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FIGURA 2.2. Una sección del Códice Mendoza. Fuente: Smith, 2015, p. 77, publicado originalmente en Berdan y Rieff Anawalt, 1992, vol. IV, pp. 54 y 55

Cuando la Triple Alianza conquistó otras ciudades, el modelo de gobierno se volvió más autocrático a medida que la población local perdía la mayor parte del control sobre sus propios asuntos. Un tlatoani conquistado que mostrara una actitud hostil podía ser sustituido por medio de una intervención externa a favor de otros nobles del lugar que fueran más obedientes. La alianza también estableció un nuevo sistema de provincias tributarias –aparte de los gobiernos municipales existentes– que administraba una burocracia de recaudadores de impuestos imperiales. Según algunas fuentes, esta burocracia consistía en un funcionario en cada cabecera de provincia y uno por cada provincia en la capital imperial de Tenochtitlán. Otras indican que había un recaudador de impuestos imperial en cada pueblo de provincia.73 En cualquier caso, esta burocracia era eficaz, porque, con la ayuda de unos extensos registros fiscales, la recaudación de impuestos no era solo anual, sino que a veces era semestral e incluso trimestral.74

En cada una de las tres principales ciudades aztecas (Tenochtitlán, Tetzcoco y Tlacopan) también había un tlatoani y, en principio, cada uno tenía el derecho de aprobar o rechazar la elección de un nuevo gobernante para las otras dos ciudades.75 En la práctica, Tenochtitlán acabó siendo la dominante.

Ha habido cierto debate sobre la naturaleza del Estado imperial azteca. La tradición más antigua de los estudios aztecas hacía hincapié en una forma de gobierno estrictamente autocrática. Los académicos más recientes sostienen que siguieron existiendo ciertas limitaciones al poder de un gobernante.76 La autoridad suprema del imperio era un órgano compuesto por un consejo interno que incluía a los gobernantes de las tres ciudades principales y a cuatro primeros ministros. Este consejo interno formaba parte a su vez de un consejo externo, al igual que “todos los señores del imperio”. Este tipo de consejo no se caracterizaba por una democracia temprana, porque se refería principalmente a los subordinados burocráticos.

¿Por qué el Imperio azteca evolucionó hacia una autocracia cada vez mayor? La experiencia azteca plantea dos posibilidades a las que dedicarnos en capítulos posteriores. La primera es que la presencia de la burocracia central redujo la ventaja informativa de los productores respecto a los gobernantes centrales de Tenochtitlán. La segunda es que el aumento de las presiones demográficas hizo menos factible la opción de salida.

La experiencia azteca también apunta a otra característica de la democracia temprana que veremos una y otra vez. Antes de la era moderna, cuando las democracias tempranas de pequeña escala sufrieron la conquista externa y se integraron en un Estado mayor, se produjo a menudo una transición hacia un régimen autocrático ayudado por una burocracia. Por alguna razón, la burocracia resultó más fácil de manejar a escala que en la democracia temprana.

Los incas

En el apogeo de su poder, los incas dominaban un área mayor incluso que los aztecas con entre diez y doce millones de habitantes en alrededor de un millón de kilómetros cuadrados.77 En muchos sentidos, el ejemplo inca contradice lo que hemos explicado hasta ahora sobre los orígenes de la democracia y la autocracia tempranas. Aunque la democracia temprana tendía a sobrevivir en los lugares apartados, muchos de esos lugares fueron conquistados por los incas; si bien la imprevisibilidad de los rendimientos agrícolas favorecía a la democracia temprana, los incas dominaban una región donde esos rendimientos variaban mucho de un lugar a otro, debido sobre todo las diferentes altitudes. La autocracia inca prosperó en última instancia porque una burocracia estatal superó estos obstáculos.

Para comprender cómo pasaron los incas de ser un pequeño grupo de agricultores de maíz a gobernar el mayor imperio de América, primero debemos considerar la institución del lugar, llamada ayllu, sobre la cual fue construido su imperio.78 En la época de la conquista espa­­ñola, el ayllu era la estructura comunitaria básica en todos los Andes: una agrupación de alrededor de mil personas que poseían la tierra de manera comunitaria y contraían una serie de obligaciones recíprocas. Los miembros de un ayllu podían estar emparentados o no: lo esencial era que, tuvieran lazos de sangre o no, actuaban como una familia donde todos cooperaban y se protegían mutuamente de los riesgos. Algunos dicen que el ayllu surgió hace miles de años como parte de una adaptación humana a un entorno natural incierto, pero, según otros, surgió durante el periodo preinca a raíz de la formación del Estado.79 En cualquier caso, el ayllu constituyó la piedra angular del Estado inca.

El gobierno del ayllu era la administración central inca, y nos quedaríamos cortos si la calificáramos de organizada. El imperio estaba dividido en cuatro partes administradas por un apu, o señor, y cada una de ellas comprendía provincias de veinte mil hogares administradas por un gobernador de etnia inca nombrado por el centro. Los burócratas ayudaban al gobernador, a los cuales se les habían enseñado el sistema de nudos quipu para llevar un registro de los acontecimientos, las transacciones y otros mensajes.80

El concepto más común sobre la obtención de ingresos en la economía inca es que los gobernantes se servían de una ideología donde la obligación mutua dentro de cada ayllu se aplicaba a todo el imperio. En la práctica, esto significaba que eran las personas las que se trasladaban, en vez de los bienes, para cumplir con sus obligaciones derivadas del sistema de corveas. Más tarde, esto ayudaría a formar la base de los sistemas de mita y encomienda de trabajo forzoso utilizados por los conquistadores españoles. Los incas también reubicaron a un gran número de habitantes: entre tres y cinco millones, según un cálculo.81 Es una cifra asombrosa si se tiene en cuenta que hablamos de una sociedad sin medios de transporte y comunicación modernos, ni siquiera la rueda.

Aunque sabemos que el Estado central inca era autocrático, sabemos menos respecto a cómo el control imperial afectaba a lo que ocurría en cada ayllu. ¿Fue como el caso azteca, donde las ciudades originalmente autogobernadas al estilo de la democracia temprana perdieron este rasgo? El ayllu sigue siendo una destacada institución social en las comunidades andinas hoy en día, y muchos lo señalan como un ejemplo de igualitarismo. Sabemos que el ayllu, en la época preinca, estaba organizado en torno a una figura prominente a la que se veneraba después de su muerte, pero esto, por sí solo, no nos dice gran cosa sobre la gobernanza.

Los cacicazgos del Misisipi

Entre las comunidades de América, la autocracia no existió solo al sur del río Bravo. A principios del siglo xvi, los conquistadores españoles entraron en lo que hoy es el sureste de Estados Unidos. Al hacerlo vieron ejemplos de sociedades misisipianas que diferían radicalmente de los hurones o los iroqueses: se trataba de las sociedades del Misisipi que existían desde alrededor del año 1000 d. C. Los misisipianos construyeron los túmulos que, tras su desaparición, dejaron la huella en el paisaje que tanto impresionó a los posteriores conquistadores europeos. Sus sociedades se caracterizaban por poblaciones sedentarias que practicaban formas de agricultura intensiva, por lo general basadas en el maíz y a menudo ubicadas en valles fluviales densamente poblados. El mayor asentamiento misisipiano conocido, Cahokia, emplazado al este de lo que hoy es San Luis, tenía una población de unos quince mil habitantes.82 Las sociedades misisipianas eran más avanzadas, según los parámetros normales, que los pueblos nativos de los bosques del noreste americano, como los hurones. Su agricultura era más intensiva, sus poblaciones eran mayores y nos han dejado evidencia de un mejor desarrollo artístico. Las sociedades misisipianas también resultaban ser considerablemente más autocráticas.

Los arqueólogos han excavado los túmulos que dejaron los misisipianos para entender mejor cómo estaban organizadas sus sociedades. Desafortunadamente, debido a que los misisipianos no tenían un sistema de escritura, no dejaron ningún rastro directo sobre cómo se gobernaban. Algunas personas quizá infieran que la construcción de túmulos conllevaba una autocracia. Sin duda esto lo motiva el ejemplo del Egipto antiguo, cuando pensamos en el trabajo esclavo utilizado para construir las tumbas faraónicas. Otros sugieren que no nos apresuremos a asumir esta interpretación negativa. Tal vez la población quiso participar en una gran iniciativa, de modo similar a cómo la población de París construyó voluntariamente los Campos de Marte durante la Revolución francesa.83

El problema de esta idea es que la evidencia arqueológica apunta a que los jefes de Cahokia tenían un tipo de estatus exaltado muy desagradable. En un yacimiento que hoy recibe la anodina denominación de “Túmulo 72” se ve a una serie de individuos selectos enterrados con una gran cantidad de abalorios; junto a ellos se encuentran los restos de muchas jóvenes ejecutadas por estrangulamiento o degollamiento.84

Podemos reunir una evidencia más directa sobre las sociedades misisipianas a partir de los relatos de la expedición de Hernando de Soto. Entre 1539 y 1541, durante sus viajes por América del Norte, De Soto y sus acompañantes se encontraron con una poderosa tribu conocida como los coosa. Se cree comúnmente que los coosa vivieron en lo que ahora es el norte de Georgia, en un lugar conocido como el “Pequeño Egipto”.85 Como en el caso de los hurones y los iroqueses, los coosa eran una sociedad agrícola que cultivaba sobre todo maíz. Aparte de esa similitud, todo lo demás era distinto.

Nuestro relato de la expedición de De Soto proviene de un compañero de viaje que pasó a la posteridad como “el caballero de Elvas”. A su llegada, la expedición de De Soto fue recibida por el cacique coosa, llevado en litera por sus varios de sus hombres y rodeado de gente que tocaba la flauta y cantaba.86 Esto, por sí solo, no prueba nada, pero sin duda la exaltación del jefe coosa sugiere que no era un simple primus inter pares. En otros cacicazgos del sureste también era habitual que los gobernantes fuesen llevados de esta manera.

La evidencia arqueológica posterior corrobora la idea de que los jefes coosa tenían un estatus exaltado. En el yacimiento del Pequeño Egipto se encontraron rastros de varios túmulos de plataforma que datan de diferentes épocas. En general se cree que estos túmulos servían para poner de relieve el poder de los gobernantes de los cacicazgos misisipianos. La residencia del cacique se ubicaba en el túmulo, donde llevaba a cabo sus deberes ceremoniales.87

El jefe coosa gobernaba de forma directa un área relativamente pequeña, pero De Soto y sus acompañantes viajaron durante veinticuatro días y se encontraron varias aldeas cuyas poblaciones, se decía, le habían declarado su lealtad mediante el pago de tributos, como maíz y otros bienes. Desafortunadamente, tenemos poca evidencia directa de cómo se gobernaban los coosa porque, a diferencia de los jesuitas franceses en el territorio hurón, Hernando de Soto no tenía interés en escribir relatos de carácter erudito.

El pueblo natchez nos proporciona un último ejemplo que apunta a un régimen autocrático entre los pueblos misisipianos. Los natchez era un pueblo misisipiano tardío, ubicado en el territorio de la actual ciudad homónima, que sobrevivió con su cultura intacta durante algún tiempo después del contacto europeo. Un viajero francés llamado Antoine-Simon le Page du Pratz vivió varios años entre los natchez en la década de 1720, aprendiendo su lengua. Dejó un extenso relato etnográfico de estos viajes en su Histoire de la Louisiane. Le Page du Pratz cuenta lo que sucedió cuando un jefe natchez llamado Stung Serpent cayó enfermo y murió. En su funeral, dos de sus esposas fueron estranguladas y enterradas con él, al igual que su médico, su principal sirviente, su portador de pipa y otros criados.88 Le Page du Pratz no se mordió la lengua al calificar el sistema político de los natchez de despótico.89

Deberíamos considerar la posibilidad de que Le Page du Pratz tuviera una visión sesgada para favorecer los intereses franceses. Algunos observadores han cuestionado esta descripción de la autocracia natchez y dicen que, sobre todo, pretendía impresionar: es posible que los natchez tuvieran unas “maneras autocráticas”, pero no un “régimen autocrático”.90 Es cierto que Le Page du Pratz se refiere en su crónica a un consejo de guerra convocado en una ocasión, pero no hay indicios de que se mantuvieran reuniones periódicas.91 El funeral de Stung Serpent sugiere que las maneras autocráticas de los natchez podían ser a veces muy desagradables.


FIGURA 2.3. El reino de los azande. Fuente: Evans-Pritchard, 1971, p. 170. Reproducido con permiso del propietario de los derechos de autor a través de PLSclear

Los azande de África central

El reino del pueblo zande en África proporciona un claro ejemplo de régimen autocrático en el África central precolonial.92 Al igual que vimos en Mesoamérica, en el África central precolonial convivieron las democracias y autocracias tempranas. Un rey zande elegía a los administradores de su territorio y no estaba sujeto a ningún principio o práctica de consentimiento. Por lo general, los reyes nombraban a sus primogénitos gobernadores de una provincia, y también había una considerable corte central que incluía a burócratas y guerreros.93 Esta corte subsistía con los alimentos que la población entregaba como tributo. Los reyes azande celebraban audiencias públicas, pero su fin era transmitir el poder real, no obtener el consentimiento. Los reyes no eran estrictamente hereditarios, pero tampoco eran elegidos mediante ningún tipo de proceso consensual: cuando un rey moría, los gobernantes de cada provincia se convertían en reyes por derecho propio, lo que solía provocar una lucha violenta entre ellos.

Podemos saber más sobre los azande echando un vistazo al diagrama de la figura 2.3. El trazado geográfico del reino –dibujado por Edward Evan Evans-Pritchard– refuerza la idea de autocracia. La “R” en el centro representa la corte real, mientras que las “G” señalan las cortes de los gobernadores regionales nombrados por el rey. Los vínculos entre las distintas cortes representan caminos despejados en el bosque. La responsabilidad de que los caminos estuviesen siempre despejados era responsabilidad de los gobernadores regionales, y para su mantenimiento se utilizaban postes manejados con los pies para apisonar la hierba alta. En la situación representada en la figura, todos los caminos conducen al rey, de modo que, a menudo, los gobernadores tenían que pasar por la corte del rey para poder visitar a otros gobernadores.

una visión más amplia de la democracia y la autocracia tempranas

Para ir más allá de las democracias y autocracias tempranas vistas hasta ahora, podemos servirnos de los datos etnográficos de la muestra transcultural estándar. En las décadas de 1960 y 1970, un grupo de antropólogos dirigido por George Peter Murdock desarrolló dos grandes bases de datos de las culturas del mundo. Emplearon los relatos etnográficos existentes para crear un registro de las prácticas culturales, económicas y políticas de las diferentes sociedades. La política no era el interés principal de este grupo, pero le dedicó cierta atención al tema. Codificaron un pequeño conjunto de prácticas políticas que representaban a más de mil sociedades en el Atlas etnográfico de Murdock, así como otro más extenso para las otras 186 sociedades. Este segundo grupo es el denominado muestra transcultural estándar o SCCS.94 Cada sociedad incluida en ella es representativa de una microrregión concreta, y el propósito es comparar las sociedades que evolucionaron de forma independiente. La correcta codificación de las prácticas de un número tan grande de sociedades diferentes es una tarea abrumadora incluso para un grupo de investigadores expertos, por lo que deberemos tener en cuenta que puede haber errores de medición en la SCCS, pero aun así es muy útil como indicador de las tendencias generales.

Para cada sociedad, los antropólogos establecieron un punto específico en el tiempo, en función del año en que se había llevado a cabo el principal trabajo etnográfico. Las fechas señaladas varían mucho: desde los relatos españoles del siglo xvi sobre los incas y los aztecas hasta una descripción del pueblo yanomami en el Amazonas a partir de 1965. La mayor parte de la evidencia data de finales del siglo xix y las primeras décadas del xx, por lo que no deberíamos pensar que este conjunto de datos solo tiene en cuenta las sociedades “tempranas”.

Debido a que muchas de las sociedades de la SCCS fueron estudiadas después del contacto europeo, algunas personas podrían preguntarse si las prácticas democráticas observadas fueron importadas por los europeos o desde Europa. La evidencia lingüística no lo corrobora: las sociedades que habían adoptado más palabras extranjeras en su idioma no eran más propensas a tener un gobierno por consejo.95 Otra forma de enfocar este problema es centrarse solo en las sociedades con fechas señaladas más tempranas, y me referiré a esto a continuación.

Una primera cosa que nos pueden decir los datos es cuándo y dónde existió alguna forma de gobernanza. En el 6% de las sociedades no había gobernanza por encima del nivel del hogar: cada familia se defendía por sí misma. En el 38% de las sociedades había gobernanza al nivel de la comunidad, pero no por encima. En la práctica, esto significaba que los grupos de entre unos pocos centenares y unos pocos millares funcionaban de forma independiente. Por último, en las sociedades restantes –poco más de la mitad– existía alguna forma de Estado central que unía a las distintas comunidades.


FIGURA 2.4. Gobierno por consejo en todas las regiones. Basado en los datos de la muestra transcultural estándar, como se explica en el texto. En las sociedades marcadas con un aspa había un gobierno por consejo de ámbito local o central. En las marcadas con un círculo, no había gobierno por consejo. Se muestran las fronteras de país modernas para ayudar a identificar la ubicación

Los datos también pueden decirnos si el gobierno consistía en una persona que gobernaba por su cuenta a través de subordinados o si lo hacía, en cambio, por medio de un consejo. En las sociedades con distintas comunidades y un Estado central, los consejos podían ser de ámbito municipal, central o ambos.96 Recordemos que en la democracia temprana de los hurones había consejos para cada comunidad y también para toda la confederación. En la democracia temprana del reino de Mari había consejos para cada ciudad, pero no de carácter central. Estas eran dos variantes distintas de la democracia temprana.

La figura 2.4 es una muestra visual de la democracia y la autocracia tempranas en todo el mundo. Las aspas señalan aquellas sociedades donde había gobierno por consejo de ámbito comunitario, central o ambos: estas son las democracias tempranas. Las otras sociedades son aquellas donde no había consejo: las autocracias. Estos hallazgos refuerzan las conclusiones del resto de este capítulo. La democracia temprana estaba muy extendida en las sociedades humanas.

El otro patrón claro del gobierno por consejo, que no se muestra en la figura 2.4, es que era más común en el nivel comunitario. El gobierno por consejo estuvo presente en poco más de la mitad de los casos en el nivel comunitario, pero solo en el tercio de los casos en el nivel central.97 Una vez más, vemos que la democracia temprana era más común en los entornos de pequeña escala.

Los investigadores que recopilaron la muestra transcultural estándar no dedicaron mucho tiempo a analizar lo que habían descubierto sobre la organización política. Uno de los posibles motivos es que su principal interés era establecer que las diferentes sociedades se podían organizar a lo largo de una única vía evolutiva, desde las más simples hasta las más complejas. La historia de la democracia y la autocracia tempranas se alejan de una única vía evolutiva, y presenta dos trayectorias de desarrollo político muy distintas, como posteriormente pusieron de relieve los antropólogos Richard Blanton y Lane Fargher.98

Participación política

Eran pocos los consejos de las sociedades de la SCCS donde la participación fuese tan amplia como en la ekklesia ateniense, pero distaban de ser un mero asunto de la élite, en particular en el ámbito local, donde, según una estimación, en dos tercios de los consejos había una base amplia de participación comunitaria.99 Los datos también proporcionan evidencia sobre cómo eran elegidos los gobernantes, pero codificar esto es una empresa complicada.100 En lugar de clasificarse con claridad en dos grupos –uno basado en las elecciones y el otro en la herencia–, las prácticas de muchas sociedades se situaban entre los dos casos: las decisiones se tomaban sobre la base de un consenso informal.

Merece la pena dedicar más tiempo a la cuestión de la participación política de las mujeres en las sociedades de la SCCS, porque sabemos mucho menos de ella que respecto a los hombres. El sesgo puede haber llevado a quienes escribieron los primeros relatos etnográficos a no interesarse por ella. La participación política femenina también pudo ser de carácter informal y, por tanto, ser más difícil de distinguir para los forasteros. Aquí debemos recordar que entre los hurones y los iroqueses las mujeres desempeñaban un importante papel indirecto en la política, pero no participaban de forma directa en las deliberaciones del consejo. La evidencia de la SCCS aporta cierto fundamento a esta idea: si se amplía la definición de participación política femenina de modo que incluya su influencia indirecta, son más las sociedades que presentan esta característica.101

Un argumento de toda la vida es que, cuando las mujeres desempeñaban un papel destacado en la producción de alimentos, era menos probable que las marginaran en los acuerdos sociales generales. Los antropólogos han sostenido que el control femenino de la producción de alimentos fue un factor importante en los orígenes de la matrilocalidad (el traslado del esposo al lugar de la familia de la esposa) y el matrilinaje (la herencia por la línea femenina).102 Como vimos antes, esto concuerda con el caso de los hurones y los iroqueses, pero estas sociedades también fueron una de las inspiraciones originales de este argumento. Para valorarlo debidamente, necesitamos una evidencia más amplia, y aquí hay menos apoyo: la contribución promedio de las mujeres a la subsistencia en las sociedades de la SCCS era solo ligeramente mayor en los casos donde las mujeres participaban en la política.103

Aparte de la producción de alimentos, otra forma en que las mujeres pudieron haber adquirido influencia política fue luchando en las guerras. Sabemos que en escenarios tan diversos como la Atenas antigua y la Europa del siglo xix la participación militar tuvo ese efecto para los hombres, por lo que quizá pudo ser igual para las mujeres. Consideremos el caso de las amazonas, las guerreras que los griegos pensaban que vivían al norte del mar Negro. Heródoto narró un enfrentamiento donde un grupo liderado por hombres, los escitas, quisieron desposar a las amazonas, pero ellas respondieron en los siguientes términos:

Nosotras no podríamos convivir con las mujeres de vuestro país, pues no tenemos las mismas costumbres que ellas. Nosotras manejamos arcos, lanzamos venablos y montamos a caballo, y no hemos aprendido las labores propias del sexo femenino.104

Aunque a menudo ha sido criticado por sus historias fantasiosas, Heródoto no se equivocaba aquí. La evidencia arqueológica moderna indica que las mujeres participaron en la guerra en la estepa centroasiática. Lo sabemos por los restos de mujeres que fueron enterradas con numerosas armas y cuyos esqueletos presentan a menudo señales de heridas de guerra. La prevalencia de piernas arqueadas en estas sepulturas apunta a que se pasaron toda su vida sobre la silla de montar, y las mujeres enterradas con armas constituyen más del tercio en algunos yacimientos específicos.105

También tenemos evidencia procedente de las sagas centroasiáticas de que las mujeres guerreras desempeñaron un papel directo –e incluso dominante– en el gobierno. Según una de las sagas de los nartas acerca de un pueblo conocido hoy como los circasianos, la organización original de la sociedad era matriarcal antes de convertirse en patriarcal:

En los viejos tiempos, existía el Consejo de las Matriarcas, formado por mujeres maduras, sabias y con visión de futuro. El consejo trataba los problemas cotidianos de los jóvenes nartas y promulgaba leyes y costumbres que los jóvenes debían cumplir en su vida mundana. Los miembros del consejo se servían de su dilatada experiencia y su perspicacia para la formulación de los edictos pertinentes.106

Se dice que el Estado matriarcal de los circasianos terminó cuando la reina de las amazonas puso fin al conflicto con los hombres circasianos al casarse con el príncipe de estos. Después, aconsejó a sus seguidoras que hicieran lo mismo.

La evidencia funeraria no nos ayuda mucho a saber si alguna vez existió tal Consejo de Matriarcas, pero aunque no hubiese existido nada parecido deberíamos preguntarnos por qué el autor de la saga sintió la necesidad de inventarse esa parte de la historia. Del mismo modo que antaño se creía, erróneamente, que los cuentos griegos sobre las amazonas eran puros mitos, no deberíamos precipitarnos al juzgar este caso.

Hay otra conclusión fundamental que podemos extraer de la SCCS: al igual que la propia democracia temprana, la participación política femenina era mucho más destacada en las sociedades de menor escala. Con cada uno de los sucesivos peldaños de la gobernanza –desde los hogares que se defendían por sí mismos hasta la gobernanza de la comunidad local y la aparición de un Estado central– la participación femenina en el gobierno se hizo menos visible.107 Casi parece que la invención de la política supuso la exclusión de las mujeres.

Desigualdad

Una última pregunta que tal vez debamos hacernos es si la democracia temprana tenía unos niveles de desigualdad económica más bajos que las autocracias. Hasta ahora, los escritores que trabajan en los Estados tempranos se han centrado, por lo general, en la pregunta previa: si la existencia de alguna forma de Estado determina el nivel de desi­­gualdad de una sociedad. El punto de vista recibido es que el establecimiento de un orden central produce estratificación social. Algunos señalan que la creación de un orden político entre los seres humanos es, inevitablemente, una historia de desigualdad y sometimiento: una imagen bastante deprimente.108

Un primer enfoque sobre la desigualdad es consultar las medidas de “estratificación social” que los antropólogos han elaborado. Los datos de la SCCS respaldan el punto de vista recibido sobre la relación entre la gobernanza central y una mayor estratificación, y los resultados son sorprendentes. Entre las sociedades sin ningún tipo de gobernanza por encima del nivel comunitario, el 63% no tenía estratificación social, frente a solo el 13% de las sociedades con gobernanza central. Esta es una gran diferencia. En cambio, si consideramos la estratificación social en sociedades con y sin consejos, vemos que la diferencia entre estos dos subgrupos es mucho menor.109 Se desprende que los Estados centrales se asociaban a la estratificación, pero su forma de gobierno –democrática o autocrática– influyó mucho menos.

Para entender mejor la conclusión sobre la gobernanza central, debemos observar más de cerca cómo se construyó la medida SCCS de estratificación social.110 En el conjunto de datos, las sociedades son codificadas como estratificadas cuando tienen una “amplia diferenciación de estatus ocupacional” o, dicho con otras palabras, gente que trabaja en cosas distintas. La existencia de múltiples tipos de trabajo apunta a una sociedad más compleja, pero no nos dice nada sobre cuánto variaba en realidad el estatus de las personas con diferentes ocupaciones. Tampoco nos dice nada acerca de si era posible que una persona cambiara de ocupación. Cabe recordar aquí que la República de Tlaxcala estaba estratificada, pero también había una importante movilidad social.

Para tener una mejor visión sobre la desigualdad es posible que debamos mirar más allá del SCCS. Un grupo de antropólogos y arqueólogos propuso recientemente una nueva e ingeniosa medida de desigualdad de la riqueza. Al carecer de mediciones directas de la riqueza, utilizan las medidas de dispersión de los planos de planta de las casas.111 El coeficiente de Gini para esta distribución –que adquiere un valor de cero cuando hay una igualdad perfecta y de uno cuando hay una desigualdad perfecta– sirve, por tanto, como medida indirecta de la desigualdad de la riqueza.112

Los datos de los planos de planta de las casas apuntan a una enorme variabilidad en la desigualdad de la riqueza en las sociedades antiguas. En el yacimiento de Teotihuacán, en Mesoamérica –una sociedad que vivió aproximadamente un milenio antes que los aztecas– el coeficiente de Gini para la dispersión del tamaño de las casas era de 0,12, un valor sumamente bajo. Si el coeficiente de Gini para el tamaño de las casas se traduce directamente en la riqueza, esto supondría un nivel de desigualdad muy inferior al observado en cualquier economía de mercado moderna. La situación no podría haber sido más distinta en el Imperio Medio del Egipto antiguo, donde, en un yacimiento, el coeficiente de Gini para la dispersión del tamaño de las casas era de 0,68, una cifra más cercana a los niveles de desigualdad de la riqueza en las actuales sociedades europea y estadounidense. Esto es extraordinario, dado el nivel de desarrollo del Egipto antiguo; en una sociedad muy pobre, la desigualdad tendrá un techo natural siempre y cuando no se cobre a la población unos impuestos que la sitúen por debajo del umbral de subsistencia.113 A medida que se enriquece una sociedad, aumenta el nivel máximo posible de impuestos.

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