Kitabı oku: «La estructura tensiva»
LA ESTRUCTURA TENSIVA
Claude Zilberberg
Colección Biblioteca Universidad de Lima
La estructura tensiva
Primera edición digital, marzo 2016
© Claude Zilberberg, 2012
© De la edición francesa: Presses Universitaires de Liège, 2012.
© De la traducción: Desiderio Blanco
De esta edición:
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ISBN versión electrónica: 978-9972-45-336-6
Índice
Presentación
Primera parte: la estructura tensiva
1. El momento teórico
2. El espacio tensivo
2.1 Una circularidad virtuosa
2.1.1 La intersección
2.1.2 De la complejidad a la homogeneidad
2.1.3 El anclaje
2.1.4 La terminología
2.2 Cantidad no numérica y principio de constancia
2.2.1 Los valores como producto
2.2.2 De la correlación a la implicación
2.3 La manifestación
2.4 La condición tensiva de la predicación
2.5 La representación gráfica
2.6 El aparato aspectual de las dinámicas tensivas
3. Los modos semióticos
3.1 Inventario
3.1.1 El modo de eficiencia
3.1.2 El modo de existencia
3.1.3 El modo de junción
3.2 Modos semióticos y manifestación
4. La deducción tensiva
4.1 Los valores
4.2 Las valencias
4.3 Las sub-valencias
4.4 Los foremas
4.4.1 El tempo
4.4.2 La tonicidad
4.4.3 La temporalidad
4.4.4 La espacialidad
4.5 Los incrementos
5. Las estructuras tensivas
5.1 La matriz
5.2 La sintaxis tensiva
5.2.1 La sintaxis juntiva
5.2.2 La sintaxis intensiva
5.2.3 La sintaxis extensiva
5.3 La semántica tensiva
5.3.1 La semántica juntiva
5.3.2 La semántica intensiva
5.3.3 La semántica extensiva
5.4 Integración de la sintaxis y de la semántica
6. Para terminar
Segunda parte: nota sobre la estructura de los paradigmas
7. La aproximación saussuriana al paradigma
8. Primera aproximación
9. Dinámica de los valores sistémicos
10. Tempo y control del sentido
11. Poesía y sistematicidad
12. Analítica de la decadencia y de la ascendencia tensivas
13. Dualidad de los modelos
14. La cuestión
15. Para terminar
Tercera parte: sobre la dualidad de la poética
16. Los modos semióticos
17. Wölffin
18. Poética del «llegar a»
19. Poética del «sobrevenir»
20. Para terminar
Glosario
Bibliografía
Presentación
El texto que presentamos aquí se propone establecer la centralidad de los modos semióticos, y más precisamente, la del modo de eficiencia, es decir, de aquel modo que concierne a la tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a» [parvenir]. Porque el sobrevenir no es una magnitud como las otras: incondicionado, encierra su propia referencia y transmite esa cualidad a la magnitud que lo manifiesta, que es el «evento» [acontecimiento súbito, inesperado]. A falta de poder producir el evento, lo que nos incumbe es proponer una teoría que responda por él en los términos indicados por René Thom: «crear una teoría de la significación cuya naturaleza sea tal que el acto mismo de conocer sea una consecuencia de la teoría»1. El evento existe como posibilidad pura, pero «inexiste» como letra. Después de acontecer, recibe del discurso dominante la fianza cuya ausencia él conlleva. El «sobrevenir» y el «llegar a», provistos de sus derivados, valen también para la hipótesis misma: el «sobrevenir» impone su temática, es decir, las interrogaciones que él proyecta, y el «llegar a», mal que bien, avanza sus respuestas.
El orden del «evento» y el orden del discurso andan mal avenidos. El evento surge de improviso y rompe con la temporalidad ambiente: en el orden del evento no existe anterioridad. El orden del discurso inventa, imagina una anterioridad que juzga razonable; el discurso transpone el evento en el orden que le es propio. En sus manifestaciones más exigentes, el arte moderno se propone justamente volver a ese momento imprevisto del surgimiento que hace que el discurso sea superfluo o impropio.
El «sobrevenir» y el «llegar a» participan de una gramática del afecto que se anda buscando. El «sobrevenir» afecta a las sub-valencias de tempo y de tonicidad llevándolas a su paroxismo, mientras que el «llegar a» tempera esa foria ardiente distribuyéndola en un tiempo y en un espacio ampliados. Esos funcionamientos se hallan en la base de la dualidad de los valores: valor de absoluto, concentrado y exclusivo, y valor de universo, difundido y distribuido.
Hjelmslev tiene el mérito de haber identificado, por una parte, el análisis y la definición, por otra, la jerarquía y lo complejo de los análisis. Modestia aparte, nosotros hemos esbozado un proceder comparable en el capítulo cuarto. En divergencia con Semiótica 1. Diccionario, que procede por enriquecimiento de una pareja empobrecida [s1 vs. s2], nosotros procedemos por análisis de una tensión capital, aquella que confronta los valores de absoluto que apuntan a la unicidad, a lo incomparable, y los valores de universo, que apuntan a la universalidad. Estas dos clases de valores, a su vez, son analizables en valencias, respectivamente, intensivas y extensivas. Las valencias intensivas se resuelven en sub-valencias de tempo y de tonicidad; las valencias extensivas se resuelven en sub-valencias de tiempo y de espacio. Las subvalencias son analizadas en foremas que estructuran las vivencias de los sujetos. Finalmente, los foremas dan lugar a los incrementos, que son a la vez el límite actual del análisis y la “moneda sencilla” de la significación.
La hipótesis de la matriz se nos ha impuesto a raíz de una constatación, a saber, la autoridad de la aspectualidad sobre la estructura semiótica. Más acá de los semas, existen, a título de manifestados, los grados y los límites, y a título de manifestantes, por una parte, los repuntes y los redoblamientos, y las atenuaciones y las aminoraciones, por otra. Tales aspectualizaciones desembocan en la distinción entre super-contrarios y sub-contrarios. La matriz resume un conjunto de relaciones estructurantes.
El último punto concierne a la relación entre el eje paradigmático y el eje sintagmático, y la opción de la monotonía. El eco alcanzado por la semiótica greimasiana se debe a que proponía para la sintaxis un modelo simple y eficaz: el cuadrado semiótico. Esa sintaxis era tácitamente recibida como exclusiva, y, por añadidura, como universal. Si nosotros vemos en ella un estilo sintáctico, es porque sabemos que los grandes estilos se dan por pares. En sus trabajos, Jakobson y Lévi-Strauss mantenían una dualidad: la tensión entre la contigüidad y la semejanza; de ahí, la pregunta-objeción: ¿de qué dualidad participa el cuadrado semiótico?
A partir de esa apertura, proponemos distinguir tres estilos sintácticos: la sintaxis intensiva de los aumentos y de las disminuciones; la sintaxis extensiva de las selecciones y de las mezclas, y la sintaxis juntiva de las implicaciones y de las concesiones.
Haremos lo mismo con el componente semántico. Dicho esto, no negamos la sintaxis propia del cuadrado semiótico: solo que veremos en ella una sintaxis marcada por la necesidad, y la recibimos como una posibilidad entre otras.
Un trabajo prospectivo no podría evitar la pregunta sobre la homogeneidad: ¿todas esas parejas coexisten sin fricciones las unas con las otras? Es difícil responder con exactitud porque es la duración la que generalmente opera ese trabajo de decantación. La trinidad de los modos semióticos y la trinidad de los estilos sintácticos y semánticos pueden ser dispuestas así:
PRIMERA PARTE
1. El momento teórico
El ser es, por turnos, condensación que se dispersa y dispersión que se condensa.
G. BACHELARD
Existen dos clases de espíritus, los que acceden de entrada al control sin necesidad de repetir, y los que se reconocen de buen grado en el verso de Boileau: «Veinte veces al oficio someted vuestra obra», jamás satisfechos, y queriendo, osando creer que el último ensayo es menos malo que el precedente. Este es nuestro caso personal, y es la razón por la cual hemos titulado este ensayo, después del Breviario de gramática tensiva1 y de los Elementos de gramática tensiva2, La estructura tensiva.
Después de todo, la teoría es un género que subsume una clase de posibles, los cuales son para unos exclusivos, para otros, conjugables. Los temas de la alternancia son conocidos, y sin la menor pretensión de exhaustividad, nosotros distinguimos tres parejas: (i) la pareja inmanencia vs. trascendencia: la teoría hjelmsleviana es el ejemplo mismo de la opción inmanente: el análisis del lenguaje no le debe nada a nadie; en cambio, la teoría psicoanalítica resalta el punto de vista trascendente en la acepción epistemológica del término; (ii) la pareja diacronía vs. sincronía: el punto de vista diacrónico ha prevalecido por largo tiempo. Concluir el análisis de un régimen de sentido consistía en trazar la historia de su desarrollo. El punto de quiebre es conocido: a Saussure le debemos la distinción entre dos lingüísticas: una lingüística diacrónica que trata de las transformaciones y una lingüística sincrónica que trata de los estados sistémicos. Esa separación es el principal mérito de Saussure en opinión de Cassirer. En el Ensayo sobre el hombre, que compuso al final de su vida, escribe:
En realidad, el estudio del lenguaje no constituye el objeto de una ciencia, sino de dos ciencias. En tal estudio, es necesario distinguir siempre dos ejes, el “eje de la simultaneidad” y el “eje de la sucesión”. La gramática, por naturaleza y por esencia, pertenece al primero3.
(iii) la pareja formalismo vs. humanismo: esta pareja concierne al lugar del sujeto. El sujeto con sus preocupaciones, con sus expectativas y con sus afectos ¿es un intruso en un sistema que no lo necesita?, ¿o, por el contrario, ocupa un lugar cuyo tenor tenemos que definir? La tentación «algebrista» existe en Saussure, sin duda amparada en la audacia de la famosa Memoria: «La lengua es por decirlo así un álgebra que solo tendría términos complejos»4. La misma tentación está igualmente latente en la obra de Hjelmslev con la noción de «esquema»: Hjelmslev elige, por ejemplo, la r francesa:
La r francesa es definida como una entidad opositiva, relativa y negativa; la definición dada no le atribuye ninguna cualidad, cualquiera que sea5.
Hjelmslev no tiene ninguna dificultad en confesar la orientación algebraica de su proceder:
Esta concepción de la lengua ha sido retomada y desarrollada por Sechehaye, quien, en un trabajo de 1908, sostiene con razón que se puede concebir la lengua bajo un aspecto algebraico o geométrico, y simbolizar sus elementos arbitrariamente a fin de fijar su individualidad, pero no su carácter material6.
Esta preconización fue severamente criticada por Jakobson:
De hecho, tratar de reducir el lenguaje a sus invariantes últimas por medio de un simple análisis de su distribución en el texto y sin referencia a sus correlatos empíricos, es precipitarse a un fracaso seguro. Si, en inglés, comparamos las dos secuencias /ku/ y /uk/, no obtendremos ninguna información sobre la identidad del primer segmento en uno de esos ejemplos, con el segundo segmento en el otro, a no ser que pongamos en juego las propiedades sonoras comunes a la /k/ inicial y final en las dos posiciones7.
La semiótica greimasiana, en la medida en que ha favorecido la narratividad proppiana y el recorrido del sujeto, se presenta como una semiótica humanista:
En efecto, el esquema narrativo constituye como un marco formal donde viene a inscribirse el “sentido de la vida” con sus tres instancias esenciales: la calificación del sujeto, que lo introduce en la vida; su “realización” por algo que “hace”; en fin, por la “sanción” —a la vez retribución y reconocimiento— que es la única que garantiza el sentido de sus actos y que lo instaura como sujeto según el ser8.
Sin embargo, a este respecto, surge una dificultad: la semiótica, por tener como objeto la construcción de la significación, depende, según Hjelmslev, no de la forma del contenido, sino de la sustancia del contenido, la cual concierne solamente al sistema de las «evaluaciones» propias de una cultura, aunque, a la letra, la semiótica aplica, con referencia a la concepción hjelmsleviana, un método que no le corresponde…
A partir de esas tres parejas de oposiciones, es posible esbozar el «perfil» sumario de una teoría reconocida. Así, el psicoanálisis puede, en razón del estatuto asignado al inconsciente, ser caracterizado como trascendente, diacrónico; en fin, como humanista. Mas la teoría lacaniana, que considera que «el inconsciente está estructurado como un lenguaje», es, en algunos límites, formalista. Entiéndase bien; en el estado actual, cada una de esas parejas funciona según el modo del «o… o…», es decir, según el modo de la alternancia, mientras que una teoría suficiente demanda el modo del «y… y…», o sea, el modo de la coexistencia de ambos modos, a la manera de lo que preconiza Lévi-Strauss a propósito del segundo par cuando desea disponer de un «esquema único (…) que permita integrar el punto de vista de la estructura y el del acontecimiento»9.
Si nos limitamos a la teoría semiótica propiamente dicha, la teoría es susceptible de optar por dos corrientes. Según Hjelmslev, la teoría debe revestir la forma de una jerarquía, que el sistema de definiciones que figura al final de los Prolegómenos formula así: «clase de clases» (cuarta definición); a decir verdad, las cinco primeras definiciones forman un complejo, de suerte que cada una de ellas constituye un «punto de vista» sobre ese complejo. Esa decisión entraña varias consecuencias: (i) el punto de partida, la primera esquicia, en la medida en que es conservada en las fases ulteriores, decide todo el asunto. Por tal razón, Hjelmslev se preocupa, principalmente en el estudio titulado La estratificación del lenguaje, de precisar el orden de las esquicias fundadoras:
La distinción entre contenido y expresión es la primera encrucijada; la de forma y sustancia es la segunda; y la distinción de forma y de sustancia está subordinada a la que se da entre los planos10.
(ii) la operación mayor, el análisis, recae sobre una dependencia y no sobre una oposición, como recomendaban los de el Círculo Ligüístico de Praga. En efecto, si uno eligiera como objeto una oposición, el análisis sería superfluo y se convertiría en una suerte de pleonasmo; (iii) como el análisis, por decirlo de alguna manera, sería exclusivo, habría de ser también transitivo, es decir que el analizante termina siendo el analizado. Hay una paradoja virtuosa en la concepción hjelmsleviana del análisis: esta última separa para reunir, divide para enlazar. En este sentido, la teoría, para Hjelmslev, es «deductiva».
A pesar de reclamarse seguidora de Hjelmslev, la concepción greimasiana de la teoría es en varios aspectos su antítesis. Por el crédito atribuido al análisis, el proceder hjelmsleviano va de lo complejo a lo simple, a las «figuras», mientras que, para Greimas, se presenta como un «recorrido que va de lo más simple a lo más complejo, de lo más abstracto a lo más concreto»11. En segundo lugar, Greimas, en el artículo relativo al recorrido generativo que figura en Semiótica 1, distingue para cada nivel un componente semántico, o morfológico, y un componente sintáctico12, mientras que uno de los objetivos que se desprenden de Hjelmslev es la recusación de la cesura inmemorial entre la sintaxis y la morfología:
(…) la clasificación de los funtivos en invariantes y variantes que estamos planteando derrumbará la base de la bifurcación tradicional de la lingüística en morfología y sintaxis13.
En tercer lugar, la posición de Greimas hasta Semiótica de las pasiones se caracteriza por la prevalencia de la racionalidad:
(…) las instancias generativas más profundas aparecen constituidas por las formas lógico-semánticas (lo cual permite economizar el concepto de interpretación) (…)14.
De la imperfección vuelve sobre esta orientación intelectualista introduciendo el concepto de estesis, definida como «fusión total del sujeto y del objeto». Sin embargo, si ampliamos el marco, la dirección adoptada por De la imperfección puede ser interpretada como una catálisis de gran amplitud, la cual propone el orden de la significación como presuponiente, y la afectividad, particularmente la que emerge bajo las especies del sobrevenir, como presupuesta. Nosotros retomamos por nuestra cuenta los bellos análisis de Cassirer relativos a lo que él llama en la Filosofía de las formas simbólicas el «fenómeno de expresión». Este «fenómeno de expresión» significa para el sujeto cierto estilo modal marcado por la pasividad, si no por la pasibilidad (A. Hénault):
Pues toda experiencia vivida de expresión no es ante todo más que una prueba padecida: es un «ser-captado» más que un «captar», (…)15.
Para el objeto, la intensidad vivida del «fenómeno de expresión» impone la secundariedad modal de la percepción:
[La percepción] no se resuelve jamás en un simple complejo de cualidades sensibles —como claro u oscuro, frío o caliente—, sino que se acomoda en cada caso a una tonalidad de expresión determinada y específica; jamás está regulada exclusivamente por el «qué» del objeto, sino que más bien capta el modo de su aparición global, el carácter de lo seductor o de lo amenazante, de lo familiar o de lo inquietante, de lo tranquilizador o de lo amedrentador que reside en ese fenómeno tomado puramente como tal, independiente de su interpretación objetiva16.
Cassirer excluye formalmente que la afectividad pueda ser insertada en una objetividad que la precedería:
[Esta interpretación] debe previamente anular la vida de la percepción, convertirla en un complejo de simples contenidos de la impresión sensible para reanimar enseguida ese «material» muerto de la sensación gracias al acto de penetración afectiva. Pero la vida que así le toca en suerte por partijas sigue siendo en último análisis una simple apariencia, obra de la ilusión psicológica17.
Bajo esta premisa, las estructuras profundas son más bien «tímicosemánticas» que no «lógico-semánticas». Esa anterioridad tanto funcional como existencial del «fenómeno de expresión», es decir, del afecto, permite comprender por qué su manifestación preferencial recibe la forma de la subitaneidad y del evento. Volveremos sobre esto a propósito del modo semiótico de la eficiencia.
En último lugar, Greimas considera el tránsito de un nivel llamado «profundo» a un nivel denominado «superficial» como una «conversión». Ese tránsito se efectúa según dos modalidades: (i) un principio de conservación, o de persistencia, en virtud del cual la esquicia entre la semántica y la sintaxis está presente en todos los niveles; (ii) un principio de «enriquecimiento», de aumento del sentido, ya mencionado, que va de lo simple hacia lo complejo:
(…) es preciso reconocer que la generación de la significación, al introducir nuevas articulaciones en cada etapa de su recorrido, aporta al mismo tiempo un “enriquecimiento” o un “aumento” del sentido, dado que la significación no es otra cosa sino “articulación”18.
El paso del nivel fundamental, donde no intervienen más que la interdefinición semántica y la interacción sintáctica, hacia el nivel superficial no deja de ser problemático: no todo parece ocurrir como si el recorrido generativo fuese el mal y el remedio: ¿el desarrollo del recorrido generativo no reintegra las magnitudes que había suspendido para constituir justamente el nivel fundamental, especialmente el tiempo y el espacio, esos guardianes del sentido?
La amplitud de las divergencias entre los procederes respectivos de Hjelmslev y de Greimas suscita la perplejidad. ¿Son superables? El proceder greimasiano supone, bajo beneficio de inventario: (i) la tripartición de los niveles; (ii) la dirección ascendente de lo simple hacia lo complejo; (iii) la reciprocidad de la semántica y de la sintaxis a la altura de cada nivel. Para que esta aproximación entre en concordancia con la primacía y la continuidad del análisis, preconizados por Hjelmslev, basta, según creemos, con postular, siguiendo a Hjelmslev, una dirección descendente de lo complejo hacia lo simple que es, desde el punto de vista metalingüístico, el plano de la expresión de la preeminencia del análisis. Nuestra posición es susceptible de dos interpretacionesevaluaciones divergentes: o una interpretación peyorativa, generalmente identificada con el eclecticismo, o una interpretación positiva, la de la metáfora, la del bricolaje según la lectura que de él propone Lévi-Strauss en las primeras páginas de El pensamiento salvaje.