Kitabı oku: «Muy personal con... Bibiana Belsasso», sayfa 5

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No está peleado tener una parte muy profunda, muy espiritual, con estar en un programa de chismes, porque el otro día también me comentaban: “es que es un programa de chismes, pero si tú te fijas, Pati jamás va a insultar”.

Tienes que tener cierta línea de respeto hacia la gente.

¿Y cómo lo has podido lograr?

Es obligatorio. Tú puedes ser de lo más crítico sin insultar a una persona y eso es parte de ser humano, a lo mejor puedes no estar de acuerdo con la crítica, pero a veces la crítica es muy buena. Cuando inició Ventaneando, la crítica tenía mucho que ver con la forma en que hacían televisión muchas empresas, incluyendo obviamente Televisión Azteca, y criticábamos mucho la escenografía, y la ropa, etcétera, etcétera, y un día platicando con varios compañeros de Televisa, productores, me decían: “¡qué bueno que te diste cuenta de esto, Pati, en la escena fulana de tal, porque lo pude corregir!”

Pero se necesita madurez para poder aceptar la crítica.

Pues sí, pero hay personas a las que no les gusta y, pues ni modo. Estamos en un medio público y en el momento en que es público como periodista puedo tener la habilidad de hacer una crítica o no.

Eres una mujer de trabajo, trabajas tu parte personal para poder estar en paz, trabajas tu parte profesional aquí en Televisión Azteca y trabajas para tener una familia estable. Eso no se da gratis.

No, por supuesto que no. Desde que nos casamos mi marido y yo teníamos clarísimo que queríamos tener una buena vida y una buena vida en pareja, una buena vida en familia y nos permitimos lograrlo. En su momento Álvaro se psicoanalizó, en su momento yo me psicoanalicé, después vinieron las prácticas de meditación, después vino nuestro interés por el budismo, que seguimos fomentando, y es válido que cada quien quiera tener una buena vida. No tiene que ver con el dinero, no tiene que ver con la posición, ni con el reconocimiento, tiene que ver con que tú quieras tener una buena vida y eso implica ser una persona saludable, tener buenos pensamientos.

Y también tener una buena comunicación, porque si bien no trabajan en lo mismo, sí tienen muchos puntos en los que coinciden.

Sí, pero aun cuando tenemos trabajos muy diferentes mi marido y yo, sí tenemos mucha comunicación. La comunicación en una pareja o en un trabajo o en una amistad es fundamental.

¿En la educación de tus hijos, ustedes siempre estuvieron de acuerdo? Ahora ya son dos jóvenes.

Rodrigo desde secundaria se interesaba por la música, todo el tiempo, entonces cuando iba a estudiar preparatoria lo mandamos a un lugar en Estados Unidos para que estudiara música, quiso ir a Berklee y se fue a Berklee; en Idyllwild estudió varios años, si era lo que él quería, por qué no apoyarlo. En el caso de Pablo, quiso estudiar cine, también es un artista plástico, y pues qué maravilla.

Y que sean lo mejor en lo que quieran ser.

No importa si son lo mejor o no, lo importante es que estén haciendo lo que realmente quieren. Mira, yo no creo en una meta, yo creo en el camino que te lleva a donde tú quieres. Tú no quieres ser periodista o no quisiste ser periodista para estar dentro de quince años haciendo no sé qué cosa. Tú quisiste ser periodista por el camino que te estaba llevando a donde querías.

Pero tú eres de metas, ¿ahorita dónde te ves?, ¿quieres seguir trabajando muchos años más?, ¿piensas retirarte algún día?

No sé, trato de no abrumarme con un futuro que puede ser incierto porque igual mañana ya no estoy aquí, ¿qué tal que hoy en la noche me muera?, ¿o al ratito? Soy muy práctica en eso, procuro resolver lo que me pasa en este instante y en este momento y así es la televisión, la televisión tiene que ver con disciplina, con tiempos muy específicos, y en eso estoy.

Te doy la razón, muchas veces estás crucificado viendo qué hiciste en el pasado o viendo hacia el futuro y dejas de vivir tu presente.

No existe el pasado ni el futuro, lo que existe es lo que estamos platicando en este momento, es lo único valioso. Si no lo hiciste ahorita, ya no lo hiciste.

¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?

Éste.

Yo pensé que me ibas a decir que había sido el día que nació Martina, tu nieta.

Ese es uno de muchos. Yo creo que el día más feliz fue cuando Manne y Rodrigo me dijeron: “te trajimos unas fotos, ma”, y era la fotografía del ultrasonido de Martina, ahí pegué un grito, me puse realmente muy feliz y recuerdo que Álvaro comentó: “pero, ¿por qué gritas tanto?, ¿qué tienen las fotos?”, y le dije: “mira lo que tienen las fotos, a tu nieta”.

¿Y cuál es el día más triste?

Definitivamente cuando se murieron mis papás.

Completa esta frase, Pati Chapoy es

¡Ay! ¿Qué te puedo decir? Pues, una mujer, nada más.


Antonio Chedraui
Ex Arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de México
El poder que trasciende la Fe

Cuando llega a México en los 60, había ortodoxos aquí, pero no tenían una Iglesia como tal y se empiezan a mezclar y entran a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ¿cómo funda usted y cómo empieza a recuperar la Iglesia Ortodoxa?

Nosotros teníamos una iglesia cuando yo llegué, que era la Catedral de San Jorge, en la colonia Roma, en la calle de Tuxpan 30, construida en 1944. Llegué a México en 1966 y la comunidad ortodoxa fue la primera que empezó la construcción de su templo y después de su centro cultural. Cuando nosotros construimos nadie lo había hecho. Antes nos regalaron una iglesia que está donde se ubicaba Policía y Tránsito, junto a 20 de Noviembre, la arreglamos y todo, después llegó la Iglesia Romana, había mucho fanatismo, y nos la quitaron.


Fernando de la Mora
Tenor
El éxito es la suma de varios fracasos

Pocos días antes de que nacieras, tu padre fallece, tu mamá queda viuda con dos hijitos.

Sí, una gran tragedia. Fue un momento muy difícil para mi familia, pero contrario a lo que la gente pudiera pensar, la vida de mis hermanos y mía fue una maravilla porque nuestras familias se volcaron para atendernos, amarnos, darnos educación, una calidad de vida verdaderamente notable. Yo agradezco el amor de mi abuelo, de mis tíos, de mi madre, de mi nana, de la gente que me rodeó. Nacimos en una tragedia, éramos muy pequeños para entenderlo, pero sí nos dimos cuenta del amor de la familia. Doy gracias por la infancia, la adolescencia y las oportunidades que tuve. Tomé muchas buenas y malas decisiones: las malas se convirtieron en las mejores porque aprendí de ellas y he podido resolver situaciones que en cierto momento no fueron muy favorables.

Has declarado que nunca te hizo falta la figura paterna porque ahí estaba tu abuelo.

Definitivamente. Mi abuelo es el ser humano más maravilloso con el que me topé. Desgraciadamente desaparece de mi vida cuando tengo 32 años, un momento difícil porque justo ese día hago mi debut en La Scala de Milán…

No pudiste regresar a México.

No. Volví varios meses después, ver a mi abuela fue difícil; ya no encontrarlo, peor. Aunque nadie es eterno y todos sabemos que vamos a morir, no lo tenemos asimilado, la educación que recibimos es que la muerte es como un enemigo, un pasaje tétrico, sórdido.

Es algo de lo que nadie nos vamos a librar...

Porque no lo vemos como algo natural, no lo vemos como la gran oportunidad de cambiar de traje o de trascender. Nadie sabe qué viene después, pero lo que sí tenemos cierto es lo que podemos lograr en este momento que estamos aquí. Hicimos una rueda de prensa de la Fundación Comparte Vida, invitando a la gente a la cultura de la donación, a la importancia de dar, de compartir y eso yo creo que es parte fundamental, creo que puede ser la razón de vida de mucha gente.

¿Cómo fueron tus primeros años de escuela?

Como los de cualquier otra gente. Fui inquieto, querido y apapachado, caprichoso en cierto momento, también un alumno difícil en la escuela, me costaba trabajo concentrarme, tenía problemas de atención, ese síndrome que en aquel momento se llamaba “flojo”.

He entrevistado a mucha gente que me dice: “la escuela en la que estaba no me entendía”; la escuela debe de encauzar.

Siento que la docencia ha avanzado enormemente, los alumnos con ese síndrome pueden mejorar con atención y medicamentos.

Has dicho que tuviste errores y aciertos. ¿Cuáles fueron los errores de adolescencia?

Haberme casado tan joven.

A los 22 años.

Fue realmente una osadía, pero ese error fue maravilloso. Los dos fuimos muy osados, pero ese cariño era genuino. De esa pasión surgieron Fernando y Rodrigo, mis hijos, fundamentales en mi historia, cambiaron mi vida y me permitieron crecer como ser humano. Fueron el incentivo para evolucionar. Son mis amores más antiguos, porque después volví a casarme. Vuelvo a tener dos hijos maravillosos, que también cambian mi vida: Gabriel y Andrea.

La mamá de Gabriel y Andrea ha declarado que no estás muy presente porque viajas por todo el mundo, pero que eres un muy buen papá.

Me encantan mis hijos, estoy pendiente de ellos ahora con los medios de comunicación. Cuando tenía 30 años y estaba cantando en La Scala de Milán pagaba hasta cuatro mil dólares al mes de teléfono por no poder ver a mis hijos físicamente ni por video, no existían esos aparatos en los que los pudiera ver en tiempo real, ahora es totalmente diferente.

¿Cuándo descubres que eres tenor?, porque empezaste a estudiar la carrera de Administración de Empresas.

Así es, porque de alguna forma me di cuenta que los números me eran gratos.

¿Ya te gustaba la música?

Totalmente. Ya estudiaba Administración de Empresas en la uam Azcapotzalco y empecé a tomar clases en el Conservatorio Nacional de Música. Tuve el privilegio de conocer el mundo del canto de otra forma, yo no quería ser cantante.

¿No tenías el deseo porque todavía no sabías que tenías ese don?

Me gustaba cantar, pero no sabía que mi voz era especial, o sea, mi voz es la que me hace cantante, es lo que siempre he dicho. Cuando la empiezo a educar y crece, se hace enorme, y veo las posibilidades por primera vez de convertirme en un cantante... y de ópera.

La voz es un instrumento más, tienes que aprender a utilizarlo.

Primero tienes que desarrollar el instrumento, antes de educarlo. Una cosa es emitir sonidos puros y la extensión de tu voz y otra es saber cómo utilizarlo y aplicarlo intelectualmente por el gusto del canto, por el gusto del compositor.

¿Dejaste la carrera de Administración?

La dejé justamente en el séptimo trimestre y seguí en el conservatorio, después me casé, dejé todo, y empecé a trabajar con algo que también ha sido una de mis pasiones: la música popular. Me convierto en cantante popular y sigo tomando clases de ópera.

La ópera era difícil para que pudieras sostener a una familia y dos bebés.

En ese momento sí, y más viendo el pequeño mundo de la ópera en México. Yo no sabía en aquel entonces sobre la cantidad de teatros de ópera que había en el resto del mundo y el panorama enorme que existe para los cantantes mexicanos en el extranjero. Si nos quedamos en México el panorama es muy pequeño, hay muy pocas funciones para peleárselas entre unos cuantos cantantes.

La gente en México no está acostumbrada a escuchar ópera.

Ahora un poco más, gracias a la gran difusión de don Plácido Domingo, Pavarotti y Carreras, en los años 90. Ahí se abre un panorama enorme no solamente para México, sino para el mundo.

¿Qué se siente cantar en La Scala de Milán?

Es una maravilla. Una de las joyas de mi carrera es haber tenido la oportunidad de recibir ovaciones en La Scala de Milán, para mí fue fundamental, pero también lo fue La Fenice de Venecia, El Comunale de Bolonia, la Ópera Estatal de Viena, en Berlín, en todos esos teatros.

¿Qué idiomas hablas? Imagino que tu italiano es perfecto.

Hablo italiano, francés, inglés y español.

¿Y las óperas en alemán, cómo las cantas?

Gracias al maestro Nico Castel. Con él aprendí la fonética en alemán y tomé muchas clases de alemán cuando estuve cantando en Alemania y lo mastico; comprendo poco pero me doy a entender.

Para cantar ópera además debes tener una cultura impresionante.

Esta carrera te obliga, no tienes opción. Debes modificar tu vida intelectualmente. Si te vas a vivir treinta años a países que no son el tuyo requieres aprender el idioma para poder comunicarte. Si vas a estar metido en una producción de dos meses de La traviata, La bohème, Fausto, Romeo y Julieta o Madame Butterfly, requieres comunicarte con tus colegas, con la producción y mostrar tu interés en acercarte a ellos, el inglés es universal y con él me defendí todo el inicio de mi carrera, yo salí de México sin hablarlo, tenía conocimientos pero no era mi idioma.

Tu historia es la cultura del esfuerzo, a los 22 años tienes dos niños, cantas música popular y piensas en destacar.

Tuve la gran suerte de conocer a personajes como don Rafael Baledón y doña Lilia Michel, que fueron mis suegros y un apoyo fundamental en el inicio de mi carrera.

Empiezas tu carrera en una época en la que no se utilizaba tanta ecualización, si funcionabas te quedabas, y si no, no.

Así era. Cuando di el brinco a la ópera, un personaje muy importante, en ese momento mi pareja, Teresa Rodríguez, madre de mis dos hijos menores, fue fundamental también para mi crecimiento como artista y de alguna forma fue vital para mi desarrollo como cantante.

¿Era concertista?

Pianista. Dimos conciertos por muchos lados y seguimos teniendo muy buena relación.

Luego te volviste a casar.

Sí. Y la verdad estoy muy contento, llevo veinte años con mi pareja actual. Es un privilegio poder desarrollarte e ir descubriendo cosas nuevas en el panorama y no quedarte en las cosas negativas; hay que ir sumando en la vida.

Como ser humano eres el resultado de lo que viviste, lo que aprendiste de tus ex parejas, de las personas que te rodearon.

Definitivamente. Mucha gente se queda lamiéndose las heridas, doliéndose de los fracasos, cuando éstos son parte fundamental del éxito, porque es conocimiento, información. El fracaso debes utilizarlo como un escalón para lo que sigue, como dice Beckett: “el éxito es la suma de varios fracasos”.

Ahora regresas a la música popular.

Vale la pena. México es un gran país y estoy convencido de que somos muchos más los buenos que los malos. Hay poquitos malos, muy poderosos, pero creo que los mexicanos tenemos que sumarnos en la conciencia y señalar lo que no está bien y lo que podemos mejorar día con día.

¿Con qué te encuentras cuando vas al extranjero presentando esta música mexicana?

Con la emoción y con el interés de otros países, de otra gente que está ávida de conocer lo nuestro. Te sorprendes de lo mucho que conocen y el nivel de penetración de nuestra música. También la pintura, de todos estos grandes pintores como Diego Rivera, Frida Kahlo, Orozco, Siqueiros, Tamayo, Toledo o nuestros reconocidos poetas, escritores, Octavio Paz, y tantos otros grandes que nos han puesto en alto. México tiene que ser recordado por ellos y no por El Chapo Guzmán, no por los Beltrán Leyva, que son gente que ha aprovechado su oportunidad de desarrollarse de una forma negativa; si ellos supieran el mal que se hacen a ellos mismos y a su tierra, harían otra cosa.

¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?

Han sido muchos. No me quedo con uno solo, el nacimiento de mis hijos ha sido maravilloso, aunque el nacimiento de Andrea, mi hija, fue doloroso porque la conocí quince días después de nacida, estaba yo cantando en El Liceo de Barcelona, supliendo a Pavarotti, una situación complicada, mi hermano se apiadó de mí, le tomó video y yo me fui a comprar una cámara para poderla ver en una pantallita.

Te ha tocado compartir escenario con Pavarotti, con los grandes, pero tú también ya estás en esas ligas.

La verdad Pavarotti era un encanto de persona, lo que tenía de gordo y grandote, lo tenía de linda gente, pero más lo es Plácido Domingo, un tipazo, sencillo, un hombre muy sensible, muy aplicado, un ejemplo a seguir, en todos los aspectos, compartido, generoso. También tuve el privilegio de conocer en un viaje de Viena a Frankfurt a José Carreras. He tenido la dicha de conocer a contemporáneos míos, a artistas con los que he mantenido una amistad muy entrañable como Roberto Alagna, como Angela Gheorghiu, como Anna Netrebko, todos estos artistas que han hablado maravillas de la excelencia del ser humano.

Tenías un dueto pendiente con Juan Gabriel que ya no pudiste hacer.

Sí, qué lástima, pero tuve la gran oportunidad de cantar cuando llegaron sus restos a Bellas Artes, sinceramente no gocé ese momento, me costó ver a tanta gente triste y angustiada, el público no estaba inmerso en una euforia colectiva, sino en el dolor, en el duelo, lo que me tocó vivir ese día fue doloroso, yo subestimé mi emoción, porque iba preparado para cantar “Amor Eterno”, que he cantado miles de veces, pero allí en el Palacio de Bellas Artes en el momento en que llegaron las cenizas, en ese instante yo empecé a cantarlo con emoción, pero entraron las primeras personas que habían hecho cola por días para entrar a ver las cenizas y se me hizo un nudo en la garganta. No pude continuar y dejé de cantar por una frase, me recompuse, terminé de cantar y le di gracias a Dios. La verdad sí me angustié, se me fue la onda por la emoción, fue difícil, no fue un buen momento.

¿Y cuál ha sido el momento más difícil, más triste de tu vida?

Probablemente el nacimiento de Andrea, mi hija, conocerla quince días después fue muy difícil, y la muerte de mi abuelo el día que hice mi debut en La Scala de Milán, de ahí me tengo que ir a cantar Rigoletto a Bolonia y luego a cantar La traviata en Israel con Zubin Mehta y la Filarmónica de Israel y hasta después regresar a México. Tres meses después, fueron momentos que no me gustaría volverlos a pasar.

Completa esta frase, Fernando de la Mora es.

Un luchador. Sí, la verdad me gusta resolver y me gusta partirme el alma por mis sueños, les pongo fecha a mis sueños y me gusta México, creo en México, creo en los mexicanos, creo en el amor de los mexicanos y creo que amor no es solamente cachondeo, creo que amor significa atención, admiración y respeto, en todos los sentidos.


Juan Díaz de la Torre
Líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
El líder que surgió de la raza

Naciste en Santa Gertrudis, un pueblo de Jalisco, ¿cómo fueron tus primeros años?

Nací ahí, en el municipio de Huejuquilla, El Alto, en Jalisco, en un caserío donde vivían los familiares, pero no tengo recuerdos porque a los tres años nos salimos de ahí. Mi padre, campesino, siempre muy rebelde, entendió que ahí no había destino. Nos fuimos para poder estudiar. Esa migración trajo como consecuencia la política pública educativa más antigua de México, la de los libros de texto gratuitos: soy de los mexicanos que los recibieron el primer año.

Cuando sales de Santa Gertrudis, ¿a dónde se van?

A Mexicali, pero por poco tiempo porque para mi papá el ambiente social y moral de aquel entonces no era el más adecuado, migramos entonces a Guadalajara, donde cursé mi primaria y la secundaria.

Un padre campesino, pero visionario, siempre buscando las mejores oportunidades para sus hijos.

Sí, muy visionario, a pesar de que sólo estudió la primaria tuvo una visión social y participativa.

¿Y tu mamá?

Mi mamá también estudió nada más la primaria. En el caso de ella, fui marcado, todo mi desarrollo lo debo fundamentalmente a las mujeres, mi madre y mi maestra de primaria, en la Escuela Normal de Jalisco.

¿Te acuerdas de la primera gran maestra que tuviste?

Sí, cómo no, Socorro. Una maestra que traía muchas pulseras y joyas, bien vestida siempre, peinada, estricta. Tuve el privilegio de ser “el consentido de la profesora”.

¿Qué te enseñó?

Primero, mucha disciplina. Imposible que a pesar del aprecio que me expresaba, me permitiera hacer cosas que no estuvieran marcadas en ser responsable.

Se dice que en la educación a los jóvenes y a los niños, los límites les dan mucha seguridad.

Creo que eso y el amor con el que creces, con el que naces. Tengo el privilegio, lo digo muy seguido, de que toda mi vida he sido querido por mi madre, mis maestros, la gente con la que he convivido. Eso me dio una autoestima muy alta, está muy mal hablar en primera persona, pero yo siempre me he sentido muy seguro de lo que soy.

No importa si fuiste hijo de un campesino que sólo terminó la primaria, si tu mamá tampoco tuvo mucha instrucción escolar, te dieron amor y seguridad y la posibilidad de ir a la escuela. Y hoy eres el presidente del sindicato magisterial más grande de toda América.

Ya lo dijo Freud, no sólo lo dijo, lo estudió: “infancia es destino”. En el evento que tuvimos con la líder de los maestros de América, ella nos decía: “Somos mucho más que nuestros derechos y nuestras reivindicaciones, tenemos la posibilidad de poner a millones de niños en una condición de un futuro que les permita salir adelante”. Yo soy un privilegiado de eso, salí de ahí donde nací y no tengo mucho que decir de eso, pero a los 24 años regresé cuando ya no vivía nadie de mi familia ahí porque es como la mayoría de muchos pueblos de Jalisco en que hay una diáspora permanente a Estados Unidos.

¿Qué pasó con esos niños que no tuvieron la oportunidad de salir?

Si antes era un caserío, ya no era nada: todo derrumbado, caído, no vive gente ahí. Estuve un día ahí, dormimos en una casa de campaña y no he vuelto.

En Jalisco estudias Pedagogía.

Estudié la primaria y la secundaria en Guadalajara. Un hermano mayor que yo, estudiaba en la Escuela Normal de Jalisco, yo la verdad no tenía esa vocación. Cuando terminé la secundaria me sugirió que ingresara a la Normal. Fui y presenté el examen, pero no lo aprobé. Sin embargo, con la fortaleza que tengo me presenté improvisadamente con la directora de la escuela, otra de mis grandes maestras, la esperé tres o cuatro días, afuera de su oficina y por fin me recibió: “¿qué quieres, niño?”, yo era un niño, francamente, muy chaparrito. “Maestra, necesito que me dé la oportunidad de ingresar”, le dije. “¿Cómo te llamas?”, me preguntó y sacó el expediente, creo que se requerían 120 puntos. “Tienes 119”, dijo. “Tengo la vocación, la necesidad y el deseo de estudiar, aquí estudia mi hermano”. “No, estás muy chiquito, vete y el próximo año vienes y te garantizo que te ingreso”. “No, maestra, quiero ingresar y usted tiene la posibilidad de ayudarme”. Y ahí me quedé. Me dijo: “No tienes remedio, vente”, y me ingresó. “Pero voy a estar al tanto de ti, ¿eh?”. Y efectivamente, era de esas maestras de antes que observa si vas a la escuela y si tienes buena conducta.

Y en cierto modo tenías ese compromiso de ser mejor.

Sí, por supuesto, pero además la Normal de Jalisco, cuando ingresé en 1969, era un edificio, para las escuelas donde yo había estudiado, maravilloso. Lo veía como una verdadera obra de arte arquitectónica, como una maravilla. Ahí empiezo a conocer a mis maestros de la Normal, que fueron extraordinarios, con vocación y disciplina. Mi admiración es profunda por ellos.

Recuerdas mucho más a los maestros duros, a los que te exigen, que a los que te decían “ya pasaste”.

Los que te aprueban sin trascendencia no te marcan. Yo tuve el privilegio de recibir de esos maestros una formación que me abrió a la vocación, entonces sí me apasioné, al punto de que cuando terminé la Normal Superior, no había concurso para las plazas y me otorgaron una de maestro de primaria en la zona metropolitana, pero voluntariamente dije: “yo quiero ir al rancho”. Estudié en una escuela urbana, me la pasé en las canchas deportivas, era un joven que hasta el primer año de servicio traje el pelo largo, era la moda, pero se requería mucho valor porque pocos se animaban, era muy señalado. Cuando terminé la Normal renuncié a esa plaza y vine a México a conseguir una plaza federal y me mandaron a la región cañera en Jalisco. Recuerdo muy bien que llegué con el pelo largo a una comunidad en 1973, con un blazer azul marino, muy propio yo. Empecé a vivir en la casa de otro maestro, los adultos se burlaban un poco de mí, este niño qué hace aquí, pero los alumnos…

Te admiraban.

Que llegara un chavo, un profe así, con el pelo largo, muy diferente a lo que uno puede ver de un maestro rural, y me hice su ídolo.

¿Eras muy duro con ellos?

No, al contrario, ahí aprendí lo primero. Terminas la Normal y recibes el título de maestro, pero tu escuela de profesor inicia el día que llegas a la escuela, los alumnos me hicieron maestro.

¿Recuerdas a algún alumno?

Un alumno que después fue maestro en la Normal Superior de Jalisco. Nombrando lista un día, al puro nombre me acordaba muy bien de él, porque el día que lo dejó su padre en la escuela, me dijo: “maestro, se lo dejo, nomás le encargo los ojos, pero bájele vara”. Los padres te los entregaban y se disciplinaban o se disciplinaban. Ese muchacho fue muy buen alumno, no hubo necesidad nunca de reprenderlo. Cuando era maestro de la Normal Superior nuevamente me sentí orgullosísimo, porque ahí seguía y luego, para rematar, cuando llegué a ser secretario general del sindicato en Jalisco, el día que me eligieron, lo nombraron a él en una comisión del sindicato. Esas son historias que te dicen que ha habido congruencia.

¿Cuándo entras en el sindicato?

Ingresé desde el día en que entré en el servicio, en términos de como es la relación laboral aquí.

¿Cómo pudiste escalar de maestro rural hasta arriba?

Estuve seis años en muchas comunidades dando clases. El sindicato me ayudó a obtener mi cambio a la escuela primaria Emiliano Zapata, en Zapopan, Jalisco. Ahí la directora, María Jesús Navarro, de una profunda convicción sindicalista, me dijo: “maestro, no sé qué le parezca, pero quisiera que pudiéramos trabajar con el resto de los compañeros y que usted sea el representante sindical de la escuela”. “Maestra, pero de eso yo no conozco”. “Usted tiene con qué”, me dijo. Me dijeron que fuera el representante de nuestra escuela en el comité delegacional, y lo fui, cuando terminó esa gestión me propusieron mis compañeros: “Ahora tú tienes que ser el secretario general de la delegación”. “No, no. Son muchas escuelas y maestros”. Hicieron el cabildeo y fui el candidato contendiendo contra el de la autoridad: gané por un voto, y ahí inició todo: me empezaron a llamar de la sección sindical para dar el curso del Reglamento de Promociones, y empecé a machetearle, me preparé. Como me llamaban de la sección empecé a faltar a la escuela o no regresaba a tiempo.

Estabas en la disyuntiva.

La maestra me llama y le digo: “maestra, tengo esta comisión que me dieron, pero el sábado termina todo eso y le prometo que el lunes ya no hay ningún...”. “Ay, maestro, usted no tiene ni idea de dónde está parado, usted no va a regresar nunca a esto”.

¿Extrañas dar clases?

Sí, si hoy diera clases sería un extraordinario maestro, por lo que he aprendido en el camino. Me fui a la sección, a ayudar sin ningún cargo. Hubo luego un congreso para elegir a los dirigentes y quedé como presidente de la sección juvenil y ahí estuve haciendo mi trabajo. En otra ocasión me hicieron coordinador de una región.

¿Te imaginaste algún día ser presidente del snte?

Jamás, ni lo tuve como objetivo. Desde todas esas comisiones lo que siempre he hecho es servir a mis compañeros, tengo acreditada mi conducta y mi trabajo. Si me preguntas cómo llegué a ser secretario general de Jalisco y después lo otro, a nadie se lo pedí, jamás.

¿Cuál es tu libro favorito?

Varios, pero de un mismo autor, me apasioné con Emil Cioran. Tengo toda su obra y toda la he leído y sigo aprendiendo de él; lamentablemente su obra, sólo por decir los títulos me vas a entender qué contienen: Breviario de podredumbre, En las cimas de la desesperación, Adiós a la Filosofía y otros textos, una visión catastrofista de la condición humana, pero me ha servido para entender el otro lado, el lado que te permite conocer la miseria humana.

¿Tu música favorita?

Los Beatles.

¿Alguna película?

Me gustaron durante mucho tiempo las de personajes atormentados internamente. Taxi Driver, pero no dejo admirar Lo que el viento se llevó.

¿Qué te gusta comer?

Comida japonesa, no me gustan los antojitos mexicanos.

¿Qué haces en los pocos tiempos libres que te quedan?

Toda mi vida he hecho deporte, juego raquetbol.

¿Todos los días?

No, qué esperanzas, nada más cuando voy a Guadalajara, que es donde viven mis hermanos y mi familia, tenemos una canchita de raquetbol.

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401 s. 70 illüstrasyon
ISBN:
9786078564606
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