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Kitap hakkında
En noviembre de 2001, los inversores que habían confiado en el país vendían como pan frío los bonos de la deuda externa argentina. A cada minuto que pasaba valían menos, y se desesperaban por colocarlos donde fuera posible. Pero había algunas excepciones. Desde varias oficinas en Wall Street se estaban comprando esos papeles que parecían no tener valor. Se demandaban muchos, por varios miles de millones de dólares. A las pocas semanas, mientras el país se hundía en una crisis terminal, dejaron de comprar. Volverían a hacerlo por unos pocos días en febrero y marzo de 2002, pagando precios menores a los de remate. Parecía una operación incomprensible, y sin embargo tenía mucha lógica: aterrizaban en el país los fondos buitres, los mismos que en la última década emprendieron la mayor operación financiera contra la Argentina. Esas primeras oficinas que compraban bonos que nadie quería dejaron paso a un poderoso staff de abogados, y detrás de ellos, a un poder de lobby que funciona en varias capitales del mundo, aunque esencialmente en Nueva York y Washington. Son los que impulsaron la confiscación de la Fragata Libertad, de un satélite desarrollado por la NASA, del Tango 01 y de otros bienes del Estado Nacional. Son los que litigan en Estados Unidos e impiden el cierre definitivo de la reestructuración de la deuda externa. En este libro apasionante, Carlos Burgueño reconstruye la historia entera del caso de los fondos buitres, que es digna de un thriller internacional. Es una trama que incluye al gobierno argentino (no siempre a la altura de las circunstancias), a un juez estadounidense prepotente y arbitrario, a otro juez que todo indica fue sobornado, al FMI, a tiburones de las finanzas, a dos abogados que se vengaron por un viejo caso donde definieron quién sería presidente de los Estados Unidos, e incluso a la mafia rusa.
No es la historia de un grupo de personas que pelean por sus derechos, sino de una asociación permanente de especuladores que violentan el espíritu de las leyes. Hoy operan contra la Argentina, y antes hicieron lo mismo enfrentando a Perú, Brasil y casi medio continente africano. Y seguramente más adelante harán lo propio con Grecia.