Kitabı oku: «Una Vez Anhelado», sayfa 4

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Capítulo Ocho

La amplia superficie del lago Nimbo parecía inmóvil y tranquila mientras el helicóptero se acercaba a ella.

“Pero las apariencias engañan”, se recordó Riley a sí misma. Sabía que las superficies tranquilas podían guardar secretos oscuros.

El helicóptero descendió para buscar un lugar en donde aterrizar. Riley se sentía un poco mareada por el movimiento inestable. No le gustaban mucho los helicópteros. Ella miró a Bill, quien estaba sentado a su lado. Se veía igual de incómodo que ella.

Pero cuando miró al agente Holbrook, su rostro parecía inexpresivo. Casi ni había hablado durante el vuelo de media hora desde Phoenix. Riley aún no sabía qué pensar de él. Estaba acostumbrada a leer a las personas fácilmente, a veces demasiado fácilmente. Pero Holbrook todavía le parecía un enigma.

El helicóptero por fin aterrizó y los tres agentes del FBI pisaron tierra firme, agachándose debido a las hélices que aún estaban en movimiento. El camino donde había aterrizado el helicóptero no era más que huellas de neumáticos entre malezas.

Riley observó que el camino no era muy transitado. Aún así, parecía que suficientes vehículos habían pasado por él durante esta semana como para ocultar las huellas dejadas por el vehículo que había conducido el asesino.

El motor ruidoso del helicóptero por fin dejó de sonar, haciendo más fácil el hablar mientras Riley y Bill seguían a Holbrook a pie.

“Cuéntanos todo lo que sabes sobre este lago”, le dijo Riley a Holbrook.

“Es uno de los embalses creados por las represas en el río Acacia”, dijo Holbrook. “Este es el más pequeño de los lagos artificiales. Está repleto de peces, y es un espacio recreativo popular, pero los espacios públicos están al otro lado del lago. El cadáver fue descubierto por una pareja de adolescentes drogados con marihuana. Les mostraré el lugar”.

Holbrook los llevó a una cresta de piedras sobre el lago.

“Los chicos estaban justo donde estamos parados”, dijo. Señaló hacia la orilla del lago. “Miraron hacia allí y lo vieron. Dijeron que solo parecía ser una forma oscura en el agua”.

“¿A qué hora estuvieron aquí?”, preguntó Riley.

“Un poco más temprano que ahora”, dijo Holbrook. “Faltaron a clase y se drogaron”.

Riley analizó todo el lugar. El sol estaba bajo, y las cimas de los acantilados de roca roja al otro lado del lago estaban ardiendo por la luz. Había unos botes en el agua. La distancia entre la cresta y el agua era de unos tres metros aproximadamente.

Holbrook señaló un lugar cercano donde la pendiente no era tan empinada.

“Los niños bajaron para acercarse más”, dijo. “Fue entonces cuando descubrieron lo que realmente era”.

“Pobres chicos”, pensó Riley. Hace unas dos décadas había probado la marihuana en la universidad. Aún así, podía imaginarse el miedo intenso de haber hecho este descubrimiento mientras estaban drogados.

“¿Quieres bajar para ver más de cerca?”, Bill le preguntó a Riley.

“No, de aquí se ve bien”, dijo Riley.

Su instinto le decía que estaba justo donde necesitaba estar. Después de todo, el asesino seguramente no había arrastrado el cuerpo por la misma pendiente por la que habían bajado los chicos.

“No”, pensó. “Estuvo parado justo aquí”.

Incluso parecía que la escasa vegetación en la que estaba parada parecía estar un poco deshecha.

Respiró un poco, tratando de deslizarse en la mente del asesino. Sin duda había venido de noche. ¿Pero en una noche clara o nublada? Bueno, en Arizona en esta época del año, las posibilidades eran que la noche fue clara. Y recordó que la luna estaría brillante hace aproximadamente una semana. En la luz de las estrellas y la luz de la luna, él pudo haber visto que lo estaba haciendo bastante bien, posiblemente incluso sin una linterna.

Lo imaginaba poniendo el cuerpo aquí mismo. ¿Pero qué había hecho luego? Evidentemente había rodado el cuerpo por la cornisa. Había caído justo en las aguas poco profundas.

Pero algo no parecía estar bien en todo este escenario. Se preguntó una vez más, como lo había hecho en el avión, cómo pudo haber sido tan descuidado.

Es cierto que, desde aquí en la cornisa, probablemente no pudo haber visto que el cuerpo no se había hundido lo suficiente. Los chicos habían descrito la bolsa como “una forma oscura en el agua”. Desde esta altura, la bolsa sumergida probablemente había sido invisible, incluso en una noche brillante. Él había asumido que el cuerpo se había hundido, como los cuerpos recién muertos lo hacen en agua dulce, especialmente cuando son pesados con piedras.

Pero ¿por qué supuso que el agua era profunda aquí?

Observó el agua cristalina. En la luz del atardecer, podía ver fácilmente la cornisa sumergida por donde había descendido el cadáver. Era un área horizontal pequeña, nada más que la parte superior de una roca. Alrededor de ella, el agua era negra y profunda.

Observó el lago. Acantilados sobresalían de todas partes del agua. Podía ver que el lago Nimbo lago había sido un cañón profundo antes de que la presa lo llenara con agua. Vio solo unos pocos lugares donde uno podía caminar por la costa. Los lados del acantilado descendían a las profundidades.

Riley vio crestas similares con aproximadamente la misma altura a su derecha e izquierda. El agua debajo de esos acantilados era oscura, sin señales de una cornisa similar a la que estaba justo debajo de esta.

Sintió un cosquilleo de comprensión.

“Él ha hecho esto antes”, les dijo a Bill y a Holbrook. “Hay otro cuerpo en este lago”.

*

Durante el viaje en helicóptero de regreso a la oficina central de la división de FBI de Phoenix, Holbrook dijo: “¿Entonces crees que sí se trata de un caso de asesinatos en serie?”.

“Sí, sí lo creo”, dijo Riley.

“Yo no estaba seguro”, dijo Holbrook. “Estaba ansioso porque alguien bueno viniera a tomar el caso. Pero ¿qué viste que te hizo cambiar de parecer?”.

“Hay otras cornisas iguales a la que utilizó para arrojar el cuerpo”, explicó. “Utilizó uno de los otros desniveles antes, y ese cuerpo se hundió como debía. Pero quizás no pudo encontrar el mismo lugar. O tal vez pensó que este era el mismo lugar. De todos modos, esperó obtener el mismo resultado esta vez, pero se equivocó”.

“Te dije que descubriría algo allí”, dijo Bill.

“Unos buzos tendrán que efectuar una búsqueda en el lago”, agregó Riley.

“Costará que aprueben hacer eso”, dijo Holbrook.

“Hay que hacerlo. Hay otro cuerpo allí abajo. Puedes contar con eso. No sé cuánto tiempo ha pasado allí, pero está allí”.

Hizo una pausa, evaluando mentalmente lo que esto le decía sobre la personalidad del asesino. Él era competente y capaz. No era un perdedor patético como Eugene Fisk. Era más como Peterson, el asesino que había capturado y atormentado tanto a April como a ella. Era astuto y equilibrado y le encantaba matar, era un sociópata, en lugar de un psicópata. Por encima de todo, era confiado.

“Tal vez demasiado confiado para su propio bien”, pensó Riley.

Podría hasta ser su perdición.

“El tipo que buscamos no es ninguna escoria criminal”, dijo. “Apuesto a que es un ciudadano común, razonablemente bien educado, tal vez con una esposa y familia. Nadie que lo conoce cree que es un asesino”.

Riley observó el rostro de Holbrook mientras hablaban. Aunque ahora sabía algo sobre el caso que no había sabido antes, Holbrook aún le parecía totalmente impenetrable.

El helicóptero sobrevoló el edificio del FBI. Había caído la noche y el área estaba bien iluminada.

“Mira”, Bill dijo, señalando por la ventana.

Riley miró hacia donde señalaba. Se sorprendió al ver que el jardín de rocas parecía una huella gigantesca desde aquí. Parecía un letrero de bienvenida. Algún paisajista excéntrico había decidido que esta imagen hecha de piedras era más adecuada para el nuevo edificio del FBI que un jardín plantado. Centenares de piedras habían sido cuidadosamente colocadas en filas curvas para crear la ilusión acaballonada.

“Guau”, le dijo Riley a Bill. “¿Qué huella dactilar habrán utilizado? La de una persona legendaria, supongo. ¿Tal vez la de Dillinger?”.

“O tal vez la de John Wayne Gacy. O Jeffrey Dahmer”.

Esto le pareció un poco extraño. En el suelo, nadie se imaginaría que la disposición de piedras era algo más que un laberinto sin sentido.

Le pareció una señal y una advertencia. Este caso iba a obligarla a ver las cosas desde una nueva y perturbadora perspectiva. Estaba a punto de entrar en un mundo de oscuridad que jamás había imaginado.

Capítulo Nueve

El hombre disfrutaba ver a las prostitutas callejeras. Le gustaba como se agrupaban en la esquina y caminaban por las aceras, más que todo de a dos. Le parecía que eran más enérgicas que las call girls y las acompañantes, propensas a perder los estribos fácilmente.

Por ejemplo, en este momento, vio a una de ellas maldiciendo a un montón de chicos jóvenes toscos que estaban dentro de un vehículo por tomar su foto. El hombre no podía culparla por ello. Después de todo, ella estaba aquí para hacer negocios, no para servir como paisaje.

“¿Dónde está el respeto?”, pensó con una sonrisa. “Los chicos de hoy en día”.

Ahora los chicos estaban riéndose de ella y gritando obscenidades. Pero no podían igualar sus réplicas originales, algunas de ellas en otro idioma. Le gustaba su estilo.

Estaba en un barrio pobre, estacionado cerca de una fila de moteles baratos donde las prostitutas callejeras se juntaban. Las otras chicas eran menos vivaces que la que había gritado las palabrotas. Sus intentos de sensualidad no podían compararse con los de ella, y sus avances eran vulgares. Mientras observaba, una de las chicas se subió la falda para mostrarle sus pequeñas bragas al conductor de un carro que pasaba lentamente por allí. El conductor no se detuvo.

Siguió mirando a la chica que le había llamado la atención de primera. Estaba pataleando con indignación, quejándose con las otras chicas.

El hombre sabía que podría tenerla si así lo quisiera. Ella podría ser su próxima víctima. Todo lo que tenía que hacer para llamar su atención era conducir hacia ella.

Pero no, no haría eso. Nunca hacía eso. Nunca se le acercaría a una prostituta en la calle. Ella tenía que acercarse a él. Era igual incluso con las putas que conocía a través de un servicio o en un burdel. Lograría que se reunieran con él a solas en alguna parte sin pedírselo directamente. Todo parecería idea de ellas.

Con suerte, la chica enérgica notaría su carro caro y se le acercaría. Su carro era una excelente carnada. También el hecho que él se vestía bien.

Pero sin importar como terminara la noche, tenía que tener más cuidado que la vez pasada. Había sido descuidado, dejando caer su cuerpo sobre esa cornisa y esperando que se hundiera.

¡Y había creado tremendo revuelo! ¡La hermana de un agente del FBI! Y habían llamado a unos agentes importantes de Quántico. No le gustaba eso. No quería ni publicidad ni fama. Todo lo que quería hacer era satisfacer sus antojos.

¿Y no tenía todo el derecho a hacerlo? ¿Qué hombre adulto sano no tiene sus antojos?

Ahora iban a enviar buzos al lago para buscar cuerpos. Sabía lo que podrían encontrar allí, incluso después de tres años. No le gustaba eso en lo absoluto.

No solo se preocupaba por sí mismo. Curiosamente, se sentía mal por el lago. Hacer que los buzos buscaran entre todos sus rincones le parecía algo obsceno e invasor, una violación imperdonable. Después de todo, el lago no había hecho nada malo. ¿Por qué debía de ser invadido?

De todos modos, no estaba preocupado. No había manera que pudieran rastrearlo a través de las víctimas. Simplemente no iba a suceder. Sin embargo, ya había acabado con ese lago. No había decidido aún dónde depositar su próxima víctima, pero estaba seguro que tomaría una decisión antes de terminada la noche.

Ahora la chica vivaz estaba mirando su carro. Comenzó a caminar hacia él.

Bajó la ventanilla del asiento del pasajero y ella asomó la cabeza. Era una latina de piel oscura, con un maquillaje intenso compuesto de un delineado de labios, sombra de ojos colorida y cejas arqueadas que parecían ser tatuadas. Sus aretes eran unos crucifijos de oro grandes.

“Bonito carro”, dijo.

Él sonrió.

“¿Qué hace una chica tan linda en la calle tan tarde?”, preguntó. “¿Ya no es tu hora de dormir?”.

“Tal vez deberías arroparme”, dijo ella, sonriendo.

Sus dientes le parecieron extraordinariamente limpios y rectos. De hecho, se veía muy saludable. Era muy raro ver eso aquí en las calles, donde la mayoría de las chicas estaban en diversas etapas de adicción a la metanfetamina.

“Me gusta tu estilo”, dijo. “Muy chola”.

Su sonrisa se ensanchó. Podía ver que le gustaba ser conocida como la latina que se tiraba a los pandilleros.

“¿Cuál es tu nombre?”, preguntó.

“Socorro”.

“Ah, Socorro”, pensó. “Sinónimo de ayuda”.

“Apuesto a que socorres a bastantes hombres”, dijo en un tono lascivo.

Sus ojos color marrón oscuro lo miraban lascivamente. “Tal vez puedo socorrerte ahora mismo”.

“Tal vez”, dijo.

Pero antes de que pudieran comenzar a fijar los términos, un carro se estacionó justo detrás de él. Escuchó a un hombre gritar desde la ventanilla del conductor.

“¡Socorro!”, gritó. “¡Vente!”.

La chica subió la mirada con una demostración pobre de indignación.

“¿Por qué?”, gritó.

“Vente aquí, ¡puta!”.

El hombre detectó un poco de miedo en los ojos de la chica. No podía ser porque el hombre en el carro la había llamado puta. Suponía que el hombre era su proxeneta, viniendo a ver cuánto dinero había ganado esta noche.

“¡Pinche Pablo!”. Murmuró el insulto en voz baja. Luego caminó hacia el carro.

El hombre se quedó allí, preguntándose si iba a volver, si aún querría hacer negocios con él. De cualquier manera, esto no le gustaba. Esperar no era su estilo.

Su interés en la chica de repente se esfumó. No, no perdería su tiempo con ella. No tenía ni idea de lo afortunada que era.

Además, ¿qué estaba haciendo rebajándose de esta manera? Su próxima víctima debería tener más clase.

“Chiffon”, pensó. Casi había olvidado a Chiffon. “Pero tal vez la he estado guardando para una ocasión especial”.

Podía esperar. No tenía que ser esta noche. Se fue conduciendo, regocijándose por su autocontrol, a pesar de sus enormes antojos. Consideraba que era una de sus mejores cualidades personales.

Después de todo, era un hombre muy civilizado.

Capítulo Diez

Las tres mujeres jóvenes en la sala de entrevistas no se veían como Riley había esperado. Las observó por unos momentos por el espejo unidireccional. Estaban elegantemente vestidas, casi como secretarias bien pagadas. Le habían informado que sus nombres eran Mitzi, Koreen y Tantra. Riley estaba segura que esos no eran sus verdaderos nombres.

También dudaba que se vestían de esta forma para ir a trabajar. Trabajando por aproximadamente unos 250 dólares por hora, seguramente habían invertido en un gran vestuario para satisfacer todo tipo de fantasías. Habían sido compañeras de Nancy “Nanette” Holbrook en Acompañantes Ishtar. La ropa que Nancy Holbrook había estado usando cuando fue asesinada había sido notablemente menos elegante. Sin embargo, Riley supuso que las mujeres querían verse respetables cuando no estaban trabajando.

Aunque las prostitutas habían desempeñado un papel en algunos de los casos que Riley había investigado en el pasado, esta era la primera vez que había tenido que trabajar directamente con ellas. Estas mujeres también eran posibles víctimas. Incluso podían ser presuntas sospechosas, aunque prácticamente todos los asesinatos de este tipo eran perpetrados por hombres. Riley se sentía segura que estas mujeres no eran la clase de monstruos que cazaba en su trabajo.

Era el domingo por la tarde. Riley y Bill se habían establecido en sus habitaciones de hotel separadas y cómodas cerca del FBI la noche anterior. Riley había llamado a April, quien estaba en un hotel de Washington, DC debido a su excursión. April se había reído bastante y sonaba feliz, le había advertido a su madre que realmente no tenía tiempo para atender llamadas. “Te enviaré un mensaje de texto mañana”, le había dicho April, gritando sobre el clamor adolescente en el fondo.

Riley sentía que habían perdido casi todo el día. Les había tomado casi todo el día encontrar a las prostitutas y traerlas a la Oficina. Riley le había dicho al agente especial encargado Elgin Morley que quería hablar con ellas sin hombres. Tal vez serían más abiertas con otra mujer. Ahora pensó en observar y escucharlas durante unos minutos antes de interrogarlas. Podía oír su conversación por el altavoz.

Sus estilos y personalidades eran distintivas. Mitzi, quien era bajita, rubia y pechugona, parecía ser la típica chica de pueblo pequeño.

“¿Ya te pidió matrimonio Kip?”, le preguntó Mitzi a Koreen.

“Todavía no”, dijo Koreen con una sonrisa conspiratoria. Ella era una morena delgada con un poco de la gracia que tenía una bailarina. “Sin embargo, tengo la sensación que me ha comprado un anillo”.

“¿Todavía quiere tener cuatro hijos?”, preguntó Mitzi.

Koreen dejó escapar una risa melodiosa. “Logré bajarlo de cuatro a tres. Pero, aquí entre nos, solo tendrá dos”.

Mitzi se echó a reír junto a Koreen.

Tantra le dio a Koreen un empujoncito. Ella era una afroamericana alta con una tez rubia oscura. Parecía haber adoptado la elegancia de una supermodelo.

“Mejor asegúrate de que no descubra lo que haces para ganarte la vida, chica”, dijo Tantra.

Las tres mujeres se echaron a reír enérgicamente. Esto cogió a Riley por sorpresa. Estas tres prostitutas estaban hablando sobre la posibilidad de formar familias, como cualquier mujer normal lo haría en un salón de belleza. ¿Esa clase de normalidad era posible para ellas? No podía imaginárselo.

Riley decidió que había hecho esperar a las mujeres lo suficiente. Cuando entró en la sala de entrevistas, pudo sentir como el ambiente relajado se esfumó. Las mujeres estaban tensas.

“Soy la agente Riley Paige”, dijo. “Me gustaría hacerles unas preguntas”.

Las tres mujeres dejaron escapar gemidos de consternación.

“Ay, Dios, ¡no más preguntas!”, dijo Mitzi. “Ya hablamos con la policía”.

“Quisiera hacerles unas preguntas propias, si no tienen problema con eso”, dijo Riley.

Mitzi negó con la cabeza. “Esto está empezando a parecer acoso”, dijo.

“Lo que hacemos es perfectamente legal”, dijo Koreen.

“No me importa lo que hacen”, dijo Riley. “Yo soy una investigadora del FBI, no una jueza”.

“Sí, seguro”, dijo Koreen en voz baja.

Mitzi miró su reloj de pulsera. “¿Puedes darte una apuradita?”, dijo. “Tengo tres clases hoy”.

“¿Cuantos créditos estás tomando este semestre?”, preguntó Koreen.

“Veinte”, dijo Mitzi.

Koreen jadeó. “Es bastante presión”.

“Sí, bueno, yo quiero obtener mi título lo más pronto posible”.

Riley se sorprendió de nuevo.

“Mitzi asiste a la universidad”, pensó.

Había oído que a veces las mujeres que decidían estudiar elegían la prostitución como una forma de pagar la matrícula. Con todo el dinero que se estaba ganando, quizás no se endeudaría tanto. Aún así, parecía extrañamente inquietante.

“Intentaré ser breve”, dijo Riley. “Solo quiero saber más sobre Nanette”.

La expresión de Koreen se volvió pensativa. “Pobre Nanette”, dijo.

Pero Mitzi se veía impasible. “Lo que le pasó a Nanette no tiene nada que ver con nosotras”, dijo.

“Lamentablemente estás equivocada”, dijo Riley. “Tenemos buenas razones para creer que su asesino es un asesino en serie. Y te lo puedo decir por mis años de experiencia que los asesinos en serie son implacables. Matará otra vez. Y una de ustedes podría ser su próxima víctima”.

Mitzi frunció el ceño despectivamente.

“Imposible”, dijo ella. “No somos como Nanette”.

Esto conmocionó a Riley. ¿Estas mujeres podían ser tan ingenuas como para creer que lo que hacían para ganarse la vida era seguro?

“Pero trabajan en lo mismo”, dijo Riley.

Mitzi estaba empezando a ponerse a la defensiva.

“Pensé que no estabas aquí para juzgar”, dijo. “Puedes mirarnos por encima del hombro por lo que hacemos. Pero lo que hacemos es tan respetable como lo que tú haces. E igual de seguro. Podemos rechazar a los clientes que no nos gustan. Tenemos sexo seguro, y nos hacemos chequeos regulares, así que no tenemos enfermedades. Si un chico es demasiado fetichista o se vuelve violento, podemos irnos y ya. Pero generalmente nunca llegamos a eso”.

Riley se preguntaba qué significa ese “generalmente”. Seguramente lo que hacían a veces las llevaba a cosas bastante oscuras. ¿Y qué tan “seguro” podía ser el sexo pago? ¿Cuánto tiempo podrían continuar sin contraer SIDA?

“En cuanto a Nanette”, continuó Mitzi, “estaba a punto de caer en el abismo. Había perdido toda su clase. Estaba viéndose con sus clientes por fuera, consumiendo heroína, perdiendo su vitalidad y su buen aspecto. No hubiera durado mucho tiempo más en Ishtar. Seguramente hubiera sido despedida”.

Mientras tomaba notas, Riley observaba a las mujeres, tratando de entenderlas mejor. Poco a poco comenzó a detectar que había algo detrás de sus expresiones plácidas. Estaba bastante segura de que era negación. Se negaban a aceptar que lo que hacían iba a deteriorarlas, y que todas terminarían en la misma decadencia que Nanette tarde o temprano. Sus sueños de tener una familia, educación y éxito estaban condenados. Y ellas lo sabían en el fondo de su corazón.

Riley notó que Tantra se había quedado en silencio y estaba distraída. Tenía algo que decir, pero todavía no lo había dicho.

“Creemos que Nanette fue asesinada hace como una semana, probablemente el sábado”, dijo Riley. “¿Saben quién fue su cliente esa noche?”.

Koreen se encogió de hombros. “No tengo ni idea”.

“Yo tampoco”, dijo Mitzi. “En realidad no es asunto nuestro, tendrías que preguntárselo a Ishtar”.

Riley sabía que los agentes locales ya estaban buscando a la dueña del servicio de acompañantes para interrogarla.

“¿Y otros lugares de trabajo?”, preguntó Riley.

“Ishtar nos contrató”, dijo Mitzi firmemente. “No estamos autorizadas a trabajar con otra agencia o por cuenta propia”.

Las otras dos mujeres estaban mirando hacia abajo, evitando el contacto visual con Riley. Reformuló la pregunta para que fuera más directa.

“¿Nanette trabajaba por otro lado? ¿Salía por su cuenta si no tenía una cita programada a través de Ishtar?”.

Todas se quedaron calladas. Finalmente, en una voz apenas audible, Tantra dijo: “Ella me dijo que iba comenzando a trabajar en El Derby de Hank”.

“¿Qué?”, dijo Mitzi sorprendida.

“No quería que se lo dijera a nadie”, le dijo Tantra a las otras mujeres.

“Dios”, dijo Mitzi. “Así que se estaba convirtiendo en una prostituta de carretera. Estaba en peores condiciones de las que pensé”.

La mente de Riley estaba repleta de preguntas.

“¿Qué es una 'prostituta de carretera'?”, preguntó.

“Es la clase más baja de prostituta”, dijo Koreen. “Trabajan en paradas de camiones, como El Derby de Hank. Es realmente tocar fondo”.

“No le estaba yendo igual que antes”, dijo Tantra. “No estaba recibiendo el mismo número de clientes con Ishtar. Me dijo que no estaba ganando lo suficiente como para satisfacer sus hábitos. Dijo que simplemente era algo extra. Le dije lo peligroso que era. Digo, las prostitutas desaparecen de paradas de camiones sin dejar rastro, pasa todo el tiempo. Pero no me quería escuchar”.

Una nube de melancolía se había cernido sobre las mujeres. Riley no creía que tenían más información para ella. Ya le habían dado una pista importante.

“Eso es todo”, dijo Riley.

Las mujeres comenzaron a charlar otra vez como si nada inusual estuviera pasando.

“Realmente no lo entienden”, pensó Riley. “O no lo quieren entender”.

“Escuchen”, dijo, “este asesino es peligroso. Y hay muchos otros hombres como él. Están haciéndose blancos. Si piensan que están a salvo haciendo lo que hacen, están en negación”.

“¿Y cuán más seguro es su trabajo, agente Paige?”, preguntó Mitzi.

Esta réplica dejó a Riley muda.

“¿Realmente está comparando lo que ella hace con lo que yo hago?”, se preguntó.

El corazón de Riley se hundió mientras acompañaba a las mujeres a salir de la sala de entrevistas. Se sintió igual de desesperanza por ellas como se hubiese sentido si fueran prostitutas callejeras. En cierto modo, parecía peor. Su fachada superficial de respetabilidad ocultaba una vida de degradación, incluso de sí mismas. Pero no había nada que podía decir o hacer para hacerlas enfrentar la realidad.

Riley estaba segura que este asesino aún no había terminado de matar prostitutas. ¿Su siguiente víctima sería una de estas chicas, o sería alguien que Riley aún no había conocido y advertido?

*

Riley estaba en el pasillo de la oficina de campo en busca de Bill cuando su celular comenzó a vibrar. Vio que la llamada era de Quentin Rosner, jefe del equipo de buceo del lago de Nimbo.

El corazón de Riley comenzó a latir con fuerza. Seguramente él y sus buzos habían encontrado el segundo cuerpo.

“Hola, Sr. Rosner”, contestó ansiosamente.

“Llamé al agente especial encargado Morley”, dijo. “Me dijo que me comunicara contigo directamente”.

“Excelente”, dijo Riley. “¿Encontraron el otro cuerpo en el lago?”.

“Agente Paige, no le gustará esto”.

“¿Qué pasó?”.

“No hay ningún cuerpo en ese lago. Es un área grande, pero buscamos por todas partes”.

Riley no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Había estado equivocada?

No, todavía se sentía segura que el asesino de Nancy Holbrook había vertido un cuerpo diferente en ese lago. Ayudaba a explicar por qué no había bajado al agua para asegurarse de que su última víctima había desaparecido en las profundidades del lago.

Vio a Bill caminando por el pasillo en ese momento.

“Voy en camino a entrevistar a Ishtar Haynes”, dijo. “En su negocio. ¿Quieres venir?”.

Riley asintió con la cabeza, pero primero tenía que preguntarle algunas cosas a Rosner.

“¿Qué tal estuvo la visibilidad?”, preguntó Riley.

“Nada bien, para serte sincero”, dijo Rosner. “Inundar un cañón mueve un montón de terrón y vegetación putrefacta y puede tomar varios años para que el agua se aclare. Todo lo que fue vertido aquí cuando el lago era nuevo realmente pudiera estar enterrado bajo los escombros”.

“El cuerpo que estoy buscando podría haber sido vertido allí hace varios años”.

“Entonces eso es un problema. Pero sabemos lo que estamos haciendo, agente Paige. Somos una unidad bien entrenada. Y nos sentimos bastante seguros que no hay ningún cuerpo en ese lago”.

Riley lo pensó por un momento. Deseaba profundamente que Morley hubiera llamado a buzos del FBI. El equipo de búsqueda bajo el agua era increíble y los buzos habrían considerado todas las posibilidades sin siquiera hacer una pregunta. En cambio, Morley había contactado a una escuela local de entrenamiento de buceo. Había dicho que no había ninguna razón legítima para que el FBI estuviera involucrado en este caso de todos modos. No iba a permitir que un equipo del FBI de Los Ángeles se dirigiera a Phoenix.

Se dio cuenta que, a pesar de lo que Riley le había dicho, Morley aún consideraba que este era un único asesinato que estaban investigando como favor para un agente. Tendría que trabajar con el equipo que tenían. Pero ¿qué pudieron haber pasado por alto?

“¿Examinaron los mapas del cañón antes de que fuera inundado?”, preguntó.

Rosner se quedó callado por unos instantes.

“No, pero ¿de qué serviría eso?”, respondió.

Riley sofocó un gemido de impaciencia.

“¿Qué tan entrenado está este tipo realmente?”, se preguntaba. “¿Realmente tengo que decirle como hacer su trabajo?”.

“¿Cómo puedes estar seguro que revisaron cada rincón sin saber más sobre el terreno?”, preguntó.

Hubo un momento de silencio.

“Puedes ubicarlo con tu portátil”, agregó Riley.

“Ya nos pondremos en eso”, dijo Rosner finalmente con un tono pesimista.

“Me parece bien”, dijo Riley.

Finalizó la llamada y se quedó allí en el pasillo, preguntándose qué creer. ¿Y si no había un segundo cadáver? Eso significaría que este caso probablemente no era de asesinato en serie. Sintió una oleada de sentimientos encontrados. Odiaba estar equivocada. Aún así, la posibilidad que el asesinato de Nancy Holbrook no había sido la obra de un asesino en serie podría ser una buena noticia.

Pero el instinto de Riley le decía que sí había otro cuerpo en el lago y que este monstruo atacaría de nuevo.

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Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
271 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9781632919700
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