Kitabı oku: «Paz decolonial, paces insubordinadas», sayfa 5
PRIMERA PARTE: CONCEPTOS EN DISPUTA
2. UN ABORDAJE A LA TEORÍA CRÍTICA Y DECOLONIAL DE PAZ DEL NORTE Y SU PROCESO EMERGENTE EN AMÉRICA LATINA
Juan Daniel Cruz
Pontificia Universidad Javeriana (Colombia)
2.1 INTRODUCCIÓN
Los estudios de paz y conflicto han cambiado de dirección. Las nuevas generaciones de investigadores y teóricos abrieron un horizonte distinto para acercarse a las dinámicas conflictivas, violentas y pacíficas. Para develar estos nuevos caminos, por cuestiones metodológicas, no me detendré en una lectura convencional del nacimiento de los estudios de paz. Por el contrario, mi intención es centrarme y llamar la atención en la evolución y las nuevas tendencias en este campo en los últimos 20 años. Mi punto de partida es una lectura que hago a las corrientes, eventos y literatura que el norte global ha venido desarrollado sobre paz y conflicto, teniendo como telón de fondo sus nuevas herramientas conceptuales desde los estudios poscoloniales. En este aspecto es crucial el papel que ha jugado Critical Peace and Conflict Studies Standing Group8, liderado por Oliver Richmond desde el 2010. De igual forma, se traerán a colación los aportes del taller sobre Peace Research and (De)Coloniality9, realizado en Viena, Austria, en diciembre de 2016, financiado y promovido por el Centre for Peace Research and Peace Education (ZEF)10 de la Alpen-Adria-University Klagenfurt, el cual convocó buena parte de los centros de pensamiento de Europa, con el fin de discutir la importancia de estos dos términos (paz y decolonialidad) en futuras investigaciones. Este primer momento me servirá para crear un diálogo con los estudios de paz latinoamericanos, tratando de indagar la necesidad de proponer categorías distintas y actuales para nuestro contexto.
En América Latina se desarrolló con fuerza el pensamiento decolonial desde las Ciencias Sociales. Sin embargo, el norte ha tomado la iniciativa desde una propuesta crítica para abordar los Estudios de Paz. Entonces, ¿por qué no ir a las fuentes originales de la crítica latinoamericana? Si tenemos en cuenta que los procesos más representativos decoloniales –académicos, sociales, culturales y políticos– se han gestado en nuestros países, ¿por qué tener que pasar por una depuración en esta materia, a través de los centros de pensamiento sobre paz de Europa, Canadá e Inglaterra? Es preciso realizar una relectura desde los contextos y grietas latinoamericanos en relación con la paz y el conflicto en el campo decolonial.
2.2 UBICANDO LAS TEORÍAS CRÍTICAS DE PAZ DEL NORTE GLOBAL
Internacionalistas como Paris (2000) y Richmond (2001) dieron un vuelco a las teorías de paz contemporáneas. Abrieron una disrupción entre las prácticas/discursos de paz internacionales y las agendas/procesos de paz local. Precisamente esta desconexión entre lo internacional y lo local dio paso a un tipo de paz liberal que “se ha dirigido hacia los estados, las élites, los actores internacionales, las cuestiones de seguridad y las instituciones liberales y las normas” (Richmond, 2011, p. 14). Además de Richmond, encontramos otros autores que hacen referencia a las consecuencias que conlleva la paz liberal. Ellos toman como punto de partida países del sur y del oriente –gracias a que es allí donde se han instalado históricamente las misiones de paz–, con el fin de probar cómo una nación en posconflicto tiene que comportarse y elevarse a los estándares internacionales de la gobernanza. Esta lógica internacionalista se trabaja entre estados puros y sólidos y expertos constructores de paz, sobre buena parte de las imperfecciones y anomalías de los Estados del sur y del oriente.
Hacia finales de los años 90 y principios del siglo XXI, con la consolidación de las democracias liberales y el coletazo de la Guerra Fría, los Estudios de Paz se encontraban saliendo de las disputas que en los años 70 sostuvieron los minimalistas y los maximalistas por orientar la reciente investigación para la paz (Checa, 2014). Sin embargo, Paris (2001) y Richmond (2001) proponían una reflexión hacia otro horizonte distinto: ¿qué tipo de paz construirían los estados liberales después de los conflictos civiles? Esta pregunta estaba inspirada en las recientes guerras y los procesos intervencionistas de las misiones de paz en Bosnia, Timor Oriental, Kosovo, Sierra Leona, Afganistán, Liberia e Irak, entre otros lugares donde al fracasar estos procesos, se pudo percibir desde las comunidades locales una especie de intervención neocolonial para intentar consolidar estados liberales en países en procesos de construcción.
En 2009 Roland Paris y Oliver Richmond, junto con Edward Newman, editaron la publicación New Perspectives on Liberal Peacebuilding11, cuya finalidad era abordar y profundizar el enfoque crítico frente a la promoción de la paz liberal y sus estrategias de democracia y libre mercado, y la intervención en países con conflictos armados. En el año 2010 Richmond fundó, luego de madurar sus propuestas conceptuales y teóricas de la paz liberal, Critical Peace and Conflict Studies, un grupo permanente de investigación que en 2013 sacó a la luz la revista Peacebuilding, para publicar un año después una nueva revista en línea, Pax in Nuce (La paz en pocas palabras). De igual manera, desde la Universidad de Manchester se han estado promoviendo foros y conferencias anuales, auspiciados por este mismo grupo permanente, con la perspectiva de una:
Investigación interdisciplinaria sobre la paz y la dinámica de los conflictos, conectando estudios postcoloniales, antropología, sociología, geografía crítica, estudios de desarrollo crítico y relaciones internacionales. El Grupo Permanente se centra en las agencias locales de paz, las infraestructuras para la paz y las dinámicas de formación de estados no violentos. Examina cómo las agencias de paz críticas pueden imponerse contra diferentes tipos de poder para defender necesidades y derechos que, de otra manera, podrían ignorarse en los procesos de paz liderados internacionalmente. (Cinep, 2019)
A la línea crítica de Richmond también se han sumado Newman (2009), Donais (2011), Mac Ginty y Williams (2009) y Joshi, Lee y Mac Ginty (2014), entre otros, quienes han propuesto lecturas locales con marcos teóricos distintos. Por ejemplo, algunos de ellos han abordado la paz liberal como un paradigma predominante por parte de la comunidad internacional (Joshi, Lee y Mac Ginty, 2014). También como una forma de paz especializada y desarrollada para la intervención y la promoción del desarrollo por parte de estados líderes, organizaciones internacionales e instituciones financieras internacionales en un intento por moldear el sistema político internacional (Mac Ginty y Williams, 2009). Se ha dicho también que su campo de acción no se limita exclusivamente a países en contextos de guerra y posguerra, sino que más bien sus herramientas les permiten proponer y asistir en modelos económicos y sociales para generar reformas que encaminen a modelos liberales de gobernanza.
En este sentido, la paz liberal cuenta con cinco ejes fundamentales que hacen parte de los modelos de acuerdos de paz: 1) la promoción de la democracia, 2) el imperio de la ley, 3) el énfasis en los Derechos Humanos, 4) las reformas en el sector de seguridad y 5) las reformas de gobernanza. De manera transversal, la paz liberal promueve al individuo como la unidad principal de la sociedad (Mac Ginty y Williams, 2009), en el que es reconocido como un actor soberano, diverso, tolerante, libre y con oportunidades frente a la propiedad y la ley. Por tanto, es importante entender su racionalidad, tanto individual como colectiva, y su capacidad de ser agente de cambio en las reformas de las instituciones.
En los contextos de paz liberal, los actores políticos construyen narrativas que justifican una serie de acciones particulares, mayoritariamente alineadas a una narrativa que se sobrepone a los procesos locales y que responden a las necesidades del sistema político y económico internacional. Asimismo, los actores internacionales construyen narrativas disfrazadas de ayuda humanitaria y asistencia para justificar intervenciones en los territorios (Mac Ginty, 2010), hecho que facilita el ingreso y la propagación del liberalismo social y económico. A partir de todo lo anterior, la paz liberal se puede considerar un abanico en el que convergen la ideología de la construcción de paz, las normas socioculturales de la construcción de paz, los factores estructurales que permiten que se realice, así como sus principales actores y manifestaciones; esto acompañado de un etnocentrismo predominante que promociona valores occidentales de metas liberales (Mac Ginty, 2010).
Desde este movimiento de pensadores críticos de la paz liberal se planteó lo que hoy se conoce como el giro local (Millar, 2018), es decir, el estudio de las dinámicas de lo local y lo cotidiano en la construcción de la paz. En primer lugar –acudiendo a las miradas poscoloniales– se introducen las voces de los procesos locales de paz en los países con conflictos, y al mismo tiempo, se develan los poderes hegemónicos que vienen de arriba y quieren colonizar a los de abajo, mediante la paz liberal. Richmond (2011) no se limita solamente a mostrar las tensiones y estrategias que tienen tanto la paz liberal para dominar y colonizar, así como la paz local para resistirse, sino que propone alguna salida con lo que él denomina la paz posliberal. Los campos teóricos por los que transita el autor le han permitido evidenciar la incapacidad de la paz liberal de reconocer lo local como elemento esencial para generar procesos de paz. El desconocimiento de la vida cotidiana de las comunidades locales pasa por negar la cultura y el contexto, y, en consecuencia, se niegan también sus necesidades –se cambian o suplantan estas necesidades por las lógicas de la gobernanza mediante los derechos y el libre mercado–. De esa manera, el asunto de la paz se reduce a un discurso sin praxis, convirtiendo el actuar de las políticas estatales en algo contradictorio, porque al querer ofrecer ciertos supuestos (cubrir necesidades), termina negándolos e imponiendo otros (derechos y libre mercado).
Hablar de una salida a esa negación consiste en reconocer el valor de lo local y su capacidad de participación en modelos de paz desde abajo. Así, para Richmond (2011) “La construcción de paz debería, por tanto, estar dirigida por los locales en lugar de los organismos internacionales, si la emancipación va a tener lugar de manera significativa” (p. 31). Sin embargo, no se propone aquí la idealización de lo local como salvamento o una total satanización de lo internacional. Se necesita de un proceso conjunto que ponga en diálogo ambas partes, en lo que Richmond (2011) denomina un proceso lento:
Ese lugar de lo cotidiano no es benigno, sino un episteme tenso que requiere comprensión y traducción (y no tanto ser trazado, explicado o esencializado). A través de esta, otras voces pueden lograr agencia y representarse a sí mismas –para que los subalternos puedan hablar en y a las Relaciones Internacionales– aunque solo sea para tratar de explicar sus dificultades. Aquí es donde reside la infrapolítica de la construcción de la paz –y un ámbito relativamente oculto de las Relaciones Internacionales, donde la cultura, la identidad, la agencia y la estructura de debajo tienen un efecto significativo–. (p. 39)
Es más bien encontrar el espacio intermedio, de intercambio, donde la infrapolítica de la construcción de la paz sea posible y pueda responder a las necesidades y posiciones culturales de lo local, de tal modo que se conciba un nuevo modelo híbrido entre lo local y lo internacional: la paz postliberal. Para Richmond (2011): “uno de los aspectos más interesantes de la paz postliberal es que rescata y reúne tanto lo liberal como lo local. No trata de despolitizar lo local o eliminar la política de lo internacional, sino poner de relieve las cambiantes relaciones entre ellos” (p. 30). De esa manera, este nuevo modelo postliberal se vuelve algo complejo en su desarrollo, porque el liberalismo intentará excluir lo local, y lo local hará lo mismo con el liberalismo. La paz postliberal sería, en consecuencia, un proceso de largo plazo, que incluye lo político, cotidiano, contextual, cultural y las necesidades de las comunidades.
2.3 LA PROPUESTA DE PAZ HÍBRIDA
El concepto de hibridez desarrollado por Richmond (2011) es tomado de Homi K. Bhabha (1994), teórico del campo de estudios poscoloniales, para referirse a los lugares intermedios, híbridos, donde pueden habitar otras formas de relación entre el poder colonizador y el colonizado. Por otra parte, la vida cotidiana, o lo cotidiano, lo trae de múltiples autores para escenificar que:
[…] lo cotidiano se suele considerar como algo banal, algo que se da por sentado, repetitivo y limitado por la biopolítica. Sin embargo, esta perspectiva no concuerda con el contexto local de la construcción de paz, donde la vida, el bienestar, la seguridad humana, la política, la cultura, la identidad y la comunidad están en juego. (Richmond, 2011, p. 24)
Por tanto, desde el engranaje de la vida cotidiana es en el que se desarrollan los procesos vitales y de resistencia de las comunidades, y donde se percibe la agencia subalterna. El proceso subalterno es propicio para “la dinámica del ‘estudio de lo de abajo’, desde posiciones privilegiadas hacia las de los marginados, pobres, oprimidos y plagados de conflictos (en oposición a los hábitos normales de “estudiar lo de arriba” [hacia los estados y las instituciones])” (Richmond, 2011, p. 20).
La articulación de estas variables hace que la hibridez se asuma “como las formas compuestas de pensamiento y práctica social que surgen como resultado de la interacción de diferentes grupos, prácticas y visiones del mundo” (Mac Ginty, 2011, p. 8), lo que se refleja en espacios para el diálogo entre las ideas, las interacciones y la resignificación de procesos existentes. De esta manera, tanto la hibridez como la paz híbrida permiten confrontar la idea de interacciones verticales, en las que normalmente se priorizan unos agentes sobre otros, y buscan reorientar la discusión, alejándola de los modelos binarios, para así ir en pos de nuevos horizontes, lejos de las perspectivas hegemónicas y occidentales.
Con el fin de lograr conceptualizar la paz híbrida, Mac Ginty (2010, 2011) y Mac Ginty y Richmond (2013) establecen cuatro elementos que, al entrar en interacción, generan el proceso de hibridación: 1) la habilidad de los actores, estructuras y redes de la paz liberal para imponer su versión de construcción de paz; 2) la habilidad de los actores, estructuras y redes de la paz liberal para incentivar a los actores locales a que participen en el proceso; 3) la habilidad de las estructuras y redes de actores locales para negociar, subvertir y resistir a la paz liberal y 4) la habilidad de las estructuras y redes de actores locales para crear y mantener alternativas frente a la paz liberal. Estas cuatro variables no son estáticas; a partir de cada situación pueden surgir variaciones en cuanto al peso de los factores y, además, deben contemplarse los contextos económicos y de coerción de poder de ciertos actores. En conclusión, la paz híbrida funciona de manera dinámica; es un proceso de constantes cambios; “tiende a prevalecer en sociedades que han estado sujetas a intervenciones liberales” (Mac Ginty, 2011, p. 90) y busca escenarios de inclusión, tolerancia y aproximaciones sostenibles en la paz, la seguridad y la economía.
2.4 OTRAS APUESTAS DECOLONIALES Y DESCOLONIZADORAS DE PAZ
En la escuela alemana los estudios de conflicto y paz con una perspectiva decolonial son una novedad. La investigadora Claudia Brunner (2016a) introduce el enfoque de estudios críticos de la paz poscoloniales y decoloniales para abogar por un estudio de la violencia epistémica; según esta autora, la transdisciplinariedad es vital si se quiere pensar la paz crítica y hacer investigación de los conflictos. Además, los estudios en mención buscan generar una crítica radical al pensamiento y a la política internacional europea (eurocentrismo). De esta manera, se intenta complementar el potencial de los estudios de paz e investigación de conflictos con los conceptos de la colonialidad del conocimiento y la colonialidad del poder. La colonialidad del poder surge como punto de partida para criticar la modernidad y cuestionar el eurocentrismo de las prácticas y los paradigmas dominantes. Durante el congreso Peace Research and (De)Coloniality, realizado en Viena en el 2016, se trabajaron las diversas situaciones locales y regionales de violencia y su relación con el poder y la dominación, en las que se asimiló una expansión colonial histórica europea que ha dejado profundas afectaciones mundiales en curso (Brunner, 2017). Algunas preguntas que promovió el congreso fueron:
¿Qué significa la descolonización del conocimiento en el campo de la tensión entre complicidad y crítica? ¿Cuál es el contexto de la demanda decolonial epistémica? ¿La investigación de conflictos integra violencia epistémica en su repertorio de análisis? ¿Qué enfoques de las metodologías indígenas y decoloniales son más críticos? ¿Qué significa la descolonización del conocimiento en la concepción concreta? ¿Qué significado tiene la implementación de proyectos de investigación de paz y conflicto? ¿Cuáles son los requisitos previos necesarios para tal proceso de investigación y cuáles sus consecuencias? (Brunner, 2016a, p. 4)
En este evento, el enfoque decolonial representa un desafío para el campo de los estudios de paz y conflicto, dado que el poder colonial se controvierte en un campo tan pragmático como la paz misma, derivado de la modernidad liberal. Siguiendo los postulados de Brunner, se encuentran también Leoni Meyer (Berlín), Simon Oschwald (Hamburgo) y Johannes Korak (Viena). Sus esfuerzos apuntan a disminuir una violencia que también se puede dar en el plano académico, al reproducir solo ciertas nociones de paz. De esta forma nace la idea de abordar, influenciada por Spivak, la violencia epistémica.
Claudia Brunner emplea la noción de violencia epistémica de acuerdo con los planteamientos poscoloniales y decoloniales, y estudia esta noción desde Alemania, reconociendo el verdadero significado del concepto “Gewalt” (violencia): poder y violencia juntos. De esta manera, abre la posibilidad de pensar nuevas palabras que ayuden en la crítica transdisciplinar. Es una forma de examinar los campos de producción del conocimiento en sí mismos y sobrepasar la sola descripción de incidentes, explicados –y a veces teorizados– por la experiencia general al estudiar el conocimiento (Brunner, 2016b). Así, al analizar la violencia epistémica se pueden visibilizar condiciones comúnmente invisibilizadas que se generan en la violencia política, despertando mayor interés en comprender y complejizar determinados procesos. Para complementar lo anterior, la violencia epistémica normaliza desigualdades en los recursos y el trabajo a nivel mundial, como consecuencia de múltiples formas de violencia ejercida desde el colonialismo.
Trabajando con el feminismo y el terrorismo, Brunner usa el aporte de Spivak (1998), en el que la experiencia académica (scholarly expertise) perpetúa relaciones globales asimétricas entre el conocimiento y el poder. Sin embargo, la autora también usa la definición de Galván-Álvarez (citado en Brunner, 2016b) en la que se entiende a la violencia epistémica como aquella ejercida contra o mediante el conocimiento, clave en cualquier proceso de dominación, la cual no se logra solamente de la explotación económica y sus vínculos, o el control de aparatos político-militares, sino que necesita de marcos epistémicos que legitimen tales prácticas.
Por otro lado, los procesos epistémicos, teóricos, metodológicos y estructurales se enmarcan en una visión occidental u oriental –en algunos casos, una permite la producción de la otra (Brunner, Said, Coronil), al tiempo que la autora contempla que no son opuestas entre sí, como lo trabajan otros autores (Buruma y Magalit, por ejemplo) –. La política global y la violencia política se sitúan en una forma asimétrica entre Occidente y Oriente, hecho que condiciona el poder y el conocimiento en el pasado y el presente. De igual forma, Brunner (2016b) confirma que en el estudio de la violencia epistémica se va a generar una tensión con la investigación para la paz, en tanto que, al pretender aplicar la noviolencia, adopta un monopolio estatal del poder para la paz; en otras palabras, aquel ideal de la no-violencia puede complicar el reconocimiento de la violencia epistémica donde se pueda estar efectuando (contextos). Es un proceso en el que conocimiento y poder académico han sido organizados de manera estructurada y organizada a escala global desde el periodo del colonialismo e imperialismo europeo. Es por ello por lo que la sociología del conocimiento se enfrenta a perspectivas feministas, poscoloniales y decoloniales en su búsqueda de descolonizar el conocimiento.
Por otro lado, la Cultura de Paz ha sido trabajada desde diferentes dimensiones epistémicas. Brunner (2010) lo enuncia en un contexto de transformación constante en la geopolítica internacional que no es precisamente de paz. Esto se debe, en parte, a que desde su origen realista y positivista (relaciones internacionales), la Cultura de Paz requiere de violencia y guerra para sostenerse dentro de las prácticas de conocimiento. Por lo tanto, Brunner (2010) también aclara que es un concepto fascinante, pero también temible, en el cual la ONU y sus programas pueden generar espacios de violencia epistémica. Por último, Brunner (2017) agrupa las investigaciones cruciales de paz y feministas dentro de la transdisciplinariedad, en la que se generan reclamos normativos en el análisis y la crítica. Además, propone que ambas líneas de investigación comparten un interés cognitivo sobre la violencia, por lo que se preguntan constantemente sobre el conocimiento de perspectivas hegemónicas.
En esta misma perspectiva se encuentra Victoria Fontan (2013) desde Francia. Esta investigadora se interesa por la reproducción del conocimiento experto de los estudios de paz del norte sobre el sur, analizando cómo funciona la reproducción y la complicidad entre la academia y los organismos internacionales para favorecer el colonialismo. Para explicarlo, ella misma se pone de ejemplo:
La idea neocolonial asociada a esta empresa se relaciona con la idea de que los educados en el Norte, experimentados “demócratas”, se desplegarán para educar a la gente local acerca de los valores que deben adoptar y agradecer. Un ejemplo de esto sería mi propia historia: el despliegue de una inexperta francesa de 25 años, oficial de la democratización en un pequeño pueblo de Bosnia-Herzegovina, donde solo sus credenciales de pasaporte, su nacionalidad y sus derechos por nacimiento, la dotó con el privilegio de “empoderar” a las mujeres, los jóvenes y los políticos que generalmente doblaban su edad, sin experiencia previa. (Fontan, 2013, p. 38)
Fontan (2013) también cuestiona los paradigmas dominantes de ciertos enfoques de paz, como el de Do No Harm (Acción sin Daño), de Mary Anderson, al promover contradicciones frente a la realidad que viven los constructores de paz en el terreno: “¿están los trabajadores humanitarios al tanto de las contradicciones y deficiencias que su presencia representa? ¿El juramento hipocrático coloca la responsabilidad del éxito en las espaldas de los trabajos humanitarios, mientras que la crítica del paradigma de la paz liberal implica que el sistema está condenado al fracaso?” (p. 36). También se interroga si este enfoque no recrea o refuerza imaginarios dicotómicos entre médico y enfermedad:
El personal de las misiones de paz no está constituido por médicos benevolentes al lado de la nación o una sociedad enferma, etc. Esta narrativa fomenta el reto de ver la paz como una enfermedad, o un mal que debe ser curado, el cual puede promover el renacimiento de un sistema elitista y complaciente con la estructura de poder neocolonial. ¿Está este sistema condenado al fracaso o recrea el mismo orden social? Los desarrollos y las limitaciones son un recordatorio permanente de este enigma. (p. 37)
También se interroga si las paces positiva y negativa no son una excusa –una red de seguridad cuando se salta al vacío– para ocultar el fracaso de la paz liberal:
“Se nos dice que la paz positiva requiere años para fomentarse, que no es tarea fácil, pero que, al final, prevalecerán nuestras buenas intenciones […] Nos permite escondernos detrás de su seguridad cuando todo lo demás falla” […] ¿Cuán deshonestos podemos ser para incluso asumir que nuestras acciones mecánicas no tienen ninguna responsabilidad en las situaciones de las que con demasiada frecuencia huimos, escapamos o abandonamos? En cada situación hay personas, civiles, niños, que no van a sobrevivir a nuestro paradigma de la paz liberal, quienes morirán a causa de este. Independientemente de la importancia de la paz positiva en el momento, su obsolescencia hace que ahora sea el facilitador de nuestros fracasos. (Fontan, 2013, p. 46)
Tanto en la nueva ola de reflexión entre las relaciones internacionales y la paz, como en los recientes enfoques de la misma investigación, construcción y hasta educación para la paz (Bajaj, 2008, 2015, 2018), el norte sigue proponiendo la poscolonialidad y la decolonialidad como nuevo lente para superar el eurocentrismo. Esta pretensión, sumada a la promoción de espacios de producción de conocimiento, se ha venido extendiendo en los últimos 20 años, creando un efecto bastante prolífico de teóricos, conceptos y categorías.
De esta manera, el nuevo enfoque crítico que promueve el norte global incorpora dentro de sí visiones que en el sur se han planteado con el fin de resolver dilemas similares del eurocentrismo: la hibridez (paz postliberal) y lo subalterno (giro local). Así las cosas, parece ser que los nuevos intentos del norte sobre las propuestas de paz pueden tener una doble reflexión: luego de reproducir las teorías de paz en América Latina durante los años 70 (paz positiva y paz negativa), que persisten hasta nuestros días, y ahora que emergieron estas nuevas teorías a partir de las relaciones internacionales en los años 90, ineludiblemente saltan preguntas como: ¿el liberalismo, la hibridez y lo subalterno que reflexiona el norte, y que toma como base teórica la crítica poscolonial y decolonial, sirven para hacer una reflexión sobre los temas latinoamericanos de paz? ¿Qué dificultades se podrían tener al vincular y desarrollar teorías propias decoloniales de paz, desde la crítica cultural latinoamericana? Al responder estas preguntas, con seguridad se obtendrían unos resultados diferentes que se puedan complementar con las corrientes descolonizadoras que nos propone el norte –sobre todo porque temas como la “hibridez” y lo “subalterno” han sido ampliamente desarrollados, madurados y criticados por el pensamiento crítico que emana de America Latina–.