Kitabı oku: «Tomar la palabra: 25 estudiantes secundarixs pensando la humanidad», sayfa 2
Presentación
La palabra escrita como herramienta básica del pensamiento y el desarrollo de éste, como la posibilidad de hacerse un lugar en mundo. Es preciso indicar que la búsqueda tras la idea de promover la escritura en la escuela está lejos de ser testimonio de una preferencia antojadiza sobre un eje de aprendizaje. Y es que más allá del olvido en la que se encuentra su enseñanza en las aulas, la iniciativa que aquí presentamos pretende dar lugar a una posibilidad cierta y no ofrecer una oportunidad, que puede tomarse o no. Hablamos de construir condiciones para que las habilidades escritas abran camino a las y los jóvenes, asumiendo que ello, más que una apuesta, es una responsabilidad.
ARPA Escritura es una propuesta educativa que pone en el centro la voz de quienes aprenden a través de un escenario que los interpela y que moviliza su reflexión. De esta manera comprometemos a los y las estudiantes, quienes, en estas actividades, sólo pueden expresar su opinión, parecer o sentir desde su desempeño escrito. El texto se transforma entonces en la extensión de lo que son, y el ejercicio de la escritura, en el medio para mostrarlo. No se trata de cuánto aprenden, sino de que el proceso de aprendizaje está en pleno vínculo con su identidad y les contempla como un motor activo de conocimiento y valor. Es decir, lo relevante aquí es que la genuina urgencia por escribir es al mismo tiempo el cómo se aprende de manera significativa. Esta perspectiva, que realza la subjetividad de cada una de las y los escritores, conecta también con la elaboración colectiva, la discusión y la colaboración. El aula se transforma en un territorio llano para compartir experiencias, decisiones, comentar y valorar lo que otros y otras han escrito. El intercambio se realiza desde la palabra, lo que a la larga nutre las producciones escritas, amplía las habilidades discursivas y entrega herramientas para que los y las protagonistas puedan decir lo que quieren decir.
Para revitalizar la experiencia de la escritura en la escuela y construir conocimiento desde las y los estudiantes, es fundamental modificar la relación tradicional en la sala de clases. En primer término, la interacción vertical y monopolizada por la o el docente deja de ser la norma y se transita hacia un modelo de comunicación auténtico con quienes aprenden. Profesores y profesoras son capaces de dar espacio para que sus estudiantes reflexionen, opinen, expliquen sus procesos y experiencias. El éxito de lo anterior está determinado por las oportunidades de participación y aprendizaje que se entregan a las y los jóvenes, lo que se encuentra directamente vinculado a las expectativas que se tiene de sus capacidades. De esta manera, y contrario a lo acostumbrado, a las dudas se responde con preguntas y jamás se entregan respuestas que definan qué y cómo debe hacerse lo que el desafío pide. Los y las estudiantes deberán entonces tomar decisiones y resolver el problema con los recursos y las capacidades con las que cuentan. Así el aula pasa a ser un espacio vivo en donde lo que se promueve es la autonomía de aquellos que aprenden en ella.
Les damos a los y las estudiantes un problema de escritura para que lo resuelvan porque sabemos que pueden hacerlo y porque les invita a desarrollar tres asuntos fundamentalmente: la reflexión, el posicionamiento sobre un dilema ético específico y distinto en cada caso, y la escritura. De lo que se trata básicamente es de usar la palabra escrita para tomar el rol que deseen, y entonces hacerse escuchar desde él. La propuesta se despliega a través de un problema retórico, un desafío comunicativo que se presenta sin guía ni pasos a seguir, a contracorriente de los formatos comunes de las actividades escolares, donde el canon es la repetición, la insistencia en la emulación de modelos. Aun cuando los problemas de escritura entregan coordenadas específicas que extienden un posible camino por recorrer para resolver el problema, éstos abren un vasto abanico de maneras para caminarlo que suscita una frondosa diversidad de textos como resoluciones. La consigna que aparece como una trama situada, desafía la homogeneidad de los textos toda vez que logra desplegar un sinfín de soluciones escritas, que no necesariamente se ciñen a un género o a una estructura exclusiva, unívoca, factor altamente significativo y distintivo que permite a estudiantes experimentar nuevas emociones al momento de escribir, por lo tanto, ensayar otras maneras de aprender y lo que a su vez es también para las y los docentes una nueva configuración a la hora de enseñar.
Cada uno de los problemas de escritura de esta iniciativa contiene un dilema ético y presenta, a quienes los desarrollan, premura por elaborar la posición que adoptarán para dar con la solución que se requiere. Esta exigencia, que podría ser mermada por el supuesto de abulia que los y las estudiantes sostienen frente a los desafíos de aprendizaje, cuenta con una ventaja significativa: las y los escolares tienen opinión y quieren expresarla. Así, con la «materia prima» asegurada y un espacio formal en el aula que la impulsa como fundamental, esta experiencia se torna un entrenamiento sistemático del pensamiento crítico. Quienes aprenden, a la larga cultivan en sí mismos una reflexividad
centrada en la toma de decisiones, nutrida de sus propias ideas y de las que se van construyendo colectivamente, lo que además de fortalecer sus aptitudes escritas, les entrega la posibilidad de analizar, entender y evaluar la manera en la que se organizan algunas de las certezas sociales, culturales y epocales que conforman su realidad. Y es que se abre la posibilidad de que las interpretaciones y representaciones hegemónicas del mundo, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas, puedan ser reescritas por ellos y ellas.
Escribir es siempre elegir, y ello no refiere a la oportunidad de seleccionar tal o cual opción, sino de saber que forjarlas es una de ellas. La puesta en obra de esta estrategia educativa dice relación con entregar a las y los estudiantes la confianza de que sus opiniones, creaciones y posturas no son elementos auxiliares a la hora escribir sus historias. Queremos enseñarles a dejar de pedir la palabra prestada y repetir lo que es aceptado sin ningún miramiento, con el objetivo de que la hagan suya y de que sepan que su destino no está escrito. La radicalidad de tomar la palabra y saber que desde ella pueden abrirse un lugar en el mundo que habitan es la búsqueda que nos convoca.
Problema de escritura: Tres minutos
Tres minutos; en tres minutos se acaba el juego: una bomba nuclear terminará con lo poco que queda de humanidad y con el planeta Tierra por completo. Estás viendo el comunicado final desde tu teléfono: «Hemos perdido la guerra interplanetaria...». Ya no hay nada que puedas hacer. De pronto, te desmayas y escuchas una voz que te dice:
«La única forma de superar la muerte es a través de la memoria. La memoria se compone de recuerdos, pero no recordamos todo lo que hacemos en nuestra vida. Solo es parte de nuestra memoria aquello que misteriosamente habla de lo que somos y las experiencias que nos resuenan en el alma. Hoy la humanidad está a punto de extinguirse y ser olvidada; yo te ofrezco una posibilidad única: cuéntame tres recuerdos que permitan entender qué significó para ti ser un humano. Yo transformaré estos recuerdos en cápsulas que viajarán por todo el universo, hasta que algún ser intergaláctico de corazón puro sea capaz de abrirlas y conectarse con esa memoria atemporal. Es la única forma que tienes para que nadie olvide lo que significó, alguna vez, la humanidad».
Despiertas. Quedan tres minutos.
Sentimiento
Mariela Castillo Becerra
Centro Educacional Valle Hermoso / IIIº A
Felicidad, ese sentimiento que tuve la mayoría del tiempo durante mi infancia. Como aquella vez jugando al tombo, donde lanzábamos una pelota y corríamos por cuatro bases, bastante parecido al béisbol. Aquella vez jugábamos en la calle, justo afuera de mi casa, con mis amigos. Adoraba ese juego: todo era risas y las horas pasaban muy rápido. Me sentía querida y apreciada por mis amigos, ya que, si mi mamá iba a buscarme, ellos le rogaban para que me quedara jugando un ratito más. Realmente fui feliz.
Amor, algo maravilloso que nunca me faltó. Siempre mis padres me demostraban lo mucho que me querían, pero hay una ocasión que es recurrente en mi memoria. Aquel día que cumplí nueve años, mis padres me despertaron y llevaron desayuno a la cama, me llenaron de besos y abrazos. Amé ese momento: me dieron amor ambos juntos. Fue un momento de felicidad tremendo: estábamos los tres unidos y felices.
Tristeza. No todo en la vida es perfecto. Hay momentos en los que te sientes tan mal que llegas a querer morir. Desgarrador como la muerte de un ser querido, la muerte de mi bisabuela.
Recuerdo verla por última vez en ese cajón de madera, sonriente como siempre. Me llenó de tristeza saber que ya no vería esa sonrisa, ya no escucharía sus chistes y ya no estaría más.

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