Kitabı oku: «Historias de Prodigios con Vientos de Cambio», sayfa 2

Yazı tipi:

¿A DONDE VAMOS CUANDO NO VAMOS?

Cansado de caminar en medio desiertos y multitudes, de abundancia y de carencia, de alegrías y de tristezas; hago un alto en medio de lo que parece ser una cueva que ha de protegerme en el próximo temporal que promete azotar a la naturaleza y a mi letargo, entonces surge la pregunta inevitable:

¿A dónde vamos cuando no vamos? La ciencia se desvela por tratar de encontrar permanentemente pistas que conduzcan al conocimiento de lo absoluto, de todo cuanto fue creado para poder comprender la dimensión del hombre y su sentido de constante revalorización o simplemente y sin dar tantas vueltas para “mantenernos entretenidos”, ¿y eso está mal? No, claro que no, el asunto tiene que ver con poder discernir el entretenimiento de lo que realmente es esencial en cada uno de nosotros, en este caso, solo vamos hacia la propia verdad, de nuestros aciertos y de nuestras derrotas, porque los aciertos no pueden tener valor si siempre vencemos, de igual manera, tampoco podemos levantarnos si solo conocemos derrotas; el anciano solía decir que “el dolor sana”, concepto extraño si consideramos que “el dolor solo nos duele” - valga la redundancia – sin embargo, cuando no vamos a ningún lado parecería que nos dirigimos a la verdad, que dicho sea de paso puede ser algo tremendamente aterrador como algo tremendamente liberador, depende del agente que juzga si es que cabe juicio; la realidad propia entonces es aquello que hace que busquemos incesantemente respuestas en el allá tratando de escapar del aquí, probablemente buscando alivio en - simplemente - el dolor de la existencia de sabernos incompletos, las comunidades que he conocido a lo largo de mi recorrido, lo han entendido muy bien por eso mitigan el dolor en conjunto, sabiéndose todos carentes, y de pronto sucede un milagro; en el apoyo de la nada de cada uno, se encuentra la paz y una plenitud inesperada que nos impulsa a nuevos desafíos, surge la inspiración, el espíritu… el motor propio autónomo que nos define como individuos, pero también como parte de una comunidad, lo fraterno.

De lo expuesto parecería que nos dirigimos cuando no nos dirigimos a ningún lado, hacia nuestra propia verdad y lo que puede suponer en cada uno de nosotros. Así, no son tan importantes nuestras conquistas, si no nuestra lucha y convicción por ellas; no se necesitan los resultados, vivimos a través de nuestros principios y cuando mueren estos, morimos con ellos; vivimos en un mundo que no sabe que está muerto… que no tiene nada por lo que luchar, que ha caído en el error de guiarse por las banderas plantadas o logros materiales obtenidos sin el descanso de no saber lo que genuinamente conduce hacia el concepto de “individuo” - aquel que no puede dividirse - y paradójicamente existimos en un mundo que muchas veces tampoco sabe que está vivo, porque no vamos hacia donde las mayorías pregonan como el zenit de la vida.

Por todo ello me niego a pensar que no existe la posibilidad de no dirigirnos a ningún lado, porque siempre estamos en movimiento hacia lo que de una manera u otra ya somos o seremos en lo que hemos sido y somos con el paso del tiempo, en el impulso de lo que anhelamos para nosotros y nuestra comunidad.

EL TIEMPO Y LAS OPORTUNIDADES

¿Quién necesita un vaso de agua en medio de una tormenta? Probablemente ese mismo vaso tiene un sabor y valor distinto en medio del desierto donde añoramos espejismos en la idea de la supervivencia, de igual manera sucede con las oportunidades no aprovechadas bajo la mirada de ese sol ardiente en medio del verano, pero totalmente inservible en el frío y húmedo invierno; no hay oportunidades buenas o malas; las oportunidades tienen que ver con la realización de algo que se nos presenta con el siempre riesgo de que falle; cuando no existe el riesgo estamos en presencia de otra cosa pero no de una oportunidad, porque la oportunidad es eso que hace la vida interesante cuando todas las brújulas parecen dirigirse en otra dirección, así quien aprovecha una oportunidad ha ganado un cielo muchas veces sin pensarlo, porque la satisfacción de lo conseguido conlleva innegablemente la adrenalina de la vida que siempre supone un riesgo; mientras que quien la ha desaprovechado simplemente ha seguido el curso común de los acontecimientos, no puede haber culpa pero tampoco provecho, solo es eso, otra ruta en el camino de las elecciones que tenemos en nuestras vidas. Muchas veces nadamos contra la corriente y en la idea de hacer una huella propia en lo que suponemos quedará grabado para los demás, sin advertir que en el agua no existen otras huellas que las que nos proporcionan nuestras elecciones, otras veces necesitamos dejarnos llevar por el agua que todo lo sana y todo lo cura, para ponernos en la perspectiva del conjunto que paradójicamente también hace a la decisión personal.

La oportunidad está en el tiempo de lo que elegimos para hacernos cargo, y no el “tiempo de las oportunidades”, donde todos se hacen los distraídos en la especulación de la anulación o reducción de los riesgos. La oportunidad es posibilitar la elección de aquello que nos identificará, y a la vez nos integrará con el conjunto de las decisiones particulares que a su vez hacen a la conformación del momento presente con el entorno con el que nos desenvolvemos; no puede existir una oportunidad ajena a lo que hemos acumulado con el paso del tiempo, no estamos “condenados por nuestras oportunidades” como tampoco salvados por las mismas; somos el producto de una conciencia que no tiene tiempo solo conocimiento empujado por las razones de los sentimientos nobles y altruistas o mezquinos y rapiñeros. Porque quien se zambulle en la vida pensando que va a conseguir algo a través del atajo, termina por pagar con creces lo que intentó evitar, de manera que cada uno hace “la oportunidad”, “su oportunidad” porque en definitiva “somos la oportunidad”.

LA COMPASIÓN

La compasión implica conocer la realidad del otro y entender y asistirlo en sus dificultades, sin embargo, ello no excluye desconocer los motivos propios del error, por el contrario “enseñar a pescar” tiene que ver con la genuina asistencia, de lo que consideramos útil a quien requiere de nuestra opinión de un punto de partida y un punto final. La compasión no es la posición cómoda de aceptar -desde “todos tienen sus motivos” - cualquier cosa; tampoco es la inflexibilidad de cuestiones de aquello que - con el paso del tiempo - adquirió dimensiones impensadas en el marco del desarrollo de lo permitido y de lo no permitido.

En ese sentido la compasión radica en poder zambullirse en la realidad de lo ajeno con todo lo que ello implica, porque en este punto - es necesario decirlo - no todo será feliz ni de color rosa, existirán muchas veces zonas grises y muy oscuras en la profundidad de la realidad a la que tengamos acceso; y en esta cuestión no es fácil advertir que estaremos en presencia de algo que nos ha de costar mucho y no precisamente algo fácil, cómodo y políticamente correcto para salir del paso.

El asunto tiene que ver con entenderse en la realidad que propone la instancia ajena; sin desmerecer condiciones subjetivas para nosotros y a la vez que ello no implique el facilismo, que suele tener el hojeado de páginas, en las que puede observarse la verdad superficial de los hechos para poder continuar con la siguiente historia.

La compasión - ese enorme sentimiento - lleva en el dolor propio sentido, la comprensión de los dolores y realidades ajenas, de allí que no se pueda tener verdadera compasión ( puede ser una comprensión más o menos cabal, pero no compasión) si esa realidad no nos atraviesa en algún punto; y en ese sentido continuamos caminando, nos continuamos equivocando y en la dinámica del hacer comprendemos y nos comprenden en nuestro accionar, por lo tanto el segundo punto a considerar, en la compasión luego de poder comprender verdaderamente es el de perdonar, porque si no nos perdonamos, muy difícilmente podamos perdonar en la compasión hacia lo externo; de ahí la importancia de ese perdón liberador que no puede ser de otra manera si antes no ha sido vivido plenamente en cada uno.

El facilismo de sentir compasión por todo a la ligera conlleva el problema de no poder perdonar verdaderamente lo propio y menos lo ajeno, “lo barato siempre sale caro” dice el filósofo moderno.

Y la última instancia de la compasión, luego de pasar conscientemente solo con el rigor de la naturaleza de la conciencia del propio ser humano( porque… ¿De qué manera ha de exigir más en otros de lo que no se exige a sí mismo y viceversa? ) a la instancia de actuar en consecuencia; muchas veces se pasa a esta instancia habiendo salteado o mal procesado las dos anteriores llevando como resultado a un cúmulo de fanáticos que no saben muy bien porque actúan como actúan, en nombre de una supuesta compasión “inventada” perdonando de igual manera el accionar o no - de aquello que se supone - contraviniendo el orden de lo que puede entenderse como esa sensación de verdadero amor que abraza y necesita ser abrazado por el corazón del hombre.

La compasión admite el compromiso con uno mismo y sus posibilidades, para intentar abarcar las realidades más cercanas, antes del esfuerzo de la comprensión de aquellas que poco pueden tener que ver con nosotros y lo que bien o mal podemos experimentar.

EL MUNDO DE LAS PRESUNCIONES

Vivimos en el mundo de las presunciones, en el que suponemos verdades no comprobadas; y es que de eso trata… porque elegir vivir la verdad puede implicar conocer la realidad y no tener escapatoria de lo que si podemos tener en la presunción; la presunción juega un aspecto determinante en nuestra personalidad al momento de los balances de los debe y de los haber ( por muy poco tiempo ) al momento de pasar el tiempo con uno mismo, porque la presunción presupone la disolución de elementos que se ventilan en el juicio propio; ahora bien ¿está mal purgar dolores o errores en la presunción? Ciertamente que no, pero debemos separar el juicio propio de la realidad, de lo que presumimos como real; así la presunción cumple un rol fundamental como paso previo al objeto de evaluación de lo efectivamente comprobado, dotando a la misma de elementos concretos para su correcta formulación.

La realidad se nutre primeramente de la presunción y luego de la comprobación de lo que consideramos importante para nuestras vidas, muchas veces la presunción en demasía nos convierte en perfectos perseguidores de nosotros mismos, careciendo de elementos objetivos para dictaminar lo que se corresponde para nuestra utilidad. De igual manera una realidad basada solo en datos empíricos nos convierte en perfectos autómatas empujados a los sinsentidos del obrar sin una causa origen - al menos consciente - vaciándonos de aquello que inicialmente perseguimos en nuestro accionar.

Las presunciones son malas si se desconoce su aspecto subjetivo, o si se las consideran objetivas per sé; la realidad hará su aporte en el mismo sentido al momento de hallarnos incapacitados de comprender el origen de nuestras emociones y con ellas nuestros actos; vivir exclusivamente para el afuera es tan nocivo como adentrarse en uno mismo, sin la posibilidad de salida de mundos que carecen de datos empíricos, imposibilitando así continuar con lo que las épocas y las distintas personas marcan como el pulso o compás para nuestras vidas.

Las presunciones hablan en otro orden, de lo que consciente o inconscientemente anhelamos, en ese sentido está "la fantasía" sin otro fin que nacer y morir en esa misma emoción; "el auto boicot" (luego de historias fabulosas solo en nuestra mente), que nos hace derribar todo atisbo de posibilidad de las mismas; y finalmente aquellas presunciones que se corroboran en la experiencia y que por su carácter natural fenecen, llevando a la conclusión “que no siempre es mejor hacer realidad o comprobar las suposiciones”, es preferible pensar que aún tenemos esa ventana para poder escapar de lo que creemos que no tiene redención.

Lo cierto es que el camino de lo comprobado como de la presunción, siempre instala en lo colectivo las soluciones para aquello que parece no tener vuelta de tuerca, muchas veces a través de complejos sistemas en los que no nos queda otra que abandonarnos a nuestra fe y en otros casos desde cuestiones muy elementales y simples.

Las respuestas llegan en el conjunto de lo que nunca pensamos que nos puede resolver; vivir implica no desatender nada ni nadie, porque tanto la presunción como realidad verificada, conviven en la conciencia de nuestros actos y omisiones, para que al final del día, luego de recorrer los cauces de los accidentes geográficos de nuestras emociones, desemboquen en la calma de ese estanque que proporciona paz para impulsarnos a un nuevo día por venir.

LA SENTENCIA DE LOS AÑOS

Caminábamos con el anciano por una vegetación amarillenta de la que no se podía divisar ningún resabio de vida, no parecía muy comprensible que a solo unos metros de una cascada y un casi lugar paradisíaco, nos encontremos con semejante desolación; como si el límite de lo verde hacia la estepa seca se produjera de manera abrupta; el anciano miró al cielo como consultando nuestra dirección en función del clima y nos dirigimos hacia el llano cada vez más árido de un desierto que comenzaba a formarse en frente de nuestros ojos; las rocas partidas por la amplitud térmica entre el día y la noche, aves de carroña sobrevolando la miseria de ese valle, tratando agudizar cualquier movimiento nuestro para sus intereses, lagartijas saliendo raudamente de entre las piedras para cobijarse con otras en ese lugar que dicho sea de paso a medida que avanzábamos parecía cada vez tener menos para ofrecer.

El camino comenzó a hacerse liso y con grietas cada vez más pronunciadas, producto de las propias miserias de la escasez de agua – “y es que las grietas se hacen visibles en la carencia de recursos, es una ley natural” - comenzó a ilustrarme el sabio – “debes saber que lo que observamos no es otra cosa que la sentencia del tiempo en este lugar, que alguna vez fue rico y que sobrevive en la rapiña de lo que incluso no hay; Saulo no busques responsables en el clima que atraviesa enormes franjas de tupida vegetación antes de arribar a semejante espectáculo, lo que puedes observar no es otra cosa que el castigo que hace la naturaleza de lo que habita en ella según sus propias leyes” – mientras tanto no daba crédito a la imagen dantesca que tenía a mi alrededor, el anciano parecía con sus arrugas y su rostro firme (con el paso de los años) que hablaba de sí mismo y sus realidades, que por otro lado hacían juego con la dureza del ambiente con el que nos encontrábamos; la sentencia de los años de la que hablaba se parecía más a la ley natural de todo ser humano en su recorrido por el mundo y su participación de acuerdo a los designios divinos, que a las especulaciones de un lugar que a ciencia cierta no teníamos precisión de lo que pudo haber ocurrido; sin embargo el sabio siempre le ponía su condimento a cada estación a la que arribábamos; cada hecho descripto parecía estar delineado en la experiencia de su rostro que no parecía inmutarse, como si comprendiera el rol de los agentes que intervenían en el desarrollo de aquel episodio; se puede decir que era la vida misma que hablaba a través de lo que el viejo consideraba la sentencia de los años en todas las cosas incluso en él mismo; no había castigo en no comprender que hace la vida con cada recurso aprovechado y no exprimido, se había vuelto en un perfecto espectador de todo cuanto sucedía.

“De eso se trata la vida mi amigo… de participar en el juego, que la dinámica del día a día propone para cada escenario según las leyes de la atracción y correspondencia; probablemente en tu caminar individual entiendas en la novedad de la vida a los sentidos que hacen al juicio del tiempo y te conducen según el instinto o la inspiración junto a tu obrar; lo maravilloso que descubrirás en tu propio templo, es que esa chispa solo puede provenir de tu abrazo por todas las cosas, el resto se acomodará solo… como lo hacen incluso las rocas, que a pesar de su aparente condición inquebrantable sostienen con hidalguía el desgaste producto de la erosión de los vientos casi imperceptibles, junto con esa misma arena que convive con ellas.”

El decreto del anciano, de esa manera, me preparaba para mi peregrinación camino al templo.

PENSAMIENTOS, EMOCIONES Y RECORRIDOS QUE SE CONVOCAN

Luego de atravesar ciudades vacías me apersono sobre un llano en el que parece que se aglutinan distintas personas y culturas de cuanto continente se conozca, con su indumentaria característica, parecen personas espirituales con miradas profundas y andar inmediato; son ligeras y sus túnicas hablan por sí mismas, su confluencia en ese lugar parece un retiro espiritual de las mayores energías que puedo haber divisado en mis recorridos con el anciano y mi caminar al templo; nadie parece fijarse en nadie, aunque todos pueden saber con la velocidad de la luz lo que vibra cerca de sí, y algunos más avanzados hablan con otros de quienes somos los que visitamos ese lugar.

Pensaba para mis adentros en las curiosidades de la vida, luego de atravesar pueblos devastados por la barbarie y el temor aun flotando en el ambiente por correr la misma suerte; pensaba que me hallaba en medio de personas que parecían conocerse de otros retiros, sin la necesidad de entrar en detalle de lo que se iba a realizar o conversar en ese lugar; pensaba en las casualidades de la vida, aunque el erudito solía manifestar que las casualidades no existían… todo era causal, y por algún motivo había ingresado a ese lugar sagrado por los dioses de todos los que manifestaban estar allí.

Debo decir que en ese lugar se necesitaba algo más de coraje, no se veían los guerreros que había conocido en otras comidas, tampoco a los asesores de gobernantes que hacían gala de sus conocimientos en las mesas de las fiestas; ni que hablar de ermitaños con barbas prominentes que no salían de sus cuevas; más bien parecían sacerdotes… de las distintas castas que tiene el mundo, extrañamente yo miraba con asombro todo cuanto se presentaba, y lejos de lo acaecido en otros viajes mi estampa no llamaba la atención de nadie; pasaba totalmente desapercibido en medio de ese casi centenar de lo que parecían sabios de todo el mundo; tal vez porque no había que probar conocimientos, tampoco había que probar valor para acceder a una supuesta iluminación, tal vez en la simpleza de algo que ya estaba por encima de todas las cosas estaba el desarrollo de aquel conjunto de personas.

Nadie hacía ostentación de nada, la adrenalina de la vida conocida en otras partes del viaje parecía haber quedado en el olvido como forma de vida; me sentía extraño entre extraños que no hablaban mucho entre sí; compartimos unos pocos alimentos y uno de ellos tomó la palabra para decir que debíamos descansar para continuar nuestro viaje por la mañana; cada uno sin mediar mucha dificultad y de manera prolija y ordenada regresó a su tienda y bolsa de dormir, yo hice lo mismo sin muchas vueltas también.

De manera que sin terminar de comprender muy bien lo que sucedía en ese lugar, caí en un sueño muy profundo; lo cierto es que no recuerdo que sucedió en esa expresión onírica, si pude advertir que al despertar junto con toda esa gente que se levantaba en silencio y se marchaba hacia distintas latitudes, había adquirido la certeza que mi nuevo punto de destino se hallaba por detrás de una palmera que divisaba a lo lejos… casi en el inicio de una cuesta que se iniciaba; todos sin excepción parecían dirigirse hacia sus correspondientes destinos también empujados – supongo – con la misma certeza y energía con la que lo hacía yo desde aquello que me empujaba sin saber muy bien porqué.

Una vez que llegué hacia donde ese motor interno me guiaba comencé el inicio de la subida de la cuesta para descansar en una pequeña zona amesetada que ofrecía aquel lugar, divisé desde las alturas el espacio donde nos habíamos reunido ocasionalmente todas esas personas; no había rastros de nadie ni de que habíamos estado allí, de la misma manera que los poblados visitados y vacíos donde no mediaba ningún recuerdo vívido de lo que había estado en ese lugar.

Desde aquel paisaje que ofrecía ese descanso, pude comprender que en ese sueño, todos los peregrinos allí congregados entramos en contacto con el espíritu del Creador y determinó nuestro sentido y quehacer de acuerdo a cada naturaleza - ese espíritu invisiblemente había actuado de manera concreta en cada monje allí presente según el destino que cada uno había tomado para sí - no existían las lecciones ocasionales para los presentes, solo la comprensión del derrotero a seguir y aquel eventual encuentro.

“El templo interno muchas veces habla desde lugares impensados, para quienes prestan oídos a los silencios de sus decisiones en la vida, y no tanto a esos ruidos que terminan por anular la voz interior”, era – quizás – la lección o aprendizaje que debía llevarme de aquella experiencia.

Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.

Türler ve etiketler

Yaş sınırı:
0+
Hacim:
141 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9789878716633
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre