Kitabı oku: «Una Vez Enfriado », sayfa 3

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CAPÍTULO CINCO

“Hola, Riley”, dijo la voz de una mujer cuando Riley contestó el teléfono.

Era una voz dulce, temblorosa y débil por la edad, pero agradable de todos modos.

“Hola, Paula”, dijo Riley. “¿Cómo estás?”.

La mujer suspiró.

“Bueno, ya sabes, este día siempre es difícil”.

Riley entendía. La hija de Paula, Tilda, fue asesinada este día hace veinticinco años.

“Espero que no te moleste mi llamada”, dijo Paula.

“Por supuesto que no, Paula”, le aseguró Riley.

Después de todo, Riley había iniciado su relación bastante peculiar hace años. En realidad, Riley jamás había trabajado en el caso del asesinato de Tilda. Se había comunicado con la madre de la víctima mucho después de que el caso se enfriara.

Esta llamada anual entre ellas era un ritual bastante antiguo.

A Riley todavía le parecía extraño tener estas conversaciones con alguien que no conocía. Ni siquiera sabía cómo era Paula. Sabía que tenía sesenta y ocho años ahora. Su hija fue asesinada cuando había tenido cuarenta y tres, solo tres años mayor que Riley. Riley la imaginada como una abuela amable.

“¿Cómo está Justin?”, preguntó Riley.

Riley había hablado con el marido de Paula un par de veces, pero nunca había llegado a conocerlo.

Paula volvió a suspirar.

“Falleció el verano pasado”.

“Lo siento”, dijo Riley. “¿Qué le pasó?”.

“Fue repentino e inesperado. Fue un aneurisma, o tal vez un ataque al corazón. Se ofrecieron a hacerle una autopsia para determinar la causa. Yo les dije que no tenía sentido, eso no lo traería de vuelta”.

Riley se sintió muy mal por la mujer. Sabía que Tilda había sido hija única. La pérdida de su marido tuvo que haber sido muy difícil.

¿Cómo lo estás sobrellevando?, preguntó Riley.

“Un día a la vez”, dijo Paula. “Me siento bastante sola”.

Había una nota de tristeza casi insoportable en su voz, como si se sintiera lista para estar con su esposo en la muerte.

A Riley le costaba imaginar tanta soledad. Se sentía agradecida por tener a personas atentas en su vida: April, Gabriela y ahora Jilly. Riley había temido perderlas. April había estado en mucho peligro más de una vez.

Y, por supuesto, también tenía amigos maravillosos, como Bill. Él también había estado en peligro.

“Nunca los daré por sentado”, pensó.

“¿Y tú, querida?”, preguntó Paula.

Tal vez por eso Riley sentía como si pudiera hablar con Paula acerca de las cosas de las que no podía con la mayoría de las personas.

“Bien, estoy en el proceso de adoptar a una niña de trece años de edad. Eso ha sido una aventura. Ah, y Ryan regresó por un tiempo. Luego se fue de nuevo. Otra joven hermosura le llamó la atención”.

“¡Qué terrible!”, dijo Paula. “Tuve suerte con Justin. Jamás se alejó de mí. Y supongo que, a la larga, también tuvo suerte. Se fue rápido, no sufrió. Espero que cuando llegue mi momento...”.

La voz de Paula se quebró.

Riley se estremeció.

Paula había perdido a una hija a manos de un asesino que jamás había comparecido ante la justicia.

Riley también había perdido a alguien a manos de un asesino que jamás fue encontrado.

Ella habló lentamente.

“Paula... Todavía lo recuerdo. También tengo pesadillas”.

Paula respondió con una voz amable.

“No es de extrañar. Eras pequeña. Y estuviste allí cuando sucedió. Al menos yo no tuve que vivirlo”.

Esa frase sorprendió a Riley.

Para ella, Paula sí tuvo que vivirlo.

Es cierto que Paula no fue obligada a ver a su hija morir.

Pero, sin duda, perder su hija única había sido peor de lo que Riley había sufrido.

La capacidad de Paula de demostrar compasión desinteresada siempre asombraba a Riley.

Paula seguía hablando en una voz tranquilizadora.

“Supongo que el dolor nunca desaparece. Tal vez no deberíamos querer que desaparezca. ¿En qué nos convertiríamos si yo olvidara a Justin o tú a tu madre? Jamás quisiera endurecerme tanto. Mientras siga herida y me siga doliendo, me seguiré sintiendo humana... Y viva. Lo sucedido forma parte de lo que ambas somos, Riley”.

Riley contuvo las lágrimas.

Como siempre, Paula le estaba diciendo exactamente lo que necesitaba oír.

Pero, como siempre, no era nada fácil oírlo.

Paula continuó: “Y mira lo que has hecho con tu vida, proteges a otros, buscas la justicia. Tu pérdida te ha ayudado a ser quién eres: una campeona, una persona buena y cariñosa”.

Riley sollozó.

“Ay, Paula. Desearía que las cosas no tuvieran que ser así para nosotras. Deseo haber podido...”.

Paula la interrumpió.

“Riley, hablamos de esto todos los años. El asesino de mi hija jamás será llevado ante la justicia. No es culpa de nadie, y no culpo a nadie. Y mucho menos a ti. Nunca fue tu caso para empezar. No es tu responsabilidad. Todos los demás hicieron lo mejor que pudieron. Lo mejor que puedes hacer es hablar conmigo. Y eso hace que mi vida sea mucho mejor”.

“Siento lo de Justin”, dijo Riley.

“Gracias. Significa mucho para mí”.

Riley y Paula accedieron a hablar de nuevo el año siguiente, y luego finalizaron la llamada.

Riley se quedó sentada en su oficina.

Hablar con Paula siempre era difícil emocionalmente, pero la mayoría de las veces hacía a Riley sentirse mejor.

Hoy Riley solo se sintió peor.

¿Por qué?

“No me está yendo bien en estos momentos”, pensó Riley.

Hoy en día, todos los problemas en su vida parecían estar entrelazados.

Y, de alguna manera, no podía dejar de culparse a sí misma por toda la pérdida, por todo el dolor.

Al menos ya no tenía ganas de llorar. Llorar sin duda no la ayudaba. Además, Riley tenía que terminar unos trámites administrativos rutinarios hoy. Se acomodó en su escritorio y trató de trabajar.

*

Esa misma tarde, Riley se fue directamente a la Escuela Intermedia Brody. Jilly ya estaba esperándola en la acera cuando llegó.

Jilly saltó en el asiento del pasajero.

“¡Tenía quince minutos esperando!”, dijo. “¡Date prisa! ¡Vamos a llegar tarde al juego!”.

Riley dejó escapar una risita.

“No vamos a llegar tarde”, dijo. “Llegaremos justo a tiempo”.

Riley siguió conduciendo hacia la escuela secundaria de April.

Mientras conducía, Riley comenzó a preocuparse de nuevo.

¿Ryan había ido a recoger sus cosas?

¿Y cuándo y cómo iba a darles la noticia a las chicas de que se había ido?

“¿Qué pasa?”, preguntó Jilly.

Riley no se había dado cuenta de que su rostro había traicionado sus sentimientos.

“Nada”, dijo.

“Sé que tienes algo”, dijo Jilly. “Puedo notarlo”.

Riley sofocó un suspiro. Al igual que April y Riley, Jilly era bastante observadora.

“¿Debería decírselo ya?”, se preguntó Riley.

No, este no era el momento. Estaban en camino a ver jugar a April en un partido de fútbol. No quería arruinarles la tarde con malas noticias.

“No es nada”, dijo.

Riley se estacionó en la escuela de April minutos antes del comienzo del partido. Ella y Jilly se dirigieron hacia las gradas, que ya estaban bastante llenas. Riley se dio cuenta de que tal vez Jilly tenía razón, tal vez deberían haber llegado antes.

“¿Dónde nos sentamos?”, preguntó Riley.

“¡Allá arriba!”, dijo Jilly, señalando el nivel superior, donde quedaba un poco de espacio disponible. “Podré ponerme contra la baranda y ver todo”.

Subieron las gradas y se sentaron. El juego comenzó en cuestión de minutos. April estaba de mediocampo y pasándola de lo mejor. Riley vio de inmediato que era una jugadora agresiva.

Mientras observaban, Jilly comentó: “April dice que quiere desarrollar sus habilidades de juego durante los próximos años. ¿Es cierto que el fútbol podría ayudarla a obtener una beca para la universidad?”.

“Si trabaja duro”, dijo Riley.

“Guau. Eso es genial. Tal vez yo pueda hacer eso también”.

Riley sonrió. Era maravilloso que Jilly tuviera una visión tan positiva del futuro. En la vida que dejó atrás, Jilly había tenido poco qué esperar. Sus posibilidades habían sido sombrías. Era casi seguro que no hubiese terminado la secundaria, y mucho menos que iría a la universidad. Ahora tenía acceso a todo un mundo de posibilidades.

“Supongo que sí hago algunas cosas bien”, pensó Riley.

April se metió en la defensa e hizo un tiro de esquina que le pasó de lado a la arquera contraria. Anotó el primer gol del partido.

Riley se puso de pie, vitoreando y aplaudiendo.

Mientras vitoreaba, Riley reconoció a otra chica del equipo. Era la amiga de April, Crystal Hildreth. Riley no había visto a Crystal en bastante tiempo. Ver a la chica despertó algunas emociones complicadas.

Crystal y su padre, Blaine, habían vivido justo al lado de Riley y su familia.

Blaine era un hombre encantador. Riley se había interesado en él, y él en ella.

Pero todo eso terminó hace unos meses cuando sucedió algo terrible que hizo que se mudaran.

Riley realmente no quería recordar esos terribles acontecimientos.

Observó la multitud. Puesto que Crystal estaba jugando, era obvio que Blaine tendría que estar ahí. Pero no lo vio.

Esperaba no encontrárselo.

*

Era medio tiempo y Jilly se había ido a hablar con unos amigos que había visto.

Riley vio que tenía un mensaje de texto. Era de Shirley Redding, la agente inmobiliaria que había contactado para vender la cabaña de su padre.

Leía:

“¡Buenas noticias! ¡Llámame de inmediato!”.

Riley se bajó de las gradas y marcó el número de la agente.

“Le eché un vistazo a la propiedad”, dijo la mujer. “Vale más de cien mil dólares. Tal vez el doble”.

Riley sintió un cosquilleo de emoción. Esa cantidad de dinero sería una gran ayuda para los planes universitarios de las chicas.

Shirley continuó: “Tenemos que hablar de los detalles. ¿Ahora es un buen momento?”.

No lo era, por supuesto, así que Riley se puso de acuerdo con ella para hablar mañana. Justo cuando finalizó la llamada, vio a alguien haciendo su camino a través de la multitud hacia ella.

Riley lo reconoció de inmediato. Era Blaine, su antiguo vecino.

Vio que el hombre guapo y sonriente aún tenía una cicatriz en la mejilla derecha.

Riley se sintió desolada.

¿Él la culpaba por esa cicatriz?

Porque ella no podía dejar de culparse a sí misma…

CAPÍTULO SEIS

Blaine Hildreth sintió una oleada de emociones mientras se abrió paso entre la multitud. Había visto a Riley Paige cuando se puso de pie para vitorear. Se veía igual de vital y despampanante como siempre, y se encontró caminando automáticamente hacia ella en medio tiempo. Ahora estaba mirándolo mientras se acercaba, pero su expresión no le decía mucho.

¿Qué había sentido al verlo?

¿Y qué había sentido él al verla a ella?

Blaine no pudo evitar regresar a un día traumático hace más de dos meses…

Estaba sentado en su propia sala de estar cuando escuchó un ruido terrible al lado.

Corrió a la casa adosada de Riley y encontró la puerta parcialmente abierta.

Entró rápidamente y vio lo que estaba pasando.

Un hombre estaba atacando a April, la hija de Riley. El hombre había tirado a April al suelo, y ella estaba retorciéndose y golpeándolo con sus puños.

Blaine corrió hacia ellos y quitó al atacante de encima de April. Luchó con el hombre, tratando de someterlo.

Blaine era más alto que el atacante, pero no más fuerte, y no tan ágil.

Siguió lanzando golpes, pero la mayoría de ellos no conectaron, y los que sí no causaron ningún daño aparente.

De repente, el hombre conectó un golpe terrible en el abdomen de Blaine. Blaine se quedó sin aire. Se dobló sin poder respirar.

Luego, el atacante le lanzó una patada en la cara...

... y todo se puso negro.

Blaine despertó en el hospital después de eso.

Y ahora, mientras se acercaba a Riley, estaba temblando un poco por el recuerdo.

Él trató de recomponerse.

Cuando llegó a Riley, no sabía qué hacer. Darle la mano parecía un poco ridículo. ¿Debería darle un abrazo?

Vio que el rostro de Riley estaba rojo de vergüenza. Ella tampoco parecía saber qué hacer.

“Hola, Blaine”, dijo Riley.

“Hola”.

Se quedaron mirándose por un momento, luego se rio un poco ante su propia incomodidad.

“Las chicas están jugando bien hoy”, dijo Riley.

“Especialmente la tuya”, dijo Blaine.

El primer gol de April realmente lo había impresionado.

“¿Estás aquí con alguien?”, preguntó Riley.

“No. ¿Y tú?”.

“Solo, Jilly”, dijo Riley. “Tú no la conoces. Jilly es… Bueno, es una larga historia”.

Blaine asintió con la cabeza.

“Mi hija me ha hablado de Jilly”, dijo. “Fue genial lo que hiciste”.

Blaine recordó algo más que Crystal le había dicho. Riley estaba tratando de volver con Ryan. Blaine se preguntó cómo le estaba yendo con eso. Ryan no estaba aquí en el juego, después de todo.

Riley le dijo tímidamente: “Oye, estamos sentadas en la parte trasera de las gradas. Tenemos espacio. ¿Quieres ver el resto del partido con nosotras?”.

Blaine sonrió.

“Me gustaría eso”, dijo.

Se dirigieron a las gradas y subieron a la parte trasera. Una joven delgada sonrió cuando vio a Riley acercarse, pero luego hizo una mueca cuando vio que Blaine estaba con ella.

“Jilly, este es mi amigo, Blaine”, dijo Riley.

Sin decir nada, Jilly se levantó del banco y empezó a alejarse.

“Siéntate con nosotros, Jilly”, dijo Riley.

“Me voy a sentar con mis amigos”, dijo Jilly, pasándolos y continuando por las escaleras.

Riley se veía conmocionada y consternada.

“Lo siento”, le dijo a Blaine. “Eso fue muy grosero”.

“Está bien, no te preocupes”, dijo Blaine.

Riley suspiró y ambos se sentaron.

“No, no está bien”, dijo. “Un montón de cosas no están bien. Jilly está molesta porque estoy sentada con otra persona que no es Ryan. Se había mudado de nuevo a la casa, y se encariñó mucho con él”.

Riley negó con la cabeza.

“Ahora Ryan se mudará de nuevo”, dijo. “No he tenido la oportunidad de decirles a las chicas todavía. O tal vez simplemente no tengo las agallas. Ambas estarán desoladas”.

Blaine se sintió un poco aliviado de que Ryan ya no formara parte de la ecuación. Había visto al apuesto ex esposo de Riley un par de veces, y la arrogancia del hombre era desagradable. Además de eso, tenía que admitir que tenía la esperanza de que Riley no estuviera en una relación sentimental con nadie.

Pero también se sentía culpable por reaccionar de esa manera.

El juego comenzó de nuevo. April y Crystal estaban jugando bien, y Blaine y Riley vitorearon de vez en cuando.

Pero Blaine igual pasó todo el rato pensando en la última vez que había visto a Riley. Fue poco después de su regreso a casa. Había tocado su puerta para decirle que él y Crystal se mudarían. Blaine le había dado a Riley una excusa poco convincente. Le había dicho que la casa adosada quedaba demasiado lejos de su restaurante.

También trató de hacer parecer que la mudanza no era gran cosa.

“Será como si nada hubiera cambiado”, le había dicho.

No era cierto, por supuesto, y Riley no se lo había tragado.

Había estado visiblemente disgustada.

Este parecía ser un buen momento para hablar del tema.

Con una voz vacilante, dijo: “Mira, Riley, lamento lo que pasó la última vez que nos vimos. Cuando te dije que nos mudaríamos. Yo no estaba en mi mejor momento”.

“No tienes que explicarme nada”, dijo Riley.

Pero Blaine se sentía muy diferente.

“Mira, creo que los dos sabemos por qué Crystal y yo nos mudamos”, dijo.

Riley se encogió de hombros.

“Sí”, dijo Riley. “Temías por la seguridad de tu hija. No te culpo, Blaine. Realmente no lo hago. Solo estabas siendo sensato”.

Blaine no sabía qué decir. Riley tenía razón, por supuesto. Había temido por la seguridad de Crystal, no por la suya. También temía por el bienestar mental de Crystal. La ex esposa de Blaine, Phoebe, era una alcohólica abusiva, y Crystal todavía estaba lidiando con las cicatrices emocionales de esa relación. No necesitaba más traumas en su vida.

Riley sabía todo de Phoebe. De hecho, ella había rescatado a Crystal de una de sus borracheras.

“Tal vez ella sí entiende”, él pensó.

Pero de verdad no sabía cómo se sentía realmente.

En ese momento, el equipo de sus hijas anotó otro gol. Blaine y Riley aplaudieron y vitorearon. Ellos vieron el partido en silencio durante unos minutos.

Luego Riley dijo: “Blaine, admito que me decepcionaste cuando te mudaste. Tal vez incluso me sentí un poco enojada. Yo no tenía razón. No era justo de mi parte. Lamento todo”.

Ella hizo una pausa, y luego continuó.

“Me sentí muy mal por lo que te pasó. Y culpable. Aún me siento culpable. Blaine, yo...”.

Por un momento, parecía estar luchando con sus pensamientos y sentimientos.

“No puedo evitar sentir que pongo en peligro a todo aquel que se cruza en mi camino. Odio esa parte de mi trabajo. Odio esa parte de mí”.

Blaine comenzó a refutarla.

“Riley, no debes...”.

Riley lo detuvo.

“Es cierto, y los dos lo sabemos. Si yo fuera mi vecina, también quisiera mudarme si tuviera un adolescente en casa”.

En ese momento, una jugada les salió mal al equipo de sus hijas. Blaine y Riley se quejaron junto con el resto de los aficionados.

Blaine estaba empezando a tranquilizarse. Riley sinceramente no parecía guardarle rencor por su mudanza.

¿Podrían volver a despertar el interés que una vez tuvieron el uno para el otro?

Blaine tuvo las agallas para decir: “Riley, me encantaría invitarte a ti y a tus hijas a cenar en mi restaurante. Puedes traer a Gabriela también. Ella y yo podríamos intercambiar recetas centroamericanas”.

Riley se quedó callada por un momento. Se veía como si ni siquiera lo hubiera oído.

Finalmente dijo: “No gracias, Blaine. Las cosas están demasiado complicadas en este momento. Gracias por la invitación”.

Blaine se sintió desilusionado. No solo lo estaba rechazando, sino que también parecía que no estaba dejando ninguna puerta abierta para el futuro.

Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

Vio el resto del juego con Riley en silencio.

*

Riley seguía pensando en Blaine durante la cena de esa noche. Se preguntó si tal vez había cometido un error. Tal vez debería haber aceptado su invitación. Le gustaba y lo echaba de menos.

Incluso había invitado a Gabriela, y eso había sido adorable de su parte. Como Blaine era restaurador, había apreciado la cocina de Gabriela en el pasado.

Y Gabriela había hecho una comida típica de Guatemala esa noche: pollo en salsa de cebolla. Las niñas estaban disfrutándola y charlando sobre su victoria de esa tarde.

“¿Por qué no viniste al juego, Gabriela?”, preguntó April.

“Lo hubieses disfrutado”, dijo Jilly.

“Sí, me gusta el fútbol”, dijo Gabriela. “Iré al próximo juego”.

Le pareció el momento ideal para mencionar algo.

“Tengo buenas noticias”, dijo. “Hablé con mi agente inmobiliaria hoy, y piensa que podría ganar bastante dinero de la venta de la cabaña de su abuelo. Estoy segura que ayudará con los planes universitarios de ambas”.

Eso alegró a las chicas y hablaron del tema por un tiempo. Pero pronto el estado de ánimo de Jilly pareció decaer.

Finalmente, Jilly le preguntó a Riley: “¿Quién era ese tipo que estaba contigo en el juego?”.

April dijo: “Ah, ese es Blaine. Solía ​​ser nuestro vecino. Él es el padre de Crystal. Tú la conoces”.

Jilly siguió comiendo en silencio por unos momentos.

Luego dijo: “¿Dónde está Ryan? ¿Por qué no estaba en el juego?”.

Riley tragó grueso. Se dio cuenta hace rato que Ryan había venido a casa durante el día para recoger sus cosas. Era el momento de decirles la verdad.

“Hay algo que he tenido la intención de decirles”, comenzó.

Pero le costó encontrar las palabras adecuadas.

“Ryan... Dice que necesita un poco de espacio. Él...”.

No podía seguir hablando. Notó por los rostros de las chicas que no necesitaba hacerlo. Entendieron muy bien lo que quiso decirles.

Después de unos segundos de silencio, Jilly se puso a llorar, huyó de la sala y subió las escaleras. April se puso de pie rápidamente para ir a consolarla.

Riley se dio cuenta de que April estaba acostumbrada a esas actitudes de Ryan. Estas decepciones aún debían dolerle, pero podía lidiarlas mejor que Jilly.

Sentada en la mesa con Gabriela, Riley comenzó a sentirse culpable. ¿Era completamente incapaz de mantener una relación seria con un hombre?

Como si hubiera leído sus pensamientos, Gabriela dijo: “Deja de culparte. No es tu culpa. Ryan es un tonto”.

Riley sonrió con tristeza.

“Gracias, Gabriela”, dijo.

Era exactamente lo que necesitaba oír.

Luego Gabriela agregó: “Las niñas necesitan una figura paterna, pero definitivamente no alguien que va y viene como él”.

“Lo sé”, dijo Riley.

*

Más tarde esa noche, Riley fue a ver cómo estaban las chicas. Jilly estaba en el cuarto de April haciendo tarea.

April levantó la mirada y dijo: “Estamos bien, mamá”.

Riley sintió un gran alivio. Aunque se sentía mal por las chicas, estaba orgullosa de que April estuviera consolando a Jilly.

“Gracias, cariño”, dijo antes de cerrar la puerta.

Sabía que April hablaría con ella de Ryan cuando se sintiera lista. Pero a Jilly podría costarle más.

Cuando volvió a bajar, Riley se encontró pensando en lo que Gabriela le había dicho.

“Las niñas necesitan una figura paterna”.

Miró el teléfono. Blaine había dejado claro que le gustaría entablar una relación con ella.

Pero ¿qué podría esperar de ella? Su vida era muy ocupada por sus hijas y el trabajo. ¿Realmente podría incluir a alguien más en este momento? ¿Solo terminaría decepcionándolo?

“Pero sí me gusta él”, admitió.

Y él también gustaba de ella. Seguramente tenía que tener espacio en su vida para...

Ella cogió el teléfono y marcó el número de Blaine. Se decepcionó cuando oyó la contestadora, pero eso no la sorprendió. Sabía que su trabajo en el restaurante a menudo lo mantenía alejado de casa en las noches.

Cuando oyó el pitido, Riley le dejó un mensaje.

“Hola, Blaine. Es Riley. Mira, lamento si estuve un poco distante en el juego de esta tarde. Espero no haber sido grosera. Solo quiero decirte que queremos aceptar tu invitación, si todavía sigue en pie. Llámame cuando puedas”.

Riley inmediatamente se sintió mejor. Ella fue a la cocina y se sirvió un trago. Mientras estaba sentada bebiéndoselo en el sofá de la sala de estar, se encontró recordando su conversación con Paula Steen.

Paula parecía haber aceptado que el asesino de su hija jamás sería llevado ante la justicia.

“No es culpa de nadie, y no culpo a nadie”, Paula le había dicho.

Esas palabras ahora preocupaban a Riley.

Era tan injusto.

Riley terminó su bebida, se duchó y se fue a la cama.

Las pesadillas comenzaron justo cuando se quedó dormida.

*

Riley era solo una niña.

Estaba caminando por un bosque de noche. Ella tenía miedo, pero no estaba segura del por qué.

Después de todo, no estaba realmente perdida en el bosque.

El bosque estaba cerca de una carretera, y podía ver los autos que iban y venían. El resplandor de un poste de luz y una luna llena iluminaban su camino entre los árboles.

Luego sus ojos se fijaron en una fila de tres tumbas poco profundas.

La tierra y las piedras que cubrían las tumbas estaban moviéndose.

Las manos de las mujeres se abrieron camino por las tumbas.

Podía oír sus voces decir...

“¡Ayúdanos! ¡Por favor!”.

“¡Solo soy una niña!”, respondió Riley entre lágrimas.

Riley se despertó en su cama. Estaba temblando.

“Fue solo una pesadilla”, se dijo a sí misma.

Y no era de extrañar que había soñado con las víctimas del ‘Asesino de la caja de fósforos’ la noche después de haber hablado con Paula Steen.

Respiró profundamente. Pronto se sintió relajada de nuevo, y comenzó a quedarse dormida.

Pero entonces…

Todavía era solo una niña.

Estaba en una tienda de dulces con mamá, y mamá estaba comprándole muchos dulces.

Un hombre aterrador que llevaba una media en la cabeza se acercó a ella.

Él apuntó a mamá con un arma.

“Dame tu dinero”, le dijo a mamá.

Pero mamá estaba demasiado asustada como para moverse.

El hombre le disparó a mamá en el pecho, y ella se cayó justo en frente de Riley.

Riley comenzó a gritar. Se dio la vuelta en busca de ayuda.

Pero, de repente, estaba en el bosque de nuevo.

Las manos de las mujeres seguían tratando de cavar por las tumbas.

Las voces seguían gritando...

“¡Ayúdanos! ¡Por favor!”.

Entonces Riley oyó otra voz a su lado. Esta le era familiar...

“Ya las oíste, Riley. Necesitan tu ayuda”.

Riley se volvió y vio a mamá. Estaba parada allí, su pecho sangrando de la herida de bala. Su cara estaba mortalmente pálida.

“¡No puedo ayudarlas, mamá!”, exclamó Riley. “¡Solo soy una niña!”.

Mamá sonrió.

“No, no eres una niña, Riley. Ya eres grande. Date la vuelta y lo verás”.

Riley se volvió y se encontró mirándose en un espejo completo.

Era verdad.

Ella era una mujer ahora.

Y las voces seguían exclamando...

“¡Ayúdanos! ¡Por favor!”.

Los ojos de Riley se abrieron de nuevo.

Estaba temblando aún más que antes, y estaba sin aliento.

Se acordó de algo que Paula Steen le había dicho.

“El asesino de mi hija jamás será llevado ante la justicia”.

Paula también había dicho...

“Nunca fue tu caso para empezar”.

Riley se sintió determinada.

Era cierto, el caso del ‘Asesino de la caja de fósforos’ no había sido suyo antes.

Pero ya no podía dejarlo en el pasado.

El ‘Asesino de la caja de fósforos’ tenía que ser llevado ante la justicia.

“Ahora es mi caso”, pensó.

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16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
251 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9781640298385
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