Kitabı oku: «La leyenda del poema», sayfa 2
Como queda visto a lo largo de este estudio, la poesía de Eduardo Milán evoluciona desde la aparente inexistencia de un hablante lírico, pasando por la aparición del otro por medio del apóstrofe, para luego presenciar la comparecencia del yo. Estas entidades líricas sirven para determinar el sentido de los poemas, por eso sostengo que la poesía de Milán se hace más accesible con el tiempo, aun cuando los motivos, símbolos y tonos se mantienen según se avanza en esta vasta muestra de apego a la palabra y el ritmo.
A pesar de poder encontrarse resonancias de los modernistas estadounidenses, de la vanguardia histórica en América Latina, o de la poesía concreta brasileña, la obra de Milán es una de las obras más originales del panorama literario latinoamericano actual. Una de las fuentes de la originalidad de la obra del poeta uruguayo es su diálogo con la tradición lírica de Occidente, pero no desde la aceptación acrítica de la misma, actitud propicia para la emulación, sino desde el cuestionamiento de los principios mismos de dicha poesía, lo cual resulta bastante productivo.
Desde el punto de vista de la experiencia del ser humano-poeta, podría ser de interés reflexionar sobre el asunto de la historicidad en la poesía de Milán. No solo se trataría de situar su producción en el horizonte general de la poesía latinoamericana, sino identificar la temporalidad en ella y determinar cómo es representada. Más que hacer un ejercicio de periodización, se trataría de comprender la capacidad de dicha poesía para contener en sí la temporalidad de la poesía. No es que la poesía de Milán se desconecte o se separe de la línea temporal de la producción poética, lo que arriba llamamos tradición, sino más bien su receptividad al flujo de la experiencia lo que la hace tener una mayor conciencia de la historicidad vivida por el hablante.
Jorge García
UNIVERSIDAD SAN FRANCISCO DE QUITO USFQ
Bibliografía
Milán, Eduardo. Estación, estaciones. Ediciones de la Banda Oriental, 1975.
Milán, Eduardo. Errar. El Tucán De Virginia, 1991.
Milán, Eduardo. La Vida Mantis. El Tucán De Virginia, 1993.
Milán, Eduardo. El Poema Estaba. Fondo Editorial-Universidad Autónoma De Querétaro, 2019.
Milán, Eduardo. «Octavio Paz y La Poesía Concreta brasileña». Guaraguao, 2014, pp. 151–173.
Pop-Curşeu Ioan. «Defis De La Communication Poetique a l’Aube De La Modernite : Baudelaire, Entre L’apostrophe Et L’hiperbole». Revista De Administraţie Publicăşi Politici Sociale , vol. 2, no. 7, Dec. 2011, pp. 59–80.
Prieto, Julio. La Escritura Errante. Ilegibilidad y Políticas Del Estilo En Latinoamérica. Iberoamericana-Vervuert, 2016.
Estación, estaciones
Habla (de piedra)
Piedra
ahí depende
depende del roce de si
caliente sí de piedra
ser de algo útil
es entrada
quieta:
lugar de la casa
árbol
caída del aire
del lado del (ser de:
piedra)
agua, blanda
blanda de piedra
(ágata
ciega
pétrea recibe
área
de los ojos
ágata recibe
piedra de ojos)
férrea canta
pero no piedra:
piedras (piedra frente a)
porque piedra no
está sola
retumbada
(de afuera)
Pacta:
concreta crece com-
piedra memoria de
área aire aérea ir
se deshace de
rotada
Estaciones (de la osa)
La suerte está echada, que
la muerte está
No
calma allí sale arrastrándose igual que
calma
allí
cal-
ma
cabra al borde mismo
abisma
(de espaldas)
lánguida:
animal de estrellas
plaza
(de estrellas)
húmedo
quien espera de la
húmeda
espera edad de
húmedos
sentados
dados
húmeda se mueve a
hundirse
(Irse en humedades)
lánguida
Esto es
Para Regis Bonvicino
Sin ir más lejos que hasta los apaches
para hacer un poema que empleara el método
que empleaban los apaches para hablar
una palabra en el momento justo
justa
unas pocas palabras por día
una razón que todavía se desconoce
una razón de amor o de exterminio
de amor por el silencio
por las cosas
o simple amor por las palabras
amor por ellos mismos
los apaches tendrían su razón
una razón que todavía se desconoce
razón de amor o de exterminio
que empleaban los apaches para hablar
una palabra en el momento justo
cuelga
de amor por el silencio o de exterminio
Para Roberto Appratto
Imposible escribir
poesía
sobre un cardenal
sin mancharse las manos
de cardenal
Nervadura
Noche textual
alucinada
una estrella brilla sin estar
Escribir sobre la alondra
que se deja
sobre la alondra que se deja
caer
sobre la alondra que se olvida
y se deja
caer
y se le va la vida
y se eleva
A Jorge Medina Vidal
El silencio es la joya
que el silencio no oye
el silencio desciende
de los árboles:
comienza a cavar
A Salvador Puig
Deslumbra es la palabra
que comienza
a desvelar la noche
palabra trabada en el nombre
qué nombre
sereno que cae
sereno trabajo de la noche
noche que nace en el peligro
peligro en la piel
piel en el miedo al roce
deslumbra es la palabra
que comienza
a desvelar la noche
No significa más
que el alba
la hondo
nada rimada
que rima con la luz:
un gallo
sílaba que vacila
cresta crispada del sí
Para A. Berenguer
A una Ítaca
de la rosa
la palabra se toca
con la rosa
la palabra es la rosa
y queda sola
Ítaca
La palabra selva
la palabra mata
la palabra salva
el paisaje
y cae la tarde: selva
A Roger y Marta
Una forma que se pregunta
un pájaro encendido:
aquíaquí
la forma interna
es un rumor
de mar
un rumor de máquina
de tejer
un rumor de máquina
de tejer el mar
la forma externa
(de tejer el mar)
es una forma que se pregunta
un pájaro encendido:
aquíaquí
A Enrique Fierro
La letra con sangre
entra: bienvenida
sangre sangrante
lúcida es su luz
aunque el Tajo no sea
el río de mi aldea
Decir ahí es una flor difícil
decir ahí es pintar todo pájaro
decir ahí es estar atraído
por la palabra áspera
cardo
y por el cardenal cardenal
decir ahí es decir todo de nuevo
y empezar por el caballo:
el caballo está solo
ahora está solo
no hay ahora oscuro
no hay ahora de silencio
no hay ahora de palabra
no hay ahora de silencio contra la pared:
el caballo está solo es decir está negro
saltó por encima de la blanca
purísima realidad
el caballo está ahí
fuga
por las hendiduras del día
florescencia
como la luna fluye
el caballo salta por encima de su sombra
salta por encima de su silencio
salta por encima de la realidad
salta por encima
de un universo todavía negro
antes de la suma
antes de la cima
de los colores:
montaña verde sobre cielo azul
la silueta del caballo es colorada
colorada de sol
cuando se oculta
ahora se oculta
ahora se hunde en el caballo
moneda de sol
no hay ahora de silencio
no hay ahora de palabra
no hay ahora de caballo
Cuatro poemas
Preciosa la monarca
La monarca
Como quien dice «la María»
Un vuelo leve sobre sus cabellos
¡Jesús!
Una es la preciosa
Bajo la luna
Única en su valor
¿Cuánto
Vale una palabra
La monarca
Del aire?
Crisálida
Gris en el ala
El pájaro no tiene vacío
El cielo nace de su carencia
Su vuelo es la ocupación del cielo
El cielo trabaja
Pero el pájaro no tiene
Cultivar tu vacío
Como una estatua cultiva
Su interior jardín
Vacío de voces y de pájaros
No es posible llenarlo de follaje
Espeso
No es posible llenarlo de palabras
Ni de livianos labios
Son pluma
Esto no es decir
Esto es estar
Esto es estrella
El mirlo tiene del mar
La mirada sobre ambos
Tiene del mar
Agua en el pico
Su canto mirlo
Queda parado
Queda en la orquídea
Que fluye florescente
Hay lluvia en el aire
Hay agua cantada en el aire
Qué signo
Enigma
E inconclusa
Clus
De tallo y bella
Gracia: y una
Garza permanentemente
Tallo
Errar
Cuando ya no hay qué
decir, decirlo. Dar
una carencia, un hueco en la conversación,
un vacío de verdad: la flor,
no la idea, es la diosa de ahí.
No te fíes de los infieles
filos de la realidad, reata
para un pura sangre que no existe: álzate
azabache, que te corta el hacha del sentido.
Alegría, ganas de abrazar
la alegría en ese pájaro. ¿Pájaro?
¿Cuál pájaro? No importa:
ganas de abrazar la alegría en sus dos alas.
Y dar las gracias al pájaro ausente, aura
aérea era la garza.
Dejarse de pájaros, abandonarse
de pájaros, caer. Aéreos de manías,
día tras día, y en el suelo qué. Huele
a lluvia cuando los escuchas cantar, a lluvia antes
y a lluvia después. Algunas plumas mojarían de lejos,
Van al manantial. Y vuelven a la escritura solo
para que tú digas «pájaro». Y tú dices «pájaro»
como si dijeras origen, oráculo o cualquier otra
que trajera oro entre las alas. Oriundos. Pero de dónde
si parecen tan reales, tan de aquí. Tantálicos.
Mientras escribes la noche no miente,
es un presente negro, no un pasado bajo
la luz del sol, el heraldo que anunciaba:
«érase una vez», una vez blanquísima, luz
Beatriz que ya quisieras. Un presente negro
es un lujo de detalles porque la noche no miente,
solamente. Y no hay noticias de que alguna vez mintiera.
Es un lujo de detalles porque la luz no está lejos, talla
la desnudez. O será, gastada por el uso, como un manto.
Pero mientras escribes la noche no miente.
El cuidado referencial. Ocupación:
cuidado referencial. O también guardabosque
que sugiere más porque hay pinos (generalmente
pinos), osos, o sea osos, y quizás incendio.
Pero sobre todo para que diga más. No para que
la palabra cuando suene vaya a él, ni tampoco
para que cuando él quiera, pero solo cuando él quiera,
la deje bailar en la boca, paladeado. Ese cuidado.
Esas ligas que me legaste, vida no vivida pero
intuida, tuteada, mía a mía.
Elena, Eliana o Luna: es igual. Hasta
tu muerte fue un gesto de abundancia, gracias
a la abundancia, jarcias a la abundancia. Velar,
ver la vela que no es nunca la ola que vuelve
sobre el pabilo, velar en vilo, vivir, ah
villanos, no es velar: es un modo de decir «tierra
firma», solo un modo de ordenar que la tierra escriba alcalce:
«abrazos, tierra». Como si ella calzara, como si adivináramos
el modo de sus pies, país que no hay para pisar, ¿por qué
no hay país? Porque todavía no sabemos hablar, porque
no hay zapatos para hablar, zapatos horribles para hablar.
Inútil: no hay zapatos. Y esto no es normal, no es la
norma medianera que suscribe lo real, rea que rea día
a día y desde Dios indica: «hay zapatos». «Zapatos»:
Solo algo como Dios supera a la palabra zapatos en tensión, pies
extendidos en espera del tiempo que los calce. Y tiempo,
eso es lo que hacía, hacía tiempo que no veía escrita la
palabra Dios. Retomarte ahora, Elena, es hacer de cuenta que
no ha pasado nada, Eliana o Luna, cuando quedaba todo por decir,
cuando ya no se puede decir todo porque todo ha sido dicho. Ley
es ley, hay que decir es hay que decir, no hay lugar es el hogar
común. Por eso leña al fuego, por todo eso leña, Elena al fuego
con pestañas porque sí y sobre nada Elena al fuego con pestañas.
Al silencio de los grandes no le importa
el silencio de los pequeños, estos últimos
peces. El espíritu no cae sobre el tiempo:
es el tiempo mismo que no encuentra lugar,
piso donde pisar, planta del pie, arena. Haré
unas palabras como mareas, unos cambios de luna
sobre el lomo de las vacas de leche, cuando
había campo había leche. Ahora ya no hay campo
para el poema, hay nostalgia de nosotros, tal
para cual. Haré unas parejas de pájaros para tener,
pico por pico, pluma por pluma, no para ser: para
casamiento. Un brindis del discurso con el curso
¿surco? de los acontecimientos, copa contra copa,
árbol contra el cielo, arados nuevos haré.
¿Voy bien? Escribir es no volver
la cabeza y preguntar: ¿voy bien?
Preguntar a quién. Ir bien a dónde, ¿ir bien
a Londres? Ya salió el tren, el tren de trenes
como el rey de reyes. El desierto de la ley, la ley
seca de hoy desde Dios hasta la fecha. ¡Qué días! ¡Qué
lluvia de flechas! Llora por ayer, planta por ayer, derrama
por ayer sobre los perdidos días idos. ¿Dónde estabas tú
cuando había quién?
Cómetelos, Milán,
cómetelos. La identidad
está en los dientes, en estos
dientes, en estos días enteros de poesía
sin clientes. La casada está sola, abandonada
con su abanico. Y el abanico solo con su aire
rodeado de picos, que es por donde sale el canto
sin idea. Canto porque sí, porque es de día.
Sabías que era así, siempre con árboles. Tanto
era así que una vez había una voz que decía:
«cómetelos, Milán, cómetelos. La identidad está en los
dientes». Días raros de poesía sin clientes.
Sigue la línea que no será,
que nunca —la palabra hincada, cava
que cava, de rodillas, sin rodeos— podrá ser.
Línea de fuego y en el fuego, alas, y en las alas
una letanía que no lamento. Porque la letra es demasiado
ósea para sugerir un oasis, eso que se desea y no
se desea y no. Oklahoma, desierto pero no diosa, clama:
«que nunca podrá ser». Esto que ves viene del roce,
resumen de sílabas juntadas, una junta de pieles para decir
manada. No el manantial que permanece fijo como el pájaro
sugerido. Y esta que ves, maná, maná, tiene un acento
que podría levantarte la mirada mírala.
Una corona para el sentimiento:
corazonada. Nada de corazones, las cartas
a la vista: hay cuervos hoy. Hoy no se finge,
mañana sí. No sale nada más íntimo que el temor,
tiembla de íntimo, hace como que aletea, luce. Parece
el color de no escribir, el luto de escribir, la sola
latencia sola, la tensión de lo que late sin nacer. Pero
un pájaro late, un pájaro es sí o sí, se acentúa, aletea,
ya te ha visto. Después, revolotea. Solo un poema puede hacer
como que nace y no hacer porque un pájaro nace y nace.
Pero el poema no es sino sino, viento viento, ave
de verdad, advenimiento.
Cobijo, lo que se dice cobijo, bajo ninguna
ala blanca: simplemente voló. «Se ha volado»,
«se ha volado», dicen unas voces. Niños, por el tono
traidor de estos años, niños por la altura de la mesa,
niños por la palabra niños que hormiguea, constante,
como eriza en el erizo erizada. Una mirada alrededor
no dice nada. Está totalmente despejado. Y en rigor
debería estar pejado, pez de jada, yo perdido.
Sin una idea para rodearte, pájaro. Solo
parpadeos. Real es la palabra más bella de este reino
en ruinas, real. La poca lealtad del pájaro, eso fue:
el fuego de no cantar. Pájaros hay: he visto un cardenal.
Pájaros de ley: lo oí cantar. Leí en sus alas rojas, las
rojas alas del destino, destellos líquidos de coral. Oí decir
en un círculo que cantar es muy natural. También oí
decir que hay que ser real. Lo cierto es que esta rueda
se desliza, se desliza la luz por la ciudad, luz más luz
es Beatriz, el nombre propio es un oasis entre estrellas.
Nada calma la sed de intensidad. Y que cereza puede ser
esa palabra encarnada entre el cardenal y la nada.
Los hechos hacen lo que pueden. Habito
un hecho. No tiene techo ni antena ni
veleta con gallo que la girara. Ni cara.
Es difícil mostrar la cara de un hecho
de la boca a las pestañas. La luz de la
mañana levanta sus pestañas, suspende el sueño.
Por ahora es un hecho desamparado en la ausencia
de pájaro en el tejado. Pero es un hecho sin quejas,
sin cajas de rencor donde la Pandora se aloja con
sus muñecas rojas, con su pelo viejo. El consejo
es dejar pasar —no ponerle jardín con su jardinero—,
dejar pasar el tiempo. Porque el hecho queda lejos.
Excelente lenguaje, excelente,
puro, blanquísimo, una flor: azucena.
Los pájaros cantan en pájaro. Los
castores comen en castor. Los humanos
hablan en humano, mano a mano, tocan
sus voces en la conversación. ¿Brillante?
Se dice brillante. New York se dice New York.
Lenguaje de plata se dice lenguaje de plata. Para
un siglo de oro se dice para un siglo de oro. Góngora,
Góngora. Ya era hora, cordobés, ya era hora, cordobés.
Llaga se dice fácilmente.
Nadie tiene la culpa de nada. Las cosas,
simplemente, suceden. Y sucedió, eso fue todo.
El ejemplo del pájaro: el pájaro en su nido, sucede.
Como todos sucedemos y no terminamos de suceder. Nunca.
¿Para qué terminar de suceder? ¿Cesar de suceder? Dale
al César lo que es del César para que ellos, los ánsares,
los cuásares, los sinceros y los de oro no dejen,
nunca dejen de sucederse en el trono, en el trueno, en el
trino. Y ahora vuelve el ejemplo del pájaro.
La vida mantis
Entro en el tiempo como quien entra
en ti: quiero escribir los desechos
de San Juan, quiero comer los desechos de Sor
Juana, sorprendida en su primera persona
que es la persona del otro o del hambre.
Ahora quita esa lámpara de aquí para que alumbre
allí en la sala de orar el rodar de la luna
oral, boca abierta por la que uno entra
a comer de la mano de la hembra, animales de por miles
no se cimbren, lo real es que se cimbra cuando
se oyen crecer algunas rosas reas.
El aleteo de una mariposa en Nueva York,
para siempre. Dicho así, como de pasada, dicho
así, como verdadero. El aleteo de una mariposa
en Nueva York, como de pasada.
Si quisiéramos podríamos concluir que solo
lo provisorio es duradero. Pero no queremos.
Oí: si no escapas de la escritura
no ganarás la gracia ni la altura. Ya era hora
de oír, de ese rodar de la palabra oír. Era
selvático de selva rumorosa, oí. Primavera
entera durante toda la primavera, ni un olor
a menta menos sino un calor que sube por las manos
a los miembros de mi hembra, entramos despacito.
Oí, oí, oí. El eco de un sonido ido, oí. Colibrí,
colibrí, colibrí. Como nota que no sé decir.
Ya que no somos nada, por ejemplo,
podemos ser la lluvia. Seguramente
la lluvia nos acepta sin titubear, aún
cuando comienza. Y ahora comienza. Gotas
en el vidrio de la ventana: nos acepta,
esta ella que es la lluvia nos acepta. Bésame.
Fragilidad, téjele un hilo a la patita del pájaro,
fraterna terminación de la lluvia o acabado, téjele.
Especie de caja de cartón donde está escrito «Frágil»
con mano ágil, sin temblor adentro. Seamos frágiles
ya que no somos océano. Una forma nos acepta.
En una playa de Los Cabos, B. C., besado
por la orilla, un fénix. En silencio
como un fénix frente a un pelícano. Que
ninguno cantaba, que ninguno volaba, que
ya nadie cree en el crepúsculo. Un fénix,
¿qué hace aquí un fénix? ¿No lo habrás
confundido con un ónix? Animal, lámina,
milán: era un fénix. Las cenizas después
de su última cena, sí. El alfabeto recién
nacido en la orilla, sí. Volver es necesario,
vivir no es necesario, fenicio, sí, era un fénix.
Quítate el lenguaje
ahora que el hombre no está.
Deja de hablar para ver quién eres,
quítate aquí, ahora que nadie es,
o sea, estría en la vidriera para que nadie
te vea. El lenguaje:
quítatelo. Allá en los morros,
déjate la mirra, está bien.
¿Pero aquí? Pienso, déjate
el incienso, que es demasiado.
A lenguaje dado lenguaje devuelto.
¿El destino ¿El origen? El pelo suelto.
¿Dónde va
lo que no se da? ¿Va
a la sed de intensidad
del tiempo, al capullo de seda
de la crisálida? ¿O se lo come el castor
como si fuera madera de amor? Allí, o más,
rodando, más abajo, dando
tumbo de luz en tumbo de luz
hasta el toro del tiempo consumido
en mugido mujer, madre del tiempo.
¿Hasta ese fondo? ¿Tan hondo era
el azul de primavera? El mismo que los castores
dejan pasar sin roer, amor que rueda.
Hay un sin sentido evidente entre el hierro
brillante del banco verde del Parque México
y el vegetal, pasto animal que a su lado crece.
Sin sentido, sin destino, desnudo estar como si nada.
Entre, iluminado por el sol del mediodía, entre,
Llovido por la lluvia cuando llueve. Ahí, perro
no echado a descansar porque no es perro, como.
Están para indicar lo que no son por todo el mundo.
El que dije fue un ejemplo a medio decir, un casi
que ocurre justo cuando la expresión no expresa.
¿Quién es? ¿Usted, usted es?
¿Usted es esa sombra en el medio
del tedio, toda la intemperie para usted,
usted el que tocó? ¿Y por qué ha tocado
aquí y no al lado, por qué en la amarilla
de amar y no en la verde de ver? ¿O ha tocado
para ser y ser es sin color, simplemente, solo ser?
¿O ha, natural, natural? Tocó el enigma,
el cisma entre ella y no ella, el cisma actual
entre el cisne y el enigma, actual, muy personal.
Ser es tocar, serpiente —piénsala— es tocar,
Pensamiento es tocar la flor pensamiento. Y diré,
la piel diré, repetiré que la piel piensa.
Mantis es el acto de un manto
que cubre las cosas con luz
y cobra con amor corporal,
oral y genital como en el Génesis:
un silencio de media hora en el cielo.
Miento, encanto, viento en contra
de todo lo que tengas ganas de decir:
nada, nada. Y en el monte nada.
Y un nudo en la garganta del que no.
«No», dicen los siglos invisibles, sigilosos
e invisibles. Prudentes: van siempre por debajo
como sables. Nunca por encima como proas.
Me gusta proa. El hombre se obliga a detenerse
frente a algo que le gusta, vivir es detenerse,
comprar helados. Con proa uno podría comprometerse,
dos se casarían, empezaría la loa, la loba de la loa
que amamanta a sus loítos, amamanta es otra.
Empezarían el pez y el pie,
elige uno, elijo la elegía. Y no
habría que explicar por qué aquel monte está
allí encima. Y la nada aceptada porque sí, hermosa
la hermosa, no por vacía ni por otra cosa.
Las marionetas son metáforas perfectas
adivina de qué. Del hombre frente a Dios, no.
De la clave de Kleist, no. Del temblor que la
recorre cuando tú te escurres, vas o vienes, no.
María es un nombre extraordinario para ella.
De un relámpago en cámara lenta, antes
que los cuerpos caigan en la cama, no.
Del primer gesto después del Génesis, no.
Ni de lo más frágil, de lo casi imposible, de ti,
no. Las marionetas son metáforas perfectas
de las adivinas del por qué, de las que responden al
¿me amas? ¿me amas?, de las dalias,
de las dalilas, sí, sí.
Los blancos inventaron la metáfora
porque no podían ser negros. Esto
en el principio. Luego seguimos por el
camino a la montaña, los ojos empañados
de polvo, palmo a palmo vadeamos la orilla
del río donde nos detuvo aquel pájaro azul
junto a la orilla. Es que habíamos imaginado
al origen blanco, a la nada blanca, al silencio,
cuando nadie hablaba ni decía, cuando nombrar
es fundar, ahondarse en el nombre, blanco. Alba,
cuando mucho aurora, esa necesidad de inaugurar
que va pasando del blanco al rosa si un mínimo
roce de una piel, cuando el mundo está lleno
de pieles para el roce, sí, si ya decir sí es piel.
Del blanco al rosa naturalmente, en un silencio
sospechoso porque hablar despierta el agua,
vuela el insecto, mantis se persigna, saltan
las sectas de venados. En ese momento el negro
vio el origen negro y, literalmente, se le desgarró
la garganta.
El poema es no es la manera de comenzar
un poema. Un poema no se comienza nunca,
únicamente se sigue. Ocurre mientras tanto
como un cualquiera que se presenta. No cualquiera
se presenta. Solo un poema se presenta
con credenciales del cielo siendo un cualquiera,
mandadas hacer a mano con la costura de los silencios
cosidos, con la modestia de una modista de trastienda,
tímida, detrás de ti, cara detrás de la cortina por qué
si es la hermosura en persona. Esos pechos, esos muslos,
esas caderas de caerse adentro
no son para esconderse detrás de un parpadeo,
de un sol rojo en las mejillas, de un oscuro
sentimiento de estrella sin futuro.
Lo que el mar genera y expulsa: no hay
otro margen. Lo que existe es la insistencia
del poema en recordar lo que se olvida. Ahí
va el inútil en busca del imposible. Ahí va el poema.
Y dentro del vehículo una voz murmura
velada como mora para que nadie la amara:
lo único imposible en un poema es no morir.
La memoria de la expulsión del mar —nada
por menos que el sexo del origen—, guardada
en el ahogo ante la súbita agua fría —golpe
de agua, golpe de origen, golpe de margen, sabidurías:
¿qué es una cascada?—,
como si el afuera golpeara, repentinamente tin
tin sobre el niquelado llueve, lo real escapa,
es lo que no sé decir. Y lo refiero al margen,
justamente al margen para que así el no decir
sea devolver, darle al mar lo que es del César.
Y ya decir César aunque no sea César salva al mar
de tanta vaguedad, resta un imposible,
cresta para que cante. Al margen
del margen está la tragedia, lo que adentro
estalla, el coro que dice el cese de la expansión
que pobló el margen. ¿Centro? Nunca hubo centro.
Hay un testigo: un mirlo que en un lugar de la mancha
del mar entonces canta. ¿Entonces cuándo?
Triste mes para el mestizo agosto
porque es el mes cuando las sangres se
separan. El corazón no se detiene nunca.
No hay corazón que acepte órdenes de afuera.
Las sangres, viene a querer decir las aguas, las aguas
entonces se separan. El corazón no se detiene
nunca, anclado como está en el movimiento
de moverse, un movimiento en clave. Nadie sabe.
La tierra tampoco sabe pero está ahí. Y eso sí
lo sabe el mestizo, sabe que los abismos son sagrados,
los cráteres sagrados porque ahí nacen nuevos seres,
los maremotos, las mareas,
la realidad de la luna en el mes,
sagrados, la sangre, la tea en el goteo.
La sangre española vuela a España y la indígena
al origen que se indica al margen, aquí se indica.
No viene mal decir noviembre porque hay hembra allí.
Pero es agosto, qué duda cabe, es la certeza,
la aguja marca el cambio en la marea,
la hora agujereada, el minuto
que manda al segundo evaporarse para que la
sangre divida al mestizo es el mestizo mestizo y en el
de ese mismo mes, triste, tristán.
Soy un niño frente a su cacharro de barro,
frente a su cachorro de dóberman, Gitano. Tengo ganas
de comer tierra, toda la tierra. Pero no puedo
porque conozco el ritual, el río por el cual se devora
a los ancestros. Maestro, mentí: no soy un niño frente
a su cacharro de barro, a su cachorro de dóberman,
Gitano. Pero Andrés sí, Andrés es Noigandres,
alegría, alegría, clavar una pica en Flandres,
llevarse tierra a la boca, que
toda la tierra es poca, frente a su cacharro de barro,
frente a su cachorro de dóberman, Gitano,
antes de la guerra, que
toda la guerra es poca, sin que un contra sentido =
destino lo desmande.
Humano es la mala suma del humo y de la mano,
el que huye de la forma de su cuerpo,
aquel que no se pregunta: forma,
¿por qué ardes en deseos de ser ardilla,
en deseos de ser silla, por qué ardes en deseos?
Humano, la mala suma del humo y de la mano,
huye de su cuerpo hacia la costa. Eso es humano,
Pájaro es lo que retorna con un mito en el pico,
con una matita de menta para que el humano no huya,
matita por la grandeza del gesto, pájaro por eso,
menta para curar la verdad. Aquel que no era humo
no es este estado de cosas que sobreviven cosidas.
Humo que renunció a su absoluta falta
para ganar la forma gato, la forma orquídea de la idea,
la forma azul de la sal. La forma gato sobrevive cosida,
la orquídea, diosa de un día que se perdió en ese día,
la forma azul de la sal tiene una forma de mirar.
El humo renunció. ¿La mano? Queremos menos manos.
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.