Kitabı oku: «El parasimpático»

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El parasimpático

Edición digital: setiembre de 2021

© 2021 Edgardo Dobry

© 2021 Club Editor 1959, S.L.U. por esta edición

Carrer Coves d’en Cimany, 2 — 08032 Barcelona

info@clubeditor.cat — www.clubeditor.cat

ISBN: 978-84-7329-319-8

Diseño de colección y cubierta: Ángel Uzkiano

Diseño gráfico: Aina Bonet

Corrección: Nura Nieto Llach

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas En las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesitan escanear o fotocopiar algun fragmento, diríjase a CEDRO.

Es la casa de nuestros anhelos.

Ven, cuelga el sombrero en la pared:

el sombrero con el agujero de bala.

HILDE DOMIN

Para A.M.

Para una teoría del consuelo

Debes saberlo, libro: aquí abajo

no habrá para ti premio hoy en día;

cuando el hombre suspira todavía

nadie aprecia virtud en su trabajo.

En el 3000, del verso embelesado,

irá uno a ver el Paraná corriente

y ante esa orilla pensará que miente

quien diga: “¡Acá, el Poeta fue alumbrado!”.

Ten coraje, mi libro: aunque preciosa,

la voz del bardo en bata suena odiosa;

cuando él no esté lo juzgarán divino.

¿A quién no ha mancillado la perfidia

que anega los baches del camino?

Solo el laurel postrero es sin envidia.

Peso
neto*

* Veáse página 33

Me son gratas las obras de la diosa cipria,

de Dioniso y de las Musas, porque

a los hombres traen alegría.

SOLÓN DE ATENAS

A ti me vuelvo, arte de la Poesía,

porque eres rico en consuelos

C. CAVAFIS

…la desolación ha venido de la filosofía

y el consuelo de la poesía.

M. ZAMBRANO

Mañana de verano, Barcelona

1.

Mediados de julio: el sol adolescente

atolondrado se levantó con hambre y resacoso

y husmea entre las mermeladas del colmado Quílez.

Las acacias, en fila, se pasarán el día pensando

con rencor en el mar y en la tormenta

que apenas llegará en octubre.

(Un transeúnte se sacude las bermudas

y caen de las arrugas trescientos pasos no dados.)

Cerca del puerto, Colón señala altivo

por sobre las crestas de salmuera sucia

hacia la tumba de tu madre

que no has visitado este año

—él, severo, lo sabe.

“¡Desgraciado almirante! Tu pedestal

no pierda altura —le decís, vengativo—;

las cosas se han puesto últimamente

feas para las efigies de conquistadores.”

2.

Un sol que hoy no es de oro sino de arena y vaho

unta la ciudad y se olvida de lustrarla:

se distrajo fabricando el tiempo —es su trabajo.

Cada cosa palpa su sombra

para consolarse con que sigue siendo opaca.

Podés leer en el diario que hay muertos

por golpe de calor y solamente

cuando mencionan los nombres y el barrio

se te ocurre pensar, sin gran alivio:

“No es de mí de quien hablan”.

3.

No te dictan estas líneas el amor o la musa;

son respuesta a una voz que a la hora de la siesta

es neutra como de encuestadora:

—Del pasado, ¿te acordás?

—Me acuerdo de la cabeza sobre

una olla con hojas de eucalipto,

de la estrella de un abrojo en la rodilla,

de un río espeso como engrudo.

—¿Y por qué seguiste a la Poesía?

—Porque te exige todo sin prometer nada.

—En total, ¿cómo te fue en la vida?

—Eso preguntáselo mejor al fantasma

que envejece en la orilla del río espeso.

—¿Y la muerte?

—La muerte debe ser como cuando

se corta la luz de golpe pero esta vez

ni siquiera a tientas vas a encontrar las sillas.

4.

El ruiseñor no aguanta un día tan largo:

repite un estribillo y te abandona en la hora malva.

Cuando al fin podrás dormir,

la manzana que ruborizaba tu frutero

colgará del limonero del vecino

y los números de teléfono del pasado y del presente

se fundirán en cifras inverosímiles.

El dedo resbala en la pantalla de la luna

y se escucha una señal obstinada,

pipip, pipip, contradanza del ventilador.

(sobre un tema de J. Brodsky)

La ciudad de los poetas

con vistas a Notre Dame y el Louvre

Me gusta mirar al cielo y menos

que las nubes me hagan muecas.

Para eso, mejor el Mediterráneo.

El Mediterráneo es mar de los poetas,

o sea de paupérrimos y vagos.

La gente distinguida veranea en Biarritz

y más precisamente en Mar del Plata.

La luna puede hacer muecas también,

no a quien la mira sino al planeta entero

(según documentó el astronauta Georges Méliès).

Le dice que ya no es su espejito sino

un radiador très mauvais para su cutis,

pues la luna habla francés, como saben

los desharrapados poetas desde que en 1874

Prends l’éloquence et tords-lui le cou!

declarara un preso que puso la música

ante todo. Las floristerías abandonaron

el método Linneo que clasifica según el peristilo.

Las flores, desde entonces, se dividen entre:

las que huelen, las que no.

(Vale también para los hombres:

en el Mediterráneo también huelen o no.)

En París le dicen Nuevo al puente más antiguo

porque el Sena (creo) se aclara en sus arcadas

la garganta en los crepúsculos de otoño.

Vi la casa de Quasimodo: era espléndida,

incluso la planta baja, que él frecuentaba poco

(después hubo un incendio y se fue a vendimiar);

solo las noches del coro te hacían pagar entrada.

El galpón de Mona Lisa tampoco es poca cosa

aunque tiene, a mi gusto, demasiados invitados:

gentes de las más diversas latitudes llegan

con su dirección memorizada. Ella siempre recibe

a todos de nueve a dieciocho, sauf les mardis.

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ISBN:
9788473293198
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