Kitabı oku: «En sus brazos», sayfa 2
Llegamos a un restaurante mexicano, plaza Garibaldi. Comimos enchiladas rellenas; estuvimos tonteando un rato, después hablamos del futuro de cada uno; él tiene varios proyectos para su empresa y yo quiero terminar mi carrera de negocios internacionales para tomar el mando de la empresa de mis abuelos.
Nos encaminamos al carro, ya era tarde, quería llegar a mi casa a ducharme y acostarme a dormir; sumergida en mis pensamientos, Julián coge mi mano, eso hace que me centre en él, en todo el camino lleva mi mano junto con la suya; no dejamos de sonreír ; esto es todo nuevo para mí, y me encanta; cuando llegamos a mi casa, me quito el cinturón. Mirándolo con picardía, digo:
—Pasa buena noche.
Su expresión es seria, doy un giro para bajarme del carro, pero me toma del brazo y me acerca a él, coge mi cara entre sus manos, junta su cara con la mía; puedo sentir su respiración acelerada, roza sus labios con los míos, yo intento besarlo pero se retira.
—A mí también me gusta jugar, Sam.
Yo con cara de sorprendida por su respuesta lo miro y hago pucheros como si tuviera 7 años; él me mira con ternura, vuelve a acercarse a mí; pero esta vez me besa; me besa con tanta pasión que mi cuerpo se activa otra vez:
—Quiero follarte —digo con voz entrecortada,
—No eres la única, pero ya estamos en tu casa, ya tendremos tiempo para esto. Descansa, Sam.
Se retira colocándose el cinturón. Hago mueca de resignación y me bajo del carro, hoy ha sido un día extraño.
Entrando a mi casa, oigo a mi mamá que está bajando las escaleras:
—Cariño, ¿eres tú?
—Sí, mamá.
La veo bajar con un pijama de osos, realmente mi mamá parece niña pequeña.
—¿Cómo te fue con tu cita?
—Bien, mamá, estuvimos en la playa y después fuimos a comer enchiladas rellenas.
No podía contarle realmente a dónde me llevó y qué hicimos, ella se volvería loca y yo terminaría en un convento.
—Oh, cariño me alegra tanto que te haya ido tan bien.
—Sí, mamá —sonrío al ver su expresión de tranquilidad y felicidad
—Bueno, cariño, ve a dormir, mañana tienes que madrugar. Por cierto, mañana me encuentro con tu tío, dice que quiere hablar de algo conmigo.
Mi cara cambia radical cuando escucho “tío”, esto no puede ser nada bueno. Mi mamá, al ver mi expresión, se apresura a decir:
—Creo que es por la empresa; igual no te preocupes, mi amor, yo sé que tu tío no es tan agradable, pero no es mala persona.
Si mi mamá supiera que él fue que me golpeó; pero sin decir nada más, me dirijo a mi habitación. Quitándome la ropa entro a la ducha, siento cómo el agua caliente cae por mi cuerpo, cierro los ojos, me imagino a Julián, qué hombre más atractivo y fascinante. Recorro mi cuerpo con mi mano imaginando que es él quien me toca, me halo los pechos y ellos reaccionan; estoy tan excitada; bajo mi mano por mis muslos, comienzo a tocarme; qué rico, introduzco un dedo, gimo, luego introduzco dos siento cómo mi cuerpo se acelera, sí, sí, quiero más, dentro y a fuera mis movimientos hasta que llego a mi clímax, me recuesto en la pared y sonrío satisfecha. Creo que esta noche dormiré profundamente.
Salgo de la ducha; me seco el cabello. Destiendo mi cama, me recuesto, me gusta sentir las sábanas en mi piel, me encanta dormir desnuda, me siento libre y placentera. Cojo mi teléfono, hay un mensaje de Julián:
—Espero que no te hayas incomodado mucho, no sé si pasé el límite contigo.
Yo sonrío, si supiera que acabo de masturbarme pensando en él. Pero pienso en algo para responderle sin ser tan obvia:
—No, no te pasaste del límite, solo dame un poco de tiempo, gracias por hoy, descansa.
Le doy enviar, espero no haber sido muy fría.
—Mañana te veo a la misma hora en la universidad, quiero intentar algo.
Me quedo mirando el celular unos segundos, me causa interés lo que quiere intentar.
—Está bien, te veo mañana —respondo con un sonrisa en la cara.
Dejo el celular cargando y me acuesto a dormir.
Oigo un sonido que poco a poco se hace más cerca, entreabro mis ojos miro mi celular que está sonando. Lo cojo sin mirar quién me llama.
—¿Hola?
—Buenos días, señorita Samanta, no puedo creer que sigas durmiendo.
Todavía dormida, miro la pantalla de mi celular y es Julián quien me habla, me despierto totalmente.
—¿Qué haces llamándome tan temprano, acaso no duermes?
—Son las 8 de la mañana, señorita, es la hora que una persona normal debe despertarse.
—Yo no soy una persona normal, debo aprovechar cuando puedo dormir —él suspira.
—Estoy afuera de tu casa, compré desayuno.
Me levanto rápidamente y me asomo por la ventana, alcanzo a ver el carro de Julián, es un Jeep Wrangler color negro, realmente me encanta su carro.
—Está bien, dame unos minutos y bajo —digo al fin.
Corro para un lado y para el otro en busca de una pijama, encuentro una roja, superlinda, tiene lencería, su tela es de satén; entro al baño a cepillarme los dientes, me arreglo un poco el cabello, salgo disparada hacia las escaleras, tomo aire y abro la puerta lo más natural posible; él me mira, yo lo miro, él baja la mirada lentamente y vuelve a subirla.
—Creo que fue una mala idea llevarte desayuno —su mirada me devora, sé que le ha gustado mucho mi pijama.
Doy una vuelta lentamente y me río:
—Buenos días —digo omitiendo mi cometido.
Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla, voy a protestar cuando entra y saluda a mi mamá, que estaba detrás de mí.
—Buenos días, señora, yo les traje desayuno.
—Buenos días, no te hubieras molestado, es muy lindo de tu parte.
Me mira con complicidad y yo sonrió.
Nos sentamos en el comedor, Julián y mi mamá han servido el desayuno, al parecer se la llevan muy bien. El desayuno son huevos con cebolla, tomate, pan de queso y chocolate; definitivamente un buen desayuno. Mientras comemos, Julián se ofreció a llevarme a la universidad. Mi madre, encantada por la propuesta, se lo agradece después de comer; recojo los platos y los llevo a la cocina Julián estaba detrás de mí llevando los vasos, entre los dos lavamos, mientras mi mamá se alistaba para irse a trabajar. Lavamos los trastes, nos rozamos nuestras manos y sonreímos, secamos toda la loza. Saliendo de la cocina nos quedamos en la sala, él se sentó en la esquina y yo al frente de él.
No dejaba de mirarme, llevada por el momento de deseo que se desataba entre nosotros, metí mi mano dentro de mis bragas y comencé a tocarme mientras él me miraba.
Sus ojos le brillaban, su cara me decía que le encantaba lo que estaba haciendo, podía ver su erección firme, eso me incitaba más a hacerlo, cuando escuchamos que mi mamá estaba bajando las escaleras, saqué mi mano y él tuvo que taparse la erección con una almohada.
Yo simplemente estaba disfrutando de este momento, riéndome descaradamente. Él me mira con cara de pocos amigos y niega con la cabeza, en ese momento mi mamá llega a la sala; yo me levanto despidiéndome de ella, Julián como pudo se despidió de ella, tratando que no le viera la grande erección que le he causado.
—Cariño, no vayas a llegar tarde y escríbeme, por favor, cuando llegues a la universidad.
—Sí, mamá, está bien.
—Tengan un excelente día chicos —diciendo esto, sale de la casa.
Julián se quitó la almohada y serio fue directo al baño, yo no podía de la risa, eso es lo bueno de ser mujer, no se nota cuándo estás excitada.
Unos minutos después sale del baño y acercándose a mí me dice:
—¿Estás disfrutando mucho del panorama? —acercándose más hasta tumbarme en el sofá—. Pero lo que no sabes es que yo también sé jugar y muy bien —me espeta, con una mirada pícara.
Siento que mi cuerpo se enciende, su entrepierna está en la mitad de mis muslos, así que bajo un poco para que quede en mi clítoris y comienzo a moverme, él con cara de deseo de morbo no se mueve, pero sus manos tocan mi cara, la junta contra la suya para poder besarme.
Yo sigo acelerando mis movimientos, él profundiza aún más nuestros besos; un momento a otro se retira y sonriendo con malicia dice:
—Ve a ducharte, se nos va hacer tarde.
Mi cara de sorprendida y enfadada es: “¿En serio? ¿Me va a dejar así?”.
—¿Te estás vengando? —digo molesta.
Julián se ríe aún más, se nota que me está provocando.
—No juegues con las grandes ligas, señorita, o terminarás quemada —dice sonriendo ampliamente.
Yo volteo los ojos y de mala gana me levanto, dirigiéndome a mi habitación cuando coloco un pie en la escalera, me volteo hacia él, entorno los ojos, sigo mi camino, entro a mi habitación, comienzo a quitarme la camisa, lentamente me quito el short sentándome en la cama, veo que él esta parado en la puerta observándome, su expresión es plácida, está disfrutando lo que ve.
Yo solo me limito a verlo, hasta que rompo el silencio:
—Si no te molesta, voy a ducharme.
Él asiente sin decir una palabra, solo me mira, sé que me desea; me encanta ver cómo se controla pero yo, tentándolo aún más, me levanto y me dirijo a hacia donde él está; me empino y lo beso; se deja besar, mi mano trata de bajarle el cierre del pantalón, pero él me detiene.
—No, Sam; no quiero faltarle al respeto a tu mamá e incluso a ti. Después de clases te prometo complacerte.
Molesta, tomó mi ducha como de costumbre; empiezo a jabonarme el cuerpo lentamente, indignada por su rechazo, cuando siento unas manos detrás de mí, que tocan mi trasero y baja en medio de mis piernas llegando a mi clítoris, dándole suaves golpecitos que me hacen vibrar, estoy contra la pared explotada de placer, voy a voltearme pero no me deja, sigue jugando, siento que me mete un dedo, luego dos y gimo, acelera un poco más el ritmo, suelto un gemido, esto es más de lo que podría imaginar, es la primera vez que alguien me masturba.
—¡Sí! ¡Sí! —digo sollozando.
Él acelera los movimientos, puedo sentir su respiración entrecortada, siento que no voy a durar más, sus movimientos me enloquecen y con su voz ronca dice:
—No te vayas a venir aún.
Me voltea, nuestros ojos se encuentran, me mira pidiendo mi aprobación, yo sonrío.
—¿Estás segura?
—Sí, por favor.
Me alza, mis piernas rodean su cintura y mis manos se posicionan en su cabello, él vuelve a penetrarme, esta vez grito de placer, lo puedo sentir más adentro de mí, mi cuerpo se mueve junto a sus embestidas, lo beso, me besa, jadeamos de placer hasta que juntos llegamos al clímax duramos unos minutos abrazados hasta que me baja. Me besa en la frente, toma mi toalla y sale del baño, yo termino de ducharme y cuando voy a salir de la ducha él me arropa con la toalla, e inhala mi cuello, eso me hace estremecer.
—Hueles delicioso, Sam.
—Me encantas —digo sin vacilar, mi respuesta lo ha dejado noqueado. Después de unos segundos dice:
—Tú me encantas más, pero debemos irnos, no quiero que llegues tarde, para evitar tentaciones, te espero en la sala.
Asiento, tiene razón, por más que quiera volver este momento eterno, no puedo. Dicho esto, sale de mi habitación y cierra la puerta.
Veo la hora, son las 10:14 am, hoy entro más tarde, porque mi profesora de ética está enferma, tengo clase a las 11:30 am, debo vestirme rápido si quiero llegar a tiempo, me coloco unos jeans y una blusa corta que muestra parte de mi abdomen, me apliqué loción, me maquillé un poco, ya lista bajé corriendo las escaleras.
Él me mira de arriba abajo.
—¿Vas a ir así a la universidad?
—Sí, ¿no me veo bien? —pregunto desconcertada.
—Te ves preciosa, solo que no me gustaría que otros hombres te vieran de la manera que te veo.
Yo suelto una carcajada.
—No me voy a vestir como monja para complacerte.
Ahora es él el que se ríe de mis palabras.
—No estoy diciendo eso; solo digo que no me agrada la idea de que otros hombres te miren; acuérdate que pasaré a recogerte, iremos a un lugar primero y después al grupo de psicología.
Yo asiento feliz.
Julián se levanta del sofá y juntos nos encaminamos al carro.
En el carro escuchamos Cafune, Micro Tdh, él iba tarareando esa canción, y yo embobada viéndolo hasta que decidí interrumpirlo:
—Entonces me vas a recoger en la universidad, ¿a dónde me llevaras? ―pregunto curiosa..
—Por supuesto. ¿A qué horas sales hoy de clases?
—A las 3:00 pm.
—Perfecto, a esa hora estaré ahí, es sorpresa, nena, no pienses mucho en eso
—Gracias, está bien —digo entornando los ojos.
Me mira con complicidad; tengo curiosidad de lo que está pensando. Pero en unas horas sabré lo que tiene preparado para mí. Llegamos al parqueadero de la universidad. Me quité el cinturón acercándome a él para darle un beso; Julián me corresponde con uno más profundo.
—¡Ummm! ¡Qué delicia!! —digo pegada entre su boca.
No quiero bajarme del carro. Pero terminando el beso, decido bajarme. Me encamino al salón y ahí veo a Ashley leyendo un libro, ella es una comelibros, siempre la verás leyendo; me acerco a ella y le beso la cabeza, ella solo sonríe , me hace señas que me siente al lado de ella:
—¿Ahora qué libro estás leyendo?
—Se llama El amante japonés, de Isabel Allende.
—Suena tentador de leer —digo curiosa.
Ella asiente, cierra el libro y me mira achicando los ojos, yo me coloco nerviosa por su reacción:
—Hoy luces diferente, te ves más hermosa de lo normal.
Coloco mis ojos como platos, realmente no tengo nada diferente. Pero aun así ella sigue mirándome fijamente, tratando de descubrir qué es lo diferente que tengo. Hasta que el profesor entra al salón de clases y su mirada se desvía al frente donde se encuentra el profesor. La clase por fin termina, y yo sigo sumergida en mis pensamientos, ya casi se termina el semestre, todavía tengo tantas cosas por hacer, pero lo único que quiero es estar con Julián, cuando estoy con él, es como si fuera otro mundo, donde no tengo que preocuparme de nada, me siento plena cuando estoy junto a él; recojo mis cosas y salgo del salón, mientras que Ashley habla con el profesor sobre el trabajo final.
Impulsivamente llamo a Julián, dejo que suene una vez y decido colgar, no sé en qué estaba pensando; no quiero parecer intensa con él; a los segundos él me devuelve la llamada; dejo que mi celular timbre dos veces y contesto finalmente:
—Hola, ¿cómo estás?
—Hola, bien, ¿y tú? ¿Me llamaste?
—Sí, quería avisarte que ya terminé mis clases, pero realmente no quiero molestarte, por eso decidí colgar.
—Oh, no entiendo por qué piensas eso, si para mí es un placer recogerte.
—Realmente no quiero incomodarte.
—Jamás me incomodarías, Sam.
—Está bien.
—Ya paso por ti, nena.
Decidí sentarme en el jardín de la universidad, cerré mis ojos, me dejé llevar por los sonidos de la naturaleza; sentía el viento en mi cara, el canto de los pájaros, me relajé tanto que me quedé dormida; el zumbido de mi celular me despierta, miro la pantalla y era Julián. ¡Dios! Ya tuvo que haber llegado:
—Aló.
—Sam, ¿dónde estás?
—Lo siento, me quedé dormida. Estoy en el jardín de la universidad.
—Ok, ya voy para allá.
Estaba supernerviosa, no podía evitar colocarme así cada vez que lo veía, él causa muchas emociones en mí. De pronto aparece él con una hermosa rosa roja, se inclina, me da un beso mientras la extiende para que la acepte; felizmente lo hago, los dos nos miramos unos segundos sus ojos brillantes y penetrantes; yo me levanto, acerco la rosa a mi nariz aspirando su hermoso olor, sonrió como tonta:
—Es preciosa, gracias.
—Quería tener un lindo detalle contigo.
—Pues lograste tu objetivo —digo complacida.
Nos encaminarnos al parqueadero, durante el camino mantenemos en silencio, veo que llegamos a unos apartamentos, se ve lindos por fuera.
—Llegamos. Sus ojos muestran lujuria; la piel se me pone de gallina.
Subimos tres pisos, llegamos al último pasillo, él se para frente a la puerta, me mira con una amplia sonrisa. Cuando entro, lo primero que veo es una hermosa sala, el apartamento está muy bien distribuido, las paredes son blancas, la cocina es pequeña, pero acogedora, al fondo veo un cuarto, él toma de mi mano, llevándome hasta esta habitación.
Me sienta en la cama, besa mi mano:
—¿Confías en mí?
—Sí, pero no entiendo qué hacemos aquí —me sonrojo al pensar que haremos el amor aquí. Rápidamente aparto esos pensamientos.
—Lo sabrás pronto, nena, solo desnúdate para mí —me mira cuidadosamente, esperando mi reacción.
—Está bien —mi estómago se contrae.
Se queda parado delante de mí, yo comienzo a quitarme prenda por prenda, sus ojos me encantan, su expresión me excita.
—Perfecto, nena, ahora recuéstate en la cama, ya regreso.
Diciendo eso, sale de la habitación, me invaden los nervios, no sé qué está tramando, minutos después regresa. Trae unas cosas en su mano, se acerca a mí, repasa mi cuerpo con la mirada:
—Eres demasiado sensual.
Yo sonrío, sus cumplidos me gustan.
—¿Qué es lo que tienes ahí? —mi voz suena temerosa.
—Es una vela especial para el cuerpo, vas a disfrutar mucho.
—¿Me va a doler?
—No, nena, no haré nada que te inflija dolor.
Él se va quitando la ropa, la deja junto con la mía, luego se sienta a mi lado, enciende la vela, nuestras miradas se cruzan:
—¿Preparada?
—Sí —mi corazón se acelera, tengo miedo de ser quemada
—Cierra lo ojos, te haré un masaje.
Sin decir más, hago caso, me dejo llevar por una suave música que él coloca, segundos después siento sus manos en mis hombros, me masajea suavemente, poco a poco voy relajándome; baja lentamente por mis pechos, sigue con su suave masaje, siento que cae algo caliente pero rápidamente se extiende hasta quedar tibio, la sensación es extraña, siento como si fuera aceite, él masajea el área un poco más, juega con mis pezones hasta colocarlos duro, sigue con el procedimiento, siento cómo mis muslos se contraen, sus manos se paran en mi monte de Venus, siento la misma sensación pero esta vez siento más placer, gimo, no quiero que se detenga, me retuerzo un poco, siento sus dedos jugar con mi clítoris, mis caderas siguen su ritmo, siento que voy a explotar, me enarco para poder liberarme, pero Julián me detiene. Abro los ojos, veo su expresión de satisfacción:
—No, nena, todavía no, date la vuelta, por favor —me esboza su sonrisa malévola.
Yo enarco una ceja, con mi cara de pocos amigos me volteo hasta quedar bocabajo, me hace un masaje en la espalda, sus manos son extraordinarias, me encanta cómo mi cuerpo reacciona a sus manos, sigue bajando hasta llegar a mis caderas, se detiene, siento que se mueve, después regresa y levantándome un poco coloca una almohada que hace que mi culo queda expuesto a él, siento pánico de nuevo, pero masajea haciéndome volver al deseo. Abre mis nalgas, suelto un gemido cuando deja caer el líquido que contiene la vela, la sensación es increíble, masajea el área. Después de unos minutos me introduce dos dedos, yo me retuerzo, el placer aumenta con cada movimiento. De pronto se detiene, escucho el ruido de un papelito, sonrío al pensar que es la envoltura del preservativo, regresa, yo me volteo para verle la cara, veo su cuerpo desnudo, tan firme, tan sexy.
—¿Estás lista?
—Fóllame —replico.
Se sube encima de mí, separa mis piernas, siento su dura erección en mi entrepierna, coloco mis caderas en su cintura, nuestras respiraciones suenan entre cortadas, él se acerca a mí. Mientras me besa, me penetra lentamente, nuestras respiraciones se aceleran, profundizamos el beso, él se mueve más rápido, siento cómo mi vientre se contrae, siento cómo me da pequeños besos en el cuello, cierro los ojos de placer.
—Sí, sí, así —le susurro. Veo como mis palabras lo motivan más.
Un momento a otro aparece recuerdos del día de mi violación, abro los ojos rápidamente, veo la cara de Julián de placer, por mis mejillas brotan mis lágrimas, entonces él se detiene, yo no puedo hablar, pero supongo que por mi cara, deduce lo que está pasando. Sin sacar su miembro, me susurra:
—¿Quieres que intentemos después? —su voz sale entrecortada.
—No, tengo que superar esto, tú no eres él.
Tiro de su cabello para que continúe, me centro en sus hermosos ojos y el deseo vuelve a mí, decidida a venirme con él lo beso ferozmente, cada ves que siento que esas horribles imágenes se van a apoderar de mí, me fijo en Julián, mis caderas se mueven a su ritmo, cada vez más intenso, siento cómo me tiemblan las piernas, me retuerzo hasta enarcar la espalda y liberar mi clímax, él se viene segundos después.
Los dos quedamos tumbados en la cama, desnudos, sin aliento de poder decir algo. Fue maravilloso, me recuesto en su pecho, siento su corazón acelerado, él me besa la oreja, yo sonrío. Nos quedamos así unos minutos, hasta que suena su celular, lo coge, es una alarma que indica que debemos irnos al grupo de psicología. Los dos suspiramos.
Julián se levanta primero, veo su grandioso culo, fornido, qué delicia, él nota que lo estoy viendo, solo sonríe dirigiéndose al baño, aprovecho para cambiarme, aún me cuesta mantener la respiración, sale del baño, se queda parado mirándome:
—Eres preciosa, nena, jamás me cansaría de hacerte el amor.
Me sonrojan sus palabras, no sé si lo he hecho bien, es el primer hombre el cual he tenido coito por decisión mía.
—Lo siento si no lo hice bien —me encojo de hombros.
—Lo hiciste demasiado bien, nena.
Se acerca a mí y me besa.
—Debemos irnos, nena.
Asiento, salimos del apartamento, llegamos a su carro, como siempre me abre la puerta, yo me subo; duramos callados cuando entramos por la autopista, él coloca su mano en mi muslo, yo sonrío.
—¿Estás bien?
—Sí, me siento bien, me siento descansada.
Voltea a verme. Su expresión es calmada.
—No quiero hacer nada que no quieras, nena.
Llegamos al parqueadero del consultorio. Tomados de las manos nos dirigimos al salón donde estaban los demás chicos; le solté la mano a Julián para poder abrir la puerta, me ubiqué donde siempre me hago, pensando que esta vez Julián se sentaría junto a mí, pero para mi sorpresa se sentó justo al frente de mí, con cara divertida me guiña el ojo. Coloco cara de pocos amigos desviando la mirada. Concentrada en la actividad de hoy, me sumerjo en mi pasado y en lo valiente que he sido para combatir con todas las secuelas que este me dejó. Terminando la actividad, Julián se acerca a mí y me susurra:
—Me has ignorado estas dos horas, ¿realmente estás enojada conmigo?
Volteo para poderlo ver a los ojos y digo:
—Claro que sí, eres un odioso.
Diciendo eso salgo del salón y me dirijo al baño, Julián me sigue, pero se queda en la entrada del baño:
—No te demores.
Lo miro con cara de pocos amigos.
Entro al baño, mientras hago pis, pienso en todo lo que ha pasado, me sonrojo, en tan poco tiempo he avanzado con mi traumas más que yendo a las citas con la doctora, me demoro un poco en salir, al levantarme me siento un poco mareada, no se por qué pero no me siento bien, tengo un nudo en el estómago, tengo un mal presentimiento, cuando salgo del baño, lo encuentro en el mismo lugar mirando su celular, sube la mirada hasta que nuestras miradas se encuentran.
Camino hacia él y lo abrazo sin pensarlo, él me corresponde el abrazo, era lo único que necesitaba. En sus brazos me sentía segura; incluso fuerte, él me abrazó aún más fuerte, y sentí cómo me besó la cabeza y dijo:
—Todo va estar bien, nena.
Me separo de él, siento las lágrimas caer por mis mejillas, Julián toma mi cara entre sus manos y me limpia las lágrimas, con cara de preocupación me pregunta:
—¿Es por mi culpa que estás llorando?
Niego con la cabeza, no me salen las palabras. Solo quiero llorar.
—Está bien, pequeña, ya después hablaremos de esto, quiero llevarte a un lugar primero.
Asiento y tomando mi mano nos dirigimos al parqueadero.
Cuando llegamos al carro, me da un pico y me abre la puerta, subo más tranquila, como siempre, me coloca el cinturón y cierra la puerta.
Durante el camino escuchamos Dream Girl, de Ir-Sais, decidí recostarme en el carro. Mientras él conduce cierro los ojos, me quedo dormida hasta que Julián me despierta tiernamente con un beso, sonreí entre dormida:
—¿Ya llegamos?
—Sí, espero que sea de tu agrado.
—¿Dónde estamos? —mi cara de impacto le causa gracia.
—Estamos en mi finca a una hora de Bogotá
Miro a mi alrededor, es hermoso, estamos en una finca, la entrada está llena de “pensamientos”: son mis flores favoritas, hay blancos, amarillos y morados; volteo a verlo, está mirándome fijamente, sonreí:
—Es hermosa, ya quiero entrar.
—Perfecto, entonces entremos, pero antes deberías llamar a tu mamá y decirle que nos quedaremos aquí dos días.
Mi cara de sorpresa le hace gracia.
—¿Pero cómo que dos días?
—Sí, necesitas esos días para despejar tu mente.
—No creo que a mi mamá le vaya a agradar esto.
—Está bien, yo hablaré con ella, ¿te parece bien?
Asiento, saco el celular de mi bolso, se lo paso para que llame a mi mamá.
Recibe el celular, busca su contacto y la llama. Segundos después habla con ella, pero decide bajarse del carro, dejándome aquí con la intriga.
Sin querer esperar más, decido bajarme del carro, el frío se apodera de mi cuerpo, empiezo a temblar, me acerco a él pero veo que ya ha terminado de hablar con mi mamá:
—¿Y bien? ¿Qué te dijo? —pregunto intrigada.
—Dijo que no había ningún problema, tampoco tienes que preocuparte por la ropa, en la finca hay ropa de tu talla.
No podía decir nada, estaba analizando la situación, me quedé unos minutos mirándolo fijamente hasta que por fin decidí hablar:
—Pero no entiendo, ¿cómo ella accedió a esto? ¿Tú ya tenías esto planeado?
—Sí, ya lo tenía planeado, quería que pudieras relajarte, pensaba hacerlo el fin de semana, pero hoy te vi tan recaída que me pareció una buena idea hacerlo hoy. Ya había hablado con tu mamá, así que solo le dije que habían cambiado un poco los planes.
—Todo esto es una locura, pero honestamente me encanta. Gracias.
Me acerqué a él y lo bese. Me correspondió el beso, pero se alejó de mí; me sonrió y agarró mi mano:
—Vamos, pequeña.
Entramos a la finca, tiene un jardín inmenso, en la mitad tiene una fuente en forma de sirena. Más adelante está la entrada de una inmensa casa. Julián golpeó y unos minutos después un mayordomo abrió la puerta:
—Señor y señorita, bienvenidos.
—Hola, Guillermo —dijo Julián sonriendo.
El mayordomo se hizo a un lado para darnos paso, lo primero que vi fue un hermoso pasillo que nos dirigía a una inmensa sala, con una hermosa chimenea blanca, había jarrones grandes con bellas flores, un tapete grande artesanal, seguimos encaminándonos más adentro de la casa y nos encontramos con la cocina, Omg! Es hermosa, tiene una barra grande de mármol, tiene un bar, una nevera, un horno, es muy espaciosa, saliendo de la cocina había otro pasillo, con varias puertas, una de ellas me llamo la atención el color del cerrojo es dorado.
Volteé a ver a Julián que estaba mirando hacia la misma dirección que yo.
—Esa va hacer nuestra habitación. ¿Quieres entrar?
Sin responderle, abro la puerta y me quedo petrificada al ver una hermosa cama de madera, con unas mesitas de noche de madera. Sigo mirando hasta toparme con unos ventanales grandes que daban vista al jardín, ¡Dios, es perfecto!
Volteo y hay una puerta con un hermoso closet lleno de ropa y zapatos tanto de hombre como de mujer, veo otra puerta e intuyo que es el baño, cuando lo abro estoy en lo correcto, tiene un espejo grande, veo una tina tipo jacuzzi, estoy saliendo del baño cuando me encuentro con él lleva unas rosas en la mano, las tomo dándole un beso en sus hermosos labios.
—Gracias, realmente me siento en un castillo —digo entre dientes.
Julián me levanta entre sus brazos y me lleva a la cama, entre risas nos besamos lentamente, disfrutamos el roce cada movimiento de nuestros labios y lenguas, poco a poco siento cómo él mete su mano debajo de mi blusa; va acariciando mi cuerpo hasta retirar mi sujetador; mis pechos quedan liberados, Julián juega con ellos hasta colocarlos duros como una piedra, gimo de placer, profundizo nuestro beso. Le quito la camisa, él me quita la mía, mirándonos con deseo, euforia, continuamos jugando con nuestros cuerpos, mis manos bajan hasta el cierre de su pantalón; emotiva, lo bajo; Julián se acomoda de la manera que los pantalones caen en el piso. En frente de mí se quita los bóxeres, yo aprecio la hermosa vista que él me provee, lo miro con morbo. Lo deseo, lo deseo tanto.
Él me abre las piernas, desabrocha mi pantalón y me lo quita, quedo en bragas; acaricia las bragas suavemente hace que mi cuerpo se erice todo; luego las retira mirándome fijamente a los ojos, yo le sonrío sensualmente y él se lanza a mi como un león hambriento. Nuestras respiraciones cada vez se sienten mas agitadas, me besa el cuello haciendo unos círculos en el y luego lo besa, siento como mi sangre arde, sigue bajando y se centra en mis pechos duros, juega con ellos con su lengua, los succiona, me hace gemir, sigue bajando besándome el abdomen para unos segundos para mirarme, con mis manos cojo su cabello haciéndole saber que siga, él va directamente a mi monte de Venus, ¡ummm! ¡Qué delicia! Suelto un grito de placer, siento cómo mi clítoris se hincha, él acelera los movimientos y yo me retuerzo en la cama, muevo mis caderas en busca de más placer. Julián mete un dedo junto con su boca sigue aumentando la velocidad, ¡voy a explotar! Mis caderas siguen su ritmo hasta que las elevo y ahí termino. Agitada, sonrío de satisfacción acomodándome en la cama.
Él se levanta, lame su labio con la lengua y dice:
—Tú eres toda una delicia, Sam.
—Tú no te quedas atrás, quiero que seas todo mío —le tiendo mi mano para que se acerque y continuar con nuestro placer.
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.