Kitabı oku: «Problemas de escritura? Experiencias de profesoras en torno al ejercicio de escribir en el aula»

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© LOM ediciones / Universidad de Chile Primera edición, mayo de 2021 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN impreso: 9789560014047 ISBN digital: 9789560014436 Libro realizado en coedición con: Vicerrectoría de Asuntos Académicos, Universidad de Chile Oficina de Equidad e Inclusión, Universidad de Chile Programa PACE UChile Centro de Investigación Avanzada en Educación - CIAE Edición y maquetación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago lom@lom.cl | www.lom.cl Tipografía: Karmina Registro N°: 204.021 Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile

Índice

  Nota a la edición

  Agradecimientos

  Prólogo

  Presentación

  Hacia una formación docente con sentido

  Cuando Arpa Escritura llega a la sala de clases

  Gramáticas de la autonomía

  De la enseñanza tradicional de la escritura al modelo ARPA

  Aprendizajes y descubrimientos

  Una pedagogía ética para la dignidad

  Referencias

  Postfacio

  Sobre los autores

Nota a la edición

La composición de este libro fue liderada por cuatro autores, todos ellos docentes de profesión e integrantes del equipo ARPA Escritura, quienes le dieron forma, desde sus estilos y voces escriturales, a las unidades que configuran este libro. Cada unidad fue escrita, inicialmente, por uno de ellos, escritura que luego fue socializada y editada colectivamente.

En este libro, a su vez, se ha optado por usar de manera inclusiva los términos “la docente”, “la profesora” y sus respectivos plurales para referirse a hombres y mujeres. Esta elección se sustenta en que la composición de género del gremio docente en Chile es, principalmente, femenina; así como las protagonistas de los testimonios relevados en este libro son en su totalidad mujeres. Por otro lado, no existe consenso respecto a cómo referirse de manera conjunta a ambos géneros en español y alternativas como “o/a”, “los/las” representan una saturación que puede dificultar la lectura fluida del texto.

Por último, para referirse a los y las estudiantes se usarán los términos “el estudiante”, “la estudiante” y sus respectivos plurales de manera alternada en el texto. Esto con el fin de no priorizar ningún género por sobre el otro y a causa de las dificultades lingüísticas ya mencionadas.

Agradecimientos

El trabajo de ARPA escritura en las escuelas vinculadas al proyecto PACE se fundó en una increíble cadena humana de esfuerzos, de cómplices convencidos de la importancia de que estas oportunidades existan en estas salas de clases. Cada uno de ellos es vital en nuestro trabajo. Por eso queremos agradecerles su colaboración, compromiso y arrojo en este apartado. En primer lugar, a las profesoras entrevistadas para la elaboración de este libro: Patricia Flores, Patricia Milla, Viviana Zamorano, Lucía Encina, Daniela Vargas, Camila Lucero, Daniela Soza y Jael Rojas, quienes no solo nos entregaron un espacio en su agenda para tener esta conversación, sino que tuvieron la visión y la persistencia para llevar a sus salas de clases los desafíos de escritura propuestos por ARPA durante todo el año. A los y las directivas, equipos de coordinación, dirección académica y contrapartes de los establecimientos: Vilma Lee, del Centro Educacional Mariano Latorre, de La Pintana; Carolina Vega, del Liceo Profesora Gladys Valenzuela, de Lo Prado; Juan Emilio Correa, del Liceo Malaquías Concha, de La Granja; Johnny Matus, del Instituto Cumbres Cóndores Oriente, de Renca; Palmira Cosgrove, del Centro Educacional Valle Hermoso, de Peñalolén, y Arturo Castro, del Liceo Gabriela Mistral, de Independencia, por el arduo y constante trabajo que realizan en cooperación con el proyecto ARPA, que logró darle vida a nuestro plan de visitas y formación para los y las profesoras de sus establecimientos. A Maribel Mora y Fabián Retamal, de la Oficina de Equidad e Inclusión (OEI-UCH), y al equipo del Programa de Acceso Efectivo a la Educación Superior de la Universidad de Chile (PACE-UCH) por su apoyo y convicción. A Rosa Devés y la Vicerrectoría Académica de la Universidad de Chile, por poner todo a disposición de la difusión de este trabajo de largo aliento. A Alejandra Mizala, directora del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE). A Patricio Felmer, Cristián Reyes y Marcela Lizama, por ser parte de nuestro trabajo desde siempre con la pasión y la desobediencia necesaria. A Víctor Berríos, Nicole Fuenzalida y Constanza Martínez, por compartir los primeros suspiros de la escritura y el aliento para las primeras batallas. A Elena Valente, por su valioso aporte en la formación del equipo, por su cariñoso acompañamiento, por su fe. A Lorena Medina, por creer en la profesión docente, por leer este intento y aceptar la invitación a ser parte de este libro. Al pueblo de Chile, que confirmó la esperanza de todos y todas las que trabajamos por otra educación.

Prólogo

Escribir, escribir, escribir, hasta perder el miedo...

El libro que tienes en tus manos, a poco avanzar la lectura, de seguro te llegará o llevará mucho más lejos, pues en su inmensa capacidad de diálogo, manifestada de lleno en la forma que finalmente tomó, también te emplazará a ser más que un lector: te obligará a compartir experiencias con un grupo de profesoras diversas, así como también a dialogar, a escuchar sus voces y las de las autoras de esta polifonía, que más que una coreografía, resulta una orquestación que claramente fue más que posible.

ARPA Escritura busca “promover y consolidar la discursividad de los niños, niñas y jóvenes a través de ciclos de enseñanza y aprendizaje situados en la escritura”, que en el contexto del ethos que el proyecto crea, supone un co-construir y construirse de las y los estudiantes a través del desarrollo de la competencia discursiva escrita, como sujetos de derecho, agentes, participantes, opinantes, con un pensamiento crítico sustentado en la capacidad de tomar posición frente a su propia actividad y la de la sociedad toda. Así, escribir se convierte en algo más que una “tarea” ajena, impuesta desde una prescripción curricular: se vuelve una actividad emancipatoria en un espacio compartido con otros, en donde las profesoras y profesores pueden ir liberándose de prácticas educativas anquilosadas, y a veces hasta sin sentido, para transitar hacia una actividad situada, vívida y hasta emocionante.

Desde un modelo de desarrollo profesional docente, alineado con la visión de una formación a lo largo de la vida, que también se procuró en la Ley 20.903, ARPA se interesa en los docentes como profesionales experimentados con quienes dialoga, a quienes desafía y promueve sus transformaciones y búsquedas de sentido situadas, acompañándoles en su propio territorio, a través de la creación de una oportunidad de aprendizaje ajena a la estandarización, un gesto de confianza ampliamente esperado por la comunidad de profesionales de la educación, así como un modo de aprender con otros para mediar y otorgar una interlocución válida a cada integrante del aula. Todo ello en un ciclo que comienza en un problema y termina en una escritura andamiada y compartida, en un proceso que requiere cierta maduración tras el cambio que toda nueva actividad reclama.

¿Cuántas líneas escribo? De seguro lo escuchaste en tu sala, como compañero y como profe, intentando encontrar un sentido y un destinatario imaginario que no lograba instalarse del todo a la altura de la inspiración para al menos deslizar unas pocas palabras en la hoja en blanco, que la profesora o el profesor te pedía, o que tú pedías a tus estudiantes. Leyendo y oyendo las voces en este libro, no tardas en caer en la cuenta: era más que una pregunta práctica, no era sino la constatación de la pérdida de sentido de la actividad. Y una sensación de soledad e individualismo te embargaba, a veces inmovilizándote.

Pero dar la vuelta al mundo de las prácticas rutinarias (aunque en poco más de 80 días) también es posible, y en ese mundo al revés, la escritura deja de ser una tarea sin sentido para instalarse como una práctica social que conduce, en medio de ese convivir socialmente con otras y otros, a la autonomía a ser sujetos más libres y creativos, que se instalan e inscriben en sus discursos y en el de otros con una dignidad ganada. Las gramáticas de la autonomía son siempre antes las gramáticas de la alteridad, son primero un nosotros antes que un yo.

En estas pocas líneas de prólogo, yo también dialogo con las autoras, las docentes, y a través de ellas con las niñas y niños de las comunidades que mediante ARPA Escritura tú también conocerás, aunque sólo si te embarcas en la lectura de este gran pequeño testimonio de pedagogía con un gran poder de transformación.

Escribir, escribir, escribir, hasta ser más libres…

Lorena Medina Morales

Profesora de Castellano y Decana de la Facultad de Educación UC

Presentación
ARPA Escritura: una coreografía posible

El timbre suena indicando que el recreo ya se acabó. Los estudiantes se comen lo que queda de colación como si se fuera a acabar el mundo. Corren hacia las salas, se disponen a entrar como siempre. La profesora está afuera con una bolsa; les pide sacar algo de ella. En la bolsa hay colores. A todos parece tocarles uno diferente; algunos se repiten. Los estudiantes comprenden: hoy la clase será distinta. Se sientan en la mesa con el color que les corresponde; algunos alegan, no les gusta sentarse con ese compañero que siempre molesta en clases o con esa compañera que cree saberlo todo. Se miran con sospecha. Un vez que están todos distribuidos aleatoriamente, la profesora levanta la voz: «Hoy viviremos algo especial. En mis manos tengo un problema que ustedes deberán resolver con su escritura». «¡Qué! ¿Cómo?», la suspicacia parece tomarse la sala. «Sí, con su escritura». En este papel hay una situación. Ustedes deben descubrir qué hay que hacer, discutir en grupo y luego cada uno escribe su propia respuesta individualmente». «¿Cuántas líneas, profe?», gritan de una esquina. «¿Es con nota?», se escucha casi al unísono. «Las que ustedes quieran y crean necesarias para darle solución al problema». «¿Pero tiene nota o no?». «No, no tiene nota. Escriban con total libertad, lo importante es lo que usted tenga para decir».

«¿Qué bicho le picó a la profe?». Los estudiantes, sorprendidos, reciben el problema, uno para cada grupo. Se acercan unos a los otros para escucharse, desde lejos cada grupo parece que estuviera en una pequeña fogata y desde cerca se escucha la lectura del problema que hoy deberán resolver:

Un robot siente y escribe

El futuro ha llegado: eres un robot y tienes miedo. Los humanos anunciaron que destruirán a todos los robots que ellos mismos crearon. Dicen que ustedes no tienen opinión, ni menos sentimientos. Tú sabes que eso no es verdad. Si bien eres de metal, puedes amar, pensar y sentir miedo. ¡Puedes incluso escribir! Se te ocurre escribir una carta abierta para todos los humanos. Tu idea es demostrar que ustedes sí tienen alma y que merecen seguir vivos. ¡Esta carta puede salvarlos del exterminio! No pierdas ni un minuto más.

La profesora está nerviosa, es su primera vez haciendo un Arpa en ese curso. En el taller al que va todos los meses le enseñaron cómo se hacía: que primero la distribución aleatoria, que es clave para garantizar la mezcla y reestructuración de la sala de clases; que luego la entrega en que debe pasarles el problema y motivarlos con el desafío; luego la activación, esa etapa en que debe cerciorarse de que todos comprendan la consigna, lo que hay que hacer, y levantar las coordenadas de escritura –el género discursivo, el propósito, el rol, el destinatario–, que están ahí para guiar la escritura; luego la consolidación, en que hay que tensionar las escrituras de sus estudiantes para propiciar su socialización y mejora; y, finalmente, la plenaria, ese momento en el que se comparten y valoran los textos producidos en la clase. Y todo esto a través de preguntas; cada intercambio en la sala debe estar conducido a partir de las preguntas que hacen los estudiantes y de las preguntas que elige la profesora para responderlas.

Ella tiene muy claras las etapas didácticas, ha vivido arpas con sus compañeras de taller, incluso tuvo que escribir y resolver el mismo problema que hoy sus estudiantes enfrentan. Recuerda todo lo vivido y se siente más segura. Recorre la sala escuchando lo que dicen, mirando sus caras de duda. No entiendo, profe. Ella se acerca: a ver, qué hay que hacer, ¿alguien me puede explicar? Otro estudiante contesta: hay unos robots y los humanos los quieren matar a todos y hay que ayudarlos. Pero cómo, si son robots, son máquinas, responde el estudiante de la duda inicial. No po, si aquí dice, tú eres un robot, tienes que ponerte en su lugar, tú quieres que no te maten, responde otra compañera. La profesora esboza una sonrisa cómplice, y agrega: ¿y cómo podríamos lograr que los humanos no nos maten? Fíjense que tenemos solo palabras para convencerlos, ¿qué podríamos hacer con ellas? Los estudiantes se miran atónitos. Luego de plantearles la pregunta, la profesora se va. Ellos se escudriñan como si de tanto mirarse pudieran encontrar las respuestas. A lo lejos, la profesora observa que ya están discutiendo.

La sala es un murmullo constante; entre risas, gritos, ventrilocuismos, imitaciones, ensayan posibles soluciones: somos iguales, ustedes nos crearon, tenemos derechos, es lo que más se escucha entre los grupos. Al parecer están resolviendo el desafío. En un momento, el murmullo cesa y los lápices se levantan. La profesora siente alivio; los nervios se calman al ver que sus estudiantes sí están escribiendo: lo estoy logrando, piensa. Los estudiantes comienzan a levantar la mano: profe, ¿estará bien esto?, ¿se lo leo? Ella recuerda que en el taller discutieron que los estudiantes siempre buscan la venia de su profesora. Tengo que contestarles con preguntas, piensa y se acerca. Los invita a que se intercambien los textos, a que se compartan estrategias, a que se copien. Cómo nos vamos a copiar, profe, ¿esto es una trampa o qué? Risas, los estudiantes se leen entre ellos, hacen borrones en sus escritos, agregan cosas nuevas, se copian. Este texto tuyo es bien bueno, yo creo que este es el texto más poderoso, como que me emocioné cuando lo leí. Sí, te pasaste, y eso que te va mal en Lenguaje. La profesora los escucha: ¿ya eligieron el texto más poderoso? Sí, profe, eligieron el mío, póngame un siete.

Al rato el nerviosismo vuelve, llegó el momento de la plenaria, el momento más importante del Arpa, en el que todo lo hecho esta mañana cobra sentido. Ojalá se escuchen, ojalá quieran leer. Ya, jóvenes… Comienza. Les pregunta qué les pareció la experiencia, qué les pasó al leer el problema, cómo se sintieron escribiendo. Me dio pena, profe. A mí también, contesta otro. Era difícil el problema, pero en mi grupo todos pudimos escribir algo, ojalá podamos sobrevivir. ¡Esto no es real, mensa! se escucha desde una esquina. Ya, pero es como si fuera real; algún día podría pasar ¿o no, profe?

Los estudiantes comienzan a leer sus textos. Al principio cuesta que todos estén atentos, pero de a poco se va logrando la conexión necesaria, ese estar presente tan necesario que queda expresado en el aplauso que llega sin que nadie lo pida; las estudiantes se felicitan. ¿Por qué aplaudimos tanto el texto de Javiera? ¿Qué tiene su texto de poderoso? Todo, profe; es como un combo breaker. Se sienta, se sienta, Javiera presidenta, dice un chistosito. ¿Creen que logró persuadir a los seres humanos? ¡Nada de esto existe!, grita el mismo de antes. ¿Ustedes creen que en toda nuestra historia hay humanos que se han sentido con el derecho de silenciar e incluso exterminar a otros seres? ¿Creen que alguna vez alguien haya tenido que defender su derecho a la vida o a vivir en paz?

Llegó el minuto de cerrar la plenaria. Las últimas estudiantes levantan la mano. La profesora les agradece a todos por sus escrituras, los felicita. El último aplauso es para todos, incluso para mí, se dice la profesora. Tocan el timbre y los estudiantes salen raudos. Mientras rellena el leccionario, se acerca un estudiante. Profe, me convenció: esto que tuvimos que escribir era bien real, era como si fuera la vida real, ¿o no? Solo que con robots. Me gustó. La sonrisa de él, la sonrisa de ella. Cierra el libro de clases y se dirige a la sala de profesores pensando cómo será la próxima clase, esa en que toca hacer la devolución de los textos, etapa didáctica en que los estudiantes se enfrentarán a las resoluciones de sus compañeros, las podrán analizar y apreciar textualmente, para así ver cómo mejorar la propia escritura. El desafío recién comienza, piensa satisfecha y se prepara para la siguiente clase.

Perder el miedo a escribir, escribir para perder el miedo

El escenario narrado anteriormente da cuenta de una realidad posible, es decir aquellas cosas que suceden, idealmente, en una sala de clases que abre sus puertas a explorar la escritura de la mano de ARPA; son las cosas que pueden surgir una vez que las profesoras se atreven a explorar nuevas formas de relacionarse con sus estudiantes, de enseñar, de aprender; son las cosas que se podrían decir, escuchar, compartir y escribir una vez que se elige escribir sin miedo, desde el juego y el encuentro. Perder el miedo a escribir, escribir para perder el miedo es la frase que elegimos para condensar lo que somos, lo que hacemos y lo que buscamos.

ARPA Escritura es una iniciativa de desarrollo profesional docente, alojada en el CIAE –Centro de Investigación Avanzada en Educación– y en el CMM –Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de Chile–, que tiene como misión promover y consolidar la discursividad de los niños, niñas y jóvenes a través de ciclos de enseñanza y aprendizaje situados en la escritura. Desarrollar la discursividad implica que nuestros estudiantes sean capaces de levantar la mano para alzar su voz, que eduquen el oído al escuchar a otros, que sean capaces de tomar un posicionamiento ético, político y afectivo, de elaborar las ideas que sustenten estos posicionamientos, que se apropien de su identidad para revestir de esta sus discursos, que movilicen sus creencias en el diálogo y en el encuentro con otros, que cultiven el pensamiento crítico, la emocionalidad y la sensibilidad gracias al lenguaje; que todo esto sea parte esencial de aquello que eligen escribir, para que la escritura no solo sea una forma de resolver problemas, sino también, una forma de tomar la palabra e inscribirse en el mundo.

La humanidad fue definiéndose a partir de las herramientas que conducían su paso por la historia; estas determinaron, incluso, su desarrollo filogenético. En este sentido, una vez que la escritura aparece como una herramienta altamente compleja, se deja atrás la prehistoria, en tanto la escritura se configura como una práctica civilizatoria (Chartier y Hebrard, 2000). Similar al impacto cultural que ocurrió cuando los seres humanos comenzaron a sepultar a sus fallecidos, la invención de la escritura abrió una puerta que nadie más pudo cerrar, y con ella, la posibilidad de dominar, de cierta manera, el tiempo, la caducidad de toda humanidad, espacio y cultura. El deseo por consignar en una materialidad un discurso, las ideas que pudieron movilizarse a partir de esta posibilidad revolucionaria, la variedad de propósitos que se le fueron inscribiendo a esta tecnología, desde los más rudimentarios, hasta incluso sus fines estéticos, dan cuenta de las implicancias de la aparición y el desarrollo de este gesto en la cultura y psicología de los individuos (Bazerman, 2008). En este sentido, escribir se posiciona como un área de interés de la educación y de las sociedades en el siglo XX, en tanto la escritura es una tecnología que se aprende y, por lo tanto, debe ser enseñada considerando la especificidad de sus alcances (Ávila y Navarro, 2016).

La literatura señala que esta herramienta posibilita desarrollar, modelar y regular el pensamiento; permite la búsqueda de la identidad y de la creatividad; se posiciona como un instrumento para dialogar con el conocimiento y construirlo; promueve el pensamiento crítico, la opinión y el disenso (Didactext, 2003; Leitão, 2000; Means y Voss, 1996; Miras, 2000; Rose y Martin, 2012; Tolchinsky y Simó, 2001; Vigotsky, 1973). En otras palabras, la escritura abre caminos para el ejercicio ético, ciudadano, afectivo e intelectual. Es por esto que en el centro de nuestro proyecto situamos una definición de la escritura que, puesto que se enmarca desde una perspectiva sociocomunicativa y cultural (Bereiter y Scardamalia,1987; Carlino, 2003; Didactext, 2003; Flower y Hayes, 1981; Hayes, 1996; Hamilton y Barton, 2000), supone su enseñanza y aprendizaje desde la libertad, el reconocimiento del otro, de uno mismo, de las diferencias que determinan nuestra enunciación y en el marco de comunidades de habla que colaboran para aprender.

Cuando decimos Perder el miedo a escribir sabemos que la escritura escolar ha estado revestida de prácticas que resultan amenazantes para quien aprende y que derivan de un modelo didáctico normativo, que resulta además ser el enfoque más recurrente en la enseñanza escolar (Espinosa, 2018). En ese contexto, enfrentarse a esos miedos puede ser paralizante e, incluso peor: las escrituras que abandonan la inercia, forzosamente, desde este miedo, muchas veces son truncas y no dan cuenta de lo que el escritor es, cree y siente. El aprendizaje de la lengua, o más específicamente, de la escritura, está determinado por las oportunidades de aprendizaje a las que fueron enfrentados los estudiantes (Camps y Dolz, 1995; Larraín, Freire y Olivos, 2014). De esta manera, desarrollar la discursividad de nuestros estudiantes implica brindarles oportunidades de real colaboración (Cotteron, 1995) y espacios auténticos de aprendizaje, que fomenten la autonomía y que confíen en lo que los estudiantes son y en lo que poseen.

Asimismo, cuando señalamos escribir para perder el miedo, deseamos que la escritura se transforme en un vehículo para la valentía. La emancipación que se espera iniciar, a través de la resolución de un problema de escritura, puede movilizar otras piezas del engranaje social, cultural, económico, biopolítico e ideológico en el que viven nuestros estudiantes y que, muchas veces, los limita, o conmina a una pasividad que se traduce en la reproducción del modelo.

De muchas formas, Perder el miedo a escribir, escribir para perder el miedo es una frase que funciona como una representación de lo que es ARPA Escritura en todas sus dimensiones, desde la más pequeña a la más macro. Desde cómo está enunciado un problema escritura para movilizar a toda una sala de clase, en que el problema retórico (Alvarado, 2013; Flower y Hayes, 2006) permite a los estudiantes explorar sin miedos los géneros discursivos, los invita a jugar, a desplegar sus escrituras a partir de unas coordenadas específicas que los ayudan a no perderse; pasando por cómo los estudiantes se enfrentan al problema, abandonando la idea solitaria de la escritura que se ha reproducido a través de la historia. Esta representación se manifiesta, incluso, cuando observamos las producciones de los estudiantes: hojas de papel que transitan de un lugar a otro; por lo que la escritura es siempre un territorio abierto a otros, a sus lecturas y compromisos con su evolución.

En otra escala, la clase arpa que realizan las profesoras con sus estudiantes en el aula es una representación del modelo de formación docente que ellas viven en el taller Resolución de problemas en el aula en ARPA y PACE UChile; las docentes también se enfrentan a un problema de escritura, y aprenden y escriben bajo el mismo paradigma que deberán promover con sus estudiantes. Para hacerlo, el o la monitora del taller ARPA las invita a abrir sus escrituras, y abrirse a los saberes de otras docentes, a perder el miedo no solo a escribir, sino a explorar otras prácticas que exigen arrojo, valentía y una disposición especial a la experimentación, al juego.

Para lograr desprenderse de los miedos está dispuesta una serie de dimensiones que hay transitar y que están contenidas en la enunciación de nuestro lema. Esto lo viven tanto docentes como estudiantes, e incluso nosotros como ARPA Escritura al plantear un modelo de formación y de tratamiento de la escritura que va, en muchos sentidos, a contracorriente de lo conocido. Todo nuestro modelo está trazado por ciertas líneas que son observables en todas las estructuras en las que nos desplegamos: la escritura debe vivirse sin miedo, porque pareciera que se aprende mejor cuando es con dignidad, en libertad y cuando es con otros.

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