Kitabı oku: «El quinto sol»

Yazı tipi:

El quinto sol

El quinto sol

Una historia diferente de los aztecas

CAMILLA TOWNSEND

Traducción de

Mario Zamudio Vega


Primera edición, 2021

© Oxford University Press 2019 | Fifth Sun. A New History of the Aztecs was originally published in English in 2019. This translation is published by arrangement with Oxford University Press. Libros Grano de Sal, SA de CV, is solely responsible for this translation from the original work and Oxford University Press shall have no liability for any errors, omissions or inaccuracies or ambiguities in such translation or for any losses caused by reliance thereon.

Traducción de Mario Zamudio Vega

Diseño de portada: León Muñoz Santini y Andrea García Flores

D. R. © 2021, Libros Grano de Sal, SA de CV

Av. Río San Joaquín, edif. 12-B, int. 104, Lomas de Sotelo, 11200,

Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México

contacto@granodesal.com | www.granodesal.com GranodeSal LibrosGranodeSal grano.de.sal

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin la autorización por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-99099-7-0

Índice

Agradecimientos

Glosario

Notas sobre la terminología, la traducción y la pronunciación

Introducción

1. La senda de las siete cuevas | Antes de 1299

2. Los pueblos del valle | 1350 a 1450

3. La ciudad en el lago | 1470 a 1518

4. Unos extraños para nosotros de aquí | 1519

5. Una guerra para acabar con todas las guerras | 1520-1521

6. Los primeros días | 1520-1560

7. La crisis: los indios responden | Década de 1570

8. Los nietos | 1570 a 1630

Epílogo

Apéndice | Cómo se ha estudiado a los aztecas

Notas

Bibliografía

Créditos de ilustraciones

A Luis Reyes Garcíay Rafael Tena,dos gigantes

Agradecimientos

Como bien lo sabían los aztecas, nadie logra nada solo. Sin duda, debo mi capacidad para escribir este libro a los cientos de personas cuya vida ha influido en la mía a lo largo del camino: aquellos que me criaron y me amaron, me educaron o estudiaron conmigo, trabajaron a mi lado como colegas o compartieron sus conocimientos sobre la América Latina temprana. La lista es tan larga y la influencia tan variada que en ocasiones me parece abrumador tan sólo pensar en ello. Por favor, sepa cada uno de ustedes que siento la gratitud que les debo y que, como los mexicas —hoy conocidos más frecuentemente como aztecas—, espero pagar mi deuda con el universo con la forma en que vivo mi vida y con los esfuerzos que hago en nombre de las personas del futuro.

Hay dos grupos de personas que me ayudaron mucho en este proyecto y cuyos nombres debo registrar individualmente. Un grupo está formado por los especialistas en náhuatl cuyo trabajo hizo posible esta obra. Dediqué el último libro que publiqué a dos gigantes intelectuales recientemente fallecidos, James Lockhart y Luis Reyes García, cuyas traducciones de textos en náhuatl formaron la piedra angular de gran parte de mi propia obra; en esas páginas, también hice patente mi agradecimiento a las fallecidas Inga Clendinnen y Sabine MacCormack. Desde entonces, he pensado que no debería esperar a que la gente pase al otro mundo para expresar mis deudas en voz alta. Vaya mi agradecimiento más profundo a Michel Launey y Rafael Tena, dos hombres modestos que han hecho contribuciones impresionantes con su trabajo en náhuatl; ustedes me recuerdan a Nanahuatzin, aunque espero sinceramente que no sientan que su trabajo es un sacrificio.

El otro grupo comprende a los intelectuales mexicanos —maestros, profesores, investigadores, escritores, editores y cineastas— que en los últimos años han acogido personalmente mis contribuciones y me han ofrecido las suyas, enriqueciendo así, sin medida, este libro. Agradezco humildemente (en orden alfabético) a Sergio Casas Candarabe, Alberto Cortés Calderón, Margarita Flores, René García Castro, Lidia Gómez García, Edith González Cruz, María Teresa Jarquín Ortega, Marco Antonio Landavazo, Manuel Lucero, Héctor de Mauleón, Erika Pani, Rodrigo Reyes, Ethelia Ruiz Medrano, Marcelo Uribe y Ernesto Velázquez Briseño; la combinación en todos ustedes del orgullo por su herencia, su apertura hacia los demás y su perspicacia intelectual me ha inspirado más de lo que puedo expresar.

No debo parecer artificialmente poética y dejar de mencionar las cuestiones del sustento diario; sin duda, los mexicas nunca habrían sido tan ingenuos. Hace algunos años, la American Philosophical Society me concedió una beca que me permitió viajar para visitar la Biblioteca Nacional de Francia y ver el trabajo de don Juan Buenaventura Zapata y Mendoza. Me entró el gusanillo y, desde entonces, me he dedicado al estudio de los anales en náhuatl. Más recientemente, una beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation y un año sabático que me concedió la Universidad de Rutgers me permitieron hacer la investigación necesaria sobre el género del xiuhpohualli. Un premio Public Scholar del National Endowment for the Humanities me permitió dedicar todo un año a escribir, sin tener que dar clases.

La investigación no habría sido posible sin los años de arduo trabajo llevado a cabo por miembros de las instituciones que salvaguardan los anales y otros textos importantes. Varios de ellos me hicieron sentirme bienvenida a lo largo de los años: la Biblioteca y el Archivo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la ciudad de México, la Biblioteca Nacional de Francia, la British Library, la biblioteca de la Universidad de Upsala en Suecia, la Biblioteca Pública de Nueva York y la biblioteca del American Museum of Natural History.

Agradezco a mi familia por ser quienes son. Cynthia, mi hermana, y Patricia, mi cuñada, son las mujeres más valerosas: sus hijos y nietos hablarán de ustedes con amor y admiración. John, mi pareja, y Loren y Cian, mis dos hijos, me han hecho sentir orgullosa de conocerlos, porque han enfrentado los desafíos de la vida: a lo largo de los años, ustedes tres me han compartido con muchos otros —estudiantes, unos padres que envejecían, hijos adoptivos anteriores y los personajes históricos que viven en mi mente—, pero ustedes son mis seres queridos más preciosos, siempre.

Glosario

La mayoría de los siguientes términos proviene originalmente del náhuatl (N) o del español (E).

acolhuas (N). Grupo étnico de habla náhuatl que habitaba el territorio al oriente del gran lago, en la cuenca central de México, en los siglos XIV y XV. El grupo abarcaba varios altepeme distintos, incluidos el conocido como Texcoco y una ciudad en el sitio de Teotihuacan.

altépetl (pl. altepeme) (N). Término náhuatl para toda entidad étnica, política y territorial, sin importar cuán grande haya sido, pero que se usaba con mayor frecuencia para referirse a una entidad étnica local. Una aproximación sería nuestra noción de “ciudad-Estado”.

anales (E). Término europeo para un tipo de registro histórico de alguna cultura mediante un recuento año por año (a diferencia de una crónica, que presenta ciertos hechos o ciertas personas). Los estudiosos han utilizado este término para referirse al xiuhpohualli de los nahuas.

audiencia (E). El tribunal superior de Nueva España, que residía en la ciudad de México. En ausencia de un virrey en funciones, era el concejo de gobierno de la Nueva España.

aztecas (N). Gentilicio derivado del nombre del sitio mítico de Aztlán dado a los mexicas y popularizado por investigadores muy posteriores a su época.

cabildo (E). Cualquier ayuntamiento organizado al estilo español. Se usaba para referirse al concejo indígena local que gobernaba los asuntos internos de su comunidad.

cacique. Palabra indígena arawak o caribeña con el significado de “gobernante”, utilizada a menudo como el equivalente de tlatoani. Con el tiempo, la palabra se usó para describir a cualquier persona indígena prominente de un linaje noble.

calli (N). Literalmente, “casa” u “hogar”. A menudo, una metáfora importante de las entidades políticas más grandes. También era uno de los cuatro nombres rotativos de los años.

calpulli (N). Literalmente, “gran casa”. Una parte constituyente clave de un altépetl. Podríamos pensar en un barrio político combinado con una parroquia religiosa.

chalchihuite (N). Piedra verde preciosa, traducida al español como “jade”. Los nahuas valoraban sumamente la gema y, por lo tanto, servía como una metáfora de aquello muy querido.

chichimecas (N). Literalmente “pueblo de perros”. Utilizado en náhuatl para referirse a los pueblos “salvajes” o nómadas que no eran agricultores y vivían sobre todo de la caza. Los mexicas se sentían orgullosos de su herencia chichimeca.

chinampa (N). Parcela artificialmente elevada y construida en aguas poco profundas para la agricultura intensiva.

cihua o cíhuatl (N). Literalmente “señora, mujer o dueña”, pero con muchos significados integrados: una cihuapilli era una mujer noble o incluso una mujer diosa. Cihuacóatl (literalmente, “mujer serpiente”) era el título del funcionario de mayor rango y jefe de los ejércitos del huey tlatoani mexica.

cofradía (E). Hermandad religiosa laica. Fue establecida con frecuencia por los pueblos indígenas y africanos en la América Latina colonial para el apoyo mutuo en cuestiones como pagar los funerales.

colhuas (N). Grupo étnico que habitaba el centro de la cuenca central de México en el siglo XIV.

doctrina (E). Pueblo de indios recién convertidos en el que todavía no había parroquia.

don/doña (E). Tratamiento antepuesto al nombre propio. Aplicado por los nahuas durante el periodo colonial temprano únicamente a la nobleza de España y a su propia nobleza local de más alta condición.

encomienda (E). Concesión posterior a la conquista del derecho a recibir mano de obra y tributo de un altépetl indígena por medio de sus mecanismos existentes. Salvo unos cuantos casos, siempre fueron entregadas a españoles.

frailes descalzos (E). Orden mendicante cuyos miembros van completamente descalzos o sólo usan sandalias, símbolo de su voto de pobreza.

fray (E). Apócope de fraile que se usa como tratamiento delante del nombre propio.

gobernador (E). Gobernador y jefe del cabildo indígena. Al principio, la posición fue ocupada por los tlatoque, pero, más tarde, se celebraban elecciones entre todos los pipiltin o nobles. En ocasiones, se le llama “juez” o “juez gobernador”.

guardián (E). Prior de un establecimiento monástico.

guerra florida (N). Una especie de guerra ritual anterior a la conquista que consistía en simulacros de batallas que, en ocasiones, tenían como resultado la muerte. En náhuatl es xochiyáoyotl, de xōchi-, “flor”; yao-, “guerra”, y -yō- (derivativo).

hue or huey (N). Grande o grandioso. Puede referirse a un periodo de tiempo y, por lo tanto, a alguien o algo viejo o antiguo, y puede implicar un elevado estatus político. Un huey tlatoani es un jefe superior o supremo, un rey de reyes.

macehualli (pl. macehualtin) (N). Indígena del común. En ocasiones, los indígenas lo usaban para referirse a sí mismos como grupo, en oposición a los españoles.

marqués (E). Marqués, señor de una región fronteriza. Varios virreyes llevaron el título, pero, cuando los nahuas lo usaban sin un nombre específico, se referían a Hernán Cortés o a su hijo legítimo.

mestizo (E). Persona de ascendencia mixta, española e indígena.

mexicas (N). Grupo étnico que dominaba el centro de México en el momento de la llegada de los españoles. Ahora se les conoce con mayor frecuencia como aztecas.

nahuas (N). Indígenas que hablan el idioma náhuatl. Los mexicas, así como decenas de otros grupos de México, eran nahuas.

náhuatl (N). Lengua oficialmente dominante que se había convertido en lingua franca en el México central al momento de la llegada de los españoles.

Nueva España (E). Gran jurisdicción colonial que se centró en la ciudad de México e incluía gran parte del México actual.

otomíes (E). Grupo étnico cuyos individuos se dispersaron por varios lugares del centro de México. Los nahuas los consideraban “bárbaros”; probablemente tenían un reclamo previo sobre la tierra.

pilli (pl. pipiltin) (N). Noble indígena.

pinome. Hablantes del idioma pinotl, o popoluca, que vivían al oriente del valle central y tenían un reclamo previo sobre la tierra. Los nahuas los consideraban “inferiores”.

pulque (E). Bebida alcohólica hecha de savia fermentada del maguey.

quauhpilli (N). Literalmente “caballero águila”. Un noble en virtud de sus hechos o méritos, más que en virtud de su nacimiento. En ocasiones, se trataba de gente del común que ascendía después de su éxito en el campo de batalla o, en ocasiones, de nobles traídos de otros altepeme.

Tacuba (E). Término utilizado en español para referirse al altépetl tepaneca de Tlacopan.

tecpan (N). Literalmente, “lugar donde está el señor”. En un principio, el palacio de un tlatoani; después de la conquista, solía referirse a una casa comunitaria donde se reunían los indígenas.

Tenochtitlan (N). Originalmente, un pequeño pueblo establecido por los mexicas en un islote del lago de Texcoco y, finalmente, la capital de un gran altépetl. Después de la conquista, fue el sitio de la fundación de la ciudad de México. La gente de la ciudad se llamaba tenochca.

tepanecas (N). Grupo étnico de habla náhuatl que habitaba el territorio al occidente del gran lago de la cuenca central de México. El grupo contenía varios altepeme distintos, incluidos los conocidos como Azcapotzalco y Tlacopan.

teuctli (pl. teteuctin) (N). Señor, cabeza de una casa dinástica, con tierras y sirvientes.

tlacuilo o tlahcuiloh (pl. tlacuiloque) (N). Persona encargada de pintar o “escribir” imágenes o palabras. En la época colonial, podía utilizarse para referirse a un escriba.

tlatoani (pl. tlatoque) (N). Literalmente, “el que habla” y, de manera implícita, el que habla en nombre de un grupo. Gobernante dinástico de un altépetl. En ocasiones se aplicaba a una alta autoridad española, como el virrey.

Tlaxcala (N). Un gran altépetl en las afueras del valle central que no fue conquistado por los mexicas y sus aliados. Los tlaxcaltecas fueron de los primeros en aliarse con los españoles.

tochtli (N). Literalmente, “conejo”. A menudo se usaba como metáfora para referirse a la mala fortuna. También era uno de los cuatro nombres rotativos del año.

Tollan (N). Literalmente, “lugar de tules”, llamado a menudo Tula en español. Gran ciudad del centro de México. En las historias antiguas, el nombre solía referirse a una comunidad utópica del pasado lejano.

topile (N). Persona que ostenta un cargo, por ejemplo un gobernante. La palabra pasó fácilmente de la época precolonial a la colonial.

totonacas (E). Grupo étnico de las regiones montañosas y costeras del oriente de México que ahora habita en los actuales estados de Hidalgo, Puebla y Veracruz.

Triple Alianza (E). Solía referirse a la alianza del siglo XV entre las familias gobernantes de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. En realidad, no existió una alianza formal ni una liga política, pero el entendimiento fue real.

-tzin (N). Sufijo náhuatl empleado con mayor frecuencia como honorífico, aunque en ocasiones simplemente buscaba transmitir el afecto por una persona o por un objeto de condición humilde.

virrey (E). Representante del monarca español en una región del Nuevo Mundo. Al principio, sólo había dos, el de la Nueva España y el de Perú.

visitador (E). Inspector. Los visitadores eran enviados regularmente por la corona española para investigar a los gobiernos locales de la América española, en un sistema de control y equilibrio de poderes.

xiuhpohualli (N). Literalmente, “cuenta de los años” o “cuenta anual”. Registro histórico tradicional utilizado por los nahuas para sus narraciones orales, transcrito con frecuencia en forma de textos escritos después de la conquista. Los estudiosos suelen llamarlos “anales”.

Notas sobre la terminología,
la traducción y la pronunciación

Transmitir la historia de un pueblo a personas ajenas a él en términos que la gente entienda y apruebe conlleva ciertos desafíos. En el caso que nos ocupa, incluso el nombre presenta una situación difícil, porque, técnicamente hablando, nunca hubo “aztecas”. Ningún pueblo se llamó a sí mismo de esa manera. Es una palabra que los eruditos comenzaron a usar en el siglo XVIII para describir al pueblo que dominaba el centro de México en el momento de la llegada de los españoles. Su uso resulta confuso a menudo, porque algunas personas emplean el término como lo hicieron los intelectuales de los siglos XVIII y XIX; otras lo usan para describir no solamente al grupo dominante, sino también a todos los que fueron gobernados por ellos, que incluyeron pueblos que se extienden por la mayor parte del centro de México y algunos otros que se dispersaron más ampliamente hacia el sur, hasta El Salvador. En este libro, el término azteca se usa para referirse al pueblo que dominó la región desde su altépetl, la ciudad-Estado de Tenochtitlan, así como a todos aquellos que vivían en la cuenca central y estaban estrechamente aliados con ellos.1 A pesar de que la palabra azteca aparece en el título y en la introducción, donde se necesita como herramienta de comunicación, no la uso con mucha profusión en el resto del libro. Si me refiero al grupo étnico que llegó al poder, empleo la palabra que ellos usaban, mexica, y, si estoy hablando de sus aliados cercanos, también los llamo por el nombre que ellos se daban; si me refiero a los pueblos diseminados por el centro de México que compartían un idioma y una perspectiva cultural, muchos de los cuales fueron conquistados por los propios mexicas, aunque no todos, los nombro como ellos se llamaban a sí mismos: nahuas. Utilizo el término azteca únicamente cuando hago el análisis de las percepciones posteriores de tiempos pasados; así, los lectores se enterarán de lo que generalmente se cree que fueron o hicieron los “aztecas”.

Hay un problema similar con todos los pueblos que vivieron en el continente americano mucho antes que otros. Con el tiempo, se han utilizado diferentes términos para referirse a ellos, algunos peyorativos, otros no. Hoy en día, los individuos pertenecientes a comunidades descendientes de diversas regiones suelen tener diferentes preferencias sobre cómo deberían llamarse: en Canadá, tienden a preferir la formula “naciones originarias”, mientras que, en México, el de “indígenas”; en Estados Unidos, algunos eligen “nativos americanos”, mientras que otros prefieren “indios americanos” o solamente “indios”. Cada grupo tiene razones históricas válidas para su preferencia; sin embargo, yo no elijo entre todos esos términos, sino que los uso de forma indistinta.

También hay innumerables decisiones que es necesario adoptar respecto de la traducción de las palabras. Cuando, por ejemplo, los mexicas deseaban que sus oyentes entendieran que una mujer de una familia noble provenía del linaje que daría origen a los herederos, la llamaban inhueltiuh, “su hermana mayor”. Ese término es problemático, por lo que pensé en sustituirlo por la palabra “princesa”, pero quienes conocen a los mexicas saben muy bien que en náhuatl no existe una palabra que signifique eso con exactitud. Otro ejemplo: cuando la gente se reunía por la noche para una celebración, los animadores les narraban su historia y la cantaban en secuencias variadas. Cuando escribo sobre esos historiadores, que también eran artistas, en ocasiones me refiero a ellos como “bardos”, pero otros pueden optar por “narradores y cantantes de historias”; simplemente, no hay una solución perfecta para las cuestiones de ese tipo relacionadas con la traducción. Las notas al final del libro ayudarán a aquellos lectores que busquen una mayor especificidad.

Presentar los nombres de las personas en un idioma extranjero también puede ser difícil: la palabra chimalxóchitl no fluye con facilidad en las lenguas de los pueblos de lenguas europeas, por lo que un lector que batalle con el nombre puede perder el significado de la oración; sin embargo, si la muchacha se llamase simplemente Flor de Escudo, ¿quedaría atrapada en un mundo de nombres encantadores y poéticos?; ¿nos sentiríamos sutilmente superiores a ella si no se llamase Isabel o María? En este libro, intento dar solución al problema, moviéndome de un lado a otro entre los dos posibles nombres, pero siempre recurriendo a la traducción al español cuando el párrafo podría resultar desconcertante si no se hace así.

En lo concerniente a la pronunciación aproximada, tres reglas ayudarán a los lectores a pronunciar la mayoría de las palabras en náhuatl con relativa facilidad. Primera: la consonante tl se pronuncia suavemente. Segunda, cuando la h va seguida por la letra u, es muda: la intención es producir únicamente el sonido de la u. La palabra náhuatl ilustra ambas reglas. Tercera, finalmente, la letra x representa el sonido sh del inglés. Dado que el sonido sh es común en náhuatl, pero no en español, vale la pena recordar esa pauta. La gente que a menudo llamamos “aztecas”, por ejemplo, se llamaban a sí mismos “mexica”, que se pronuncia me-shi-ka, por lo que la palabra xóchitl, que significa “flor”, se pronuncia entonces sho-chitl. Para aquellos que deseen introducirse más a fondo en ese hermoso lenguaje, hay disponibles varios libros excelentes.2

Finalmente, como en el libro abundan las palabras en náhuatl trasliteradas al español, se han escrito con las reglas de acentuación de esta lengua (respetando desde luego las sílabas tónicas en aquélla) y se han compuesto casi siempre en redondas y no en cursivas, como suele hacerse con los vocablos en otro idioma, para no producir una tipografía demasiado cambiante.


FIGURA 1. La familia real tenochca.


FIGURA 2. El valle de México en 1519.

₺422,94
Türler ve etiketler
Yaş sınırı:
0+
Hacim:
610 s. 17 illüstrasyon
ISBN:
9786079909970
Yayıncı:
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

Bu kitabı okuyanlar şunları da okudu