Kitabı oku: «Casados para Dios», sayfa 3
Entonces, como es de esperarse, Dios crea al hombre para que haga precisamente eso, para que cuide Su mundo (v. 7). Para eso existimos los seres humanos, como aprendimos en Génesis 1:26-28. Por lo tanto, Dios pone al hombre en el jardín y le da Sus órdenes (v. 15), que consisten en labrar el huerto y guardarlo. Es decir, Adán debe ser el jardinero o el agricultor del huerto: tiene la gran responsabilidad y el gran honor de que se le confíe el jardín de Dios.
En este contexto, Dios observa cuidadosamente el huerto, ve al pequeño Adán parado perplejo en medio de él y en el fondo dice: “Veo que no es bueno que él tenga este trabajo y lo deba hacer solo”. No es bueno, no porque se sienta solo (¡puede o no haberse sentido así!), sino simplemente porque el trabajo es demasiado grande para que lo haga solo. Esa es la razón por la que se le da una “ayuda” en lugar de una “compañera”. Si se hubiera sentido solo, habría necesitado una compañera que se sentara con él en las bancas del huerto, le tomara la mano, etc. Sin embargo, aunque es indudable que Eva fue una compañera espléndida (y Malaquías 2:14 sí dice que la esposa es una “compañera”), aquí le es dada a Adán como “ayuda”, lo que sencillamente significa alguien que trabaja junto a él para que ambos puedan realizar la tarea juntos.
Vale la pena preguntar por qué cuando Adán requirió ayuda, Dios decidió hacer a la mujer y no a otro hombre. ¡Es que, corriendo el riesgo de parecer triviales o políticamente incorrectos, tenemos que admitir que, en promedio, otro hombre habría sido más fuerte! Entonces ¿por qué la mujer?
Génesis 1 y 2 sugieren dos razones. Génesis 1 sugiere que tiene que ver con la procreación de hijos (1:28). Eso tiene perfecto sentido, pues si un jardinero no basta para un jardín tan grande, tampoco bastarían dos. ¡Necesitan comenzar toda una familia de jardineros!
Sin embargo, Génesis 2 añade otra razón, que es el deleite de la intimidad sexual. En el versículo 23, al ver a Eva, Adán reacciona con un grito extasiado de deleite: “¡Esto es ahora…!”. Ahora estaba allí la mujer que respondía a su anhelo de contar con una ayuda idónea que trabajara junto a él en el privilegio de servir a Dios en el huerto con comunión deleitosa.
Los novios han repetido el grito de deleite adánico de Génesis 2:23 a lo largo de la historia. En ese texto hay (al igual que en el v. 25) un “¡sí!” natural al deseo y deleite sexual incontaminado por la vergüenza. Sin embargo, incluso aquí el contexto nos recuerda que el objetivo final no es el deleite de la intimidad sexual. Es que este es un deleite con un propósito compartido, una intimidad con un fin común y un compañerismo en una tarea que va más allá de los límites de la pareja misma. Mientras nos regocijamos con los amantes del jardín, no debemos olvidar que hay un trabajo que hacer. El jardín requiere que lo labren. El mundo de Dios requiere un cuidado atento y un trabajo cuidadoso. Los que están solteros sirven de muchas maneras productivas que solo son posibles para los que están sin compromisos. Pero en el caso de los casados, esta labor se realiza en conjunto como pareja. De manera que el lema del matrimonio en Génesis 2 es el mismo lema de Génesis 1: sexo al servicio de Dios.
También es importante mencionar que el labrado (continuando con la escena) no está restringido a las personas casadas. La persona soltera está igual de llamada a servir a Dios en Su mundo. Lo que quiero decir es simplemente que si nos casamos o cuando nos casemos, ese llamado a servir a Dios no se acaba. Por el contrario: solo cambian las maneras en que lo servimos. La pareja casada contribuye a la “obra del jardín” de maneras distintivas, que exploramos en los capítulos 3, 4 y 6.
Razón 2: el resto de la Biblia no respalda la teoría
La segunda razón por la que es erróneo pensar que el matrimonio es básicamente el remedio divino para la soledad es que el resto de la Biblia no enseña eso. Si Génesis 2:18 en verdad lo enseñara, sería razonable esperar que el resto de la Biblia dijera lo mismo. Lo que encontramos es un silencio estrepitoso. La Biblia dice mucho sobre los anhelos del corazón humano, pero esos anhelos no deben satisfacerse necesariamente en el matrimonio; más bien, deben satisfacerse en la comunión, caminando junto a nuestro prójimo. Sobre todo, todos nosotros (casados o solteros) estamos hechos para tener comunión gozosa con el Dios que nos ama. También estamos hechos para tener una comunión cálida con nuestros hermanos y hermanas de la familia de Dios. Eso es lo que el evangelio de Jesucristo les ofrece a todos.
Ahora bien, el matrimonio también debería ser un lugar de amistad y comunión gozosa. En el caso de los casados, sus matrimonios efectivamente deberían ser lugares de comunión que remedien la soledad, pero el matrimonio no es el remedio para la soledad. Dondequiera que haya comunión está el remedio divino para la soledad. No todos los seres humanos pueden casarse, pero todos los seres humanos están invitados a la comunión con Dios y los unos con los otros en Jesucristo.
Vale la pena estudiar algunos de los grandes pasajes bíblicos sobre el amor y observar que, en su mayoría, no tienen nada que ver con el sexo y el matrimonio, y todo que ver con Dios y Su pueblo. Desde luego, hay excepciones -la más notable es el Cantar de los Cantares-, pero considera estos ejemplos:
• En 1 Juan 4:7-21, Juan escribe con calidez sobre el amor de Dios y sobre el amor de los unos por los otros, pero el matrimonio está totalmente ausente de la escena.
• En 1 Tesalonicenses 2:6-8, Pablo escribe con gran pasión sobre su amor por esos cristianos, pero, una vez más, el sexo y el matrimonio brillan por su ausencia.
• En Juan 13-16, Jesús habla de una forma íntimamente conmovedora sobre Su amistad con Sus discípulos y el amor que deben tener los unos por los otros, pero, nuevamente, no está hablando en absoluto sobre el sexo y el matrimonio.
• En especial, por favor observa que la descripción maravillosa del amor que se encuentra en 1 Corintios 13 no tiene absolutamente nada que ver con el matrimonio, pero sí tiene todo que ver con el amor que debe estar presente en la comunión de la iglesia (pero estaba ausente en Corinto).
• Incluso los Salmos, que están tan repletos de todo el abanico de las emociones y los anhelos humanos, rara vez mencionan el matrimonio (con la excepción de la boda real en el Salmo 45). Cuando se menciona a los “desamparados” en el Salmo 68:6, la bondad de Dios los coloca en un “hogar” o una “familia”: no necesariamente en un matrimonio, sino en una familia. La familia más grande es el pueblo de Dios.
Por estas dos razones, el contexto de Génesis 2 y la enseñanza del resto de la Biblia, vemos que Génesis 2:18 no enseña que el propósito del matrimonio sea remediar la soledad. Más bien, el lema de Génesis 2 sigue siendo sexo al servicio de Dios. El hombre y la mujer salen al jardín para trabajar juntos. El propósito divino para el matrimonio es que los que están casados lo sirvan en sus matrimonios y a través de sus matrimonios (y también que los que están solteros lo sirvan en su soltería).
Entonces, vemos que el matrimonio no es la respuesta divina para la soledad. De hecho, el matrimonio no es una provisión divina para satisfacer tus necesidades o las mías -nos encantaría pensar que lo es-, sino que Dios tiene propósitos mayores en el mundo que suplir nuestras necesidades. Esto me recuerda a una de mis caricaturas favoritas, que muestra a un grupo de cavernícolas parados sobre un acantilado y observando cómo uno de sus congéneres cae al abismo. Es claro que lo acaban de arrojar desde la cúspide. Mientras cae, el líder del grupo (que fue el que arrojó al ofensor) mira con enojo a todos los que lo rodean y les pregunta: “Bien, ¿hay alguien más cuyas necesidades no se estén cubriendo?”. Esa caricatura es una crítica pícara pero oportuna de una cultura en que esperamos que todo, incluso nuestros matrimonios, supla nuestras necesidades.
Cuando abordamos el matrimonio esperando que se cubran nuestras necesidades, no hemos entendido la verdadera naturaleza del amor y estamos sembrando las semillas de la destrucción en nuestros matrimonios.
Por qué el “matrimonio para suplir mis necesidades” es incorrecto
Porque no es amor real
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman (Lucas 6:32).
En primer lugar, el matrimonio centrado en uno mismo no es amor real porque nos anima a ver el sexo y el matrimonio de una forma egoísta. Jesús enseña: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” (Lucas 6:32). El amor que solo consiste en contemplar con adoración los ojos de quien nos adora en realidad no es amor. Es que el amor genuino siempre se desborda y alcanza a los demás.
Uno de los aspectos más aterradores de la parábola del rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) es que el rico parece ser un buen hombre de familia. Incluso en el lugar de los muertos está preocupado por sus hermanos. Sin embargo, ese supuesto amor en realidad no es amor porque nunca se extiende al pobre Lázaro, que está echado a su puerta. Se preocupa de su familia, pero su cuidado no alcanza a las personas necesitadas del exterior. Es fácil que el matrimonio y la familia se transformen en simples formas respetables de egoísmo. Si nos casamos principalmente para satisfacer nuestras propias necesidades, nuestros matrimonios serán eso mismo: máscaras hermosas del egoísmo.
Apenas hay un paso entre “amarte a ti” y “amarme a mí y desearte a ti”. Es demasiado fácil que los cristianos vean el matrimonio como una zona exenta del discipulado: fuera del matrimonio hablamos sobre el sacrificio, sobre tomar la cruz y otras cosas por el estilo, pero dentro del matrimonio solo hablamos de cómo comunicarnos mejor, de cómo tener más intimidad, de cómo tener mejores relaciones sexuales, de cómo ser felices. Una vez, una oradora dijo en un debate que se realizó en la iglesia que quería que sus hijos encontraran relevancia personal en sus matrimonios. En lugar de eso, deberíamos desear que tengan matrimonios que sirvan a Dios. Si están satisfechos en el plano sexual y personal, qué bueno, pero si no sirven a Dios, la satisfacción personal, por mucha que sea, no les servirá. Después de todo, hasta donde podemos ver, Ananías y Safira tenían un matrimonio de excelente comunicación y valores compartidos -se entendían a la perfección-, pero murieron bajo el juicio terrible de Dios (Hechos 5:1-11).
Porque destruye los matrimonios
En segundo lugar, la visión egocéntrica del sexo y el matrimonio destruye al matrimonio y a la sociedad. Justo ahora que nuestras expectativas sobre el matrimonio son más altas que nunca, los matrimonios están colapsando como nunca.
Vemos esta naturaleza destructiva cuando observamos cómo funcionan las sociedades. Las sociedades que ven el sexo y el matrimonio como medios para la realización personal animan a los hombres y a las mujeres a mirarse embobados a los ojos y promueven que todos encuentren en su pareja todo lo que necesitan, que el uno sea todo para el otro. Esas culturas promueven lo que podríamos llamar una “religión de la pareja aislada”, en la que el propósito del hombre y la mujer debe ser vivir en esa unión exquisita. Incluso el uso de la palabra relación para referirse a la “relación sexual” refleja esa clase de pensamientos. Se presume que no tener una “relación” es estar solo. Si fuera cierto que la “relación” se encuentra principalmente en la relación sexual, deberíamos buscar esa intimidad sexual a toda costa. No es necesario que nos traguemos esta mentira, pues relacionarse no tiene nada que ver necesariamente con el sexo y el matrimonio.
Cuando los cínicos hablan del clima del oeste de Escocia, dicen que, si no se ven las montañas, está lloviendo, y si se ven, está a punto de llover. De igual forma, en las películas populares, los personajes principales o bien se encuentran en una relación sexual o están a punto de empezar una (¡y si ese no es el caso, no es una película “buena” y probablemente sea un fracaso absoluto!). ¿Cuándo fue la última vez que viste una película exitosa que mostrara a un solterón satisfecho o a una solterona feliz? ¡Incluso esos términos tienen connotaciones negativas!
Sin embargo, este enfoque en la pareja la aísla de las influencias favorables de la familia ampliada y la sociedad en su conjunto. La lleva a pensar que el momento decisivo es cuando están solos en el dormitorio, no cuando sirven juntos en la sociedad como una nueva unidad social y familiar. Los sociólogos han observado que esas relaciones se tornan destructivamente intensas, y, en consecuencia, son muy breves. El historiador Lawrence Stone escribe: “Es irónico pensar que justo cuando algunos pensadores proclaman la llegada del matrimonio perfecto, basado en la satisfacción plena de las necesidades sexuales, emocionales y creativas de ambos cónyuges, el porcentaje de rupturas matrimoniales… esté aumentando con rapidez”.3 Cristopher Brooke, otro historiador, escribe: “Al observar el espectáculo de los matrimonios rotos, hemos llegado (por una paradoja extraña que, sin embargo, cala profundo en las raíces del asunto) a esperar mucho más de un matrimonio feliz”.4 Pero, como dijo un teólogo: “Ni la cabaña más pequeña de los amantes más felices puede habitarse si no tiene al menos una puerta y unas pocas ventanas que conecten hacia afuera”.5
Es que no fuimos creados para mirar eternamente a otro ser humano a los ojos y encontrar en él todo lo que necesitamos. Si pensamos que lo fuimos, estamos destinados a la desilusión. ¡Si mi amada esposa alguna vez se imaginó que yo podría ser todo para ella, de seguro ahora sabe que no es así! Y, desde luego, si pienso que el matrimonio existe para suplir mis necesidades, ¿qué hago cuando no las suple? Un escritor dice que si creo que el matrimonio se trata de eso, “tengo la obligación moral de divorciarme y buscar otra pareja si mi pareja original ya no puede promover mi crecimiento y autosatisfacción”.6
Esta ironía, que esperemos tanto del matrimonio, pero nos resulte decepcionante, es una que la Biblia entiende a la perfección. La llama idolatría. Eso significa que si busco cualquier objetivo que no sea el honor de Dios, estoy adorando un ídolo. Los ídolos son cosas vacías, insustanciales y decepcionantes que no tienen el poder de ayudarme. Vemos esta verdad expuesta de forma brillante en Isaías 44:9-20 y en el Salmo 135:15-18. En el instante en que convierto mi “relación” en el propósito de mi vida, me estoy condenando a la desilusión. Lo sorprendente es que la clave de un buen matrimonio es no buscar un buen matrimonio, sino buscar el honor de Dios. Tenemos que reemplazar este modelo egoísta del matrimonio por uno en que trabajamos lado a lado en el “jardín” de Dios (es decir, en el mundo de Dios), en vez de mirarnos a los ojos para siempre.
¿Cómo afecta nuestro mundo estropeado al servicio a Dios?
Hemos estudiado los fundamentos de Génesis 1 y 2, y resumimos nuestros hallazgos bajo el lema sexo al servicio de Dios. Pero no podemos pasar directamente de esos capítulos fundacionales al mundo como es ahora. Entre los primeros dos capítulos de Génesis y el resto de la Biblia se encuentra Génesis 3, donde el hombre y la mujer desobedecen a Dios y todo el mundo cae bajo la maldición. Los “jardineros” se rebelan y se transforman en vándalos, razón por la cual el mundo es tan desastroso. En el núcleo de la maldición, vemos que la creación ya no es regida por hombres y mujeres que son amorosamente responsables con su Creador. Esa es la razón por la que la creación gime y anhela que los hijos de Dios vengan a regirla como deben (Romanos 8:19-22).
Por lo tanto, no basta con decir que tenemos que servir a Dios en nuestros matrimonios. Debemos ser perdonados antes de poder servir. De lo contrario, lo único que haremos será reclutar más vándalos para el “jardín”. Antes de ser justificados con Dios por Jesucristo, no conocemos al Dios Creador, no hemos empezado a andar en amor delante de Él ni entendemos cómo es que Él gobierna el mundo y, por lo tanto, tampoco entendemos cómo deberíamos cuidarlo nosotros. Necesitamos pasar del vandalismo a la horticultura, que la gracia nos haga jardineros antes de poder labrar.
Adán y Eva recibieron la orden de fructificar y multiplicarse (Génesis 1:28). Dios quería tener un equipo creciente de jardineros. Sin embargo, después de la gran desobediencia de Génesis 3, que haya más seres humanos no significa automáticamente que habrá más jardineros buenos. ¡Es posible que signifique que habrá más vándalos! Por eso, lo que ahora necesitamos no es solo más personas, sino personas que hayan regresado a la familia de Dios, que conozcan y amen a Dios y, por lo tanto, se transformen en buenos jardineros. Esa es la razón por la que Abraham, cabeza de la familia de la fe, recibe una reiteración de la promesa de multiplicación que originalmente le fue dada a Adán (p. ej., Génesis 15:5; 17:4). El resto de la raza humana también se multiplica, pero la bendición llega al mundo mediante la multiplicación del pueblo de Dios, pues ellos están (o deberían estar) formados para ser jardineros.
Esto significa que hoy no podemos servir a Dios con el mero acto de tener hijos. Sobre todo, debemos proclamar las buenas nuevas de Jesucristo y llamar a la gente a doblar las rodillas ante Él. Por eso, a lo largo de este libro, cuando hablemos del servicio a Dios, debemos recordar que proclamar a Jesucristo es lo primero de ese servicio.
Conclusión: el sexo es para el servicio de Dios
Cierro este capítulo, al igual que la introducción, con un llamado al arrepentimiento. Todos nosotros buscamos por naturaleza nuestra propia felicidad y autosatisfacción. Lo hacemos en el área sexual tanto como en todas las demás áreas de la vida. Por naturaleza, nuestro lema siempre será “sexo al servicio de nosotros”.
No fuimos creados como varón y hembra para satisfacer nuestras necesidades, sino para servir a nuestro Creador. Él nos ha puesto a cargo de Su buen mundo y quiere que usemos nuestra masculinidad y feminidad al servicio de ese mundo. Eso es cierto para los que no están casados, que deben servirlo de forma gozosa y fructífera como hombres y mujeres solteros. Pero en el caso de los que estamos casados, significa que debemos hacernos la siguiente pregunta: “¿Cómo desea Dios que lo sirvamos juntos en nuestro matrimonio? ¿Cómo podemos hacer que nuestro lema sea sexo al servicio de Dios?”.
Esto no significa necesariamente que el marido y la mujer siempre deban estar en el mismo lugar haciendo el mismo trabajo. La mayoría de las veces, eso no es posible. Sí significa que cada cual apoya al otro lo mejor que puede, de manera que entre los dos, por separado y en conjunto, sirven a Dios en su matrimonio y a través de él.
Hacer eso tendrá repercusiones muy prácticas en cómo obtienen y gastan su dinero, en la manera en que sus decisiones de vida reflejan los valores del Reino de Dios y en sus ofrendas.
Si estás soltero y te encantaría estar casado, pero no has tenido la oportunidad, pídele a Dios que te ayude a no vivir en una especie de película detenida, a la espera de que aparezca tu príncipe o tu princesa. Renueva tu decisión de servirlo con gozo y contentamiento en tu estado presente.
Si estás preparándote para el matrimonio, pídele a Dios que te ayude a ti y también a tu pareja para que su objetivo sea servirlo a Él de todo corazón en el matrimonio. Si están casados, renueven su compromiso de servir a Dios como pareja. Saquen la mirada de los asuntos prácticos como qué tan bien se comunican, qué tan buenas son las relaciones sexuales o qué tan bien se cuidan mutuamente (todo lo cual es importante) y vuelvan a orientarse al Dios que los creó. Que su oración sea servirlo a Él en Su mundo con todos los recursos y oportunidades que les brinda su matrimonio. Los capítulos 3, 4 y 6 explorarán tres maneras únicas en que las parejas casadas pueden hacer precisamente eso.
Para estudio y discusión
Lee Génesis 1 y 2 de una sola vez.
1. ¿Cuáles son las tres respuestas tradicionales que los cristianos le han dado a la pregunta “¿cuál es el propósito del matrimonio?”?
2. a. ¿Cuáles son las cuatro verdades sobre los seres humanos que se enseñan en Génesis 1:26-31?
b. ¿Cómo nos ayudan a entender el propósito divino para el sexo y el matrimonio?
c. ¿Cuál es el lema sugerido?
3. a. ¿De qué interpretación errada ha sido objeto Génesis 2:18?
b. ¿Cómo sabemos que es incorrecta?
4. ¿Por qué esa interpretación errada de Génesis 2:18 resulta desastrosa?
5. ¿Qué es lo que en verdad significa Génesis 2:18 y cómo nos ayuda a entender el propósito divino para el matrimonio?
6. Analiza tu actitud hacia el matrimonio (estés casado o no). ¿Cómo puedes (volver a) adaptar tu actitud y tus propósitos al propósito de Dios?
7. Discute sinceramente tu actitud hacia el dinero. Lee 1 Timoteo 6:6-10, 17-19; Santiago 5:1-6; y Lucas 12:13-21.
a. ¿Te alegra ganar dinero de una manera que honra a Dios, que es recta y justa?
b. ¿A qué estándar de vida te has acostumbrado (tal vez en tu niñez)?
c. ¿Con qué expectativas llegas al matrimonio?
d. ¿Esperas que tu estándar de vida crezca constantemente?
e. ¿Qué ocurre cuando pones esas expectativas bajo la lupa y las observas desde la perspectiva del servicio a Dios en Su mundo?
f. ¿Son francos entre ustedes con respecto al dinero?
g. ¿Tienen las mismas prioridades, y son esas las prioridades de Dios?
h. ¿Qué hacen (o qué harán) como pareja respecto a las ofrendas?
8. Si han estado casados durante un tiempo, repasen cómo está sirviendo a Dios su matrimonio.
a. ¿Han cambiado sus circunstancias (por ejemplo, nuevos hijos o hijos que han salido del hogar)?
b. ¿Cómo pueden servir a Dios en esas nuevas circunstancias?
9. ¿Cómo afecta el servicio a Dios sus decisiones laborales?
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