Kitabı oku: «Gestión es Comunicación», sayfa 2
1.1 Revoluciones espacio/tiempo
Cuatro son a nuestro juicio los epicentros, los quiebres culturales decisivos y fundantes de este nuevo orden de conciencia espacio - temporal.
- Revolución industrial: el tiempo como recurso
De las múltiples relaciones alteradas por el reemplazo progresivo del trabajo físico del hombre por la máquina -proceso que encuentra su cumbre en la fábrica del siglo XIX -, el cambio más profundo fue la nueva idea de tiempo. La revolución industrial debe su existencia al reloj, un aliado estratégico que le suministró el ritmo de trabajo, el tic-tac de la producción, y, ante todo, el modelo de un sistema autónomo, mecánico, capaz de moldear la vida económica y no económica del hombre industrial.
Si bien hay ejemplos en contrario en otros momentos de la historia, técnicamente, el reloj fue la primera máquina automática que alcanzó una importancia pública y una función relevante en la sociedad, dado que transformó los ciclos naturales de la existencia humana -día/noche -, en períodos productivos, en jornadas no necesariamente referidas a la rotación de la Tierra y la aparición y desaparición de la Luna.
A partir de la revolución industrial, el tiempo -aquello que agotó a la filosofía - se hizo medible, cuadriculable, incorporándose en la faena como tarjetas de entrada y salida, sirenas de colación, timbres de recreo, y, lo más importante, como instrumento de cuantificación (horas/hombre) e ideología productiva, que se resume en frases como: “Esta fábrica es un mecanismo de relojería, una maquinita”, “el tiempo es oro”, “perder el tiempo” o “sacar la vuelta (a la manecilla del reloj)”.
Cuando el tiempo se hizo objetivo, seccionable en un círculo, lo humano entró en razón.
- Revolución del transporte: la conquista del espacio
Más que una transformación radical en el desplazamiento humano, la invención de la rueda representó un vuelco en la percepción de los límites del esfuerzo. La verdadera revolución del transporte se produjo años después, sólo cuando esta herramienta -también circular y giratoria como el reloj - logró un uso intensivo y mecanizado.
Fue la locomotora la que alteró los desplazamientos posibles, permitiendo construir una epopeya colectiva de conquista que trazó el suelo con sus durmientes de madera y sus rieles de metal.
Así lo explica Walter Benjamin (1892-1940): “El paisaje... fundamentalmente alterado del siglo XIX ha permanecido visible hasta hoy, al menos en sus huellas. Ha sido configurado por el ferrocarril... Dondequiera que se muestren hermanados montaña y túnel, abismo y viaducto, torrente y teleférico, río y puente férreo..., están los puntos de concentración de este paisaje histórico... En toda su rareza, testimonian que la naturaleza no se sumió, bajo el triunfo de la civilización técnica, en el anonimato y la ausencia de imagen, que la pura construcción del puente o del túnel quedó en sí... como hito del paisaje, sino que a su lado comparecieron inmediatamente el río o la montaña, y no como un vencido junto a su vencedor, sino, antes bien, como una potencia amistosa... El ferrocarril, que atraviesa los portales sin murallas de los cerros... parece... retornar a su propia patria, en la cual reposa la materia de la que él mismo fue hecho”2.
Con el ferrocarril, las personas experimentan la radicalidad de vencer a diario la distancia. Con él no sólo redujo la duración de los viajes y el agotamiento, sino que obligó a sucesivas fantasías, alentadas por el vértigo de la velocidad. La aceleración impuso su locura, pues, si en igual tiempo puedo recorrer mayor espacio, entonces, por inversión, no es temerario asumir que el mismo espacio puede se recorrido en menor tiempo. Lo que es posible, aunque no exactamente igual.
- Revolución de las telecomunicaciones: en distinto lugar al mismo tiempo
Diversos desarrollos tecnológicos paralelos o consecuentes, pero, en todo caso, complementarios, operados a partir de la Primera Guerra Mundial, extendieron los márgenes de la interrelación humana, suministrando, a su vez, renovada confianza en el control de las variables de tiempo y espacio. La telefonía, la radio y la televisión son mucho más que nuevos canales de comunicación, constituyen, ante todo, redes invisibles que penetran las sociedades y sus demarcaciones vitales.
Los medios de telecomunicación atrapan, envuelven, involucran y modelan el ser social, transforman en cercano y simultáneo lo que no era. Al levantar el fono y comunicarse con un amigo en otro continente, se traspasan las fronteras, pues se dispone en un mismo ámbito espacio - temporal, a personas que se encuentran en lugares y horarios distintos. Estamos aquí y allá al mismo tiempo; te escucho de día si me llamas de noche.
- Revolución informática: el tiempo real
Así como en la revolución industrial se reemplazó el esfuerzo físico del hombre por la máquina, en este último gran giro científico y tecnológico del siglo XX se asiste a la sustitución del trabajo intelectual humano por la llamada inteligencia artificial.
La computadora supone distintas aceleraciones del esfuerzo -ya desde la aparición de los primeros y poderosos equipos main frame se apostaba a su capacidad de procesamiento, a la cantidad -, una expansión de la memoria y de la capacidad de predicción lógica, de futuro programable, pero quizá lo más significativo es que involucra una nueva forma de pensar y, por qué no decirlo, de crear.
A su manera, la máquina piensa, ordena, induce y deduce, acierta y equivoca, compara y descarta, opone y antepone, arrastrando a sus usuarios a una ideología de alcances insospechados.
1.2 Código v/s realidad
Si bien lo virtual se asocia, por difusión del término, con esta última fase, todo indica que es la sucesión y superposición de estas cuatro grandes revoluciones lo que prefigura y configura el perfil de la sociedad contemporánea.
En cada uno de estos quiebres se modificó el ángulo de percepción colectiva, transitando desde nociones físicas de la interacción del hombre con el entorno laboral -en la etapa industrial, el temor humano era convertirse en engranaje, como bien lo sintetizó luego Charles Chaplin en el clásico del cine “Tiempos modernos” (1935) - hacia una concepción cada vez más inasible, intelectual, de las estructuras productivas.
Lo que se transa en la Era de la Información es el dato, un logos transversal que es entendido con la misma facilidad por el hombre y la máquina, convertida desde ahora -quién lo iba a imaginar - en sujeto de conocimiento.
Ninguno de los momentos antes descritos ha dejado de afectar y condicionar a la organización. La empresa de hoy es virtual porque la sociedad lo exige y nadie escapa al desplazamiento de eje. Lo que informa existe; el lector de barras confiere el ser.
La unidad de la cultura y de la organización no está dada por el soporte, sino por el código. Y así como Internet y el ciberespacio son territorios de nuevas etnias, de comunidades virtuales, que ponen en cuestión la existencia del estado - nación, la empresa también deja de ser un frontis, un sitio de reunión, para asumirse, ante todo, como una fuerza, como una identidad coherente en expansión. Ya no es imprescindible estar juntos, agrupados, compartiendo horarios, para lograr un objetivo común. El cuerpo de la empresa son las metas compartidas.
La descripción del escenario presente no deja de preocupar a muchos, toda vez que el frenesí de los cambios azota a diario las visiones de mundo que edifican las personas para explicarse la realidad y, lo más frecuente, para aferrarse a ella.
Fernando Montes rector de la Universidad Padre Alberto Hurtado, sitúa bien esta incertidumbre, desplazando el centro del problema. “No vivimos una época de cambios, como es la gran creencia, lo que ocurre es un cambio de época”3, señala.
Montes explica la carencia de certezas e incluso el temor que experimentan algunos, por la forma misma en que las personas se integran a la cultura. Según él, los seres humanos nacen con una especie de mochila, la cual se va llenando con el paso del tiempo con una serie de elementos -valores, palabras, formas de comportarse - tomados de la experiencia y el vecindario. Por cierto, que esa carga se modifica o renueva a lo largo del camino, pues lo que las personas optan por llevar en la espalda es precisamente aquello que les permite ser fieles consigo mismos.
Un cambio de época, por lo tanto, representa un quiebre, la impresión de que algo se rompió en esa mochila, manchando la hoja de ruta. Cuando el sendero es conocido y existe la confianza de que conduce a un final, no existe ningún problema; pero, cuando se pierde la brújula surge la vacilación, cuando no, el miedo.
Armando Roa refuerza la idea de renovación constante de la existencia, confiando en el temperamento humano para darle un sentido. No duda de que, en el camino, se arregla la carga:
“Cultura es la transformación incesante de cuanto existe, originada en ese ímpetu íntimo, connatural al hombre, de acomodarlo todo -incluso su propio ser - a sus necesidades, a sus sueños, a sus ansias de crear. Cultura vivida no es, entonces, erudición, ni sabiduría científica, sino el don de preferir, de ubicar y jerarquizar en órdenes de dignidad y nobleza justa, cuanto acaece”4.
II. Visión fenomenológica de la comunicación humana
2.1 La virtud de lo virtual
Aunque se opone a lo real, lo virtual no es lo irreal ni lo eventual. Tampoco es lo probable, lo informe, y menos, lo vacío. Su significado remite más bien a su etimología latina, Virtus, que indica fuerza, energía, impulso, virtud. Aquello que, según la Real Academia Española de la Lengua, tiene la capacidad de “producir un efecto, aunque no lo produce de presente”5. Lo implícito es lo que tiene existencia aparente, sobreentendida, tácita.
En la comunicación casi siempre, parte del contenido es omiso, y quizás por ello es necesario explicar, o al menos conocer, el cómo lo implícito construye significado. La virtualidad otorga a las personas y a las organizaciones su transparencia, su ideario traslúcido y se debiera transformar, por esa sola connotación, en la materia principal de la reflexión y el trabajo de las comunicaciones.
La virtud está en movimiento, aunque no siempre en fase con los sujetos de la comunicación. Es una energía que se transforma y que necesita explicitarse, hacerse verbo, ícono que atrapa el ímpetu y le otorga sentido a la acción. Las crisis y éxitos no son otra cosa que crisis y éxitos, debilidades y fortalezas, del discurso llevado a la acción. El logos es el fondo de la acción.
2.2 Dividuos, in-dividuos
Nuestra cultura ha instalado como centro de la existencia la idea de la individualidad, sin embargo, sabemos que eso es imposible. Nuestra naturaleza nos impulsa a buscar el sentido de nuestras vidas en el otro y con lo otro. Somos seres sociales. El filósofo alemán Peter Sloterdijk dice: “nada humano es absolutamente solitario”6 y la filósofa chilena Carla Cordua7 nos plantea “El mínimo humano es la pareja, la pareja que si es prenatal es la relación del feto con su madre, y si es postnatal, siempre hay otro, el que puede ser la madre, una hermano, puede ser la imaginación de un amigo ideal, etc.”8.
La comunicación, desde esta perspectiva, es la experiencia de estar vivos, sintiendo y experimentando la presencia del otro, de lo otro, y/o del último otro: la alteridad.
A diario, en las cosas más simples, siempre, aunque no lo queramos, estamos realizando el acto de relacionarnos, de vincularnos. Como diría Paul Watzlawick9 : no podemos no estar en eso, es decir, comunicándonos.
Cada vez que comunicamos o nos comunican algo que somos capaces de entender, estamos agregando nuevos elementos a nuestra visión de la realidad. Se trata de un proceso habitual que muchas veces no somos capaces de darnos cuenta de él. Y, probablemente, en la mayoría de los casos, simplemente no nos damos cuenta.
Sin embargo, para quienes trabajamos en el mundo de las comunicaciones, en cualquiera de sus ámbitos, tomar conciencia de este proceso es fundamental. Para entender en qué consiste este proceso, haremos el intento de hacerlo desde la fenomenología, como una de tantas otras aproximaciones posibles
2.3 ¿Qué es la fenomenología?
En términos simples, para uno de sus principales teóricos, Husserl, la fenomenología tiene que ver con “lo que me aparece en la conciencia”10, con todo aquello que está fuera de mí y está vivo en mi conciencia: imágenes, emociones, y también palabras/conceptos que dan cuenta de las mismas. “Como todas aquellas cosas son fenómenos, el análisis fenomenológico de la vivencia nos enfrenta con dos seres en sí: la conciencia y el ser de que se tiene conciencia”11.
“La vida natural y de vigilia de nuestro yo es un constante percibir actual o inactual. Sin interrupción está ahí en forma de precepto e] mundo de las cosas y en él nuestro cuerpo. ¿Cómo se segregan y pueden segregarse la conciencia misma como un ser concreto en sí y el ser de que se tiene conciencia en ella, el ser percibido como un ser que “hace frente” a la conciencia y es “en sí y por sí’12 (Ideas 1, j 39, p. 89).
Desde la perspectiva etimológica, los fenómenos tienen una esencia que, por definición, no es comunicable. El noúmeno (del griego “νοúς,” “noús”: mente), en la filosofía Kantiana es un concepto usado para referirse a las “cosas en sí”, en su existencia pura, por lo tanto inaccesibles para cualquier sujeto independientemente de cuál sea su modo de conocerla.
Desde esta perspectiva se parte de la premisa de que como no podemos acceder y menos poseer la esencia de las cosas, los seres humanos hacemos un acto de fe en relación a ellas. En otras palabras, la realidad vista desde la fenomenología es un acto de fe: lo que yo tengo no es la esencia de las cosas, sino su apariencia. La única forma posible de conocimiento que tenemos los seres humanos, es el conocimiento de la realidad como fenómeno.
Niklas Luhmann, teórico contemporáneo de las comunicaciones, indica que “uno debe ser capaz de asumir que la información no es auto-entendida, sino que se requiere de una decisión separada. Justamente, como la vida y la conciencia, la comunicación es una realidad emergente. Surge a través de una síntesis de tres selecciones diferentes: selección de la información, selección de la expresión de esta información y una selectiva comprensión o mal entendimiento de esta expresión y de su información. Ninguno de estos componentes puede ser presentado por sí mismo. Sólo en conjunto pueden crear comunicación.”13
La distinción y posterior intervención creativa de estos tres componentes de todo fenómeno comunicacional: información, expresión y entendimiento, es el aporte principal de la comunicación a la vida moderna.
2.4 Estructura de los fenómenos
Para entender qué es un fenómeno es necesario conocer cuál es su estructura básica, la que es siempre igual para todo lo observado. Esta se divide en tres partes:
FIG.Nº 1
1 Contenido: es aquello que hace que algo sea lo que es, es decir, cuál es la funcionalidad del fenómeno. Un mismo contenido puede tener distintas formas. Por ejemplo, un lápiz va a ser un lápiz porque escribe, sin embargo, su forma puede ser de distintos tamaños y colores.
2 Forma: es lo que “da cuerpo” al contenido. Puede ser material (asible) o inmaterial, dependiendo del fenómeno.
3 Imagen: es la manera en que el contenido y la forma viven en la mente de las personas.
2.5 Modelo de comprensión de los sucesos comunicacionales
Es el individuo en solitario el que percibe y atribuye significados, que posteriormente socializa a través de las diferentes manifestaciones del lenguaje.
Lo observado puede ser un fenómeno objeto (lo otro) o un sujeto (el otro), o un conjunto de sujetos (los otros). Todos tienen la misma estructura: contenido, forma e imagen.
FIG. Nº 2
Es posible distinguir estas partes durante el proceso de percepción, a través del cual el hombre distingue en la realidad algo que observa. Cuando el hombre percibe el fenómeno es capaz de atribuirle un significado al rebotar en su forma. Uno dice que el lápiz es un lápiz porque tiene forma de lápiz.
Lo anterior tiene que ver con algo que se llama “cualidad informativa del fenómeno”: todo fenómeno tiene información en sí mismo. Sin embargo, es el ser humano, en este proceso de percepción, el que es capaz de obtener esa información de la forma, darle significado al fenómeno, y a continuación, dar fe de que el contenido de dicho fenómeno –que es implícito-- existe. Un ejemplo clásico de esta situación es que, para nosotros, la isla que nadie ve no existe.
El hombre atribuye significado a través de esta percepción de la forma, a partir de la cual intuye, deduce, apuesta y da fe de que corresponde a un contenido implícito. Esta forma puede ser objetiva, material, asible, o puede ser perfectamente inmaterial, no observable a simple vista.
Pero cuando hablamos de percepción no podemos quedarnos sólo con la visión cognitiva del asunto que reduce el proceso a que el sistema humano capta la realidad y le atribuye significado. Debemos ir un paso más allá y considerar, como diría Francisco Varela, que la percepción es acción14. El hombre actúa en función de cómo percibe las cosas, por lo tanto, la percepción no es sólo la atribución del significado, sino que implica que la atribución de dicho significado genera un mundo interno que induce la conducta humana de quien lo percibe, porque es la realidad para esa persona.
Las personas percibimos la realidad a través de los sentidos, y contrariamente a lo que la tradición enseña, son mucho más que cinco sentidos por los cuales aprehendemos esa realidad.
- Los sentidos humanos: estar en el mundo
Con los ojos no escucho, y cuando escucho no palpo ni veo, aunque tenga la ilusión.
Los significados no son sólo los que entran cognitivamente a nuestra mente. También nuestro cuerpo es capaz de adquirir conocimiento sobre determinadas cosas. El proceso de percepción descrito previamente, no podría realizarse si los seres humanos no tuviéramos sentidos, que son nuestro medio para acceder a los fenómenos.
Al tener conciencia de la totalidad de nuestros sentidos podemos darnos cuenta de que, en la mayoría de las personas estos suelen estar muy atrofiados o poco desarrollados, precisamente porque desconocen su existencia. Si bien, estamos acostumbrados a decir que los sentidos humanos son cinco, esto no es tan así, mirado desde la perspectiva de las comunicaciones. Los sentidos a través de los cuales percibimos el mundo son diez al menos. Son aquellos que nuestra cultura occidental reconoce porque la biología lo ha hecho objeto de estudio y tiene evidencias empíricas de su funcionamiento. Además, existen un conjunto de otros tipos de sentidos que se reconocen en las culturas orientales que no abordaremos en este artículo.
- Sentidos externos
Contamos, en primer lugar, con cinco sentidos externos al cuerpo: el olfato, la audición, el gusto, la vista y la piel (no el tacto). Esta última es muy importante, pues está llena de receptores y porque permite que el hombre desarrolle potencialmente una serie de otros sentidos a partir de ella, es por eso, que nos extenderemos en la descripción de sus características y funciones.
“La piel es el órgano más grande ya que cubre todo nuestro cuerpo. El humano adulto tiene aproximadamente 2 metros cuadrados de superficie cutánea, tiene un peso de 4 a 5 kilos. Tiene multitud de funciones: sirve de escudo, protege de ondas luminosas dañinas, incorpora líquidos, regula y estabiliza la temperatura, regula la presión y dirección del torrente sanguíneo. Es un órgano sensorial con la capacidad de mediar diferentes sensaciones. La piel es una cubierta muy irregular con gran variedad de cualidades y extensiones superficiales”15.
Los receptores de la piel:
Propioceptores: median el sentido de la posición del cuerpo y nos permiten conocer la posición de los miembros teniendo los ojos cerrados.
Mecano-receptores cutáneos: se estimulan por la presión sobre la piel, sobre todo por las vibraciones, es decir, por presiones que varían rápidamente.
Termo-receptores: los receptores al frío se estimulan cuando la temperatura de la piel es menor de 37 grados, y los receptores al calor cuando supera los 37 grados.
Nociceptores: detectan un estímulo que puede producir daño en el organismo y producen la sensación del dolor.