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CAPÍTULO 3 - La envidia de los diez hermanos
GÉNESIS 37:2B-11
Las causa de su envidia
1. El informe de José (37:2)
José era de diecisiete años y apacentaba las ovejas con sus hermanos. El joven estaba con los hijos de Bilha y Zilpa, mujeres de su padre, y José informaba a su padre la mala fama de ellos (37:2).
En los once primeros versículos del capítulo 37 de Génesis, se nos explican las razones que llevaron a los hermanos de José a tenerle envidia. Se mencionan tres: los informes negativos que José dio a Jacob acerca de los hijos de Bilha y de Zilpa (37:2), el claro favoritismo de Jacob (37:3-4) y los sueños de José (37:5-11). Cada una de estas razones se presta a una lectura que deja en mal lugar a José. Es posible ver en él a un joven chivato (a causa de sus informes), mimado (debido a la predilección de Jacob) y arrogante (por su relato de los sueños). Sin duda, los hermanos, para justificar su antagonismo, hablaron de él en estos términos.
Sin embargo, esta lectura negativa nunca llega a ser explícita en el texto bíblico. Al contrario, las Escrituras suelen contemplar a José como un miembro especialmente escogido de su familia,13 esperan que nos solidaricemos con él en su lealtad a su padre y a la herencia familiar, y que consideremos su narración de los sueños como un acto de fidelidad a la revelación de Dios (ver Salmo 105:19). Por eso, haremos bien en concentrar nuestra atención en la clara culpabilidad de los demás hermanos y los injustos padecimientos de José, no en la posible inmadurez de este.
Los hermanos, José incluido, habían seguido en el oficio de su padre: ellos, como Jacob, eran pastores. Viviendo como nómadas, no se dedicaban a la agricultura, sino que, a cambio de sus productos ganaderos, comprarían a los vecinos de la tierra el grano, las hortalizas y los demás productos agrícolas. En aquel entonces, los cananeos habitaban las ciudades mencionadas en estos relatos (Siquem, Dotán, etc.), pero había escasa población en la campiña, lo cual hizo posible que los pastores trashumantes errasen sin impedimento por las colinas centrales de Palestina.2
A estas alturas, podemos suponer que el rebaño familiar era muy grande. Ya lo había sido cuando Jacob salió de casa de Labán, pues 30:43 dice que tuvo grandes rebaños (cf. 31:18; 32:4-5). De hecho, eran suficientes como para dividirlos en dos campamentos (32:7). Según 32:13-15, el regalo que le hizo a Esaú incluía 200 cabras, 20 machos cabríos, 200 ovejas y 20 carneros. Desde entonces, la familia había conocido más años de prosperidad. Además, es posible que, cuando Isaac murió (35:27-29), una parte de sus rebaños se incorporaran a los de Jacob y es seguro que la familia se apropió los de Siquem (34:28). Todo hace pensar que, para manejar bien estos rebaños tan grandes y para encontrarles adecuados pastos, tenían que colaborar todos los hermanos (37:12). Solían dividir los rebaños entre ellos y se encontraban todos juntos solamente en momentos determinados (por ejemplo, 37:12-17). Jacob, por supuesto, se quedaba en casa (es decir, en Hebrón; cf. 35:27, 37:1 y 37:14), tanto a causa de su vejez como de su cojera. En esta ocasión, José se encontraba con aquella parte del rebaño que estaba bajo el cuidado de los hijos de Bilha y Zilpa; es decir, se encontraba con Dan y Neftalí, y con Gad y Aser. Estos eran los hijos de menor rango dentro de la jerarquía familiar, a los que hemos llamado hermanos “de tercera y cuarta categoría”. Habían sido expuestos a mayor peligro en el encuentro con Esaú (33:2), tratados como si a Jacob le diera igual que fueran matados o secuestrados. Nos imaginamos que eran hombres con un gran complejo de inferioridad, llenos de resentimiento contra su padre y, probablemente, contra el mimado de su padre. También es posible que este resentimiento los impulsara a llevar a cabo sus tareas de manera mediocre y con desgana.
De todo esto, José informó puntualmente a su padre. Cuando el texto dice: José informaba a su padre la mala fama de ellos, no debemos apresurarnos a entender esta frase como si fuera la denuncia de un chismoso. Sería un error juzgar esta historia conforme a los criterios del siglo XXI, que conceden más importancia a la solidaridad del grupo que a la lealtad a los padres. Nuestra generación se caracteriza por su poco respeto a la autoridad, ya sea la de los gobernantes en la sociedad, de los padres en la familia o de los pastores en la iglesia. Para nosotros, el joven dispuesto a sufrir perjuicios antes de delatar a un compañero es quien muestra un comportamiento ejemplar y loable. En cambio, para el pensamiento judío, era reprensible callar cuando uno tenía la obligación de hablar. Sirva como botón de muestra de ello el veredicto de Levítico 5:1: Si alguien es llamado a testificar de algo que vio o supo, y no lo denuncia, comete pecado y cargará con la culpa.14 Las Escrituras nunca nos animan a practicar la calumnia gratuita, pero, como mínimo, esperan que sopesemos bien los méritos respectivos y las consecuencias negativas de callarnos y de hablar. Y, cuando nuestro silencio es perjudicial para terceras personas, esperan que hablemos. En tales casos, no hablar es compartir el pecado que no hemos querido delatar.
Ahora bien, la mala actitud de los hermanastros perjudicaba al patrimonio familiar. Al denunciarlos, José cumplía con su obligación como hijo. Además, debemos entender que, más que reflejar una mala actitud hacia sus hermanos, las palabras de José revelan los poderosos vínculos de compenetración y afecto que existían entre él y su padre. Durante la niñez y juventud de sus otros hijos, Jacob había estado constantemente fuera de casa atendiendo a los rebaños. Pero durante la niñez de José, es probable que hubiera guardado la casa, impedido por la cojera. Padre e hijo habían buscado consuelo el uno en el otro después de la muerte de Raquel y ahora disfrutaban de una unidad entrañable. Para ellos, el uno era el padre venerado, y el otro, el hijo amado. En cambio, para los demás hermanos, y especialmente para los hijos de las concubinas, Jacob era una persona algo distante, apenas más que un jefe. Los mandaba a trabajar, pero no les mostraba el afecto de un padre; los reprendía y se quejaba de ellos, pero no les decía palabras tiernas de aprobación. Ellos, por su parte, respondían con actitudes rebeldes y desleales.
2. La túnica de muchos colores (37:3-4)
E Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era el hijo de su vejez, y le había hecho una túnica con rayas de colores. Sus hermanos, al ver que su padre lo prefería entre todos ellos, lo aborrecían y no le podían hablar pacíficamente (37:3).
José era el favorito de Jacob por muchas razones:
Era el hijo de su amada Raquel, mientras que los otros hijos eran el fruto de engaños (en el caso de Lea) y arreglos especiales de valor secundario (en el caso de las concubinas). Por mucho que Bilha se haya sentado en el regazo de Raquel al dar a luz y que Raquel haya reclamado como suyo al recién nacido, no se le podía comparar con el hijo concebido por Raquel misma.
Parece ser que Jacob tenía una relación tensa con los demás hijos, quienes, de diversas maneras, le habían faltado de respeto, y, en consecuencia, se encontraba a gusto solamente con José. Los tres hijos mayores habían sido ya motivo de disgusto para Jacob: Rubén se había acostado con Bilha (35:22); Simeón y Leví habían causado serios problemas con los vecinos a causa de su venganza sangrienta de Dina (34:30). La mala actitud de los hijos de las concubinas (37:2) es reflejo de la tensión que existía entre ellos y Jacob. En cambio, José se portaba con respeto, lealtad y cariño filial.
En nuestro texto, sin embargo, se explica la preferencia en términos de que “José era hijo de la vejez de Jacob”, lo cual puede significar, obviamente, que Jacob era ya viejo cuando lo engendró, o, más probablemente, que José era el consuelo de Jacob en su vejez y después de la muerte de Raquel. El hijo que llega después de una larga espera y cuando parece que ya es imposible, siempre es motivo de especial gozo. Pensemos en los casos bíblicos de Isaac, Sansón, Samuel o Juan el Bautista. Pero José era también el hijo de la soledad de la vejez de Jacob. Antes, Jacob había estado demasiado ocupado atendiendo el rebaño de Labán como para poder disfrutar de sus hijos, pero ahora, liberado del trabajo activo al tener diez hijos en plena forma física, impedido por su propia cojera y sintiéndose muy solo por la ausencia de Raquel, tenía el tiempo y la inclinación de pasar tiempo con José.
Pero, por mucho que podamos entender la preferencia de Jacob, su favoritismo no deja de ser una actitud necia. Él mismo y su hermano Esaú habían sufrido a causa de los favoritismos practicados por Isaac y Rebeca, pero Jacob no había aprendido la lección.15 Él había sido el preferido de su madre, como Esaú lo fue de su padre, y la consecuencia fue una larga historia de envidias, rivalidades y actitudes amargas. Si no permitimos que Dios sane estas cosas, estamos condenados a repetirlas generación tras generación.
La naturaleza exacta de la túnica que Jacob regaló a José es debatida, porque el lenguaje es oscuro:16 ¿Fue de muchos colores, o ricamente decorada, o de mangas largas? Lo importante no es la forma de la prenda, sino su significado. De inmediato, simbolizaba para los demás hijos el favoritismo de Jacob y la exaltación de José, y, por tanto, despertaba en ellos aún más resentimiento. Pero es posible que significara algo más: que Jacob estaba pensando conceder a José una posición de prestigio en la casa. De ahí los temores de los hermanos: ¿Qué pretende nuestro padre con esto?
Es completamente comprensible que los hermanos reaccionaran negativamente contra el favoritismo de Jacob. Se sentían rechazados y dolidos. Pero quizás existiera en ellos también un motivo más mundano: puede que temieran que el amor de Jacob, simbolizado por la túnica regalada a José, acabaría en su exclusión, o al menos su perjuicio, en el momento del reparto de la herencia familiar. A fin de cuentas, si Jacob empleó la manipulación y el engaño para hacerse con la primogenitura, bendición y herencia que pertenecía a Esaú, no tendría remilgos en quitarles a ellos la herencia y dársela a José.
Además, es posible que Rubén, el primogénito, hubiera perdido el derecho a la primogenitura. Este era el probable significado de su ultraje en 35:22, tal como se nos explica en 1 Crónicas 5:1-2: Rubén… era el primogénito, pero, habiendo profanado el lecho de su padre, su primogenitura fue dada a los hijos de José ben Israel. Los hermanos ya sospechaban que la túnica era evidencia de que eso iba a ocurrir: al más joven de los once, Jacob pensaba concederle la primogenitura como hijo de la esposa amada.17 Los otros hermanos, naturalmente, se sentían desacreditados e injustamente ofendidos.18
Así pues, en 37:2, José logró ofender a sus hermanastros Dan, Neftalí, Gad y Aser, hijos de las concubinas, al delatarlos ante su padre. Ahora, ha logrado ofender a los hermanastros Rubén, Simeón, Leví y Judá, hijos de Lea, al vestir una túnica que simbolizaba su probable adquisición de la primogenitura. De hecho, tendrían que haber odiado al padre, no al hijo; José no les había hecho nada injusto. Pero la gente suele convertir en cabeza de turco al más débil. En todo caso, aquí vemos a José en su doble papel de hijo amado y hermano aborrecido. ¿Nos recuerda a alguien?
3. Los sueños de José (37:5-11)
Y soñó José un sueño, y lo declaró a sus hermanos, diciéndoles: Oíd este sueño que he soñado (37:5-6).
La tercera causa de la animosidad de los hermanos hacia José se encuentra en los sueños que tuvo. Como es frecuente en esta clase de relato bíblico, el autor nos ofrece primero un resumen (37:5) y luego una explicación más extensa (37:6-8).19
¿Les contó el sueño a sus hermanos por malicia o por ingenuidad? Parece que lo segundo. La Biblia nunca sugiere lo primero y es una lectura completamente arbitraria la que da a las palabras de José un tono orgulloso o altanero. En cambio, el texto constata explícitamente la maldad de la reacción de los hermanos. Si hubieran tenido un mínimo de sensibilidad espiritual, si hubieran admitido lo que era una creencia de aquel entonces: que los sueños pueden ser un medio de revelación divina, habrían debido reflexionar que Dios es libre de comunicar el mensaje que quiera, y también para elegir al mensajero.20 Es una necedad cargarte al mensajero únicamente porque no te gusta el mensaje.
He aquí, estábamos atando gavillas en medio del campo, y he aquí, mi gavilla fue levantada y se mantenía erguida, mientras que vuestras gavillas, puestas alrededor, se postraron ante mi gavilla (37:7).
El sueño tiene un significado tan obvio que el texto bíblico no necesita darnos la interpretación. Por supuesto, con el tiempo iba a cumplirse a la perfección (42:6, 9).
Aquí empieza una serie de sueños en la historia de José, siempre en parejas: los dos de José, el del copero y el del panadero, y los dos del faraón.
También comienza aquí una serie de asociaciones entre José y el grano, que actúa como una especie de hilo conductor para dar unidad a todo el relato de la historia de José:
1 Los hermanos, al echarlo al pozo, se sientan para comer pan (37:25).
1 En la cárcel de Egipto, José conoce al panadero y escucha su sueño acerca de canastillos de pan (40:16-17).
1 El segundo sueño del faraón consiste en siete espigas gordas y siete menudas (41:5-7, 22-24).
1 En 41:35-37 y 49, José recomienda medidas para el almacenamiento del grano.
1 El nombre de Efraín significa fructífero (41:52).
1 En toda la tierra de Egipto había pan (41:54).
1 José es el encargado de la venta del grano (41:55-57).
1 Jacob se entera de que hay “grano” en Egipto (42:1-2).
1 Los hermanos bajan en busca de grano (42:3).
1 José manda llenar sus sacos de grano (42:25).
1 Los hermanos cargan el trigo (42:26).
1 Les falta otra vez el trigo (43:2).
Y, naturalmente, podríamos alargar mucho más esta lista con todas las referencias a las gestiones de José como administrador de los graneros de Egipto.
Como acabamos de decir, los hijos de Jacob eran pastores, no agricultores. Por tanto, el presente sueño parece “fuera de contexto”. ¿Por qué no soñó José con que las ovejas de sus hermanos se postraban ante el cordero de José? Desde luego, el contenido del sueño se ajusta mejor al ambiente de Egipto, casi como si Dios ya anunciara que el cumplimiento del sueño iba a tener lugar en aquel país.
Y le dijeron sus hermanos: ¿Acaso pretendes reinar sobre nosotros, o te enseñorearás tú de nosotros? Y lo odiaban aún más a causa de sus sueños y de sus palabras (37:8).
El relato del sueño por parte de José puede no haberse debido más que a la ingenuidad impulsiva de un adolescente, pero los hermanos lo toman a mal. José se lo cuenta como si preguntara inocentemente: ¿Qué pensáis vosotros que esto puede significar?, pero los hermanos dan por sentado que él sabe perfectamente lo que significa y que se lo ha contado con mala intención, para exasperarlos y provocarlos a celos con pretensiones de soberbia y señorío.
Por supuesto, no quieren de ninguna manera que su hermano menor ejerza autoridad sobre ellos, que nos recuerdan enseguida lo que dijeron los hombres de la parábola contada por Jesús en Lucas 19:14 y 27: No deseamos que este llegue a reinar sobre nosotros. El heredero es rechazado (cf. Mateo 21:33-39). Los hermanos reaccionan con indignación ante la sola idea de tener que subordinarse a José: ¿Reinarás tú, que eres uno, sobre nosotros, que somos muchos? ¿Tú, el más joven, sobre nosotros, los mayores?21 Quizás esta sea una reacción natural, pero es una que se oponía a la clara revelación de Dios y a sus propósitos en la salvación. ¡Todo un ejemplo de qué atrevido es resistir a las autoridades puestas por Dios (Romanos 13:1-2)!
La resistencia y el rechazo van dando su fruto: la primera reacción primaria de los hermanos hace crecer el espíritu de envidia y aborrecimiento: lo odiaron aún más por causa de sus sueños; y este espíritu, a su vez, engendrará violencia en el futuro inmediato.
Y soñó otro sueño y lo refirió a sus hermanos, y dijo: Mirad, he soñado otro sueño, y he aquí el sol, la luna y once estrellas se postraban ante mí (37:9).
En aquel entonces, se sobreentendía que la repetición de un sueño concedía claridad y firmeza a su mensaje. De ahí el entusiasmo de José al contarlo a sus hermanos aun después de haber visto su reacción de disgusto en la primera ocasión. En cualquier caso, contárselo esta segunda vez demuestra ingenuidad. Es posible que la reacción negativa de los hermanos ante el primer sueño lo llevara a contárselo también en presencia de Jacob en esta segunda ocasión. Pero esta decisión muestra una ingenuidad aún mayor. En cada caso, la impresión que recibimos es que el sueño fue tan real y poderoso que su impacto pesó sobre José más que cualquier consideración de prudencia.
El significado del segundo sueño es igualmente claro. Además, Jacob lo interpretará para nosotros (37:10), lo mismo que hicieron los hermanos en el caso del primer sueño (37:8): Jacob es el sol, y los once hermanos, las estrellas.
Y su padre lo reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos llegaremos a postrarnos en tierra ante ti? (37:10).
Va aumentando la extensión del rechazo de José. Al principio, parece que le tenían manía solamente los cuatro hijos de las concubinas (37:2). Luego, la animosidad se extiende a todos los hermanos (37:4). Ahora, su propio padre tiene que reprocharle. Para Jacob, el sueño parecía atentar contra sus derechos como cabeza de la familia. No pudo saber que iba a cumplirse en el contexto de la autoridad política de José en Egipto y que nunca iba a ser vulnerada su autoridad como patriarca del clan.22 ¡Pero, pobre José! Ya ha quedado mal con toda su familia.
También debe observarse que se iba a cumplir el orden de los dos sueños: primero, los hermanos iban a postrarse delante de él; luego, ellos juntamente con Jacob iban a estar bajo su autoridad en Egipto.
¿Pero cómo debemos entender la referencia a la “madre” de José? ¿Acaso piensa Jacob que Raquel visitará a José desde la tumba? ¿O es que Jacob se refiere a Lea?12 ¿O acaso se ha casado Jacob con otra mujer? En realidad, poco nos importa a nosotros, porque el hecho es que las Escrituras no dicen que ni Jacob ni su esposa se hayan postrado nunca ante José. ¿Cuándo, pues, se cumplió esta profecía?
Podemos conjeturar que la “postración” implícita en el sueño no es tanto física y literal como una cuestión de reconocer la autoridad de José. Esto lo hizo Jacob cuando bajó a Egipto reclamado por aquel que había supuesto era el primer ministro del país. O podemos suponer que esta parte de la profecía no iba a tener su cumplimiento en José mismo, sino en aquel de quien José es el anticipo: el Señor Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla, incluidas las de Jacob y Raquel, y toda lengua confesará que él es Señor (Filipenses 2:10-11).
Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba en el asunto (37:11).
¿Cuál tendría que haber sido la reacción de los hermanos? A pesar de que las palabras de José parecían una provocación, ¿qué les había hecho él a ellos? Nada. Su único “delito” era ser el preferido de Jacob. Al sentir envidia por eso, los hermanos son culpables, porque evidencian no mostrar respeto a la autoridad paterna de Jacob.
Sin embargo, esta falta de respeto a Jacob no es lo más grave del asunto. Tampoco están mostrando respeto a Dios. En aquel entonces, las visiones eran consideradas muy importantes al entenderse como un medio por el cual Dios hablaba al hombre. En vez de tomar el sueño de José como una revelación potencialmente sagrada, los hermanos lo utilizan para fomentar su envidia. Con ello, hacen agravio no solamente al que recibió el sueño, José, sino también al que se lo dio, Dios. Porque, bien entendido, el principal protagonista de estas historias es Dios, no José o Jacob: el Señor es quien dio los sueños y quien está guiando la vida de José.23 Como mínimo, la reacción de los hermanos tendría que haber sido la de su padre: meditar en el asunto.
La reacción de Jacob fue sensata y humilde. A pesar de que el relato del sueño de José podía parecer una provocación y merecer una reprensión (37:10), Jacob meditaba en él (37:11). En esto, Jacob se parece a la madre de Jesús, pues ella también “guardaba” en su corazón lo que había escuchado, aun sin entenderlo (Lucas 2:19, 51). ¿Acaso recordaba Jacob que Dios le había hablado a él también por medio de sueños en Bet-El (28:12-16)? Sería un poco temerario, por tanto, rechazar de lleno esta nueva comunicación divina. Además, tiene que haber entendido que estos sueños solamente venían a confirmar lo que él mismo había comunicado al vestir a José en la túnica especial: que José estaba destinado a una posición social por encima de sus hermanos.24
En realidad, solamente hay dos reacciones posibles ante la revelación de Dios: la meditación seria sobre el mensaje recibido o la descalificación del mensajero. Los hermanos siguieron el camino de la incredulidad; Jacob el de la fe.25 ¿Y nosotros? No perdamos la lección. Que percibamos en el mal ejemplo de los hermanos una advertencia en el sentido de que es fácil perder de vista el mensaje de Dios a causa de las interferencias de nuestras envidias y malas actitudes.