Kitabı oku: «El fundamento del Dharma», sayfa 2
3. El karma
La tercera de las Cuatro Comprensiones o Cuatro Entrenamientos Mentales consiste en reflexionar sobre el karma y tener presente su comprensión. Nuestro precioso nacimiento humano da lugar a una vida que existe en el tiempo, pero que es producto del karma. Nosotros mismos hemos creado las causas cuyas consecuencias sufrimos. Nuestras vidas son también un producto del karma acumulado en vidas pasadas, ya que cuando hay tiempo, hay continuidad. Luego de inhalar debemos exhalar, pues, en caso contrario, la respiración se interrumpiría. Mientras respiremos la vida continúa, y así seguimos adelante. Si hubo un tiempo pasado, naturalmente habrá un tiempo futuro. El tiempo presente en el que nos hallamos es una consecuencia del tiempo pasado, es el efecto de una causa.
El Buda dijo: «A fin de comprender lo que has hecho en vidas pasadas, examina cómo eres en tu vida presente». El cuerpo humano que ahora tenemos es producto del karma que hemos creado en el pasado. Vivimos su efecto. Por medio de este efecto podremos descubrir la causa en el pasado, y en el presente podremos determinar cuáles son las nuevas causas que creamos para el futuro. Por ejemplo, si tenemos dolor de estómago, ello es el efecto de una causa mediata y una circunstancia inmediata, la última de las cuales podría ser el haber comido algo en mal estado. El Buda dijo: «Si quieres conocer cómo será tu futuro, examina tus acciones actuales». Podemos realizar muchas acciones en el presente y producir todo tipo de karma, tanto positivo como negativo. El karma negativo proviene de nuestra distracción y nuestras pasiones y, a su debido tiempo, tendremos que padecer sus consecuencias.
Es importante tener presencia del karma y comprender su potencialidad. Mucha gente piensa que el karma es un destino predeterminado y dice: «¿Qué le voy a hacer? Es mi karma». Esta actitud resignada puede ofrecernos algo de tranquilidad en momentos difíciles, pero no es así como funciona el karma. Este es el producto de nuestras acciones y, para bien o para mal, su potencialidad solo fructifica cuando en nuestra existencia están presentes las condiciones apropiadas, y no en cualquier momento.
Si en el sendero del bodhisattva llevamos a cabo una buena acción, como por ejemplo el ofrendar, podríamos producir un karma positivo. ¿Cómo se genera el karma positivo? Primero surge la intención. En el Mahayana se dice que la intención es la base de todo. Si la intención es buena, los resultados serán placenteros. Si es mala, serán todo lo contrario. Por tanto, debemos tener sumo cuidado de que nuestra intención sea positiva, de modo que pueda servir de causa para el desarrollo de la bodhichitta. Cuando uno acumula el karma negativo de matar, primero surge la intención de matar. Pero a fin de crear el karma relacionado con el matar, la mera intención no basta; uno debe llevar a cabo la acción de matar. Por sí sola, la intención puede constituir un obstáculo para obtener estados mentales positivos, pero es la acción misma la que produce la verdadera potencialidad del karma. La acción, por su parte, puede ser directa o indirecta. Por ejemplo, en el caso del matar, nosotros mismos podemos llevar a cabo la acción de matar, o podemos encargársela a otra persona, en cuyo caso habremos cometido una acción indirecta.
El mismo principio es válido cuando se trata de una buena acción. Si queremos, por ejemplo, tener un gesto de generosidad hacia un grupo de gente hambrienta de la India, pero no tenemos suficiente dinero para ayudarlos, podemos pedirle a una persona más pudiente: «Por favor, ayuda a esta gente». Si hacemos esto de tal modo que el grupo de gente hambrienta resulte en verdad beneficiado, habremos realizado una acción positiva indirecta.
La tercera condición para que se complete el karma es la satisfacción de haber realizado la acción. Si después de haber matado a alguien, pensamos: «Oh, al fin me deshice de esa persona», el karma negativo de matar estará completo. La conjunción de la intención, la acción y la satisfacción crea la potencialidad total, tanto del karma positivo como del negativo, cuyos efectos se manifestarán cuando las circunstancias que favorecen su maduración se presenten. Esto significa que el karma no necesariamente tendrá sus efectos tan pronto se produzca la acción. Los mismos pueden ocurrir en cualquier momento, inmediatamente o mucho después, según cuándo se presenten las causas secundarias. Si, por ejemplo, tengo el karma negativo que me producirá un dolor de estómago, este se manifestará bajo ciertas circunstancias, tales como el estar en un clima muy caliente o el ingerir comida en mal estado. Si estas circunstancias secundarias se reúnen, el karma se manifestará.
El Buda dijo: «El karma nos sigue como la sombra sigue al cuerpo». Cuando una causa secundaria está presente, tal como una lámpara o el sol, la sombra se manifiesta. El cuerpo es la causa principal de su sombra, pero si no hay una causa secundaria, como por ejemplo el sol, la sombra no aparecerá. No hay una regla cronológica para la manifestación del karma, ya que este madura según las circunstancias. En la enseñanza se dice que se debe tener presente el karma a fin de evitar producir potencialidades negativas. Debemos estar presentes en todas las circunstancias de nuestra vida, pues de otro modo acumularemos karmas cuyos efectos luego sufriremos. Sin embargo, no siempre hay que pagar el karma, ya que se puede incidir en él de muchas maneras; por ejemplo, se lo puede purificar, transformar, eliminar o bloquear.
En todas las tradiciones budistas tibetanas se enseña el mantra de Vajrasattva como medio para la purificación del karma negativo. Recitando el mantra, el efecto del karma y los obstáculos disminuyen, y uno desarrolla claridad. A veces se oye hablar de enfermedades kármicas, es decir, enfermedades hasta ahora incurables, como algunos tipos de cáncer, etcétera. Ahora bien, de acuerdo con la enseñanza, no hay nada que no pueda purificarse; es solo que no sabemos lo pesado que es el karma que debemos purificar; no sabemos si pesa cien, mil o millones de kilos. Ese es el problema, pero no existe ningún karma que no podamos eliminar.
Si somos practicantes, debemos ser conscientes de las circunstancias bajo las cuales se manifiesta el karma. Por ejemplo, si queremos que una semilla germine, debemos plantarla, fertilizarla, regarla, permitir que tenga acceso a la luz solar, etcétera. Si no la sembramos en las condiciones apropiadas, incluso si la semilla posee toda la potencialidad para germinar, no dará ni flores ni frutos. Si plantamos diez semillas idénticas en diez macetas, pero regamos algunas y dejamos otras sin regar, ponemos algunas al sol y otras a la sombra, o dejamos algunas sin fertilizantes, etcétera, nunca obtendremos diez flores idénticas. Algunas de ellas prosperarán, otras se sofocarán, mientras que otras ni siquiera germinarán; obtendremos distintos resultados, aun cuando todas las semillas posean la misma potencialidad de producir plantas de la misma especie. Todo está determinado por las diversas circunstancias secundarias.
Por tanto, si el karma madura, ello se debe al hecho de que las circunstancias secundarias han sido favorables para su manifestación. Si estamos conscientes de ello, podremos comportarnos en consecuencia. Si está germinando una flor que no deseamos, podemos bloquear su crecimiento dejando de regarla. Siendo conscientes de las circunstancias que favorecen el karma, nos volveremos activos en nuestra práctica y adquiriremos sabiduría.
4. La transmigración o samsara
El Cuarto Tema a Tener Presente o Cuarto Entrenamiento Mental es la comprensión de la transmigración como consecuencia del karma positivo o negativo. En la India, por ejemplo, hay cientos de miles de personas que están muriendo de hambre, mientras que en otras partes del mundo hay gente que es muy rica y a la que nada le falta. Los niños que nacen en familias muy pobres sufren todo tipo de privaciones, mientras que los nacidos en familias pudientes pueden disfrutar de muchas cosas. ¿Por qué existe esta diferencia? ¿De qué depende? Depende del karma.
En 1953, cuando estaba estudiando en China, estuve presente en algunos debates en los que se criticaba el budismo. Algunos argüían: «Los budistas justifican las injusticias afirmando que todo está causado por el karma, de modo que los ricos pueden disfrutar de sus privilegios porque poseen un karma positivo, mientras que los pobres tienen un karma negativo y, por tanto, deben padecer sus privaciones. De esta manera, en cualesquiera circunstancias, los maestros siempre se hallan en buena posición».
Admitir la realidad del karma no significa sostener que sea justo que el rico se aproveche del pobre. Ahora bien, si no existiera el karma ¿cómo podríamos explicar que Mao Tse Tung fuera quien comandaba y que los demás obedecieran, o que ciertos oficiales chinos hayan vivido como príncipes, gastando grandes cantidades de dinero en banquetes y trabajando en oficinas decoradas con preciosas alfombras, mientras que muchos campesinos no han tenido comida o medios suficientes para vivir dignamente? ¿A qué se debe esta diferencia sino al karma? Si comprendemos el funcionamiento del karma podemos actuar de la mejor manera posible para combatir la injusticia. Negar el karma no es muy útil, pues cuando hay una causa habrá un efecto. Esta es la ley del karma. Y es en esta continuidad de causa y efecto en lo que se fundamenta la transmigración: los seres que sienten continúan creando nuevas causas, que producirán nuevos efectos.
En Occidente, a mucha gente le sorprende el principio de la transmigración o el renacimiento, ya que el cristianismo no habla de ello. Quizá en el cristianismo primitivo se haya aceptado la transmigración, pero hoy en día la Iglesia no reconoce oficialmente su validez. Este concepto no forma parte de la cultura occidental, y cuando las personas oyen hablar de la transmigración, hallan muchas razones para cuestionarla: «¿Cómo puedo aceptar la transmigración?», etcétera. En mi opinión, la transmigración no es algo que debamos aceptar o rechazar. Para mí es algo normal, y no hace falta gastar energía discutiendo si se debe o no creer en ella. En las enseñanzas hay muchas historias de seres que tuvieron un cierto tipo de existencia, pero después de su muerte renacieron en otras formas. Si creemos en esto, está bien; pero el creer o no creer no son factores determinantes. Lo importante es el principio de la continuidad: lo que ahora es presente se convertirá en pasado, y el futuro continuará haciéndose presente, tal como a la inhalación le sigue la exhalación. Este continuo está relacionado con el karma.
«Transmigración» es lo mismo que «continuación». No importa si se cree o no en los detalles de la teoría budista de la transmigración. No hace falta incursionar muy profundamente en ello, pues no es tan importante si se cree o no en el renacimiento. Si queremos concentrarnos en el tema de la transmigración durante tres días o una semana está bien, pero no debe convertirse en motivo de preocupación ni causarnos ansiedad o pesimismo. Lo importante en la enseñanza es la presencia, y en este caso lo que cuenta es que comprendamos que la continuidad de nuestra vida está relacionada con el karma.
Es, pues, sumamente útil comprender el sentido de los Cuatro Entrenamientos Mentales o de las Cuatro Comprensiones a Tener Presentes. Si tenemos estas comprensiones y las mantenemos presentes, la diligencia y la presencia en la vida diaria surgirán en todo momento y se desarrollarán, no solo cuando nos sentemos a practicar, sino también cuando caminemos, hablemos, comamos y, en general, en todos los momentos de cada día. Si logramos integrar esta conciencia, esta presencia, en nuestras vidas, los Cuatro Entrenamientos Mentales pueden volverse muy útiles para comprender e integrar el sentido de la enseñanza, el cual subyace no solo en el aprendizaje de un método, sino que debe estar basado en una genuina comprensión.
A fin de cuentas la enseñanza puede presentarse de muchas formas distintas e incluir una variedad de métodos. Aunque hay muchos tipos de misticismo, religión o filosofía, el verdadero sentido de los que son auténticos se reduce a un principio único. Comprender esto conduce a la realización; pero a fin de comprender el sentido de la enseñanza, debemos también comprender qué es la realización. Cuando vamos a un mercado, hallamos ropa, pero también otras mercancías, como comida, etcétera. Del mismo modo, en este mundo está la maravillosa enseñanza del Buda Shakyamuni, pero también las de los maestros sufíes, así como las de los grandes yoguis hinduistas. Cada una de ellas puede enseñarnos muchas cosas, pero si no comprendemos el principio de la enseñanza y su relación con los métodos que transmite, solo nos confundiremos y tendremos una gran cantidad de problemas. La enseñanza no es un objeto abstracto, sino algo relacionado con el individuo y, puesto que existen muchos caracteres, condiciones y deseos diferentes, hay distintas enseñanzas.
El Refugio1
Los Tres Principios Sagrados –tampa sum en tibetano– son tres aspectos fundamentales de la enseñanza que siempre se explican desde el comienzo, no solo en las enseñanzas Dzogchén, sino también en todos los niveles del Sutra y del Tantra. El primero de estos Tres Principios Sagrados es el Refugio y la Bodhichitta; el segundo es la Contemplación; el tercero es la Dedicación de Méritos.
Lo que significan esencialmente el primero y el tercero de los Principios es que cuando comenzamos una práctica lo hacemos con una idea o pensamiento, y del mismo modo, cuando terminamos la práctica y regresamos a nuestras actividades ordinarias, también comenzamos dichas actividades guiándonos por una idea o pensamiento. En efecto, no siempre estamos en el Estado de Contemplación –lo que denominamos «Estado Primordial»–, que es el segundo de los Tres Principios Sagrados. Incluso habiendo tenido alguna vivencia de este Estado, la mayor parte del tiempo estamos distraídos. Por tanto, a fin de encontrarnos en el Estado de Contemplación, comenzamos orientándonos hacia él por medio de una idea o pensamiento.
Supongamos que, al menos intelectualmente, hemos comprendido que nuestra verdadera naturaleza es como la de un espejo, que posee la capacidad de reflejarlo todo sin juzgar si es bueno o malo, sin aceptar ni rechazar nada. ¿Cómo podemos, sobre la base de una comprensión intelectual, descubrir en nosotros mismos nuestra verdadera naturaleza, que es la verdadera naturaleza de todos los fenómenos? ¿Cómo podemos entrar en el auténtico Estado de Conocimiento –lo que se conoce como Presencia Instantánea– y experimentar de veras que nuestros pensamientos y emociones son como reflejos en un espejo? A ese fin, debemos comenzar guiándonos por un pensamiento. Para entrar en la Contemplación, comenzamos siempre con el pensamiento de querer entrar en ese Estado, siempre comenzamos nuestra práctica con el Refugio y la bodhichitta.
En el Dzogchén, es particularmente importante comprender lo que en verdad significan el Refugio y la bodhichitta, y cómo deben aplicarse en forma concreta, a fin de no quedarse meramente en el nivel de las palabras y de las formas externas. Los orígenes de las prácticas de Refugio y bodhichitta se hallan en el sistema del Sendero de Sutra, que comprende el Hinayana y el Mahayana. Y, en ambos, la forma en la que se toma Refugio determina si el individuo puede considerarse budista o no. En dicho sistema, si una persona toma Refugio en el Buda, el Dharma y el sangha, se la considera budista. Por ejemplo, yo he sido criticado por gente que afirma que no soy budista, puesto que en vez de usar la fórmula de Refugio en el Buda, el Dharma y el sangha, empleo la del Refugio en el Gurú, el Deva y la Dakini.
Ahora bien, tales críticas revelan un total desconocimiento del principio del Refugio, porque el Gurú, el Deva y la Dakini no son diferentes del Buda, el Dharma y el sangha. El principio de las enseñanzas no se halla en el nivel superficial y literal de los términos que designan las cosas, sino en el verdadero sentido y significado, que está más allá de estos nombres. Es así como debemos comprender el significado de los términos Gurú, Deva y Dakini usados en el sistema del Tantrismo.
En general, cuando usamos la palabra «budista», nos referimos a alguien que sigue la enseñanza del Buda Shakyamuni, o a algo que está relacionado con esa enseñanza. Al menos esto es lo que en el Hinayana significa el término «budista», ya que este sistema considera que la enseñanza budista oficial se circunscribe al conocimiento y a la comprensión que el Buda transmitió en persona. Ahora bien, hay muchas otras formas de enseñanza budista, pues el Buda Shakyamuni transmitió enseñanzas no solo por medio de su cuerpo físico, sino también mediante otras manifestaciones. Y este es el origen del Tantra.
¿Cómo se manifestó el Buda para transmitir el Tantra? Para transmitir estas enseñanzas no se manifestó en el plano físico en forma del Buda Shakyamuni o Buda histórico. Un Buda puede manifestarse de distintas maneras, pues trabaja con las circunstancias y no de acuerdo con la idea que alguien haya adoptado como regla. Para un Buda no existe la regla de que su forma física deba ser como la figura de Shakyamuni. La forma que manifieste dependerá de las circunstancias, pues un Buda trabaja de acuerdo con las circunstancias particulares en las que se halla.
Un Buda se manifestará a veces en una forma similar a la de los seres a quienes les comunica el Conocimiento y la comprensión. Por ejemplo, cuando un Buda se comunica con un elefante o un mono, se manifiesta en la forma de un ser del tipo correspondiente a estos animales. El Buda puede hacer esto porque es libre; es capaz de trabajar con cualquier circunstancia y en ningún momento está limitado por reglas. Las personas limitadas no son capaces de entender esto, y pensando que el Buda solo puede manifestarse en el nivel físico, creen que si la forma física del Buda no es aquella con la que están familiarizados, entonces no se trata del Buda. Pero quien se manifiesta como Deva o Dakini no es otro que el Buda, pues Él se puede manifestar de muchas formas diferentes y no solo en forma humana. Hay un dicho en los Sutras según el cual el Buda a veces se manifiesta como un puente o un bote a fin de salvar a la gente. No es necesario que se manifieste siempre como un ser humano, ya que hay innumerables posibilidades de manifestación. Este es el principio del Deva y de la Dakini.
Del mismo modo, el Refugio no está limitado a la toma de un voto, como es el caso en el Hinayana. A mucha gente le gusta decir que ha tomado Refugio con este o aquel lama. También hay maestros que viajan por todo el mundo dando votos de Refugio, afirmando que han convertido al budismo a un gran número de personas; parecen pensar que el Refugio es un asunto de conquistar a la gente. Ahora bien, esta no es la manera de difundir la enseñanza, pues difundirla no es otra cosa que ayudar realmente a la gente a despertar y comprender algo; jamás podría consistir en imponerle nuevos condicionamientos. Por supuesto, esto no significa que no sea útil para las personas tomar un voto de Refugio; claro que puede serlo, si se comprende su verdadero sentido y significado. Pero cuando no se comprende su sentido, es posible autoengañarse creyendo que la toma de Refugio cambió algo en uno, cuando en verdad no ha sido así. Si quien ha obrado de esta manera se observa honestamente, verá que sus condicionamientos, apegos, problemas, etcétera, siguen allí y continúan siendo los mismos de antes. Nada ha cambiado. ¿Cuál es entonces el beneficio de tomar Refugio? Lo esencial es entender lo que ello significa.
Se puede tomar Refugio con un voto. Si una persona no tiene la capacidad de controlarse a sí misma, entonces necesita tomar un voto. El sistema del Hinayana está orientado específicamente a ayudar a los seres humanos que tienen menor capacidad, pues las personas de este tipo toman un voto y, por medio de él, pueden controlar sus emociones y problemas a fin de evitar crear karma negativo.
Cualquiera de nosotros puede tener un punto débil. No debemos pensar que como somos practicantes de Dzogchén somos personas altamente desarrolladas y que, por tanto, no necesitamos tomar votos. Mucha gente tiene esta idea, pero no es correcta. Debemos observarnos bien: tenemos muchos puntos débiles. Si, por ejemplo, una persona quiere dejar de fumar o de beber, puede que durante largo tiempo no lo logre. ¿Por qué? Porque ese es su punto débil. A veces en tales situaciones es necesario tomar un voto. Gente que no pertenece a la Comunidad Dzogchén me ha dicho que mis estudiantes son muy arrogantes porque creen que tienen un alto nivel y no necesitan hacer las prácticas preliminares conocidas como el Ngöndro, que comúnmente se practican.
Pensar que solo porque somos practicantes de Dzogchén no necesitamos tomar votos es completamente erróneo. Cuando descubrimos que tenemos un punto débil, es posible que necesitemos un voto que nos ayude a superarlo. Por ello en el Dzogchén se dice que debemos trabajar con nuestras circunstancias. ¿Qué quiere decir trabajar con nuestras circunstancias? Lo que se quiere decir es que, incluso si comprendemos que en el nivel absoluto nuestra condición intrínseca es de autoperfección espontánea y que en ese nivel las reglas y los votos no son necesarios, cuando en nuestras circunstancias particulares encontramos problemas que no podemos superar sin controlarnos mediante una regla o un voto, entonces aplicamos estos métodos. La diferencia entre el Dzogchén y otros niveles de enseñanzas es, por supuesto, que los métodos relativos consistentes en aplicar reglas y tomar votos no se consideran como lo esencial; no constituyen el método fundamental de la práctica del Dzogchén, pero sí de la del sistema de Sutra.
En el sistema del Hinayana, en particular, el recibir un voto se considera como el aspecto más importante del entrenamiento. Cuando un individuo ha tomado un voto, se siente diferente a los demás, en efecto, podemos observar una diferencia en su comportamiento. Por ejemplo, los monjes tienden a considerarse superiores a los demás: se acostumbran a recibir muestras de respeto y, por tanto, sienten que no son como las personas comunes. ¿Por qué? Porque esta es la actitud y la educación que prevalece en el Hinayana. Estas personas sienten que han cambiado después de haber tomado un voto de Refugio y actúan en consecuencia.
En el Dzogchén procedemos de manera diferente. Aunque su método principal no es la toma de votos, de ser necesario podemos hacerlo. Por supuesto, si alguien ha recibido un voto de Refugio no de mí sino de otro maestro, igualmente necesitará comprender cuál es su significado y cuál es su función. Entonces habrá tenido sentido tomarlo. Ahora bien, sería ridículo pensar que por el hecho de haber tomado un voto de Refugio nos hemos convertido en budistas. Eso es absurdo. ¿Qué significa decir que se es budista solo por haber tomado un voto de Refugio? No significa nada. El Buda nunca le pidió a nadie que se convirtiese al budismo; nunca propuso que la gente se impusiera tales limitaciones; creerlo es proyectar nuestras limitaciones en la enseñanza.
Debemos tratar de comprender el verdadero sentido de la enseñanza. El verdadero sentido del Refugio es saber que estamos en el camino; tomamos Refugio en el Sendero. ¿Cómo hallamos el Sendero? Lo encontramos a través de un maestro. Si no hay maestro, no hay Sendero. Sea que nos refiramos al Sutra, al Tantra o al Dzogchén, la raíz del Sendero es siempre el maestro.
Cuando tomamos Refugio en el sistema de Sutra, las primeras palabras que recitamos son NAMO BUDDHA YA. Con ellas tomamos Refugio en el Buda. Luego tomamos Refugio en el Dharma, y después en el sangha. En el Tantra, el modo de ver al Buda y el modo de ver al maestro o Gurú es, sin embargo, ligeramente distinto que en el Sutra, pues en este último se considera al Buda como el origen de la enseñanza y la fuente del Sendero, siendo el objetivo final el Estado del Buda: el Dharmakaya. Por esta razón, en este nivel de enseñanza se toma Refugio en el Buda.
En el Tantra y en el Dzogchén tomamos Refugio principalmente en el Gurú. Ello se debe al hecho de que, aunque la enseñanza que seguimos es la del Buda, la hemos recibido de nuestro propio maestro. No podemos recibir enseñanzas directamente del Buda, y ni tan siquiera tenemos contacto directo con los estudiantes del Buda. Ahora bien, sus estudiantes enseñaron a otros estudiantes, y así sucesivamente, y de esta forma las enseñanzas han continuado hasta el presente, en el que nuestro maestro nos las ha impartido a nosotros.
El Tantra también está particularmente relacionado con Transmisiones especiales, tales como las denominadas potenciaciones. Según el principio del Dzogchén, para entrar en el Sendero hace falta recibir una Introducción Directa al Conocimiento –la Presencia Instantánea– y así obtener una verdadera comprensión. Los estudiantes reciben esta Introducción o Transmisión de sus maestros. Aunque recibamos explicaciones o métodos que provienen del Buda, solo podremos recibir Transmisiones Directas de nuestro propio maestro, nunca podremos recibirlas del Buda. Por esta razón nuestro maestro es extremadamente importante para nosotros y nos referimos a él como «maestro raíz», donde raíz significa «fuente de la que algo se origina»: nuestro maestro raíz es la fuente de todas las Transmisiones, del Conocimiento que radica en la Presencia Instantánea y de la Comprensión. Por ello, cuando en el Tantra y en el Dzogchén tomamos Refugio, lo tomamos primero en el Gurú, lo cual es aún más cierto en el Dzogchén, y se debe a que aquí el maestro es lo más importante, ya que solo si hay un Gurú hay enseñanza: este es el principio de la Transmisión.
Luego están los practicantes. Cuando hablamos del sangha, nos referimos a la gente con la que colaboramos en el Sendero; no obstante, en el Dzogchén, el sangha puede indicar sobre todo a los Dharmapalas o Guardianes, que nos ayudan en nuestro camino hacia la realización.
En el sistema de Sutra, cuando hablamos de Buda, Dharma y sangha, consideramos al maestro como parte del sangha. ¿Qué significa sangha? El sangha monacal es un grupo de al menos cuatro monjes, de modo que, si un individuo desea recibir los votos completos de monje o monja, debe recibirlos de un mínimo de cuatro monjes; tres no serían suficientes. Del mismo modo, no se pueden recibir los votos completos de monje o monja solo de un maestro: un voto de Refugio puede tomarse de un maestro, pero los votos completos de monje o monja solo pueden recibirse del sangha. Igualmente, si cometemos un error, se lo confesamos al sangha y no al maestro; para poder hacer una confesión siempre necesitamos al sangha. Esto es característico del sistema de Sutra. Por esta razón se considera al maestro como parte del sangha y se considera que el sangha está constituido por los compañeros o compañeras que nos ayudan.
Como se ha señalado, en el Dzogchén el maestro es indispensable. En el sistema de Sutra, si no existe el maestro, al menos todavía tenemos la enseñanza del Buda. Mientras tengamos la posibilidad de estudiar con un grupo de personas, aprender palabras, leer libros y así sucesivamente, aún podremos seguir adelante. Ahora bien, esto no es posible ni en el Tantra ni en el Dzogchén. Si queremos seguir las enseñanzas Dzogchén, debemos recibir la Introducción de un maestro, pues de otro modo nuestro conocimiento no estará conectado con la Transmisión y no podrá tener lugar lo que se designa como Despertar o Iluminación. Este es también el caso en el Tantra, en el que es necesario recibir la potenciación del maestro. De otro modo, aunque uno conozca muchos métodos tántricos, su situación será como la de un campo arado en el que no se ha plantado ninguna semilla: aunque se lo riegue durante años, nada crecerá.
En suma, no importa si se toma o no un voto de Refugio; en cualquier caso, lo importante es comprender el sentido del Refugio.
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