Kitabı oku: «"Por una merced en estos reinos"», sayfa 6
Tiempo después, en 1631, Luis de San Millán, provincial de la orden de la Compañía de Jesús, pasó por Popayán rumbo al Perú,34 y notó la falta de una casa de esta orden en la ciudad, y en general en el obispado. San Millán instó a los cabildos payaneses a pedir su apertura y logró que uno de los capitulares del cabildo eclesiástico, el deán Francisco Vélez de Zúñiga, ofreciera una de sus haciendas y otros bienes para la fundación de esta casa,35 al igual que varios vecinos de la ciudad donaron dinero, tierras y ganados para colaborar en proyecto tan loable.36 La creación de la casa jesuita es importante porque su presencia aseguraría a los prelados y al cabildo eclesiástico de Popayán la administración del futuro colegio seminario tridentino, que se refundaría y reabriría continuamente a lo largo del siglo XVII.
El obispo Francisco de la Serna y Rimaga (1640-1645) identificó la falta que hacía en la provincia un colegio seminario, puesto que, en la proposición que hizo al rey para la fundación de una casa de estudios en Popayán, mencionaba que esta carencia provocaba que no hubiera en el obispado sacerdotes eficientemente formados tanto para el culto como para la enseñanza de otros clérigos, idea que, en general, dilucida que los curas y eclesiásticos que había en el obispado no eran idóneos para ejercer su ministerio.37 Aprovechando, entonces, la llegada a la ciudad de la patente de fundación de la casa de la Compañía de Jesús,38 dada por el padre provincial en Santa Fe, el prelado aprovechó y puso en marcha este proyecto eclesiástico escribiendo al rey para obtener las licencias en que se aceptaba el colegio seminario con sus constituciones y al mando de los jesuitas. Cabe aclarar que José Abel Salazar señala que hay que diferenciar la casa de la Compañía con el colegio seminario, porque, al ser fundados en la misma época, se pueden confundir sus historias. Lo cierto es que el rey Felipe IV dio el visto bueno, por real cédula del 16 de diciembre de 1640, para la creación del Colegio Seminario de Popayán, dedicado a San Francisco de Asís,39 y coordinado por los jesuitas. El seminario inició clases con la apertura de las cátedras de “la latinidad y otras facultades de artes y teología”,40 adoptando las constituciones del Colegio de San Luis de Quito41 y asegurando el obispo Serna su futuro funcionamiento con rentas que saldrían de beneficios simples y curados.42 No fue hasta 1793 que el cabildo eclesiástico y el obispo del momento, Ángel Velarde y Bustamante (1789-1809), empezaron a considerar que el colegio seminario pudiera conferir títulos y grados.43
Este primer proyecto no tuvo una larga existencia, pues la larga sede vacante obispal que tuvo Popayán entre 1645 y 1659, propiciada por las muertes inesperadas y las dejaciones y negaciones de nombramiento de cinco candidatos episcopales a ocupar la silla payanesa, llevó a que, en 1655, se extinguiera y se convirtiera la casa donde estaba ubicado en un hospicio de viandantes y forasteros, sin estudiantes ni colegiales, según como certificaba en 1660 el capitán Sebastián Guerrero, escribano de la ciudad.44 Con el nombramiento y la llegada de un nuevo obispo, en este caso el limense Vasco Jacinto de Contreras (1659-1666), se reabrió el colegio seminario de mano, de nuevo, de la Compañía de Jesús, en cabeza del maestro Bernardino de la Cueva.45 No sobra decir que estas constantes reaperturas y refundaciones del colegio seminario, como propone Leticia Pérez Puente, pueden entenderse también como estrategias de fortalecimiento de la autoridad episcopal, más en un episcopado pobre y con corporaciones como el cabildo catedral o las órdenes regulares, sin una fortaleza sustantiva en el contexto inmediato. Para 1680, el colegio seminario enseñaba gramática; en 1688, se dio apertura a los cursos de latín, “filosofía escolástica, teología dogmática y moral”, teniendo como uno de los profesores a Juan de Velasco;46 en 1712, tenía seis estudiantes, estableciéndose hasta 1744 la apertura de las cátedras superiores en filosofía y teología escolástica.47
Hay que adicionar al análisis de los elementos que brinda la tabla 3 que los capitulares naturales de Popayán, dada la ausencia académica de una universidad y por la inmediata cercanía, realizaron sus estudios en Santa Fe y en Quito, ambas capitales de Audiencia y con diversos colegios seminarios y universidades, por lo menos para el caso quiteño. Resulta peculiar que en ambas ciudades la fundación de seminarios conciliares fue muy temprana, para Santa Fe en 1582 y para Quito en 1570, pero los vaivenes de la política y del gobierno eclesiástico de ambos episcopados llevaron a que estas dos instituciones pasaran a ser direccionadas por la Compañía de Jesús.48
En Santa Fe, los clérigos también vivieron a la deriva con sus estudios, como se muestra en el caso del capitular Fernando de Oruña y Quesada, quien asistió a las cátedras tanto de franciscanos como de dominicos, pero sin obtener ningún grado, a pesar de su lucimiento como estudiante. Este caso, al igual que el de Popayán, muestra que no fue sino hasta la llegada de los integrantes de la Compañía de Jesús y la fundación que hacen del Colegio de San Bartolomé que se puede hablar de un primer recinto universitario de formación eclesiástica en el territorio neogranadino. Pérez Puente brinda un mejor panorama de los estudios que se ofrecían en Santa Fe para la época:
Si bien el Nuevo Reino de Granada estaba más cerca de Quito, en 1568 no había allí más oferta de estudios. Solo para 1582 cuando se fundó el seminario en Santa Fe, la ciudad presentaba un cuadro un poco más promisorio. En ella el convento dominico de Santa María del Rosario había recibido la bula donde se le erigía en Universidad, y contaba con cátedras de Artes y Teología, así como lecciones de gramática que, según fray Alonso de Zamora, habían dado inicio desde 1563. Sin embargo, todo indica que esas lecturas eran muy poco constantes. Fray Pedro Simón escribió que cuando los franciscanos abrieron sus cursos de Artes y Teología en Santa Fe en 1605, muchos habían asistido “por el deseo que tenían de estudios, por no haberlos habido hasta allí de propósito en ninguna parte de ella”. Más tarde, en el contexto de la disputa entre los dominicos y la Compañía de Jesús por el privilegio de otorgar grados académicos, el jesuita Pedro Calderón aseguró que solo hasta 1615 los dominicos habían comenzado a leer Artes y Teología en su convento.49
Como también señala Salazar, dado el fracaso del seminario del arzobispo Barrios, fueron las casas de las órdenes dominica, franciscana y agustina recoleta en Santa Fe las que se dedicaron a ofrecer cátedras y cursos para sus religiosos, clérigos y juristas, hasta que, en 1604, establecida la Compañía de Jesús en esta ciudad, se hizo apertura del Colegio de San Bartolomé, que enseñó las disciplinas inferiores hasta que, en 1612, se inauguró el curso de Artes.50 No está de más pensar que Oruña y Quesada, quien era integrante de una de las familias de mayor prestigio en la sociedad santafereña al ser nieto del conquistador del Nuevo Reino de Granada Gonzalo Jiménez de Quesada, optara por estudiar entonces en aquellos colegios que hacían apertura de cursos y de cátedras, resignándose a destacarse en este círculo de estudios eclesiásticos superiores no universitarios. El caso de Quito fue distinto, pues las fundaciones conventuales fueron más tempranas que las santafereñas contando con dos universidades y colegios seminarios a finales del siglo XVIII. Un elemento más hay que añadir al respecto de los estudios de formación eclesiástica, y es que la constante que se denota en los capitulares naturales de la tierra fue la de estudiar en las casas de estudio dirigidas por la Compañía de Jesús, hecho que demuestra el rol protagónico de los jesuitas en la formación de las élites eclesiásticas en Indias.
Respecto de los grados y estudios, siete capitulares mencionaron haber estudiado Teología en conjunto con otras cátedras como las de Artes, Filosofía, Lógica, Física y Metafísica, mientras fueron pocos los canonistas o los que apelaron al estudio de ciencias civiles, como en el caso del bachiller Jacinto de Arboleda, quien se formó en la Universidad de Salamanca. A esto hay que adicionar que la mayoría presenta grados menores (bachilleres en Artes y Teología, o con órdenes menores),51 y solo siete capitulares alcanzaron el grado de doctor: Francisco Javier Salazar de Betancur, Laurencio Ruiz, Juan de Vargas Pecellín, Gonzalo Guiral, Pedro de Herrera Gaitán, Luis Rojas de Páramo y Gregorio Belín de Baños. Como menciona Maximiliano Barrio, poseer estudios superiores y un grado de maestro o doctor permitía a un clérigo apelar de manera certera al camino de la promoción eclesiástica de alto vuelo, a diferencia de aquellos curas que por impedimentos relacionados con la falta de dinero, la distancia o la satisfacción con su labor optaban por estar de manera permanente en el trabajo religioso de las parroquias y en las doctrinas.52
Bien valdría pensar que, respecto de los méritos literarios y siguiendo la categorización propuesta por Rodolfo Aguirre, los clérigos que fueron nombrados como capitulares del cabildo catedral de Popayán, al ser parte de la élite eclesiástica provincial, no se caracterizaban por tener altos grados académicos,53 a pesar de que hubo capitulares, como Fernando de Oruña y Quesada, Francisco Ramírez Florián y Gonzalo Guiral, a los que distingue su erudición durante su ciclo de estudios. El primero cursó estudios tanto con los franciscanos como con los dominicos, fue colegial de ambos conventos y se destacó en el capítulo provincial de 1612, al que concurrieron todas las órdenes con presencia en Santa Fe, por la defensa que hizo de tres actos de teología, lo cual le valió un importante prestigio en los círculos eclesiásticos santafereños en que fue destacado por “su ciencia, mucho estudio y buen ingenio”,54 y como uno de los mejores estudiantes del reino. Con esto, se va demostrando que los méritos académicos estaban relacionados con los grados adquiridos en universidades y colegios seminarios de prestigio, pero también con la erudición académica que podía presentar un capitular independiente que tuviera grados menores o superiores; estimar que ambas situaciones eran consideradas en el proceso de promoción eclesiástica permite abrir el espectro de selección en aquellos que destacándose en sus estudios no los habían finalizado, pero los hacía idóneos para tener una carrera eclesiástica en un cabildo catedral. En este caso, habría que revisar si su procedencia familiar o su vinculación a alguna red clientelar o de poder les permitió acceder a la postulación en este tipo de cargos.
Los problemas de consolidación de la planta catedralicia payanesa
El cabildo catedral de Popayán fue una corporación en crisis desde su fundación, pues el obispo Juan del Valle (1546-1562) proyectó constituir una mesa capitular conformada por cinco dignidades, diez canónigos, seis racioneros y seis medio racioneros,55 a muchos de los cuales (deán, arcediano, maestrescuela, chantre y seis canónigos) se les remitió el título de nombramiento.56 No obstante, como refiere el mismo obispo Del Valle en una carta enviada al rey en 1549, en que solicitaba el nombramiento del deán Juan Cornejo, el arcediano Francisco Sánchez y el maestrescuela Melchor de Henao, “porque los otros que allá nombraré [en España] se quedaron”.57 Esto, aunado a las bajas rentas decimales del obispado, imposibilitaron tener una mesa capitular amplia, por lo que la primera planta catedralicia payanesa se redujo a cinco dignidades.58
Esta situación no fue exclusiva del obispado payanés, pues la primera planta capitular de la Catedral de México estuvo compuesta, primero, por las cinco dignidades, dado que, como menciona José Gabino Castillo, las rentas decimales no fueron suficientes para ampliarla, como se logró años después.59 Para el caso payanés, solo hasta el siglo XVIII la planta capitular logró una incipiente consolidación que no solo se verá representada en la permanencia de prebendados, sino en la ampliación de la planta y en la aparición de un proyecto eclesiástico de fortalecimiento del seminario y de la catedral. Para exponer la falta de consolidación del cabildo eclesiástico, fue preciso elaborar la tabla 3 dedicada a mostrar la recurrencia de prebendados en las dignidades de la catedral que permitirá exponer cuál de estos cargos tuvo mayores y, por ende, mayores vacancias.
Tabla 3. Recurrencia de nombramientos de prebendas en el cabildo eclesiástico de Popayán
Prebenda | Número |
Deanes | 14 |
Deán suplido | 2 |
Arcedianos | 20 |
Arcediano suplido | 2 |
Chantres | 23 |
Chantre suplido | 4 |
Maestrescuelas | 20 |
Maestrescuela suplido | 1 |
Tesoreros | 18 |
Canónigos | 6 |
Canónigos suplidos | 2 |
Prebendas no aceptadas | 5 |
Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes documentales consultadas en el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional y Miguel Wenceslao Quintero Guzmán, Linajes del Cauca Grande: Fuentes para la Historia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2006).
La tabla 3 permite mostrar la recurrencia de las promociones y las prebendas con mayor número de designaciones, que, en este caso, fue la chantría, seguida del arcedianato y la maestrescolía. Aparecen, además, un número pequeño de canónigos que fueron nombrados entre 1548 y 1609, prebenda que desaparecería por el argumento recurrente de la pobreza económica de la catedral, hasta cuando la planta catedralicia fue reestructurada y ampliada por el rey Carlos III en 1773.60 La importancia de los canonicatos está en que eran prebendas que permitían la captación de eclesiásticos para los episcopados y las catedrales, y a obispos y cabildos catedrales tener un abanico amplio de clérigos para presentar en los cargos vacantes que resultaran. Con esto, lograban las catedrales solucionar los problemas de tiempo y distancia que a veces enfrentaban capitulares, dignidades, jueces y hasta obispos que eran foráneos a los obispados donde eran nombrados. El cabildo catedral de Popayán por cerca de sesenta años tuvo presente en su pequeña planta entre uno o dos canónigos, prebenda que desapareció a principios del siglo XVII.
Sobre la ausencia de esta prebenda en la catedral y sus implicaciones para el obispado, Pedro Díaz de Cienfuegos, obispo de Popayán entre 1685 y 1696, explicaba en una carta la importante presencia de los canónigos para un cabildo eclesiástico y las dificultades que se desprendían de su ausencia, más si consideraba que, por la Recopilación de las leyes de Indias y una real cédula del 31 de diciembre de 1667, la Corona había dispuesto que, en todas y cada una de las iglesias metropolitanas y catedrales indianas, hubiera un número por lo menos de cuatro canonjías de oposición (doctoral, magistral, penitenciaria y de sagrada escritura), como existía en la Ciudad de los Reyes. Al respecto, el prelado afirmaba que las canonjías eran convenientes y necesarias, porque, con ellas, se podía hacer un buen uso de los curas y religiosos del obispado:
Así para su mayor lustre y decencia [el de la catedral] como para que los patrimoniales de esta diócesis se apliquen a los estudios y haya sujetos de las partes y letras que se requieren de que echar mano para las dignidades y prelacías sin necesitar de irse a oponer a otras iglesias que por la distancia grande de unas a otros y pocos medios que tienen los sujetos suelen dejar de ir a hacerlo.61
Las palabras del prelado exponen buena parte de las dificultades que se evidencian en las Informaciones de oficio y Relaciones de méritos y servicios de aquellos capitulares que tuvieron cargo en el cabildo eclesiástico de Popayán. Como se anotará más adelante, aquellos que eran foráneos a la provincia debían enfrentar la enorme dificultad de desplazarse hasta Popayán, mientras que la ausencia de una universidad o un colegio seminario que permitiera la formación de los clérigos patrimoniales del obispado obligó a muchos a optar por recibir las órdenes menores o realizar una inversión importante de dinero para su formación en los colegios y universidades más cercanos, en este caso, los ubicados en Santa Fe o Quito. No obstante, a pesar de los sacrificios por costear sus estudios, buena parte de esta clerecía local logró acceder a la corporación catedralicia.
Ahora bien, en estos primeros sesenta años de erigida la catedral con su cabildo, fue posible también identificar, como se muestra en la tabla 3, un grupo de prebendas suplidas, es decir, nombramientos realizados por diferentes obispos de Popayán, dado que las largas vacancias y la demora en el proceso en el Consejo de Indias obligaban a que los prelados, para cubrir las necesidades de la catedral y de la administración del obispado, nombraran a eclesiásticos locales en las prebendas vacas. Estos suplidos eran presentados por el prelado ante el rey y el Consejo de Indias para que se les confirmara su designación, dado que llevaban cumpliendo las labores propias de la prebenda que suplían. El primer indicio de la presencia de capitulares nombrados bajo la figura de prebendas suplidas se encuentra en 1564 cuando el obispo de Popayán fray Agustín de la Coruña (1566-1588) afirmaba en una carta que había recibido una cédula del rey Felipe II que estipulaba que, de no haber el número de cuatro beneficiados sirviendo como prebendados en el cabildo catedral de Popayán, el obispo pudiera “nombrar uno o dos o los que faltaren del número de cuatro, para que mejor sirvan a la dicha iglesia […] señalando al tal prebendado que nos señalaremos y presentaremos tanto salario”.62 Ahora bien, esta real cédula no fue destinada únicamente al obispado, pues la Recopilación de las leyes de Indias, en el título dedicado al patronazgo real, establecía que, en aquellas catedrales donde no hubieren más de cuatro prebendados, los obispos eligieran entre los clérigos, suplentes de estas prebendas,63 sin silla, título, ni voz. Hecho el nombramiento y presentación por el prelado, el nuevo prebendado debía encargarse de dar aviso al Consejo de Indias de su persona, habilidad, buena vida y costumbres para que tanto este como el rey le dieran la designación final del título que suplían,64 con el fin de realizar la ceremonia de colación canónica que el capitular debía recibir como titular de su prebenda para que gozara con satisfacción de la renta que le correspondía.
La cédula en mención estipulaba que, ya que en el obispado de Popayán había muy pocos curas y arciprestes que atendieran tanto las necesidades del culto divino de las parroquias como las prebendas de la catedral, pudiera el obispo elegir de los capellanes que hubiera en el obispado que considerara eran “personas de buena vida y ejemplo”,65 para que pudieran ocupar los arciprestazgos y beneficios curados del obispado, pero, además, para prevenir que el cabildo de la catedral tuviera largas vacantes en sus prebendas, se hiciera la designación de este grupo de curas elegidos por los obispos.66
¿Quiénes fueron los otros prebendados suplidos? ¿Lograron una final designación? ¿Como figura eclesiástica qué representaron para el obispado de Popayán? Hubo doce prebendados suplidos en el periodo estudiado: dos deanes, dos arcedianos, cuatro chantres, dos maestrescuelas y dos canónigos. El primer deán suplido que se registra en los documentos históricos fue Juan González Maldonado,67 quien, probablemente, fue designado en esa prebenda entre los episcopados de fray Juan González de Mendoza (1609-1618) y fray Ambrosio de Vallejo (1620-1631) para luego ser nombrado tesorero de esta corporación en 1635. El otro deán suplido fue Laurencio Ruiz nombrado en 1614 por el obispo González de Mendoza (1609-1618), debido a que, con la muerte del anterior deán, Juan Montaño, el cabildo se redujo a dos capitulares, un arcediano y un tesorero “de casi noventa años y asmático y muy decrépito”,68 por lo que dando seguimiento a la cédula real referida elegía a Ruiz, quien, “conforme a la necesidad de la iglesia para servir la dicha dignidad, por no haber en todo el obispado otro clérigo graduado que pueda dar latinidad”. Un año después, en 1615, Ruiz elevaba al rey y al Consejo de Indias una petición en que pedía confirmación de su prebenda,69 de lo cual no se sabe si ocurrió porque no se encontró documento alguno que lo comprobara.
Con respecto al arcedianato, la primera suplencia confirmada fue la de Baltasar de Mesa realizada por el obispo Domingo de Ulloa (1594-1597), quien lo nombró en diciembre de 1594, y, en 1595, en carta dirigida al rey, pedía lo aceptara como arcediano, pues no tenía cómo sostenerse, y Juan Jiménez de Rojas, quien era el arcediano titular de la catedral, había muerto.70 A pesar de que la cédula de 1564 beneficiaba al cabildo eclesiástico al poder mantener cierta estabilidad en su planta para hacer frente a la administración de la catedral y del obispado, no resultaba tan benéfica para los clérigos o prebendados que asumían esta suplencia al no poder hacer el cobro de la renta que correspondía al cargo que suplían. El otro arcediano suplido fue Pedro de Herrero Gaitán, de quien se encontró la mención de este cargo en las Informaciones presentadas a la Audiencia de Quito en 1651, en que dice el gobernador de Popayán don Juan de Salazar (1643-1648)71 que ocupó varios beneficios curados y suplió el arcedianato.72
La chantría tuvo cuatro prebendados suplidos: el ya mencionado Juan Jiménez de Rojas en 1564, Juan Álvarez Maldonado en 1575 propuesto por el obispo fray Agustín de la Coruña;73 Hernán Ponce de León y Francisco Vélez de Zúñiga. Ponce de León fue nombrado por el obispo Domingo de Ulloa en 159474 (mismo año y mismo prelado que nombró a Baltasar de Mesa en el arcedianato), para luego, el 11 de diciembre de 1595,75 pasar al arcedianato; y Vélez de Zúñiga, según consta en sus Informaciones, fue chantre suplido nombrado por el obispo Juan de la Roca, entre 1601 y 1605, años en que este último fue prelado en Popayán.76 La maestrescolía tuvo un prebendado suplido, Antonio de Zúñiga, quien también fue nombrado por el obispo fray Juan González de Mendoza, como afirma en la carta de confirmación de este nombramiento que hace el cabildo eclesiástico de Popayán al rey en 1617,77 logrando, el 22 de marzo de 1620,78 su nombramiento final. Estas suplencias son realizadas con curas que no necesariamente estaban vinculados de forma directa con el cabildo catedral del obispado, y que resultan de la cercanía que tienen estos clérigos con el prelado de turno.
Ha sido importante establecer los periodos cronológicos en que hubo cinco, cuatro, tres y hasta un prebendado que regentó los destinos del cabildo catedral payanés. Esta carencia de personal eclesiástico se generaba por las múltiples dejaciones de cargos, por las muertes y promociones a otras catedrales, lo que ocasionaba que inesperadamente se presentaran vacancias largas por la tardanza y demora del proceso de nombramiento realizado por el Consejo de Indias y el rey. Sin embargo, así como era posible encontrar dignidades como la tesorería en permanente vacancia por muerte o promoción de quien ostentaba su cargo, también es posible hallar de manera recurrente en esta corporación dignidades con veinte y hasta cincuenta años de permanencia en su cargo, situación que permite visualizar que la promoción eclesiástica permitía ascensos, descensos y permanencias en las carreras clericales.
El trabajo con los documentos históricos permitió delimitar y proponer una planta del cabildo catedral de Popayán entre 1546 y 1810, dado que, en la revisión bibliográfica realizada para establecer los antecedentes históricos del obispado, se encontró un listado en la primera obra editada dedicada a la historia del obispado,79 que resultó obsoleto al comprobar que muchos de los nombres propuestos resultaron ser oficiales reales o vecinos de la ciudad, equivocadamente confundidos con integrantes del cabildo catedral. Esto obligó a revisar con cuidado las consultas del Consejo de Indias, así como las cartas y correspondencias de la Audiencia de Quito y de los obispos de Popayán, para identificar posibles nombres y dignidades presentes en la catedral payanesa. Con esto, se lograron identificar para el periodo de estudio cincuenta personajes, que, después de verificar en las fuentes históricas, se sabe con certeza que fueron capitulares del cabildo eclesiástico de Popayán. En términos comparativos, se elaboró la tabla 4 que expone la lista de dignidades presentada por Manuel Antonio Bueno y Quijano80 con el listado propuesto, y así visibilizar las ausencias, los desconocimientos y los descubrimientos de los personajes que pertenecieron al cabildo eclesiástico payanés, con un fin: presentar una versión definitiva de la planta de esta corporación según la información encontrada en las fuentes históricas.
Tabla 4. Lista comparativa de capitulares del cabildo catedral de Popayán, 1546-1714*
Planta de Bueno y Quijano, año de nombramiento | Planta propuesta, año de nombramiento |
Deanes | |
Francisco de Rojas quien con el ilustrísimo señor don Juan del Valle hizo la erección material de esta catedral, 1558 | Juan Cornejo, 1549 |
Don Juan de Montaño, 1572 | Deán licenciado Bartolomé de Salazar, aparece enunciado en varios documentos pero no se encontró su relación de méritos |
Don Francisco de Santisteban, 1574 | Francisco de Santisteban, 10 de noviembre de 1575 |
Doctor don Francisco Ramírez Florián, 1630 | Juan Montaño, 18 de septiembre de 1591 |
Don Antonio Landaeche, 1635 | Laurencio Ruiz, 1614 |
Don Gonzalo Guiral, 1667 | Hernando Ponce de León, 7 de diciembre de 1617 |
Don Pedro de Herrera Gaitán | Francisco Vélez de Zúñiga, 13 de marzo de 1620 |
Don Diego de Ontiveros, no admitió | Bartolomé Díaz de Ortega, 6 de abril de 1638 |
Doctor don Pedro de Arboleda, 1683 | Francisco Ramírez Florián, 6 de abril de 1640 |
Doctor don Miguel de Reza Montoya, 1694 | Gonzalo Guiral, 23 de septiembre de 1656 |
Antonio de Landaeche, 4 de diciembre de 1651 | |
Pedro de Herrera Gaitán, 18 de septiembre de 1669 | |
Jacinto de Arboleda, 30 de octubre de 1669 | |
Diego de Ontiveros Hinojosa, 12 de junio de 1673 | |
Agustín de Barraza, 3 de mayo de 1688 | |
Pedro de Arboleda Salazar, 29 de abril de 1682 | |
Miguel de Resa Montoya, 13 de diciembre de 1691 |
Arcedianos | |
Francisco Rojas, granadino (sic), que con el ilustrísimo señor doctor don Juan del Valle hizo la erección material de esta catedral, 1558 | Juan Guijarro, 5 de noviembre de 1570 |
Juan Guijarro, 1568 | Juan Jiménez de Rojas, 10 de noviembre de 1575 |
Pedro Herrera, 1590 | Gregorio Rodríguez Franco, 18 de septiembre de 1591 |
Juan Jiménez de Rojas, 1591 | Juan Garcés, 11 de diciembre de 1595 |
Fernando Ponce de León, 1596 | Baltasar de Mesa, 1595 |
Bartolomé Díaz de Ortega, 1600 | Hernán Ponce de León, 24 de junio de 1599 |
Francisco Vélez de Zúñiga, 1619 | Francisco Vélez de Zúñiga, 29 de marzo de 1618 |
Antonio de Zúñiga, 1628 | Bartolomé Díaz de Ortega, 25 de mayo de 1620 |
Juan de Torralba, 1628 | Francisco Ramírez Florián, 18 de abril de 1638 |
Doctor Gonzalo Guiral, 1656 | Antonio de Zúñiga, 6 de abril de 1640 |
Doctor Antonio Belín de Baños, 1658 | Fernando de Solórzano, 17 de junio de 1646, no pudo recibir la prebenda |
Doctor Fernando de Solórzano, 1666 | Gonzalo Guiral, 29 de agosto de 1651 |
Doctor Diego Ontiveros Hinojosa, 1670 | Gregorio Belín de Baños, 24 de octubre de 1656 |
Doctor Luis Rojas Páramo, 1674 | Pedro de Herrera Gaitán, 17 de octubre de 1667 |
Doctor Agustín de Barrasa y Medina, 1685 | Jacinto de Arboleda, 30 de diciembre de 1668 |
Doctor Bernardino Pérez de Ubillús, 1697 | Diego de Ontiveros Hinojosa, 28 de noviembre de 1669 |
Luis de Rojas Páramo, 12 de junio de 1673 | |
Agustín de Barrasa, 29 de julio de 1684 | |
Gregorio Ibáñez de Caviedes, 3 de mayo de 1684 | |
Jerónimo Pérez de Ubillús, 27 de mayo de 1696 | |
Francisco Antonio de Salazar Betancur, s. f., muere en 1717 |
Chantres | |
Francisco de Cuéllar, que, con el ilustrísimo señor don Juan del Valle, hizo la erección material de esta catedral, 1558 | Gonzalo de Torres y Ribera, 14 de mayo de 1578 |
Antonio Ramírez Díaz de Ortega, 1595 | Miguel de Urdagaya, 17 de febrero de 1608 |
Antonio de Zúñiga, 1619 | Francisco Vélez de Zúñiga, 3 de octubre de 1614 |
Doctor Fernando de Solórzano, 1647 | Bartolomé Díaz de Ortega, 29 de marzo de 1618 |
Doctor Gonzalo Guiral, 1651 | Antonio de Zúñiga, 22 de marzo de 1620 |
Doctor Lucas del Campo Salazar, 1658 | Fernando de Solórzano, 14 de mayo de 1640 |
Doctor Pedro Herrera Gaitán, 1665 | Gonzalo Guiral, 17 de junio de 1646 |
Doctor Jacinto de Arboleda, 1669 | Antonio de Landaeche, s. f. |
Doctor Diego de Ontiveros Hinojosa, 1669 | Francisco del Pino Argote y Navarrete, 24 de marzo de 1652 |
Doctor Luis Rojas Páramo, 1671 | Andrés del Campo Salazar, 20 de abril de 1654 |
Doctor Francisco Sánchez Alvarado, 1673 | Gregorio Belín de Baños, 1 de febrero de 1656 |
Doctor Agustín Barrada y Medina, 1674 | Lucas del Campo Salazar, 29 de septiembre de 1656 |
Doctor Diego Ibáñez de Caviedes, 1685 | Pedro de Herrera Gaitán, 11 de mayo de 1664 |
Doctor Francisco Javier Salazar y Betancourt, 1674 | Jacinto de Arboleda, 10 de febrero de 1668 |
Doctor Bernardo Hinestrosa Príncipe, 1713 | Diego de Ontiveros Hinojosa, 28 de noviembre de 1669 |
Luis de Rojas Páramo, 28 de noviembre de 1669 | |
Francisco Sánchez Alvarado, 28 de julio de 1673 | |
Agustín de Barrasa, 3 de junio de 1681 | |
Gregorio Ibáñez de Caviedes, 4 de febrero de 1685 | |
Miguel de Ressa Montoya, 16 de mayo de 1688 | |
Francisco Javier de Salazar Betancur, 20 de mayo de 1694 | |
Fernando Antonio de Salazar Betancur, 29 de diciembre de 1699 | |
Bernardo de Inestrosa Príncipe, s. f., muere en 1715 |
Maestrescuelas | |
Doctor Melchor de Henao, 1572 | Melchor de Henao, 1549 |
Doctor Domingo Ramírez Florián, 1625 | Alonso Ortiz, 7 de enero de 1576 |
Doctor Bartolomé Ruiz, 1628 | Juan de Vargas Pecellín, 18 de septiembre de 1591 |
Doctor Gonzalo Guiral, 1638 | Bartolomé Díaz de Ortega, 2 de agosto de 1614 |
Doctor Agustín de Olea Salazar, 1653 | Bartolomé Ruiz, 29 de marzo de 1618 |
Doctor Diego de Ontiveros Hinojosa, 1666 | Francisco Ramírez Florián, 22 de marzo de 1620 |
Doctor Luis Rojas Páramo, 1669 | Gonzalo Guiral, 20 de abril de 1638 |
Doctor Francisco Sánchez Alvarado, 1671 | Juan González Maldonado, 13 de agosto de 1646 |
Doctor Agustín Barrada y Medina, 1673 | Antonio de Landaeche, 16 de diciembre de 1650 |
Doctor Pedro de Arboleda Salazar, 1682 | Agustín de Olea, 12 de agosto de 1651 |
Doctor Miguel Reza Montoya, 1686 | Pedro de Herrera Gaitán, 12 de junio de 1663 |
Doctor Fernando de Salazar y Betancourt, 1696 | Diego de Ontiveros Hinojosa, 7 de junio de 1664 |
Luis de Rojas Páramo, 23 de mayo de 1669 | |
Francisco Sánchez Alvarado, 28 de noviembre de 1669 | |
Agustín de Barrasa, 28 de julio de 1673 | |
Pedro de Arboleda Salazar, 3 de junio de 1681 | |
Miguel de Ressa Montoya, 11 de febrero de 1685 | |
Pedro Domínguez Monroy, 30 de septiembre de 1688 | |
Francisco Javier Castrillo, s. f. | |
Fernando Antonio de Salazar Betancur, 8 de abril de 1696 | |
Bernardo de Hinestrosa Príncipe, 18 de mayo de 1703 y 19 de noviembre de 1709 | |
Joseph Herrera Ceballos, s. f., ascendido a arcediano, muere en 1720 |
Tesoreros | |
Bartolomé Ruiz, 1600 | Bartolomé Ruiz, 5 de noviembre de 1570 |
Fernando de Oruña, 1621 | Lucas Serrato de Godoy, 29 de marzo de 1618 |
Fernando de Solórzano, 1633 | Juan de Castillo, 26 de agosto de 1618 |
Juan González Alvarado, 1646 | Fernando de Oruña, 13 de marzo de 1620 |
Antonio Landaeche, 1649 | Miguel de Acosta Granados, 25 de septiembre de 1627 |
Gonzalo Guiral, 1651 | Fernando de Salazar Betancur, 12 de marzo de 1633 |
Gregorio Belín de Baños, 1655 | Sebastián de Valencia, 28 de marzo de 1636 |
Pedro de Herrera, 1663 | Fernando de Solórzano, 18 de abril de 1638 |
Jacinto de Arboleda, 1666 | Luis Guerra y Acuña, 9 de junio de 1640 |
Francisco Sánchez Alvarado, 1671 | Juan González Maldonado, s. f. |
Agustín Barrada y Medina, 1672 | Antonio Landaeche, 13 de agosto de 1646 |
Diego Ibáñez de Caviedes, 1674 | Lucas Fernández de Piedrahíta, 12 de mayo de 1651 |
Cipriano de Salcedo | Gregorio Belín de Baños, 27 de marzo de 1654 |
Pedro de Herrera Gaitán, 24 de octubre de 1656 | |
Juan Dávalos, 7 de junio de 1664 | |
Diego de Ontiveros Hinojosa, 7 de junio de 1663 | |
Jacinto de Arboleda, 28 de noviembre de 1665 | |
Luis de Rojas Páramo, 10 de febrero de 1668 | |
Francisco Sánchez Alvarado, 18 de septiembre de 1669 | |
Agustín de Barrasa, 28 de noviembre de 1669 | |
Cipriano de Salcedo, 12 de junio de 1673 | |
Gregorio Ibáñez de Caviedes, 14 de junio de 1676 | |
Francisco Javier de Salazar Betancur, 11 de noviembre de 1692 | |
Francisco Prieto de Tovar, 28 de mayo de 1714 |
Canónigos | |
No refiere los canónigos hasta las canonjías creadas en 1773 | Melchor de Henao, 1548 |
Francisco González Granadino, 1555 | |
Juan Jiménez de Rojas, 1564 | |
Francisco Hernández, 1 de julio de 1572 | |
Juan Álvarez Maldonado, 10 de noviembre de 1575 | |
Miguel de Sarcosa, 18 de septiembre de 1591 | |
Miguel de Urdagaya, 9 de diciembre de 1595 | |
Francisco Vélez de Zúñiga, 26 de marzo de 1609 |
*La fecha que aparece al lado de cada nombre de capitular es la que corresponde a la real cédula de nombramiento de cada candidato.