Kitabı oku: «Educar para amar»
CARLOS ALBERTO SCARPONI
Educar para Amar
Fundamentos de la Educación para el Amor y la Sexualidad
HOGARES NUEVOS EDICIONES
Distribuye:
Asociación “Hogares Nuevos”
Zona Urbana S6106XAE-Aaron Castellanos
(Santa Fe)- Argentina
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Scarponi, Carlos AlbertoEducar para amar : fundamentos de la educación para el amor y la sexualidad / Carlos Alberto Scarponi. - 1a ed. - Aarón Castellanos : Hogares Nuevos Ediciones, 2021.Libro digital, EPUB. - (Bodas de Caná / 2)Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-8438-05-41. Vida Cristiana. 2. Ambiente Familiar. 3. Educación Familiar. I. Título.CDD 248.8085 |
©Asociación Hogares Nuevos
Zona Urbana S6106XAE - Aarón Castellanos
(Santa Fe) - Argentina.
Agosto 2021
Industria Argentina.
ÍNDICE
PRÓLOGO
SÓLO EL AMOR REDIME AL HOMBRE
INTRODUCCIÓN
1. Breve reseña histórica
2. Desafíos de la educación sexual en la actualidad
Capítulo I
VOCACIÓN AL AMOR
1. El amor humano como don de sí
2. El amor y la sexualidad humana
3. El amor conyugal fuente de comunión y de vida
4. Vocación al amor y educación sexual
Capítulo II
AMOR Y AUTODOMINIO
1. Rehabilitación del autodominio o castidad
2. Autodominio para donarse
3. El autodominio
4. El autodominio o castidad conyugal
5. La educación en el autodominio
6. Educación en el pudor y la modestia
Capítulo III
CAMINO PEDAGÓGICO DE CRECIMIENTO
1. La Iglesia es Madre
2. La ley de gradualidad o camino gradual
3. Recuperación teológico-pastoral del camino pedagógico de crecimiento
Capítulo IV
AGENTES DE LA EDUCACIÓN PARA EL AMOR
1. La Familia, agente primario, fundamental e insustituible
I. Padre y madre como educadores
II. Derechos y deberes de los padres
III. Significado del deber de los padres
IV. Valor esencial del hogar
2. Agentes subsidiarios de la educación de los padres
I. La comunidad eclesial
a) Escuelas para padres
b) Catequesis y Educación para el amor y la sexualidad
c) Catecumenado Matrimonial y Familiar
d) Catecumenado para el crecimiento del matrimonio y de la familia
e) La escuela y la educación para el amor y la sexualidad
f) Grupos de niños, adolescentes y de jóvenes
g) Los medios de comunicación
II. La comunidad política
Capítulo V
CONDICIONES Y MODALIDAD DE LA EDUCACIÓN PARA EL AMOR
1. Condiciones de la educación para el amor y la sexualidad
I. Preparación de los padres y educadores subsidiarios
II. Cualidades de los métodos educativos
III. Exigencias del sujeto de la educación e intervención educativa
IV. Cualidades de las intervenciones educativas
2. Modalidades de la educación para el amor y la sexualidad
I. Cuatro principios generales sobre la intervención educativa
II. Las fases del desarrollo de la personalidad y la intervención educativa
Capítulo VI
MÉTODOS DE LA EDUCACIÓN PARA EL AMOR
1. En la perspectiva de la vocación personal al propio estado de vida
I. La vocación al matrimonio
II. La vocación a la virginidad
2. Cuatro principios operativos y normas particulares
3. Diversos métodos particulares
4. Métodos e ideologías no aceptables
5. Inculturación y educación para el amor
CONCLUSIÓN
PRÓLOGO
La sexualidad ha sido algo de lo que, durante siglos, se habló ocultamente o en instancias chabacanas, con numerosas alusiones de diverso tipo a los órganos sexuales o a la función fisiológica. Hasta hace pocos años, la asignatura Anatomía no incluía ningún capítulo centrado en el aparato reproductor. Menos era esperable que la sexualidad fuera encarada de una manera global, no meramente genital, ni tampoco vinculada con el amor.
Tan sólo en la segunda mitad del siglo XX, ante la aparición de movimientos dedicados al matrimonio y la familia, el tema comenzó a ser tratado más abierta y seriamente. Sobre todo, cuando la píldora anticonceptiva cambió notoriamente la conducta sexual dentro y fuera del matrimonio.
Lamentablemente, como ocurre en muchos temas sociales, los vaivenes suelen llevar de un extremo a otro y en este aspecto no se ha logrado todavía el equilibrio. Ahora se habla mucho más del tema, pero no siempre con conocimiento, no siempre con intención educativa ni formativa ni siquiera con seriedad. El tema se bastardea en la radio, en la televisión, en el cine, en el teatro y también en los programas escolares que se imponen.
Por eso es tan importante la aparición de un trabajo como el presente, en el que su autor encara la cuestión con seriedad, con conocimiento y con intención formativa.
Ya su título vincula la sexualidad con el amor y con la educación. No es fácil que se conciba la genitalidad como parte de una sexualidad más amplia y justificada en el amor. Por ello se parte del amor como camino de redención, como vocación primordial, como donación y comunión que se hacen concretas en la unión conyugal y que requieren de un autodominio que libere del egoísmo, del hedonismo, de la agresividad. El autor va desgranando la necesidad de ese cultivo del autodominio, del pudor, la modestia, para adentrarse en el camino pedagógico que requiere, un camino gradual que lleve a crecer en el conocimiento y en la voluntad. Obviamente, con la orientación de la Madre y Maestra, son los padres los primeros educadores, mientras que la comunidad eclesial ejerce un papel subsidiario. Los padres y la comunidad necesitan una formación que dé lugar a un ‘catecumenado’ para el matrimonio y la familia, que ha de hacerse –como decía hace ya décadas el P. Pedro Richards– de manera remota, mediata e inmediata. Pero debe haber para ello instancias de asistencia –servicios de orientación familiar, escuelas con programas adecuados, grupos comunitarios de mutuo apoyo y formación, prevenciones respecto de los medios de comunicación.
Muy bien advierte, pues, el autor que para que esta educación sea posible deben darse ciertas condiciones: buena preparación de los agentes, métodos adecuados, respeto de ciertos principios en la intervención educativa y actuación en las diversas etapas del crecimiento y desarrollo personales.
No menos rica es la reflexión sobre los métodos para la educación, tanto para la vocación al matrimonio como para la vocación a la virginidad: el ejemplo de la propia vida conyugal de los padres, la enseñanza de caminos científico-filosóficos como la NAPRO tecnología, la atención a ciertos principios operativos, el diálogo constante y la necesidad de incorporar esta educación en la cultura general.
La experiencia del autor como sacerdote, consejero y docente enriquece el conocimiento teológico-psicológico-pastoral que forma parte del contenido de esta obra. La lectura atenta y detenida de ella será iluminadora y orientadora para la labor de padres, docentes, teóricos de la educación, instituciones eclesiales. Y hoy más que nunca, pues la situación social y los intereses que se mueven en ella atentan gravosamente contra estos sanos principios.
Pablo y Marcela CAVALLERO
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SÓLO EL AMOR REDIME AL HOMBRE1
El gran desafío que en todas las épocas de la historia tanto la Iglesia como la Humanidad en su conjunto tienen que afrontar es el de la educación de las nuevas generaciones, ya que, nunca se debe dar por supuesto que los niños, los adolescentes y los jóvenes se incorporan automáticamente al proceso de humanización de las generaciones precedentes.
A su vez, el proceso de humanización de los hombres y de la humanidad es una realidad viva llamada a crecer y a desarrollarse por medio del ejercicio de la libertad lúcida de cada nueva generación.
En este sentido, la educación de las nuevas generaciones no consiste simplemente en la transmisión de lo humano por parte de la generación precedente, sino también y además, en la recepción lúcida y creativa por parte de los niños, adolescentes y jóvenes quienes están llamados a profundizar y a enriquecer lo recibido.
“La relación educativa es un encuentro de libertades y (…) la misma educación cristiana es formación en la auténtica libertad. De hecho, no hay verdadera propuesta educativa que no conduzca, de modo respetuoso y amoroso, a una decisión, y precisamente la propuesta cristiana interpela a fondo la libertad, invitándola a la fe y a la conversión.”2
Si la educación de las nuevas generaciones es el gran desafío que toda generación humana tiene que afrontar en el proceso continuo y permanente de humanización del hombre en cuanto hombre, surge el interrogante esencial: ¿cuál es la realidad humana fundamental que permite al ser humano desarrollarse en cuanto hombre? ¿qué es aquello, sin lo cual, el hombre no podría tener un desarrollo propiamente humano, encontrar el sentido de su existencia y de su vida, encaminarse a una vida dichosa, bienaventurada, feliz?
“El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido, si no le es revelado el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente”.3
La realidad humana fundamental gracias a la cual cada hombre y todos los hombres pueden crecer en su auto-comprensión y encontrar y realizar el sentido de sus vidas es el amor. El hombre no puede vivir sin amor.
De aquí se sigue que toda la obra educativa o formativa de las nuevas generaciones tiene que estar centrada en el amor: educar es enseñar a amar.
Esto no quita valor a todas las demás realidades humanas que forman parte de la existencia y de la vida de los hombres −las ciencias, las artes, la técnica− y que pertenecen al gran proceso de humanización del hombre y de la educación de las nuevas generaciones, ni es una visión reduccionista o romántica de la educación como camino y proceso de humanización.
Muy por el contrario, es descubrir el alma, el núcleo fundamental, aquello que es lo esencial, sin lo cual todo lo demás se suele constituir en instrumentos de deshumanización y de sinsentido en las manos de hombres que no saben amar y ser amados.
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.” (1Cor 13, 1-3)
Si bien Pablo no menciona las distintas realidades humanas que son bienes para los hombres, como las ciencias, las artes y la técnica, afirma claramente la centralidad del amor en la existencia humana.
El fundamento de esta centralidad se encuentra en la realidad que “el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es Amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama.”4
¿Dónde y cómo podemos ser educados y educar para amar? Sin duda que no es en los libros ni en un curso académico. Solo podemos ser educados y educar para amar en las relaciones interpersonales, ante todo y en primer lugar en las relaciones conyugales y familiares.
El amor es una realidad que solo se da entre personas. Es más, es la realidad propia y específicamente personal de relacionarse entre personas, particularmente, entre un varón y una mujer.
¿Por qué el primer y fundamental lugar para aprender a amar es la relación de amor esponsal entre el varón y la mujer?
“En toda esta multiplicidad de significados (de la palabra “amor”) destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor.”5
El arquetipo por excelencia del amor en este mundo es el amor entre el varón y la mujer, amor sexuado y sexual ordenado a la comunión de los dos al hacerse una caro, una carne, como fruto de la donación de sí recíproca en su corporeidad sexuada llamada a abrirse al don de una nueva vida, fruto de ese amor esponsal.
“Hemos sido creados para amar, como un reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva.” 6
Es en este amor esponsal vivido por los esposos en el cual y por el cual, otras personas humanas sexuadas, ante todo los hijos, pueden recibir la revelación del amor, encontrarse con el amor, experimentarse amados y hacer propio al amor, es decir, participar en el mismo.
Se trata de encontrarse con el “amor verdadero”7 y de apropiarse de él como sucedió con la Samaritana: “Es lo que hizo Jesús con la samaritana (cf. Jn 4,1-26): dirigió una palabra a su deseo de amor verdadero, para liberarla de todo lo que oscurecía su vida y conducirla a la alegría plena del Evangelio.”8
Pero, ¿por qué partimos de la afirmación que solo el amor redime al hombre? ¿Por qué el amor es redentor?
Porque el ser humano varón y mujer al cual nos dirigimos con el presente libro se encuentra en una situación existencial que podríamos calificar como de discapacidad del corazón, es decir, de una especie de incapacidad y casi frustración para amar porque no se ha encontrado con el amor, no se experimenta amado, no logra apropiarse del amor.
9 y de una crisis de la educación10 en relación a las nuevas generaciones que tenemos que saber afrontar con determinación, lucidez y esperanza.
En este sentido, este libro está pensado y destinado a iluminar y animar la educación para el amor y la sexualidad de las nuevas generaciones −niños, adolescentes y jóvenes− a fin de dar el aporte necesario para que ellos hagan posible con sus vidas y con su lucidez una cultura del amor, es decir, una existencia humana personal y colectiva cultivada y desarrollada en el amor, por el amor y para el amor.
Para que esto sea posible es necesaria una educación auténtica que, “ante todo, necesita la cercanía y la confianza que nacen del amor”11 y que esté fundada en la esperanza que no defrauda, anima y ayuda a superar las dificultades.
“Sólo Dios es la esperanza que supera todas las decepciones; sólo su amor no puede ser destruido por la muerte; sólo su justicia y su misericordia pueden sanar las injusticias y recompensar los sufrimientos soportados. La esperanza que se dirige a Dios no es jamás una esperanza sólo para mí; al mismo tiempo, es siempre una esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace solidarios en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y en el amor.”12
Carlos Alberto SCARPONI
Solemnidad de la Asunción de María
1 Cf. Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 9 de junio de 2008.
2 Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 11 de junio de 2007; lo resaltado en cursiva es mío.
3 Juan Pablo II, Redemptor hominis 10; cf. Familiaris consortio 18; lo resaltado en cursiva es mío.
4 Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 6 de junio de 2005; el remarcado en cursiva es mío.
5 Benedicto XVI, Deus caritas est 2; lo añadido entre ( ) y lo destacado en cursiva es mío.
6 Francisco, Catequesis sobre el matrimonio, 2 de abril de 2014.
7 Francisco, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia 90. 95.
8 Ibidem, 294; el remarcado en cursiva es mío.
9 Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 11 de junio de 2007. Francisco, Palabras improvisadas a la Comisión para América Latina de la Congregación para los Obispos, 1 de febrero de 2014.
10 Benedicto XVI, Mensaje a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21 de enero de 2008.
11 Ibidem.
12 Ibidem.
INTRODUCCIÓN
Como toda realidad humana, la educación para el amor y la sexualidad nos presenta dos aspectos inseparables pero que es conveniente distinguir: por un lado, como todo lo humano, la educación para el amor y la sexualidad tiene una historia, es decir, ninguna generación comienza de cero sino que la obra educativa de cada generación se inserta en una tradición educativa; por eso, vamos a introducirnos en los fundamentos de la educación para el amor y la sexualidad con una breve reseña histórica básicamente centrada en su evolución en la vida de la Iglesia, particularmente durante el siglo xx.
Por otro lado, nosotros nos ubicamos en una determinada situación contemporánea en la cual tenemos que llevar a cabo esta fundamental tarea educativa; en este sentido, me propongo delinear de modo básico los grandes desafíos que la educación para el amor y la sexualidad tiene que enfrentar hoy día sin pretender agotarlos.
1 Breve reseña históricaEl surgimiento de una actividad y de una disciplina, en el ámbito educativo, referidas de modo específico al amor humano y a la sexualidad es un hecho propio del siglo xx.En el pasado, el hombre siempre se ocupó de transmitir una determinada educación sobre el amor y la sexualidad.En las culturas primitivas y en las que se encuentran fuera de la irradiación del cristianismo esta educación estaba y sigue siendo comprendida dentro del ámbito de la educación moral preferentemente socializada, es decir, donde las normas y los valores morales provienen del grupo al cual se pertenece (por ejemplo, la prohibición del incesto en los pueblos primitivos, la presentación ritual de las mujeres y varones en edad fértil, etc.). En las culturas que se hallan dentro de la irradiación del Evangelio esta educación estaba comprendida, simultáneamente, en los modelos de comportamiento inspirados en los valores cristianos de la sociedad y en la educación personal de las virtudes de la caridad y de la castidad.Durante estos dos mil años de cristianismo, fueron surgiendo en el ámbito eclesial reflexiones teológicas y antropológicas sobre la sexualidad, el matrimonio, la familia, el amor y la castidad (por ejemplo: San Juan Crisóstomo13, San Agustín14, Santo Tomás de Aquino, etc.). Pero es al inicio de la modernidad cuando aparece un tratado dedicado especialmente a la educación de los hijos: el cardenal Silvio Antoniano, discípulo del gran educador San Felipe Neri, maestro y secretario para las cartas latinas de San Carlos Borromeo, quien a su instancia y bajo su inspiración escribe el tratado De la educación cristiana de los hijos, en el cual se halla como esbozada la educación para el amor y la sexualidad.Pero es hacia fines del siglo xix y comienzos del xx cuando comienzan a desarrollarse una praxis y una teoría sobre la educación que van adquiriendo su valor propio respecto del cristianismo y de la Iglesia: es lo que históricamente se llamó la educación laica que, –si bien en su origen y durante mucho tiempo se dio como alternativa y en oposición a la educación católica–, fue el despertar de un ámbito humano que comenzó a adquirir su propia relevancia y del cual surgieron nuevas disciplinas (como Teoría y Praxis de la Educación, Filosofía de la Educación, Pedagogía, Didáctica, etc.). En esa misma época y como una parte de la praxis y de la teoría educativas aparece la educación sexual.A nivel de la Iglesia universal, el primer documento importante que menciona la cuestión de la educación sexual es la encíclica de Pío xi Divini illius Magistri sobre “La educación cristiana” del 31 de diciembre de 1929. El Papa enfrenta la concepción naturalista de la educación sexual15 y el modo como se impartía en ese tiempo, precoz e indiscriminadamente, pero considera la posibilidad de una educación sexual auténtica, que sea realizada con delicadeza, de modo individual, en el tiempo oportuno y por aquellos que han recibido de Dios la misión educativa y la gracia del estado de vida, matrimonial, sacerdotal, consagrada.Pío xi desarrolla más este tema, sin utilizar la expresión educación sexual, en su gran encíclica Casti connubi del 31 de diciembre de 1930 sobre “El Matrimonio cristiano”, al mencionar la necesidad de la educación en la Castidad y de la preparación próxima y remota de los jóvenes para el Matrimonio.“Todo esto, Venerables Hermanos, depende, en gran medida, de la debida preparación para el matrimonio, ya próxima, ya remota. Pues no puede negarse que tanto el fundamento firme del matrimonio feliz como la ruina del desgraciado se preparan y se basan, en los jóvenes de ambos sexos, ya desde su infancia y de su juventud.”16Este valor positivo de la educación sexual ha sido gradualmente desarrollado por los sucesivos Pontífices. En particular, fue el papa Pío xii el que preparó el camino de la declaración conciliar Gravissimum educationis con diversos discursos y alocuciones (Alocución a las Mujeres de Acción Católica italiana [26/10/1941], Discurso al vº Congreso Internacional de Psicoterapia y Psicología clínica [13/4/1953], etc.).“Existe una educación sexual eficaz, que con seguridad total enseña en el sosiego y de manera objetiva lo que el joven debe saber para regirse a sí mismo y tratar con los demás.”17El Concilio Vaticano ii asume definitivamente el valor y la necesidad de la educación sexual.“Hay que iniciarlos (a los niños y a los adolescentes), conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual.”18El Concilio enseña, como todo el magisterio precedente, que el ámbito más apropiado para esta educación es y debe ser la familia.“Hay que instruir a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma familia, para que, formados en el culto de la castidad, a la edad conveniente, podrán pasar de un honesto noviazgo al matrimonio.”19Esto se debe a que la familia es la escuela del más rico humanismo20. En el texto recién citado se nos dice que el objeto de la educación es el amor conyugal. Con esta afirmación se abre el camino a una nueva expresión que usará preferentemente el magisterio de la Iglesia y es la de educación para el amor, la cual es el ámbito obligado de la educación sexual.“La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. ..., el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona −cuerpo, sentimiento y espíritu− y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor.”21Estas dos expresiones, educación para el amor y educación sexual, aparecen unidas en la carta encíclica de Juan Pablo II Evangelium vitae en la fórmula educación de la sexualidad y del amor (97). De aquí que, la expresión que se va imponer y que implica una determinada comprensión y orientación es educación para el amor y la sexualidad.El Papa Francisco continua esta orientación magisterial diciendo que la educación sexual “solo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua”.22
2 Desafíos de la educación sexual en la actualidad
Los resultados de las más modernas investigaciones vienen a confirmar algo sumamente importante: la sexualidad es un atributo de la personalidad de todo ser humano que, junto con todos los demás, está al servicio de la más plena realización personal.
“La persona humana, según los datos de la ciencia contemporánea, está de tal manera marcada por la sexualidad, que ésta es parte principal entre los factores que caracterizan la vida de los hombres. ..., en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como varones y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad.”23
“La sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Por eso, es parte integrante del desarrollo armónico de la personalidad y de su proceso educativo.”24
De estos dos textos se siguen dos conclusiones importantes: la primera, que el desarrollo y el perfeccionamiento de la dimensión sexual de la persona humana no pueden quedar librados a la simple maduración espontánea de cada individuo, ni al inevitable influjo social, sino que deben ser objeto de una educación específica, la educación sexual; la segunda, que esta educación sexual no puede ser considerada ni desarrollada aisladamente, sino que tiene que formar parte de la educación integral de cada persona humana llamada a la plena realización de sí misma según el designio amoroso de Dios.
En razón del contexto histórico en el cual nació, a partir de la primera mitad del siglo xx, se ha caído, frecuentemente, en hacer de la educación sexual algo exclusivamente especializado y reservado a los especialistas. De este modo, se la trata desvinculadamente de la educación integral de la persona humana y, por lo tanto, de una concepción también integral de ella.
A su vez, al reservarla a los especialistas (biólogos, médicos, psicólogos, sexólogos, etc.) se ha tendido a sustituir a quienes tienen que ser los primeros y principales educadores de la personalidad humana integral incluyendo su dimensión sexual: los padres y madres de familia.
En este sentido, la educación sexual impone una doble tarea: por un lado, integrar los aportes de las ciencias en una visión y en una praxis integrales de la persona humana y de su progresivo desarrollo. Por otro lado, devolver a los padres y madres de familia la confianza y la competencia que tienen en la educación sexual de sus hijos, sabiendo que su presencia en el hogar y el clima que ellos generan en la atmósfera cotidiana no pueden ser reemplazados por ningún especialista ni por ninguna técnica científica, aun cuando aquéllos necesiten de la ayuda complementaria de los especialistas.
En un clima de amor y de confianza se podrá hablar de la sexualidad con naturalidad y se la podrá experimentar y vivir con creciente madurez. Por eso, la primera condición de una buena educación sexual es el amor familiar, que sabrá orientar a los padres en la elección de las mejores palabras, gestos, actitudes y momentos respecto de lo que necesitan cada uno de los hijos.
La educación sexual tiene sus exigencias pero no tiene secretos. En este sentido, hay que superar el tabú que dice que todo lo que se sabe y se hizo hasta hoy en esta materia está todo mal y hay que cambiarlo absolutamente; también hay que superar el mito que reserva la educación sexual a los especialistas iniciados en sus misterios que nos trascienden.
En la educación sexual existen verdades que son permanentes y que la experiencia científica va confirmando día a día, y existen verdades que el hombre va descubriendo y profundizando con el correr del tiempo.
Por otra parte, los mejores especialistas para una adecuada educación sexual son y seguirán siendo los padres; todos los demás, profesionales y agentes de pastoral, están llamados a un rol subsidiario y complementario respecto de la misión de los padres. De aquí surge una de las primeras y más importantes conclusiones sobre la educación sexual: la necesidad y la urgencia de formar y acompañar a los padres para que puedan desempeñar su rol insustituible.
El Papa Francisco señala dos desafíos más en el contexto actual: la ideología de género y la revolución biotecnológica.
“Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo». Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que «el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar»”25
En primer lugar, el Papa advierte y denuncia sobre la ideología de género como pensamiento y comportamiento únicos que pretende imponerse tanto a nivel educativo como legislativo y cultural. En segundo lugar, fija el criterio de una adecuada perspectiva para afrontarla: la distinción y la unión indisoluble entre sexo biológico y sexo sociocultural que muestra que la sexualidad humana no se puede reducir a lo meramente biológico pero tampoco se lo puede suprimir a fin de manipularlo arbitrariamente, así como la necesidad que tiene cada persona sexuada varón o mujer de ser ayudada y guiada en la progresiva identificación y asunción en cuanto varón o mujer de su propia masculinidad o femineidad.
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