Kitabı oku: «Eneagrama»

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Eneagrama

Los engaños del carácter y sus antídotos

Carmen Durán

y Antonio Catalán


© 2008 by Carmen Durán y Antonio Catalán

© de la edición en castellano:

2009 by Editorial Kairós, S.A.

Editorial Kairós S.A.

Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España

www.editorialkairos.com

Nirvana Libros S.A. de C.V.

3a Cerrada de Minas 501-8, CP 01280 México, D.F. www.nirvanalibros.com.mx

Primera edición: Febrero 2009

Primera edición digital: Septiembre 2010

ISBN-13: 978-84-7245-696-9

ISBN digital: 978-84-7245-737-9

Composición: Soybits.com

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Nuestro agradecimiento a Claudio Naranjo y a Francisco Peñarrubia que nos introdujeron en el conocimiento del eneagrama. Y a nuestros pacientes, ellos saben quienes son, que con su honestidad y entrega nos permitieron profundizar en la comprensión de lo humano y en la aplicación de este conocimiento.

Sumario

  Introducción

  1. Carácter y eneagrama El carácter Carácter y "enajenación del yo" Eneagrama Los centros: intelectual, emocional e instintivo-motor La observación de Sí: las conductas habituales, las alteraciones emocionales, lo imaginativo

  2. Eneagrama de las pasiones y las fijaciones Las pasiones Las fijaciones Los instintos Los tres instintos o el sistema pulsional deseante Instintos e identidad Sistema narcisista La constitución del rasgo Eneatipos

  3. El sistema defensivo Las angustias básicas Alerta y defensa Las defensas específicas de cada rasgo

  4. Antídotos de las pasiones Las pasiones y el sufrimiento Las virtudes

  5. Antídotos de las fijaciones

  Bibliografía

Introducción

Este libro es fruto de un trabajo compartido por los autores a lo largo de los últimos quince años, realizado con grupos terapéuticos. Trabajo en el que decidimos utilizar el eneagrama como mapa para profundizar en el autoconocimiento.

Tomamos contacto con el eneagrama en 1987 a través de Claudio Naranjo; seguimos los seminarios que él impartía por aquel entonces. Despertó nuestra curiosidad y nuestro interés y continuamos reflexionando sobre sus enseñanzas. A partir de ahí, el eneagrama se transformó en una herramienta importante dentro de nuestro quehacer terapéutico, especialmente en los grupos que en sistema de coterapia hemos llevado a cabo en estos años.

Son muchas las personas que acuden a consulta porque, ante determinadas crisis existenciales, surge en ellas el deseo de conocerse mejor, de saber por qué sus pensamientos no consiguen imponerse a sus acciones, por más que se lo propongan, por qué sus reacciones ante determinadas situaciones llegan a alterar tan profundamente sus estados de ánimo, por qué repiten patrones de conducta que saben que les dañan o parece que siempre están boicoteando sus posibilidades vitales o sus logros más deseados.

El eneagrama no tiene, a nuestro juicio, respuestas para todas estas cuestiones, pero sí ofrece un mapa que nos permite orientarnos en el viaje interior iniciado con el fin de descubrir quién soy y cómo mis pensamientos más profundos condicionan mis conductas, o cómo mis emociones nublan mis pensamientos.

La elección del mapa del eneagrama para el estudio del carácter se debe a que consideramos que es la lectura más completa y abierta de cuantas conocemos. Hasta la aparición de los Manuales de Diagnóstico Americanos, no parece que ningún psicólogo se hubiera planteado un estudio tan exhaustivo. Existen aportaciones tan interesantes como parciales, de muchos autores, donde podemos ver algún tipo descrito con gran profundidad y coherencia, pero ninguno que resulte tan abarcante como el eneagrama. Quizás esto se deba a que el eneagrama no es un constructo de ningún psicólogo en particular, sino la transmisión de un conocimiento muy antiguo que permite mirar el mundo desde nueve posiciones diferentes y no leer los otros caracteres desde la propia posición personal del autor del mapa, aunque esto no nos libere de los errores diagnósticos que podemos cometer y que G. I. Gurdjieff, introductor en Occidente del eneagrama, trataba de evitar dando las herramientas para el autoconocimiento pero sin dar indicaciones diagnósticas. El problema es que si lo hacemos así no podemos extraer conclusiones ni establecer las generalizaciones obligadas en un planteamiento científico.

Éste es un mapa desde el que intentamos "explicar" las observaciones sobre el carácter, tanto desde los atributos estructurales como desde los aspectos funcionales de la conducta. Ponemos el acento en lo estructural, a la hora de establecer el diagnóstico del rasgo principal, y analizamos las funciones como manifestaciones singulares de esa estructura. Creemos que una misma base estructural se puede expresar de maneras singulares, como si con la misma estructura de carácter fueran múltiples los "personajes" que podemos encontrar.

Obviamente, no consideramos que el eneagrama sea la única herramienta que permite acompañar un proceso de autodescubrimiento. Hay muchos caminos que desembocan en el mismo lugar, en nuestro caso nosotros elegimos trabajar con esta herramienta.

Y, para hacerlo, tuvimos que poner en orden la información obtenida en los seminarios, hacerla compatible con nuestros conocimientos previos de psicoanálisis, terapia gestalt, bioenergética y terapia sistémica, ampliarla con los libros sobre eneagrama que, cada vez en mayor número, han ido publicándose en los últimos tiempos y, sobre todo, con las aportaciones experienciales proporcionadas por los asistentes a nuestros grupos que nos han permitido ir cambiando y matizando criterios.

Es este trabajo de análisis, síntesis y reflexión el que hemos querido compartir a través de este escrito, añadiéndole las pinceladas que aportan una serie de personajes extraídos de La Comedia Humana.

Claudio Naranjo siempre ha introducido personajes literarios en el estudio de los caracteres, incluso tiene un libro (Autoanálisis para el Investigador) en el que combina la descripción literaria y la de casos clínicos relatados autobiográficamente. De él partió la sugerencia de hacer un estudio de la obra de Honorè du Balzac suponiendo que, en La Comedia Humana, el autor había incluido todos los tipos psicológicos que el eneagrama reconoce. Y, efectivamente, con mayor o menor finura, con más o menos simpatía y tolerancia podemos encontrar en su obra personajes correspondientes a todos los tipos, con la peculiaridad de que refleja la estructura, aunque puede vestir a un mismo tipo de personalidad con ropajes muy diferentes. Por encima del realismo, cercano, a veces, a lo costumbrista, es posible extraer tipos universales muy bien definidos y coherentes, que no pierden su coherencia interna, aunque aparezcan en distintas obras. Por otra parte, tiene una especial habilidad para introducirse en la piel de sus personajes y así describirnos con gran sutileza la manera de pensar, de ver el mundo, de sentir de los distintos tipos, no limitándose a una descripción sino poniendo el foco en lo interior, como si realmente estuviera hablando un personaje de determinado eneatipo, aunque no utilice las herramientas de la psicología profunda, ni se sumerja en los abismos del inconsciente.

Curiosamente, Gordon Allport, pionero en los estudios de la personalidad, sugiere integrar literatura y psicología para facilitar la tarea de conocer quiénes somos y por qué hemos llegado a serlo. Y lo hace desde la reflexión acerca de que si bien el estudio científico de la personalidad no ha surgido hasta el siglo xx, la literatura universal nos ha proporcionado descripciones y análisis muy ricos de personajes prototípicos. Resulta obvio, para cualquier observador, qué poco nos dicen los resultados de cualquier test de personalidad o las descripciones de cualquier tipología si los comparamos con los vívidos personajes de las grandes creaciones literarias, que nos permiten ver seres humanos completos, cuyas acciones resultan explicables y coherentes.

Según él, lo que permite entrever la coherencia interna de un personaje, más allá de su aparente inconsecuencia, es la aprehensión de la raíz (radix o núcleo central de la personalidad, término que toma de Max Wertheimer). Y este acercamiento a la raíz se ha producido con más facilidad en el terreno intuitivo de la creación artística, fuera de las exigencias científicas de objetividad. La literatura cuenta con todas las libertades de la intuición creativa, mientras que la psicología cuenta con todas las dificultades de la objetividad y la metodología científicas.

Las dificultades para el abordaje científico de la personalidad tienen que ver "dice" con que el objeto y el sujeto de la investigación sean el mismo y con que lo que hay que investigar es algo tan inasible como las dinámicas internas que están detrás de los distintos estilos de vida. Y los instrumentos básicos, con los que cuenta para hacerlo, son la introspección y la palabra.

Todos hemos podido experimentar qué cortas se quedan las palabras cuando tratamos de expresar determinados estados interiores y cómo no siempre nos sentimos entendidos o bien interpretados por quien nos escucha, y seguramente también tengamos la experiencia de habernos engañado a nosotros mismos, ocultándonos nuestros sentimientos, nuestras motivaciones o justificando nuestras acciones.

La propuesta de Allport no es renunciar al estudio científico de la personalidad, asumiendo que nada es generalizable y dejando en manos de la literatura el ofrecernos ejemplos individuales. Lo que propone es aprender de la literatura a ocuparnos más del individuo, buscando descubrir el estilo de vida y la coherencia interna y prestando atención a su historia personal, en lugar de limitarnos a analizar cómo es el sujeto en un momento concreto de su vida.

Pero el psicólogo de la personalidad, al tratar de llevar a cabo un estudio científico, no puede hacer literatura, no puede saltarse hechos que no encajen para que los personajes que describe resulten más consistentes, ni tampoco limitarse al estudio historiográfico de una persona en particular. Necesita una disciplina que le permita describir los distintos tipos en función de las mismas pautas y establecer generalizaciones válidas.

Es curioso que, muchos años después, Theodore Millon se mueva en esta misma línea. Según su análisis, en psicología, hoy en día el estudio de la personalidad se enfoca de dos formas antitéticas: desde una perspectiva nomotética, o desde una perspectiva ideográfica. Desde la perspectiva nomotética, considerando la personalidad como un ente abstracto, se busca lo que hay de común, las regularidades y covarianzas entre los atributos de la personalidad que puedan aplicarse a muchas personas diferentes para llegar a establecer proposiciones universales sobre el comportamiento. Desde la perspectiva ideográfica, se resalta la individualidad, la complejidad y la singularidad de cada persona, lo que la hace distinta de las demás, su historia. La perspectiva nomológica se pregunta "qué" es la personalidad, la ideográfica, "cómo" y "por qué" alguien ha llegado a ser como es. Frente a estas concepciones encontradas, Millon propone una perspectiva integradora, en la que, reconociendo la singularidad de la persona, tratemos de establecer determinados constructos que sean un punto de partida válido para comprender al individuo, sin perder de vista su singularidad. Introduce la idea de sistema como unidad de análisis más consistente que un rasgo o una categoría, como un constructo integrador que contenga elementos estructurales y funcionales. Los atributos estructurales del sistema de la personalidad (que define como «patrones fuertemente incrustados y difíciles de transformar de recuerdos, actitudes, miedos, conflictos, formas de organizar el mundo...») se emparejan con funciones que facilitan las interacciones y son las formas expresivas de la estructura (en las que sitúa comportamientos, conductas sociales y mecanismos que manejan la vida externa e interna).

La sola estructura no nos dice "quién hay detrás", por muy científico que sea el estudio realizado, ni siquiera nos deja entrever las relaciones dinámicas entre los atributos de la personalidad (véase, por ejemplo, el test 16 PF, donde nos resulta difícil establecer qué tipo de conexiones existen entre los factores covariantes); la historia personal, la manera de funcionar, sin referencia a una estructura, nos aleja del campo de la psicología y nos introduce en el de la literatura, donde no tiene sentido establecer generalizaciones. Sin embargo, estructura y función están estrechamente vinculadas.

Y así, estrechamente vinculadas aparecen en el mapa del eneagrama, en el que además de lo ya expuesto encontramos otras ventajas, como son la coherencia interna de los tipos que describe, el reconocimiento, a través de la exploración de las pasiones, de la raíz que anuda cada sistema personal y, a nivel intersubjetivo, la comprensión del otro que proporciona el hecho de entender que el mundo puede ser leído desde ópticas tan diferentes.

Carácter y Eneagrama
El carácter

El carácter se origina como una estrategia que trata de facilitarnos la vida y que termina convirtiéndose en la rigidez que nos la dificulta, quizás porque lo que pudo ser válido en el momento concreto de su cristalización no sigue siéndolo durante toda la vida, frente a circunstancias nuevas.

En el lenguaje común, "carácter" no tiene una connotación negativa, en muchos casos, por el contrario, es algo valorado: ser una persona de carácter es ser alguien de criterios y actitudes bien sentados; también se utiliza el término para justificar las peculiaridades de alguna persona: «es su carácter», y ese carácter se considera positivo o negativo en función de que le facilite o dificulte la vida y las relaciones. Carácter e identidad yoica están tan íntimamente asociados que ante una enfermedad (especialmente si se trata de una enfermedad neurológica) o una situación vital que produzca un cambio esencial en el carácter, todos tendemos a decir «esta persona no parece la misma».

El carácter es fundamentalmente adaptativo, es la manera que tiene nuestro yo de adaptarse al medio, y no nos cabe duda de que si el individuo hubiera encontrado una manera «mejor», lo hubiera hecho mejor. No parece que sin él pudiéramos vivir, es el envoltorio necesario de la esencia y, al mismo tiempo, la herramienta que nos facilita llegar a descubrirla, pues son las dificultades que nos plantea el carácter y nos llevan a cuestionarlo, lo que nos permite mirar un poco más allá. Sin embargo, en algunos espacios de trabajo con el eneagrama, el carácter ha pasado a ser como un estigma, algo de lo que hay que liberarse.

Sólo cuando nos identificamos con la máscara, hasta el punto de no poder despegarnos de ella, cuando las situaciones demasiado difíciles nos han hecho endurecer el carácter y cuando lo defendemos como nuestra verdadera e incuestionable forma de ser, éste se convierte en un verdadero obstáculo para el crecimiento personal.

A partir de la óptica desde la que vamos a enfocarlo, carácter no es neurosis, aunque la neurosis pueda apoyarse en fallas caracteriales, en la disfunción de la capacidad de enfrentarse a las dificultades de la vida, utilizando las vías del carácter para la elaboración de los síntomas; o el propio carácter pueda neurotizarse cuando se torna inadecuado o conflictivo en la adaptación a una realidad diferente.

En este sentido, la diferencia entre neurosis y carácter estriba básicamente en que el carácter es un estilo de vida (por precaria que sea su base), en el que el yo ha podido construir un mecanismo, más o menos adecuado, en función de su propio desarrollo adaptativo. En las neurosis no ocurre así, el yo, aunque se haya constituido, no ha ganado la batalla entre los impulsos instintivos y la presión de la realidad y, a nivel interno, el conflicto sigue existiendo, lo que no permite la integración de la personalidad porque las distintas facciones que la componen están en guerra. La batalla se manifiesta a través de los síntomas. Por supuesto que también podríamos considerar el carácter como un síntoma, pero preferimos deslindarlo de la clínica.

Con todas las lagunas que suponen los síntomas que hacen tan incómoda la vida, en la neurosis el proceso de adaptación a la realidad se produce, aunque se trate de una realidad deformada; en la psicosis no hay tal adaptación a la realidad, no hay renuncia al principio del placer y nos encontramos con la paradoja de que esta no aceptación del dolor tiene como consecuencia quizás el más terrible dolor que puede experimentar un ser humano. El psicótico se aleja de la realidad, se queda sin apenas capacidad de manipulación del mundo externo y crea un mundo propio que es, a la vez, un refugio y un tormento. En la psicosis, cuando la identidad yoica está muy dañada es muy difícil y de dudosa utilidad hacer un diagnóstico del carácter.

Gurdjieff plantea la paradoja de que para poder trabajar y alcanzar el conocimiento de nuestra esencia, es necesario haber desarrollado una personalidad, y que cuanto más fuerte sea ésta, más recursos tendremos para encontrar aquélla, como si la personalidad fuera "la placenta" de la que se ha de nutrir la esencia. El hombre, según él, necesita una primera educación en la que desarrollar su personalidad y una segunda educación que le permite "disolver" esta personalidad para alcanzar la esencia de su ser y desarrollar su espiritualidad, su consciencia. Utiliza el término "personalidad" como sinónimo de carácter.

Aunque "carácter" y "personalidad" se emplean a menudo como sinónimos también en la literatura psicológica actual, nos parece importante establecer la distinción terminológica que vamos a manejar en este estudio. Vamos a distinguir carácter frente a personalidad y también frente a temperamento, aunque éste no sea un término que vayamos a emplear. Por "temperamento" entendemos las características genéticas, cuasi físicas, energéticas, el substrato biológico del que emerge la personalidad y que hace referencia al tono vital: flemático, sanguíneo, asténico, atlético... Por "personalidad" entendemos las cualidades personales que sobre ese substrato biológico se han ido construyendo con la aportación de la "urdimbre primigenia", de las circunstancias vitales que nos han tocado y de la especial manera de reaccionar ante ellas, determinadas por nuestro temperamento. En cuanto al "carácter" nos quedamos más con los aspectos estrictamente reactivos a las experiencias vitales que llegan a constituir una coraza defensiva, cuya función en origen es proteger la esencia de nuestro yo, nuestra personalidad natural, pero que se endurece y que terminamos confundiendo con nuestra naturaleza. Por último, en el contexto del eneagrama, hablamos de "rasgo principal" refiriéndonos a cada uno de los nueve tipos que vienen determinados por una pasión dominante y un estilo cognitivo peculiar. En el concepto de "rasgo" incluimos aspectos temperamentales, facetas de la personalidad y fórmulas adaptativas caracteriales, aunque el acento está puesto sobre todo en lo estrictamente caracterial.

El carácter como adaptación reactiva implica una cierta pérdida de consciencia de sí que el trabajo con el eneagrama pretende recuperar. Justificamos este trabajo en la creencia de que la consciencia, y en especial la consciencia de sí, es lo que nos hace específicamente humanos. Sólo los hombres, en toda la creación, podemos observar nuestro mundo interno. Gran parte del trabajo consiste en la tarea de autoobservación.

Max Scheller cuando intenta elaborar una antropología filosófica se plantea la esencia del hombre en relación con otros seres vivos y su puesto metafísico en el mundo. Dice que la palabra "hombre" indica los caracteres morfológicos distintivos que posee el hombre como subgrupo de los vertebrados y mamíferos (marcha erecta, transformación de la columna vertebral, equilibrio del cráneo, potente desarrollo cerebral...) y que la misma palabra "hombre" designa a la vez algo totalmente distinto: un conjunto de cosas que se oponen al concepto de animal en general. En el primer caso, la palabra "hombre" expresa el concepto sistemático natural, mientras que en el segundo se refiere al concepto esencial. El concepto esencial es el principio que hace del hombre un hombre: el espíritu. La persona, así entendida, es el centro en que el espíritu se manifiesta dentro de las esferas del ser finito. Para él, el espíritu es algo que va más allá del Logos, de la razón, es la capacidad de conciencia. No tiene ninguna connotación religiosa. El acto espiritual está ligado a la conciencia de sí. El animal no tiene conciencia de sí, está "incrustado" en la realidad vital correspondiente a sus estados orgánicos, hambre, sueño, sed, necesidad sexual... El hombre puede aprehender los objetos, sin la limitación experimentada en función de sus impulsos vitales, de forma no determinada por su estado fisiológico-psíquico. Puede "objetivar". Pero, no sólo eso, sino que puede convertir en objetiva su propia constitución fisiológica y psíquica y cada una de sus vivencias y volverse consciente de sí. El animal no vive sus impulsos como suyos, sino como movimientos y repulsiones que parten de las cosas mismas del medio; incluso el hombre primitivo no dice «yo detesto esta cosa», sino «esta cosa es tabú». La conciencia cambia esta mirada.

Según la visión de Scheller, el hombre es el único ser vivo que, por su dimensión espiritual, puede elevarse por encima de sí mismo y convertir las cosas, y entre ellas a sí mismo, en objeto de conocimiento.

Volviendo a centrarnos en el carácter desde un punto de vista estrictamente psicológico, las opiniones de los diferentes autores discrepan en cuanto a la concepción del carácter y a la posibilidad de su modificación. Para Alfred Adler, el carácter es un estilo de vida que se mantiene fiel a sí mismo desde los primeros años hasta el fin de la vida; para Karl Abraham, en cambio, es mudable y el hecho de su permanencia no es esencial. Para Wilhelm Reich, los rasgos de carácter están tan incorporados que no se viven como algo extraño o enfermo, y por eso, salvo en situaciones de especial dificultad, las personas no se proponen cambiarlos. En la misma línea, Millon plantea que los rasgos caracteriales están tan profundamente arraigados en el inconsciente que resultan muy difíciles de cambiar. Otto Fenichel sostiene que el carácter está en función del yo, entendiendo el yo como parte de la personalidad organizadora e integradora, que se mantiene en las distintas situaciones vitales. La denominación de carácter destaca la forma habitual de reaccionar, las maneras constantes de solucionar conflictos. Habla del predominio de cierta constancia en las maneras que escoge el yo para realizar sus tareas. Es como si el yo eligiera estas maneras. Reich, por su parte, habla del carácter como una defensa yoica contra los peligros que amenazan desde el mundo exterior y desde los impulsos interiores. Lo considera un modo típico de reacción que, una vez establecido, se convierte en un mecanismo automático, independiente de la voluntad. Es una alteración crónica del yo que denomina "coraza".

En general coinciden en que se establece muy tempranamente, pero mientras para unos es fruto de las circunstancias externas que le ha tocado vivir al individuo en la infancia, para otros tiene también un componente biológico, no sólo biográfico.

Aunque entendiendo, como Fenichel, el carácter como función yoica, Juan Rof Carballo va más allá cuando nos habla de la constitución del yo. Para él, las posibilidades de desarrollo de la esencia humana se concretan a través de la relación transaccional con las personas del medio, especialmente con la madre. Habla así de una "urdimbre primigenia" que, al mismo tiempo que "constitutiva", hereditaria en cierta medida, es también "transaccional", se transmite a través de las generaciones y se mantiene durante toda la vida. Esta urdimbre es como un tejido, como una trama que debe ser terminada después del nacimiento porque la inmadurez psicobiológica del niño así lo exige. La función materna, como para Donald Winnicott, es fundamental en la constitución de esta trama, pero él añade, por un lado, la influencia transgeneracional y, por otro, una serie de funciones más amplias que la del "sostén" que introdujo Winnicott. Entre estas funciones cabe destacar, junto a la "tutelar" y amparadora, cercana a la idea de sostén, una función "liberadora" que permite el desarrollo de la individualidad y una función de "orden", que permite un encuadre de crecimiento y una cierta mediación con la realidad. De la mayor o menor adecuación de estas funciones y de sus fallas van a derivar características yoicas diferentes.

Para nosotros, el trabajo terapéutico con el carácter tiene dos niveles: uno estrictamente psicológico donde el objetivo es ablandar la rigidez de la estructura caracterial y relativizar la solución adaptativa encontrada; y otro que tiene un sentido espiritual que va más allá de proporcionar una vida cómoda, psicológicamente hablando. Se trata de acercarnos al máximo a nuestro ser espiritual, libre y consciente de sí.

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