Kitabı oku: «Conflicto armado y organización campesina», sayfa 3

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La expansión de los ganaderos desde la década de los setenta explica la llegada de colonos desde Puerto Berrío (Antioquía) y La Dorada (Caldas). Por un lado, un número reducido de propietarios con capital controlaban la compra y venta de ganado; por otro, se comenzó a valorizar y ampliar las tierras con pasto. Finalmente, estos ganaderos organizaron a hombres armados que tenían a su cargo la seguridad privada de los hacendados y terratenientes; y así se fueron ampliando los linderos sobre tierras habitadas por familias de colonos que vivían de cultivar maíz, arroz, ajonjolí, plátano, cacao y de la cría de cerdos. Estos primeros grupos armados, según los testimonios, fueron creados para proteger la propiedad privada y los intereses de los ganaderos:

Se juntaban cuatro o cinco grandes ganaderos terratenientes; entonces ellos pagaban, un ejemplo, cinco por cada hacienda: cinco haciendas igual a veinticinco personas que eran contratados única y exclusivamente para revisar los linderos, es decir, las colindancias con las demás regiones, buen caballo, con pistolas, o escopetas de cinco tiros, las famosas «changones» [...] y un radio, un radio pequeño de comunicación con la hacienda [...] entonces tenía dos funciones: una que era permanecer vigilante a la cantidad de animales que se tenía o la cantidad de bienes que tenía la hacienda, estar siempre pendiente de lo que llamamos los linderos con las demás personas que ya no eran hacendados, mantener vigilancia, porque hay que recordar que en ese entonces la mayoría de dueños de las haciendas vivían en las haciendas (Páez, 2015, p. 272).

Los terratenientes en Puerto Berrío actuaron de manera violenta contra los campesinos desde finales de la década de los setenta. Los intereses de ampliar el territorio, de aumentar el número de cabezas de ganado, el acceder a tierras ya descubiertas, llevaron a un ambiente de inseguridad colectiva, lo que provocó incertidumbre, desconfianza y amenazas contra los colonos que ya se habían alejado de Puerto Berrío. Este fenómeno ocasionó una ruptura del tejido social y cultural que se había construido durante más de treinta años, expulsando a la gente en dirección hacia el río Ité, Tamar y San Bartolomé, abajo hasta el Cimitarra y el Magdalena, para ubicarse en sitios como Puerto Nuevo Ité, Jabonal, entre otros.

Para los colonos, la recolonización fue la «semilla» que creció con los acumulados de experiencias anteriores y generó elementos políticos, económicos y sociales que se integraron en la construcción de un nuevo territorio. Antes de ser desplazados, los colonos que vivían por los lados de Ciénega Barbacoas, límites entre Yondó y Puerto Berrío, recuerdan que el proceso de colonización que estaban viviendo en ese lugar fue acorde con las necesidades del campesino, es decir, debido al fácil acceso a recursos naturales: buena tierra, caza y pesca. Fue una colonización que se guiaba por el «ánimo de tener un patrimonio en el ámbito del núcleo familiar, con una solidaridad normal y la hospitalidad del campesino», pero con la particularidad de no contar con la suficientemente organización para resistir. Como recuerda uno de los campesinos, a modo de aprendizaje: «Creo que esa parte de no haber concebido un contexto económico y político de la defensa del territorio nos jodió y nos puso a reflexionar [...] perdimos y aprendimos» (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).

A comienzos de la década de los ochenta, los terratenientes «amparados» en el apoyo del batallón Calibío de Puerto Berrío entraron en esa zona «masacrando y aplicando la política de tierra arrasada». Unos se quedaron, otros se desplazaron para la ciudad y otros continuaron hacia el río Cimitarra, un territorio que no conocían, dejando atrás tierras, animales, cultivos y una historia para muchos de más de 15 años:

… entonces llegar al río Ité sobre la altura de un punto que llama la Troja y ahí nos quedamos. Nos quedamos, digo: decidimos descansar. No conocíamos tampoco muy bien el terreno. Decidimos descansar sobre ese río, que había mucho pescado y se encontraba tal vez por esas épocas antes que decían que antes de la violencia había habido unas explotaciones de caoba y que habían quedado algunos espacios de campamento de aserradores. Recuerdo que en esas primeras partes de salidas había unos rastrojos grandes que no eran montañas, que se veía que habían sido talados, pero había, por ejemplo, popochos, había plátano, que le llamamos manzano, y entonces había forma de tener de ahí y ajustar con pescado y comer. Eso ya era un alivio inmenso, porque sobre ese río, tal vez porque era río, ya una ribera, porque tal vez habían bajado mucha madera, en eso antes de la violencia, por el río como una vía y madera embalsada, y tal vez entonces habían dejado esos espacios. Ya luego nos dimos cuenta que más abajo había gente colonizada y entonces empezamos ahí con los pocos colonos. Creo que eran tres no más que vivían muy solos, que subían desde Barranca y entraban por el río Cimitarra; pero no había mucha tronquera, el transporte era a palo, a pura canoa de remo y palo, y duraban tres días para subir las cosas desde donde lograban mercar y nos echaban todos esos cuentos; entonces decidimos recolonizarnos ahí, y ese es como el nuevo momento que parte la historia hoy (Páez, 2016, p. 219).

Adicionalmente, otros focos de colonización se formaron por la entrada de gente río arriba. Un caso en este proceso está representado por la vereda Concepción o la Concha, que a comienzos de los años de 1980 mantuvo una junta de acción comunal con familias que venían del sur de Bolívar, San Pablo, Simití, Caldas y algunas familias del Chocó. Desde Barrancabermeja salían canoas hasta La Rompida, por donde se podía entrar al río Cimitarra, y de ahí, a un día de camino, se llegaba a los sitios conocidos como Bagre y la Concha. Se trabajó en tierras productivas «tumbando» montaña, sembrando maíz y arroz en medio de abundante pesca y cacería. Era, como decía una de las colonas, «un paisaje hermosísimo, eso había especies de todo, tanto de aves como de animales, abundaba la danta, el venado, toda una suficiencia de alimentos, por eso la gente fue acabando con las mismas especies porque con eso se sostenían» (León, D. Entrevista 35 con lideresa de la ACVC. 23 de abril, 2018).

De esta forma, a orillas del río se fueron dando nombres a lo recién descubierto. Muchos colonos atraídos por la biodiversidad bautizaron las veredas con nombres de especies nativas como El Bagre, Coroncoro, La Raya, Nutrias, La Poza, San Miguel del Tigre, Los Mangos, Cagüí, Guamo y Bijao. Otros reivindicaban un sentimiento religioso que se ligaba indudablemente a fiestas o santos patronos propios del imaginario rural: San Francisco, Concepción, Santa Clara, San Luis Gonzaga, San Lorenzo y Santo Domingo. Tras los nombres de las veredas también aparecen, en parte, las historias de personas y procesos surgidos en el territorio, referentes en la memoria que ayudan a contar los aciertos, esperanzas, apuestas políticas y dificultades vividas por las familias en busca de mejores condiciones y participación: Puerto Nuevo Ité, Puerto Matilde, La Cooperativa, La Y de los Abuelos, No te Pases, Jabonal, Lejanías, La Congoja y Vietnam. Estos nombres retienen y congelan múltiples aventuras, sensaciones y experiencias.

El empuje de la colonización (con ritmos diferenciados en términos de poblamiento y configuración territorial) permitió que los esfuerzos de los colonos encontraran intereses y desafíos comunes ante las contradicciones que se venían presentando. A diferencia de las experiencias anteriores, esta forma de combinar la «solidaridad» tenía un «criterio», es decir, un objetivo común que trascendía el bienestar de la familia y el patrimonio y se dirigía hacia la lucha por el territorio. Los comienzos de la década de 1980 marcan una nueva fase en ese sentido, en el ámbito local se fortalecieron los comités de tierra, las juntas de acción comunal y una cooperativa desde donde se definían acuerdos y se hacían esfuerzos para la «distribución cualitativa de la tierra», la comercialización y el suministro de alimentos. Se compartieron alimentos, semillas, herramientas y la cría de animales domésticos, así como el trabajo para levantar los primeros ranchos de madera y palma. En palabras de los colonos, «todo eso era casi que un compromiso de los colonos, que ya existíamos con el colono que llegaba, y el que llegaba y ya al año tenía esa garantía, entonces se comprometían también [...] esa solidaridad surgió en la recolonización, por la necesidad de la distancia, la soledad, la falta de los productos, la falta del dinero para comprar los productos». Gilberto de Jesús Guerra, líder fundador de la ACVC, insiste en la forma como se dio este poblamiento:

El primer año usted recibía de los campesinos que ya estaban en la frontera que iba la colonización yuca, plátano, pie de cría en aves, en cerdos no vieron esas condiciones siempre, y luego, semillas de ese mismo producto para que usted sembrara donde estaba. La solidaridad que se merecía el compañero que llegaba, el espíritu de la solidaridad, es uno de los tantos temas del criterio, y al año, en la asamblea siguiente usted ya con un año de convivir con esta colonización tenía derechos a decidir si se quedaba o se iba. Si en ese año decidía que me quedo estaba totalmente comprometido con el criterio, y ya el criterio tenía el decir que un objetivo en común para la región era que yo no solo iba a trabajar por el bienestar de mi familia y mi patrimonio, sino iba a comprometerme con la lucha por el territorio y la defensa del mismo. Ese es el criterio, independiente de [...] la forma de pensar de la persona, ahí no tenía que ver, yo podía venir a desplazado, podía haber sido liberal, conservador, bueno, casos sucedieron (León, D. Entrevista 20 con líder de la ACVC. 25 de febrero, 2017).

Desde aquí hacia afuera y empezamos: cooperativa, comités de tierra y juntas de acción comunal

Después de 1982, las relaciones de cercanía entre los colonos se fueron asumiendo como un «criterio» fundamental para fomentar un proceso colonizador dirigido a fortalecer el territorio, siempre con un compromiso de amor por la tierra; por lo tanto, los líderes buscaban estrategias adecuadas para que los recién llegados permaneciesen en los lugares colonizados: cultivar la tierra. Muchos de los que habían llegado a la zona habían pasado por el ciclo «migración-colonización-conflicto-migración» (Fajardo, 2015, p. 7), dejando atrás tierras, familia, amigos, trabajo y proyectos, para tener que hacerlo una vez más, al poco tiempo de haberse establecido en otro lugar. Ante esta experiencia, se dieron nuevas relaciones, actividades y un proceso organizativo que buscó transformar la realidad y construir un orden deseado. La capacidad de los campesinos residió en mantenerse con lo básico —es decir, colonizar y «producir para el consumo familiar y el de sus animales domésticos»—, pero, además, crear una expectativa colectiva frente a la colonización.

Así en 1985, entre las capacidades y las habilidades de los colonos fue tomando fuerza la idea de convertir Puerto Nuevo Ité no solo como foco de entrada y salida de colonos, sino también en la sede de una cooperativa:

… ya estamos en esta región Puerto Nuevo Ité, la cooperativa, concretamente ahí: todo baldío; pero sobre el río ya teníamos asentamiento, empezaron entonces una serie de ideas que empezaron a concertarse ya por medio del Partido, y ya empieza a plantearse desde la orientación del Partido Comunista una realidad, que quizás es la que no logramos concretar antes, y se crea entonces la posibilidad de empezar a crear una economía propia y así surge entonces la Cooperativa de Pequeños y Medianos Agricultores, Coopemantioquia [...]. Esa iniciativa que trabajaron los que estaban aquí porque cuando llegamos al río los que venimos de Berrío, ya hay algunos que están ahí sin mucha organización, entre otras muy pocos [...] nosotros veníamos desplazados en esos dos años. La gente está aquí tratando de reagruparse, tienen miedo por lo que nos está pasando y no les está pasando a ellos todavía, todavía en ese momento no, se sentían igual como nosotros estábamos allá, tranquilos, solo trabajando; pero cuando escuchan todo lo que se escucha y lo que se conoce, las masacres y todo, llegamos nosotros a contarles y a decirles lo que venimos viviendo y dicen: ¡no joda! Entonces empezamos a organizarnos con ese fin, entonces todo mundo circuló, mejor dicho, se comprometió y empezó a circular alrededor de la economía: la cooperativa (León, D. Entrevista 20 con líder de la ACVC. 25 de febrero, 2017).

Puerto Nuevo Ité y la cooperativa se convirtieron en un referente político, económico y organizativo. En torno a la cooperativa se fortaleció un grupo importante de líderes, algunos militantes del Partido Comunista y otros que venían desplazados de zonas liberales o conservadoras, quienes en asambleas de socios de base fueron construyendo los propósitos de las zonas de colonización. Como parte de esta estrategia organizativa, la cooperativa económicamente buscó atender el problema de los intermediarios, la comercialización de madera, oro y el suministro de alimentos, medicinas e insumos.

Los comités de tierra en algunos casos surgieron antes de las juntas de acción comunal. Su importancia, según los propios colonos, fue facilitar la creación de acuerdos comunitarios sobre «alinderamiento» de las tierras colonizadas, tamaño de los terrenos para las familias; reglas para el aprovechamiento de los recursos naturales y ubicación de tierras baldías disponibles. Los comités jugaron un papel fundamental en la distribución de tierras para los colonos en las zonas rurales de los municipios de Yondó, Remedios, Cantagallo, la parte media del nordeste de Antioquia y en menor proporción en San Pablo, entre 1988 y 1993.

En cuanto a las juntas de acción comunal, su historia desde los años sesenta está presente en la memoria de los colonos. Su doble carácter de asociación comunitaria e institucional facilitó la reconstitución de las comunidades y la posibilidad de una relación más directa entre las demandas específicas del territorio y las administraciones públicas (Londoño, 1997). Fue a través de sus líderes que se crearon redes de vínculos sociales y políticos con los que se canalizaban ayudas y se negociaba para trabajar en las veredas. Las juntas son consideradas como una «herramienta», un derecho y «una representación legal» para gestionar proyectos y «recursos para el beneficio social de las comunidades». En la práctica las juntas de acción comunal, ante las condiciones en el territorio y la ausencia del estado, potencializaron colectivamente una serie de tareas y acuerdos, es decir:

Primero que todo el abandono estatal: aquí había, y hay que decirlo, todavía hasta hace poco seguía habiendo presencia del Estado; pero en lo que tenía que ver en la parte bélica de conflicto y de guerra. Entonces [en] esta región, cuando nosotros llegamos, no había profesores, no había escuelas, no había carreteras, no había puestos de salud, no había nada. Desde las juntas de acciones comunales pagábamos los profesores, desde las juntas de acciones comunales montábamos un botiquín, desde las juntas de acciones comunales construíamos una escuelita para que los niños estudiaran y en ese orden y desde las juntas de acciones comunales le hacíamos mantenimiento a los caminos para transitar la gente y caminos de herradura y el mantenimiento al río como medio de transporte, que era la único que teníamos (Pedraza, A. Entrevista 26 con líder de la ACVC. 25 de febrero, 2018).

Desde estos espacios surgieron los socios que dieron vida a la Cooperativa en 1985. Además de la junta de Puerto Nuevo Ité se sumaron las de las veredas de Ojos Claros, Dos Quebradas, Campo Bijao, Caño Tigre, Camelias y La Congoja, entre otras. Su participación se tradujo en un aumento de socios y la creación de tres nuevas sedes en el sitio de La Congoja (1989), en el casco urbano de Remedios y Yondó. Productos como maíz, arroz, cerdos, oro y madera eran comercializados en los mercados de Medellín y Barrancabermeja, y con ello se accedió a productos como la panela, aceite, jabón, alambre, herramientas e inyecciones antitetánicas.

Sin embargo, después de 1989 hasta 1996 la cooperativa fue objeto de cinco ataques por parte del ejército y de los grupos paramilitares (ver capítulo 2). Situaciones que afectaron a las comunidades, pero no destruyeron los desafíos que se venían planteando desde sus asambleas; entre ellos, la defensa del territorio y su economía, una organización más amplia que «empezara a hacer la lucha legal», continuar con la colonización y su delimitación. Es decir, la colonización con un propósito.

… nosotros duramos organizaditos con la Cooperativa en el 85, 86, 87, 88. Ya en el 89 lo que viene es la aplanadora contra cooperativa y no solo la madre sede, sino también sucursal: Congoja, que ya era una cooperativa que abastecía hasta esa zona de Berrío [...] los mismos ricos compraban ahí y entonces impactan a todo el mundo y la gente empieza a tomar como bandera de lucha de mantener su economía. Entonces se convierte en una cosa más estructurada, una bandera colectiva de lucha conjunta por mantener una economía a cuestas de lo que se diera de lo que costara, si era la misma vida; pero era su economía y la defensa del territorio. Entonces empiezan las masacres ya en esa década, ya entrada la década de los noventa y efectivamente en esos comienzos de los noventa, que fueron tan duros, fue ya en estas regiones que empieza una serie de masacres, una serie de arremetidas de controles de militares con presencia paramilitar (León, D. Entrevista 20 con líder de la ACVC. 25 de febrero, 2017).

En 1999, la ACVC comienza a reconstruir la Cooperativa de Puerto Nuevo Ité. Ese mismo año empieza a funcionar en junio una sucursal en Puerto Machete o Cuatro Bocas. Desd e estas dos sedes se continuó con el suministro de productos de primera necesidad para los pobladores y la compra de madera.

En la memoria de los campesinos la Cooperativa fue más allá de su dimensión económica. Pese a los ataques y violaciones para impedir su funcionamiento, el peso de sus asambleas, las decisiones que se tomaron y las discusiones que se dieron siguen estando vigentes en la organización. Este ha sido el caso de la experiencia reciente en torno a la defensa de la «línea o franja amarilla», que ante la expansión de economías extractivas centradas en la explotación maderera y la delimitación de la frontera agrícola, desde la cooperativa y las juntas de acción comunal la utilizaron para crear acuerdos y normas para la conservación y la protección ambiental: vedas de pesca, regulación de la caza y protección de hábitats de especies amenazadas, como las tortugas, el manatí y el jaguar; así lo recalcó uno de los campesinos:

Cuando nos queman la Cooperativa por primera vez, ya no asaltada sino incendiada, queman parte de la cooperativa y queman parte del caserío. Entonces ya empezamos a definir qué hacer, si podíamos vivir ahí o no, o si íbamos a tener recursos reservados. Pero también teníamos en cuenta que si la colonización iba a seguir hacia esa región después qué zona de reserva íbamos a tener. En ese entonces, la zona baldía la pisábamos, pero la utilizábamos era para eso, no para explotarla sino para refugiarnos. Como nos íbamos a quedar sin recursos dijimos: «no, no vamos a colonizar más, vamos a crear la línea amarilla». Entonces se propuso lo de la línea y se empezó a definir con las JAC el límite con la zona baldía (León, D. Entrevista 20 con líder de la ACVC. 25 de febrero, 2017).

Son varias cosas en ese mismo nudo: campesinos, Partido Comunista y Unión Patriótica

En 1984 se firmaron los Acuerdos de La Uribe (Meta) entre los comisionados por el Gobierno de Belisario Betancur y los voceros de la guerrilla de las FARC-EP. A raíz de estos pactos, nació el movimiento político de la Unión Patriótica (1985), como un medio para canalizar las diversas manifestaciones de protesta civil y popular y, asimismo, como un mecanismo político conducente a una eventual asimilación de las FARC-EP a la vida civil. Este proceso, que vinculó en sus inicios no solo a cuadros y dirigentes nacionales de la guerrilla, también logró atraer a diversas organizaciones sociales y sectores democráticos, donde tuvieron una participación destacada muchos dirigentes y líderes campesinos en el ámbito nacional.

Hasta ese momento, el proceso de colonización del valle del río Cimitarra venía ocurriendo con una notable ausencia del Estado. Fenómeno que generó las condiciones para que el nuevo movimiento acogiera las demandas y necesidades de los colonos y al mismo tiempo abriera la posibilidad para la construcción de un Estado que, más allá de su presencia militar, trabajara políticamente para mejorar el acceso a vías, salud y educación. Es por ello por lo que algunos campesinos que conocían la realidad de las comunidades y que pertenecían al Partido Comunista pasaron a ser dirigentes de la Unión Patriótica:

El Partido Comunista era como el motor impulsor de todo esto [...] entonces cuando el surgimiento, cuando la coordinadora, pues mueren tres o cuatro dirigentes del partido pero de manera regional, pero cuando ya nace la Unión Patriótica y todos nos volcamos a la Unión Patriótica como una alternativa de poder, como una fuerza política capaz de liderar cosas y ya con un pulso decidido ante las instituciones y ante los partidos y movimientos políticos, entonces es el mismo Partido Comunista el que dice no, echémonos esta bandera al hombro. Y entre los más de 5 mil muertos de la UP, entonces asesinaron la mayoría, fueron dirigentes del Partido Comunista, y eso para nosotros fue un golpe muy tenaz; pero bueno, ahí los pocos que quedamos nos hemos mantenido después de esa ofensiva de la coordinadora. Nosotros seguimos desde aquí pensando en que había la necesidad de crear estructuras de segundo nivel que representaran el campesinado (Pedraza, A. Entrevista 26 con líder de la ACVC, 25 de febrero, 2018).

Los campesinos del valle del río Cimitarra no se mantuvieron aislados en las zonas de colonización. Cuando se creó la Unión Patriótica, se inició el proceso de creación de la Cooperativa y simultáneamente se participó en movilizaciones y organizaciones en los ámbitos regional y nacional hasta la creación de la ACVC, durante el periodo 1996-1998. Entre los espacios de articulación y movilización social de aquel entonces se destaca la marcha a Barrancabermeja y la creación de la Coordinadora Campesina y Popular, en octubre de 1982; el paro cívico de Barrancabermeja (1983); la Comisión de Veeduría, para vigilar la situación de seguridad campesina, en 1984; la gran marcha a Cartagena, en 1985; el paro del nororiente, en 1987; el primer éxodo hacia Remedios, en 1987; el Frente Común por la Vida, la Paz y la Democracia, en 1988; la creación de la Asociación de Juntas Comunales de Yondó (Asojuntas), en 1992; la gran marcha de los parques (Barrancabermeja, 1996); el éxodo campesino de 1998; la Mesa Regional de Trabajo Permanente por la Paz (1998). Con todo ello, el trabajo con la Unión Patriótica no fue un fin en sí mismo, sino que hizo parte de las conquistas y luchas que se dieron por una visión amplia en defensa del territorio y la creación de una organización campesina de «segundo nivel».

Algunos líderes campesinos que fueron colonos, socios de la Cooperativa y concejales por la Unión Patriótica en el municipio de Yondó, entre los años de 1986 a 1999, narran cómo fue esa experiencia y los aportes que se hicieron a las zonas de colonización:

Lo que fue Remedios, Segovia, Barranca y Yondó fueron territorio de mucha acogida de la Unión Patriótica [...] En Yondó fue nombrado alcalde Braulio Mancipe Suárez por la UP (1986-1988). Ahí es donde toma más fuerza para construir lo que no estaba construido y para hacer lo que no estaba hecho [...], pero en el terreno que más le metimos duro fue a las vías de comunicación, que son las terciarias del municipio, las escuelas rurales, mejoramiento de los centros educativos propiamente en el Yondó, que era la escuela La Patria, el colegio Agropecuario [...] se construyeron las escuelas primeramente en los corregimientos, y de ahí pasamos en donde había más asentamientos humanos; por ejemplo, en La Raya, que fue una escuela que tenía capacidad para enseñarle a 100 niños [...] Sí, a mí me reeligieron (1988-1990), me lancé otra vez al Concejo y volví y gané el escaño, los que estábamos casi todos ganamos los escaños; pero entonces ya vino lo de las elecciones para la Asamblea Departamental. Entonces enviamos a Álvaro Córdoba Villalobos, y ganó la curul. Él fue diputado [...] Álvaro nos ayudó a conseguir una cantidad de cosas que necesitábamos tanto para la educación como para la salud y las vías. Bueno, ya teníamos nosotros allá como se dice un apoyo [...] hicimos unos acuerdos intermunicipales con San Pablo y con Remedio, para que se pudiera invertir en carreteras y vías [...] después de 1995 nosotros tuvimos varias situaciones de peligro, la amenaza era continua, lo que pasa es que uno, como se dice, hace de tripas corazón, y se hace el berraco estando muerto de miedo. Lograron el objetivo con algunos, mataron a Alirio Bermúdez, mataron al secretario del Concejo Héctor Moreno, mataron a Moisés [...], mataron a Benito Reyes arriba en la Congoja, y después, de allí haber salido de allá, mataron a Diomedes Playonero y mataron Eliécer Cuellar. Todos éramos concejales por la UP, pues nosotros estamos vivos de puro milagro (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).

Se dio una gran discusión, acuerdos y eso, y se acordó que yo fuera al Concejo entre el año 95 al 97, y fui, o sea, salí candidato y salí nombrado. Por 6 votos le gané a un compañero ahí y quedé como concejal representando a esa región, del territorio de Remedios, San Francisco, Tamar, Matilde [...] se consiguió 11 kilómetros de carretera que es la que llega al bordo del río, ahí en Puerto Nuevo Ité, en Cooperativa, allá yo mismo fui uno de los primeros que entré [...] en educación se hizo el sostenimiento de la comida para los niños, donde había centros donde el niño dormía y comía. Entonces llegaban el domingo y se iban el viernes: un internado. Entonces en varias partes hubo, entonces se conseguía la comidita y profesores. Pero digamos, el alcalde nos salió charro. Nosotros tuvimos el poder, pues, como mayoría de concejales por un tiempo y luego allá se descuadró la dirección con el alcalde y perdimos y quedamos minoría, ¿sí? Entonces no fue mucho lo que se hizo [...] No fue lo mejor, pues yo evaluando diría que no fue malo en el sentido de que por lo menos salí vivo, ¿no? Porque ya se encrudeció la situación, además los de Unión Patriótica en esa época éramos muy poquitos ya. Ya hablar de UP en esa época era un valiente el que lo había, y era un riesgo. Entonces yo salí ileso, por lo menos salí. No se pudo hace lo que se pensaba, eso no es lo que nosotros pensábamos, nosotros no éramos políticos electoreros, ni mucho menos habíamos ido nunca a un concejo. Entonces la cosa no es como tan fácil: decir y hacer es otra cosa, porque allá las cosas se definen por votos y en este mundo de corrupción, y eso la cosa es berraca, no es fácil. Allá llegamos a tener habiendo 4 concejales del Partido Comunista o de la Unión Patriótica, llegar a tener 10 votos a 1, de los cuales el mío era el que respondía por el 1, porque los otros, para mí, se vendieron, porque los políticos, mal llamados políticos, diría yo, politiqueros, aprovechan la necesidad del pueblo (León, D. Entrevista 19 con líder de la ACVC. 24 de febrero, 2018).

Logramos tener en el Magdalena Medio la mayoría de las alcaldías y concejos, muy buenas representaciones. Recuerdo mucho que, en Yondó, en ese entonces, eran apenas 9 concejales y nosotros de esos 9 logramos obtener 6 en ese cargo. El proceso de la Unión Patriótica fue tan bueno que hacíamos los debates políticos en el interior de las juntas de acción comunal y eran las juntas las que decían «nosotros estamos en condiciones de apoyar a fulano o a fulana para el concejo municipal, al alcalde no definamos 8, 10, 15 candidatos, definamos 2 para la participación democrática y los sometemos a consulta», y así, de esa manera, tuvimos tres periodos de alcaldía y uno en coalición con los liberales que fue en donde entró en crisis la UP. ¿Qué fue lo que hacía la UP en su primer ejercicio? Nombrar los concejales, nombrar el alcalde, bueno, los debates de inversión del presupuesto del municipio lo vamos a hacer con todas las juntas de acción comunal, tanto urbanas como rurales, y son las comunidades las que van a decir hacia dónde vamos a dirigir al presupuesto. De esa manera, en Yondó se construyeron carreteras, escuelas, centros de salud, que hoy en día siguen siendo una preocupación (Orgeda, 2015).

Los Acuerdos de Paz firmados en 1984 se dieron por terminados en 1986. El presidente Belisario Betancur no consiguió mantener bajo control las fuerzas militares opuestas a los acuerdos. Asimismo, la impotencia del mandatario para acabar con los grupos paramilitares que venían aumentando su presencia en zonas controladas por las guerrillas creó el escenario propicio para que la guerra se incrementara. Las FARC-EP dieron por terminada la tregua y ordenaron que los líderes que habían dispuesto para el trabajo político dentro de la UP regresaran a los frentes de la lucha armada. Con esto, se dieron por terminados los acuerdos y se desvaneció cualquier continuidad de diálogo con esta agrupación.

A partir de este momento, no solo se eliminó la posibilidad de una salida negociada al conflicto, sino que también se inició un proceso de eliminación sistemática contra los militantes de la UP. Si bien el inicio de los hostigamientos y atentados contra los militantes de la UP había iniciado desde 1984, fue a partir del fin de los diálogos de paz que se dio más frontalmente el exterminio de este movimiento.