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El testimonio de los espíritus malignos

Durante el ministerio de Jesús, los espíritus malignos también apoyaron las declaraciones radicales que Jesús hizo sobre sí mismo. En una ocasión, cuando estaba disertando en la sinagoga en Capernaum, un hombre poseído por un demonio exclamó: “¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios” (Mar. 1:24). Jesús no corrigió el testimonio del espíritu maligno, sino que simplemente le contestó diciendo: “¡Cállate y sal de él!” (vers. 25). Marcos registra que luego de que el espíritu inmundo provocara convulsiones en el hombre y gritara, lo dejó. “Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea” (vers. 27, 28).

El libro de Hechos registra muchas historias de personas que fueron liberadas del control de los espíritus malignos por el poder del nombre de Jesús. En la ciudad de Filipos, una joven poseída por demonios seguía a Pablo y a Silas gritando: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (Hech. 16:17). Si bien su testimonio afirmaba las declaraciones radicales de Jesús sobre sí mismo, Pablo se dio cuenta de que un acoso verbal constante era más una distracción que una ayuda. Entonces confrontó al espíritu maligno: “Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella” (vers. 18). Este ser no pudo resistir el poder del nombre de Jesús, y no tuvo otra opción que retirarse.

Historias como esta confirman que Jesús no era un hombre común; y que, ciertamente, no era un lunático o un engañador malicioso. Porque Jesús era y es todo lo que afirma ser, encontramos poder increíble en su nombre. Pero, debo advertirte que no es suficiente con conocer acerca de Jesús. Tienes que conocerlo personalmente, si quieres experimentar su poder en tu vida.

Una historia registrada en Hechos 19:13 al 16 ilustra este mismo punto. Algunos de los exorcistas ambulantes judíos trataron de echar fuera espíritus malignos en el nombre de Jesús, aun cuando ellos mismos no creían en el Señor. Cuando los siete hijos de Esceva, un ex sumo sacerdote, trataron de realizar un exorcismo en el nombre de Jesús, el espíritu maligno respondió: “A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?” (Hech. 19:15). Luego, el hombre endemoniado saltó sobre ellos, los dominó y los azotó, y ellos salieron corriendo de la casa, desnudos y sangrando.

Esta historia sorprendente debería convencerte de que no es suficiente saber acerca de Jesús: necesitas una relación personal con él. Cuando estés conectado personalmente con Jesús, encontrarás sanidad y libertad como nunca antes has experimentado.

Pero, todos estos testimonios pertenecen al pasado lejano. ¿Qué pasa con el siglo XXI? ¿Vemos evidencia, aún hoy, de que las declaraciones radicales de Jesús sobre sí mismo son verdaderas? ¡Sí! De hecho, las transformaciones de las vidas continúan siendo el apoyo más grande para estas declaraciones. Las invenciones fantásticas que buscan socavar o negar la verdad acerca de Jesús no ayudarán a nadie. Pero, cuando te encuentres con Jesucristo personalmente, incluso hoy, tu vida nunca volverá a ser la misma. Que aquellos que se burlan de Jesús y de la religión se sigan mofando; que los críticos ridiculicen. Ellos no pueden salvarte o sanarte. Tampoco pueden liberarte de las cosas que paralizan tu vida. Solo Jesús puede hacerlo.

El testimonio de Will

En el otoño de 2008 tuve el privilegio de conducir una serie de reuniones religiosas en Orlando, estado de Florida, Estados Unidos, junto con el mundialmente conocido evangelista Mark Finley. Vimos muchos milagros de vidas transformadas por el poder de Jesús durante esas reuniones. Recuerdo un joven llamado Will, quien tenía 25 años. Había abandonado la escuela secundaria a los 16 años, y en ese momento su vida no tenía rumbo; de hecho, había sido alcohólico durante los últimos siete años. La primera noche que concurrió a las reuniones sufría de resaca. Luego, dijo que ¡la única razón por la que asistió fue porque su madre lo arrastró hasta allí! A medida que Will comenzaba a escuchar sobre Jesús noche tras noche, el Salvador transformó su vida radicalmente. Ha estado sobrio desde ese encuentro con Jesús que le cambió la vida, y ahora es un testigo activo de quien lo libertó de la esclavitud del pecado. La historia de Will se repite una y otra vez en las vidas de jóvenes y ancianos que experimentan un encuentro personal con Jesús, que les cambia la vida.

Jesús sigue invitando hoy a las personas: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mat. 11:28, 29). Jesús puede darte descanso para tu alma porque es un hombre extraordinario. No es, simplemente, un gran maestro moral; y con absoluta seguridad tampoco es un lunático o un engañador malicioso. ¡Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

¿Necesitas paz en tu vida? ¿Buscas liberación de las cadenas que te atan? La buena noticia es que Jesús puede renovarte. Cristo puede libertarte. Ninguna invención fantástica puede hacer eso.

Capítulo 2
Lo que Jesús enseñó sobre las Escrituras

De acuerdo con un artículo descargado del sitio de la Asociación Humanista Norteamericana, yo soy un tonto iluso. El autor del artículo, el presidente de la filial local de dicha entidad, probablemente me llamaría “un promotor de enseñanzas engañosas y destructivas”. En un artículo titulado “Algunas razones por las que los humanistas rechazan la Biblia” el autor hace esta declaración enfática:

“Los humanistas rechazan la afirmación de que la Biblia es la Palabra de Dios. Están convencidos de que dicho libro fue escrito únicamente por seres humanos, en una época ignorante, supersticiosa y cruel. Creen que, debido a que los escritores de la Biblia vivieron en una época oscura, el libro contiene muchos errores y enseñanzas nocivas”.1

Quizá más desconcertante que esta declaración es el hecho de que hasta algunos “cristianos” están perdiendo confianza en las Escrituras. Muchos teólogos cristianos han abrazado una metodología por la cual “la razón crítica decide lo que es real en la Biblia y lo que no puede ser real”.2

Las Escrituras descartadas como mito

Las Escrituras están siendo desmitificadas; cualquier cosa que el lector decide que no es creíble, se descarta. Muchos han abandonado el relato de la Creación del Génesis, por no ser científico. Otros interpretan los milagros de acuerdo con lo que parece razonable. Algunos de ustedes, probablemente, hayan escuchado la explicación “racional” de la alimentación de los cinco mil por parte de Jesús.3 De acuerdo con quienes adoptan una forma de pensar tal sobre las Escrituras, es irracional creer que Jesús pudo alimentar cinco mil hombres, más mujeres y niños, con solo cinco panes y dos peces. Dicen que lo que realmente sucedió fue lo siguiente: en realidad, cada persona tenía comida, pero nadie quería compartirla. Cuando el muchacho demostró su disposición a compartir su comida con Jesús, su acción tocó los corazones de la gente y todos compartieron su comida con los demás. ¿No es esto un milagro? ¡El milagro del amor, la solidaridad!

Bien, yo creo que el amor es realmente un milagro. Pero, eso no es lo que la Biblia dice que sucedió. La multitud no quiso imitar el espíritu generoso del niño; querían hacer rey a Jesús. Ni siquiera sus enemigos pudieron negar las señales y las maravillas sobrenaturales que él realizó. Hasta el día de hoy, muchos tratan de explicarlas, o de descartarlas como mitos. No creen que el testimonio de las Escrituras sea confiable.

Entonces, ¿cuál es la verdad acerca de las Escrituras, y cómo deberíamos responder ante la erosión ocurrida en la confianza en ellas? Si elegimos basar nuestras convicciones sobre la opinión popular actual, estamos en serios problemas. Permíteme sugerir que sería sabio considerar con cuidado lo que Jesús enseñó sobre las Escrituras.

La Palabra de Dios

Jesús declaró que las Escrituras son más que una colección útil de ideas religiosas; más que simples palabras de seres humanos acerca de Dios. Las Escrituras son la Palabra inspirada de Dios. Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, él respondió citando las Escrituras. Dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4, citando Deut. 8:3).

¿Cómo recibimos esta Palabra divina? Por medio del testimonio oral y escrito de los profetas. Esa es la enseñanza radical que Jesús compartió con sus discípulos; uno de los cuales más tarde escribió: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:19-21).

Historias del Antiguo Testamento

Jesús aceptó por fe el testimonio de las Escrituras como Palabra de Dios. Con toda seguridad escuchó la historia del joven profeta Jeremías. El Señor llamó a Jeremías para ser un profeta, y Jeremías respondió: “¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (Jer. 1:6).

No obstante, el Señor replicó a Jeremías: “No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová” (vers. 7, 8). Luego, Dios tocó los labios del joven profeta y dijo: “He aquí he puesto mis palabras en tu boca” (vers. 9).

Para Jesús, el testimonio de los profetas tales como Jeremías era mucho más que consejos religiosos: era la Palabra de Dios, transmitida a través de un instrumento humano.

Muchos no creyentes y, tristemente, también algunos cristianos, no consideran los primeros capítulos del libro de Génesis como un relato verdadero. Pero Jesús los consideró como la confiable Palabra de Dios. Dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?” (Mat. 19:4). Jesús también habló sobre la sangre del justo Abel (Mat. 23:35), y sobre los días de Noé, cuando “entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Luc. 17:27).

¿Por qué Jesús creyó que esos eventos realmente sucedieron? Él no podía probar su historicidad basándose sobre la lógica o el razonamiento humanos; en vez de ello, aceptó las Escrituras como la Palabra confiable de Dios. Por eso podía contar como un hecho histórico la historia de Jonás, cuando estuvo en el vientre de un gran pez durante tres días y tres noches. No tiene sentido para la razón humana; desde un punto de vista humano, la historia de Jonás suena como la absurda historia de un pez. Pero, Jesús aceptó por fe el relato como un hecho histórico, porque las Escrituras lo registran (ver Mat. 12:40).

Moisés y el rey David

Los revisionistas y los minimalistas bíblicos aducen que personajes bíblicos tales como Moisés y el rey David nunca existieron; que son, simplemente, una invención de quienes quieren promover una agenda política. Por otro lado, Jesús creyó en la historicidad de Moisés y del rey David. Relató sobre cuando Moisés levantó la serpiente en el desierto (Juan 3:14). Y también habló acerca del rey David, citando las palabras de este rey registradas en el Salmo 110:1 como habladas “por el Espíritu Santo” (Mar. 12:36).

Jesús creyó y enseñó que la Biblia era más que simplemente palabras humanas acerca de Dios. Las Escrituras fueron y son la Palabra inspirada por Dios, colmadas con su sabiduría y poder. Ojalá que se pueda decir de nosotros lo mismo que Pablo declaró respecto de los creyentes en la ciudad griega de Tesalónica: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tes. 2:13).

Defensa en contra del enemigo

La segunda verdad importante que Jesús enseñó acerca de las Escrituras es que son una defensa en contra de las fuerzas del maligno. Cuando Jesús fue al desierto luego de su bautismo, respondió a cada uno de los ataques de Satanás con la Palabra de Dios. Cuando fue tentado a convertir las piedras en pan, declaró: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4, citando Deut. 8:3).

Luego de que Satanás lo urgiera a presumir de la misericordia de Dios, Jesús respondió: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Mat. 4:7, citando Deut. 6:16). Una vez más, cuando Satanás procuró hacer que Jesús se arrodillara y lo adorara, con la promesa engañosa de que le daría el mundo entero, Jesús respondió: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mat. 4:10, citando Deut. 6:13).

¿Cómo pudo Jesús responder a cada tentación con la Palabra de Dios? ¿Tenía un rollo o dos escondido debajo de su manto? No. Porque creía que las Escrituras eran la Palabra de Dios las tenía guardadas en su corazón. Se tomó el tiempo para memorizar e internalizar la Palabra. Entonces, cuando el enemigo atacó, Jesús tenía una defensa en contra de él. El Salvador demostró, en su encuentro con Satanás, la verdad de la Palabra de Dios registrada en Efesios 6:17: “la espada del Espíritu [...] es la palabra de Dios”.

El sustantivo griego traducido como “palabra” tanto en Mateo 4:44 como en Efesios 6:175 no es la conocida palabra logos,6 sino el sustantivo griego rhéma, que significa una palabra o un dicho específicos. Cuando Satanás lo desafió, Jesús no sostuvo la Biblia o los rollos de la Biblia como si fueran un amuleto, mientras decía “la Biblia, la Biblia, la Biblia”. No; Jesús respondió con palabras específicas de las Escrituras.

Entonces, ¿por qué las Escrituras son una defensa en contra de Satanás? Porque es un mentiroso y un engañador, pero la Palabra de Dios es verdad. Por eso, cuando Satanás te acose y te diga: “Eres un pecador. Eres un perdedor. Te conviene darte por vencido y ser condenado”, la Palabra de Dios te declara la verdad: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). La verdad de la Palabra de Dios disipa la mentira.

Cuando Satanás trate de intimidarte y llenarte de miedo, la Palabra de Dios te dice la verdad: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).

O cuando Satanás busque desanimarte porque el camino por delante parezca incierto, la Palabra de Dios te recuerda la verdad: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Sal. 32:8).

Lecciones de defensa

La Palabra de Dios es una defensa en contra del enemigo malvado. Recuerdo un incidente que sucedió cuando tenía unos diez años, que confirmó esta enseñanza radical de Jesús. Yo vivía, aproximadamente, a un kilómetro y medio del predio del Colegio de Newbold; un pequeño colegio cristiano en el pueblo de Bindielf, Inglaterra. Era un viernes de noche, y yo había asistido a un culto en la iglesia. No estoy seguro de por qué mi familia me dejaba volver en solitario, caminando, a mi casa; mirándolo en retrospectiva, parece un poco peligroso. Pero vivíamos a menos de un kilómetro y medio del colegio, yendo por un camino rural. En mi viaje a casa, al pasar por las ruinas de un edificio antiguo, escuché un grito espeluznante. ¡Era aterrador! Aun siendo el niño de diez años que era, vi claramente la situación como un intento de los agentes sobrenaturales de intimidarme. Pero, luego sucedió algo maravilloso: las palabras del Salmo 23 vinieron a mi mente. Había memorizado el Salmo 23 siendo un niño pequeño, y abracé esas palabras no simplemente como las palabras de David, sino como la Palabra de Dios.

“Jehová es mi pastor, nada me faltará [...] aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno” (vers. 1-4). Mientras repetía ese salmo, recordé la frase “La espada del Espíritu” (Efe. 6:17). El Señor me mantuvo en perfecta paz, mientras mi mente se concentraba en él (ver Isa. 26:3). Esa promesa era cierta el día que el profeta la escribió, ¡y es todavía cierta hoy! Esa oscura noche hace más de cuarenta años, y muchas otras veces después, aprendí que las Escrituras son una defensa en contra del enemigo.

Hace unos años, recibí una llamada telefónica en la cual me pedían si podía orar solicitando la bendición sobre la casa de una persona. Aparentemente, una mujer de nombre Glenda7 había enviudado recientemente, y la superstición de su cultura enseñaba que el espíritu de su difunto esposo, que se iba, visitaría la casa durante cuarenta años luego de su muerte. Más o menos una semana luego de la muerte de su esposo, Glenda comenzó a escuchar sonidos de golpes en el lugar de la casa donde él había fallecido. Aunque era una mujer educada, con un doctorado en Nutrición, y era una profesional competente, no sabía cómo manejar este fenómeno sobrenatural. Mientras me preparaba para ir a la casa de Glenda, tuve la impresión de que debía llevar conmigo uno de los CD de las Escrituras de mi esposa: Fuente de salvación. Animé a Glenda a escucharlo en su casa, y a guardar en su corazón la Palabra de Dios contenida en las canciones. ¡Los golpes cesaron! ¡El poder de la Palabra de Dios había echado de su casa el espíritu malvado que la acosaba!

Jesús era la Palabra de Dios hecha carne, y su Palabra continúa siendo una defensa contra Satanás; de hecho, te aseguro que necesitamos de la Palabra de Dios como un arma en su contra ahora más que en cualquier otro momento de la historia de nuestro mundo. Vivimos en tiempos turbulentos, mientras presenciamos el cumplimiento de la profecía de Juan en el libro de Apocalipsis, de que “el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Apoc. 12:12).

Una de las mejores maneras de grabar la Palabra de Dios en tu corazón es mediante las canciones de las Escrituras. Mi esposa y yo las cantamos en nuestro culto familiar. Creemos, al igual que Jesús, que las Escrituras son la Palabra de Dios y una protección contra el maligno. Te alentamos a instalar la Palabra de Dios en tu corazón.

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