Kitabı oku: «Formas dignas de co-existencia», sayfa 2

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Un libro cada vez más urgente

El primer capítulo de este libro se dedica, precisamente, a cuestionar la manera como los seres humanos hemos entendido “el desarrollo” bajo la batuta directora de los países que se han autodenominado “desarrollados”, y que hoy se encuentran entre los más amenazados por la pandemia del COVID-19 (hasta el 23 de abril, en Nueva York habían muerto 16.388 personas). El virus está demostrando que el camino no era por ahí.

Toda esta muy larga introducción se justifica para justificar lo que ya enuncié desde el primer párrafo: que este es un libro cada vez más urgente.

Urgente porque nos aporta ejemplos reales, en plena marcha, concretos, tangibles, caminables, y en muchos de sus aspectos replicables en otros lugares, de cómo distintas comunidades colombianas han venido construyendo, paso a paso y en un permanente diálogo horizontal con los demás seres vivos con los cuales comparten el territorio, formas dignas de co-existencia, a partir de experiencias agroecológicas llevadas a cabo con un objetivo ético expreso: la transformación social. O, más aún: una profunda transformación cultural.

Co-existencia entre humanos, entre humanos y no humanos, entre instituciones y comunidades, entre agencias de cooperación y organizaciones colombianas…

Seguramente, ni cuando yo comencé a esbozar este prólogo ni cuando Juliana y Nathaly comenzaron la investigaciones cuyos resultados se presentan aquí éramos conscientes de la importancia vital que este libro iba a llegar a tener. Pienso que se va a convertir en un libro de primera necesidad.

Con base en las experiencias documentadas en la llamada Bogotá-Región, en la porción caucana del macizo colombiano, en los departamentos de Bolívar y Caldas, y en Mocoa, Putumayo, este libro se convierte en un manual para una transformación cultural profunda enraizada en la Tierra con mayúscula y en la tierra con minúscula. Cuando escribo una con mayúscula y otra con minúscula no quiero indicar que la una sea más importante que la otra, sino, precisamente, resaltar que ambos niveles extremos deben mantenerse en permanente correlación, como un ying y un yang inseparables.

Para entender mejor esto, que no es un mero juego de palabras, intentemos definirnos a partir de estas preguntas: ¿Cuál es la Tierra que yo soy? Y ¿Cuál es la tierra que yo soy?

Finalmente quiero resaltar varias cosas que me parecen importantes:

La una, que, como lo afirman y lo reiteran las autoras en distintas partes del texto, si bien

[…] en total se listaron ocho ‘formas dignas de co-existencia’ […] se incluyen en realidad más de 30 iniciativas ya que de las ocho estrategias listadas varias son redes. Así la Red de Permacultura cuenta con 48 iniciativas (de las cuales se visitaron 26) y el Mercado Tierra Viva cuenta con 15 iniciativas asociadas aproximadamente.

Otra es que cada uno de esos procesos es, en sí mismo, una escuela de vida. Al igual que sucede con el Thul, esa huerta en la cual las comunidades nasa cultivan plantas alimenticias, plantas medicinales y plantas rituales, esos espacios-tiempos son, sobre todo, lugares de encuentro entre distintas generaciones, en los cuales se transmiten saberes ancestrales y se mantiene viva la memoria colectiva, nervio central de eso que ahora llamamos la resiliencia de un territorio. Allí no solamente se enseñan saberes, digamos, “técnicos”, sino, sobre todo, cosmovisiones, mitos, valores. Habilidades todas para interactuar no solamente entre humanos, sino con todos los demás seres que comparten sus territorios, incluyendo, por supuesto, al agua. Es también en esos espacios donde el suelo es fértil para que germinen los llamados diálogos de saberes.

Bien lo dice Mamá Charito, mujer indígena kamëntsá del Putumayo, en el epílogo de este libro (que bien habría podido ser también la introducción):

Si volvemos a nuestra propia sensibilidad, de volver a reconectarnos con la Madre Tierra y que a través de nuestras semillas, sea la estrategia de volvernos a conectar con ella y así podernos garantizar una vida digna con derechos fundamentales como sociedad civil, como indígenas, como afros y campesinos.

Que si nos conectamos como los ríos y las montañas se conectan entre sí, la sociedad se pueda conectar de la misma manera y que hagamos eco para que las voces de nuestros niños, de nuestras mujeres y de nuestros ancianos, sean escuchadas y podamos garantizar una alimentación sana, saludable y nutritiva para poder alimentar el espíritu con coherencia de las actividades de lo que decimos y hacemos en el momento.

Pero además de que cada una de esas “formas dignas de co-existencia” es en sí misma una escuela de vida, como capítulo 8 se incluye un dossier que sistematiza “cuatro procesos pedagógicos donde se busca acabar con el extenso silencio de la ruralidad colombiana”. Dichos procesos sí tienen como su principal objetivo generar modelos educativos sembrados y cultivados en el campo mismo, y cuyos frutos son nuevas generaciones de jóvenes de la Colombia rural, preparados para transformar este mundo a partir de experiencias concretas y tangibles que, necesariamente, entran a formar parte de este libro urgente, de este catálogo para la esperanza.

Cuando terminé de leer el dossier vinieron a mi mente (de la cual realmente nunca han salido desde la primera vez que las oí) palabras del maestro Jorge Veloza que dicen:

Que vivan los campesinos / Y que los dejen vivir/ Que’l campo sin campesinos / Existe sin existir

Para el vivero de esperanza

Además de las iniciativas/redes que este libro analiza, en el territorio nacional existen muchísimas más, lo cual hace que el número de respuestas adaptativas de las comunidades colombianas para fortalecer su resiliencia ante las condiciones adversas en las que les ha tocado defender y ejercer su derecho a la vida con calidad y dignidad bien puede considerarse otra expresión de nuestra biodiversidad pluriétnica, multicultural y anfibia.

Ante la crisis actual, vemos, por ejemplo, cómo muchas comunidades étnicas y campesinas del país han puesto sus estrategias culturales-ancestrales en modo coronavirus, precisamente, para enfrentar este desafío inédito en estrecha alianza, lo vuelvo a decir, con la Tierra y con la tierra.

Que este manual sirva también para exigir que los aprendizajes y las estrategias éticas y técnicas derivadas de esa galaxia de experiencias se conviertan en políticas públicas, en la manera predominante de concebir la vida, y, por supuesto, el desarrollo.

Así sea.

Gustavo Wilches-Chaux

Notas

1 https://enosaquiwilches.blogspot.com/2020/01/pactos-por-la-tota-lidad_5.html

2 https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/colombia-el-pais-con-mas-desplazados-del-mundo-articulo-866644

3 https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/coronavirus-oms-declara-oficialmente-la-pandemia/656109

4 https://www.minsalud.gov.co/salud/publica/PET/Paginas/Covid-19_copia.aspx

5 https://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/11-incendios-estan-activos-en-seis-departamentos-del-pais/49294

6 http://www.indepaz.org.co/paz-al-liderazgo-social/

7 http://territorioindigenaygobernanza.com/web/pueblos-indigenas-en-aislamiento-voluntario/

Introducción

Para mí, una sociedad mejor es una sociedadcapaz de tener mejores conflictos.De reconocerlos y de contenerlos.De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos.Que solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra,maduro para el conflicto,es un pueblo maduro para la paz.

Estanislao Zuleta (2016)

El presente libro es el segundo de una trilogía de libros especializados en agroecología y la inclusión de la agricultura familiar, campesina y comunitaria en Colombia. Hace parte de alianzas entre universidades, organizaciones no gubernamentales (ONG) y la sociedad civil —particularmente, con la Red Nacional de Agricultura Familiar (RENAF)—, junto a las que, dentro del marco de la Cátedra Unesco de Desarrollo Sostenible, se han venido tejiendo esfuerzos comunes para favorecer y fortalecer las interacciones entre los aliados desde un diálogo de saberes, un enfoque agroecológico y la disposición de co-crear una academia al servicio de las comunidades.

Esta segunda versión, titulada Formas dignas de co-existencia. Experiencias agroecológicas para la transformación social en Colombia, presenta una propuesta al enfoque agroecológico desde la sociología política que complementa y robustece el ejercicio juicioso y respetuoso que la agroecología ha aportado en el país logrando un diálogo fértil entre disciplinas.

Partiendo de la provocación que el libro Agroecología: ciencia y política (Altieri y Rosset, 2000) generó y a la primera publicación en Colombia sobre Agroecología: experiencias comunitarias para la agricultura familiar (Acevedo Jiménez et al., 2019), este segundo esfuerzo se orienta hacia la indagación de diversos elementos conceptuales y metodológicos de la agroecología. Buscamos un enfoque integrativo en el que se estructuren categorías sociales-reflexivas con el ejercicio ecosistémico de la agroecología.

Precisamente, tomando en cuenta que Altieri y Rosset (2000) insisten en que las bases de la agricultura se encuentran en la agricultura indígena y ancestral, se reconoce que los sistemas agrícolas de los indígenas son propicios para responder a la crisis ambiental actual, pues “la agroecología es una ciencia dotada de una ética social y ecológica, con un programa de investigación que intenta conseguir sistemas de producción respetuosos con la naturaleza y equitativos socialmente” (p. 84)1.

Así, la agroecología articula diversos conocimientos centrados en la relación justa entre el ambiente y la producción económica. Pero además de ello, involucra la dimensión política de la participación y la inclusión en la creación de escenarios colectivos2. Actualmente, la agroecología supera la visión ecológica de los agroecosistemas, lo que deriva de sus orígenes multi e interdisciplinarios, entre los cuales se pueden mencionar los movimientos ambientalistas, la explosión de investigaciones sobre los ecosistemas tropicales, el análisis de agroecosistemas indígenas desde una visión antropológica y etnobiológica y diversos estudios sobre el desarrollo rural (Toledo y Barrera-Bassols, 2008).

Así mismo, la agroecología puede entenderse como apuesta política para diversos movimientos campesinos. Ejemplo de ello es la declaración de Mali, de La Vía Campesina (2015) que menciona:

La agroecología es política; nos obliga a cuestionar y transformar las estructuras de poder en la sociedad. Tenemos que tener el control sobre las semillas, la biodiversidad, la tierra y los territorios, las aguas, el conocimiento, la cultura y los bienes comunes, estos deben estar en manos de los pueblos que alimentan al mundo... (Vía Campesina, 2015)

De esta manera, la agroecología no solo busca un cambio en la agricultura pensado desde la mejor comprensión del sistema ecológico en el que esta se implementa, sino que también pretende entender su dimensión cultural, para activar prácticas acordes con ambas dimensiones. En ese contexto ambiental, se acerca a una agricultura sustentable, que actualmente se viene definiendo en cuatro afirmaciones: a) culturalmente aceptable, b) ambientalmente sana, c) socialmente justa y d) económicamente viable (León y Altieri, 2010).

Ahora bien, para enunciar de manera específica el componente político de la agroecología, habrá que decir que esta disciplina, práctica o movimiento es, en sí misma, una manifestación de una nueva forma de entender lo político. Si bien desde la teoría política aún se insiste en las relaciones de poder como referente máximo de la política, desde las teorías de la complejidad se transita hacia un ejercicio político que privilegia la defensa de la vida. La agroecología confluye en varios aspectos con la complejidad, ya que, en esa invitación a transgredir la disciplina, ofrece un abanico de posibilidades de intervención e interpretación novedosas y complementarias de las ciencias sociales.

Adicionalmente, cuando se procura poner en valor los saberes tradicionales, la conservación de las semillas nativas y criollas y un discurso de desarrollo propio que respete y cuide el territorio, la agroecología constituye un acto político en sí mismo para las personas; por eso, tanto la soberanía como la autonomía alimentaria son temas indispensables cuando se trata de estructurar los principios orientadores y la instrumentalización de políticas nacionales con un enfoque agroecológico.

De este modo, la agroecología es una forma de cultivar la preservación de prácticas tradicionales indígenas y campesinas que promueven el cuidado y la conservación de un ambiente sano, el desarrollo de economías alternativas y solidarias y la transición hacia hábitos saludables de consumo; no obstante, la definición se encuentra abierta a las contribuciones que las personas, desde sus prácticas, puedan hacer para complementar o validar estos argumentos.

Lo que se convierte, sin duda, en un componente sine qua non para la comprensión y la aplicación de la agroecología es la educación rural. Esta necesidad de generar espacios de transmisión que propicien estrategias educativas respetuosas y cuidadoras del entorno y de los procesos de aprendizajes de las personas es indispensable en el ejercicio de transformación social de un país como Colombia.

Un aporte sustancial de este libro es la propuesta de acoger la categoría social emergente de las formas dignas de co-existencia como una herramienta para darle la visibilidad, el reconocimiento y el acompañamiento a esas manifestaciones de las personas, que desde prácticas agroecológicas y desde una ética del cuidado logran construir territorios solidarios, viables y saludables. Las formas dignas de co-existencia surgen de una primera indagación sobre el sentido que tiene el discurso desarrollista en Colombia, y alude a las formas de vivir bien en un territorio compartido e insiste en la necesidad de generar condiciones favorables para que cada ser en el territorio pueda gozar de un ambiente sano, de un buen trato y de una estructura humana y ecológica que se ocupe de garantizar la estabilidad y la flexibilidad necesarias, de manera que se logre materializar un ejercicio político armonioso, coherente y justo para todos.

Propiciar un ejercicio reflexivo sobre la manera como se ha asumido e instalado la idea del desarrollo en este país, que parece estar en una inagotable vía para alcanzarlo, es una de nuestras primeras preocupaciones en este libro. Ya habíamos comenzado a reflexionar sobre las decisiones que, desde las propias de la institucionalidad hasta las más cotidianas, han llevado al detrimento de la naturaleza, al aumento de la contaminación del ambiente y a ampliar aún más la brecha de desigualdad en nombre del desarrollo. Y, de hecho, también nos interrogamos sobre la necesidad de complejizar esa idea del desarrollo sostenible o la idea de sustentabilidad, y, como veremos en los capítulos que vienen, el esfuerzo por ahondar en las formas de entendimiento sobre el desarrollo nos invita a situarnos en, tal vez, una idea de desarrollo saludable. Y en esa medida, este libro le apuesta a dicha narrativa del buen vivir que, si bien para algunas comunidades y pueblos originarios tiene un sentido profundo conectado con la naturaleza, en países como Colombia nos desafía a ordenar esos referentes, esas expresiones y esas acciones que procuran interpretar o adaptar la narrativa del buen vivir en cada decisión que tomamos como personas que habitan el territorio colombiano y son parte de él.

Este momento presente nos permite insistir, aún más, en esta preocupación y en esa invitación que presentamos: sin ir más lejos, este año nos sorprende a todos la pandemia del coronavirus, que deja en el mundo cientos de miles de muertes, de acuerdo con el Google mapa del coronavirus (COVID-19) (2020). Tal escenario de crisis generalizada ha desafiado, al menos temporalmente, las prioridades mundiales sobre la productividad y el desarrollo. Ha puesto a prueba los engranajes de un sistema global que no ha podido dar respuesta efectiva a la crisis y en América Latina, después de la crisis social generalizada del 2019 que puso en entre dicho la legitimidad de muchos gobiernos. Se evidencia la inexistencia de una coordinación supranacional: más allá de contactos informales entre gobiernos, no se han activado aún mecanismos regionales para afrontar el problema (Abdala, 2020). Por otra parte, en dicho escenario, nuevamente, la naturaleza se transforma en protagonista: la cuarentena generalizada que se vive en el mundo —y, por tanto, el paro de las actividades industriales y de extracción— resulta en mejor calidad del aire, avistamiento de fauna nativa en los espacios urbanos y recuperación de ecosistemas acuáticos, entre otros.

Estas imágenes y vivencias propician fuertes reflexiones —al menos, en la opinión pública— sobre la imperativa necesidad del desarrollo económico, como lo hemos venido llevando a cabo, y presenta una respuesta ciudadana sin precedentes a las inadecuadas decisiones políticas tomadas por algunos gobiernos. ¿Empiezan a ser los ciudadanos conscientes de su poder y de la necesidad urgente de generar iniciativas propias ante la crisis? Esperamos no perder, como sociedad, la oportunidad de transformación, y que potenciemos esa construcción de dignidad de muchos más.

Partes del libro

Son ocho los capítulos que se encontrarán en este libro. El primer capítulo presenta una reflexión sobre el modelo desarrollista y la transición hacia la categoría social de formas dignas de co-existencia, a partir de un ejercicio transdisciplinar que responde a la necesidad de deconstruir las apuestas del sistema económico actual y explorar las narrativas sobre el buen vivir que en Latinoamérica se han convertido en piedra angular de varias luchas sociales por la tierra y la protección de la naturaleza, y que, a partir de este ejercicio reflexivo y crítico, hemos querido orientar a fin de entender las formas de vida digna que en los territorios las personas en comunidad son capaces de generar y preservar.

El segundo capítulo profundiza y fundamenta la propuesta teórica y metodológica de la categoría social emergente de las formas dignas de co-existencia, de tal manera que, con el ánimo de enriquecer el área de aplicación y explicación de la agroecología, la sociología política traza una ruta de entendimiento que pone a dialogar los distintos procesos en transición agroecológica, con miras a configurar marcos de análisis que invitan a hacerse otro tipo de preguntas, a ampliar el campo de observación y a hacer un seguimiento exaltando las relaciones humanas y no humanas en el territorio.

Los siguientes capítulos se especializan en la visibilización de las formas dignas de co-existencia en regiones colombianas distintas, con experiencias ejemplarizantes donde la agroecología es el principio orientador y herramienta de implementación y armonización de los protagonistas.

El tercer capítulo, de Juliana Cepeda, brinda un mapeo de identificación y valoración de las formas dignas de co-existencia de ciudadanos y comunidades que apuestan por el desarrollo territorial en la región de Bogotá-Cundinamarca. Se destaca aquí la identidad rural de la región más “urbana” del país.

El cuarto capítulo, elaborado por Carlos Corredor, enaltece el trabajo político que las comunidades caucanas —especialmente, el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA)— han logrado generar en el territorio por la defensa de la vida digna y la generación de procesos agroecológicos a través de las escuelas agroambientales del Macizo Colombiano.

El quinto capítulo visibiliza el proceso de resiliencia socioambiental que la población mocoana, en el departamento del Putumayo, logra generar luego de un desastre natural y frente a las condiciones desfavorables en cuanto al abastecimiento de alimentos sanos para la población. Escrito por Nathaly Jiménez, con la colaboración de María Angélica Arias, este ejercicio resalta el proceso colaborativo y regenerativo del nodo Mocoa, de la Red Nacional de Agricultura Familiar, y muestra los retos que se presentan al defender un territorio con tan alto grado de diversidad biocultural, a través de un circuito del alimento propio, solidario y saludable.

El sexto capítulo, escrito por Arlex Angarita, presenta un caso ejemplar en la región del sur de Bolívar, donde se pone en marcha una serie de modelos educativos en agroecología, como la propuesta mediante la cual es posible la formación de personas profesionales que puedan permanecer en el territorio logrando las transformaciones sociales que permitan alcanzar la vida querida.

El séptimo capítulo, elaborado por José Gallego y Daniel Vanegas, ilustra la situación de la juventud rural colombiana y pone en consideración una experiencia de reencantamiento del joven rural por el campo (Campinagro), realizada en el oriente de Caldas con jóvenes de nueve municipios, y que impacta desde lo político, lo emocional y lo ambiental la realidad de los participantes provocando transiciones agroecológicas de cuidado y en defensa del territorio.

Finalmente, el octavo y último capítulo se presenta en forma de dossier, con cuatro experiencias en educación rural que ilustran el virtuoso ejercicio desde la agroecología que han impulsado y acompañado algunos colectivos e instituciones educativas en los territorios.

Los cuatro procesos que resaltamos por su valioso aporte son: 1) Colectivo Tierra Libre; 2) UTOPIA-Universidad de La Salle; 3) Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA) sede Sumapaz, y 4) Laboratorio de Innovación para la Paz. La primera experiencia, la llamada “Tierra libre”, ha promovido el desarrollo de iniciativas de educación y ordenamiento en la ruralidad. El PEAMA, un programa de la Universidad Nacional de Colombia, propone una apuesta educativa con enfoque transdisciplinar para que los estudiantes rurales puedan ingresar a la universidad. Si bien está presente en distintas regiones del país, resaltaremos la propuesta para la región del Sumapaz. El “Laboratorio de innovación para la paz”, por su parte, es una propuesta para que los jóvenes se formen con tecnologías de última generación y en habilidades de trabajo social enfocados en la creación de proyectos comunitarios. Finalmente, UTOPIA, programa de la Universidad de La Salle, forma bachilleres rurales como ingenieros agrónomos que ofrecen soluciones a las problemáticas de su territorio.

Para finalizar, hemos querido invitar a una representante campesina, indígena y defensora del territorio: Mamá Charito, kamëntsá de Sibundoy, sabedora y líder de la Asociación de Mujeres Indígenas de la Medicina Tradicional “Chagra de la Vida” (ASOMI), a compartir su palabra en el epílogo, dedicado a la dignidad.

La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) insiste en que: “Una considerable inercia, manifiesta en las políticas públicas, las estructuras empresariales, los sistemas educativos, los hábitos de los consumidores y las inversiones en investigación, favorece el modelo de sistemas agrícolas y alimentarios actualmente dominante” (FAO en Colombia, 2019). Las prácticas agroecológicas invitan a revertir ese modelo exaltando los saberes ancestrales que dignifican y defienden la vida en los territorios, y también resignifican el proyecto humano que pone al servicio la tecnología bajo principios orientadores de cooperación y complementariedad.

Este libro es una respuesta al llamado que hacen los defensores de la vida digna, quienes co-existen de forma armoniosa en el territorio y hacen de la agroecología su práctica de vida. No pretende reemplazar los valiosos aportes conceptuales y metodológicos que se han venido proponiendo para darle a la agroecología la claridad y la contundencia que requiere con miras a ser entendida y atendida por las instancias gubernamentales. Insiste, sin embargo, en la necesaria tarea de poner a dialogar las disciplinas de manera que se logren integrar e instalar las prácticas agroecológicas en el ejercicio constante de recrear la existencia dentro de un sistema ético de valores capaz de inspirar una política para la vida, y no para la muerte.

Bien diría el filósofo y agroecólogo, Pierre Rabhi: “Nos tocará responder un día a nuestra verdadera vocación, que no es esa de producir y de consumir hasta el final de nuestras vidas, sino de amar, de admirar y de cuidar la vida en todas sus manifestaciones” (2008).

Los invitamos, pues, a explorar con curiosidad este esfuerzo de varias complicidades académicas y de generosos regalos que las comunidades y las organizaciones de base en los territorios han querido compartir; todo, para seguir contribuyendo a la incansable tarea de reconocimiento que el campesinado colombiano ha pedido desde siempre, y ante la urgencia de que las instancias que toman decisiones en Colombia finalmente entiendan la transición que las prácticas agroecológicas pueden generar, en un momento en el que la conectividad socioambiental en los territorios se fragiliza y el bien-estar se desvanece.

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296 s. 44 illüstrasyon
ISBN:
9789587844863
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