Kitabı oku: «¿Qué quiere decir la providencia de Dios?»

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¿QUÉ QUIERE DECIR
LA PROVIDENCIA DE DIOS?

Derek W.H. Thomas


Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN: 978-1-629462-04-2

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por el autor y la editorial, P&R Publishing, P.O. Box 817; Phillipsburg, NJ, 08865-0817, para traducir y publicar este libro al español.

© 2008 por Derek W.H. Thomas

© Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia,

Copyright 2013. Todos los Derechos Reservados.

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© istockphoto.com / tomograf

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© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Todos los derechos reservados.

Contenido

¿QUÉ QUIERE DECIR LA PROVIDENCIA?

La Providencia y la Biblia

Tomando el Camino Recto

El “Conocimiento Medio”

La Evidencia Bíblica

Providencia y Sufrimiento

Providencia y Pecado

Providencia y Responsabilidad Humana

Confiando en Dios

La Providencia Redentiva

Otros Tratados de la Misma Serie: Cuestiones Básicas de la Fe Cristiana

¿QUÉ QUIERE DECIR
LA PROVIDENCIA?

Derek W. H. Thomas

Hay pocas cosas que distinguen a las cosmovisiones cristianas de las seculares con tanta claridad como la doctrina de la providencia. Esta doctrina insiste que todo (sí, todo) lo que ocurre se debe a que Dios quiere que ocurra, quiere que ocurra antes que ocurra, y quiere que ocurra de la manera que ocurre.1 Esta visión señala inmediatamente que la historia no es arbitraria ni fortuita; ni tampoco ella es un “simple determinismo”, como sugiere la canción “Lo qué será, será,” como si nuestras elecciones y nuestra participación no tuvieran relevancia alguna, una visión fatalista que refleja más al Islam que el cristianismo bíblico.

Tan central es la doctrina de la providencia que los sumarios de doctrina cristiana, tales como el Catecismo Menor de Westminster, plantean la cuestión en su mismo inicio. De esta manera, la pregunta 11 del Catecismo Menor dice: “¿Cuáles son las obras de providencia de Dios?” A lo cual se da la respuesta: “Las obras de Providencia de Dios son Su muy santa, sabia, y poderosa preservación y gobierno de todas sus criaturas, y todas las acciones de éstas”.

La palabra clave es “todas”, que señala la totalidad del control de Dios sobre el mundo en que vivimos. Nuestro Padre en el cielo tiene cuidado de sus propios hijos, asegurando que sus propósitos para con ellos se cumplirán, a pesar de las fuerzas del pecado y el mal que piensan oponerse a frustrar sus intenciones. Al final, todas las cosas ocurren según la voluntad de Dios.

Todo esto puede sonar temible o reconfortante, en función de cuál sea nuestro sistema de referencia. Para los cristianos, al menos los que no están enfocados en cuestiones filosóficas, ¡esta es una verdad muy gloriosa porque es la base de nuestra seguridad de que el cielo será nuestro! Sólo se necesita una molécula errante en el universo para poner incierto el futuro, y a menos que podamos estar asegurados de que todo esté sometido al gobierno soberano de Dios, siempre habrá la posibilidad de que el futuro no sea cumplido como lo hemos creído. Por supuesto, los cristianos así no piensan muchas veces. Para algunos, la soberanía de Dios parece amenazar la libertad y contingencia humana. “¿Y qué pasa con el libre albedrío?” es una pregunta que con frecuencia está flotando cerca de la superficie. Sale en erupción con fuerza volcánica, y si se sigue la lógica, ¡amenaza toda posibilidad de tener certeza acerca de absolutamente todo!

La palabra providencia consiste de un prefijo, “pro”, que significa “delante de” o “antes” y la raíz latina “videre”, o “ver”. Las palabras, por supuesto, no siempre significan lo que sugiere la etimología, y en este caso “ver de antemano”, que sugiere el mero preconocimiento, no es lo que significa la palabra providencia. La providencia sugiere el cuidado de Dios del mundo, tanto su supervisión de todos los acontecimientos y circunstancias como Su provisión para todas nuestras necesidades. Es más que la habilidad de Dios de “ver” el futuro; es su cuidado activo y determinado para asegurar que lo que nos ha prometido realmente ocurra.

Las alternativas a esta sólida visión de la providencia son:

a) Dios puede ver el futuro que desea, pero no tiene poder para hacer que ocurra (no tiene el control), o bien,

b) Él puede ver todos los futuros “posibles” basados en las decisiones libres de los individuos, pues sin determinar nada basada en Su propia volición (otra forma de no tener el control), o

c) Este control es muy general para que los detalles individuales estén determinados de manera alguna (control limitado). Algunos reconocen varias corrientes de ideologías teológicas y filosóficas entre estas alternativas, tanto antiguas como modernas, pero antes de examinarlas, será útil examinar la cuestión de manera bíblica y teológica.

La Providencia y la Biblia

La Biblia nos da muchos ejemplos de la providencia de Dios, en que Él ordenando los detalles y las circunstancias de las vidas de los individuos. Estas demostraciones tangibles y visibles de su providencia nos animan a creer que Él puede obrar en el presente tal como obró en las vidas de ciertas personas en el pasado. Sin embargo, debemos sacar conclusiones de estos relatos con cuidado, para no malinterpretemos aquellas cosas que eran únicas para estos individuos y su situación en la historia de la redención. Tales relatos no implican necesariamente que podamos esperar que Dios obre en nuestras vidas exactamente de la misma manera.2 Sin embargo, viendo la manera en que Dios obró en las vidas de otros, y siendo conscientes de su contexto histórico que puede ser único o tener aplicación general, nos debe hacer recordar las palabras de Pablo acerca de Israel andando en el desierto: “Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros” (1 Corintios 10:6). Por tanto, examinaremos tres ejemplos de la Biblia para que nos ayuden a entender el significado de la providencia de Dios: las historias de Rut y su suegra, Noemí, la de José y la de Job.

Noemí y Rut

El libro de Rut es esa pequeña joya que reluce después de la oscuridad del libro de los Jueces, el libro que acaba con las sombrías palabras “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25). Este refrán fue tomado de la afirmación anterior en el libro: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” (Jueces 17:6). De estos oscuros alrededores surge algo que en un sentido, es totalmente inesperado; ¡pero sólo para aquellos que no están familiarizados con los caminos de Dios!

El libro de Rut ilustra la doctrina de la providencia desde dos puntos de vista distintos: un nivel macrocósmico en que comenzamos a ver cómo los propósitos de Dios anunciados en el Huerto del Edén sean cumplidos. Es decir, que habría enemistad entre la “simiente” de la mujer y la “simiente” de la serpiente, lo que se dice el protoevangelio (Génesis 3:15). Esta es la historia del Antiguo Testamento, desde el Génesis hasta Malaquías. Nos enseña el curso de la historia de la redención desde los patriarcas a los profetas como la historia del linaje del Mesías. Así Jesús podía dirigir a los dos discípulos en el camino de Emaús en un estudio bíblico desde “Moisés y todos los profetas”, declarándoles “lo que de él decían” las Escrituras (Lucas 24:27). Si la historia del Antiguo Testamento no se hubiera manifestado como un tema unido y establecido por la providencia divina, esto no habría sido posible.

Dios aseguró que su promesa de salvación a los pecadores a través de la obra redentora de su propio Hijo se realizara, no a través de unos acontecimientos al azar, contingentes de las decisiones de los hombres y las mujeres y de las fuerzas del mal, sobre las cuales Dios no tiene control último, sino por acontecimientos que son planeados y seguros. ¡Es un plan maestro! Dios reina, a través del servicio inseguro y dificultoso de su propio pueblo, y la rabia y malicia de sus enemigos, para establecer su propósito eterno en este mundo. La historia de una pequeña e insignificante familia de Belén es uno de los pilares de la venida de Jesucristo al mundo. ¡Un hijo nacido de Rut y su marido, Booz, sería el abuelo del rey David!3

La historia de Rut también ilustra la doctrina de la providencia en un nivel microcósmico. Nos muestra la sabia provisión de parte de Dios dándole marido a una viuda moabita –¡lo cual, en aquellos tiempos en Belén era una provisión necesaria para asegurar su liberación de una vida de miseria! Cuando, por la asombrosa gracia de Dios, Rut profesó su fe en el Dios de su suegra, evidenciando de ese modo una obra de conversión en su corazón, ella también hizo voto de ir con Noemí a Belén. No había garantía alguna allí para ella como viuda moabita, y es en parte la razón por la cual Noemí le pidió que volviera a su propio pueblo (Rut 1:8-9). ¿Cómo podía saber que Dios proveería para ella en una manera que posteriormente sería una fuente de asombro para generaciones futuras? En palabras del poeta inglés, William Cowper:

“Inescrutable es nuestro Dios

Sus obras por cumplir;

El mar descubre Sus pasos;

Cual la tormenta oír”.4

El problema de plantar los pasos en el mar es, por supuesto, ¡que los líquidos no retienen la forma del pie una vez que este se quita! En otras palabras, los caminos de Dios no siempre se pueden discernir por nosotros de una manera visible y transparente. Requiere de nosotros un grado de confianza y fe en la providencia de Dios. Sólo posteriormente llegó a ser más claro, que la cosecha de Rut en los campos de cebada de Belén era parte del plan de Dios desde el principio por el cual ella y Booz se encontrarían y eventualmente se casarían y tendrían un hijo llamado Obed, el “padre de Isaí, padre de David” (Rut 4:17). En una escala microcósmica, Rut podía expresar asombro ante la providencia (¡provisión!) de Dios en el tiempo de su necesidad. Como el puritano John Flavel dijo: “Algunas veces las providencias, como las letras hebreas, se tienen que leer hacia atrás.”5

En una escala macrocósmica, ella no conocía casi nada de su papel en el cumplimiento de la promesa de Dios en el Huerto del Edén. A este nivel, había aspectos de lo que Dios hizo en su vida que sólo se entendieran por las futuras generaciones. ¡Y darían la gloria a Dios!

José

Toda la vida de José fue resumida en Génesis 50:20: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.” El adolescente que encontramos al principio de la historia tiene ahora más de cien años de edad. Su vida ha llegado al punto de partida y se está dirigiendo a sus tramposos hermanos. Su acción de venderlo en esclavitud demostraba solamente las intenciones malas. Su malevolencia no puede ser en modo alguno aligerada por el hecho de que las cosas no terminaron tan mal como podría haber sucedido. La verdad es que Dios anuló sus acciones malas para cumplir un propósito que ni ellos ni José se podían haber imaginado. Dios sacó bien del mal. En palabras de la Confesión de Fe Westminster, Dios en la providencia “sostiene, dirige, dispone y gobierna todas las criaturas, las acciones y las cosas” para llevar a cabo su plan soberanamente predeterminado.6

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