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TABLA 2. Paradigmas en relación con la identidad organizacional



Fuente: Gonzales-Miranda, Gentilin, Ocampo-Salazar (2014, p. 140).

Lo central, distintivo y duradero de la IO ha dado paso a lo dinámico e inestable (Gioia et al., 2000), a las múltiples facetas en las cuales no hay una unidad singular (Brickson 2000; Essers y Benschop, 2007; Pratt y Foreman, 2000), lo cual ha permitido que las conversaciones sean disímiles, variadas y muchas veces contradictorias. Sin embargo, la investigación teórica y empírica sobre los procesos de construcción de identidad podría considerarse relativamente reciente (Kornberger y Brown, 2007; Sillince y Brown, 2009), a pesar de que “el concepto de identidad es clave para entender las organizaciones modernas” (Gioia et al., 2000, p. 78). No obstante, hay poco acuerdo sobre lo que el concepto de IO denota, o si existe una metodología para estudiarlo; incluso, y retomando a Harquail (2004), se podría afirmar que la anarquía aún reina en dicho concepto.

Frente a la diversidad de voces relacionadas con el concepto mismo, al paradigma que subyace a dicha conceptualización, y a las relaciones que tiene con otros términos, el abordaje de la IO como objeto de estudio, así como perspectiva teórica para el análisis organizacional, requiere y exige claridad conceptual y epistemológica para no caer en inconsistencias metodológicas y teóricas, reto de todo investigador que tenga su interés de estudio en este campo de conocimiento.

Si bien es cierto que algunas distinciones importantes se han elaborado, las herramientas analíticas, tanto a nivel conceptual como su aplicación a nivel metodológico, son relativamente escasas y no permiten dar cuenta del proceso de construcción identitario como tal. Un ejemplo de ello es que aún no se ha abordado plenamente cómo los conceptos de identidad y cultura se relacionan entre sí, cuáles son sus puntos de similitud y diferencia, y el potencial que tienen para ofrecer una contribución analítica distinta a los EO. Otro aspecto aún por abordar son las posibilidades que tiene la IO para comprender, tanto a nivel teórico como empírico, las relaciones de la organización con el medio ambiente y las repercusiones en relación con la legitimidad, la reputación y la atracción de inversores, por mencionar tan solo algunas vetas de futuras investigaciones.

La aplicabilidad del concepto de identidad a múltiples niveles de análisis y su capacidad para integrar conocimientos analíticos a nivel micro, medio y macro, subraya aún más su potencial de convertirse en un constructo integrador. Como Albert et al. (2000) han argumentado: “el poder de la identidad y la identificación se deriva de la capacidad integradora y generadora de estos constructos” (p. 13). El reto estará entonces en encontrar formas de desarrollo y despliegue de conceptos de identidad que sean atractivas a través de los límites científicos sociales tradicionales, para ofrecer la posibilidad de múltiples tipos de análisis perspicaces, siendo a la vez lo suficientemente bien definidos para promover una comprensión más profunda de la compleja realidad organizacional.

Recapitulación

Las conceptualizaciones de lo que es la IO, y los alcances que tiene para el análisis organizacional, están lejos de ser un tema cerrado. Kenny, Whittle y Willmott (2011), en un reciente texto sobre identidad y organizaciones, ponen en debate la importancia de este tema como aspecto primordial y relevante para la comprensión de los fenómenos organizacionales. Por ello, se ha buscado presentar en qué va la conversación y hacer eco a las distintas voces e intereses que se vienen desarrollando alrededor del concepto, abriendo de esta manera el espacio para nuevas discusiones y propiciando un mayor conocimiento de lo que es lo organizacional y lo que se circunscribe a esta afirmación.

La revisión ha permitido mostrar tres paradigmas y algunas perspectivas teóricas para el análisis organizacional. Si bien el paradigma constructivista y el enfoque narrativo-discursivo vienen teniendo una importancia considerable (Coupland y Brown, 2004; Driver, 2009; Humphreys y Brown, 2002b; Ybema, 2010), la revisión muestra que la construcción o configuración de la IO no solo se restringe a estos procesos discursivos. Los conocimientos cognitivos (Harquail y King, 2010), así como los aspectos de construcción en organizaciones en evolución, con gran influencia de los procesos propiamente institucionales, ofrecen a los sujetos posibilidades de configurar una IO en particular (McKendrick, Jaffee, Carroll y Khessina, 2003). A ello hay que sumarle que estas construcciones también se pueden encontrar en los mismos procesos organizacionales, lo que implica que la estructura subyace a muchos de los fenómenos de organización humana (Hsu y Hannan, 2005; Labianca, Fairbank, Thomas, Gioia y Umphress, 2001).

Adicionalmente, es preciso recalcar que la construcción de la IO es un trabajo que se realiza en prácticas situadas, al participar de cierta manera en las actividades, y simultáneamente en el pensamiento como un habla interna y la generación de un sí mismo capaz de orquestar distintas voces. Es un proceso de autoformación al participar y entrar en contacto con las prácticas y significados culturales. En la medida en que se conocen más ámbitos de la experiencia, se generan nuevas capacidades de ser y pensar que se entroncan y permiten apropiarse de los mundos culturales. De esta manera, las personas y las actividades que se efectúan en lugares específicos proporcionan recursos identitarios a los sujetos que buscan configurar una IO.

Aunado a lo anterior, y como parte de las reflexiones finales de esta revisión, causa cierto asombro que el tema de la IO, a partir de la documentación revisada, prácticamente no esté ligado al asunto cultural. No hay referencias o desarrollos en donde se la relacione con la cultura organizacional, más allá de que los investigadores citan textos u estudios sobre ese ámbito. A esto se le suma la gran variedad de temas y marcos teóricos en los cuales es tomada tanto como objeto de estudio, así como perspectiva teórica para el análisis de los fenómenos organizacionales. Entonces, se podría pensar que la IO pareciera tener la importancia y la relevancia suficientes para ser considerada como una corriente de estudio en sí misma.

Capítulo 2 Pespectiva, propuesta teórica y referentes conceptuales

Introducción

En este capítulo se presenta el marco teórico, se precisan los conceptos estructurales, se expone la propuesta con la que se abordó el trabajo investigativo, todo lo cual es la columna vertebral del presente libro. Los conceptos de identidad y de organización son términos muy conocidos y vienen siendo estudiados desde distintas corrientes y disciplinas, lo cual hace necesario precisarlos y dar a conocer al lector cómo se entendió cada uno de ellos en este trabajo investigativo. Esto es de suma importancia para mantener la coherencia teórica y, por lo mismo, el rigor académico y la validez de los resultados. En este sentido, la precisión o conceptualización estará acompañada de cierta discusión, y no se repetirá lo dicho en el capítulo anterior referido a la revisión de la literatura (a excepción de algunos aspectos referidos a la construcción de identidad organizacional (IO en adelante).

La perspectiva o enfoque teórico de la presente investigación se inscribe en un campo de estudios especializado en el estudio de las organizaciones denominado: estudios organizacionales (EO en adelante). En la primera parte de este capítulo se realiza una contextualización histórica de dicho campo de conocimiento, para luego discutir sus dimensiones ontológicas, epistemológicas y metodológicas, así como su objeto de estudio y los marcos teóricos que se inscriben en él, y se destacan su carácter pluridisciplinario y su postura crítica como características propias. Este apartado termina con una reflexión en torno a las posibilidades que tienen los EO de aportar, desde la comprensión y reflexión, al carácter funcional y práctico de la administración, y la importancia de divulgar este campo de conocimiento comprensivo para el estudio de las organizaciones en América Latina.

En la segunda parte se precisan los constructos principales de la investigación como son los mandos medios (MM en adelante), la construcción de la identidad organizacional y las identidades personal y grupal –en la cual se inscribe la identidad profesional–. En el último apartado se expone la propuesta teórica de la investigación, que no es otra cosa que la manera en que se tomará el concepto de IO, y propiamente la de los MM, objeto de estudio de este trabajo. Se propone concebirla como una construcción dialógica entre aquello que dicen los directivos que son los MM y la concepción de IO que ellos tienen: el proceso sintético de dicho diálogo será la construcción identitaria. Este modelo teórico sirvió además como modelo metodológico, por lo que se precisarán los aspectos que intervinieron en él.

Perspectiva o enfoque teórico: el campo de los estudios organizacionales

Contexto y surgimiento

Ubicar y determinar puntualmente el surgimiento de los EO en tanto que campo de conocimiento comprensivo para el estudio de las organizaciones,12 es una tarea compleja, tanto como su misma definición y constitución. No obstante, existen algunos hechos o hitos históricos que los contextualizan, los cuales tienen estrecha relación con la aparición de nuevas ideas y concepciones en torno a la organización, es decir, el mundo de las ideas tiene huellas geográficas que explican su aparecimiento y transformación. Siguiendo a March (2007)13 existen tres acontecimientos significativos en el siglo XX que moldearon las características propias del campo en cuestión,14 los cuales se expondrán a continuación.

La Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) trajo una profunda devastación económica e intelectual a Europa, por lo que su reconstrucción tuvo un proceso lento. Si bien había algunos académicos europeos importantes que estaban trabajando en los estudios de las organizaciones antes del período de la posguerra, no fue hasta bien avanzada la década de 1970 que lograron tener una importancia destacada. Esta recuperación lenta contrastó con la de Norteamérica, donde, en este mismo período de tiempo, fue relativamente rápida, expandiéndose las instituciones norteamericanas con su política económica a otras latitudes, y permitiendo igualmente la inmigración de académicos de Alemania, Austria y el resto de Europa Central.15

Esta invasión intelectual permitió el florecimiento de académicos y estudiosos en Estados Unidos, que según March (2007) fueron alrededor de cien más de los que se tenía en ese momento. Es este escenario en el cual, en 1965, Rand McNally publicase el Handbook of Organizations, donde sus contribuyentes fueron toda una generación de estudiosos de la posguerra, profundamente influenciados por el entrelazamiento de una conducta científica desarrollada en América del Norte. Esta época incluye una larga lista de estudiosos de las organizaciones, no solo de refugiados procedentes de Europa Central sino también de otros académicos como: Richard M. Cyert, Robert Dubin, Alvin W. Gouldner, Mason Haire, Robert Merton, W. Richard Scott, Philip Selznick, Herbert A. Simon, Karl E. Weick, por mencionar solo algunos.

En este sentido, se puede afirmar junto con Barba, Montaño y Solís (1999, p. 78) que “Estados Unidos es el país en donde se desarrolla históricamente el estudio de las organizaciones”. Luego de la Revolución industrial en Inglaterra (1880-1930), Norteamérica no solo se benefició con la llegada de muchos estudiosos de las organizaciones de Europa Central, sino que, fruto de la hegemonía política y económica, sajona y protestante (básicamente calvinista), allí se privilegió la preservación y el aumento de la individualidad por medio de la propiedad privada. El modelo organizacional norteamericano se vió influenciado por el pensamiento práctico de estos inmigrantes, en el que la acumulación del capital era signo de elección divina (Hopenhayn, 2001).

Las protestas de los años 1960 y 1970

Los EO europeos –al igual que los de América del Norte– desarrollaron una identidad académica propia, siendo influenciados fuertemente por la expansión que se produjo en décadas posteriores a los movimientos contracultura y de protesta de los años sesenta y setenta. Estos movimientos crearon un ambiente intelectual propio de las universidades europeas, caracterizado según March (2007, p. 14) por:

• una oposición a la intervención norteamericana en Vietnam y a la hegemonía estadounidense en general,

• apoyo a la sensibilidad feminista, a la retórica y a la perspectiva histórica,

• una crítica radical (principalmente marxista) de la sociedad y de las ciencias sociales,

• el posestructuralismo, la posmodernidad y la cosmovisión social constructivista,

• un entusiasmo romántico sobre el futuro de la sociedad.

En las primeras dos décadas luego de la Segunda Guerra Mundial, muchos académicos europeos como Michel Crozier, Walter Goldberg, David Hickson, Derek Pugh se interesaron en sus propias organizaciones regionales para estudiarlas. Sin embargo, el impacto económico y político negativo de la guerra fue mucho mayor en Europa que en América del Norte, por lo que tanto la recuperación económica como la académica fueron más lentas, lo cual repercutió en el hecho de que la expansión académica europea de los EO se produjo con un equipo y en un lugar diferentes, en un tiempo distinto y con un retraso notable en comparación con Estados Unidos (March, 2007). En la década de los setenta numerosos centros de investigación y reconocidos académicos interesados en las organizaciones comenzaron a hacerse visibles, entre ellos: Mats Alvesson, Nils Brunsson, John Child, Stewart Clegg, Barbara Czarniawska, Erhard Friedberg, Cornelius J. Lammers, Bruno Latour, Niklas Luhmann, Johan P. Olsen.

En este tiempo se vivió un ambiente pesimista frente a la ciencias sociales, considerándolas como un instrumento de la opresión capitalista (March, 2007), actitud que se trasladó al sistema académico, a los negocios, a la ciencia, a las matemáticas y a los números, al progreso y a todo aquello que se pudiera asociar con América del Norte, pero sobre todo, a los métodos cuantitativos y la forma matemática teórica, que eran características de la época anterior.

Los efectos de la posguerra se vieron reflejados en un primer momento en los estudios de las organizaciones en el interés en los métodos cuantitativos de investigación, en la difusión institucional de las poblaciones, en la organización demográfica, en la toma de decisiones, en el procesamiento de la información, en el estudio de redes, en el aprendizaje, en la evolución y en las estructuras comparativas. En un segundo momento, estos efectos se vieron reflejados en investigaciones cualitativas sobre la cultura, sobre estudios de género, sobre el sentido de las decisiones, sobre la construcción social y sobre el estudio del poder (March, 2007).16

El triunfo de los mercados

La caída de la U. R. S. S. en 1991 significó el triunfo del capitalismo (como apertura de los mercados) tanto en el sistema económico como en la base intelectual del pensamiento social, que ya se había iniciado a principios de los años ochenta con la llegada del neoliberalismo. Este hecho influyó en las universidades europeas y norteamericanas en su papel opositor, desarrollado sobre todo en las facultades o escuelas de humanidades más que en las escuelas o facultades de negocios o de ingeniería. Durante la mayor parte del siglo XX –tanto en Europa como en Estados Unidos– esta oposición se desarrolló sobre la base del marxismo, el cual se vino abajo cuando el “imperio soviético” se derrumbó y este instrumento y símbolo de oposición perdió fuerza, siendo reemplazado por un nuevo programa de reforma social.

En América del Norte y en Europa estos acontecimientos tuvieron unas repercusiones en los EO: la primera, un efecto sobre los investigadores que arribaron durante la década del setenta y las derivaciones académicas que se reprodujeron en sus estudios. Ejemplo de esto es que la búsqueda de la verdad no podía ser parte del espíritu de la investigación, ya que esta no existía en el sentido previsto por la mayoría de los académicos tradicionales. La segunda, el surgimiento de los nuevos radicales, en su gran mayoría jóvenes liberales, que encontraron en esta apertura una forma de organización revolucionaria tanto en el sector privado como en el público. Las investigaciones se centraron en encontrar nuevos usos a los instrumentos de organización de los mercados, buscando el éxito tanto a nivel individual como organizacional. De esta manera, los jóvenes de la década de los cincuenta fueron atraídos por las ciencias; los jóvenes estudiosos de la década de los setenta, por las humanidades, y los de la década de los noventa, por los mercados (March, 2007). Así, el liderazgo, las fusiones y adquisiciones, la contratación externa y el espíritu empresarial se convirtieron en los principales temas de investigación.

Una tercera consecuencia fue que los EO se habían vuelto menos vulnerables a la incidencia intelectual debido a su ubicación en instituciones relativamente estables tanto en Norteamérica como en Europa; los dos primeros hechos históricos que se han expuesto habían promovido los estudios de las organizaciones como un nuevo campo de conocimiento. Esto fue cuestionado en aquella época por la contrarrevolución, fruto de la caída del “imperio soviético”, amenazando con enajenar y aislar a los estudiosos de las organizaciones y a sus herederos.

Para Ibarra (2006), esta apertura de mercados y la racionalidad que la acompañó, modificaron la concepción de la organización “propiciando el análisis sistemático de los problemas específicos de organización, gobierno y desempeño, que ocuparán paulatinamente un lugar más relevante en las agendas de investigación de las disciplinas sociales” (p. 89).

Una caracterización inacabada

Luego de haber presentado el anterior contexto histórico del surgimiento de los EO, se presenta una propuesta para caracterizarlos, y se realizará con base en tres dimensiones (Guba y Lincoln, 1994): lo ontológico, que hace referencia a cuál es la forma y naturaleza de la realidad y, por tanto, qué es lo que se puede conocer de esta; lo epistemológico, que tiene que ver con cuál es la naturaleza de la relación entre el conocedor y lo que puede ser conocido; y lo metodológico, que hace alusión a cómo puede el conocedor encontrar lo que él cree que puede ser conocido. Al final de este apartado se discutirán brevemente una serie de definiciones de los EO, siempre con el ánimo de abrir la discusión y no de esclarecer acríticamente un campo de conocimiento que, precisamente, se encuentra en proceso de construcción y divulgación.

Lo ontológico

La realidad que se aborda dentro del campo de los EO es la organización misma. En este sentido, la reflexión que gira en torno a su concepción está mediada básicamente por dos aproximaciones: aquellos que afirman que las organizaciones son reales y, por ende, se aproximan al realismo afirmando que el mundo existe independientemente de la percepción que se tenga de él (Moore, 1903; Russell, 1929); y aquellos que no comparten esta posición, quienes a su vez integran varias perspectivas, entre ellas:17 la subjetivista (Kuhn, 1970; Lincoln y Guba, 1985), la constructivista social (Berger y Luckmann, 2008), y sobre todo –dentro de los estudios propiamente de la organización– las llamadas posmodernas o pospositivistas (Alvesson y Deetz, 1999; Burrell, 1979; Clegg, 1990; Deetz, 2000).

Los realistas reconocen que las observaciones que hacen, y cualquier evidencia de la realidad, se filtran necesariamente a través de los sentidos, métodos de medición, y el contexto socio-cultural en el que se lleva a cabo la investigación (Boal, Hunt y Jaros, 2003). De esta manera, los fenómenos del mundo, y con ellos el de las organizaciones, son vistos como dependientes de la capacidad de comprender la manera en que los individuos dan forma al mundo desde el interior de sí mismos por medio de los sentidos. Así, el realismo convive también con una gran carga subjetiva y contingente.

Ahora bien, la organización no solo se puede entender como una entidad social concreta (ya sea socialmente construida o no), con carácter duradero y con una serie de características y tendencias, sino también como un espacio en donde confluyen distintos fenómenos sociales. Teniendo en cuenta esto, la organización es un proceso interminable de fabricación, más que una cosa sólida y estática. En este sentido, los EO estudian las organizaciones no solamente desde el punto de vista empírico, sino como “el análisis sostenido de los impulsos organizativos genéricos que dan forma contemporánea a los modos de análisis, códigos de conducta, gestos sociales, uso del vestido, gestos, posturas, reglas del derecho, disciplinas del conocimiento y así sucesivamente” (Chia, 2003, p. 98).

Para Chia (2003), cuatro son las consecuencias que tiene esta dimensión en los EO: (1) del énfasis modernista que le daba primacía ontológica a la substancia, a la estabilidad, al orden, a la regularidad y la forma, se pasa a una ontología influenciada por Heráclito,18 en la cual se subraya el proceso, la indeterminación, el flujo, el sin-forma y el cambio incesante. Se pone el énfasis entonces en una orientación metafísica que hace hincapié en una primacía ontológica de naturaleza cambiante, en un proceso continuo; (2) a partir de lo primero (ontología que resalta el proceso), se deduce que el lenguaje, y en particular las actividades de denominación y representación simbólica, permiten una ordenación y estructuración sistemática del mundo. Los nombres, símbolos, conceptos y categorías ayudan a objetivar las experiencias y, al hacerlo, permiten hacer un mundo más estable, predecible y habitable; (3) el compromiso con un devenir supone la transformación de la simetría conceptual entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo visible y lo invisible, entre la presencia y la ausencia, es decir, aquello que está en proceso de, canalizando la atención en el proceso como tal, en aquello que no está de un lado ni del otro. No se trata de centrarse en los extremos, sino en el matiz que se encuentra a lo largo de ellos; y (4) en vez de pensar en términos de explicaciones causales, se opta por un enfoque procesual de análisis.

Lo epistemológico

Desde esta dimensión, los EO tienden a tomar posición por el constructivismo y no por el positivismo sociológico,19 que había primado en un primer momento en el estudio organizacional. Este positivismo, en su forma moderna, se ha aplicado como un intento por comprender a los individuos que se encuentran en el interior de las organizaciones (Blau y Schoenherr, 1971; Hannan y Freeman, 1989) haciendo uso de las relaciones causales, es decir, de los patrones que se repiten a través del tiempo (Donaldson, 2003). De esta manera, la generalización y la determinación constituyeron los componentes básicos de esta teoría positivista (Burrell y Morgan, 1979).

El constructivismo considera, en cambio, que las personas crean la sociedad (Berger y Luckmann, 2008) y sus estructuras constitutivas como son las organizaciones, aunque estas no solo se reducen a ello. La organización no existe como entidad supraindividual, sino solo cuando sus miembros desempeñan sus funciones e interactuan construyéndose socialmente. En este sentido, con el constructivismo se busca develar aquellos aspectos sociales que se encuentran olvidados. Al estudiar los procesos de construcción se comprende cómo las mismas organizaciones surgen o desaparecen (Czarniawska, 2003), y –desde un punto de vista más crítico– es volver a los orígenes de las organizaciones y de las formas organizativas, a fin de desreificar a la misma organización (Burrell y Morgan, 1979).

A diferencia de los EO, la teoría organizacional promueve una epistemología que valide el conocimiento, la cual tiene que ser consistente con el realismo naturalista que asevera que es posible estudiar un fenómeno usando los enunciados de las ciencias naturales (McKelvey, 1997). Dicha teoría busca que sus resultados sean capaces de ser comparados con los fenómenos que estudia, de ahí que necesite cierto grado de precisión. Al respecto, Lex Donaldson (2003) afirma que el positivismo es el mejor enfoque para el análisis organizacional, inspirado en el modelo de las ciencias naturales –expresa el autor– busca producir un conocimiento superior al sentido común. Con ello intenta explicar la acción humana y la estructura social, causada por factores objetivos que fungen como restricciones externas con las cuales las personas se enfrentan. Desde esta perspectiva, la orientación positivista es aliada del funcionalismo estructural y social, y por ende de la administración. Las estructuras de la organización, por ejemplo, se explicarían desde su obligatoriedad y capacidad para adaptarse a situaciones contingenciales tales como el tamaño de la organización y la estrategia, o frente al hecho de evitar o no disfunciones, como puede ser por ejemplo, el bajo desempeño de la organización.

Así, el positivismo aspira a promulgar generalizaciones de amplio alcance. Las organizaciones y los comportamientos de los sujetos, presentan regularidades, patrones que se repiten a través del tiempo. Detrás de estos patrones hay causas y efectos que se relacionan, por lo que un determinado efecto producirá una causa específica. De esta manera, la generalización y el determinismo se convierten en aspectos centrales de la teoría de la organización positivista (Burrell y Morgan, 1979).

Lo metodológico

De esta dimensión, lo primero por decir y considerar es que los hechos científicos no existen por sí mismos, esperando ser descubiertos por los investigadores. Un hecho científico es una construcción abstraída de una realidad compleja y entrelazada por medio de definiciones arbitrarias y clasificadas de acuerdo a un criterio en particular e indefinido de posibilidades (Knorr Cetina, 2005; Latour y Woolgar, 1979). Así, los procesos de selección de un problema o de una hipótesis, su delimitación, el alcance del estudio, la definición y clasificación de los datos pertinentes para la configuración del problema, implican una opción, una decisión por parte del investigador (Myrdal, 1958). Se debe, por tanto, reconocer la participación del investigador dentro de la dinámica de construcción, no como un observador neutral, sino como un cómplice implicado.

Derivado de ello, desde los EO no se buscará la mejor manera de hacer las cosas, sino que se afirmará que existen múltiples formas de hacer las cosas. Debido a esto, el enfoque ya no estará en la universalidad del método, sino en el particular y específico camino del conocimiento comprensivo propio a cada organización. De lo impersonal y descontextualizado del proceso, se pasa al reconocimiento de lo propio, de lo único e individual que cada organización trae consigo.

Por otro lado, los argumentos metodológicos en las ciencias sociales son los argumentos acerca de la práctica discursiva, es decir, del lenguaje, y este nunca es neutral. Inevitablemente cautiva al lector por una interpretación posible dentro de un conjunto infinito de posibilidades alternativas (Case, 2003). Las preguntas de investigación dentro de los EO se dirigen esencialmente a la búsqueda de comprensión de procesos organizacionales y a la manera en que se realizan las interacciones entre los diversos factores que intervienen en ellos, lo cual lleva a afirmar que tienden a reconstruir e interpretar procesos complejos de significados. En ese sentido, los EO buscarán la captación y reconstrucción de significados, con una mayor utilización de lenguaje conceptual y con un modo de percibir información flexible y desestructurada, un procedimiento más inductivo que deductivo y con una orientación holística y concretizadora (Breweton y Millward, 2001; Hancké, 2009; Shankar Pawar, 2009).

Acercamientos a una definición

¿Qué son los EO? La respuesta no va a estar exenta de discusiones y controversias. Se puede afirmar que no son un cuerpo de conocimiento y no buscan una teoría universal que ilumine los procesos y las acciones de los actores, al contrario y como su misma denominación como estudios así lo sugiere, pretenden conocer y comprender las pluri-racionalidades que no solo se encuentran en las empresas, sino en toda organización. De ahí que sea más conveniente entenderlos como un campo de conocimiento más que una ciencia o disciplina coherentemente estructurada.

Al respecto, Westwood y Clegg (2003), a partir de las discusiones de Bill McKelvey (2003) y Mihaela Kelemen y John Hassard (2003), sostienen cuatro razones por las cuales se podría afirmar que los EO no podrían ser considerados una disciplina: (1) la epistemología positivista tiene graves deficiencias en la explicación de lo que ocurre en las organizaciones; (2) las realidades organizacionales son complejas y diversas, de tal forma que la representación unidimensional no es apropiada para su estudio; (3) la sociedad actual se enfrenta a una evidente crisis moral en relación con los viejos criterios técnicamente racionales para la decisión y elección, basados en la eficacia y la utilidad; y (4) estos estudios buscan contribuciones académicas a partir de estudios particulares, por lo que no pretenden la creación de grandes teorías y discursos.

Una primera aproximación sobre lo que son los EO la dan Clegg y Hardy en la introducción al Handbook of Organization Studies:

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