Kitabı oku: «El Acontecer: Metafísica»

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Índice de contenidos

  Portada

  Tomo I

  Prólogo

  Cuestión de método

  Introducción

  Capítulo 1: Ver los seres

  Capítulo 2: El encuentro con el ser

  Capítulo 3: Un nuevo camino al ser

  Capítulo 4: Ontología en pleno sol

  Capítulo 5: El ser oculto

  Capítulo 6: El ser en el devenir

  Capítulo 7: Ser y misterio

  Capítulo 8: El ser de lo idéntico

  Capítulo 9: Lo particular y lo universal

  Capítulo 10: La acción existente

  Referencias

  Tomo II

  Capítulo 11: Una entidad llamada «yo»

  Capítulo 12: Los otros también son yo

  Capítulo 13: Un valor también es ser

  Capítulo 14: Del cuerpo al espíritu

  Capítulo 15: La intuición

  Capítulo 16: ¿Existen las esencias?

  Capítulo 17: La voluntad libre

  Capítulo 18: Metafísica de la libertad

  Capítulo 19: Las cosas del arte

  Capítulo 20: Lo humano

  Capítulo 21: Dios

  Referencias

  Apéndice del capítulo veintiuno

  Tabla de contenidos




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G172 Gallo Armosino, Antonio, S. J. 1925-
v.1 El acontecer : metafísica. Tomo I / Antonio Gallo Armosino, S. J. ; Coordinadores María Eugenia Del Carmen Cuadra de Tefel y Amílcar Dávila Estrada -- Guatemala: Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens, 2020. xliv, 346 páginas. (Centro de Pensamiento Crítico Antonio Gallo, S. J., Colección Monografías, No. 5) ISBN de la edición física: 978-9929-54-322-5 ISBN de la edición digital - PDF: 978-9929-54-324-9 ISBN de la edición digital - EPUB: 978-9929-54-326-3 1. Metafísica 2. Fenomenología 3. Valores (Filosofía) i. Universidad Rafael Landívar. Facultad de Humanidades ii. Del Carmen Cuadra de Tefel, María Eugenia, 1965-2018, coordinadora iii. Dávila Estrada, Amílcar, coordinador iv. t. SCDD 22


EL ACONTECER:

METAFÍSICA, TOMO I

Edición, 2020

Antonio Gallo Armosino, S. J.

Coordinadores de la publicación: María Eugenia Del Carmen Tefel (q. e. p. d.) y Amílcar Dávila Estrada

Universidad Rafael Landívar, Facultad de Humanidades

Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens

Se permite la reproducción total o parcial de esta obra, siempre que se cite la fuente.

D. R. ©

Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens

Vista Hermosa III, Campus Central, zona 16, Edificio G, oficina 103

Apartado postal 39-C, Ciudad de Guatemala, Guatemala 01016

PBX: (502) 2426-2626, extensiones 3158 y 3124

Correo electrónico: caraparens@url.edu.gt

Sitio electrónico: www.url.edu.gt

Revisión, edición, diseño y diagramación por la Editorial Cara Parens.

Figuras elaboradas por Antonio Gallo Armosino, S. J.

Digitalización: Proyecto451


PRÓLOGO

Cuando se presentó a la Editorial Cara Parens la idea de editar y publicar el trabajo de Antonio Gallo, S. J. El acontecer: Metafísica, no se dudó en asumir la tarea. Para el equipo este sería un proyecto distinto por su tamaño e importancia. Buena parte de las publicaciones anteriores de Gallo fueron acompañadas por su discípula y editora, María Eugenia Del Carmen Tefel (q.e.p.d.).

La importancia de esta obra radica en ser producto de cinco décadas de docencia, investigación e incidencia en los campos de la educación y la cultura. Gallo asume la fenomenología como metodología y con ella se aproxima a la experiencia. Fruto de ese acercamiento es su vasta producción académica, la cual se puede organizar en tres núcleos temáticos: estudios de la cultura, estudios propedéuticos y estudios sobre los valores.

Dentro de las publicaciones relacionadas con la cultura, sin duda la obra clave es Identidad nacional. En ella se esboza lo que podría denominarse una filosofía de la cultura. Publicada en 1978, como un modelo de educación no alienante, defiende la tesis de que no existen razas privilegiadas ni culturas superiores. Esta obra fue revisada y ampliada en 1994. En esa ocasión, muestra un modelo de vida y desarrollo no-alienante. Esta obra se convertirá en la columna vertebral de las investigaciones de Gallo, quien afina su mirada y busca cómo se establece el vínculo con el otro, ese otro que es capaz de reconocer la diferencia, en la obra El hombre mi hermano, publicada en 1996. Una obra de madurez de este grupo es Los mayas del siglo XVI, publicada en 2001. Esta es una obra de carácter hermenéutico en la cual el autor se esforzó por presentar la realidad de la conquista desde la polifonía de voces que interactuaron en ella. Como podemos observar, en Gallo la preocupación por los grupos étnicos ha sido una constante.

Hay un grupo de cinco obras que el autor denomina como «introductorias». Son aquellas que en su conjunto guían al lector(a) en forma propedéutica al ejercicio de la fenomenología y la hermenéutica. Cuatro de ellas fueron impresas: Ver de verbo: Una introducción al pensamiento lógico, 1994; Ver de verdad, 2002; Manual de hermenéutica, 2005 y Carácter de la filosofía: Una introducción, 2005. Por su parte, Palabras y método en fenomenología fue publicada en línea en 2017 como avance de un proyecto editorial que se encuentra en desarrollo en este momento. Este conjunto es relevante, porque Gallo introduce en ellas a sus alumnos(as) al ejercicio de la investigación; en sus clases dialoga con ellos y ellas mientras los acompaña en el análisis filosófico de las relaciones subjetivas e intergrupales.

Otra temática en el quehacer investigativo de Gallo es la axiología. A ello dedica la trilogía de los valores: Introducción a los valores, 2006; Ver los valores, 2010 y Mis valores adultos, 2012.

De un tiempo para acá, Gallo podía dejar a un lado en su escritorio el dossier de la metafísica, pero siempre volvía a su proyecto y lo enriquecía con los hallazgos de sus investigaciones, lecturas, clases, participaciones en congresos y conferencias. ¿Por qué publicar este proyecto editorial en este momento? Ya Kant denunciaba que «[h]ubo un tiempo en que la metafísica recibía el nombre de reina de todas las ciencias» (A VIII) (1) . Hoy algunos rechazan la metafísica, por el clima de inseguridad que domina el pensamiento actual. A diferencia de quienes opinan de esta forma, Gallo personifica el haiku de Matsuo Bashô (2016):

«Este camino

ya nadie lo recorre,

salvo el crepúsculo» (p. 50) (2)

Sin embargo, el crepúsculo no está lejos de una alborada. A veces ambas pueden confundirse. La luz tenue del crepúsculo puede anunciar la modesta claridad de una aurora y el amanecer ser el nacimiento de un día.

Desde esa alborada se manifiesta el autor con El acontecer: Metafísica. El lector(a) reconocerá que Gallo no hace este camino solo. Su comunidad hablante y cultural son Edmund Husserl, Martin Heidegger, Maurice Merleau-Ponty, Gabriel Marcel y otros fenomenólogos. Con ellos se aferra a esa racionalidad que posibilita y promueve el diálogo.

La Editorial Cara Parens, próxima a su décimo aniversario, estima que la relevancia de esta obra no solo reside en el contenido concreto de las reflexiones filosóficas, sino también en el carácter mismo de la empresa intelectual del autor a lo largo de toda su vida académica. La editorial celebra la publicación de esta obra ahora que se acerca su 95.º cumpleaños.

Agradecemos de manera especial el trabajo de revisión realizado por PhD Amilcar Dávila, académico de la Facultad de Humanidades y miembro del Centro de Pensamiento Crítico Antonio Gallo, S. J.

Luis Fernando Acevedo

1. cfr. Kant, I. ([1781] 1984). Crítica de la razón pura. (Prólogo, traducción, notas e índices de Pedro Ribas). Ediciones Alfaguara, S.A., Madrid.

2. cfr. Basho, M. (2016). Sendas de Oku (trad. Octavio Paz). Girona: Atalanta, p. 50.

«Tú y Yo, una amistad invencible»

María Eugenia Del Carmen Tefel

CUESTIÓN DE MÉTODO

Enfocar el tema sobre si «algo es» implica, por sí mismo, una definición de la palabra; desde este momento inicial se involucra el método. El mero preguntar sobre el ser, de lo que «es», exige un punto de visión: ¿el lenguaje?, ¿los conceptos de la mente?, ¿una actitud dialéctica? Una definición previa y una aclaración de términos nos llevarían a una escolástica. El presente texto adopta el método fenomenológico: partir de experiencias previas y preconceptuales para llegar finalmente al lenguaje y a una posible definición.

Las «experiencias» a las que nos referimos son esencialmente mis experiencias individuales, y de los demás seres humanos de mi entorno en cuanto se me comunican. La experiencia se toma en el sentido más amplio que lo permita mi conciencia tanto del mundo físico, como de los mundos emotivo e intelectual. Puedo experimentar el calor o el frío, el peso de una piedra, la dureza de un tronco o bien la alegría de una emoción, la tristeza de una incomprensión; o a nivel intelectual, las construcciones espirituales, los objetos inmateriales, los nexos lógicos o la creación de ideas.

Con las experiencias en toda su apertura humana, se establece el fundamento de la fenomenología para toda reflexión personal y el diálogo interpersonal. No se niega que otros pensadores hayan colocado sus reflexiones sobre la experiencia; solo se pretende fijar un punto de partida para la aplicación coherente del método. Un caso evidente es el de Hegel en Fenomenología del espíritu (1994, p. 11). Su punto de partida es también la experiencia, pero su método lo aparta de la realidad experimental y lo enfoca en la conciencia (ibid., p. 12).

En la fenomenología, el análisis no se concentra sobre la conciencia como en Hegel (ibid., p. 13), sino sobre el objeto de la experiencia: las cosas, todo lo que se da a todos los niveles, tanto lo sensible y lo emocional, como lo especulativo. Sobre todos estos objetos se coloca la pregunta «¿es?». Nace el método con la reflexión sobre los objetos, lo cual confiere a la metafísica, desde la fenomenología, su carácter concreto y su profundidad, limitada únicamente por las posibilidades del objeto experimental. El fenomenólogo ve delante de sí el mundo de los objetos materiales, el cosmos y la realidad científica, y el horizonte de la vida, como la biósfera –tanto material como psíquica– y las diferentes esferas de la cultura y de la creatividad emocional y especulativa. La proyección hacia lo dado libera la fenomenología de todo el discurso ontológico, fundado en conceptos y definiciones para aproximarse al objeto general de todo conocimiento: el «es» que se da en todas las cosas.

El método obliga a aproximarse al «es», a dejarse dominar, a involucrarse con él, antes de proceder con la propia vivencia y convertirlo en un objeto de conciencia. Se evita entonces la abstracción de toda la metafísica escolástica, derivada de conceptos y definiciones, tan adversada por Heidegger (¿Qué es metafísica?, 1975, p. 23; e Introducción a la metafísica, 1980, p. 67), y demás ontologías; entre estas las de Zubiri (3) , Lonergan (4) , y Hartmann (5) . No es cuestión de enfocar el «ser» como esencia, sino el «es» existencial, su inmediata presencia. El término «es» generalmente no se da solo, sino determinado: es hierro, es agua, es viento, es palabra, es poesía, es concepto, es bueno, lo cual nos conduce a la observación de un contenido definible y no al mero acto de existir. Tenemos que resistir a la invasión del contenido, aunque este se relacione de inmediato con el simple existir determinado y particular. Y este es el punto de arranque de la fenomenología, el existir concreto y particular, que «es»: parcial, fragmentario, limitado, no «en sí», sino «en otro», como puede verse en los ejemplos: este es un bloque de mármol, este es un banano, este es un individuo humano. Nunca se afirma una totalidad, sino un objeto limitado, una parte, un algo finito.

3. Véase Sobre la esencia (1962, p. 87).

4. Véase Insight: A Study of Human Understanding (1972, p. 356).

5. Véase Ontología (1965, p. 20).

INTRODUCCIÓN

La metafísica es ante todo una palabra derivada de las obras de Aristóteles y de sus editores: Teofrasto, su primer sucesor en el Liceo, y Severino Boecio (6) , quien le puso ese nombre. Con el tiempo ha llegado a significar el tipo de especulación filosófica que responde a la pregunta última y más simple: «¿es...?», y sus derivados: «esto, ¿qué es?», «¿no es?». El ser, el parecer, el aparecer. ¿Es hombre?, ¿no es sombra?, ¿no es árbol? Pero algo es... Decir que esto «es», en afirmativo, significa indicar una acción, usar un verbo. Al ver escribir una poesía, digo fácilmente: este poema pasa del no ser al ser (aparece). Al afirmar que algo «es», se utiliza un término general aplicado a lo concreto y a lo singular. Esta es la dificultad inherente a la metafísica: utilizar términos generales para indicar objetos particulares; es lo que la fenomenología se esfuerza por evitar. El lenguaje deberá ajustarse, cuanto sea posible, a la singularidad del «es».

La pregunta «¿es?» constituye la interrogante más vaga, indeterminada y general sobre algo inmediato y particular. Se presta a varias interpretaciones, pero depende del contexto y de los supuestos con que esta pregunta se formula. Aristóteles la pone en relación con los filósofos que lo han precedido: los milesios, los italianos, los sofistas, Sócrates y Platón. Los que él llama los «físicos» preguntaban por la causa primera del mundo y de las cosas, buscándola entre los «entes» o elementos de este mundo material. Después de Sócrates, la pregunta se vuelve «conceptual», por lo que será preciso definir un concepto a partir de los casos particulares. Un ejemplo es el de la virtud, que es un valor particular de una persona determinada; entonces, ¿es posible enseñar la virtud?

Más tarde la pregunta resurge de acuerdo con intereses éticos: estoicos, epicúreos, místicos, como en Plotino (Enéadas) o Boecio (La consolación de la filosofía). Con san Agustín (La ciudad de Dios, 2007, p. 43), la pregunta se refiere esencialmente a Dios. Con los filósofos árabes de la Edad Media, la pregunta se coloca en un contexto panteístico. Luego, santo Tomás de Aquino (Suma teológica, 1947, p. 112) –y en general la Edad Media cristiana– regresa al aristotelismo sin dejar de oscilar entre el realismo tomista y el platonismo agustiniano.

En el Renacimiento, el «¿es?» se dirige al hombre o se efectúa desde el hombre: mi persona individual. Con la Edad Moderna y el poscartesianismo, generalmente se unifican las dos perspectivas: la del ser y la del pensar. Finalmente, en el mundo contemporáneo

–Wittgenstein (Tractatus Logico-Philosophicus, 1933, p. 23)–, tanto la filosofía científica como la filosofía del lenguaje, el estructuralismo y la deconstrucción, se cuestionan sobre la pregunta.

El enfoque fenomenológico de la metafísica consiste en «ver el acontecer». La fenomenología es esencialmente una reflexión. Y desde la experiencia conserva, en su reflexión, la proximidad de su origen: la experiencia. En su origen es un ver, sentir, gustar y palpar, olfatear, oír y ver, sentir, incluso intelectualmente. En sentido metafórico, el ver se aplica a toda clase de experiencia, incluyendo las especulativas: ver la identidad, ver la diferencia, ver las relaciones, ver las consecuencias, y ver las formas.

En el «acontecer» se comprueba la unidad del «es»: todas las cosas responden a la misma interrogante: «si es» o «si no es». Esta unidad general supera el dualismo tradicional demasiado rígido y artificial entre el alma y el cuerpo, la materia y la forma, la esencia y los accidentes. Según la visión tradicional, este dualismo domina toda la metafísica:

1 Lo accidental se percibe con la sensación.

2 Lo sustancial se percibe con la mente.

La separación entre:

 Experiencia = cuerpo espacio-temporal; por ejemplo: un «carro».

 Pensamiento = alma-mente intemporal, inmaterial; por ejemplo, un «conductor».

Es una separación que tiene su origen en Aristóteles (loc. cit.), quien separa lo sensible como accidental de lo inteligible, con estas características:

1 Accidentes: individuales, concretos, dependientes, imágenes, variables.

2 Sustancias: abstractas, generales, universales, inde-pendientes, conceptos, contenidos, nociones.


[ Accidentes (formas sensibles) ]----versus ----[ Sustancias (formas inteligibles) ]
se perciben con los sentidos(ruptura)se perciben con la mente

1. Análisis escolástico

Para Aristóteles, los accidentes son sensibles, pero no inteligibles. Las sustancias, al contrario, son inteligibles, pero no sensibles:

1 Los objetos sensibles son individuales y, por tanto, ajenos a la ciencia (que es de principios generales).

2 Los objetos inteligibles son generales. Con ellos, las ciencias formulan sus principios.

Esta división de la experiencia es criticada por Hegel (Enciclopedia de la ciencia filosófica, 1990), la cual privilegia el objeto ante un sujeto; es como si lo esencial fuera a estar en lo inmediato. La experiencia es puesta por encima de la conciencia, que es puesta como no esencial, como «mediada». Por tanto no es «en sí», sino por medio de «otro». Según Hegel, en la observación de la naturaleza primitiva, el ser sensible desaparece; los momentos de su relación son puras abstracciones, incluso los conceptos simples (que deberían estar unidos con el «ser en sí» de las cosas). Este «ser allí» se pierde en su individualidad, de modo que el «momento» se muestra como puro movimiento, como universal. Si uno (un yo), como un ser para mí, se enfrenta con lo universal o con la esencia negativa, se le sustrae y permanece libre «para sí». Entonces, el «concepto» puede ser realizado solo en el modo de la singularidad absoluta. No encuentra en la naturaleza orgánica su verdadera expresión, de un «ser allí» como universal. Permanece como algo que le es exterior. Zubiri (Inteligencia sentiente, 1983, p. 87) le responde a Hegel (loc. cit., p. 91) en cuanto al acto experimental, que es aprehensión:

1 Aprehendemos la «realidad de lo real» (el ser real)

2 «Impresivamente», es decir, se imprime con aprehensión directa y no mediante representaciones.

En efecto: es inmediata y no en virtud de otros actos, no con razonamiento; es unitaria: se aprehende como unidad, el carácter de lo real. Sin embargo, posee variedad de contenidos y esta variedad se aprende unitariamente, como una «formalidad», una forma indivisa. Corresponde a lo llamado prepredicativo: algo dado en el acto. Nos sitúa, a mí y a nosotros, «yo otro», en la realidad, en la vida real. Toda otra realidad o aprehensión subsiguiente se funda «constitutivamente» en esta aprehensión primordial y la implica «formalmente» en la unidad de forma.

Si observamos las dos listas de palabras –a) y b)–, vemos que son análogas, pero en clave diferente, y nunca podría unificarse una serie con la otra, lo que significa una ruptura, una imposibilidad de conexión entre dos mundos. Al contrario, un «acto» de experiencia (es decir, mi experiencia personal), que de repente es golpeado por la presencia de un objeto (una luz que se prende; un ruido que crispa los nervios, una palabra que vuela por el aire, por ejemplo) es una unidad indivisible dentro del flujo particular y continuo de la vida. Por ejemplo: ¡veo un libro!, el cual es producto de una separación de este objeto en el flujo y una parte de lo que el flujo nos trasmite. Entonces, para mí, ver el libro es un «acto», una unidad separada, determinada por esta experiencia singular. Imaginemos que cerca de este libro, veo en mi escritorio una bola de cera: es un cirio esférico: es una esfera. Si hacemos un análisis desde los conceptos aristotélicos, obtendremos los resultados siguientes:

Figura 1


Es una bola de cera, su forma es esférica (forma accidental = accidente): si la aplasto en un molde y toma forma cúbica, entonces es un cubo. La puedo calentar y se convertirá en vapor: el mismo objeto (sustancia) asume una nueva forma accidental.

No estoy seguro de si se trata todavía de cera; lo que sí es cierto es su existir actual. Lo coloco en el flujo continuo y su variación: también «es». Pequeñas o grandes variaciones se dan siempre en el existir. Evidentemente puede observarse la continuidad, o la discontinuidad en el existir, la identidad y la diferencia.

Los accidentes pueden cambiar, poco a poco; por ejemplo: la bola de cera a cubo de cera, a bola de cera, a cera quemada (licuada o vapor). Puede que sea cera o un trozo de leña o un vaso de agua: el humo de la candela ya no es cera, el humo de la madera ya no es leña, el vapor del agua ya no es agua... ¿a dónde se han ido las sustancias?

La sustancia «permanece», hasta cierto grado de resistencia y, entonces, cesa. ¿Se cambia de sustancia?, ¿la antigua sustancia es sustituida por otra?, ¿o simplemente desaparece? Accidentes y sustancias indican dos modos de ser, dos términos incompatibles. La fractura es universal, afecta toda nuestra vida cognoscitiva.