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De acuerdo con las referencias de los nativos, Cortés también tuvo como objetivo encontrar la comunicación interoceánica. En México buscó un estrecho que develara la ruta hacia Oriente y, como parte de su campaña de conquista, en 1533 envió una hueste al mando de Diego Becerra, para navegar rumbo norte en busca del paso y así extender la exploración por el Mar del Sur; de estas exploraciones surgieron rumores sobre la existencia de una isla muy rica al norte del continente, que sería bautizada como California (Bancroft, 1886, p. 54).
Además de los informantes nativos, estas tempranas expediciones usaron la cartografía conjeturada del siglo XVI, que, por ejemplo, reducía Norteamérica en los mapas casi a una franja bastante estrecha. En 1525, el explorador florentino Giovanni Verrazano (1485-1528) especuló que desde la costa del Atlántico se alcanzaba a ver el Pacífico. “Los colonizadores ingleses de Virginia, a principios del siglo XVII, creían que podrían llegar al Mar del Sur marchando por tierra. Los primeros navegantes del Mississippi esperaban que el gran río desembocara en un mar que bañaba China” (Fernández, 2004, p. 20).
La expedición de Becerra, enviada por Cortés en 1533, que exploró rumbo norte en el Pacífico, llegó hasta una zona que en algunos mapas de la época fue nombrada Mar de Cortés o Mar Bermejo. Estos lugares inexplorados pasaron a formar parte del repertorio de la geografía especulativa del Nuevo Mundo. En 1602, Sebastián Vizcaíno, un soldado español que se aventuró a explorar hacia el norte, al referirse a esta región señalaba:
(…) tiene toda la forma y echura de un estuche ancho por la cabeza y angusto por la punta, es la que comúnmente llamamos California, y desde allí va ensanchando hasta el cabo Mendocino que diremos ser la cabeza y ancho de el (…) tiene este reuno, a la parte del Norte, al Reyno de Anian; y por la de Levante la tierra que se continua con el reino de los Quivira, por entre estos dos Reynos passa el estrecho de Anian, que passa al Mar del Norte. (Martín-Meras, 1993, p. 238)
Se pensaba que Anian era una deformación del nombre de la provincia china de Hanian, y se especulaba que este lugar mítico era el estrecho que permitiría la comunicación con China. El mapa de Abraham Ortelius, de 1579, registra el nombre de Stretto de Aniam. (Figura 1). La idea de la existencia de estrecho se fundamentaba en los relatos fantasiosos de Juan de Fuca (1557) y de Lorenzo Ferrer Maldonado (1588), quienes especularon sobre la existencia del paso, que supuestamente se encontraba en torno a los 60º de latitud norte y que comunicaba ambos océanos; de hecho, existe un estrecho de Fuca dibujado en algunos mapas de finales del siglo XVI.

Figura 1. Typvs Orbis Terrarvm, Abraham Ortelius, 1584, cortesía de Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
Estos supuestos hallazgos despertaron en la Corona española la ilusión de dominar los dos pasos interoceánicos en ambos extremos de América. No obstante, los otros imperios también ambicionaron tomar posesión de estos territorios y, sobre todo, dominar el deseado pasaje interoceánico. Samuel Purchas registraba: “Sir Martin Frobisher as being the first in the dayes of Qeene Elizabeht lought the North-west passage” (1614, p. 739). A partir del siglo XVI, y sobre todo en el siglo XVIII, varias expediciones buscaron constatar la existencia de este pasaje del norte, del cual tanto se había conjeturado durante los siglos anteriores. Sin embargo, varios de estos viajes terminaron en repetidos fracasos y desilusiones, en tanto que el paso del norte se mantuvo esquivo.
No solamente se especulaba sobre la posible ruta de retorno del famoso corsario isabelino Francis Drake, sino que los cartógrafos empezaron a registrar a finales del siglo XVI la denominación de Nova Albion, para una región en Norteamérica que se le atribuía como descubrimiento. Drake supuestamente habría tomado la ruta que dos años antes describió el dudoso relato de sir Matin Frobisher, denominado “el estrecho equivocado”, al cual, para 1609, se rebautizó como estrecho de Hudson (Garfield, 2015, p. 114).
Durante el siglo XVIII, en el contexto de la Ilustración, se desata una serie de expediciones de los imperios, amparadas en propósitos científicos. Desde España zarpó la expedición de Alejandro de Malaspina (1792) para constatar la existencia del ansiado pasaje. Las otras potencias también emprendieron la búsqueda y se insistió en el rastreo de este paso por ambos costados del norte del continente. Esto se debió a la presión tras la Guerra de los Siete Años (1764-1763), pero sobre todo a la amenaza de la presencia rusa en los territorios de Norteamérica. En este marco se renovó la búsqueda del pasaje interoceánico. La nueva especulación geográfica se reflejó en mapas de famosos cartógrafos como Guillaume De L’isle (1675-1726) y Jean Baptiste B D’Anville (1697-1782).
Precisamente, los tres siguientes artículos de este libro abordan la búsqueda del pasaje por el norte en el siglo XVIII, de expediciones en tiempos de la Ilustración. Estas intentaban, desde una perspectiva más científica, descifrar la geografía norteamericana y constatar la existencia de un pasaje o un estrecho que uniera ambos océanos; estos viajes, desde una mirada más etnográfica, registran su contacto con los informantes nativos en sus trayectos. También involucran la gestión y agencia de criollos y americanos para buscar el pasaje interoceánico. Resulta también fascinante cómo estos viajes científicos y oficiales encubrían los intereses políticos en tiempos de expansión imperial, precisamente en el contexto de la reconfiguración política tras la Guerra de los Siete Años.
Guadalupe Pinzón analiza la información de la Relación y el mapa de Agustín Crame (1774) sobre Tehuantepec. Crame era un funcionario ilustrado, que registró información detallada sobre el istmo, así como propuestas derivadas de la posible utilidad del ansiado pasaje interoceánico. Esta búsqueda, en la segunda mitad del siglo XVIII, debe entenderse como parte de los proyectos navales y defensivos del reformismo borbónico español.
En esta misma línea, el artículo de Sabrina Guerra y Kevin Bustillos examina la expedición de Francisco de La Bodega y Quadra (1779) a los confines de las fronteras imperiales. Los mapas que resultaron de esta expedición son también evidencia de cómo la cartografía funcionaba al servicio de los intereses políticos y las delimitaciones geopolíticas. Esta expedición tuvo un importante impacto en la definición política entre los imperios, que se refleja en el Tratado de San Lorenzo (1790), resultado del encuentro en Nootka entre de Bodega y George Vancouver para fijar límites imperiales en una región que hasta entonces había sido poco valorada. Los resultados de esta expedición permitieron un mayor conocimiento cartográfico de las intersecciones en los márgenes imperiales. De los viajes de Bodega queda una considerable impronta en los mapas y en la geografía, donde el apellido de este capitán criollo trascendió en el tiempo. Además, esta expedición constató que no existía un pasaje interoceánico.
Lauren Beck analiza en tres etapas cómo las expediciones británicas usaron la información recabada por informantes indígenas sobre la existencia de una vía navegable que conectara ambos océanos y atravesara el continente por los confines septentrionales. Este artículo adiciona, por una parte, los repertorios etnográficos de las expediciones, y, por otra, la persistencia del imaginario de un posible pasaje interoceánico, no solo presente para los expedicionarios, sino también para los habitantes de estos confines de las Américas. Se siguió buscando el pasaje, muy a pesar de que varias expediciones famosas entre los siglos XVII y XIX confirmaron y reconfirmaron que, por más deseado, dudoso o equivocado, era inexistente. Sin embargo, quedaba la remota esperanza de que existiera un gran río o una interconexión fluvial que permitiera construir un paso artificial.
Efectivamente, hasta la construcción del canal de Panamá, la ruta oficial del Darién no fue suficiente para la comunicación, y el estrecho de Magallanes siguió siendo demasiado peligroso; los viajeros se habían conformado con la única opción marítima viable, que era el cabo de Hornos, con sus consabidas limitaciones y dificultades. Sin embargo, aunque el soñado pasaje natural permanecía esquivo, “se escudriñaron de manera obsesiva todos los golfos y ríos del Nuevo Mundo para descubrir el inexistente estrecho marino natural que debía comunicar el Atlántico con el Pacífico” (Jaén, 2016, p. 67). La ilusión, la geografía conjeturada y la esperanza seguían apuntando hacia la posibilidad de un gran río, o al menos algún tipo de conexión fluvial, donde se pudiera construir un canal artificial que comunicara ambos océanos.
La búsqueda del río comunicante de los océanos había estado presente desde el inicio de esta historia. En 1499, el mismísimo Américo Vespucio (1454-1512) zarpó de Cádiz junto con Alonso de Ojeda (1465-1515) y el famoso piloto Juan de la Cosa (1450-1510) a recorrer las costas de Venezuela, desde el lago de Maracaibo hasta el río Esequibo, con el anhelo de encontrar “el paso marino hacia la India y sus fabulosas riquezas” (Jaén, 2016, p. 74). En 1573, Domingo Teixeira publicó un famoso mapamunidi, que curiosamente nombra al Pacífico como Mar de Panamá, y, a pesar de evidenciar la ausencia de un paso natural marítimo, dibuja un gran río que, como una serpiente, atraviesa América del Sur, y deja la sensación de ofrecer la posible conexión fluvial entre ambos océanos. Estas especulaciones cartográficas mantienen, por cientos de años, viva la esperanza de encontrar un paso fluvial por el continente (Figura 2).

Figura 2. Planisphère, Domingo Teixeira, 1573, cortesía de la Bibliothèque Nationale de France
Claramente, el descubrimiento del Pacífico, llamado Mar del Sur por los europeos, trajo una consecuencia inmediata: la obsesión por “la búsqueda del extraordinario accidente geográfico que facilitara la llegada a Oriente y que suponían se encontraba en alguna parte del nuevo continente” (Jaén, 2016, p. 78). Un río que conectara ambos océanos siguió siendo un enigma de la geografía especulativa, que se mantuvo vigente por muchos años más. A pesar de que los españoles optaron por el dificultoso paso por el Darién, encontrar un paso navegable siguió siendo un enigma geográfico por resolver. Con el paso del tiempo, encontrar un pasaje navegable que facilitara la comunicación y el intercambio con Asia se volvió un desafío para los imperios coloniales y para los comerciantes y autoridades coloniales, quienes, inspirados en un “whisful thinking”, exploraban la geografía en ambas costas del continente, desde el Ártico hasta el cabo de Hornos, en busca del río y sus afluentes que solucionaran esta prolongada búsqueda.

Figura 3.1. A mapp of all the world projected in two hemispheres in which are exactly described all the parts of the Earth and seas, de Sanson, N., y Berry, W., 1680, cortesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
Del viaje de Pedro de Texeira que inició en el primer tramo en el Atlántico y terminó en Quito existe un relato anónimo publicado en 1639, posiblemente de procedencia jesuítica, al igual que el informe del jesuita Cristóbal de Acuña (1641), titulado Relación del Descubrimiento de Río de las Amazonas y San Francisco de Quito y declaración del mapa que está pintado, que registra los hallazgos de Texeira y el “Nuevo Descubrimiento del Gran Río de las Amazonas”. Este viaje tuvo un gran impacto en la cartografía, y los famosos mapas de Nicolas Sanson d’Abbevielle (1600-1667), cartógrafo del rey de Francia, recogen la información de esta expedición (Fernández-Salvador, 2013, pp. 72-85) (Figura 3).

Figura 3. Detalle de A mapp of all the world projected in two hemispheres in which are exactly described all the parts of the Earth and seas, de Sanson, N., y Berry, W., 1680, cortesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
La ilusión sobre el Amazonas como el gran río que comunicara los océanos y permitiera la conexión global para el intercambio entre los continentes se mantuvo presente hasta el siglo XIX. Precisamente, el último artículo de este libro nos lleva al siglo XIX. David Ramírez aborda las exploraciones de Rafael Reyes en 1875.2 Este trabajo revisa la navegación de Reyes por el Putumayo, principal afluente del Amazonas, que refleja las demandas de su tiempo, al establecer una ruta alternativa a la de Panamá para llevar a Europa y Estados Unidos la valiosa corteza del árbol de quina. Esta materia prima, exclusiva de los bosques húmedos de los países andino-amazónicos, llegó a convertirse en el tratamiento estandarizado para combatir el paludismo. Esta expedición, con claros intereses comerciales, no solo tuvo consecuencias relevantes para la búsqueda del pasaje interoceánico, sino además para la demarcación del Amazonas. Se trata de las exploraciones en el contexto republicano, cuando la búsqueda del lugar idóneo para construir un canal interoceánico estaba muy presente.
Es así como los artículos aquí presentados abordan la búsqueda del paso interoceánico a lo largo del continente bautizado como América, y dan cuenta de una competencia entre los imperios marítimos y los gestores americanos por encontrar la vía de comunicación más directa entre Europa, América y Asia. Esta búsqueda también incorpora, afortunadamente para los apasionados por los mapas, los enigmas de la geografía registrados en la cartografía. Los mapas, para entonces, fueron el resultado de la dinámica entre el imaginario medieval y la necesidad de encontrar un pasaje interoceánico, pues plasmaban tierras lejanas, islas fantásticas, hombres sin cabeza, animales fantásticos, monstruos marinos, peces voladores, paraísos perdidos y, por supuesto, el soñado paso, que forman parte de los coloridos repertorios y alegorías que acompañaban el sueño y la competencia por encontrar oro, plata, recursos y riquezas. La geografía americana está plagada de nombres que denotan estos imaginarios: Puerto Rico, Costa Rica, Castilla del Oro, Río de la Plata, El Dorado, costa de las Perlas, entre otros. Estos son muestra de la obsesión que dominó a las exploraciones por las Américas (Martín-Meras, 1996, p. 236). También estos artículos dan cuenta de cómo la geografía especulativa motivó a encontrar aquel esquivo paso que se soñaba fuera la llave para la globalización moderna.
Los artículos aquí presentados analizan la búsqueda del paso interoceánico, como uno de los enigmas de las Américas que fue alimentado por la geografía especulativa, propia del imperialismo marítimo de la modernidad. Apuntan al impacto de la búsqueda de este ansiado pasaje interoceánico en la evolución cartográfica que registra la información de algunas expediciones que, con propósitos muy diversos, zarparon de distintos puertos americanos entre los siglos XVI y XIX, respondiendo a necesidades políticas, científicas y comerciales, cuyo elemento común fue buscar el tan esquivo y ansiado paso interoceánico. Este conjunto de artículos describe y analiza el registro de las exploraciones y expediciones que buscaron, no siempre con éxito, resolver este Enigma, pero sobre todo impactaron en la geografía y cartografía imaginada y real sobre los misterios que albergaba el continente. Se trata de historias sobre anhelos, deseos y especulaciones individuales y colectivas de descifrar los secretos de una geografía, inspirados en un “continuing hope that somewhere in the unexplored vastness of the southern ocean lay lands of unimaginable fruitfulness and wealth. It was part of a never-ending quest” (Williams, 1997, p. 70).
La posibilidad de construir un canal interoceánico fue una de las fascinaciones del famoso expedicionario Alexander von Humboldt (1769-1859), quien, luego de su viaje por las Américas, en una carta dirigida a Henry Wheaton el 6 de diciembre de 1845, en la cual hacía referencia a la necesidad de construir un canal interoceánico, expresaba con varias décadas de anticipación: “One more word about the Isthmus of Panamá: I assure you that one day it will be done” (1902, pp. 704-706).
REFERENCIAS
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Cogliano, F. S. Max Edelson. (2018). The New Map of Empire: How Britain Imagined America before Independence. Harvard University Press, 2017.
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Purchas, S. (1614) Purchas his pilgrimage: or Relations of the world and the religions observed in all ages and places discovered, from the creation unto this present. In four parts. This first containeth a theologicall and geographical historie of Asia, Africa and America, with the ilands adiacent. Declaring the ancient religions before the floud…With briefe descriptions of the countries, nations, states, discoveries…. London: William Stans by for Henrie Fetherstone. Printed by William Stansby for Henrie Fetherstone.
Schwarz, I. (2004). Alexander von Humboldt und die Vereinigten Staaten von Amerika, Briefwechsel. Akademie Verlag.
Williams, G. (1997). The Great South Sea, English voyages and encounters, 1570-1750. Yale University Press.
NOTAS
1 El historiador Hubert Howe Bancrofft (1832-1918) publicó 39 volúmenes de historia, varios dedicados a la historia de Norteamérica occidental. Los volúmenes II y III abordan la historia de México y Centroamérica.
2 Rafael Reyes, explorador, comerciante, militar y político colombiano, fue presidente de Colombia (1904-1909).



EL PASO DESEADO
El descubrimiento del Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa en 1513: la primera ruta de acceso a las Indias por el oeste en la búsqueda de pasajes interoceánicos
Bárbara Polo Martín
Detalle de Novae Hispaniae, Chili, Peruviae, et Guatemalae Littorae, Apud F. de Wit, Louis Renard, 1715, cortesía Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador
EL DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR POR VASCO NÚÑEZ DE BALBOA EN 1513:
La primera ruta de acceso a las Indias por el oeste en la búsqueda de pasajes interoceánicos
Bárbara Polo Martín

Tras llevar a cabo la reorganización de la política descubridora y el viaje de Solís-Pinzón en 1508, la Corona de Castilla estableció nuevos viajes, pero esta vez con salida desde el Caribe y no desde España, como se había hecho hasta ese momento. En esta nueva concepción de viajes hay que distinguir dos tipos: comerciales, los cuales se caracterizaron por ser acciones menores o albadas, y de descubrimiento. Entre los segundos, estaría el viaje realizado por Juan Ponce de León a la Florida (Murga, 1956; Ramos Pérez, 1959; Cañizares-Esguerra y Seeman, 2006), que fue consecuencia de los problemas surgidos tras el pleito de la Corona con la familia Colón.
Dentro de los segundos tipos de viajes, también se encuentra el de Vasco Núñez de Balboa, el cual supuso replantear la política descubridora. Como consecuencia de este último viaje, el rey Fernando, el Católico, planteó nuevas expediciones, como la de Solís (Varela, 2011, pp. 248-254; De Gandía, 1935) a la zona de la Plata, con participación de Albítez (Ramos Pérez, 1984, pp. 132-134); las de Narváez (Núñez Cabeza de Vaca, 1900), gobernador de Jamaica, o las de Diego Velázquez a tierra firme, donde Antón de Alaminos (Varela, 1992, 2013), Juan de Grijalva (Varela, 2011; Bozal, 1927) y Hernando Cortés (Varela, 2011; Benassar, 2002; León-Portilla, 1985) fueron sonados protagonistas.
EL DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR POR VASCO NÚÑEZ DE BALBOA
Vasco Núñez de Balboa,1 navegante extremeño que había acompañado a Bastidas y a Ojeda, Cosa y Vespucio en sus expediciones, recibió el 9 de junio de 1508 la gobernación de Urabá, en la actual Colombia, por un término de cuatro años (De Altoaguirre y Duvale, 1914, p. 5); el 23 de noviembre de 1510, la del Darién,2 y el 110 de septiembre de 1511, el puesto de gobernador interino (p. 56) en la misma zona.
Durante su gobernación, vio cómo el resto de capitanes del Nuevo Mundo, entre ellos Alonso de Ojeda, Encisco, Nicuesa o Juan Esquivel, tenían dificultades para cumplir la misión encargada por la Corona de establecer poblaciones, ya fuese por el hambre y por los problemas con los indios. Tras la carta que el veedor Quincedo envió al rey, y los informes del almirante y los oficiales de La Española sobre la situación que estos capitanes vivían en Tierra Firme, Nicuesa y Ojeda fueron destituidos. Se ordenó que Nombre de Dios fuese abandonado, que sus habitantes pasaran a Santa María del Darién y que Vasco Núñez adquiriera los títulos de capitán y alcalde mayor de Tierra Firme.
Tras la llegada de los habitantes de Nombre de Dios, Vasco Núñez se vio con más de 300 hombres a sus órdenes. Como consecuencia, surgió el problema del aprovisionamiento. Para evitar el fracaso de no poder establecer una colonia permanente, y con miras a ampliar su territorio, envió a 130 hombres a buscar provisiones. Debido a las guerras internas entre los caciques Careta y Ponca, se vio obligado a enviar, en enero de 1512, al corregidor Valdivia por provisiones a la isla de La Española (Mártir de Anglería, 1514).
Durante el viaje de Valdivia, Vasco Núñez se dispuso a navegar al golfo de Urabá, en busca de las tierras del cacique Abybeyba, ricas en oro y alimento. Una vez en el río, al que llamó “río de las Redes”, rescataron oro y ampliaron las fronteras de su colonia con los territorios del cacique. Desde el Río Grande descubrió la isla Cañafistola o de la Canela, otro río al que llamaron Río Negro y el poblado de Abenemechei, donde dejó al capitán Colmenares. Tras encontrar a Abybeyba, regresaron a Santa María de la Antigua.
De nuevo plantearon nuevas expediciones en 1512, en las cuales recorrieron las tierras de los caciques Ponca, Careta y Comogre. Del hijo de este último recibieron noticias sobre tierras con riquezas que limitaban con el mar. También les señaló que hacia el sur de aquel mar había otras provincias con oro (De las Casas, 1992). Sobre la riqueza de esta tierra, futuro asentamiento desde el que partió para descubrir el Mar del Sur, envió, en octubre, procuradores con las noticias para el rey, aunque hasta mayo de 1513 no llegaron. Las noticias enviadas en enero de 1513 por Vasco Núñez sobre un posible canal al oeste se tomaron al principio con desconfianza, como demuestra la carta que escribió el rey al bachiller Enciso: “En lo de Tierra firme estoy con mucho cuidado sin saber como subcede y han subcedido y están las cosas de allá” (De Altoaguirre y Duvale, 1914, p. 67), pero la llegada de los buques con los procuradores dio como resultado la formación de una armada de la Casa de la Contratación (Mártir de Anglería, 2004), que no partiría hasta el 11 de abril de 1514 (Fernández de Oviedo, 1851-1855).
Mientras tanto, Vasco Núñez, quien se encontraba en el golfo de Urabá, tras las noticias del hijo del cacique Comogre no esperó a que llegaran los refuerzos. El 1 de septiembre de 1513 partió de Santa María de la Antigua con 800 hombres, en un galeón y nueve canoas, los cuales llegaron al puerto de “Acla” el 4 de septiembre. Desde allí viajaron tierra adentro. El 6 de septiembre llegaron al poblado de Careta, desde donde siguieron ascendiendo la cordillera. Una vez en la cima, los indios que llevaba de guías le dieron cuenta de una superficie de agua, que él mismo denominó “Mar del Sur”, y que, más tarde, sería llamado océano Pacífico. Tras este evento, decidieron hacer caso a los indígenas, quienes les guiaron hasta el poblado del cacique Chiapes. Tras el recibimiento, siguieron su ruta y, el 29 de septiembre, Vasco Núñez de Balboa tomó posesión en nombre de Castilla en la orilla,3 a la cual denominó San Miguel.
Regresaron a Chiapes y desde allí fueron al poblado de Coquera, a donde llegaron el 9 de octubre de 1513. Regresaron al Darién por un camino distinto, en el que descubrió la provincia de Todos los Santos el 3 de noviembre, mientras recorría con canoas los ríos en busca de Pacra. Salió de esa provincia del 1 de diciembre y llegó el 5 del mismo mes al poblado de Bocheriboca y más tarde al de Pocorosa. El 18 alcanzó el bohío de Tubanama y, tras pasar unos días, en el de Pocorosa y en el de Ponca (entre el 1 y el 14 de enero), les dieron noticia de una nao llegada de La Española. Rumbo a la costa, llegó al puerto de Careta el 17 de enero, y el 19, a Santa María la Antigua, cuatro meses y nueve días después de partir.
El 20 de enero de 1514 dio noticias de su expedición a la Corona, la máxima interesada en saber si se había encontrado el deseado paso (De Altoaguirre y Duvale, 1914, p. 96; Ramos Pérez, 1984, pp. 281-282). Primero dio cuenta a Pasamonte para que lo dejaran como gobernador de Tierra Firme, cuya recomendación, junto con la relación de la expedición, se envió desde La Española el 12 de marzo y recibió contestación del Rey el 19 de agosto.4
En la carta del 20 de enero decía así:
Cristianisimo i mui poderoso Señor. = Los dias pasados escrivi a Vuestra Real Magestad en una caravela que a esta Villa vino haciendo saber a vuestra mui real Alteza todas las cosas acaecidas en estas partes (…) como \’uestra Real Majestad vera en otra carta que a vuestra mui Real Alteza escrivo, haciendo relación de todas las cosas que acá han pasado (…) Mui poderoso Señor lo que yo con buena industria i mucho trabajo con la buena bentura he descobierto es esto. En esta i)ri)vincia del Darien hai descobiertas muchas i mui ricas minas, hai oro en mucha cantidad: están descubiertos veinte rios, i treinta que tienen oro salen de una sierra que esta fasta dos leguas de esta Villa, va su via acia la parte de medio dia : los rios que llevan el oro….()… estas son en una tierra que hai una sierra la mas alta del mundo a parescer i creo que nunca se ha visto otra de tan gran altura, nace de acia la parte de brava de este golfo algo la tierra dentro, que podia ser de la mar veinte leguas, va su via de esta sierra metiéndose a la parte de medio dia, es tierra Uaná do comienza, desde el nacimiento della va cresiendo en mucha cantidad, es tan alta que se cubre con las nubes, dos años ha que estamos de que nunca se ha visto lo alto de Ua sino dos vezes porque a la contina esta cobierta con los cielos, des que llega en la mas altura torna a decaer, fasta alli va montosa de grand arboleda, i desde allí van cayendo unas cordilleras de sierras sin monte ninguno, va a fenescer en la mas hermosa tierra del mundo i mas llana junto con este Cacique de Daive (…) dicen que es mui buena gente de buena conversación la de la otra costa, dicenme que la otra mar es mui buena para navegar en canoas porque esta mui mansa a la contina, que nunca anda braba como la mar de esta vanda segund los Yndios dicen : yo creo que en aquella mar hai muchas islas, dicen que hai muchas perlas en mucha cantidad mui gordas i que tienen cestas dellas los Caciques, i que tan bien las tienen todos los Yndios e Yndias generalmente, este rio que va deste Cacique Comogre (…) entra por si en la otra mar: dicen que por el brazo que entra acia Poniente vienen las perlas a rescatar en canoas a casa del Cacique Comogre: dicen que por el brazo que entra acia el Levante entran las canoas con oro por todas partes que es cosa increíble i sin ninguna conparacion, i pues que de tan gran tierra a donde tanto bien ai Nuestro Señor. (De Altoaguirre y Duvale, 1914, pp. 13-25; Fernández de Navarrete, 1825)
Además, en septiembre, por Real Cédula, se lo nombró adelantado del Mar del Sur y gobernador de las Islas de Panamá y Coiba (De Altoaguirre y Duvale, 1914, pp. 13-25; Fernández de Navarrete, 1825). Su hallazgo fue de vital importancia para las expediciones que se realizaron a partir de ese momento, debido a que por fin se había encontrado un paso para llegar hasta Asia, aunque no existen pruebas de que se haya conservado mapa alguno realizado durante ese viaje (García Montón, 2017, pp. 20-22). Se sabe que envió uno con la información de su descubrimiento, “ya que el (mapa) remitido por Vasco Núñez resulta de difícil interpretación”. El envío de este mapa, que hasta ahora no se ha encontrado, respondió a la Real Cédula que se emitió una vez que recibieron las cartas de 1 de agosto y 23 de noviembre de 1514, con las noticias del descubrimiento del Mar del Sur.