Kitabı oku: «Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II», sayfa 2

Yazı tipi:

PERCEPCIONES DE ORDEN SUPERIOR O COGNICIONES

A continuación pasaremos del debate de la consideración de la sensación al tema de las percepciones. Las palabras «sensación» y «percepción» se utilizan a veces como sinónimos (véase, por ejemplo, Aquino, 1273/1981, I, 78.3 ad 3 y 91.1 ad 3; III Supp., 92.2 ad 7). Pero las dos palabras también pueden distinguirse. Las capacidades perceptivas de orden superior incluyen la capacidad sintética (consciencia básica o conocimiento), la imaginación, la memoria y una capacidad básica de evaluación. La capacidad sintética consiste en una capacidad perceptiva de orden superior que diferencia y clasifica las impresiones sensoriales individuales recibidas a través de los sentidos primarios y también aprehende cosas enteras, personas enteras, etc. La imaginación es una capacidad perceptiva que almacena estas impresiones (Aquino, 1266/2005c, q. 13). La memoria es una capacidad perceptiva que recuerda las impresiones almacenadas (Aquino, 1266/2005c, q. 13). Por último, la capacidad de evaluación elemental es una capacidad perceptiva que reconoce las cosas y personas individuales, y también las evalúa (por ejemplo, en términos de daño potencial o utilidad. Muchos animales tienen un tipo de capacidad similar) (Aquino, 1266/2005c, q. 13). Las capacidades perceptivas de orden superior procesan y evalúan los datos sensoriales que se reciben de los cinco sentidos primarios (Aquino, 1273/1981, I, 78.4; Ashley, 2013b, pp. 158-173). A continuación examinaremos cada una de estas capacidades perceptivas de orden superior. Al igual que en el caso anterior sobre el tratamiento de los sentidos primarios, también consideraremos brevemente las investigaciones actuales en neurociencia para complementar nuestra investigación filosófica.

CAPACIDAD DE SÍNTESIS

Nuestra primera capacidad perceptiva de orden superior es la capacidad sintética, que incluye, a través de su funcionamiento, la consciencia del objeto percibido. Esta capacidad permite a las personas, y a numerosos animales, interactuar con un objeto en su plena totalidad, como podría ser un rostro humano, o un gato. Esta capacidad ha sido denominada «sentido común», ya que implica una receptividad primordial que es una especie de raíz común y fundamento de los cinco sentidos primarios (Aquino, 1268/1994a, §602; di Martino, 2008, p. 88; McLuhan, 2015, p. 9). La expresión «sentido común» no se utilizará aquí debido al significado diferente que esta frase tiene en el uso popular en inglés (Ashley, 2013b, pp. 166 y 167).

A diferencia de un sentido primario, la capacidad sintética no recibe impresiones individuales o discretas de un tipo particular de propiedad sensible (como las propiedades visuales solamente o las propiedades auditivas solamente). En realidad, la capacidad sintética es receptiva a todas las impresiones individuales que se originan en los cinco sentidos primarios (Aquino, 1273/1981, I, 1.3 ad 2, y 57.2; Aquino, 1268/1994a, §390; en relación con el 57.2, véase di Martino, 2008, p. 95). En este sentido, la capacidad sintética es receptiva a todo (Aristóteles, ca. 350 a. C. /2000b, 449a18). Cada uno de los sentidos primarios contribuye, mediante un tipo específico de sensación, a la capacidad sintética de compromiso y procesamiento ulterior (Aquino, 1269/2005b, pp. 156 y 157).

Una actividad significativa correspondiente a la capacidad sintética es diferenciar entre los diversos tipos de datos sensoriales que una persona encuentra (Aquino, 1268/1994a, §390, §§601-614; Aquino, 1266/2005c, q. 13; Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 426b14-427a16). Por ejemplo, la capacidad sintética es capaz de distinguir el brillo de la dulzura, o la sensación de calor de un olor desagradable. Esta actividad es neurológica, no intelectual, en el sentido de que implica una diferenciación de impresiones de sentido discretas, no la diferenciación de estructuras o patrones inteligibles (Aquino, 1268/1994a, §601). Esta actividad de diferenciación puede describirse como una especie de juicio perceptivo negativo o «afirmación» negativa (por ejemplo, lo que sucede cuando se prueba con un terrón de azúcar: «la dulzura del objeto difiere de su blancura») (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 426b22, 428a1; también Aquino, 1268/1994a, §604). Es importante subrayar que esta actividad de la capacidad sintética es preintelectual y prelingüística. El hecho de que las dos sensaciones necesiten ser diferenciadas indica que ambas, aunque sean sentidas a través de capacidades separadas, son captadas en un solo acto de percepción (Aquino, 1268/1994a, §604). Así pues, la capacidad sintética implica de alguna manera una consciencia multisensorial (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 426b22; también Aquino, 1268/1994a, §604). Dado que la función principal de esta capacidad es permitir a la persona percibir diversas propiedades sensibles de forma conjunta, su actividad principal se denomina sintética.

Esta capacidad implica la consciencia de un todo real, que a su vez estructura las propiedades sensoriales discretas como partes. Es, como algunos pensadores observan, un «sentido gestáltico» (de Haan, 2014, p. 404).

Existen formas idealistas y realistas de entender la actividad de la capacidad sintética. La perspectiva idealista interpreta la capacidad sintética como una estructura generada internamente, aplicada a la sensación. Este relato supone que las sensaciones diversas y separadas se sustentan en una estructura psicológica a priori originada, absoluta y enteramente, en el interior del que conoce (Kant, 1787/1996, I, Sección II, Libro I, Capítulo 2, Sección 2, §§15-20 [B129-146]; Libro II, Capítulo 1 [B176-177]).

La perspectiva realista que defiende el Meta-Modelo propone que la capacidad sintética responde a estructuras de sensación existentes en el objeto real, del que se es consciente. En otras palabras, la capacidad sintética no crea la estructura que permite su percepción. La estructura holística que fundamenta la capacidad sintética es en sí misma un objeto de percepción (Aquino, 1259/1954, 15.1 ad 3; Aquino, 1273/1981, I, 1.3 ad 2). En este sentido, la capacidad sintética es receptiva y pasiva, en relación con el todo sensible real que percibe (Aquino, 1268/1994a, §612). No obstante, una vez que la persona percibe la estructura holística de un objeto, esas estructuras se conservan como recuerdos y pueden ser recordadas para facilitar el reconocimiento de este o de objetos similares.

El conjunto real, entonces, que aporta estructura a la actividad de la capacidad sintética, es ontológicamente anterior a la percepción de la capacidad sintética y existe independientemente de esa capacidad. Las condiciones de la realidad (exploradas por la ontología) son previas e independientes de las personas que perciben y conocen la realidad. La razón por la que la capacidad sintética nunca percibe partes opuestas en el mismo conjunto simultáneamente y en el mismo respeto (por ejemplo, nunca se percibe «esta manzana es dulce y no dulce» a la vez) no es porque esto viole las reglas de una lógica estipulada de antemano e impuesta a la consciencia humana (véase Kant, 1787/1996, I, Sección II, Libro II, Capítulo 2, Sección 2 [B195-197]). Más bien, la percepción de tales opuestos simultáneamente no ocurre porque tales opciones coexisten de forma simultánea y en el mismo sentido que las partes de conjuntos ontológicos concretos en la realidad.

No se debe apelar a la falibilidad en la percepción (de nuevo, por ejemplo, la experiencia de la identidad equivocada de otra persona o las ilusiones perceptivas) como motivo para dudar de la capacidad sintética de ponerse en contacto con los verdaderos seres físicos. Una vez más, es necesario observar que se tratar de errores de reconocimiento, que se producen en un nivel de procesamiento más alto (a saber, en la actividad de la capacidad de evaluación, que se examina más adelante), no son errores de la capacidad de síntesis. Es más bien la capacidad sintética la que permite a la realidad corregir más tarde los raros momentos en que la capacidad de evaluación queda sujeta a la ilusión.

Debido a su capacidad de estar en contacto con objetos complejos en la realidad, la capacidad sintética también es capaz de diferenciar los objetos reales de los productos de la imaginación. Esta capacidad puede ejercerse al despertar de un sueño, para diferenciar el contenido de los sueños de las sensaciones reales (Aquino, 1273/1981, I, 84.8 ad 2; Ashley, 2013a, pp. 315 y 316). De esta manera, la capacidad sintética permite a una persona discernir si la estructura holística originada a partir de un aporte sensorial es real o se trata de su imaginación o memoria, es decir, también permite ser conscientes de las diferencias entre realidad y fantasía. No obstante, la evaluación de este contenido también puede desarrollarse a un nivel cognitivo más alto. La capacidad sintética —en los humanos, con la ayuda de niveles de procesamiento más altos— también es capaz de identificar que un sentido primario está operando: en otras palabras, mediante la capacidad sintética se percibe que se ve, o que se oye, o saborea (Aquino, 1273/1981, I, 78.4). Asimismo, la capacidad sintética permite también a una persona percibir que vive (en la medida en que la consciencia de la sensación ya es un indicio de que se está vivo) (Aquino, 1268/1994a, §390).

Las sensaciones de los sentidos primarios se envían al tálamo para su procesamiento y a continuación son procesadas en los cortes sensoriales primarios y secundarios y, por último, en la corteza de asociación, donde la información sensorial se procesa adicionalmente (Stillings et al., 1995, p. 293). La capacidad sintética integra los diversos tipos de datos sensoriales procedentes de los sentidos primarios de forma evocadora del procesamiento y la integración que tiene lugar en la corteza de asociación (Ashley, 2013a, pp. 317 y 318; Ashley, 2013b, p. 167, p. 333; de Haan, 2014, p. 403; Kenny, 1994, p. 34; Macdonald, 2007, pp. 369 y 370; Pasnau, 2002, p. 198; Peghaire, 1943, p. 132; Tellkamp, 2012, p. 611). Nuestra consideración de la actividad integradora de nuestra capacidad sintética comparada con nuestra actividad integradora en la corteza asociativa, se refiere a una cuestión abierta en la neurociencia filosófica (llamada «problema de la unión»), que se refiere a cómo se sintetizan los diversos elementos discretos de la sensación en el cerebro, para producir una experiencia unificada (Kolb y Whishaw, 2009, pp. 17, 263). Es poco probable que nuestra capacidad sintética, entendida en este caso como una integración de las sensaciones, sea procesada por un centro cortical aislado, que tenga la función específica de unir varios tipos de datos sensoriales, debido a que todavía no se ha identificado ningún centro de este tipo en las investigaciones de anatomía neurológica. Más bien, la capacidad sintética, entendida así, comprendería más probablemente una red de conexiones intercorticales que incluyen la corteza de asociación (Kolb y Whishaw, 2009, p. 263). Si asumimos esta perspectiva teórica, la capacidad sintética podría entenderse como una capacidad perceptiva compleja, que depende de una interacción recíproca entre los lóbulos, frontal, parietal, temporal y occipital, en donde se realizarían las funciones de síntesis de impresiones visuales, auditivas y táctiles discretas.

Algunos pensadores afirman asimismo que, debido a su función integradora, la capacidad sintética debería identificarse como una consciencia básica, sensibilidad o consciencia animal (Peghaire, 1943, p. 123). La palabra «consciencia» puede ser tratada de esta forma ampliamente, como un sinónimo de «cognición» en el significado más general de la palabra (Ashley, 2013b, p. 154). La palabra «consciencia» también puede ser usada más estrictamente como sinónimo de «sintiencia», es decir, consciencia animal básica o sensibilidad (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 427a16; sobre esta forma de conocimiento de los sentidos en contraste con el conocimiento intelectual, véase Aquino, 1273/1981, I, 85.3). La consciencia, tal y como se entiende bajo la perspectiva realista actual, no se reduce solo a un producto epifenoménico de la actividad cerebral (Kolb y Whishaw, 2009, p. 652).

Con respecto a nuestra consciencia básica, la consideración de la capacidad sintética se relaciona de nuevo con una cuestión abierta en la neurociencia filosófica, a saber, el problema de la identificación de los correlatos neuronales de los fenómenos conscientes elementales. Tal y como hemos señalado anteriormente, si la capacidad sintética (asociada a una red de conexiones intercorticales) es una capacidad perceptiva-cognitiva compleja que permite una experiencia sensorial unificada e integrada, entonces esta capacidad se correlaciona con —o es— la consciencia o el conocimiento básico (Goldstein, 2010, p. 39). Esta forma elemental de consciencia es distinta, y no se reduce a los procesos biológicos y materiales de la sensación primaria que integra. En el presente análisis, podríamos ir más allá y proponer que la consciencia básica, tal y como la describimos aquí, es cualitativamente distinta de los correlatos neurobiológicos asociados con su propia actividad (sobre la consciencia básica, véase Vitz, 2017). A la vez, esta consciencia básica constituye una expresión de la unidad de la experiencia de los animales. En lo que respecta a los seres humanos, recientes estudios en neurociencia consideran que las resonancias magnéticas realizadas a pacientes comatosos sugieren que la red neuronal asociada con la consciencia básica puede incluir una pequeña región del tronco encefálico (el tegmento pontino dorsolateral) y dos regiones corticales (la ínsula central anterior y el córtex del cíngulo anterior) (Fischer et al., 2016). A este respecto, la corteza insular y la corteza cingulada también podrían participar en la red de conexiones intercorticales que involucran a la corteza de asociación estudiada anteriormente.

La consciencia o la consciencia animal no implican necesariamente la autoconsciencia (Ashley, 2013b, p. 152). Esto es evidente cuando entendemos el tipo básico de consciencia como una especie de reflectividad de objetos percibidos (Wojtyła, 1979, pp. 31-34). Pero la consciencia, interpretada como un espejo quedaría incompleta si se considera solo en sí misma, sin su orientación hacia los objetos percibidos (Wojtyła, 1979, p. 38). Un espejo no se refleja a sí mismo; refleja objetos que son ontológicamente distintos del propio espejo. Así pues, la percepción de la consciencia de uno mismo (autorreflexión o conocimiento de sí mismo) pertenece a una capacidad diferente, que está vinculada al lenguaje (Wojtyła, 1979, pp. 36 y 304, nota final 17; en cuanto a la consciencia de sí mismo y el lenguaje [qualia 2], véase Vitz, 2017; también el capítulo 6, «La persona como capas integradas»). Mientras que la consciencia general de los animales incluye la consciencia de sus sensaciones fisiológicas interoceptivas (como el dolor), la consciencia de uno mismo es algo más que la mera consciencia de la percepción (que es la actividad de la capacidad sintética como se ha descrito anteriormente, por ejemplo, percibir que uno está viendo u oyendo). Más bien, la autoconsciencia implica la percepción de uno mismo como el agente que está percibiendo (Ashley, 2013b, pp. 195 y 196). No obstante, esta actividad en particular no tiene por qué interpretarse como algo totalmente irrelevante. La neurociencia contemporánea, por ejemplo, ha identificado la corteza prefrontal media como operativa en los ejercicios cognitivos que implican la autorreferencia (Heatherton et al., 2006, p. 18; Pfeifer, Lieberman y Dapretto, 2007, p. 1324).

CAPACIDAD DE MEMORIA

Las impresiones sensoriales individuales de primer nivel, originadas en los sentidos primarios, así como las de segundo nivel, originadas por la capacidad sintética, se almacenan y recuerdan mediante la capacidad de memoria (Aquino, 1266/2005c, q. 13). La memoria que consideramos aquí es una capacidad perceptivo-cognitiva de orden superior que implica actividad neurológica. Nuestra presentación, siempre que no indiquemos lo contrario, considerará la simple memoria, que es similar en muchos aspectos a la que se encuentra en los animales superiores. Esta memoria sensorial-perceptiva es diferente, y a un nivel inferior, que la memoria intelectual, es decir, la memoria no material, que pertenece al intelecto del alma y que puede subsistir sin el cuerpo (capítulo 8, «Plenitud personal», y capítulo 15, «Racional»; véase asimismo Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 430a18; con respecto a la memoria intelectual, véase Aquino, 1273/1981, I, 79.6-7; Aquino, 1259/1954, 10.2, especialmente el anuncio 1). Nuestras consideraciones se centrarán únicamente en esta capacidad de almacenamiento y recuperación sensorial-perceptiva, basada en correlatos neuronales y no en la memoria que pertenece a la capacidad superior del intelecto, que trasciende dichos correlatos neuronales.

El acto de recordar implica una consciencia básica de revivir conscientemente una percepción pasada (lo que incluye una «reactivación» de las vías neuronales asociadas al recuerdo). Se puede llegar a decir que, de alguna manera, esa revitalización también implica la reactivación de la consciencia pasada; esto explica los desconcertantes síntomas psicológicos asociados con la reexperimentación de eventos de trauma o de vergüenza intensa (Keyes, Underwood, Snyder, Dailey y Hourihan, 2018; Linley y Joseph, 2004; Schore, 2002; Sokolowski, 2000, p. 68, p. 71). Al considerar la memoria debemos diferenciar entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo (Kolb y Whishaw, 2009, pp. 434, 513-518; Stillings et al., 1995, pp. 40 y 41). Asimismo, es posible diferenciar entre recuerdos explícitos e implícitos: mientras que un recuerdo explícito es un recuerdo consciente de un acontecimiento experimentado, el recuerdo implícito se ejemplifica a través de una respuesta espontánea a una percepción (Kolb y Whishaw, 2009, p. 493; Siegel, 2012, pp. 88 a 90). Esas respuestas pueden producirse de maneras que la persona desconozca (por ejemplo, una persona puede temer espontáneamente un hospital, solo con verlo, pero sin entender por qué). La memoria implícita también se ejemplifica mediante una habilidad o hábito adquirido, que analizaremos más tarde cuando tratemos las disposiciones cognitivas (Kolb y Whishaw, 2009, p. 493, p. 705). Frecuentemente, asociados con recuerdos implícitos también puede haber recuerdos explícitos, entrelazados con las respuestas emocionales (Bear, Connors y Paradiso, 2007, p. 582; Siegel, 2012, pp. 88 a 90). Los recuerdos explícitos dependen de un circuito neuronal que involucra el hipocampo, la corteza rinal, en el lóbulo temporal, y la corteza prefrontal en el lóbulo frontal, mientras que los recuerdos implícitos dependen por completo de la neocorteza y de las estructuras dentro de los ganglios basales (Kolb y Whishaw, 2009, p. 499, p. 510).

CAPACIDAD IMAGINATIVA

Las percepciones de la capacidad sintética, junto con sus sensaciones constitutivas, se conservan a través de una capacidad perceptiva diferente llamada imaginación (Aquino, 1273/1981, I, 78.4). Esta capacidad, de orden superior, permite a una persona producir copias mentales o réplicas de sensaciones y percepciones. Estas réplicas pueden entonces ser percibidas a su vez (como, por ejemplo, cuando uno evoca una imagen mental de un árbol ante su «ojo interno» después de haber visto un árbol real con sus ojos corporales). Tales réplicas son parecidas a las «semejanzas» residuales de las experiencias primarias, similares a la impresión de una imagen dejada en la cera o un boceto de un objeto (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000a, 450a31). A veces se han denominado «fantasmas» (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 428a1). En este caso, las llamaremos «imágenes mentales» (con la salvedad de que este término también lo usaremos para denotar sonidos, gustos, olores y sensaciones táctiles replicadas, así como objetos completos captados por la capacidad sintética).

Es la capacidad sintética que percibe una imagen mental producida por la imaginación (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000a, 450a10-11). Cuando la consciencia de la capacidad sintética percibe una imagen mental como su objeto, la imagen es débil y se debilita en comparación con la percepción de un objeto real (Aristóteles, ca. 350 a. C./1994, 1370a29). A la vez, tales réplicas pueden ser tan eficaces como realidades presentes, para provocar el afecto en una persona (como el deseo o la aversión) (Aquino, 1268/1994a, §669). Elementos de objetos previamente percibidos (como por ejemplo, el oro o las alas de una estatua de un ángel) pueden ser retenidos en la propia capacidad imaginativa. La capacidad imaginativa permite a las personas combinar los elementos retenidos en nuevos diseños. De esta manera, es posible construir combinaciones totalmente imaginarias (como un centauro o un caballo alado) (Aquino, 1273/1981, I, 78.4). Mientras que la función retentiva de la capacidad imaginativa es común a todas las personas y otros animales, esta función combinada constituye una capacidad humana única (Wolfson, 1935, p. 122).

La imaginación se caracteriza adecuadamente como una capacidad perceptiva de orden superior y no como un sentido primario, ya que puede activarse cuando las realidades sensibles ya no están físicamente presentes: las imágenes mentales pueden ser recordadas por una persona después de que la sensación primaria haya cesado (como ocurre en los sueños) (Ashley, 2006, p. 205). No obstante, tal como hemos mencionado anteriormente, las sensaciones de los sentidos primarios nunca son falsas (consideradas estrictamente en orientación a propiedades sensibles específicas), aunque las síntesis de la imaginación pueden ser falsas al contrastarlas con la realidad (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 428a5-13, 428b18; véase también Aquino, 1268/1994a, §§641-647, §661; Frede, 2001, p. 163).

Así como la imaginación difiere de los sentidos primarios, también su modo de combinar las imágenes mentales retenidas difiere de la actividad de otras capacidades humanas, como la capacidad de formar opiniones. La formación de fantasías imaginativas puede implicar una especie de juego libre de invención (Aquino, 1268/1994a, §633). Mientras que la imaginación y la capacidad cognitiva, que forman las opiniones, producen combinaciones que son verdaderas o falsas en comparación con la realidad, una opinión que alcance el estatus de creencia implica, por parte de la persona, llegar a la convicción de su verdad mediante un proceso de razonamiento. Por el contrario, la formación de combinaciones imaginativas no presupone un proceso de razonamiento. Esto es evidente debido al hecho de que los animales distintos de los humanos pueden poseer algún tipo de capacidad imaginativa básica, pero carecen tanto de la capacidad de combinar imágenes de forma original como de razonar (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 428a19-25; también Aquino, 1268/1994a, §§649-650).

La capacidad imaginativa de la persona también puede diferenciarse de su memoria. Es útil esbozar esta diferencia, ya que la imaginación y la memoria se confunden fácilmente (Sokolowski, 2000, p. 69). El enfoque filosófico contemporáneo distingue estas dos capacidades a través de un análisis fenomenológico (es decir, mediante una consideración introspectiva de las realidades a la luz de cómo se experimentan). Este análisis yuxtapone el modo de consciencia que opera cuando una persona está enfocada hacia un objeto presente (lo que podría llamarse atención perceptiva) con el modo de consciencia presente cuando la persona está enfocada en la consciencia interior, como son los recuerdos o las fantasías (Sokolowski, 2000, pp. 71 a 75; Sokolowski, 2008, pp. 140 y 141). Asimismo, el modo de consciencia operativa cuando una persona está enfocada a los productos de su imaginación es diferente del modo de consciencia presente, cuando la persona está enfocada en sus recuerdos. La imaginación cumple la función de representar realidades para la consciencia, mientras que la memoria recuerda percepciones almacenadas, de realidades pasadas (Sokolowski, 2000, p. 67).

Otra diferencia entre la imaginación y la memoria es el realismo asociado a las percepciones almacenadas en nuestra memoria. En personas psicológicamente sanas, la certeza suele estar ausente en cuanto a la afirmación de la realidad de los productos de su imaginación (Sokolowski, 2000, p. 71). Solo un realismo muy limitado puede aumentar la capacidad imaginativa. Así se produce cuando fantaseamos con posibles futuros, que podrían ocurrir. Si bien esas proyecciones imaginativas hacia el futuro pueden permitir a la persona tomar decisiones, el temor a posibilidades meramente imaginarias también puede provocar una ansiedad infundada (Sokolowski, 2000, pp. 73 y 74).

Es necesario realizar una observación final sobre la relación entre la imaginación y la salud mental. Cuando una persona se encuentra sana, su intelecto regula el uso e influencia de su capacidad imaginativa. En otras palabras, el uso activo del poder de combinación de la imaginación (para producir una imagen compuesta que afecte de alguna manera a la persona) se encuentra siempre en las personas sanas subordinado a su intelecto y su volición (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 427b19; también Aquino, 1268/1994a, §633). No obstante, la capacidad imaginativa puede convertirse en una influencia predominante sobre una persona en momentos de enfermedad, sueño, enfermedad psicológica grave, o durante la aparición de fuertes pasiones como la ira (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 429a7-9; también Aquino, 1268/1994a, §670). Con respecto a este punto, sería útil observar la conexión entre la imaginación y las respuestas emocionales a los estímulos. Trataremos este tema en el próximo capítulo.