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CAPÍTULO TRES

—¿Servirán pollo entonces?

Fue una pregunta inocente, pero igual enojó mucho a Chloe. Se mordió la mejilla para evitar hacer algún mal comentario.

Sally Brennan, la madre de Steven, estaba sentada frente a ella con una sonrisa perfecta en su rostro envejecido.

—Sí, mamá —dijo Steven—. Es comida… comida que probablemente ni siquiera coma por los nervios. Si alguien quiere quejarse de la comida en mi boda, que se vayan. Pueden comprar tacos en camino a casa.

Chloe apretó la mano de Steven debajo de la mesa. Al parecer se había percatado de que estaba incómoda. Steven casi nunca se enfrentaba a su madre, pero parecía un héroe cuando sí lo hacía.

—Esa no es una buena actitud —dijo Sally.

—Steven tiene razón —dijo Wayne Brennan, el padre de Steven, desde el otro extremo de la mesa. La copa de vino a su lado estaba vacía por tercera vez, y ya se encontraba alcanzando la botella de vino tinto en medio de la mesa para servirse otro trago—. Honestamente, a nadie le importa un bledo la comida en una fiesta nupcial. Todos andan pendientes de la bebida. Y tendremos barra libre, así que…

Dejaron la conversación inconclusa. La mirada amarga en el rostro de Sally dejaba en claro que no le agradaba nada que se habían decidido por pollo.

Pero eso no era nada nuevo. No había estado de acuerdo con ninguna de las decisiones que Chloe y Steven habían tomado. Y nunca dejaba de recordarles disimuladamente quién estaba pagando por la boda.

Pinecrest también era el hogar de los padres de Steven. Se mudaron allí hace cinco años, técnicamente a las afueras de Pinecrest a un pueblo pequeño llamado Elon. Aparte del trabajo de Steven, esa había sido una de las razones por las cuales Chloe y Steven habían decidido mudarse a Pinecrest. Steven trabajaba como desarrollador de software para una contratista del gobierno y había sido ofrecido un puesto demasiado bueno como para rechazarlo. En cuanto a Chloe, actualmente estaba de pasante en el FBI mientras terminaba su maestría en justicia penal. Y lo mejor de todo era lo cerca que quedaba Pinecrest de la sede del FBI en Baltimore.

Sin embargo, Chloe ya se estaba arrepintiendo de vivir tan cerca de los padres de Steven. Wayne casi siempre se portaba bien. Pero Sally Brennan era, por decirlo suavemente, una perra arrogante a quien le gustaba meterse en donde nadie la estaba llamando.

Los Brennan, como pareja, eran bastante agradables. Ambos estaban jubilados, eran pudientes y estaban felices. Pero también mimaban demasiado a Steven. Steven le había admitido a Chloe muchas veces que sus padres lo habían consentido mucho ya que era hijo único. Aunque tenía veintiocho años, lo seguían tratando como un niño. Sus padres simplemente lo sobreprotegían mucho. Esa era la razón principal por la que Chloe sufría cada vez que querían hablar de la boda.

Y lo peor del caso era que, esta vez, lo habían hecho durante la cena. Sally no había perdido tiempo en hablar de qué servirían de comida en la fiesta nupcial.

—¿Qué tal la casa? —preguntó Wayne, tan ansioso como Chloe de cambiar de tema.

—Es genial —dijo Chloe—. Terminaremos de desempacar dentro de unos días.

—Y oigan esto… una compañera de secundaria de Chloe vive a dos casas de la nuestra. ¿Qué loco, no? —dijo Steven.

—Tal vez no tan loco como parece —dijo Wayne—. Este pueblo es demasiado pequeño. Es inevitable encontrarte con algún conocido.

—Sobre todo en esos vecindarios donde las casas están todas hacinadas —dijo Sally con una sonrisa de superioridad, sutilmente rechazando el lugar en el que habían elegido vivir.

—Nuestras casas no están hacinadas —dijo Steven.

—Sí, tenemos un patio de buen tamaño —añadió Chloe.

Sally se encogió de hombros y tomó otro sorbo de vino. Luego pareció pensar en su siguiente comentario, tal vez incluso hasta pensando que lo mejor sería no decir nada, pero igual soltándolo de todos modos.

—Tu amiga de secundaria no es la única persona que conoces en Pinecrest, ¿verdad? —preguntó Sally—. Tu hermana también vive por aquí, si mal no recuerdo.

—Sí, es cierto —respondió Chloe con firmeza, pero sin ser grosera.

Sally Brennan nunca había tratado de disimular su disgusto por Danielle, a pesar de que solo se habían visto dos veces. Lastimosamente, Sally era una de esas amas de casa cliché que estaban tan aburridas que vivían del escándalo y el chisme. Por eso había sentido intriga al descubrir que Chloe tenía una hermana con un pasado difícil y oscuro.

—Cambiemos de tema, mamá —dijo Steven.

Chloe deseaba que eso la hiciera sentirse defendida pero, en todo caso, solo la hacía sentirse menospreciada. Cuando salía a relucir el tema de Danielle, Steven usualmente se ponía del lado de su madre. Sin embargo, tenía la sensatez de saber cuándo callarse, pero su madre por lo general no.

—¿Será la dama de honor? —preguntó Sally.

—Sí.

Sally no puso los ojos en blanco, pero su expresión facial mostraba lo que pensaba al respecto.

—Ella es mi hermana —dijo Chloe—. Así que sí, le pedí que fuera mi dama de honor.

—Sí, tiene sentido —dijo Sally—. Sin embargo, a mi parecer, la dama de honor debe elegirse con cuidado. Es un gran honor y responsabilidad.

Chloe tuvo que agarrarse del borde de la mesa para no responderle mal.

Al darse cuenta de su tensión, Steven hizo todo lo posible para apaciguar la situación: —Mamá, ya basta. Danielle hará un buen trabajo. E incluso si algo sale mal, me aseguraré de que todo esté cubierto. Es mi boda, mamá. No dejaré que nada malo suceda.

Esta vez fue Chloe la que estuvo a punto de poner los ojos en blanco. Una vez más, esa era su forma de defenderla sin molestar a sus padres. Chloe esperaba que algún día Steven realmente defendería a Danielle. Ella sabía que Steven no tenía problemas con ella, sino que estaba haciendo todo lo posible para apaciguar la inquietud de su madre hacia ella. Todo el asunto era un poco desagradable.

—Basta ya de tonterías —dijo Wayne, alcanzando para servirse una segunda porción de patatas—. Hablemos de fútbol americano. Chloe... eres fan de los Redskins, ¿cierto?

—No, para nada. Soy de los Giants.

—Igual de malo —dijo Wayne con una carcajada.

Y así no más, la inquietud de la noche se esfumó. Chloe siempre había valorado la audacia de Wayne en ser capaz de ignorar las groserías de su esposa y sacar otro tema a relucir para apaciguar la situación. Era algo que Chloe deseaba que Steven aprendiera de su padre.

Aun así, a medida que avanzaba la noche, Chloe no pudo evitar preguntarse si Sally tenía razón. A Danielle no le gustaba vestirse elegante, permanecer en silencio y estar en frente de la gente. Danielle no estaría en su zona de confort en la boda y Chloe se había preguntado más de una vez cómo saldrían las cosas.

Mientras esas preocupaciones flotaban por su cabeza, pensó en las niñas sentadas en los escalones mientras la bolsa de plástico era sacada de su apartamento. Recordaba la mirada en blanco en la cara de Danielle. Supo que algo se había quebrantado dentro de ella en ese momento. Que había perdido a su hermana en un abrir y cerrar de ojos.

Y en ese mismo momento supo que Danielle nunca volvería a ser la misma.

CAPÍTULO CUATRO

Estaba lloviendo cuando Chloe y su instructor de campo llegaron a la escena. Chloe se sintió muy novata cuando salió del auto a la llovizna. Como era una pasante que tenía que acompañar a su instructor, no le daban casos importantes. Este, por ejemplo, parecía un caso típico de violencia doméstica. Y aunque el caso no parecía ni muy gráfico ni muy brutal, las palabras violencia doméstica la estremecían.

Después de todo, ella había oído esas palabras mucho después de la muerte de su madre. Su instructor debía estar consciente de su pasado, de lo que le había pasado a sus padres, pero no había mencionado nada del caso durante el camino.

Estaban en el pueblo de Willow Creek en ese primer día, un pueblito que quedaba a unos veinticinco kilómetros de Baltimore. Chloe estaba de pasante en el Equipo de Evidencias del FBI. Mientras caminaban hacia la casa sencilla de dos pisos, el instructor hasta la dejó tomar la delantera. Su instructor era Kyle Greene, un agente de cuarenta y cinco años de edad que había sido retirado del trabajo de campo luego de desgarrarse el ligamento cruzado anterior mientras perseguía a un sospechoso. Como no sanó bien de la lesión, el FBI le dio la opción de ser mentor e instructor de pasantes. Él y Chloe solo habían hablado dos veces antes de esta mañana. Se conocieron por FaceTime hace una semana y luego se volvieron a ver hace dos días, durante su viaje desde Filadelfia a Pinecrest.

—Quiero decirte algo antes de que entremos —dijo Greene—. No te lo quise decir hasta ahora porque no quería que pasaras toda la noche pensando en eso.

—De acuerdo…

—Si bien este es un caso de violencia doméstica, también es un caso de homicidio. Hay un cadáver adentro. Uno relativamente fresco.

—Ah… —dijo Chloe, incapaz de contener su shock.

—Sé que es más de lo que esperabas. Pero cuando llegaste de pasante, hubo unas cuantas discusiones. Queríamos que vieras más desde el principio. Hemos estado jugando con la idea de dejar que los pasantes tengan más responsabilidades, dejar que se involucren un poco más. Y basándonos en tu expediente, decidimos que serías la candidata ideal para eso. Espero que te parezca bien.

Todavía estaba desconcertada, incapaz de responder. Sí, era más responsabilidad. Sí, eso significaba que la escudriñarían más de cerca. Pero ella nunca rechazaba un desafío y no tenía la intención de empezar ahora.

—Agradezco la oportunidad.

—Excelente —dijo Greene, con un tono que indicaba que nunca había dudado de ella.

El agente le indicó que lo siguiera mientras caminaban hacia el porche y por las escaleras. Adentro había dos agentes conversando con el forense. Chloe respiró profundo y, aunque creía que estaba preparada para la escena, igual se conmovió cuando vio las piernas de una mujer sobresaliendo por detrás de la isla de la cocina.

—Necesito que te acerques al cuerpo —dijo Greene—. Dime qué ves, tanto en términos del cuerpo como los alrededores. Háblame mientras procesas todo.

Chloe había visto un par de cadáveres durante sus pasantías. En Filadelfia, no eran muy difíciles de encontrar. Pero esto era diferente. Este cadáver se sentía demasiado personal. Dio un paso detrás del mostrador de la cocina y bajó la mirada hacia la escena.

La víctima era una mujer que parecía treintañera. Había sido golpeada en la cabeza con un objeto muy sólido, probablemente la tostadora que yacía destrozada en pedazos a unos metros de ella. El lado izquierdo de su frente se había llevado la peor parte del impacto. El golpe había sido lo suficientemente fuerte como para romper su cavidad ocular, por lo que parecía muy probable que su ojo rodaría al piso en cualquier momento. Un charco de sangre rodeaba su cabeza como un halo.

Tal vez lo más curioso de ella era que tenía los pantalones de chándal en los tobillos y su ropa interior en las rodillas. Chloe se puso en cuclillas cerca del cuerpo para ver si notaba algo más. Ella vio lo que parecía ser dos pequeños arañazos en un lado del cuello. Se veían frescos y como si hubiesen sido hechos por uñas.

—¿Dónde está el marido? —preguntó.

—Bajo custodia —dijo Greene—. Confesó el crimen y le contó a la policía lo que hizo.

—Pero si se trata de una disputa doméstica, ¿por qué llamaron al FBI? —preguntó.

—Porque este tipo fue arrestado hace tres años por golpear tan fuerte a su primera esposa que ella tuvo que ir a la sala de emergencias. Pero ella no presentó cargos. Y la policía recibió una alerta de que había videos de asesinatos en su computadora personal.

Chloe analizó toda esa información y la aplicó a lo que estaba viendo. Todo comenzó a tomar forma como un rompecabezas. Empezó a decir todas sus teorías en voz alta.

—Dado el historial de este hombre, es propenso a la violencia. Violencia extrema, por lo que pasó aquí. Sus pantalones de chándal y ropa interior indican que estaba tratando de tener sexo con ella aquí en la cocina. O quizás estaban teniendo sexo pero ella quería parar. Los arañazos en su cuello indican que el sexo fue violento y que fue o bien consensual solo al principio o nunca lo fue. —Ella pausó para estudiar la sangre—. La sangre se ve relativamente fresca. Yo estimaría que el asesinato ocurrió en las últimas seis horas.

—¿Y cuáles serían tus siguientes pasos? —preguntó Greene—. Si no tuviéramos a este tipo en custodia en este momento y lo estuviéramos buscando, ¿qué harías?

—Buscaría pruebas que indicaran que tuvieron relaciones. De esta forma, obtendríamos su ADN. Mientras esperáramos los resultados, buscaría cosas como como carteras arriba en el dormitorio, con la esperanza de encontrar su licencia de conducir. Bueno, si es que ya no sospecháramos que el culpable fue el esposo. Si ese fuera el caso, pudiéramos obtener su nombre de la dirección.

Greene le sonrió, asintiendo con la cabeza. —Perfecto. Te sorprendería la gran cantidad de novatos que pasan eso por alto. Estás en la casa del tipo, por lo que ya sabrías su nombre. Pero si no se sospechara que fue el marido, tienes razón. ¿Estás bien, Fine?

La pregunta la tomó por sorpresa, sobre todo porque ella no estaba bien. Se había distraído, y ahora estaba mirando la sangre en los azulejos de la cocina. Todo eso la regresó de golpe a su pasado, mirando un charco de sangre en la alfombra al final de las escaleras.

Sin previo aviso, comenzó a marearse. Se apoyó contra de la isla de la cocina, creyendo que iba a vomitar. Fue alarmante y vergonzoso.

«¿Esto es lo que me pasará en todas las escenas de crimen horripilantes? ¿En cualquier escena que remotamente se asemeje a lo que le pasó a mamá?», pensó.

Oía a Sally hablándole en su mente, repitiendo lo que le había dicho cuando apenas se acababan de conocer: —No conozco a ningún buen agente mujer. No sé cómo tú podrías ser una, especialmente dado tu pasado traumático. Me pregunto si ese tipo de estrés te afecta en otros sentidos…

—Disculpa —murmuró antes de salir corriendo por la puerta principal. Casi se cayó por las escaleras del porche en su camino hacia el césped, segura de que iba a vomitar.

Por suerte, no lo hizo. Respiró profundo varias veces, concentrándose tan intensamente en eso que no vio a Greene bajar los escalones del porche.

—Ciertos casos me afectan también. —Se mantuvo a una distancia prudente, dándole su espacio—. Habrá escenas mucho peores. Lamentablemente, después de un tiempo, te vuelves un poco insensible a ellas.

Ella asintió con la cabeza, ya que había oído todo eso antes. —Lo sé. Es solo que… esta escena me hizo recordar algo. Algo que no me gusta recordar.

—El FBI tiene terapeutas excepcionales que ayudan a los agentes a procesar todo tipo de cosas. Así que no estás sola, y sentirte así no te hace menos agente.

—Gracias —dijo Chloe, finalmente capaz de ponerse de pie.

De repente, comenzó a extrañar a su hermana. Aunque era un poco mórbido, pensamientos gratos de Danielle inundaban su mente cada vez que recordaba el día que murió su madre. Y esta vez pasó lo mismo. Chloe no pudo evitar pensar en su hermana. Danielle había pasado por muchas cosas a lo largo de los años, una víctima de las circunstancias, así como también de sus propias malas decisiones. Y ahora que Chloe vivía tan cerca, parecía impensable que siguieran tan distanciadas.

Sí, ella había invitado a Danielle a la fiesta de la cuadra de este fin de semana, pero Chloe ahora se sentía incapaz de esperar tanto tiempo. Y Chloe sospechaba que su hermana ni siquiera iría a la fiesta.

Tenía que verla ahora mismo.

***

Chloe no sabía por qué estaba tan nerviosa cuando llamó a la puerta de Danielle. Ella sabía que Danielle estaba en casa. El mismo auto que había tenido de adolescente estaba estacionado en el estacionamiento del complejo de apartamentos, aun con las pegatinas de diversas bandas. Nine Inch Nails. KMFDM. Ministry. Ver el auto y las pegatinas la hizo sentirse muy nostálgica y triste.

«¿Realmente no ha crecido en absoluto?», se preguntó Chloe.

Cuando Danielle abrió la puerta, Chloe vio que no… no había crecido nada. O, más bien, que no había envejecido en términos de apariencia.

Las hermanas se miraron por un período de dos segundos antes de finalmente acercarse para abrazarse. Chloe vio que Danielle todavía se teñía el cabello de negro. También seguía teniendo el piercing en su labio, el cual sobresalía de la esquina izquierda de su boca. Sus ojos estaban delineados y estaba vestida con una camiseta de la banda Bauhaus y jeans rasgados.

—Chloe —dijo Danielle, sonriendo un poco—. ¿Cómo has estado?

Era como si se hubieran visto justo el día anterior. Sin embargo, ese saludo la había sorprendido, ya que Chloe no había esperado ningún sentimentalismo de su hermana.

Chloe entró en el apartamento y, sin preocuparse mucho de cómo Danielle lo tomaría, le dio otro abrazo. Llevaban un poco más de un año sin verse, y aproximadamente tres sin abrazarse de esta forma. Algo sobre el hecho de que ahora vivían en la misma ciudad parecía haberlas unido un poco. Era algo que Chloe podía sentir, algo que sabía que no necesitaba ser vocalizado.

Danielle le devolvió el abrazo, aunque no con tanto entusiasmo, y le preguntó: —Así que… ¿cómo estás?

—Estoy bien —dijo Chloe—. Sé que debí haberte llamado antes de venir, pero… no sé. Temía que te inventarías una excusa para que no viniera.

—Sí, tal vez tienes razón —admitió Danielle—. Pero ahora que estás aquí, adelante. Perdón por el desorden. Bueno, en realidad no debería pedirte perdón. Ya sabes que siempre he sido desordenada.

Chloe se echó a reír y, cuando entró en el apartamento, le sorprendió encontrar el lugar relativamente ordenado. La zona de estar no tenía muchos muebles, solo un sofá, TV y estante para TV, una mesa de centro y una lámpara. Chloe sabía que el resto del apartamento sería igual. Danielle era el tipo de persona que vivía con solo lo necesario. La excepción, si es que no había cambiado nada desde su adolescencia (y parecía que no), era con la música y los libros. Eso hizo a Chloe sentirse un poco culpable por la casa grande que recientemente había comprado con Steven.

—¿Quieres que prepare café? —preguntó Danielle.

—Sí, muchas gracias.

Entraron en la cocina, la cual también solo tenía artículos de primera necesidad. La mesa obviamente había sido comprada en una venta de garaje. Se veía un poco mejor por un mantel que Danielle le había colocado encima. La mesa tenía dos sillas, una a cada lado.

—¿Estás aquí para obligarme a ir a la fiesta de la cuadra? —preguntó Danielle.

—No, para nada —dijo Chloe—. Estaba en mis pasantías hoy y fui a una escena del crimen que… bueno, me hizo recordar todo.

—Qué mal.

Hubo un momento de silencio incómodo entre ellas mientras Danielle preparaba el café. Chloe vio a su hermana moverse por la cocina, un poco espantada por lo poco que había cambiado. Sentía que estaba viendo a la misma chica de diecisiete años de edad que se había ido de casa con la esperanza de comenzar una banda, a pesar de los deseos sus abuelos. Se veía demasiado igual, hasta su expresión adormecida.

—¿Has oído algo sobre papá? —preguntó Chloe.

Danielle solo negó con la cabeza. —Supuse que tú te enterarías de algo debido a tu trabajo. Si es que hay algo de qué enterarse.

—Dejé de buscar hace un tiempo.

—Salud por eso —dijo Danielle, tapándose la boca ya que estaba bostezando.

—Te ves cansada —dijo Chloe.

—Lo estoy. Pero no es que tengo sueño. El médico me tenía tomando un estabilizador del ánimo. Me jode el sueño. Y cuando eres una barman que no suele llegar a casa hasta después de las tres de la mañana, lo último que necesitas es un medicamento que te jode el sueño.

—Dijiste que el médico te tenía tomando ese medicamento. ¿Ya no te lo estás tomando?

—No. Me estaba jodiendo el sueño, el apetito y mi libido. Desde que lo dejé de tomar, me siento mucho mejor… pero cansada todo el tiempo.

—¿Por qué te lo prescribieron en primer lugar? —preguntó Chloe.

—Para poder aguantar a mi hermana entrometida —dijo Danielle, medio en broma. Luego se tomó un momento para responder—. Estaba empezando a deprimirme. Y de la nada. Lidié con eso de mala forma. Bebía mucho. Tenía mucho sexo.

—Si era para tratar tu depresión, deberías volvértelo a tomar —dijo Chloe, dándose cuenta de que sí estaba siendo entrometida—. ¿Para qué necesitas tener libido? —añadió con una risita.

—La libido es bastante importante para nosotros los que no estamos a punto de casarnos. No podemos simplemente darnos la vuelta en la cama y echar un polvo cada vez que queramos.

—Nunca te ha costado encontrar chicos —señaló Chloe.

—Sí, eso es cierto —dijo Danielle, trayendo las tazas de café a la mesa—. Solo que es mucho trabajo. Sobre todo últimamente. Este nuevo chico… bueno, va en serio. Decidimos tomar las cosas con calma…

—Esa es la única razón por la que me voy a casar con Steven, sabes —dijo Chloe, tratando de mantener las cosas ligeras—. Me cansé de tener que salir a buscar personas con quienes tener relaciones sexuales.

Ambas se rieron luego de ese comentario. Debió haberse sentido natural reír y sonreír juntas de nuevo, pero en vez se sintió un poco forzado.

—Entonces, ¿por qué estás aquí, hermana? —preguntó Danielle—. No sueles venir a visitarme. No que yo sepa, ya que no hemos tenido esa oportunidad en casi dos años.

Chloe asintió, recordando la única ocasión en la que habían pasado tiempo juntas en los últimos años. Danielle había estado en Filadelfia para asistir a un concierto y se había quedado a dormir en su apartamento. Habían hablado, pero no mucho. Danielle había estado muy borracha. Habían hablado de su madre y también de su padre. Esa fue la única vez que Chloe había oído a Danielle decir que quería ir a visitarlo.

—La escena de esta mañana —dijo Chloe—. Me hizo recordar esa mañana afuera del apartamento. Me quedé pensando en la sangre al final de las escaleras y eso me afectó mucho. Estuve a punto de vomitar. Y yo no soy ese tipo de persona, ¿me entiendes? La escena en sí no fue tan grotesca como otras que he visto. Simplemente me afectó demasiado. Me hizo pensar en ti y simplemente sentí que tenía que verte. ¿Eso tiene sentido?

—Sí. Estoy bastante segura de que estaba deprimida porque estaba teniendo muchas pesadillas con mamá y papá. Cada vez que tenía una pesadilla, pasaba días mal. No quería ni levantarme de la cama porque no confiaba en nadie.

—Bueno, justo te iba a preguntar qué hacías para lidiar con tus pensamientos sobre lo que pasó, pero supongo que ya me diste la respuesta.

Danielle asintió con la cabeza y apartó la mirada. —Medicamentos.

—¿Estás bien?

Danielle se encogió de hombros y luego le respondió con desdén: —Llevamos apenas diez minutos juntas y ya estás hablando del tema. Dios mío, Chloe… ¿No has aprendido a vivir tu vida sin sacar esa mierda a relucir? Si mal no recuerdo, cuando me llamaste para decirme que te ibas a mudar a Pinecrest, decidimos que no hablaríamos de eso. Agua pasada, ¿recuerdas?

Esto sorprendió a Chloe. Acababa de presenciar a Danielle pasar de seca y sarcástica a completamente furiosa en un abrir y cerrar de ojos. Sí, el tema de sus padres era un tema delicado, pero la reacción de Danielle le pareció muy bipolar.

—¿Desde hace cuánto tiempo no te tomas el medicamento? —preguntó Chloe.

—Vete a la mierda.

—¿Desde hace cuánto tiempo?

—Tres semanas aproximadamente. ¿Por qué?

—Porque solo llevo quince minutos aquí y se nota que lo necesitas.

—Gracias, doctora.

—¿Podrías tomártelo otra vez, por favor? Te quiero en mi boda. Dama de honor, ¿recuerdas? Aunque te parezca muy egoísta, quiero que disfrutes de mi boda. Así que, ¿podrías tomártelo, por favor?

Danielle reaccionó al oír las palabras dama de honor. Suspiró y luego relajó su postura. Fue capaz de mirar a Chloe otra vez y, aunque aún estaba enojada, se veía más tranquila.

—Está bien —dijo.

Se levantó de la mesa y caminó hacia a una pequeña cesta de mimbre decorativa en el mostrador de la cocina. De la cesta, sacó un frasco de medicina. Luego lo abrió y se tomó una píldora con su café.

—Gracias. —Después de una pausa, decidió seguir presionando—. ¿Y cómo va todo lo demás?

Danielle lo pensó por un momento y Chloe la pilló mirando la puerta de su apartamento. Fue muy breve, pero Chloe vio miedo en sus ojos.

—Todo lo demás está bien.

Chloe conocía a su hermana lo suficientemente bien como para no seguir presionando.

—Entonces, ¿qué diablos es una fiesta de la cuadra? —preguntó Danielle.

Chloe se echó a reír. Casi había olvidado la capacidad de Danielle de dejar un tema y empezar otro enseguida. Chloe observó a su hermana para ver si se quedaba mirando la puerta con miedo en sus ojos otra vez, pero no volvió a pasar.

Aun así, Chloe sintió que algo le pasaba. Tal vez después de un tiempo juntas, Danielle se lo contaría.

«Pero ¿para qué?», se preguntó Chloe, echándole una mirada a la puerta principal.

Y en ese momento cayó en cuenta de que no conocía a su hermana en absoluto. Había partes de ella que parecían muy iguales a la chica de diecisiete años de edad que había conocido tan bien. Pero Danielle era diferente ahora… era más oscura. Ahora necesitaba un medicamento para controlar sus estados de ánimo, para ayudarla a dormir y funcionar.

Se le ocurrió a Chloe en ese momento que sentía miedo por su hermana y que quería ayudarla de cualquier forma posible.

Incluso si eso significa regresar al pasado.

Pero no ahora. Tal vez después de la boda. Solo Dios sabía qué tipo de peleas y cambios de humor generarían el hablar de la muerte de su madre y el encarcelamiento de su padre. Aun así, Chloe sintió que los fantasmas de su pasado estaban más presentes que nunca mientras estaba sentada allí con Danielle y eso la hizo preguntarse qué tanto había atormentado todo eso a Danielle.

¿Qué tipo de fantasmas acechaban la mente de Danielle? ¿Y qué, exactamente, le decían?

Ella intuyó que todo lo que Danielle estaba reprimiendo la afectaría a ella de algún modo. Y que también afectaría su nueva vida. Su nuevo prometido, su nueva casa. Y que nada bueno resultaría de todo esto.

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Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
221 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9781640296046
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