Kitabı oku: «Una Razón para Esconderse», sayfa 2

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CAPÍTULO DOS

Se reunió con Ramírez tres horas más tarde, justo después del fin de su turno. Había respondido su llamada con entusiasmo, pero había sonado cansado. Es por eso que habían elegido reunirse a orillas del río Charles, en uno de los muchos bancos ubicados en los senderos alrededor del borde oriental del río.

Mientras caminaba hasta el banco en el que habían acordado reunirse, vio que acababa de llegar. Estaba sentado en el banco, mirando al otro lado del río. El cansancio en su voz se notaba en su rostro. Sin embargo, se veía en paz. Había notado que él se volvía silencioso e introspectivo cada vez que se le presentaba una vista panorámica de la ciudad.

Se acercó y él se volvió hacia ella cuando oyó sus pasos. Le mostró su sonrisa ganadora y, en ese instante, ya no se veía cansado. Una de las muchas cosas que le gustaban a Avery de él era la forma en la que la hacía sentir cada vez que la miraba. Era claro que había algo más que simple atracción allí; la miraba con reconocimiento y respeto. Eso, más el hecho de que él le decía a menudo que era hermosa, la hacía sentirse más segura y más deseable de lo que jamás había recordado sentir.

“¿Tuviste un día largo?”, le preguntó Avery a lo que se sentó en el banco a su lado.

“Sí. Tuve mucho trabajo. Quejas por ruido. Una pelea en un bar que se volvió sangrienta. Y hasta recibí una llamada sobre un perro que había perseguido a un niño a un árbol”.

“¿Un niño?”.

“Un niño”, dijo Ramírez. “La vida glamorosa de un detective cuando la ciudad está tranquila y aburrida”.

Ambos miraron el río en un silencio que, durante las últimas semanas, había comenzado a volverse cómodo. Si bien no eran técnicamente una pareja, habían llegado a apreciar el tiempo juntos que no estaba lleno de charla por el simple hecho de hablar. Lenta y deliberadamente, Avery se acercó y le tomó la mano.

“Camina conmigo, ¿quieres?”.

“Claro”, dijo, dándole un apretón a su mano.

Incluso sostener su mano era algo monumental para Avery. Ella y Ramírez se habían tomado de manos con frecuencia y se habían besado brevemente en algunas ocasiones, pero agarrar su mano intencionalmente estaba fuera de su zona de confort.

“Pero cada vez se siente más cómodo”, pensó cuando empezaron a caminar. “Bueno, lleva mucho tiempo sintiéndose así, admítelo”.

“¿Estás bien?”, preguntó Ramírez.

“Sí”, dijo. “Tuve un buen día con Rose”.

“¿Las cosas se están empezando a normalizar?”, preguntó.

“Sí, un poco”, dijo Avery. “Es un trabajo en progreso. Y hablando de progreso…”.

Se detuvo, confundida porque no entendía por qué le era tan difícil decir lo que quería decir. Debido a su pasado, sabía que era emocionalmente fuerte… Entonces ¿por qué le era tan difícil expresarse cuando realmente importaba?

“Esto va a sonar cursi”, dijo Avery. “Así que por favor mantén mi vulnerabilidad en mente”.

“Está bien…”, dijo Ramírez, claramente confundido.

“He sabido desde hace bastante tiempo que tengo que hacer algunos cambios. Una gran parte de eso es tratar de arreglar las cosas con Rose. Pero hay otras cosas también. Cosas que no he querido admitirme a mí misma por temor”.

“¿Como qué?”, dijo Ramírez.

Sabía que él estaba un poco incómodo. Habían sido transparentes antes, pero nunca a esta medida. Esto era más difícil de lo que había esperado.

“Mira… sé que arruiné las cosas entre nosotros”, dijo Avery. “Me mostraste una paciencia y un entendimiento tremendo durante las cosas que estaba pasando. Y sé que te alejé luego de haberte esperanzado”.

“Eso es cierto”, dijo Ramírez, con un poco de humor.

“Te pido disculpas por eso”, dijo Avery. “Espero que puedas pasar por alto mis temores y mi vacilación… Quiero otra oportunidad”.

“¿Una oportunidad para…?”, dijo Ramírez.

“Va a hacerme decirlo”, pensó. “Y me lo merezco”.

Ya era de noche y había pocas personas caminando por las aceras y senderos que alineaban el río. Era una escena pintoresca, como algo salido de una de esas películas que por lo general odiaba ver.

“Una oportunidad para nosotros”, dijo Avery.

Ramírez dejó de caminar, pero mantuvo su mano en la suya. La miró con sus ojos marrones oscuros y sostuvo la mirada. “No puede ser una oportunidad”, dijo. “Tiene que ser real. Algo seguro. No puedo seguir en esto de toma y dame”.

“Lo sé”.

“Si me puedes decir qué quieres decir con nosotros, entonces lo consideraré”.

No sabía si estaba hablando en serio o simplemente tratando de hacerla pasar un mal rato. Rompió el contacto visual y apretó sus manos.

“Maldita sea”, dijo Avery. “Me dificultarás esto, ¿cierto?”.

“Bueno, creo que…”.

Ella lo interrumpió con un beso. En el pasado, sus besos habían sido breves, incómodos y llenos de su vacilación habitual. Pero ahora se perdió en él. Lo acercó tanto como pudo y lo besó con más pasión que nunca, más que la pasión de su último contacto físico con un hombre durante su último año feliz de matrimonio con Jack.

Ramírez no se molestó en luchar. Sabía que llevaba mucho tiempo esperando esto, y podía sentir su entusiasmo.

Se besaron como adolescentes enamorados por el río Charles. Fue un beso suave pero caliente que vibraba con la frustración sexual que había estado floreciendo entre ellos durante varios meses.

Cuando sus lenguas se encontraron, Avery sintió una oleada de energía a través de ella, energía que sabía que quería utilizar de una forma específica.

Ella rompió el beso y acercó su frente a la suya. Se miraron el uno al otro durante varios segundos en esa postura, disfrutando del silencio y del peso de lo que acababan de hacer. Habían cruzado una línea. Y, en el tenso silencio, ambos sintieron que todavía había muchas más por cruzar.

“¿Estás segura de esto?”, preguntó Ramírez.

“Sí. Y lamento que me haya tomado tanto tiempo darme cuenta”.

La acercó a su cuerpo y la abrazó. Sentía algo como alivio en su cuerpo, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

“Quiero intentarlo”, dijo Ramírez.

Rompió el abrazo y la besó de nuevo en el lado de su boca.

“Creo que tenemos que celebrar la ocasión. ¿Quieres ir a cenar?”.

Suspiró y sonrió temblorosamente. Ya había roto una barrera emocional confesándole sus sentimientos. ¿Qué de malo sería seguir siendo honesta con él ahora mismo?

“Sí, creo que tenemos que celebrar”, dijo. “Pero ahora mismo, en este mismo momento, no estoy muy interesada en ir a cenar”.

“Entonces, ¿qué quieres hacer?”, preguntó.

Su inocencia era encantadora. Ella se inclinó y le susurró al oído, disfrutando de la sensación de tenerlo cerca, así como también el olor de su piel.

“Vamos a tu casa”.

Se apartó y la miró con la misma seriedad que antes, pero ahora había algo más allí. Era algo que había visto en sus ojos antes, algo de emoción que nacía de una necesidad física.

“¿Sí?”, dijo con incertidumbre.

“Sí”, dijo ella.

Mientras corrían por el césped, hacia el estacionamiento donde ambos habían estacionado sus autos, estaban riéndose como unos niños. Era genial, ya que Avery no podía recordar la última vez que se había sentido tan liberada, emocionada y libre.

***

La pasión que habían experimentado a la orilla del río seguía viva cuando Ramírez abrió la puerta de su apartamento. Una parte de Avery quería saltar encima de él en ese mismo momento, antes de que tuviera tiempo de cerrar la puerta detrás de ellos. Se habían toqueteado todo el viaje y, ahora que estaban allí, Avery sentía como si estuvieran en el precipicio de algo monumental.

Cuando Ramírez cerró la puerta con llave, a Avery le sorprendió que no se le acercara de inmediato. En su lugar, se dirigió a la cocina, donde se sirvió un vaso de agua.

“¿Agua?”, le preguntó.

“No, gracias”, respondió.

Se bebió su agua y miró por la ventana de la cocina. Las luces de la ciudad brillaban a través del cristal.

Avery se fue a la cocina para acompañarlo y le quitó el vaso de la mano. “¿Qué pasa?”, preguntó.

“No quiero decirlo”, dijo.

“¿Cambiaste de parecer?”, preguntó. “¿Tanta espera disipó las ganas que sentías por mí?”.

“No”, dijo él. Puso sus brazos alrededor de su cintura, viéndolo tratar de formar las palabras adecuadas.

“Podemos esperar”, dijo ella, esperando en lo más profundo de su ser que no quisiera hacerlo.

“No”, dijo con un poco de urgencia. “Es que… no lo sé”.

Esto fue una sorpresa para Avery. Con todo su coqueteo magistral y frases seductoras de los últimos meses, estaba segura de que hubiera sido un poco agresivo cuando, y si alguna vez, llegara este momento. Pero ahora parecía inseguro de sí mismo, casi nervioso.

Se inclinó y le besó la mandíbula. Luego suspiró y se apoyó en su cuerpo.

“¿Qué pasa?”, preguntó Avery, sus labios rozando su piel mientras hablaba.

“Es que esto es real ahora, ¿sabes? Esto no es solo una aventura de una noche. Me importas mucho, Avery. Realmente me importas. Y yo no quiero apresurar las cosas”.

“Hemos estado en esto los últimos cuatro meses”, dijo. “No creo que estemos apresurando nada”.

“Buen punto”, dijo. La besó en la mejilla, luego en el pequeño pedazo de hombro que su camiseta dejaba al desnudo. Sus labios encontraron su cuello y, cuando él la besó allí, pensó que colapsaría allí mismo, y que se llevaría a él consigo.

“¿Ramírez?”, dijo, negándose a utilizar su nombre de pila en broma.

“¿Sí?”, preguntó él, su rostro rozando su cuello y dándole besos.

“Llévame a la habitación”.

La acercó a su cuerpo, la levantó y le permitió envolver sus piernas alrededor de su cintura. Comenzaron a besarse, y luego él la obedeció. La llevó lentamente a la cama y, para cuando cerró la puerta de la habitación, Avery estaba tan perdida en el momento que ni siquiera la oyó cerrarse.

Lo único que veía y sentía eran sus manos, su boca, su cuerpo bien tonificado presionando contra ella.

Él cortó el beso el tiempo suficiente para preguntar: “¿Estás segura de esto?”.

Y si necesitaba una razón más para desearlo, era esa. Él realmente se preocupaba por ella y no quería arruinar lo que tenían.

Asintió con la cabeza y lo acercó a su cuerpo.

Y, por un tiempo, Avery fue una detective de homicidios frustrada, ni una madre, ni una hija que había visto a su madre morir a manos de su padre. No era más que Avery Black… Una mujer como cualquier otra, disfrutando de los placeres que la vida tenía para ofrecer.

Casi ni recordaba cómo se sentían estos placeres.

Y, una vez que empezó a familiarizarse con ellos, se prometió a sí misma que nunca se permitiría olvidarlos de nuevo.

CAPÍTULO TRES

Avery abrió los ojos y miró el techo desconocido por encima de su cabeza. La tenue luz del amanecer entraba por la ventana de la habitación, iluminando su cuerpo desnudo. También iluminaba la espalda desnuda de Ramírez a su lado. Se volvió y sonrió. Él todavía estaba dormido, su rostro mirando al otro lado.

Hicieron el amor dos veces la noche anterior, tomándose dos horas entre cada sesión para hacer cena y discutir cómo acostarse podría complicar su relación de trabajo si no tenían cuidado. Se quedaron dormidos como a la medianoche. Avery había estado somnolienta y no podía recordar exactamente cuándo se había quedado dormida, pero sí recordaba su brazo alrededor de su cintura.

Ella quería eso de nuevo… Esa sensación de sentirse querida y segura.  Pensó en pasar sus dedos por la base de su columna (así como también por otros lugares) solo para despertarlo para que pudiera abrazarla.

Pero no tuvo la oportunidad de hacerlo. La alarma mensajera de su teléfono sonó, y también la del de Ramírez. Eso solo podía significar una cosa: era un asunto laboral.

Ramírez se sentó rápidamente. Cuando lo hizo, la sábana se deslizó, revelando todo su cuerpo. Avery le echó un vistazo, incapaz de resistirse. Tomó su teléfono de la mesita de noche y lo miró con ojos vidriosos. Mientras lo hacía, Avery tomó su propio teléfono de la pila de ropa en el suelo.

El mensaje de texto era de Dylan Connelly, el supervisor de homicidios de la A1. En la forma típica de Connelly, el mensaje fue directo al grano:

Encontramos un cuerpo muy quemado. Tal vez traumatismo craneal.

Mueve el culo al terreno de construcción abandonado en la calle Kirkley AHORA.

“Que agradable es despertar a esto”, se quejó.

Ramírez se bajó de la cama, todavía completamente desnudo, y se puso en cuclillas en el suelo a su lado. La acercó a él y le dijo: “Sí, es muy agradable despertar a esto”.

Se apoyó en él, un poco alarmada por lo contenta que estaba en ese momento. Refunfuñó de nuevo y se puso de pie.

“Mierda”, dijo Avery. “Vamos a llegar tarde a la escena. Tengo que buscar mi auto y volver a casa para cambiarme”.

“Estaremos bien”, dijo Ramírez mientras empezaba a vestirse. “Le responderé en unos minutos, cuando estemos en camino a buscar tu auto. Tú no respondas aun. Tal vez el sonido del mensaje de texto no te despertó. Tal vez tuve que llamarte para que te despertaras”.

“Eso suena engañoso”, dijo, colocándose su camisa.

“Más bien es inteligente”, dijo.

Se sonrieron el uno al otro mientras terminaron de vestirse. Luego entraron en el baño, donde Avery hizo todo lo posible para arreglar su cabello, mientras que Ramírez se cepilló los dientes. Se apresuraron a la cocina y Avery preparó rápidamente dos tazones de cereal.

“Como puedes ver, soy una excelente cocinera”, dijo.

La abrazó por detrás y parecía estar inhalando su aroma. “¿Vamos a estar bien?”, preguntó. “Podemos hacer que esto funcione, ¿verdad?”.

“Creo que sí”, dijo. “Intentémoslo”.

Se devoraron sus cereales, pasando la mayor parte del tiempo mirándose, tratando de medir la reacción del otro a lo que había sucedido la noche anterior. Él se veía igual de feliz que ella.

Salieron por la puerta principal, pero, antes de que Ramírez la cerrara detrás de ellos, se detuvo. “Espera, vuelve adentro por un momento”.

Confundida, dio un paso atrás.

“Adentro, no estamos de servicio. No somos compañeros realmente, ¿cierto?”.

“Cierto”, dijo Avery.

“Así que puedo hacer esto una vez más”, dijo.

Se inclinó y la besó. Fue un beso vertiginoso, uno con la fuerza suficiente para causar que sus rodillas cedieran un poco. Lo empujó a un lado juguetonamente. “Como te dije antes, no empieces”, dijo. “No si no tienes la intención de terminar”.

“Para la próxima”, dijo. Luego salieron y él cerró la puerta detrás de ellos. “Está bien, ahora estamos de servicio. Abre el camino, detective Black”.

***

Siguieron el plan de Ramírez. Ella respondió el mensaje de texto de Connelly luego de diez y seis minutos. En ese momento, ya estaba cerca de su apartamento y todavía bastante atolondrada por la forma en la que habían salido las cosas la noche anterior. Se las arregló para vestirse, tomar café y salir a la calle de nuevo en menos de diez minutos. El resultado, por supuesto, fue que llegaron a la escena en la calle Kirkley aproximadamente media hora más tarde que Connelly hubiera preferido.

Había varios oficiales ya dando vueltas. Todos ellos eran caras conocidas, caras que había llegado a conocer y respetar desde que se convirtió en detective de homicidios. La expresión de sus rostros la hizo entender que esta sería una mañana muy larga y amarga.

Una de las personas que vio fue a Mike O’Malley. Le pareció alarmante que el capitán estuviera aquí tan pronto. Como la cabeza de la mayor parte de la policía de Boston, rara vez era visto en el ajetreo de escenas del crimen comunes, sin importar cuán viles eran. O’Malley estaba hablando con otros dos agentes, uno de los cuales era Finley. Avery respetaba a Finley como oficial, a pesar de que tendía a ser un poco distante para su gusto.

Vio a Ramírez de inmediato; charlaba con Connelly en el lado más lejano del terreno abandonado.

A lo que hizo su camino a Ramírez y Connelly, trató de analizar la escena lo mejor que pudo. Había pasado por esta parte de la ciudad varias veces, pero nunca le había prestado atención. Era una de las muchas plagas financieras en este extremo de la ciudad, una zona donde desarrolladores entusiastas habían hundido toneladas de dinero en propiedades solo para ver a las propiedades perder su valor y a los compradores potenciales huir. Una vez que los esfuerzos de vivienda llegaron a su fin, la zona volvió a la ruina. Y parece que encajaba bien con el entorno.

Veía chimeneas gemelas en la distancia, elevándose como gigantes manchados. Ambos produjeron columnas de humo en el aire, dándole a la mañana una sensación muy nublada, pero solo en esta parte de la ciudad. En el otro lado del terreno abandonado, Avery podía ver los bordes de lo que pudo haber sido una pequeña quebrada prometedora que hubiera pasado por detrás de las propiedades de las casas de clase media alta. Ahora estaba llena de malas hierbas y zarzas. Bolsas de plástico, envoltorios de bocadillos y otra basura estaban atrapadas en las malas hierbas muertas. Los bancos poco profundos eran fangosos y descuidados, añadiendo un nuevo nivel de estancamiento a toda esa ruina.

En general, esta zona se había convertido en una parte de la ciudad que casi cualquier persona hubiera querido pasar por alto. Avery conocía la sensación, y dejó que surtiera efecto mientras se acercaba a Ramírez y Connelly. El área de inmediato la hizo sentirse agobiada.

“Una zona como esta no puede ser una coincidencia”, pensó. “Si alguien mató aquí o incluso solo arrojó un cuerpo aquí, tiene que tener algún significado… O bien al asesinato o al asesino en sí”.

Inmediatamente a la izquierda de Finley y Ramírez, un oficial acababa de terminar de colocar estacas rojas para acordonar una sección rectangular del terreno. Cuando los ojos de Avery cayeron en lo que descansaba dentro de ese rectángulo, la voz de Connelly resonó desde una distancia corta.

“Mierda, Black… ¿por qué te tardaste tanto?”.

“Lo siento”, dijo ella.  “El zumbido del mensaje de texto no me despertó. Ramírez me llamó y me despertó”.

“Bueno, es obvio que no llegaste tarde porque estabas ocupada arreglándote el pelo o maquillándote”, comentó Connelly.

“Ella no necesita maquillaje”, dijo Ramírez. “Esa mierda es para niñas”.

“Gracias, chicos”, dijo Avery.

“Como sea”, dijo Connelly. “Entonces, ¿qué opinas de esto?”, preguntó, señalando hacia el rectángulo dibujado por las estacas rojas.

Dentro del área acordonada, vio lo que asumió eran restos humanos. La mayor parte de lo que vio fue una estructura esquelética, pero parecía brillar. Sin lugar a dudas era un esqueleto que hace muy poco había sido despojado de su carne. Todo a su alrededor era lo que parecía ser ceniza o algún tipo de suciedad. En ciertas partes vio lo que pudo haber sido músculo y tejido, particularmente alrededor de las piernas y las costillas.

“¿Qué demonios pasó?”, preguntó.

“Bueno, esa es una excelente pregunta”, dijo Connelly. “Pero esto es lo que sabemos hasta ahora. Hace como una hora y quince minutos, una mujer que había salido a correr llamó para reportar algo que parecía un extraño ritual satánico. Nos llevó a esto”.

Avery se puso en cuclillas por los marcadores rojos y escudriñó la zona. Hace una hora y diez minutos. Eso significaba que, si lo negro alrededor del esqueleto era ceniza, este esqueleto había estado cubierto de piel hace al menos una hora y media. Pero eso no parecía probable. Necesitaría una determinación y planificación enfermiza matar a alguien y luego milagrosamente quemarla a nada más que huesos en un período de tiempo corto. De hecho, pensó que sería casi imposible.

“¿Alguien tiene guantes de evidencia?”, preguntó ella.

“Un segundo”, dijo Ramírez.

Mientras corría a Finley y los otros oficiales que habían dado un paso atrás para darle espacio a Avery, también notó un olor en la zona. Era débil, pero notable. Un olor químico que era casi como blanqueador para su nariz.

“¿Alguien más huele eso?”, preguntó.

“Algún tipo de químico, ¿cierto?”, preguntó Connelly. “Supusimos que una quemadura inducida por productos químicos es la única forma en la que alguien pudiera freír un cuerpo como este tan rápidamente”.

“No creo que quemó el cuerpo aquí”, dijo.

“¿Cómo puedes estar segura de eso?”, preguntó Connelly.

“No lo estoy”, pensó. “Pero lo único que tiene sentido para mí es muy absurdo”.

“Avery”, dijo Connelly.

“Un segundo”, dijo. “Estoy pensando”.

“Dios…”.

Ella lo ignoró, mirando la ceniza y el esqueleto con un ojo investigativo. “No… el cuerpo no pudo haber sido quemado aquí. No hay marcas de quemaduras alrededor del cuerpo. Una persona en llamas correría salvajemente. Nada de lo que está aquí está quemado en absoluto. Las únicas señales de fuego son estas cenizas. ¿Por qué un asesino quemaría el cuerpo y luego lo traería para acá? Tal vez aquí fue donde tomó a la víctima…”, pensó.

Las posibilidades eran infinitas. Una de las posibilidades era que tal vez el esqueleto era propiedad de un laboratorio médico y que esta era solo una broma estúpida y enfermiza. Sin embargo, dada la ubicación y el descaro del acto, dudaba que ese fuera el caso.

Ramírez volvió con un par de guantes de látex. Avery se los colocó y se acercó a las cenizas. Agarró solo un poco con su dedo índice y pulgar. Se frotó los dedos y se los llevó al rostro. Olió las cenizas y las observó de cerca. Parecía ceniza estándar, pero percibía un olor químico.

“Tenemos que analizar esta ceniza”, dijo Avery. “Si utilizó alguna sustancia química, es bastante probable de que aun queden rastros en las cenizas”.

“El equipo forense ya viene en camino”, dijo Connelly.

Avery se puso de pie lentamente y se quitó los guantes de látex. O’Malley y Finley se acercaron, y a Avery no le sorprendió que Finley mantuvo su distancia del esqueleto y las cenizas. Lo miraba como si el esqueleto pudiera saltar y asustarlo en cualquier momento.

“Estoy trabajando con la ciudad para obtener imágenes de todas las cámaras de seguridad dentro de un radio de seis cuadras”, dijo O’Malley. “Como no hay muchas por aquí, no debe tardar mucho”.

“Quizás no sea mala idea obtener también el número de las compañías que venden productos químicos altamente inflamables”, señaló Avery.

“Podrían haber miles de compañías”, dijo Connelly.

“No, tiene razón”, dijo O’Malley. “Esta quemadura no fue realizada con solo un limpiador o spray doméstico. Para mí usó un producto químico concentrado. Finley, ¿puedes empezar a trabajar en eso?”.

“Sí, señor”, dijo Finley, claramente contento de tener una razón para abandonar la escena.

“Black y Ramírez… este es su caso ahora”, dijo O’Malley. “Trabajen con Connelly para armar un equipo lo antes posible”.

“Listo”, dijo Ramírez.

“Y Black, por favor no vuelvas a llegar tardar. Hoy nos retrasaste quince minutos”.

Avery asintió, no permitiéndose que lo dicho la provocara y la hiciera discutir. Ella sabía que la mayoría de los hombres por encima de ella seguían tratando de aprovecharse de cualquier cosita para llamarle la atención. Y no le molestaba eso. Dada su historia sórdida, casi se lo esperaba.

Cuando empezó a alejarse de los marcadores rojos, notó algo más a varios metros a la derecha. Lo había visto cuando se acercó por primera vez a los restos óseos, pero pensó que solo era basura. Pero ahora, mientras se acercaba más a los desperdicios, vio lo que parecía ser los fragmentos rotos de algo. Parecía vidrio, posiblemente algo que había sido cocido en un horno en algún momento. Se acercó, obteniendo una mejor vista de la quebrada turbia y estancada a lo largo de la parte posterior del terreno.

“¿Alguien notó esto?”, preguntó.

Connelly miró, apenas interesado.

“Solo es basura”, dijo.

Avery negó con la cabeza.

“No creo”, dijo.

Se puso los guantes de látex de nuevo y cogió un pedazo. Tras una inspección más cercana, vio que el objeto tuvo que haber sido de vidrio, no de un material cerámico. No parecía haber polvo o desgaste en los fragmentos. Había siete trozos más grandes, del tamaño de la palma de su mano, y luego un sinnúmero de pequeñas astillas en todo el suelo. Aparte de haber sido destruido, lo que había sido roto parecía ser bastante nuevo.

“Sea lo que sea, no ha estado aquí por mucho tiempo”, dijo. “Asegúrate de que los forenses lo verifiquen para huellas dactilares”.

“Está bien”, dijo Connelly en un tono que indicaba que no le gustaba tomar órdenes. “Ahora, ustedes dos… Asegúrense de llegar a la A1 en la próxima media hora. Haré algunas llamadas y tendré un equipo esperándolos en la sala de conferencias. Esta escena es reciente, tiene menos de dos horas. Me gustaría atrapar a este pendejo antes de que tenga mucha ventaja”.

Avery le echó un último vistazo al esqueleto. Sin la carne, parecía estar sonriendo. Para Avery, era casi como si el asesino estaba sonriéndole a ella, reprimiendo una risa burlona. Y no era solo ver un esqueleto recién despojado que la hacía sentir aprensión y fatalidad. Era la ubicación, los montículos casi perfectamente esculpidos de ceniza alrededor de los huesos, los restos ocultos y el olor químico.

Todo parecía apuntar a algo preciso. Señalaba una gran intención y planificación. Para Avery, eso solo podía significar una cosa: la persona que hizo esto sin duda lo haría de nuevo.

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
02 nisan 2020
Hacim:
222 s. 4 illüstrasyon
ISBN:
9781640293953
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