cama enorme en el medio. No había ni un libro en toda la habitación, pero sí unas cuantas revistas deportivas.

—Qué loco que nuestros padres sean amigos —dijo tirándose encima de la cama.

—No sé si amigos, pero definitivamente se conocen bien. Estaban en la misma clase —dije observando la estantería de trofeos y medallas. Hank Delany era realmente el chico dorado de Wealdford—. ¿Dónde está el baño? —pregunté.

—Vas a tener que ir al de abajo, porque los de arriba los están limpiando.

Bajé por la escalera pero me detuve a mitad de camino. Mi madre y Caleb estaban cerca, lo suficiente como para escuchar lo que decían. Me concentré en escuchar de qué hablaban. Algo de toda esa situación no me cerraba. Sabía que mi madre guardaba algún que otro secreto cuando se trataba de su juventud en Wealdford y estaba seguro de que Caleb era parte de alguno de ellos.

—Hacé lo que tengas que hacer, pero a mis hijos no los metas en esto. No quiero arrastrarlos a este lío.

—Chris, es importante. Solo te pido que reconsideres lo de esta noche. A las diez, acá, habrá una puerta abierta en el fondo —dijo Caleb—. Hacemos todo con discreción justamente por los chicos.

No tenía idea de lo que estaban hablando, pero las hipótesis que estaba formulando en mi cabeza no me gustaban en absoluto. Al principio traté de convencerme de que era mi paranoia la que estaba intentando encontrarle un problema a Wealdford desde que habíamos llegado. Pero conocía la voz de preocupación de mi madre y así era exactamente como sonaba.

De lo único que tenía certeza era de que algo estaba pasando. Podía no ser nada grave, pero aún así le generaba estrés a mi madre. Y ahora mi curiosidad se había encendido, quería saber de qué se trataba. Caleb estaba metido en esto también, y si bien solo había conocido a Hank hacía poco, sentía que era algo que debería saber. Solo había una manera de averiguar lo que estaba pasando. Esta noche, a las diez, en la mansión Delany.

Tom

Llamé a Aaron, que aún no había vuelto a casa, y como de costumbre tampoco se molestaba en avisar. No tenía idea de en dónde estaba mi madre y estar solo en esta mansión con Oscar no me alegraba mucho.

—Aaron está en el baño —explicó un chico al atender su teléfono.

—Vos debes de ser Hank —adiviné en base a los cuentos de mi hermano—. Soy Tom, mucho gusto.

De repente la llamada cambió a video y pude ver que era Aaron el que ahora sujetaba el teléfono y lo apoyaba sobre el escritorio.

—Viendo que ya todos se conocen, podemos saltear la parte en la que hablamos de banalidades para que sepan más del otro, ya tendrán tiempo de conocerse —dijo mi hermano.

—¿Qué está pasando? —le pregunté, sonaba apurado.

Se sentó en el borde de la cama mientras miraba a un punto fijo. Después de unos instantes de intriga y misterio nos contó sobre la conversación que había escuchado entre Caleb y nuestra madre.

—Esta noche voy a casa de Jules con Naomi, mi padre insistió para que fuera. Seguramente fue por esto —dijo Hank.

—Aaron, te dije que no empezaras —me quejé—. Sabés que seguramente esto no sea nada. Nos vamos a meter en un lío y es lo último que necesitamos ahora mismo. Acabamos de llegar al pueblo.

—Mi padre será un buen alcalde —intervino Hank—, pero siempre estuvo metido en cosas raras. Además, ahora estoy intrigado.

—Espiar a nuestros padres seguramente será más entretenido que quedarte en casa leyendo, Tommy —intentó de convencerme mi hermano.

Suspiré sabiendo que esto nos iba a traer problemas.

—Okey... Entonces esto es lo que vamos a hacer, vamos a actuar como si nada —propuse mientras elaboraba un plan en mi cabeza—. Llamá a Naomi y a Jules, porque sí vas a ir a su casa de noche, pero con nosotros. Después vamos a ir todos a tu casa, Hank, para ver qué están ocultando.

Hank agarró su teléfono y mi hermano se acercó a la cámara.

—¿De qué crees que se trata todo esto? —me preguntó más preocupado de lo que debería estar.

—Solo te estoy acompañando para que no te metas en problema. No me interesa lo que haga mamá en su tiempo libre —dije.

Hank cortó la llamada en la que estaba.

—Estamos todos listos para esta noche.

***

Preferimos ir caminando hasta la casa de Jules. Era relativamente cerca y las bicicletas llamarían demasiado la atención. Llegamos alrededor de las nueve. No íbamos a salir a la diez en punto rumbo a la mansión Delany por las dudas que mi madre estuviera llegando a esa hora y nos viera. Pensaba que todos estábamos en casa de Jules, lo cual en parte era cierto, pero era solo una fachada para poder ir todos juntos.

—¡Bienvenidos! —exclamó Jules al abrir la puerta principal cuando llegamos con Aaron—. Yo soy Jules —dijo y me extendió la mano, presentándose con un sutil acento francés.

—Ella es Naomi y creo que ya conociste a Hank —murmuró mi hermano señalándolos.

—¿Estamos seguros de esto? —preguntó Hank dejando entrever su duda.

—Era evidente que si alguien se iba a acobardar serías vos—comentó Naomi desde la cocina.

—Nadie se va a acobardar —intervino Aaron, que estaba muy seguro.

—Solo preguntaba —se defendió Hank y Jules se rio sutilmente al percibir su nerviosismo.

Hicimos algo de tiempo comiendo unas papas que Jules había pedido en el café Biartz. Me acordé que Aaron me había comentado que Scarlett trabajaba allí. Después me pregunté por qué estaba pensando en ella. Y luego de esos diez segundos de pensamiento innecesario volví al plan.

La mansión Delany quedaba un poco más lejos, pero aún así estaba cerca. Salimos caminando a las diez en punto, pero nos tardamos un poco más de lo que esperé. Al parecer, Hank y Naomi eran incapaces de caminar diez metros sin discutir.

Cuando llegamos, pasamos por los árboles de atrás hacia el patio y nos escondimos debajo de una ventana que daba a la cocina. No creía que pudiéramos entrar a la casa, pero no sabía cómo íbamos a poder escuchar algo desde ahí afuera.

—¿Por qué no vamos con cuidado hasta la ventana de la sala principal? Seguramente estén ahí —sugirió Jules mientras estábamos todos arrodillados en el pasto mojado por el rocío de la noche.

—Sí, por favor, que se me están durmiendo las piernas —pidió Naomi masajeando sus muslos.

—No empieces a quejarte —lanzó Hank—. Vamos por acá —dijo señalando el camino.

Nos arrastramos hasta la siguiente ventana, que estaba más lejos de lo que creía. Aaron, con cuidado, alzó la cabeza para poder ver algo. Yo hice lo mismo, pero no pude ver a nadie. Tal vez mi hermano había escuchado cualquier cosa. Bajamos de nuevo hasta el pasto en un segundo cuando vimos entrar a unas personas a la sala. No alcancé a reconocer a mi madre, pero estaba seguro de que estaba entre ellos.

—Ya los vi, pero hay más personas —susurró Aaron.

—Aaron, no pueden escucharte desde ahí. ¿Podés hablar más alto que no se te entiende nada? —dijo Naomi en un tono de voz normal.

Jules se incorporó para ver.

—Están entrando al estudio de tu padre —le dijo a Hank.

La reacción de él fue algo extraña, parecía sorprendido

—Qué raro… Mi padre nunca deja que nadie entre a su estudio.

Fuimos con cuidado hasta la ventana que daba al estudio. Teníamos miedo de mirar por la ventana, estábamos muy cerca y nos podían ver. Hasta que mi hermano decidió tratar de ver algo.

—Son varios —susurró, ahora sí con motivo—. Y está mamá —me dijo.

Naomi miró con cuidado. Cuando volvió a bajar la cabeza se quedó en silencio, no entendía qué era lo raro. Hank intentó ver, pero Jules lo bajó enseguida. Caleb vino hasta la ventana y movió la cortina.

—Eso estuvo cerca —suspiró aliviado Hank.

—Estaba mi madre —dijo Naomi confundida—. También estaban Martin Burt y el padre de Emma.

—¿Qué hacen todos acá? —preguntó Aaron.

Una especie de reencuentro de la secundaria, aunque parecía demasiado secreta y sospechosa para serlo. Alcancé a ver por un hueco de la cortina cómo Caleb guardaba un cuaderno en su escritorio y lo cerraba con llave.

—Hay algo en su escritorio —dije mientras seguía viendo.

Parecían estar hablando, pero se veían serios, casi preocupados.

—Ahora sí que me convenciste —Naomi miró a mi hermano—. Algo muy extraño está pasando con nuestros padres. Sabemos que se conocían de la secundaria, pero esto es algo más. Casi como un secreto.

—Tenemos que saber de qué se trata todo esto —añadió Aaron.

Ahora yo también quería saber qué era todo esto. Sin embargo, no estaba demasiado preocupado, simplemente me caracterizaba por seguir a mi hermano en sus terribles planes para luego quedar los dos metidos en líos.

—Sea lo que sea, tiene que haber algo dentro del estudio —dije—. Tenemos que entrar.

—Y ya sé cuándo podemos hacerlo —murmuró Hank lanzando una mirada cómplice a Jules y Naomi.

Al día siguiente era el cumpleaños de Hank. Y, como todos los años, daba la fiesta más grande del año. Era la oportunidad perfecta, todos estarían borrachos y distraídos. Solo teníamos que sacarle las llaves a Caleb y entrar. Así que, fuera lo que fuera que mi madre estuviera escondiendo, al día siguiente lo descubriríamos.

Christina

Tardé más de lo normal en bañarme, lo cual es mucho decir. Me quedé debajo del chorro de agua caliente pensando en qué hacer. No quería ir, pero sabía que tenía que hacerlo. Estaba intentando descifrar qué era lo que sentía. Una mezcla entre enojo y miedo. Enojo porque no podía creer que no habían pasado ni dos días y ya me habían arrastrado al drama del pueblo. Y miedo porque esta vez estaba con mis hijos y lo último que quería era que mi familia se metiera en más problemas.

Tenía muy claro que esta reunión era un intento de Caleb por reunir al grupo. Era la oportunidad perfecta: yo había vuelto al pueblo y Martin, que ya no aguantaba a la mayoría, ahora me tenía a mí de su lado. Sin embargo, no estaba segura de si reunir al grupo de la secundaria era tan buena idea.

Por otro lado, sabía que no tenía opción. Si no iba a esta reunión iba a terminar yendo a alguna otra en el futuro. Así que salí de la ducha y me vestí para salir. Los chicos estaban en la casa de Jules, así que al menos tenía un problema menos. Explicarles todo sería demasiado complicado y no creía que estuvieran listos para escuchar toda la historia.

***

La reunión tomó un giro inesperado en el momento en el cual Olivia mencionó a los Howell. No era ajena a lo que había sucedido, pero nada en Wealdford era tan simple como lo contaban en los periódicos.

—Lo encontró uno de los bomberos que apagó el incendio —explicó Caleb mientras sacaba de uno de los cajones de su escritorio un diario que reconocía perfectamente— y se lo dio a Martin pensando que no era nada.

—Yo me pregunto por qué no lo quemaron todavía —dije mirando a cada una de las personas que estaban en el estudio.

—Caleb tiene una obsesión con el diario y no lo quiere tirar por si alguna vez nos puede servir —me respondió Andrew haciendo una mueca que dejaba en claro que no estaba de acuerdo con eso.

No se me ocurría qué podía haber escrito ahí que nos pudiera ayudar. Es más, todo lo que había ahí nos podía meter en la cárcel a todos los que estábamos en esa habitación.

Naomi

Amanecí de un susto gracias al sonido de la alarma. Ya debería haberme acostumbrado a ese molesto ruido a esta altura. Era lo primero que escuchaba cada día, sin importar si era un martes o un sábado, un día de clases o de verano.

Perdí más tiempo del que deseaba tratando de encontrar el outfit perfecto para la fiesta de esa noche. Me terminé decidiendo por un vestido azul corto y una campera de jean negra que era unos tres talles más grande del que siempre usaba.

—Naomi, necesito que vayas a buscar las zapatillas de tu hermana que dejé en la modista para que se las pueda llevar a California —gritó mi madre desde el pasillo.

—¿No puede ir Violet? —pregunté en modo de queja—. Son sus zapatillas y pensaba ir a casa de Hank a darle su regalo.

—¡Qué lindo! —exclamó mi madre con irritante tono de falsa simpatía, lo usaba muy seguido—. Entonces la modista te queda de paso —agregó mientras me ponía el dinero en la mano y desaparecía del cuarto antes de que pudiera decir algo.

***

Llegué a la mansión Delany después de pasar por la modista y tener que volver a casa para dejar las zapatillas, pequeño detalle que mi madre no había contemplado o, si lo había hecho, no le importaba.

—Perdón por demorar —le dije a Hank cuando abrió la puerta—. ¡Feliz cumple! —sonreí mientras le entregaba una caja envuelta en papel de regalo.

—¿Sin moño? —preguntó levantando una ceja.

Me mordí el labio inferior, aunque sabía que lo decía en broma. Era consciente de que podíamos ser muy intensos, discutir y quejarnos del otro sin parar. Pero, teniendo en cuenta que soy una persona que se pelea con todo lo que está a su alrededor, creo que Hank era la única persona con la que nunca había tenido una pelea real.

Después de lo que pasó con Emma me apoyé más de lo normal en mis amigos y Hank siempre estuvo ahí para mí.

—¡¿Una máquina de café?! —exclamó entusiasmado—. ¿Sí sabés que hay como tres de estas en casa, no?

—Sí, pero esta es solo tuya. Así te dejás de pelear con tu padre por el café —los Delany eran adictos al café, después de un tiempo te acostumbrabas. Toda la hiperactividad tenía más sentido si venía acompañada de un constante exceso de cafeína en su sistema.

Pasé al interior de la mansión, donde ya estaban Jules, Tom y Aaron. No me suelen caer bien las personas cuando recién las conozco, pero los hermanos Evans eran una agradable excepción. Por más de que era lindo celebrar el cumpleaños de Hank, la verdadera razón por la que estábamos todos ahí era repasar el plan de la noche.

—¿Las tenés? —le preguntó Tom a Hank, que asintió y sacó las llaves del estudio de Caleb del bolsillo.

—Cuidalas —le ordenó a Aaron mientras se las lanzaba—. Si mi padre se entera que no están nos va a matar a todos.

—Muy bien, entonces ya está todo listo. Solo falta esperar ahora —dijo Aaron con un tinte de algo que no podía detectar si era miedo o entusiasmo.

El plan era fácil en realidad. Hank y yo íbamos a generar una distracción para que Jules y Aaron entraran al estudio. Tom iba a vigilar que Caleb no se apareciera por la fiesta. Creo que lo que más me aterraba no era que el plan no funcionara, sino que funcionara y encontráramos algo. Especialmente porque conozco perfectamente a mi madre y a la mayoría de las personas que estaban en el estudio la noche anterior, sé que nada bueno puede salir de ahí. Pero como dijo Aaron, ahora solo había que esperar.

Tom

Los invitados empezaron a llegar alrededor de las once. En unos pocos minutos la mansión se llenó de adolescentes gritando y haciendo demasiado escándalo para mi gusto. Pensé en lo lindo que hubiera sido quedarme en mi cuarto leyendo un libro tirado en la cama, pero tuve que sacudir esa idea cuando mi hermano me vino a buscar.

—Es una fiesta, Tommy. Si te quedas acá arriba te vas a perder de todo.

—Esa era la idea —respondí mientras mi hermano me arrastraba por las escaleras.

Una vez que estuve en el medio de la pista de baile pude ver en primera fila los efectos del alcohol en los chicos privilegiados de Wealdford, cuya vida se resumía en hacer esto e ir al Biartz al día siguiente hasta que se les pasara la resaca. Yo paso, gracias.

Me alejé un poco y fui hasta la puerta del fondo. Estaba cerca de la ventana y por lo menos podía respirar un poco de aire fresco. Con toda esa gente apelotonada me sentía demasiado incómodo.

—Me alegra ver que no soy la única a la que no le encantan este tipo de cosas —comentó una voz femenina.

Me volteé. Era Scarlett Howell.

—Yo solo vine porque mi hermano me obligó, ¿cuál es tu excusa? —le pregunté tratando de leer las intenciones detrás del comentario.

No me malinterpreten. Claro que las personas pueden hacer comentarios simplemente para entablar una conversación y puramente de buena onda. Pero normalmente lo hacen con otro tipo de personas, conmigo no. De ahí mi desconfianza.

—No tengo opción de no venir. Responsabilidades que vienen con el apellido —dijo sonriendo.

Me cayó tarde el chiste, aunque no sabía qué tan chiste era.

Empezamos a hablar y, para mi sorpresa, fue bastante interesante. Descubrí que después de todo podía haber gente de mi edad en este pueblo que fuera culta, gente con la cual no era insoportable tener una conversación. Me atrevería a decir que Scarlett Howell hasta me caía bien.

Obviamente, tenía que llegar mi increíble hermano mayor a arruinar el momento.

—Lamento interrumpir —le sonrió a Scarlett como saludándola—, pero tenemos algo que hacer —me miró y enseguida recordé el único motivo por el que seguía en la fiesta.

***

Subimos hasta el cuarto de Hank, donde ya estaban el cumpleañero, Jules y Naomi. Si íbamos a hacerlo tenía que ser ahora. Quedamos en que, una vez que Aaron y Jules consiguieran el contenido del cajón, nos reuniríamos de nuevo acá arriba.

Mi deber era quedarme afuera de la casa por las dudas que llegara Caleb, quien estaba en una cena que duraría, por lo menos, dos horas más. Me sentía tan útil. Como siempre haciendo tan buenos aportes al grupo.

Salí de la mansión y me senté en el pasto, cerca de la puerta. Aaron se asomó un segundo.

—¡Vamos con Jules al estudio. Cualquier cosa, llamame! —me gritó para que su voz se pudiera escuchar por encima de la música.

Mientras la fiesta seguía adentro y mi hermano intentaba averiguar qué escondían mi madre y sus amigos, yo me dediqué a contemplar las estrellas. Era una escena muy bella, pero prontamente se vio contaminada por el humo que empezó a llegarme de unos pelotudos que estaban fumando a dos metros de distancia de mí. Era una mansión con un predio enorme, ¿en serio era necesario ponerse a dos metros de la única persona que estaba sentada afuera?

Me moví antes de empezar a toser. Quise volver a mi momento con las estrellas, pero me quedé mirando cómo un auto que valía probablemente diez veces más que mi seguro de vida estacionaba en la puerta.

Podemos jugar a adivinar quién se bajó del asiento del conductor, pero con la tremenda suerte que tengo seguro ya se pueden hacer una idea. Sí, Caleb Delany se bajó del auto y comenzó a caminar hacia la puerta de la mansión. Probablemente camino a su estudio, en donde estaba mi hermano revolviendo sus cosas. La noche se había puesto interesante.

Aaron

Se puede saber mucho de una persona por el lugar en el que pasan la mayor parte de su tiempo. Para Caleb Delany ese lugar era su estudio. A juzgar por la excesiva organización y limpieza del lugar, a este hombre no le gustaba que le tocaran sus cosas. Así que o esa era la manera de saber si todo estaba en su lugar o tenía un serio tema con el orden.

De todas maneras, teníamos que encontrar el cuaderno y dejar todo como si nunca hubiéramos estado ahí. Sabíamos que estaba en uno de los cajones del escritorio, pero primero teníamos que encontrar la llave que lo abría. Sabíamos que Caleb se había llevado la llave con él, pero Hank nos dijo que guardaba una copia en algún lugar.

Empezamos a buscar en las estanterías cuando de repente alguien llamó a la puerta. Miré a Jules, que estaba en la otra punta del estudio. Le hice una seña para que fuera a abrir.

—Es Naomi —suspiró mientras le abría la puerta para que pasara.

—Tenemos un problema acá afuera, necesito que vengas —le dijo a Jules.

—Pero tenemos que seguir buscando —respondió Jules sin comprender qué podía ser más importante que esto.

—Es Hank. Y Brian —murmuró.

Jules respiró hondo. No sabía quién era Brian, pero parecía que él sí. No podía ser nada bueno porque enseguida accedió a ir.

—Encuentres algo o no, nos vemos en diez minutos arriba —me dijo Jules antes de irse con Naomi del estudio.

Me quedé solo buscando la maldita llave. Tenía que estar en algún lugar. Me paré en el medio de la habitación y miré a mi alrededor tratando de tener un momento de iluminación. Pero, como no era una película, ese momento no llegó. Era momento de recurrir a métodos extremos.

Tomé un clip que estaba sobre el escritorio y traté de abrir el cajón con él. No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo, aunque había visto un par de videos en YouTube, un par de años atrás, sobre cómo abrir cerraduras.

Me quedé mirando el clip como esperando a que se transformara en una llave. Me decidí a dejar de perder el tiempo y me arrodillé dispuesto a abrir el cajón. Sabía que si esto no funcionaba no podría usar algo para romper la cerradura, pues entonces sí que Caleb se daría cuenta de que alguien había entrado en su estudio. Tenía que descubrir qué había dentro.

No sé cómo, pero después de unos minutos eternos logré abrir el cajón. Ahí estaba, el cuaderno de la otra noche. Lo saqué del cajón. Lo que fuera que escondieran mi madre y el resto de las familias fundadoras tenía que estar acá. Solo tenía que leerlo.

Naomi

Por lo general, los planes que hacíamos para este tipo de cosas, porque claramente no era la primera vez que pasaba algo así, eran una mierda. Sin embargo, este no estaba nada mal, hasta era probable que funcionara. Pero, claro, Hank tenía que meterse en una pelea con Brian, no faltaba año en que no hicieran alguna de estas estupideces.

La suya era una de esas rivalidades que vienen de siempre pero que ni ellos se acuerdan de cómo o por qué empezó. Seguramente porque a ambos les gustaba la misma chica cuando tenían cuatro años o algo así. Pero ese no era el punto. El punto era que ahora había dos chicos arriba de la mesa de pool peleando como dos perros.

Corrí al estudio. Si alguien podía separarlos era Jules, porque el resto de la gente en la fiesta no tenía nada mejor que hacer excepto mirarlos como si se tratara de un espectáculo. Una vez que convencí a Jules logramos separarlos. La fiesta volvió al descontrol de antes en unos pocos minutos.

Tenía muchas cosas para gritarle a Hank pero me las guardé para otro momento, porque de la nada entró Caleb a la mansión y Tom venía corriendo detrás de él. Ignoró el caos de la fiesta y se dirigió hacia el pasillo que daba al estudio.

¿Cuál era la probabilidad de que esto estuviera pasando?

Corrimos hacia él e intentamos frenarlo.

—¡Papá! Pensé que después de la cena irías a casa de los Curnell —dijo Hank tratando de enlentecer su paso.

—Así es, pero primero tengo que ir a buscar algo al estudio —respondió sin darle mucho corte.

Miré a Hank. Teníamos que hacer algo, Caleb no podía llegar al estudio.

—Caleb, ¿no querés tomar algo antes? —le pregunté mientras lo perseguíamos por la sala.

—No, gracias, Naomi. Solo quiero ir a mi estudio —siguió caminando, cada vez más cerca de la puerta.

—Tenés que ver todos los regalos que trajeron —comentó Hank.

—Estoy seguro de que puede esperar hasta mañana, estoy un poco apurado ahora. Deberían volver a la fiesta, chicos —dijo llegando a la puerta.

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