Kitabı oku: «Nuestros enojos»

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Claudio Rizzo

Nuestros Enojos

Conflictos enigmáticos

Formación Interdisciplinaria

Predicaciones V


Rizzo, Claudio

Nuestros enojos: conflictos enigmáticos / Claudio Rizzo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Guadalupe, 2020.

Libro digital, Book “app” for Android - (Predicaciones)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-950-500-804-9

1. Espiritualidad Cristiana. I. Título.

CDD 248.4

Diagramación de interior y tapa: Patricia Leguizamón




I.S.B.N. Nº 978-950-500-804-9

© Editorial Guadalupe

Mansilla 3865.

1425 Buenos Aires, Argentina.

Tel/Fax (011) 4826.8587.

Internet: http://www.editorialguadalupe.com.ar

E-mail: ventas@editorialguadalupe.com.ar

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Todos los derechos reservados.

Impreso en Argentina.

© Editorial Guadalupe, 2020.

Índice

Presentación

1ª Predicación: “El enojo y la metanoia” (1)

2ª Predicación: “El enojo y la metanoia” (2)

3ª Predicación: “El enojo y el inconsciente” (1)

4ª Predicación: “El enojo y el inconsciente” (2)

5ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (1)

6ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (2)

7ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (3)

8ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (4)

9ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (5)

10ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (6)

11ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (7)

12ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (8)

13ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (9)

14ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (10)

15ª Predicación: “El rechazo y el enojo” (11)

16ª Predicación: “El rechazo y el perdón” (1)

17ª Predicación: “El rechazo y el perdón” (2)

18ª Predicación: “El rechazo y el perdón” (3)

19ª Predicación: “El rechazo y el perdón” (4)

20ª Predicación: “Consolidación”

Presentación

Es un placer y una bendición poder presentarles mis libros y enterarme del bien que Dios a través de ellos está haciendo en tantas personas bautizadas y otras que se están acercando al Camino entendiendo cada día más su significado. Así sucede con mis cuatro libros anteriores en su orden respectivo: “El Sentido de la Vida”; “La Ansiedad y nuestros interrogantes”; “La Soledad en estos tiempos”; “El Amor no procede con bajeza” (sobre la histeria, las crisis, los traumas y la tristeza) y ahora mi quinto libro “Nuestros enojos: conflictos enigmáticos”.

En el servicio de atención en las consultas de lo que llamamos “acompañamiento espiritual”, me encontré con hermanos en distintas comunidades que en el fondo de sus corazones albergan desilusiones rencorosas, a veces, resentimientos revestidos de envidia o celosía, en otras ocasiones ponzoña e incluso odio…

Todas estas emociones agitan la vida interior y nuestra alma comienza a contaminarse desde sus pensamientos, muchas veces “bien configurados” hasta sentimientos muy contenidos y con poca perspectiva de cambios…

Cuando nuestros pensamientos que tienen “forma y vida” se desarrollan en concordancia con la aceptación de nuestros sentimientos y emociones, el más afectado siempre es aquel que los posee. Y solamente el proceso de conversión de los cristianos es el que en verdad va generando cambios actitudinales que son la expresión de nuestros pensamientos y sentimientos conversos. Como podemos darnos cuenta, la inteligencia y la buena disposición son la base evangélica para poder entrar en el proyecto salvífico que el Señor Jesucristo nos ofrece: la santidad.

Más aún, si no queremos ser santo, ¿qué sentido tiene ser “creyentes”? El creyente se adhiere, cree hasta lograr en un estado de alianza con el Señor, una convicción en la que “Solo en Dios descansa mi alma” (Sal 62).

Es por ello que en esta colección de reflexiones me incliné por profundizar nuestra vida de fe con la Palabra y aportes científicos humanos que nos permitirán erradicar nuestros enojos. Claro está que debemos determinarnos a revisar nuestra vida con sus luces y sombras, ya que somos seres históricos. Hay cosas que advertimos en nuestra historia y otras que seguramente a través de este libro podremos lograr descubrir. La revisión de vida es fundamental especialmente cuando experimentamos enojos…

Los enojos son fuerzas negativas y según dónde se ubican en nuestra vida, esas fuerzas más rápidamente destruirán o al menos lo intentarán, la capacidad de disfrutar y sentir el verdadero amor de Dios. Los enojos pueden establecerse en reacciones recurrentes y éstas conocen solo el carácter transitorio. Diríamos que estamos a tiempo de no complicarnos la vida sino de ejercer un cambio esencial con la ayuda del Espírito Santo.

En vez, si los enojos ya llegaron a enraizarse en nuestros sentimientos, el trabajo será más complejo dado que los sentimientos suministran energía al cerebro y actúan como modo de ser. Mientras duren los enojos nuestro comportamiento será de fastidio, de rechazo e incluso hasta de discriminación.

El Espíritu no niega a nadie la capacidad de “ver”. Sí requiere que la humildad sea nuestra compañera de vida. A la luz de la Sabiduría bíblica se entiende que ésta es “el reconocimiento de la propia fragilidad humana”.

¿Nos sirve acaso creer que somos cristianos si no hay en nosotros un proceso metamorfósico (de conversión)? Sucintamente, sepamos que convertir significa transformar una realidad en otra. Entiendo que siempre estamos a tiempo; no importa nuestra edad. Sí importa vivir en la tierra anticipadamente el Cielo. No nos será posible si no optamos por realizar este proceso.

Sigamos el consejo del Libro sapiencial Cohélet: “No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios” (Coh 7, 9).

Agradezco al Señor Jesucristo por hacer posible la edición de este nuevo libro y a la Virgen, Madre de la Iglesia, por su Gloriosa intercesión a favor de aquello que contribuye al crecimiento de los cristianos en la Iglesia. También a mis oyentes de mi programa radial y a tantos hermanos de la vida eclesial que me hacen saber cuán importante les resulta la formación interdisciplinaria. Sigamos caminando…

Claudio Rizzo.

1ª Predicación:

“Nuestros enojos: conflictos enigmáticos (1)

“El enojo y la metanoia” (1)

“Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado

ni permitan que la noche los sorprenda enojados,

dando así ocasión al demonio”.

Efesios 4, 26

Entramos en el campo de las emociones, muchas de las cuales quizás aún no advertimos como insanas. Tal es el caso de nuestros enojos y la necesidad de convertirlos (metanoia – μετανοία en griego). Entiendo conveniente vislumbrar la diferencia entre emociones y sentimientos. Sucintamente, la palabra “emoción” deriva del verbo latino emovere: remover, excitar. Los sentimientos en vez, son “el resultado del desarrollo de nuestras emociones”.

El enojo concretamente, es, en esencia, un remanente de energía psico-afectiva que está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce el enojo. No obstante, al no saber cómo canalizarlo, termina convirtiéndose en un factor que daña aún más la situación a que nos enfrentamos. Por este motivo es de fundamental importancia conocer de qué está hecha esta emoción y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.

Hablamos del verbo convertir que consiste en transformar una realidad en otra distinta, siempre en alianza con Cristo, nuestro Gran Dios y Salvador.

Al referirnos al verbo convertir tenemos que acudir a un vocablo que aparece veintidós veces en el Nuevo Testamento y es la palabra griega metanoia (μετανοία).

La Iglesia en su Magisterio traduce de los veintidós textos, diecinueve como “penitencia”. Ahora bien, en dos de los veintidós traduce Metanoia como “conversión”. Reproduzcámoslos a continuación:

“… instando a judíos y paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús” (Hch 20, 21). “Por el contrario, dirigiéndome primero a los habitantes de Damasco, luego a los de Jerusalén y de todo el país de Judea, y finalmente a los paganos, les prediqué que era necesario arrepentirse y convertirse a Dios, manifestando su conversión con obras” (Hch 26, 20).

Es ineludible hacer el comentario y plantear que los traductores de la Biblia no han podido dejar de lado su propia ideología. Por eso, vemos el acento muchas veces sobre el arrepentimiento y otras pocas sobre la conversión. Y el Evangelio de Jesús es un Evangelio de Salvación, y no de acusación. Recordemos siempre “El crecimiento empieza donde la acusación termina”.

El excesivo énfasis en el arrepentimiento –muchas veces en un contexto meramente moralista y pietista–, apunta a reconocer como pecado aquello que tiene que ver con la sexualidad.

De todos los Evangelio, el mistagógico es el de Juan y ni el sustantivo “arrepentimiento” ni el verbo “arrepentirse” no aparece ni siquiera una sola vez. Es interpelante, ¿verdad?

El enojo, indudablemente, es una de las emociones que más ha preocupado a la humanidad. La verdadera Metanoia neotestamentaria consiste en lograr explorar nuevas facetas que permitan transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.

“Metanoia en griego significa cambio de mente. Es una concepción religiosa, originariamente del Antiguo Testamento, que significa la conversión o vuelta a Dios, y ya en el Antiguo Testamento se emplea hablando del hombre en todas sus dimensiones. Es decir, la metanoia hay que probarla externamente (confesión de la culpa, ayunos, etc.) estando a la vez fundamentada en la transformación de la mentalidad” (K. Rahner y H. Vorgrimler, Diccionario teológico, Herder, Barcelona 1970, p. 426).

De esta definición los invito a resaltar dos elementos: 1) la conversión del ser humano en todas sus dimensiones, 2) fundamentada en la transformación de su mentalidad.

Las dimensiones del ser humano desde lo específicamente ético-religioso-espiritual son: dimensión afectiva, dimensión centralmente ética (el lugar que ocupamos en la tierra), dimensión nocional (nos movemos con conceptos y a veces ideologías), dimensión psicológica (nuestro mecanismos conscientes, inconscientes y preconscientes), dimensión económica, dimensión religiosa (nuestra relación con la Iglesia Institución), y dimensión espiritual (nuestra experiencia de Iglesia comunidad de creyentes tanto en el orden personal trascendente como en el orden comunitario trascendente). De toda esta gama, la prioridad es la “transformación de la mentalidad” que haría posible la armonía del ser humano con Dios y consigo mismo, desde un plano bio-psíquico y espiritual.

Con sus palabras y actos Jesús muestra la necesidad de la Metanoia, del cambio de mentalidad. Tomemos el lavatorio de los pies en Jn 13, 1-5. Jesús asume el lugar del siervo para transmitir, por una especie de psicodrama, la humildad y la necesidad de encarnar el ministerio del amor y el servicio. En Flp 2, Pablo presenta la doctrina de la kénosis (abajamiento-humillación) y reflexiona de manera magistral sobre la actitud del Señor. Su mensaje fundamental se refiere a la conducta que debe asumir el cristiano ante el otro que tiene delante, tomando como modelo a Jesucristo, dado que él se humilló dos veces, en la encarnación y en la crucifixión, para hacer posible la redención humana. El énfasis está puesto en la práctica de la humildad en las relaciones con los demás. Vemos en San Pablo como se convirtió de perseguidor de la Iglesia en predicador. Su experiencia en el camino a Damasco (Hch 9, 1-18) significó un cambio tal en su manera de pensar y sentir… Este es el eje central del pensamiento por el cual podremos avanzar sobre nuestros enojos: lograr un cambio en la manera de pensar y sentir. Intentemos esclarecer la causa de esta emoción llamada enojo.

Para poder expresarnos de un modo sencillo y escueto, nos enojamos cuando algo nos frustra. Recordemos que las frustraciones son experiencias mal logradas (cuyos resultados no están de acuerdo a nuestras expectativas). Sin embargo, quedémonos con aseverar que nos lanzamos a la experiencia.

Claro está que hay una diferencia en la duración de la manifestación del enojo. Este puede ser una reacción (duración corta) o bien un sentimiento (duración prolongada). En el ámbito reactivo podemos citar ejemplos tales como: “Estoy conduciendo y se produce un atasco”; “me han prometido algo y no han cumplido”; “esperaba algo de mi mujer, mi marido, mis hijos, mis hermanos de comunidad, etc., y lo que esperaba no ocurrió”. Los motivos son numerosísimos. Ahora bien, si no nos ocupamos de alistarlos puede que reprimamos. Y no es exactamente la propuesta de Efesios. La releemos al principio: “Si se enojan… no permanezcan...”, lo que equivale a decir salgan, salgan de ese estado.

La humildad, como en tantas cosas, también ayuda notablemente en estos casos. Los enojos leves suelen tener corta duración (son reactivos). En cambio, los crónicos son sentimientos, por tanto, permanecen haciendo lo propio, es decir frustrarnos, hasta que no los resolvamos. Estos últimos suelen ser amenazadores. Por la duración en el síntoma es que son patológicos. En todos los casos, siempre existe un factor común: la frustración. Si los enojos son sentimentales, a medida que no los trabajamos se produce un cúmulo de insatisfacciones que luego va minando toda nuestra vida. ¡Atención!, parece ser que todo empieza a ir mal… y esto es así…

Nuestras emociones necesitan paz, bienestar, tranquilidad para poder sostener nuestra propia entidad. A veces, nos enojamos con nosotros (por no tener la humildad de aceptar nuestros límites: vacíos, oscuridades, debilidades). Otras, nos enojamos por la falta de tolerancia con nosotros y con los otros o con ciertas situaciones (todo pasa en la vida… Dios no se muda).

Otras, nos conectamos con la irritación que desde el mundo externo nos pueden proyectar por envidia, malicia, codicia… (cuidémonos también de estas últimas). Alguna vez sostuvimos que afuera puede llover, pero por dentro no mojarnos… Este símbolo ilustrativo apunta a preparar una personalidad evangélica (con dones y carismas) en los que la formación juega un rol esencial, y así no permeabilizar todo lo que pueda afectarnos ya sea por nuestro ego, por la injusticia personal, por nuestro temperamento, por nuestra fama o reputación. “El Padre que está en lo secreto lo ve todo y él te recompensará” (éstos son los caminos misteriosos de la Providencia de Dios). Recordemos: para los que estamos en el Camino “estaré siempre con ustedes hasta el fin de los tiempos”.

Cuando la energía del deseo que se encamina hacia su realización encuentra un obstáculo. La obstrucción que éste produce genera una sobrecarga energética en ese deseo. Esta sobrecarga es lo que llamamos enojo. Es relevante destacar que la función original de esa sobrecarga de energía es asegurar la realización del deseo y la necesidad amenazada. Lo que ocurre es que al no saber cómo implementar adecuadamente tal sobrecarga de energía, en lugar de contribuir a la resolución se convierte en un problema más.

“Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:

con la alabanza de los niños y de los más pequeños”.

Salmo 8, 2b-3b

2ª Predicación:

“Nuestros enojos: conflictos enigmáticos (2)

“El enojo y la metanoia” (2)

“El que disimula su odio tiene labios mentirosos,

y el que levanta una calumnia es un necio”.

Proverbios 10, 18

Esta enseñanza sapiencial nos conduce a poder develar que el odio es una forma encubierta del enojo. Si tomamos como situación ejemplificadora el enojo de San Pablo por aquellos que seguían al Señor, vamos a recordar que partió rumbo a Damasco y lo hizo dado que estaba “determinado por pensamientos negativos”, los cuales son la base de todo enojo. Es la mente la que experimenta una turbación negativa, por cierto. San Pablo respiraba aún “amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hch 9, 1). Sin embargo, al tener un encuentro personal con el Cristo resucitado, su pensamiento fue transformado de negativo en positivo. Tengamos en cuenta que Pablo evangelizó en el Oriente en cuatro viajes misioneros, después de un arduo trabajo evangelizador-misionero. Entonces, deseando comenzar con la evangelización por el Occidente, es decir, por España, escribió una carta a los cristianos romanos anunciándoles su visita. Les dice: “Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a ustedes, cuando vaya a España, iré a ustedes” (Rom 15, 23-24). Esta escena nos ayuda a comprender que no hay evidencias de que haya sido un masoquista que gozara con el dolor, dado que él no ha vivido fácilmente. Tuvo muchos tropiezos de distinta índole: físicos, comunitarios, religiosos. Es admirable para nuestra formación de hoy poder rescatar que él supo encontrar algo positivo aún en las cosas que parecían totalmente negativas. En Damasco, los discípulos lo bajaron por el muro en una canasta para salvarle la vida (Hch 9, 23). Y si seguimos leyendo los Hechos de los Apóstoles, encontramos que Pablo fue apedreado en Listra, azotado y encarcelado en Filipos, debió apelar a César para abortar un complot para asesinarlo, sufrió un naufragio cuando viajaba a Roma, y demás dificultades…

Todos vamos comprendiendo, la necesidad que expresa el Apóstol en Rom 12, 1-2: cambiar la mentalidad o renovar el entendimiento. Quisiera conjuntamente a este texto, traer en paralelo la carta a los Filipenses:

“Entonces, la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos” (Fil 4, 7-8).

San Pablo ha sido un hombre aculturado, esto es, adoptó y adaptó, lo propio de la cultura como herramienta para sus predicaciones. Hoy nosotros hablamos de compartir los aportes de las ciencias humanas en nuestra vida; hablamos del inconsciente y los mecanismos de defensa, que no nos defienden, sino que nos engañan para que podamos ver plenamente la realidad en la que vivimos. Los mecanismos de defensa están en pugna con la acción del Espíritu Santo, quien nos convence de pecado que consiste en no haber creído en él (Jn 16, 8). Los pecados intentan persuadirnos de que no somos pecadores. Por tanto, los mecanismos no facilitan la humildad.

¿Qué sucede, por consiguiente, con nuestros enojos: los soterramos o los enfrentamos? Recordemos: “Lo que no es asumido no es redimido” (San Ireneo s. II).

Convengamos que todo enojo es una sobrecarga de energía psíquica que al no descomprimirse puede generar una astenia física y psíquica. Hay mucha gente que está estresada debido a sus enojos. Dicho de otro modo, el estrés es la relación entre la amenaza de nuestros conflictos (entre ellos, los enojos) y la capacidad de abordarlos

Tal sobrecarga, en lugar de contribuir a la resolución del problema, a menudo se convierte en un problema más.

Desde el punto de vista químico, ante la presencia de un obstáculo vivido como amenaza, el organismo segrega adrenalina y noradrenalina, los neurotransmisores que posibilitan los comportamientos de alerta y actividad, de confrontación y lucha. No sucede así cuando nuestros enojos se encausan en Dios a través de la Preciosa Sangre de Cristo.

En épocas primitivas de la humanidad, cuando la amenaza a la integridad territorial se dirimía en una confrontación física, en una lucha cuerpo a cuerpo, esta respuesta adrenérgica era, sin duda, la más adecuada, porque en tales casos se imponía incrementar la fuerza física para encarar la batalla. Todos conocemos, ya sea por experiencia personal o por los innumerables ejemplos de personas que así lo testimonian, cómo en una situación de ira se dispone de una fuerza mucho mayor de la habitual.

El desajuste se produce cuando seguimos utilizando una respuesta biológica de ira generada en situaciones antiguas para resolver situaciones actuales que no requieren tanta respuesta adrenalínica.

El enojo es útil para aumentar la fuerza física pero no es útil para aumentar la capacidad de coordinación necesaria para resolver un problema. Imaginemos a un cirujano que encuentra obstáculos durante una operación, se enoja y mantiene ese estado. Su ira entorpecerá, sin duda, su capacidad para resolver los problemas a que deberá enfrentarse durante la intervención quirúrgica. Lo mismo si le sucede a un sacerdote en pleno ministerio de la reconciliación… En ambos casos, podríamos llegar a pensar que el enojo da eficacia… Un conocido periodista deportivo, cuando retransmitía los partidos de Gabriela Sabatini, repetía frecuentemente: “Me gustaría verla a Gaby más enojada. Así jugaría mejor”. El, como representante de esta creencia, suponía que, enojándose con la rival, Gabriela ganaría en eficacia. Y en realidad se trata de lo contrario… La coordinación y la precisión necesarias para un buen desempeño en cualquier tarea compleja encuentran su mejor caldo de cultivo en la relajación y la calma…

Encontramos en San Atanasio aquello que escribe sobre San Antonio, lleno de admiración: “En el ascetismo de Antonio había una cosa grande, y es que, como ya he dicho, poseía el carisma del discernimiento de espíritus y diagnosticaba sus impulsos; no ignoraba el objetivo ni la tendencia de cada uno de ellos. Y no solamente no se convertía en juguete suyo, sino que enseñaba cómo rechazar sus ataques a aquellos a quienes acosaban, explicando las debilidades y engaños de los instigadores”.

Al oír algunos ruidos interiores tales como aquellos que sustentan el enojo bajo el nombre de celosía, rivalidad, reputación, fama, y otros… resultará más fácil acceder, a nivel consciente, y tomar la decisión de desdramatizar desde la humildad en presencia de Dios todo aquello que aún hoy nos mantiene enojados.

Los instigadores (que menciona San Antonio) pueden estar dentro o fuera de nosotros. Limitemos un poco a qué voces permitimos ingresar a nuestro ser.

Nos preguntamos, nos respondemos:

 ¿Se puede escuchar sin oír? (mundo exterior).

 ¿Podemos escucharnos sin oírnos? (mundo interior).

 Subraya la respuesta posible con la que te identificas y al lado el nombre de la/s persona/as con las que relacionas los calificativos respecto de tu enojo:- ¿Son voces extrañas?- ¿Son voces perturbadoras?- ¿Son voces cizañeras?- ¿Son voces acusativas?- ¿Son voces peyorativas?- ¿Son voces calumniadoras?- ¿Son voces esclavizantes?- ¿Son voces litigiosas?- ¿Son voces demandantes?- ¿Son voces inculpatorias?- ¿Son voces emocionalmente desestabilizantes?- ¿Son voces maliciosas?- ¿Son voces codiciosas?- ¿Son voces abandónicas?

“Ustedes saldrán gozosamente

y serán conducidos en paz”.

Isaías 55, 12

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9789505008049
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