Kitabı oku: «Un rayito de luz para cada día», sayfa 10

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14 de marzo


Un rey irresponsable

“En la primavera, que era la época en que los reyes salían de campaña... David se quedó en Jerusalén” (2 Samuel 11:1).

Me imagino cómo se preparaban mentalmente los soldados cuando llegaba la época de estar fuera de casa. ¡Ya sabían lo que se esperaba de ellos! Sabían que era su deber cuidar de su pueblo. Sabían también que podían contar con su rey.

Sin dudas, no había otro como David. Era tan valiente que se habían compuesto cantos acerca de él. Y, por si fuera poco, era apuesto, consagrado, y encima ¡músico y poeta! Cuando estaban en el campo de batalla, los soldados seguramente miraban hacia donde estaba su erguido monarca y renovaban su coraje. Además, me imagino que David aprovechaba a inspirar a los soldados con cantos. ¡Qué gran rey! Era un honor luchar a su lado.

Ese año, sin embargo, todo cambió. El rey decidió quedarse en casa. ¿Crees que David sabía que sus soldados lo necesitaban? ¿Piensas que él conocía su responsabilidades? Yo creo que sí. Pero decidió enviar a Joab, y él se quedó. ¡No me preguntes haciendo qué! Pero seguramente nada muy útil, pues la Biblia dice que “una tarde, al levantarse David de la cama”, comenzó a pasearse.

La historia que continúa es muy triste. David, en sus paseos, comenzó a mirar lo que no debía. En este caso, la esposa de su vecino Urías. Una cosa llevó a la otra... y, al tiempo, David no solo había tomado una esposa que no le pertenecía, sino que había mandado matar a su esposo, un fiel soldado que sí había estado todo el tiempo en su puesto del deber.

Hay un dicho que ni siquiera quiero escribir completo, pero imagino que tú lo sabes: “Mente desocupada...” ¿Cómo continúa? No hay duda, cuando no estamos cumpliendo con nuestro deber, cuando no estamos haciendo lo que tenemos que hacer, las probabilidades de que el enemigo de lo bueno tome control de nuestros pensamientos y acciones ¡aumenta mucho!

Quizá David pensó que necesitaba “un descansito”. Quizá tú puedas pensar, a veces, que tienes demasiadas obligaciones y que, en algunos momentos, no tienes que hacer todo lo que te piden tus padres o maestros. Cuando te sientas inclinado a pensar así, recuerda a David, su irresponsabilidad, y las consecuencias que esa falta de responsabilidad causaron. Honra a Dios donde estés. Cinthya

15 de marzo


Que puedan confiar en ti

“Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta” (Proverbios 20:11).

¿Te has preguntado alguna vez qué pasaría si el chofer que maneja tu ómnibus pasase un semáforo en rojo? ¿O si tu médico pediatra se equivocara de medicamento y te recetara un antibiótico de adulto? Por supuesto, ¡esto no pasa! Estos son ejemplos de cosas cotidianas que damos por sentado que deben hacerse bien, pues las llevan a cabo personas responsables. ¿Cuándo aprendieron a serlo?

A medida que crecemos vamos asumiendo pequeñas responsabilidades que nos preparan para otras mayores. ¿Recuerdas cuando hiciste la cama por primera vez? ¿Y cuando mami te pidió que lavaras los platos? Fuimos aprendiendo que esas tareas estaban relacionadas con los demás. Alexandra y Elizabeth tienen una perrita y cada viernes de tarde la bañan, peinan y secan su abundante pelito. Sebastián y Valeria baten huevos y los mezclan con harina para hacer la pastafrola de sábado. En familia, cuando trabajamos en equipo, todos hacen la parte que les toca, especialmente para recibir el día del Señor.

El planeta también necesita habitantes responsables. Hace algún tiempo en Florida, Estados Unidos, todos los habitantes de un pueblo debieron abandonar sus casas, pues estas comenzaron a hundirse. Acudieron geólogos e ingenieros y descubrieron que durante mucho tiempo se había extraído agua de una napa subterránea hasta que se vació y ese espacio se hundió. Un acto irresponsable que afectó a todos.

Pero también podemos tener actitudes responsables. Cepillarme los dientes antes de dormir sin que nadie tenga que recordármelo es una actitud responsable. Organizar mi tiempo para terminar mis tareas o dejar la ropa doblada son manera de colaborar responsablemente para hacer felices a los miembros de mi familia. Ellos pueden confiar en nosotros pues cumplimos nuestros deberes con responsabilidad.

Una conducta responsable es premiada con el respeto de quienes nos rodean y con la propia satisfacción del deber cumplido. Las personas responsables no sienten que cumplir con sus obligaciones sea una carga, porque están convencidas de que es lo que les corresponde. ¡Seamos responsables! Mirta

16 de marzo


Difícil, pero sorprendente

“Su señor le respondió: ¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:23, NVI).

Tenía 17 años y a su corta edad le tocó vivir una de las experiencias más difíciles y sorprendentes de su vida. Su padre lo amaba mucho, y los regalos que le hacía despertaron envidia en sus hermanos, quienes lo vendieron. En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser el hijo mimado a un esclavo cualquiera.

Mientras viajaba al país de su destierro, José se acordó de las enseñanzas de sus padres y, en vez de amargarse la vida, tomó la decisión de ser fiel a Dios. Al llegar a Egipto fue vendido al jefe de la guardia real, quien, al ver cuán responsable era, lo puso a cargo de todas las cosas de su casa.

Un día apareció una mujer que quiso tentarlo, pero José había asumido la responsabilidad de no traicionar la confianza de su amo y mucho menos la de su Dios. Su tentadora, al no lograr su objetivo, se vengó acusándolo de un crimen que no había cometido, y lo hizo encerrar en la cárcel. A pesar de eso, José se mantuvo fiel, y en la oscura celda se ganó la confianza del carcelero, quien le dio la responsabilidad del cuidado de todos los presos.

José siempre hacía más de lo que le pedían. Un día vio tristes a dos de los presos y se acercó para ayudarlos. El copero y el panadero del rey le contaron los sueños que los perturbaban, y José les hizo saber que Dios podía interpretarlos. Todo sucedió tal como él predijo y el copero volvió a servir al rey.

Dos años después, el rey tuvo un sueño extraño que nadie podía interpretar. ¿Quién crees que se acordó de José? ¡Así es! Por fin el copero se acordó de José y le contó su historia al rey, quien mandó que lo trajeran enseguida. Cuando el rey escuchó la interpretación del sueño y lo que debía hacer, no le quedó la menor duda de que José era el único que podría encargarse de cumplir esa gran responsabilidad. Entonces, ¡ocurrió lo sorprendente! En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser un esclavo cualquiera a ser el gobernador del país más poderoso de ese tiempo.

¿Te das cuenta? Ser responsable en las pequeñas cosas hace que Dios puede usarte como lo hizo con José. Pero la prosperidad no es resultado de un milagro; debes esforzarte y ser responsable, porque no existe éxito sin responsabilidad. Magaly

17 de marzo


Se necesitan...

“Y el jefe de la cárcel confió en mano de José a todos los presos que estaban en la cárcel, y de todo lo que allí se hacía él era responsable” (Génesis 39:22, LBLA).

La vida de José es una de las más explícitas y detalladas de la Biblia. Varios capítulos de Génesis cuentan cómo este joven pasó por momentos difíciles y hasta incomprensibles, pero Dios tenía un bello plan para su vida. Uno de los momentos más llamativos es cuando aceptó hacerse responsable de una cárcel. En el libro Patriarcas y profetas se menciona que José “encontró una obra que hacer, aún en la prisión. Dios lo estaba preparando en la escuela de la aflicción [...]. En la cárcel, presenciando los resultados de la opresión y la tiranía, y los efectos del crimen, aprendió lecciones de justicia, simpatía y misericordia que lo prepararon para ejercer el poder con sabiduría y compasión. [...] Cada rayo de luz que derramamos sobre los demás se refleja sobre nosotros mismos. Toda palabra bondadosa y compasiva que se diga a los angustiados, todo acto que tienda a aliviar a los oprimidos [...] resultará en bendiciones para el dador” (p. 218).

No siempre las tareas hechas con grandeza, sacrificio y responsabilidad son vistas y valoradas en esta vida. Pero para Dios, nada pasa desapercibido. La responsabilidad social es esperable en un buen cristiano. Los “demás” no son solo nuestra familia y amigos. Son las personas que nos rodean, y en ellas tenemos que pensar.

Hoy en la escuela jugamos al básquet en uno de los recreos. El cuarto grado del cual soy maestra me llena de orgullo. Son niños buenos, con una excelente mezcla de estudiosos, amigables, alegres y solidarios. Hoy también demostraron responsabilidad social, pues compartimos el patio con los más pequeños, de tercer grado, ya que su maestra se había ausentado por motivos de salud. Ante la consigna de permitir jugar a los más chiquitos e integrarlos, ellos postergaron su propio juego, lo que me llenó de alegría. Pasaban la pelota asumiendo su rol de “más grandes” amorosamente, haciendo felices a sus compañeritos.

Las personas responsables consideran que todos tienen algo valioso para ofrecer, que nadie es superior o más importante que otro, y que para trabajar bien y con alegría se necesita un ambiente de cooperación y no de competencia. Es decisión nuestra; elijamos responsablemente. Mirta

18 de marzo


Vivir para agradar a Dios

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12).

Imagina que tienes ocho años y fuera de tu casa se estacionan varias limusinas. Personas importantes, escoltadas por guardaespaldas, golpean tu puerta y te dicen: “Buenos días. Venimos a buscarte para ir a vivir a la Casa de Gobierno, porque a partir de ahora serás el presidente de este país”. Lo más probable es que te pongas a reír o te asustes y salgas corriendo. La Biblia relata la historia de un niño y dice así: “Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años, y reinó en Jerusalén treinta y un años” (2 Crón. 34:1).

El abuelo de Josías fue Manasés, quien fue un rey malvado. Amón fue el padre de Josías, que también fue desobediente y perverso, por lo que reinó solo dos años. Allí fue que tomaron a Josías para ser rey. ¡Que tremenda responsabilidad! ¿Cómo guiar a un pueblo por el buen camino si venían siguiendo los malos caminos de su padre y abuelo por tantos años?

Elena de White escribe que, cuando Josías se convirtió en rey, algunas personas que todavía amaban a Dios y querían hacer su voluntad sintieron esperanza. Sabían que Josías, aunque tenía solo ocho añitos, amaba y obedecía a Dios. ¡Qué hermoso testimonio! Desde el comienzo, el pequeño rey “hizo lo recto en ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a diestra ni a siniestra” (2 Rey. 22:2).

“Hijo de un rey impío, asediado por tentaciones a seguir las pisadas de su padre, y rodeado de pocos consejeros que lo alentasen en el buen camino, Josías fue sin embargo fiel al Dios de Israel. [...] Decidió hacer lo recto en vez de rebajarse al nivel de pecado y degradación al que habían caído su padre y su abuelo. ‘Sin apartarse a derecha ni a izquierda’, como quien debía ocupar un puesto de confianza, resolvió obedecer las instrucciones que habían sido dadas para dirigir a los gobernantes de Israel; y su obediencia hizo posible que Dios lo usase como vaso de honor” (PR 283).

¡Qué ejemplo de obediencia y responsabilidad nos dejó este niño que llegó a ser un gran rey ante Dios! Si tus padres se han alejado de Dios, tú sigue adelante. Puedes llegar a ser un gran cristiano. Que nadie te “tenga en poco” por ser un niño. Toma la responsabilidad de vivir agradando a Jesús en todo lo que hagas y él te bendecirá, así como bendijo a Josías. Nina

19 de marzo


Irresponsables en la casa de Elí

“[Los hijos de Elí] menospreciaban las ofrendas de Jehová” (2 Samuel 2:17).

Pocos malos ejemplos hay en la Biblia tan espantosos como la vida sin control de los hijos de Elí. La Biblia los llama “los hijos de Belial”, y afirma que “no conocían al Señor”. Para que entiendas la profundidad, significa algo así como hijos de la inutilidad o hijos de la irresponsabilidad.

¿Cuándo empezó la irresponsabilidad y el descontrol en la vida de estos muchachitos? Imagino que su padre, como líder espiritual del pueblo de Israel, habrá querido educarlos en piedad y orden. Entonces, ¿qué falló?

Ofni y Finees, que así se llamaban estos muchachos, son nombres egipcios, paganos, y significan “renacuajo” y “el nubio o negro”. Ellos pretendían servir al Señor, a quien no conocían. Hicieron del oficio santo, de su responsabilidad como sacerdotes, simplemente un medio de ganar dinero. Se aprovechaban de la confianza de las personas para sacar provecho personal. Les imponían ofrendas a las personas y exigían lo que debería y debe darse de forma voluntaria y santa.

Y todo comenzó con un primer paso en la dirección equivocada. Elí llegó tarde en auxilio de sus hijos. Les permitió deslices, irresponsabilidades... Habrán comenzando con pequeños pecadillos, un error “sin importancia” aquí, y luego otro más grande allá, hasta que se acostumbraron y cada vez los hicieron más descaradamente. Sin duda fue un camino que bajó poco a poco hasta su perdición completa. Elí habló a sus hijos en algún momento, pero ya era tarde. Por esto, Dios pronunció sentencia sobre Elí y su casa.

Deslices, irresponsabilidades, pecadillos... Así comenzaron ellos. Hoy, mirando con tristeza su historia, podemos aprender sobre la importancia de ser responsables en las pequeñas cosas.

Hay una famosa frase, atribuida a varios personajes célebres, que espero pueda guiar tus pensamientos y acciones hoy. Dice así: “Cultiva un pensamiento, cosecharás una acción; cultiva una acción, cosecharás un hábito; cultiva un hábito, cosecharás un carácter; cultiva un carácter, cosecharás un destino”. Mirta

20 de marzo


Responsable en la casa de Elí

“Y el niño Samuel ministraba en la presencia de Jehová, vestido de un efod de lino...” (1 Samuel 2:18).

¿Qué harían ustedes si escucharan a Dios llamándolos por su nombre? ¿Qué le contestarían al Señor? Quizá hoy no todos tengamos la experiencia de escuchar a Dios hablarnos, llamarnos por nuestro nombre. Pero, ¿sabes?, Dios nos habla por medio de su Palabra.

Samuel había llegado al santuario acompañado por su madre cuando aún era muy pequeñito. Ella lo había consagrado a Dios. Lo había educado con esmero para que sirviera con fidelidad. Claro, al principio Samuel realizaba tareas sencillas, pero este niñito las cumplía responsablemente.

Me gusta que la Biblia menciona que Samuel crecía delante de Dios (1 Sam. 2:21). Así, creciendo poco a poco, pronto estuvo listo para responsabilidades mayores. En 1 Samuel 2:26 leemos que el joven Samuel “era acepto delante de Dios”. Y, por la velocidad con que Samuel respondió a lo que él creyó era el llamado de Elí, vemos que también respetaba al sumo sacerdote (1 Sam. 3:5). Samuel no dejó que ninguna de las cosas malas que pasaban en el tabernáculo hiciera que él dejase de servir a Jehová.

Por mucho tiempo Jehová no le había hablado a ningún hombre, porque poca gente de veras lo amaba. Sin embargo, cuando Samuel creció un poco más, un día, mientras dormía, Dios lo llamó por su nombre varias veces. Esta parte de la historia se encuentra en 1 Samuel 3. ¿Qué mensaje de parte de Dios debía transmitir con toda responsabilidad este niño a Elí? ¿Era un mensaje agradable, feliz? No lo era. Sin embargo, aun ante esa difícil responsabilidad, lo hizo fiel y responsablemente. “Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras” (1 Sam. 3:19). Samuel tenía un corazón puro, pero Dios necesitaba probarlo en esa situación.

Ocurre lo mismo con nosotros, Dios nos da tareas para poner a prueba nuestra fidelidad. Nuestro Padre celestial quiere que, al igual que Samuel, tengamos algunas cualidades que nos hagan niños diferentes a los demás, y que las demás personas vean en nosotros algo especial. ¿Eres un pequeño Samuel entre los tuyos? ¿Pueden confiar en ti tus padres? ¿Tus maestros? ¿Tus pastores? Cumple tu misión. Mirta

21 de marzo


Dos latidos

“Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos” (1 Tesalonicenses 2:7).

Uno de los acontecimientos más maravillosos de mi vida fue escuchar por primera vez el latido del diminuto pero fuerte corazón de mi bebé. No existe emoción más grande que ser parte de este milagro, donde en un mismo cuerpo laten dos corazones. Sin embargo, ser mamá implica mucha responsabilidad antes y después del nacimiento del bebé.

Empecemos desde el principio: el embarazo. En esta etapa el tiempo se cuenta en semanas y en trimestres. En el primer trimestre aparecieron las náuseas y los cambios en mi cuerpo. Mi responsabilidad era ir al médico para los chequeos y seguir las instrucciones para mi cuidado y el de mi bebé.

En el segundo trimestre las náuseas desaparecieron, pero mi barriga crecía y mi peso aumentaba. Bostezaba todo el día, y donde iba ¡me quedaba dormida! Este trimestre sentí los primeros movimientos de mi bebé. ¡Qué sensación más maravillosa! Una nueva vida crecía dentro de mí. Debía descansar y comer sano para que mi bebé se alimentara y creciera bien.

Llegó el tercer trimestre y mi barriga no daba más. ¿Cómo podía haber crecido tanto? Mi bebé ya no tenía espacio y sus movimientos parecían salirse de mi cuerpo. El parto se acercaba y la emoción aumentaba. Elegimos no saber si sería niña o niño. Con mucho cariño acondicionamos un dormitorio de nuestro pequeño departamento. Pintamos, decoramos y colocamos la cuna, el cambiador y un pequeño ropero con sus primeras prendas de vestir.

Llegó el día del parto y una hermosa nena vino a completar la felicidad de nuestro hogar. Era la niña más bella que habían visto mis ojos, y el amor que ya tenía por ella se elevó a escalas mayores. Con su nacimiento empezó una nueva etapa de responsabilidades, y desde ese día mi prioridad en la vida ha sido estar pendiente de su crecimiento físico, mental y espiritual las 24 horas los 365 días del año.

Al igual que yo, muy posiblemente tu mamá tuvo que pasar por muchas etapas de cambios, y hacer muchos esfuerzos y sacrificios para cuidarte, protegerte y amarte. Ella cumplió cada una de sus responsabilidades con amor. ¿Qué sería de ti sin su amor y cuidado? Eres muy bendecido al tener una mamá responsable. ¿Qué harás para agradecerle hoy? Magaly

22 de marzo


¡No inventes excusas!

“El haragán siempre pone pretextos para no ir al trabajo; dice que un león en la calle se lo quiere comer” (Proverbios 22:13, TLA).

Si tienes una mascota en casa, sabes que eso requiere mucha responsabilidad: debes alimentarla, colocarle suficiente agua y sacarla a pasear. Si no se cumple con eso, habrá muchos problemas. ¿Te parece mucha responsabilidad? ¿Y si todo eso lo multiplicamos por cien?

Como todos los días, nuestro amigo pastor se ponía su sencilla pero resistente ropa de trabajo que lo protegía de la lluvia y el sol, sus sandalias que protegían sus pies de espinos y rocas afiladas, y un paño de lana tejida en la cabeza para cubrirse. Colocaba en una bolsa de cuero: pan, queso y frutos secos, un odre para sacar agua del pozo, y una honda por si algún león aparecía por ahí. No podía faltar la flauta de caña para tranquilizar a las ovejas, y la vara y el cayado para proteger y guiar a sus esponjosos animalitos.

Cuando tenía todo listo, muy temprano, llevaba a sus cien ovejitas a los mejores pastos para que pudieran alimentarse, a las mejores aguas para que pudieran beber y al mejor prado para descansar. A pesar de que tenía que lidiar con los peligros del campo, nuestro amigo cumplía fielmente con sus deberes y responsabilidades.

Al caer la tarde nuestro amigo pastor llegaba muy cansado a casa, pero se tomaba el tiempo para contarlas una por una antes de irse a descansar. Un día, al realizar el conteo, algo no cuadró bien. Se rascó la cabeza, y frotó sus ojos soñolientos. “¡No puede ser!”, pensó. Respiró y volvió a contar... Definitivamente le faltaba una. Nuestro amigo podría haber pensado: “Estoy muy cansado, la buscaré mañana. Además, tengo 99, solo me falta una... nadie lo notará”; sin embargo, él no puso ningún pretexto. ¿Qué habrías hecho tú?

El pastor guardó las que quedaban y salió a buscar la que estaba perdida. Su obligación era cuidar de todas, y ningún pretexto era válido para no cumplir con sus responsabilidades. Así que, aunque estaba muy cansado, salió en busca de la única ovejita que faltaba, y no regresó hasta encontrarla.

¿Qué obligaciones tienes? Sé responsable, no inventes excusas para no cumplir con tus deberes. No importa cuántos sean, siempre debes hacer el mejor esfuerzo para cumplirlos. Solo el haragán pone pretextos. ¡No los inventes tú! Magaly

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551 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9789877984583
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