Kitabı oku: «Colores descomunales», sayfa 2
como
Como plato servido
y que se enfría
velozmente, en una bandeja
de plata en que apenas
se refleja el rostro, desflorado,
de los comensales.
Como manufactura imaginada
no por mí, resorte de imágenes y frases
entrando a la molienda,
sino que por nosotros…
Como letra
muerta que carcome
ya los ojos posados sobre ella,
tractores viejos rechinando,
ya la lacra enfermiza
de la tierra.
medicamentos
Ese sabor, que la bocota ausculta,
y que aprendido planifica
el que lo inocula,
su doble credo,
cómo impregna
a la lengua que no pica,
a su sintaxis masticable,
apretujada arriba por los santos
con sus cruces de plata
hechas en China a bajo costo,
por abajo toda mojada la miga
por la transgénica chancaca,
bien caliente.
abc
Reconocer es como divertirse
con el hambre que cada tarde baja
y que el sartén salteando la verdura
opaca preparándonos el mundo,
servida la violencia de la buena mesa.
fábrica de ellos
acondicionado
Era el aire, su condicionamiento,
lo que la chapa de dios,
su marca sacra sobre el lomo del metal,
y el contacto del dedo en el botón,
como gracia invertida,
lo que si bien rompe su rostro,
hace de cada modelo esquirla de infinito,
como sílabas, tú sabes, que se derraman
jugosamente en el desierto,
alentaba.
cautiverio
Inventados de pronto tantos dioses,
y copuchando en una lengua artificial
hecha de instantes diminutos,
se inventaron sus peajes,
toda una vialidad de la persona,
con vitalicia claridad pal tipo envuelto,
sacrílego y obtuso
en sus conductos cuáticos,
sobre colchón terruño.
comercial
Como repetitivos
atributos del espanto,
aquí,
en la pieza
oscura,
cuando nada nos ordena
la mirada
y las risas acopladas
al parlante
nos dan risa,
acaso rían
de nosotros,
y nos miren
desde esa luz
como a una imagen
en deuda,
opaca, patética,
rendida, masoquista.
indolencia
Al entrar en detalles,
no vemos lo mismo igual, y atestiguan
de esto no nosotros, pobres esponjas de lo real,
sino las cosas mismas: ese árbol
que el temporal botó, la micro que no llega,
la manzana arrugándose, lentamente,
ante la indiferencia de los arrendatarios,
etc.
Dificultad de referirme a ellos,
casi dioses o, no sé, “vacío estructurante”,
en su butaca con vista al infinito,
–ese infinito del cielo despojado–
a su pantalla hechiza en que se intuye,
referirme sin desmerecerlos,
a quienes abigarran voliciones
y deseos dándoles
imagen dulce de algodón,
y así descienden,
atadas las cuerdas a la espalda,
como ángeles feroces pero enanos
que concentran en sí tantas miradas,
y son deformes y deforman,
y negocian esa torpe simetría,
y, al estorbar, no yerran,
y son cuentos para adultos
narrados por fantásticos seres
ya narrados.
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