Kitabı oku: «Creatividad para comenzar a escribir», sayfa 2

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El mínimo común múltiplo de todos estos ejemplos, es la determinación por continuar… siempre.

Por último, tal vez la más importante: jugar y divertirte.

No hay mejor motivación para cualquier cosa que nos propongamos realizar, sea lo que sea, que tomarlo como un juego o, en su variante, como un reto. Aquí nos vendría bien valernos de otra pregunta para incentivar nuestra imaginación e ir a por todas:

¿Y por qué no…?

Preguntarnos esto cuando nos enfrentamos a la decisión de realizar algo importante —comenzar a trabajar sobre un proyecto, hacer algo nuevo, enfrentarte a un reto o buscar en serio un camino hacia nuestro ideal— te fija una idea que te permite arriesgarte a intentarlo sin ponerte trabas. Ayuda a disolver nuestras dudas, a la vez que te mantiene activo y concentrado en el objetivo a alcanzar.

En este libro nos referimos a iniciarte en la escritura como hobby, como una meta o como un sueño deseado. Sin embargo, ten presente —fundamental en todo lo que te propongas realizar y conseguir— el sentirte motivado a ello. Ten presente que el hecho de tener que «buscar» esa motivación no es señal de no poseerla. En la mayoría de los casos la causa suele ser que permanece aletargada en nosotros a la espera de ser activada.

Uno de los capítulos del libro Coaching de PNL, Zen de PNL de Miguel Ángel León es titulado por el autor como «El corazón del asunto». En el primer párrafo de este capítulo escribe:

«La vida es movimiento y lo que nos mueve es aquello que es importante para nosotros. Lo que creemos que vale la pena y nos motiva actúa como una bomba que activa el flujo de energía que nos lleva a realizar eso que valoramos. Se convierte en el corazón del asunto».

Es así en todo. Aquello que nos gusta, que nos apasiona, con lo que disfrutamos, se convierte automáticamente en nuestra fuerza. La pasión es el punto de palanca más potente para impulsarnos a conseguir nuestros sueños. Cuando esto ocurre, no nos cuesta seguir con empeño hasta conseguir una meta. Sólo necesitamos comenzar.

Hay dos tipos de motivación:

– La externa: es aquella que se presenta para resolver dificultades: pagar las facturas, arreglar el coche, entregar un informe, etc.

– La interna: que resulta ser más personal: es algo que te place realizar, que te apasiona, que te ofrece relajación y plenitud.

Todos, sin excepción, tenemos alguna pasión. Todos poseemos algo que nos agrada y nos hace perder la noción del tiempo. Sin embargo, el «corazón del asunto» puede estar enmarañado dentro de múltiples tareas y responsabilidades, sazonados con las ordenes mentales de «tengo que…» o «debo de…».

En la búsqueda de lo esencial podemos encontrar una serie de preguntas directas, poderosas e intuitivas, que conviene plantearnos para clarificar nuestros verdaderos deseos. Así que, si realmente quieres conocer cuáles son tus motivos, tus verdaderos deseos para ponerte en acción hacia tu objetivo deseado, por favor, sé muy sincero al responder a estas preguntas.

Supongo que recordarás un anunció que se hizo muy popular por su veracidad y su sencillez: «…la prueba del algodón no engaña». ¿La recuerdas? Pues con estas preguntas ocurre algo muy parecido. Cuando las contestas con franqueza y no las analizas, tu mente responde a ellas con sinceridad. Para conseguir este efecto, lo mejor es que leas cada una con atención y atiendas a la primera respuesta que te venga a tu mente, sin enjuiciarla, despreciarla o alterarla: esa respuesta, por muy extraña o estrambótica que te parezca, es la verdadera… la que te guiará hacia tu meta, la que te envía directamente tu subconsciente.

Prueba y verás. Siéntate cómodamente en un lugar donde no tengas distracciones. Cierra los ojos, relaja brazos y piernas y mece suavemente el cuello para eliminar tensión; respira profundamente un par de veces. Ten a mano un papel y un lápiz.

¿Estás preparado?

Vamos allá.Las preguntas son:

¿Qué es lo que quiero conseguir?

¿Qué es lo importante para mí en esto?

¿Qué me lo impide?

¿Qué me retiene?

¿Qué necesito para superar estos obstáculos?

¿Qué lo hace posible?

¿Qué caminos o pasos están a tu alcance ahora?

¿Dispones de ayuda para poder hacerlos?

¿Necesitas tiempo, opciones, oportunidades?

Una vez lo consiga, ¿qué obtendré?

Con ello, ¿qué conseguiré?…

Según Ken Robinson, en su libro Encuentra tu elemento —por cierto, un libro que te recomiendo encarecidamente leer—, cuando algo nos apasiona, le ponemos atención plena. Esto significa que logramos concentrarnos al máximo, y este es el motivo por lo que perdemos la noción del tiempo cuando nos dedicamos a ello. La atención plena, según él, ofrece muchos y variados beneficios:

 Reduce el estrés, el dolor crónico y fortalece el sistema inmunológico.

 Se gestiona mejor las emociones.

 Mejora nuestra consciencia, la atención y la concentración.

 Se incrementan las habilidades naturales y el ánimo de superación.

 Disminuye el ansia por las adicciones.

 Mejora la productividad y estimula la creatividad.

Es primordial extraer de nuestras muchas obligaciones y tareas pendientes ese elemento básico y sublime que nos estimule o incite a realizar un sueño, que nos ayude a desarrollar nuestro potencial, nos aporte la magia, la gracia y el poder de la acción a nuestra vida y que nos guíe a desentrañar nuestro auténtico corazón del asunto.

La oscuridad de la sombra del pino depende de la claridad de la luna.

(Kodo Sawaki)

¿CÓMO PODEMOS COMENZAR SI AÚN NO TENEMOS UNA IDEA CLARA?

A VECES ME comentan: «Me encantaría escribir, pero no sé sobre qué…» «Tengo el tema, pero no sé cómo enfocarlo…» Incluso me han dicho: «Tengo tantas ganas de escribir y tantas ideas que no sé cual elegir primero».

Es normal que al principio nos parezca un mundo todo lo relacionado con la escritura. Si, además, es la primera vez que nos lo proponemos en serio, nos asaltan muchas dudas y podemos bloquearnos. Hablo en plural porque, al principio, yo compartí muchas de esas dudas y recuerdo que, cuando por fin me decidí a escribir, me empujaba más la ilusión de ver qué salía de allí que la certeza de poder hacerlo. Ahora, cuando en los cursos o en las conversaciones con amigos sale este tema, les propongo un sencillo ejercicio, potente, pero divertido: la tormenta de ideas.

LA TORMENTA DE IDEAS

La tormenta de ideas —también conocida como «lluvia de ideas» o brainstorm— es un recurso muy utilizado para proyectar las opciones y posibilidades con las que podemos contar. Resulta un magnífico medio para clarificar y priorizar, incluso para ordenar y descubrir nuestras ilusiones y deseos más recónditos. Puedes encontrarte con sorpresas como ideas que no se te hubieran ocurrido de otra forma.

Es un recurso que utilizo siempre que quiero conocer algo más de lo que, de forma consciente, me viene a la mente sobre algo concreto. Sirve prácticamente para todo. En cuanto a la escritura, es un medio sencillo de elegir temas sobre los que escribir, personajes, tipo de escenas, situaciones en los que queremos ver desenvolverse al protagonista, posibles localizaciones… o elegir qué es lo más que nos incentiva en ese momento para comenzar por ello.

¿Cuál es su secreto? Con frecuencia, nuestra mente se encuentra llena de cosas por hacer, responsabilidades, fechas límites, compromisos, tareas pendientes, horarios y plazos… todo mezclado. Nuestro «pequeño gran ordenador» no tiene inconveniente en introducir datos y datos, pero es posible que, entre tanta maraña, nuestro fiel archivador —¿recuerdas a nuestro diminuto amiguito?— se pierda buscando las mejores opciones a nuestras peticiones.

Recordemos que solemos tener una media de unos setenta y cinco mil pensamientos diarios, muchos de los cuales se repiten día tras día. Tras esa vorágine de actividad en la que todo se mezcla, buscar claridad para saber cómo actuar, con diversidad de opciones y variantes, e intentar decidirnos puede resultar agotador.

Nuestra mente automáticamente descarta las variables que nos resultan ridículas, contradictorias, fuera de contexto o que creemos imposible. Lo hace casi de forma inconsciente para nosotros. Nuestro juicio lógico a veces juega en nuestra contra pues, aunque nos ayuda a elegir lo que es viable o consecuente, no siempre escoge lo que nos gustaría.

Un recurso tan increíblemente poderoso y maravilloso en su función, en este caso nos limita, la mayoría de las veces con la intención de protegernos. Bloqueamos sin darnos cuenta aquello que para nosotros no es importante en ese momento, nos resulta excesivamente doloroso o subyugamos al prisma de nuestras creencias y criterios nuestro objetivo, hasta donde podemos y queremos llegar.

Sin embargo, nuestro cuerpo y nuestras emociones, que sí se conectan directamente con nuestro subconsciente, nos delatan: nos enfermamos, estamos incómodos, sentimos que nos falta algo… Las incongruencias entre lo que hacemos y lo que deseamos realmente se expresan con infelicidades.

Aquí es donde entraría en juego este ejercicio, fácil y rápido, para conocer aquellos elementos sobre los que nuestro subconsciente nos quiere hablar y que la mente consciente intenta enjuiciar. Debemos ser conscientes de que nuestros pensamientos no paran jamás, así que no podemos pretender conseguirlo a bocajarro. La tormenta de ideas nos ayuda a desbloquear estos límites. Entretiene a nuestra mente consciente con una tarea, dejando así libre al subconsciente y a tus pensamientos. Dejarte llevar por aquello que primero te viene a la mente, asociándolo libremente, ayudará a mantener los canales de imaginación activos, a que sean más fluidos y a agilizar el proceso de escribir.

Su mecanismo es muy sencillo:

Ponemos como título el asunto sobre lo que queremos tratar —la tarea consciente— y, durante un momento determinado —un minuto o dos, no más, pues entonces saltaría nuestra parte consciente—, dejamos fluir todas las ideas que nos pasen por nuestra mente: las «pescamos» tan rápido como surgen, sin enjuiciarlas, reprimirlas, valorarlas o etiquetarlas.

Las vamos escribiendo, todas ellas, por muy disparatadas que parezcan —vía libre para el subconsciente—, y es seguro que nos llevaremos alguna sorpresa.

Una vez acabado el tiempo fijado, podemos leerlas y enumerarlas según el criterio que pongamos. Esto tiene relación con la mente divergente.

La mente divergente es aquella que permite, a partir de un elemento concreto, disparar muchas ideas al respecto. De esta forma, expandimos todas las posibilidades a realizar y observar sobre ese elemento.

Su contrario es la mente convergente. Es la que nos permite, a raíz de varias opciones, concretar y organizar todas las posibilidades en un punto común a trabajar o en una serie de prioridades a concretar.

Nuestros pensamientos van muy deprisa, más de lo que somos capaces de imaginar. Es frecuente que un simple cambio de humor se produzca, radicalmente, por un pensamiento que se ha cruzado en nuestro camino de forma fugaz. Si nos proponemos liberar nuestra mente por unos instantes y anotamos rápidamente todo aquello que nos viene a ella, sin juzgar, ni elegir, podemos obtener un amplio espectro de ideas: algunas bastantes alocadas, otras certeras y otras… ¡sorprendentes!

Entre ellas, habrán algunas que son verdaderos destellos de luz. Son ideas mágicas, objetivos deseados que están ahí, a la espera de la oportunidad para ser atendidos.

Lo bueno de la tormenta es que puede utilizarse con todo. Incluso realizarlo sin un motivo fijado —pues resulta un descanso, mentalmente hablando— alivia nuestros pensamientos. Además, es una estupenda ocasión de conectar directamente con nuestra «mente madre»: el subconsciente.

EL MAPA MENTAL

Otra forma de ver con claridad los objetivos es utilizando los mapas mentales. Constituyen un método de análisis sencillo que permiten utilizar al máximo las capacidades de la mente pues ofrecen una forma de desplegar, organizar y planificar la información, fácil, cómoda y divertida. El creador de esta idea es Tony Buzan, autor del best seller El libro de los mapas Mentales y Usted es más inteligente de lo que cree.

Resultan muy útiles para lograr un esquema breve y conciso de nuestro objetivo: por ejemplo, desarrollar un argumento, buscar personajes relacionados, seleccionar escenas o encontrar una planificación para un relato. A veces lo he utilizado para enlazar sinónimos y antónimos de una palabra. Aunque suelen hacerse con colores —más bien vivos y llamativos—, tienen un aspecto similar a esta imagen de abajo:


Desde una idea central elegida, vamos conectando diversos brazos, ramificaciones que nos llevan a diferentes ideas. A su vez, podemos diversificar estos en otras tantas ramas para especificar aún más, como elementos propios de cada una de ellas. Podemos incluso utilizar varios colores, diversas formas geométricas, líneas de diverso grosor…

Es más efectivo si ponemos en mayúsculas las palabras claves y en minúsculas el resto, y también si utilizamos curvas en lugar de rectas.

Esto ofrece una gran libertad de creación. Se forma así una especie de árbol en el que cada parte está directamente relacionada con el objetivo central, y al mismo tiempo, con sus particularidades específicas; un árbol que nos da una imagen clara y rápida de nuestro proyecto en conjunto.

Los mapas mentales sirven para todo: desde planificar un proyecto hasta proponer una lista de la compra; desde organizar una clase o un evento hasta esquematizar el argumento y personajes de una obra —por ejemplo, los protagonistas—. Sólo necesitamos concretar el tema central y, a partir de ahí, enlazamos los diferentes aspectos a través de sus ramificaciones.

Percibe y comprende aquellas cosas que a simple vista no se pueden ver.

(Miyamoto Musashi)

PRESUPOSICIONES

LAS PRESUPOSICIONES SE asemejan a hipótesis o conjeturas que, a priori, tenemos en mente y actuamos en consecuencia a ellas. En la programación neurolingüística existe un abanico bastante amplio de presuposiciones muy útiles para distintos contextos y necesidades, increíblemente potentes y eficaces. Cada persona será más afín a una que a otra, entre otras cosas porque esto depende de su situación particular en ese momento; sin embargo, pueden cambiarse a medida que dicha situación se modifique.

Las presuposiciones que resultan válidas para una persona no lo son necesariamente para otra, si bien, a medida que vamos relacionándonos con aquellas que posean ideales y valores semejantes a los nuestros, más presuposiciones compartirán.

En mi caso, tres de ellas fueron fundamentales para conseguir realizar mi sueño —escribir una novela— pues la utilicé como motivación para la creación de textos de ficción. Se convirtieron en mi mejor palanca de impulso. Aún las conservo como guía en mi camino para otros proyectos.

1. NO HAY FALLOS SINO RESULTADOS.

Esta presuposición es muy poderosa y liberadora. He podido constatarlo con otras personas a las que también, en algún momento, les llamó su atención. Con esta presuposición siempre se gana. Para quien, como yo, teme equivocarse, o siente que no es capaz de lograrlo, o teme no tener las suficientes cualidades para llegar a cumplir su objetivo, resulta impactante. Personalmente, me costó cambiar mi antigua forma de pensar limitante, pues era una creencia muy arraigada en mí tanto personal como laboralmente hablando; no fue fácil ni rápido.

Cuando esta presuposición entró en juego, se convirtió en mi mantra personal, y cuando le otorgué la debida atención —y confianza—, fue como si una gran barrera se desmoronara. A medida que la repetía y me esforzaba en ser consciente de ella cuando algo no salía como esperaba, me sentía más libre, mas segura, con más fuerza de ánimo.

Me proporcionó una gran lección: no es importante que lo que te propongas salga o no; eso no es relevante, ni siquiera el que salga exactamente como te lo habías propuesto. Lo importante es intentarlo, trabajarlo, mejorarlo e incluso, si no funciona, cambiar y volver a intentarlo, y en cada uno de estos intentos, observar y aprender: dónde o qué podemos modificar y mejorar para que el resultado no salga igual la próxima vez.

Con esta presuposición a tu lado, puedes proponerte hacer lo que quieras…

Así que, cuando algo no salga como tu esperabas, recuerda que tienes algo nuevo que aprender de ello: nuevos datos, más información, mayor sabiduría, mejor aprendizaje…

La segunda presuposición que utilicé era:

2. OBTIENES AQUELLO EN LO QUE TE CONCENTRAS.

Para ser sincera, al principio no tenía demasiada confianza en lo potente que podía ser esta presuposición. Tuve que hacer un acto de fe para comprobar que realmente funcionaba... y es cierto: aquello en lo que inviertes tu energía y ocupas tu mente acaba por suceder, sí o sí.

Esa energía, esa atención que pones en la búsqueda o en la realización de lo que deseas, termina conectando de alguna forma con lo que necesitas obtener para conseguirlo; todo a tu alrededor comienza a reproducir situaciones, ofrecer casualidades, conexiones y contactos… Notarás incluso cómo las personas con las que te relacionas y las cosas que te rodean se van configurando para proveerte de aquello que necesitas para conseguir tu meta.

Muchos grandes maestros actuales comentan que, cuando lanzas un objetivo claro que realmente quieres lograr, el universo entero se combina en busca de la forma para concedértelo.

A mí, en un principio, esto me sonaba un poco esotérico. Tal vez por ello surgía en mi cierta resistencia a creer que una simple frase consiguiera tanto. Me considero una persona con los pies en la tierra y, hasta entonces, pensaba que sólo con suerte y mucho trabajo —o una herencia o una lotería— se conseguía lo que se deseaba.

Sin embargo, he tenido la oportunidad de probar en varias ocasiones esta presuposición. ¡Funciona! Basta con poner en claro —eso sí, específicamente— tu meta a alcanzar, exponerlo y desearlo de forma concreta, precisa y con confianza, y te surgirán oportunidades enfocadas a ella: una llamada de teléfono, un encuentro casual, un dato nuevo o recibir publicidad sobre un evento que te sea útil.

En realidad no se trata de magia: simplemente, al estar tu enfoque, o tu concentración, con una idea clara, vez más rápidamente las posibilidades y oportunidades que se te presentan para seguir caminando hacia tu objetivo.

Eso sí, procura que tu deseo sea claro. Si lanzas opciones contrarias o deseos incongruentes, el universo se volverá loco intentando complacerte y no obtendrás el resultado deseado. Dependiendo de la seguridad y precisión con la que lo pidas, puedes o no conseguir lo que deseas.

Helmut Krusche, en su libro Libre como el águila, comenta un dato sobre la palabra que es impactante. Cito textualmente:

«Cualquier pensamiento que esté impregnado de sentimiento tiene la facultad de poder hacerse realidad. Terminan repercutiendo en nuestra vida. Nuestros pensamientos se transmiten a través de las palabras y se convierten en energía con formas determinadas».

Conozco a una persona —y esto lo pongo sólo como ejemplo— que siempre ha vivido con penurias, trabajando duramente para sacar a sus hijos adelante y mirando cada euro de su bolsillo. Se queja constantemente de que no tiene dinero y que no tiene suerte para sacarse una lotería o las quinielas. Para comenzar, la expresión «no tengo suerte en…» es una trampa mortal. El universo no tendrá más remedio que darte la razón en más de una forma. ¡Pero, además, no hace más que criticar y enjuiciar a los que tienen dinero! Si tu lenguaje deja claro que no te gusta o desprecias un aspecto de lo que quieres… ¿cómo pretendes que el universo te lo ofrezca?

Si deseas de corazón tener un bien, procura que tu lenguaje y tus acciones hablen con gratitud y satisfacción de ese bien. De lo contrario, el mensaje que envías es «esto no es bueno, no es sano, no es honrado…», y nuestro amigo universo se atendrá a tus criterios.

Lo mejor, cuando te haces consciente de esto, es que comienzas a observar cómo ocurre en las personas que están a tu lado. Conocerás casos de personas constantes y firmes en sus propósitos, los cuales logran contra viento y marea; en otros podrás ver como sucede aquello que más temen; algunos encontrarán lo que buscan o se esfuerzan por conseguir. Todos los casos con una claridad que asusta.

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